El DRAE concibe “indignar” como “Irritar, enfadar vehementemente a alguien”. Sin embargo, cuando un hablante inserta en su acto comunicativo el término indignado, se produce un efecto de translación que parece impulsarnos fuertemente hacia el movimiento indignado que se podría definir como “un grupo de personas que promueven una democracia más participativa y una auténtica división de poderes”. Es perceptible, por tanto, que se está forjando una línea de sentido paralela.

Es conveniente, por consiguiente, establecer a priori una distinción entre las siguientes nociones: se puede estar indignado sin que implique formar parte de “el movimiento indignado”. Sin embargo, difícilmente se podrá ser un indignado sin estar fuertemente irritado o enfadado. Es en este ámbito cuando le asignamos al término valores unipersonales. De este modo, podríamos afirmar que estar indignado cumple su función literal -adjetiva-, mientras que ser un indignado denotaría la función adquirida-sustantiva-. Ante esta situación, debemos cuestionarnos por qué se han abierto nuevas vías de sentido hacia este término. Evidentemente, como hemos expuesto, mucho tiene que ver el nacimiento de “el movimiento indignado” que, de algún modo, ha reinterpretado y le ha asignado un valor histórico, social y político. Por tanto, si indignado significa “irritar, enfadar, vehemente a alguien” (DRAE), a esta línea semántica se le adjunta un sentido político y social relativo a “el movimiento indignado”, que se da en un contexto concreto. Por tanto, podríamos afirmar que el término lleva consigo una relación intrínseca contexto-sentido. Sin embargo,  ¿cómo debemos interpretarla?

Es relevante detenernos, primeramente, ante la modificación gramatical a la que indignado está sometido actualmente, que desplaza su función adjetiva hacia una  sustantiva. Son relevantes, por tanto, las diferencias entre oraciones como “El padre de Mari Luz indignado con el instructor del caso donde indignado le atribuye rasgos apreciativos al sustantivo, frente otras como “Los indignados vuelven a tomar la Puerta de Sol” en la que se advierte cómo indignado –con valor sustantivo– hace referencia a un colectivo determinado. Junto a esta transposición categorial, debemos señalar la posición que ocupa el sustantivo, que le otorga una carga semántica y modifica, asimismo, su interpretación. Justifiquémoslo con dos ejemplos: “Un nuevo indignado” frente a “La indignación moral. Observamos en el primer caso cómo el sustantivo aparece pospuesto al adjetivo. Es significativo subrayar el valor del adjetivo nuevo en este enunciado –adjetivo adverbial o no intersectivo– que modifica el significado del sustantivo que le acompaña: “nuevo como indignado”. Asimismo, en el segundo caso, el adjetivo relacional que sucede al sustantivo restringe el significado del mismo. Igualmente, la estructura nombre más complemento establece una tipología de orden semántico en la que se han formado diversas modalidades o prototipos de indignados: “Indignados con sotana”, “Arenas, un indignado falso”.

A través de la función sustantiva, indignado vuelve a utilizarse con una función adjetiva. Es el caso de “Voces indignadas” o “Un fin de semana indignado”. En ambos ejemplos, el adjetivo se encuentra pospuesto, es decir, no solo aporta una cualidad, sino que restringe la función del significado sustantivo. Por consiguiente, advertimos un cambio en el sentido del término indignado, relacionado con su función gramatical. Sin embargo, aunque hemos reparado en esta transposición, quizá es relevante detenernos en aspectos ideológicos que moldean actualmente el término y que, hasta ahora, no hemos presentado: el convencionalismo, el sarcasmo o la ironía serán, por tanto, algunos de los aspectos que tratemos a continuación.

Es incuestionable el hecho de que en la actualidad términos análogoscomo “enfadado”, “irritado” o “encolerizado”– han quedado desbancados por indignado. Esta tendencia de reducción léxica puede considerarse desde una perspectiva semántica: de este modo, indignado se convertiría en el término preferido por el hablante (o no marcado), frente a los no preferidos (o marcados). La siguiente ejemplificación ratifica lo enunciado: “No estoy enfadado, estoy indignado”. Asimismo, si examinamos enunciados como “Un «indignado» Blas Infante” (ABC) frente a “Los indignados vuelven a tomar la Puerta de Sol” (El País) observamos que no estamos ante el mismo indignado. Por ello, debemos considerar la influencia que este término ejerce en el habla, donde en algunos casos adquiere valores como la ironía o el sarcasmo. Así, indignado aparece con frecuencia entre signos de exclamación, encerrado entre paréntesis o mediante comillas. De este modo, expresiones como “Espirito Santo, «indignado» por su protagonismo en la operación de Garzón o “‘Indignarse’ es fantástico”, producen, a partir del empleo de las comillas, una interpretación connotativa –valores subjetivos y, por tanto, pragmáticos– desvinculándose de este modo, el sentido denotativo del término –valores objetivos y, por tanto, semánticos–.

En suma, observamos en indignado un nuevo sentido –cargado de connotaciones y elementos contextuales– y una extensión de significado que, asimismo, se relaciona con la realidad en la que el hablante se encuentra inmerso. No obstante, pese a la convencionalidad y la ironía que este término ha introducido, produciendo una innovación en el habla, no debemos olvidar que ésta es versátil, evoluciona y compone términos constantemente. Por tanto, quizá el interrogante recae directamente sobre el hablante y su realidad contextual, sobre por dónde encauzará dicha tendencia, así como si realmente asentará el efecto del indignado en aquello que denominamos lengua.

Silvia Company de Castro

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