En la crisis en la que nos encontramos, los políticos han visto necesario realizar una serie de recortes en ciertos ámbitos sociales, como la educación o la sanidad. Estos recortes han creado un descontento por parte del pueblo que se ha manifestado en diversas ocasiones, lo que ha generado conflictos entre los ciudadanos y el gobierno. El pasado día 20 de febrero, tras tres días de enfrentamientos entre estudiantes que protestaban por la reducción de presupuesto en la educación pública en Valencia, y los antidisturbios, el jefe de policía, Antonio Moreno, se refirió a estos alumnos como “el enemigo”, palabras que han hecho eco en la conocida como primavera valenciana, nombre que habían recibido estas protestas con sus respectivas opresiones. Las palabras exactas fueron las siguientes:

Comprenderá que no le voy a decir, no es prudente, desde el punto de vista de la táctica o técnica policial, que yo le diga al enemigo cuáles son mis fuerzas o mis debilidades”.

(http://www.youtube.com/watch?v=uctPToj2LNc)

Hasta la fecha se entiende por enemigo, como bien define la RAE: “Dicho de una persona o de un país: Contrarios en una guerra”. En la propia definición se utiliza la palabra guerra, que evoca directamente una lucha entre dos bandos. En este caso, Antonio Moreno esta declarando oficial una guerra en la que los estudiantes son los enemigos de la policía. Se debe tener en cuenta que que en esta declaración se han separado Gobierno y parte de los ciudadanos en dos bandos distintos.

Tras esta declaración, veremos dos tipos de reacciones: por un lado, la corrección del uso de esta palabra para designar a los alumnos y, por otro, la aceptación del término. En la primera de ellas, el termino enemigo mantendrá su significado habitual: enemigo ha mantenido su significado habitual, en el que se refiere a rival o contrario en una lucha.

El día 21 de febrero, tras haber visto la polémica que había causado el comunicado de Antonio Moreno, Jorge Fernández Díaz, Ministro del Interior, expresó su opinión acerca de los hechos con las siguientes palabras:

«Entiendo lo que quería decir pero no ha estado afortunado a la hora de expresarse. Entiendo que es un “lapsus linguae» y que «errare humanum est«.

(http://www.lavanguardia.com/politica/20120221/54256725373/jorge-fernandez-diaz-desafortunadas-declaraciones-jefe-de-la-policia-valencia.html)

Dos días después, el director general de la policía, Ignacio Cosidó, reformuló la postura de la Policía, sí bien no aludió directamente al discurso de Antonio Moreno.

La Policía Nacional no tiene enemigos, tiene la importante misión de garantizar los derechos de quienes se manifiestan legalmente y proteger los de quienes no se manifiestan y pueden ser víctimas de la violencia”

(http://www.cope.es/espana/23-02-12–cosido-en-cope—cuando-esta-en-peligro-la-seguridad-publica-la-policia-debe-intervenir-278613-1#anc_audios)

Además de declarar que la policía no tiene enemigos, utiliza otra serie de términos para expresar la situación, distingue entre los manifestantes legales y garantiza su derecho de manifestación y, por exclusión, distingue también los manifestantes ilegales, grupo al cual pertenecerían los estudiantes, contra los que se sitúa. Igualmente destaca una nueva función, la de proteger a los no manifestantes y marca la posibilidad de que estos puedan ser víctimas de las acciones de los protestantes.

Finalmente, los propios manifestantes salieron de nuevo a las calles el día 22 de febrero bajo el lema “Somos el pueblo, no el enemigo”. Vemos que aquí se equiparan dos términos,  pueblo y enemigo, los cuales no eran similares en ninguno de sus significados antes del discurso de Antonio Moreno.

Pero hablábamos antes de una segunda vertiente, en la cual se ha producido una aceptación del término enemigo. En la mayor parte de estos casos se ha producido una retorsión retórica, es decir, el público ha tomado las palabras que utilizó el jefe de policía con la finalidad de rebatir su argumentación y así utilizarlo en su defensa. Puede  considerarse un contraataque a modo culto, demostrando así que los afectados eran en gran parte estudiantes. Se observa cómo, tras el comunicado de Antonio Moreno, está retorsión retórica ha originado una redefinición en la que dicha expresión ha tomado muchos casos una valoración positiva en contraste con el aspecto negativo que evocaba anteriormente.

Gran parte de los que se identificaban con el nuevo concepto de enemigo hicieron sonar su voz en la red social Twitter bajo el hastag #Yotambiénsoyelenemigo, donde los estudiantes iban marcando los rasgos de esta nueva acepción:

Ramón Martín ‏ @ramonmartinT: “Pienso, luego #Yotambiensoyelenemigo”

En este tweet encontramos una modificación de la frase del filósofo Descartes “Pienso, luego existo” donde no solo se ha sustituido el verbo existir por “ser el enemigo” sino que se relaciona con el “pensar” y la cultura que esto conlleva, ya que la protesta era estudiantil. Además de esto, como ya hemos dicho, se trata de una cita filosófica, lo que evoca cierto nivel de erudición.

Smanix de Mauron‏ @SmanixMauron: “#YoTambienSoyElEnemigo porque tengo cerebro para pensar y boca para hablar. Y eso me hace peligroso.”

Aquí ya no solo se relaciona con el saber y la acción de pensar, sino que es enemigo todo aquel que exprese lo que al Gobierno no le conviene que se diga sobre él, destacando que el peligro está en la voz del pueblo.

Tras haber seleccionado la palabra enemigo, a pesar de que no se tratara de un contexto guerrero, se abre un campo cognitivo bélico donde el material escolar será tratado como si fuera material de guerra.

Vanocra‏ @Vanocra: “#yotambiensoyelenemigo ¡Alto! ¡Tengo una Enciclopedia Larousse y no dudaré en utilizarla!”.

Esto no solo se verá en Twitter, sino que el periódico El País denominará los materiales escolares como “armas”, tanto en el título del artículo El arma del “enemigo” es un libro como en su interior:

“Eso era todo: un libro, un folio, unos apuntes. Esas y sus manos abiertas y alzadas son el arsenal de “armas” que este martes exhibieron los miles de ciudadanos”

(http://politica.elpais.com/politica/2012/02/21/actualidad/1329854243_525158.html)

También están aquellos que reformulan frases que varían de significado según el sentido en el que se aplique la palabra. La más famosa de ellas será la escena cómica de Miguel Gila en la que preguntaba “¿Es usted el enemigo?”, a la que se ha añadido una serie de  respuestas como las que podemos ver a continuación:

Sandra Radke ‏ @br0k3nm1nd: “- ¿Oiga? ¿Es el enemigo? – Sí.
– ¡Pues póngase a estudiar, que tiene exámenes!”

Joshua Miravalles ‏ @joshmigo: “¡Oiga! ¿Es el enemigo? ¿Pueden parar la guerra un momento? es que mis soldados están en el recreo (…)”

Xavier Cugat ‏ @cugatx: “- Oiga, ¿es el enemigo? – Un momento, que están en clase de matemáticas #yotambiénsoyelenemigo”

(La ortografía ha sido normalizada)

Con esta modificación del monólogo de Gila se trata de dar un toque cómico a  los sucesos.

Como vemos, el uso de la palabra enemigo en el comunicado  de Antonio Moreno produjo una rápida respuesta por parte de la sociedad en cuestión de horas mientras que los cambios semánticos suelen ser un proceso lento y riguroso. Cuestión de tiempo también será el observar si este cambio semántico se mantendrá o simplemente desaparecerá tan rápido como fue expandido quedando en las memorias como un símbolo de lo que un día fue la primavera valenciana.

Patricia García Olmeda


Desde no hace mucho tiempo, asistimos, en la prensa nacional, a la consolidación de un fenómeno lingüístico: las siglas ERE se están convirtiendo en el eufemismo de una palabra tan cotidiana como es despido.

El indicador principal de que esto está ocurriendo lo hemos encontrado en la frecuencia de aparición de ambos términos en prensa antes y durante este periodo de crisis económica. De las búsquedas recuperadas en Expansión.es hemos obtenido los siguientes resultados:

Del gráfico anterior se desprende el aumento progresivo del uso de ERE mientras que, el de despido, tras un aumento considerable, a partir de 2010 empieza a descender de forma brusca. Es justo el año 2010 el que consideraríamos como punto de partida para el análisis de este fenómeno, cuya consolidación se habría producido a lo largo de 2011, lo que indica que se trata de un proceso muy reciente.

Este proceso de conversión podemos observarlo desde tres puntos de vista: por una lado, el significado de ambos conceptos y su codificación; por otro, la percepción que tanto hablante como oyente tienen del proceso y, finalmente, los ámbitos en los que se está produciendo, ya que no tendrá la misma repercusión si ocurre solo en la prensa general que si, además, se extiende a la prensa económica especializada. Es por ello que hemos utilizado como fuente análisis y de ejemplos dos periódicos generalistas de tirada nacional como son ABC y El País y otros dos de carácter especializado: Expansión y CincoDías, todos ellos en su versión digital.

ERE son las siglas de “expediente de regulación de empleo”, que el DRAE define como “procedimiento en virtud del cual la Administración autoriza o deniega a un empresario el despido de un cierto número de trabajadores por causas establecidas en la ley”, definición en la que se incluye claramente la noción de “despido”, que queda definido, en su segunda acepción, como “decisión del empresario por la que pone término a la relación laboral que le unía a un empleado”. ¿Por qué si, en el fondo, designan dos realidades prácticamente idénticas, el hablante prefiere ERE a despido? Tal vez la respuesta se encuentre en la forma y no en el significado. Veamos los siguientes ejemplos:

“El Diálogo Social crea ayudas a empresas en crisis para evitar despidos colectivos” (ABC)

“La reforma empieza a aplicarse con rebajas de sueldos, ERE y traslados” (El País)

En estos titulares vemos el proceso de conversión de despido como palabra tabú y de ERE en su eufemismo. Despido codifica algo negativo, la rescisión de un contrato que, como vemos en el primer titular, hay que evitar, mientras que con el empleo de ERE, aunque en el fin último de este se encuentre también el despido, para el hablante se hace más accesible el concepto de “regulación”, teniendo en cuenta que la “regulación” tenderá hacia algo positivo puesto que se toma en el sentido metafórico de “ordenación”, solo que en este caso se trata de ordenar algo abstracto como es el trabajo y  lo que parece ser que transmite es que con el ERE el despido es ordenado, sigue unas normas, frente al uso de despido que será, siguiendo esta metáfora, el caos. A todo esto cabe añadir que en las noticias del 2011 resulta difícil encontrar una cuyo titular utilice el término tabú (despido) frente a su eufemismo (ERE), aunque hemos podido comprobar que esto es mucho más frecuente en los titulares que en el cuerpo de la noticia, posiblemente porque, una vez nombrada la realidad del ERE, la significación “despido” queda atenuada. Este sería, por tanto, uno de los indicadores de que el proceso tabú-eufemismo se ha producido

Un segundo indicador de que ERE se utiliza como eufemismo de despido y de que ambas realidades se perciben como sinónimas –o casi– será el hecho que las siglas adopten los adjetivos que antes regía el sustantivo despido, tal y como ocurre en las siguiente noticias:

Despido colectivo: La Junta destinará 7 millones al año a empresas que eviten un ERE colectivo (ABC 6/03/2012)

Despido express: La reforma laboral da luz verde al ERE exprés. (El País 12/02/2012)

Despido temporal:  General Motors plantea un ERE temporal en Figueruelas que afecta a 316 empleados. (ABC 23/03/2012)

GM presenta un ERE temporal para 316 trabajadores de la planta de Figueruelas. (Expansión 23/03/2012)

La dirección de la planta de General Motors en Figueruelas (Zaragoza) ha planteado un expediente de regulación de empleo temporal (ERE) que afectará a 316 empleados. (El País 23/03/2012)

Ante estos ejemplos no podemos negar la evidencia de que ambas realidades se tratan de un mismo modo. Cabría matizar que esto se produce recientemente, ya que en noticias de años anteriores es muy poco frecuente el uso de estas construcciones y las más habituales son las de “despido + adjetivo”, datos numéricos que ya hemos indicado anteriormente y que nos sirven para demostrar que no solo aumenta la frecuencia de uso de ERE, sino que este adquirirá las combinaciones que anteriormente pertenecían a despido. Se trata de un punto muy llamativo puesto que, otro signo inequívoco de que ERE se convierte en eufemismo de despido, será que sea válida su utilización en todos los contextos donde antes aparecía la palabra ahora tabú.

Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, podemos afirmar que, aunque esté usando un eufemismo, el hablante es en cierta medida consciente de que existe una diferencia entre ambos términos, tanto es así que podemos observarlo claramente en el siguiente extracto de una noticia en prensa general:

La diputación despide a 42 forestales con un ERE.

( …) Valcárcel dijo sentirse <<tremendamente engañado>> por Berruga y señaló que en la misma reunión el diputado reconoció <<que no hay razones económicas ni organizativas para presentar el ERE>>  porque en verdad se ha hecho un despido colectivo.” (ABC edición digital 14/03/2012)

Pero este proceso de conversión de despido en tabú, y de ERE en su eufemismo, no está presente únicamente en la prensa general, sino también en la especializada, lo cual es un claro indicador del grado en que esta equivalencia está consumada y de cómo ERE se erige como eufemismo de despido (colectivo). Por tanto, si el proceso se está produciendo en la prensa especializada, como ya hemos visto en algunos de los ejemplos, donde estas siglas no son opacas, tanto más se reflejará en la prensa generalista, en la cual el hablante busca clarificar unas realidades para él confusas, en un proceso con el que tratará de encontrar la que mejor se adapte a la nueva situación del lenguaje, en este caso unas siglas “novedosas” que crean confusión –y furor– pero que, equiparadas a una especie de despido con ventajas, de repente, se clarifican de tal modo (tomando un valor positivo) que sustituirán rápidamente a la que fuera entonces la palabra más clara, cómoda y eficaz: el despido, ahora tabú, aunque, en nuestra opinión, es posible que una vez cambie la situación económica se vuelva a la situación original.

Gemma Burgos Segarra

En la prensa actual es muy frecuente encontrar afirmaciones como esta: El Tesoro Público es el mayor emisor español y en 2012 se enfrenta al reto de refinanciar alrededor de 130.000 millones de euros (Expansión). También leemos que (…) el principal reto, sobre el que los mercados financieros están sumamente expectantes y vigilantes, es el cumplimiento del déficit público compro metido ante Bruselas del 5,3% del PIB (Expansión). Muchas veces los periodistas  consideran que (…)el mayor reto son los cinco millones de parados, recuperar el empleo y que la confianza en España vuelva a los mercados (Expansión). Además se habla de los grandes retos presupuestarios y los retos fiscales. En el contexto de la crisis a nosotros, los ciudadanos, todas estas cuestiones pueden parecernos más problemas que retos. No obstante, los periódicos claramente optan por el segundo término.

Entonces, ¿son reto y problema sinónimos?, ¿podemos utilizarlos indistintamente? Como ayuda nos puede servir la definición del DRAE, según la cual problema es proposición o dificultad de solución dudosa, mientras que por reto se entiende objetivo o empeño difícil de llevar a cabo, y que constituye por ello un estímulo y un desafío para quien lo afronta. Vemos que no se trata de conceptos equivalentes. Si estudiamos las posibilidades combinatorias de ambos términos y las connotaciones que conllevan, nos damos cuenta de que son distintas.

Con muchísima frecuencia los medios de comunicación hacen hincapié en la necesidad de solucionar/resolver los problemas. No obstante, resulta imposible  hacer lo mismo con los retos. Podemos leer que Las medidas adoptadas por el Gobierno en el Consejo de Ministros de ayer anuncian una importante reforma integral del sistema eléctrico español, cuyo principal objetivo es solucionar el problema del déficit de tarifa (Expansión). También se nos informa de que Pocas veces el presupuesto español ha suscitado tanta expectativa como en el actual ejercicio, condicionado (…) por el planteamiento hecho desde las instituciones europeas para resolver dicho problema (CincoDías). En estos casos la sustitución de problema por reto no es factible, porque esté termino no se combina con los verbos solucionar ni resolver. En el siguiente ejemplo: El Congreso ha convalidado el decreto ley que trata de atenuar los problemas de desahucios e impagos hipotecarios (CincoDías), vemos que se puede atenuar problemas, pero no retos y que además no es normal hablar de los retos de desahucio. De la misma forma existen problemas estructurales, de liquidez y de deuda soberana, mientras que se considera imposible aplicar estas expresiones a retos. Una vez analizados los ejemplos, resulta que las posibilidades combinatorias de reto son más restringidas que las de problema por lo cual, en muchos contextos, dichos términos no pueden alternarse.

Junto a esta diferencia podemos observar otra, relacionada con las connotaciones que evoca cada uno de estos conceptos. Según la teoría de la argumentación de Ansombre y Ducrot, la significación de una palabra es un haz de topoi, es decir, un haz de principios generales compartidos por una colectividad que permiten realizar las inferencias pertinentes para pasar de un enunciado a otro. Para entender el significado de un término es preciso examinar los topoi que tiene. Nuestra intuición lingüística nos indica que existen topoi que podemos relacionar con la palabra problema, pero no con la palabra reto y al revés. ¿Es cierto? Observemos algunos ejemplos.

En el caso de la frase Es normal con la de problemas que hay, y si no que se lo digan a nuestro país que está viviendo un calvario, pero no menospreciemos nunca el tremendo poder de la liquidez inyectada por los bancos centrales (CincoDías), vemos que los topoi que incluye problema pueden ser preocupación, disgusto, aflicción, etc. En este contexto la utilización de reto es imposible, lo que nos hace ver que dentro del haz de topoi de reto no aparecerán los conceptos propios de problema. De la misma forma, refiriéndonos a los problemas de los manifestantes con la policía hablamos de los  conflictos entre ambos y los posibles casos de violencia. Igualmente, hablando de niños con problemas pensamos en el grupo concreto de niños enfermos o con alguna discapacidad. La utilización de reto en los dos casos no sería adecuada. Así, se puede decir que problema está orientado hacia la dificultad, implica preocupaciones y disgustos.

Como nos han mostrado los ejemplos anteriores, la orientación de reto no puede ser la misma. En la afirmación Ana Clara Belío, especialista en Derecho de familia y laboral, asumió el reto de ser una de las pocas socias directoras que existen en el sector de la abogacía (CincoDías), nuestra intuición lingüística no indica que en este caso no podemos hablar de problema. Se cree que ocupar un puesto importante puede ser difícil, pero a la vez motiva a desarrollarse, contribuye al enriquecimiento personal  y se relaciona con una gran satisfacción; justamente estos son los topoi asociados a reto. De esta manera, se puede considerar que mientras que problema está orientado hacia dificultad, la orientación de reto va encaminada hacia estímulo. Se trata por lo tanto de una diferencia retórica de orientación.

Una vez encontrada la diferencia fundamental entre ambos términos, podemos volver a los primeros ejemplos presentados. Resulta que la aparición de reto, allí donde según nosotros podría hablarse de problema, es una elección retórica del periodista. Se podría considerar que con el cambio de término cambia la forma de ver el asunto. Hablando del reto del cumplimiento del déficit público, de los cinco millones de parados, de la necesidad de recuperar el empleo etc. se orienta la cuestión hacia el estímulo, se ve como una posibilidad de desarrollo y de conseguir objetivos nuevos. Si en vez de la palabra reto hubiera aparecido la palabra problema, lo que llamaría la atención sería la gran dificultad del asunto.

Siguiendo esta idea, parece que todos a los que se les ha reducido el sueldo deberían dejar de verlo como un problema y orientar esta experiencia hacia el estímulo, considerándola simplemente un reto. No obstante, ¿no sería mejor ser conscientes del poder de la retórica y a la vez, ante los múltiples problemas que nos vienen de fuera, intentar buscar los verdaderos retos en nuestra vida?

Karolina  Zygmunt

El DRAE concibe “indignar” como “Irritar, enfadar vehementemente a alguien”. Sin embargo, cuando un hablante inserta en su acto comunicativo el término indignado, se produce un efecto de translación que parece impulsarnos fuertemente hacia el movimiento indignado que se podría definir como “un grupo de personas que promueven una democracia más participativa y una auténtica división de poderes”. Es perceptible, por tanto, que se está forjando una línea de sentido paralela.

Es conveniente, por consiguiente, establecer a priori una distinción entre las siguientes nociones: se puede estar indignado sin que implique formar parte de “el movimiento indignado”. Sin embargo, difícilmente se podrá ser un indignado sin estar fuertemente irritado o enfadado. Es en este ámbito cuando le asignamos al término valores unipersonales. De este modo, podríamos afirmar que estar indignado cumple su función literal -adjetiva-, mientras que ser un indignado denotaría la función adquirida-sustantiva-. Ante esta situación, debemos cuestionarnos por qué se han abierto nuevas vías de sentido hacia este término. Evidentemente, como hemos expuesto, mucho tiene que ver el nacimiento de “el movimiento indignado” que, de algún modo, ha reinterpretado y le ha asignado un valor histórico, social y político. Por tanto, si indignado significa “irritar, enfadar, vehemente a alguien” (DRAE), a esta línea semántica se le adjunta un sentido político y social relativo a “el movimiento indignado”, que se da en un contexto concreto. Por tanto, podríamos afirmar que el término lleva consigo una relación intrínseca contexto-sentido. Sin embargo,  ¿cómo debemos interpretarla?

Es relevante detenernos, primeramente, ante la modificación gramatical a la que indignado está sometido actualmente, que desplaza su función adjetiva hacia una  sustantiva. Son relevantes, por tanto, las diferencias entre oraciones como “El padre de Mari Luz indignado con el instructor del caso donde indignado le atribuye rasgos apreciativos al sustantivo, frente otras como “Los indignados vuelven a tomar la Puerta de Sol” en la que se advierte cómo indignado –con valor sustantivo– hace referencia a un colectivo determinado. Junto a esta transposición categorial, debemos señalar la posición que ocupa el sustantivo, que le otorga una carga semántica y modifica, asimismo, su interpretación. Justifiquémoslo con dos ejemplos: “Un nuevo indignado” frente a “La indignación moral. Observamos en el primer caso cómo el sustantivo aparece pospuesto al adjetivo. Es significativo subrayar el valor del adjetivo nuevo en este enunciado –adjetivo adverbial o no intersectivo– que modifica el significado del sustantivo que le acompaña: “nuevo como indignado”. Asimismo, en el segundo caso, el adjetivo relacional que sucede al sustantivo restringe el significado del mismo. Igualmente, la estructura nombre más complemento establece una tipología de orden semántico en la que se han formado diversas modalidades o prototipos de indignados: “Indignados con sotana”, “Arenas, un indignado falso”.

A través de la función sustantiva, indignado vuelve a utilizarse con una función adjetiva. Es el caso de “Voces indignadas” o “Un fin de semana indignado”. En ambos ejemplos, el adjetivo se encuentra pospuesto, es decir, no solo aporta una cualidad, sino que restringe la función del significado sustantivo. Por consiguiente, advertimos un cambio en el sentido del término indignado, relacionado con su función gramatical. Sin embargo, aunque hemos reparado en esta transposición, quizá es relevante detenernos en aspectos ideológicos que moldean actualmente el término y que, hasta ahora, no hemos presentado: el convencionalismo, el sarcasmo o la ironía serán, por tanto, algunos de los aspectos que tratemos a continuación.

Es incuestionable el hecho de que en la actualidad términos análogoscomo “enfadado”, “irritado” o “encolerizado”– han quedado desbancados por indignado. Esta tendencia de reducción léxica puede considerarse desde una perspectiva semántica: de este modo, indignado se convertiría en el término preferido por el hablante (o no marcado), frente a los no preferidos (o marcados). La siguiente ejemplificación ratifica lo enunciado: “No estoy enfadado, estoy indignado”. Asimismo, si examinamos enunciados como “Un «indignado» Blas Infante” (ABC) frente a “Los indignados vuelven a tomar la Puerta de Sol” (El País) observamos que no estamos ante el mismo indignado. Por ello, debemos considerar la influencia que este término ejerce en el habla, donde en algunos casos adquiere valores como la ironía o el sarcasmo. Así, indignado aparece con frecuencia entre signos de exclamación, encerrado entre paréntesis o mediante comillas. De este modo, expresiones como “Espirito Santo, «indignado» por su protagonismo en la operación de Garzón o “‘Indignarse’ es fantástico”, producen, a partir del empleo de las comillas, una interpretación connotativa –valores subjetivos y, por tanto, pragmáticos– desvinculándose de este modo, el sentido denotativo del término –valores objetivos y, por tanto, semánticos–.

En suma, observamos en indignado un nuevo sentido –cargado de connotaciones y elementos contextuales– y una extensión de significado que, asimismo, se relaciona con la realidad en la que el hablante se encuentra inmerso. No obstante, pese a la convencionalidad y la ironía que este término ha introducido, produciendo una innovación en el habla, no debemos olvidar que ésta es versátil, evoluciona y compone términos constantemente. Por tanto, quizá el interrogante recae directamente sobre el hablante y su realidad contextual, sobre por dónde encauzará dicha tendencia, así como si realmente asentará el efecto del indignado en aquello que denominamos lengua.

Silvia Company de Castro