La crisis económica se ha convertido paulatinamente en toda una gran fuerza que va arrastrando víctimas (El Argentino, 01-12-2011) a lo largo del territorio capitalista. Si en un principio la crisis se negaba, ahora es innegable que hay crisis: las turbulencias diarias y la violenta tormenta bursátil (La Nación, 02-11-11) lo demuestran.

La prensa lleva un tiempo hablando de tsunami, terremoto y maremoto tanto bursátil como financiero. Es por esto que ahora que crujen las bolsas (Público, 15-09-08) por causa del terremoto financiero que ha hecho temblar (Diario Crítico, 19-02-12) la economía mundial, los periodistas escriben sobre los estragos causados por la crisis, de las ciudades afectadas por ella como epicentros (Granada económica, dic. 2011) y de cómo nos preparamos para resistir (El financiero) esta situación.

Cualquier lector se dará cuenta inmediatamente de que se encuentra frente a una metáfora de la que se hacen eco periódicos especializados y no especializados tanto internacionales como españoles. Esto demuestra el gran alcance que ha tenido esta metáfora en los últimos cuatro años, ya que al acudir al CREA y recuperar todos los ejemplos, se observa que del término maremoto encontramos 5 casos (apareciendo el primero de ellos en 1994) en los que dicho sustantivo se utiliza para hablar de una crisis o escándalo político:

Todo ese maremoto que está viviendo la coalición nacionalista se ve acrecentado por el silencio que hasta la fecha mantiene Pujol y que tiene desconcertados a sus colaboradores más inmediatos y a los principales dirigentes, a los que no ofrece, hasta la fecha, una pista clara sobre el enfoque que va a dar a la crisis. (La Vanguardia, 15-11-1994)

Del sustantivo terremoto existen muchas más entradas, por lo que únicamente escogiendo artículos en prensa se encuentran 48 casos en los que se utiliza este término ante una crisis política:

Vuk Draskovic, el fogoso líder del partido Movimiento de Renovación serbio y viceprimer ministro yugoslavo, provocó ayer un pequeño terremoto político al manifestar en Belgrado, ante un grupo de periodistas extranjeros, que (…). (El Diario Vasco, 27-04-1999)

y dos casos en los que ocurre ante una crisis económica:

Esta anécdota apareció en mi memoria, como surgida del baúl de los recuerdos, debido al «terremoto» monetario de las últimas semanas: la caída del dólar, la subida del marco alemán y la peseta dando tumbos y al nivel de los diez céntimos de mi niñez ya casi cuadrados por la acción de mi ingenuo cercenado. (La Vanguardia, 28-04-1995)

Y, finalmente, del sustantivo tsunami, en cambio, no se encuentra ningún caso metafórico, como los anteriores, lo que indica que la aplicación metafórica de este término no empezó a producirse hasta el 2008.

Los datos obtenidos permiten deducir que esta metáfora comenzó a aplicarse mediante los términos terremoto y maremoto en el ámbito político para hablar de “catástrofes políticas” y su significado se amplió para recoger también, a raíz de la pésima situación económica mundial, el significado de “catástrofe monetaria o económica”. Además de esto, se extendió la metáfora para abarcar aquellos sustantivos que, como terremoto y maremoto, vengan a significar el mayor grado de catástrofe de una escala natural como puede ser el término tsunami u otros términos encontrados en titulares de prensa como huracán, tormenta, derrumbe, ola,… Así, “¿Sobreviviremos al huracán financiero? (El País, 12-10-2008), “Zapatero, invisible ante la nueva tormenta bursátil” (La Vanguardia 10-08-2011), “Los bancos financieros limitan daños en la tormenta bursátil” (El País, 21-08-2011), “La ecuación matemática que causó el derrumbe del sector financiero” (La Vanguardia, 17-02-2012), Masivas protestas por la ola de recortes (El País, 01-05-2012), etc.

Se descubre así que todos estos sustantivos que aparecen en los titulares se usan indistintamente, ya que sus significados han sido vaciados o reducidos a meros miembros situados en una escala por lo que, a pesar de que fuera del ámbito económico no son sinónimos, en el ámbito económico se utilizan como tales. Por ejemplo, a partir del titular de La Nación (19-05-2012): “El tsunami bursátil desplomó las bolsas”, puede verse que no cambiaría el significado de la oración si se sustituye el término tsunami por el término terremoto, maremoto, tormenta, huracán…etc. Además de ello, se observa que dichos sustantivos se encuentran en el extremo superior de la escala de los fenómenos naturales, es decir, son los términos más fuertes de la escala. Todos estos datos permiten afirmar que se utilizan los sustantivos objetos de estudio para hablar de la crisis en términos negativos sin tener en cuenta la diferente actuación de cada fenómeno.

La estructura en la que estos términos surgen es clara: aparecen en los titulares de los artículos –por regla general– y, una vez dada la clave de descodificación, se procede a crear toda una extensa metáfora respecto a la metáfora inicial. Por ejemplo, aplicarle al título el término tsunami permite la creación de un marco cognitivo en el que aparecen construcciones como las del artículo publicado en El Economista (05-09-2008) donde a partir de un título como: “El tsunami financiero nos ahogará si el gobierno no nos salva” podemos ver, perfectamente, el marco de esta metáfora ya que surge un marco cognitivo desde el título donde se explica que el tsunami que se describe en el artículo como devastador, desastre y destructivonos ahogará si, como dice ahí, el gobierno no nos salva. En otros artículos se habla de: hacer temblar la economía, derrumbe y escalabro financiero (Público), resistir, fuerte tormenta bursátil (El Financiero), ola de pánico, violenta tormenta bursátil (El Economista), arrasa con miles de empleos (El País), haga zozobrar la economía (El periódico)… Etc.

A estas alturas del blog, debe quedar claro que la metáfora no solo se aplica a la literatura, sino que la existencia de la misma tiene sus raíces en la experiencia cotidiana (Lakoff y Johnson). Metaforizando la realidad somos capaces de comprender mejor el mundo que nos rodea y de expresar mejor todas aquellas situaciones que nos resultan demasiado complejas de explicar a nosotros mismos o a otros. Cuando esto ocurre, se recurre a la búsqueda de símiles entre la realidad y el pensamiento; se recurre a la metáfora.

Si se aplica todo lo tratado anteriormente, se entiende que la crisis económica es una de esas situaciones difíciles de describir sin metáforas, por lo que se deduce cada vez más claramente por qué se han establecido paralelismos entre los desastres naturales y la crisis económica. Como se ha hablado con anterioridad, se utilizan términos como tsunami, maremoto, terremoto o huracán como los términos más altos de polaridad negativa de la escala de los desastres naturales y es a partir de estos términos que se produce una primera metáfora que relaciona la crisis política con los desastres naturales. Esta primera metáfora se amplía a partir del 2008 para explicar también la crisis económica mundial y, analizando los paralelismos que encontramos entre ambas, se puede afirmar que el modelo cognitivo con el que se presenta la crisis económica crea un paradigma similar a las grandes tragedias naturales ya que se entiende tan destructiva, devastadora y violenta como estos.

Esto va haciendo que el lector se acostumbre en pensar la crisis como un hecho natural y que se termine, por tanto, naturalizando todos los hechos de economía, algo que interesa a quienes han provocado toda esta crisis económica. De este modo, mientras el ciudadano piensa en la crisis como algo ocurrido casi por providencia divina, no recuerda que esta crisis no es fortuita ni natural, sino que es una situación totalmente provocada por la avaricia del ser humano.

Por todo ello, el lector de este artículo debe dejar de pensar en la crisis económica como un terremoto, un tsunami, un maremoto, un huracán, un volcán, una sequía… y volver a personificar el periodismo económico. Lector, la crisis no está causada por un dios de la economía vengador, la crisis es algo causado por pasiones humanas, no divinas. Se debe volver a humanizarla: vuélvale a poner nombre y apellidos a los causantes de esta crisis económica.

Carla March Ferrer

Las cosas claras…

28/05/2012

Un mismo hecho puede ser contado de maneras muy distintas y cada una de ellas provocará una reacción diferente en el receptor. Imaginemos ese terrible momento, que a todos nos marca, en el que nos enteramos de que los Reyes Magos no existen. Al llegar a casa, todavía con una pequeña llama de esperanza en nuestro interior, le preguntamos a nuestros padres si es cierto; a lo que ellos pueden responder varias cosas: “No existen, cielo, todo es una mentira que os contamos a los niños porque sois muy inocentes. Eso sí, siempre desde el cariño, no te lo tomes a mal” o bien “Existen a medias, no son ellos los que te traen físicamente los regalos, pero siempre estarán en nuestros corazones junto al espíritu de la Navidad”. Con aquella contestación plasmamos los hechos tal y como son; sin embargo con esta lo que hacemos es encubrir las malas noticias a través de procedimientos de oscurecimiento del lenguaje provocando que el niño en cuestión no se entere de nada de lo que acaba de decírsele, pero haciendo que se quede más tranquilo. Algo así ocurre con el lenguaje político actual en España. Para comprobarlo, tomaremos dos discursos, de Luis de Guindos, Ministro de Economía y Competitividad, y de Cristóbal Montoro, Ministro de Hacienda y Administraciones, que versan sobre la subida de impuestos indirectos o, dicho en clave política, sobre el aumento porcentual de las tasas impositivas que gravan de forma indirecta en el consumo.

En primer lugar, vamos a fijarnos en la rueda de prensa de de Guindos:

-de Guindos: Vamos a dar el salto definitivo desde el punto de vista de la competitividad. Reducir las cargas e imposición sobre el trabajo […] e incrementar la imposición sobre el consumo con un incremente neto de recaudación en torno a los 8.000 millones de euros

-Periodista: De sus palabras y de los papeles que nos han pasado entiendo que el gobierno ha decidido subir el IVA en 8.000 millones de euros, con un incremento del 15% de la recaudación. Quería preguntarle si es esto cierto, si estoy equivocado y quería preguntarle también por qué no utiliza la palabra IVA, ¿Es que tienen mala conciencia por subirlo o piensan que los ciudadanos lo van a recibir de forma muy negativa?, ¿Qué explicación hay a que no se utilice un término tan conocido por los ciudadanos?

-de Guindos: He intentado hablar con los términos hacendísticos lo más adecuados posibles, por eso hablo de imposición indirecta sobre el consumo, no solamente es el IVA sino que son otro tipo de impuestos y ahí existen otras posibilidades, existen impuestos especiales.

La estrategia es clara en cuanto se ahonda en el discurso: de Guindos empieza hablando de un “salto definitivo desde el punto de vista de la competitividad” y de una reducción en “cargas e imposición sobre el trabajo”, para pasar a decir que se realizará también un incremento en “la imposición sobre el consumo”, cuya conjunción dará lugar a una recaudación de 8000 millones de euros. El receptor, y más precisamente cuando se realiza una exposición oral, tiende a quedarse con la información que se da en primer lugar y en último, por lo que esta estructura discursiva es, sin lugar a dudas, una forma premeditada de ensamblar la información de manera que quede destacado aquello que se enuncia al inicio –reducción– y al final –recaudación–, diluyendo entre estas dos ideas el incremento de impuestos, que es realmente lo más va a interesar al receptor, pero también lo más impopular.  Además, al decir que va a  “incrementar la imposición sobre el consumo” y no hablar de aumento de impuestos, está realizando un claro proceso de desautomatización del lenguaje que contribuye a enmascarar la realidad bajo un antifaz de palabras.

Pero el ávido periodista capta aquello que de Guindos ha tratado de ocultar y le pregunta de forma directa sobre el IVA, lo que provoca que de Guindos afirme que ha “intentado hablar con los términos hacendísticos lo más adecuado posibles”.

Por tanto, el propio ministro nos descubre que recurre a un léxico específico del ámbito de la economía, lo que va a provocar que el ciudadano de a pie, receptor último, principal afectado y poco docto en esta terminología, quede desinformado.

Una vez desgranado el discurso del ministro de Economía, pasemos a mostrar y analizar el de Cristóbal Montoro:

No vamos a subir impuestos en España, vamos a cambiar la componderación de los impuestos en España para favorecer el crecimiento y el empleo. Para eso hay que cambiar la ponderación de los impuestos, los contribuyentes en España no vamos a pagar más, sino que vamos a cambiar, en la medida en que la evolución económica nos lo vaya permitiendo. Es cambiar la ponderación de impuestos en claves europeas para no  depender de la financiación del resto del mundo. Así se promueve el crecimiento.

De nuevo nos encontramos ante una estructura muy similar, ya que también se inicia con una información positiva y se termina dando esperanzas de que se promoverá el crecimiento. Por lo tanto, lo que se tratará de explicar entre esos dos puntos es cómo se va a lograr el objetivo final sin llegar a “subir impuestos”, siendo la respuesta: a través de “la componderación de los impuestos”. No hay que preocuparse de nada, acto seguido nos explica que la “componderación”, palabra que no encontramos en el DRAE, es “en la medida en que la evolución económica nos lo vaya permitiendo […] cambiar la ponderación de impuestos en claves europeas”, lo que lleva a que “no vamos a pagar más” –por si acaso las otras afirmaciones pudieran crear dudas en el público–. De esta forma, no se dependerá “de la financiación del resto del mundo” y se llega a una conclusión tajante: “Así se promueve el crecimiento”. La clave para entender este juego retórico es ahondar en la “componderación”, entendida como la ponderación en clave europea. Para ello, basta con mirar cuáles son los valores porcentuales del  impuesto indirecto más importante, el IVA, para darnos cuenta de que tan solo están por debajo de nuestro 18% los países balcánicos, Chipre, Luxemburgo, Suiza y Andorra, mientras que el resto tienen valores que van desde el 19% de Alemania o los Países Bajos hasta el 25% de Noruega, Suecia, Dinamarca y Hungría. Por tanto, si tenemos en cuenta que ponderar significa “Contrapesar, equilibrar” (DRAE), lo que nos encontramos es que este discurso trata de negar en superficie la subida de las tasas impositivas a través de un lenguaje que enmascara la realidad llegándola a presentar como positiva, e incluso a través de la negación directa del hecho, pero que en el fondo nos presenta, siempre y cuando estemos dispuestos a investigar y reflexionar, un aumento porcentual en los impuestos indirectos.

Por tanto, Montoro recurre principalmente a la creación de léxico para hacer poco accesible la información comunicada, un destino solo reservado a aquellos que reflexionen e investiguen sobre lo dicho.

En definitiva, es clara y recurrente la utilización, por parte de la clase política de este país, del llamado eufemismo político, aquel que trata de disfrazar la realidad complicando lo fácil, embelleciendo o neutralizando lo feo y haciendo vago lo concreto. En este sentido, de Guindos y Montoro se mueven por caminos diferentes: aquel utiliza terminología específica del ámbito económico –“incrementar la imposición sobre el consumo”–, mientras que este opta por la creación de léxico –“componderación”–. Sin embargo, ambos convergen en un mismo punto: el oscurecimiento del lenguaje cuando se anuncian hechos negativos para así complicar la transmisión de la información, lo que genera ambigüedad, pues ambos discursos no tienen una interpretación unívoca, ya que, mientras en el de Guindos suponemos que se refiere al IVA  porque es el único impuesto sobre el consumo con el que se puede recaudar tal cantidad de dinero (es aclarado gracias a la pregunta del periodista, de no haberla realizado no se hubiera especificado), en el de Montoro hay una vaguedad más que manifiesta en cuanto al significado de “componderación”.

A todo lo anterior, se debe unir  que ambos están realizando intervenciones orales en las que, como es lógico, el receptor no puede volver hacia atrás para revisar lo dicho. Esto supone que todo elemento eufemístico con el que se oscurezca el mensaje será rechazado sin procesar por el destinatario, que no puede reflexionar sobre su significado porque perdería el hilo del resto de la intervención, por lo que la información con la que se quede será la transparente. De esta forma, en el primer caso se descartan los “términos hacendísticos más adecuados posibles” como la “imposición indirecta sobre el consumo”, mientras que se destaca aquello que se dice de forma más transparente: “reducir las cargas e imposición sobre el trabajo” y “recaudación de 8.000 millones”. En el segundo ocurre algo similar, ya que el receptor elimina “cambiar la componderación de impuestos en España”, quedándose con “No vamos a subir impuestos en España”, “favorecer el crecimiento y el empleo”, “no vamos a pagar más”, “vamos a cambiar”, “en claves europeas” (Europa es un argumento de autoridad positivo), “no depender de la financiación del resto del mundo” y “Así se promueve el crecimiento”. De este modo, los políticos diluyen las noticias negativas para la población entre toda una serie de hechos positivos que en muchas ocasiones no están del todo comprobados, ya que la “recaudación de 8.000 millones” de la que habla Guindos y el “favorecer el crecimiento y el empleo” al que hace referencia Montoro, son dos circunstancias que se derivarán, siempre y cuando los pronósticos se cumplan, de aquello que sí que se va a realizar sin ningún tipo de dudas: la subida del IVA.

El hecho de utilizar este tipo de eufemismos en los discursos crea una distancia entre emisor y destinatario, provocando, si esa práctica es constante, que el receptor tienda a alejarse progresivamente de la fuente del mensaje porque el esfuerzo que tiene que realizar para procesar la información es muy elevado. Por todo ello, el lenguaje político debería volver a su sentido etimológico “πολιτικός” (“politikós”), que significa “de los ciudadanos”, para lo que es conveniente que dé un giro que deje de lado el eufemismo, por nuestro bien y por el de la clase política si quiere mantener el apoyo popular. No somos esos niños a los que había que oscurecer la no existencia de los Reyes Magos para no dañarlos, somos una sociedad madura y preparada que necesita oír en boca de nuestros mandatarios las noticias, positivas y negativas, con las palabras justas y adecuadas.

… y el chocolate espeso.

Raúl Molina Gil

3) Nietaflauta. Este tercer apartado será el más inestable, ya que es el menos consolidado. Vivimos en una realidad cuyos cambios se reflejan día a día en el lenguaje y una vez tenemos establecidos a los yayoflautas como el ala madura del 15-M se cuela una nietaflauta en las líneas de algún artículo periodístico. La nietaflauta en cuestión, lejos de lo que pudiera parecer – podríamos estar ante una perroflauta más- es una niña pequeña que iba con sus abuelos a las protestas y a la que pusieron un cartelito que rezaba “Yo soy nietaflauta” tal y como podemos ver en el siguiente enlace: http://lasdel8.blogia.com/2012/040101-nieta-flauta.php . Más allá del impacto de esta “tierna” imagen que a muchos conquistó, llevando incluso a la creación de algunos grupos en Facebook, Yo también soy fan de la “Nieta Flauta” (https://www.facebook.com/pages/Yo-tambi%C3%A9n-soy-fan-de-la-Nieta-Flauta-/146398608814305 ), estamos ante algo más profundo ya que no solo se categoriza a aquellos que tienen un compromiso social y político sino que también se diferenciará a todos aquellos relacionados con ellos, estén o no comprometidos. Una niña no puede tener compromiso ni conciencia social como para llevar el denominador de nietaflauta, pero su presencia en una manifestación hará que, a partir de entonces, podamos diferenciar entre nietas normales y nietaflautas, lo que carga, de forma ambigua, al sufijo como cualquier elemento que se usa para sectorizar a la sociedad.

4) X-flauta, los otros derivados. Aunque parezca que la nómina de palabras que se ha creado análogamente a perroflauta termine ahí, tenemos claros indicios de que no. Esta vez no aparecen en prensa escrita pero sí están en las redes sociales que, hoy en día, son el mejor caldo de cultivo para nuevas palabras. Encontramos, entonces, derivados ya no solo de grupos sociales sino en cuanto a profesión o situación familiar: profeflautas, padreflautas (que aparece en fecha muy cercana al término yayoflauta,  en un tweet del 22 de octubre de 2011: “@Nacho_Ariza Padreflautas y profeflautas al unísono: la pública para adelante, la privada para atrás #mareaverde” ) o mediflautas (7 de diciembre de 2011, hablando sobre compañías médicas: “lo mismo ni está entre las opciones a elegir y que acogernos a mediflautas o vete tu a saber…”) son  algunos de los ejemplos que hemos podido encontrar en la red en general. En todos los casos recogen dos requisitos que explicaremos mejor más adelante: se trata de un colectivo comprometido con una causa, en el caso de los dos primeros, con la educación y, en segundo lugar, tiene un uso en cierto modo despectivo, como el contexto en que encontramos mediflauta.

Finalmente, en el periódico El País encontramos, el día 17 de mayo de 2012, la siguiente viñeta, donde se hace un guiño a todos aquellos “perroflautas” que, en su día, fueron desalojados:

En la revista El jueves, tan solo un día después, el 18 de mayo de 2012, encontramos un cartel que nos habla de banquero-flauta aunque, en este caso, volviendo a su origen primigenio y casi equivalente a perroflauta:

Curiosamente, tanto nietaflauta como banqueroflauta se escriben todavía como dos términos separados. Como veíamos con respecto a perroflauta, Fundéu recomendaba escribirlo en letra redonda, sin ninguna tipografía especial y en una sola palabra, lo que podría indicarnos que no se encuentran todavía fijados del mismo modo que perroflauta o yayoflauta, debido a que sus apariciones han sido esporádicas, al igual que ocurría con padreflauta, profeflauta y mediflauta, que pueden haberse escrito de este modo porque quien los “nombró” conocía bien cómo debe escribirse perroflauta y lo hizo según la norma mientras que, posiblemente, aquellos que usaran banquero-flauta o banquero flauta no lo tenían tan claro. Por otro lado, en el caso de banqueroflauta también influye el hecho de ser una palabra con 3 sílabas, que pasa a 5 con una acentuación llana que hace que la pronunciación sea “extraña”.

En conclusión, estamos asistiendo a la creación de un sufijo, -flauta, que tendrá un significado muy ambiguo dependiendo de quien lo emplee. Por un lado, para aquellos que lo hagan de forma despectiva, se tratará, por tanto, de un sufijo similar a –esco, y, de otro, aquellos que lo empleen de forma positiva, como indicador de un grupo de personas comprometidas, social y políticamente, y, generalmente, reivindicativas. ¿Estamos ante una moda lingüística o ante la consolidación de un sufijo que triunfará, se impondrá y dentro de 50 años será tan habitual como el arriba mencionado –esco? No podemos saberlo con seguridad, ya que la lengua irá cambiando junto a esta situación social, y según el rumbo que siga esta tendrá más o menos oportunidades de fijarse, pero hoy en día así parece ser.

Por tanto, gracias a todo lo originado socialmente por la crisis,  hemos asistido a un desplazamiento de tal calibre que lo que antes era un término despectivo se ha cargado de una connotación política que ha hecho que se acuñen nuevos términos a su imagen y semejanza (apartados 1 y 2). Tras este cambio, que tiene que haber sucedido antes para que la transformación se pueda llevar a cabo, un grupo, que nada tiene que ver con esos jóvenes desaliñados con sus perros famélicos, al sentirse identificado con las demandas de los indignados, calificados con intención peyorativa de perroflautas, tomará este concepto y decidirá aplicárselo a sí mismo, operando un cambio en la raíz de la palabra  para que esta se convierta en automático identificador de su propia realidad: perroflauta > yayoflauta, ya que son todos, cariñosamente, “yayos” comprometidos con nuestra convulsa sociedad. A partir de aquí se han seguido acuñando nuevos términos (apartados 3 y 4), en los que vemos ya que una palabra perteneciente al léxico cotidiano como es flauta se ha vaciado de su significado original, “Instrumento musical de viento, de madera u otro material, en forma de tubo con varios agujeros circulares que se tapan con los dedos o con llaves” (DRAE), para convertirse en un sufijoide, el cual ahora denotará (de forma ambigua como ya veíamos) compromiso político y social. El único matiz que cabe añadir es que su consolidación como sufijo todavía no se ha producido totalmente ya que encontramos ejemplos en los que todavía se encuentra como locución (nieta flauta) y otros en los que sí es sufijo (padreflauta).

Gemma Burgos Segarra

A nuevas realidades, palabras nuevas. Actualmente una gran parte de las nuevas contribuciones a la lista de palabras que conforman nuestro vocabulario para designar “personalidades” se crean por composición. Este procedimiento nos deja joyas tales como gafapasta o perroflauta o, en su nueva versión, yayoflauta (iaioflauta según la procedencia del ejemplo y que nosotros normalizaremos con la <y>, ya que es la más frecuente). Se trata de palabras compuestas por dos sustantivos cuyo significado es simplemente la suma de los significados de cada uno de ellos.

A continuación, analizaremos en el significado de perroflauta, que ha sido modificado a causa de los movimientos que se han alzado en contra de la situación de crisis actual, el de yayoflauta, que tiene poco que ver, aparentemente, con el del primero pero que ha ahora ha surgido con fuerza para, finalmente, observar otros posibles casos de composición con el “sufijo” -flauta y su posible evolución.

1) Perroflauta significa, literalmente, un joven con un perro y una flauta, pero no nos quedemos ahí, ya que sería una definición demasiado escueta. Es posible que este término surgiera en un principio para denominar a este grupo de jóvenes, que podríamos categorizar como neojipis, que sí que iban con un perro y, a menudo, con una flauta o instrumento musical cualquiera, pero la verdad es que hoy en día su significación abarca muchos más rasgos. No solo se refiere a la anterior descripción sino también a cualquier joven de aspecto desaliñado que presume de estar comprometido (anti)políticamente. Generalmente se usa este término de forma despectiva y suele englobar a un grupo muy homogéneo de anarquistas, okupas…, todos ellos con una estética similar. Para más detalles, veamos la descripción que aparece en el periódico ABC:

“El hippismo está de capa caída. Ni siquiera el nombre conserva el viejo sabor a libertad y juventud. Hoy nos suena más bien a viejo y antiguo. De hecho ha sido reemplazado por el despectivo, y no del todo inexacto, perroflauta. (…)En las esquinas, había jóvenes con aspecto de querer revivir el antiguo espíritu. Pero más que hippies parecían eso, perroflautas, con su inescapable aspecto de desaseo y pobreza.” (15/08/2011 A contracorriente Edición de Galicia)

El término perroflauta empieza a aparecer en los periódicos de forma significativa sobre el año 2004. Anteriormente, todos los resultados se refieren a un grupo de rock llamado Perroflauta lo que nos lleva a pensar que, aunque la realidad no aparece hasta más tarde de forma escrita, ya existía. No existen resultados en el CREA pero sí encontramos una posible definición en el Fundéu, la fundación del español urgente, donde se recomienda la tipografía normalizada del término, la escritura en una sola palabra, sin guion, y la siguiente definición “Se emplea el término perroflauta para referirse a un tipo de persona, habitualmente joven y con aspecto descuidado, que puede verse como un hippy en su acepción más moderna. Se les denomina así porque suelen llevar perros y tocar la flauta, aunque el término ha trascendido su significado original y se utiliza en muchas ocasiones de forma despectiva para referirse a cualquier joven con aspecto desaliñado”. Cabe decir que esta respuesta del Fundéu se produce ante la aparición masiva del término en los periódicos tras el movimiento 15-M.

Con la llegada del movimiento 15-M no solo se empezó a llamar perroflauta a los integrantes de este colectivo que participaban en las protestas  contra la crisis (porque haberlos, los había) sino, también, prácticamente a cualquier joven con aspecto, desaliñado o no, que se adhiriera a este movimiento y adquiriera un cierto compromiso político. Estamos, por tanto, ante un caso de enriquecimiento, de ampliación del significado de un término categorizador que pasa  de designar a un colectivo reducido a designar  uno mucho más amplio ya que no todos los indignados son antisistema, antipolítica, anti-… como suelen proclamarse los que serían perroflauta original. Su nuevo significado ya no es aquel invariable que englobaba solo okupas, punks o antisistema, sino que las características que primarán serán la de desaliño y compromiso político. Por consiguiente, ya no es necesario llevar, por ejemplo, un pantalón de cuadros con una camiseta rota para ser perroflauta: ahora solo se necesita ir un poco desaliñado, cosa que está de moda, y tener cierto compromiso con la sociedad. El término se ha desplazado y es posible que dentro de un tiempo ya no designe al colectivo que designaba en el año 2004, mantenga la nueva acepción y estos tengan que buscar un nuevo nombre que los designe.

Esta ampliación de significado, en la que el término queda políticamente marcado, servirá de base para que se acuñe el término de yayoflauta, palabra que usará un colectivo reivindicativo de gente de la tercera edad como veremos a continuación.

2) Yayoflauta. Este término ha aparecido con fuerza en los periódicos tras la “celebración” del primer aniversario del movimiento 15-M como colectivo identificado al que definen de las más variadas maneras pero siempre estableciendo una jerarquía con relación al grupo como vemos en el siguiente ejemplo: “Este año se han sumado a la acción reivindicativa los «yayoflautas», el colectivo de indignados de la tercera edad (…)” ABC. No estamos ante un grupo de “indignados” (para más información remitimos a “El efecto indignado”) con unos intereses distintos, como parecía ser en sus primeras acciones (reclamaban mejoras relacionadas con ambulatorios, tarifas de autobús para jubilados y pensiones), sino que se han unido a la causa común. La gran diferencia entre los “yayoflauta” y el resto de indignados no es solo la edad, sino la experiencia, que, como bien se dice, es un grado. La mayor parte de integrantes de este colectivo son gente mayor de 60 años, no siempre jubilada –en declaraciones televisivas del pasado sábado 12 de mayo una mujer se autodenominaba como yayoflauta pero sin estar jubilada ya que tenía que trabajar hasta los 67, nuevo mínimo de jubilación-, republicanos, generalmente, y que ya en la transición lucharon por conseguir unos derechos que ahora no quieren perder.

El movimiento se inicia en octubre de 2011 y, en noviembre, empezamos a tener noticias escritas de sus acciones tal y como vemos en el periódico Expansión:

Un grupo de unos veinte jubilados, conocidos como ‘iaioflautas’, que se identifican con el movimiento 15-M, han ocupado este mediodía durante 45 minutos la sede de la agencia de calificación Fitch Ratings España (…)” (Expansión, 7/11/2011)

En esta noticia aparecerán dos elementos importantes: por un lado quienes integran el grupo (jubilados); y por otro lado, su filiación ideológica dado que se identifican con el 15-M lo que nos dará las claves para la interpretación de sus acciones.

No será hasta febrero de este mismo año cuando tomarán mayor relevancia, llevando a cabo acciones con, cada vez, un mayor número de integrantes para, finalmente, acabar uniéndose a las proclamas de los indignados, algo que se refleja con un aumento de apariciones de esta palabra en prensa y televisión. En el siguiente ejemplo vemos cómo se refiere al inicio del movimiento yayoflauta en el mes de octubre de 2011 aunque la prensa generalista no se hizo eco hasta 3 meses después, ya que esta es la primera noticia que aparece con este término:

“Los vecinos del barrio de Bellvitge de L’Hospitalet de Llobregat cumplieron ayer 100 días de ocupación del centro de atención primaria (CAP) de la Rambla de la Marina para reclamar a la Generalitat su reapertura. Los ocupantes del ambulatorio son, en su mayoría, personas mayores del barrio -los autodenominados yayoflautas– que el pasado 28 de octubre decidieron ocupar el centro en el último día de funcionamiento y desde entonces se organizan en turnos para no abandonar el edificio.” (5/2/2012) El País

El colectivo también tiene una página en Facebook llamada “iaioflautas” en la que cuelgan noticias relacionadas y se llaman “a la lucha” con consignas tan llamativas como “La experiencia es un grado, la indignación un estado” y una página web, “iaioflautas.org”, cuyo subtítulo, traducido del catalán es muy ilustrativo: “luchamos y conseguimos una vida mejor para nuestros hijos” confirmando la caracterización anterior que hacíamos del grupo.  Como curiosidad, estos “iaioflautas” eran de Cataluña pero en la última semana ha surgido un nuevo grupo valenciano. Un movimiento “imparable”.

En dicha página web explican que deciden autodenominarse así como reacción al uso de perroflauta para descalificar a los manifestantes adheridos al movimiento 15-M. Pero, ¿por qué deciden tomar de la palabra la parte flauta y no la de perro llamándose, por ejemplo, perroyayos? Puesto que, como veíamos, el significado de estas palabras compuestas es la suma de los significados de ambos, la parte perro nos remite a un referente sucio, famélico… que suele ser el estado en el que se encuentra los animales de los susodichos; por otro lado, la parte de flauta es más neutra, se puede referir al ruido, a la música, pero será, también, la que seleccionará el rasgo de compromiso que se ha producido con el cambio de significado operado en perroflauta tras el 15-M que, junto con la mayor relevancia que se le dará al yayo configurará el significado del nuevo término. Así pues, tendremos no unos jóvenes desaliñados pero comprometidos sino un grupo de gente mayor que adquieren un compromiso con la sociedad de la crisis.

Gemma Burgos Segarra

La reforma laboral que se ha llevado a cabo en nuestro país para mejorar la situación de déficit económico que sufre España desde 2008 se ve reflejada en la prensa, donde se ha dejado patente que ha dividido a la sociedad entre sus partidarios y sus oponentes. En el siguiente estudio se mostrará qué tipos de argumentos se utilizan para hablar tanto a favor como en contra de dicha legislación, y de qué manera los elementos que se emplean  en ambas argumentaciones están relacionados, pero de un modo opuesto. Para ello hay que tener en cuenta la teoría del lingüista Oswald Ducrot, según el cual pueden existir dos expresiones que ofrezcan la misma información pero, no obstante, posean una orientación argumentativa distinta. Y añade que dicha función está vinculada a la estructura de las palabras, las cuales pueden tener mayor o menor peso (fuerza argumentativa) para llegar a una conclusión determinada.

El argumento más recurrente en la prensa española para hablar sobre la reforma laboral, tanto a favor como en contra, es el tema del despido. Esto se debe a que beneficiaría –si se evitara– o, perjudicaría –si aumentara– a una gran parte de la sociedad. Debido a ello posee una gran fuerza argumentativa. En los diarios en que se aboga a favor de las reformas llevadas a cabo por el gobierno se destaca la disminución de los despidos ya que: “la Reforma[sic] propiciará la contratación” ( elEconomista.es). De modo que en este caso se obtiene el siguiente esquema:

< + reforma, +contratación>.

Por el contrario, en los diarios en los que se manifiesta una oposición a dichas reformas, se apela a que esta legislación “[…] producirá un despido más barato” (Expansión) o,: “Aumentan los ERE porque la ley ofrece más facilidades”( El País). A partir de estos dos enunciados el esquema quedaría del siguiente modo:

<+ reforma,+ despidos>à <+reforma,-contratación>

Así las cosas, era de esperar que los argumentos que se utilizan a favor de dicha reforma aporten consecuencias favorables, mientras que los contrarios ofrezcan repercusiones negativas. Sin embargo, si se unen los esquemas extraídos de ambas argumentaciones se obtienen argumentos con una orientación argumentativa opuesta. De esta manera el esquema que resultaría sería el siguiente:

<+reforma,+ contratación>/<+reforma,-contratación>

Sin embargo, no son los únicos argumentos con una orientación argumentativa opuesta que se extraen a partir de los artículos escritos sobre la reforma laboral. A pesar de que el tema del despido es el más recurrente, existen otros elementos que también se han empleado para analizar las consecuencias de la reforma laboral, como son la pobreza y la situación de la mujer. Aparecen con menor frecuencia debido a su carácter más particular, ya que se trata de subargumentos que están comprendidos dentro del tema del despido. No obstante, apelan a la emotividad del lector, hecho que constituye un punto a favor de los mismos.

  1. Por lo que se refiere al tema de la pobreza, escogido como argumento empleado a favor, se lee que: “Los ministros de Empleo de la UE discutirán este viernes las reformas que cada país espera poner en marcha […] para evitar que más ciudadanos caigan en riesgo de exclusión y pobreza.[…]España es el país de la Unión Europea donde más aumentó el riesgo[de pobreza] entre 2009 y 2010 debido a la crisis económica ” (La Gaceta). De  manera que:

< + reforma, -pobreza>.

En cambio, como argumento utilizado en contra se extrae que: […]El efecto de todo ello[de las reformas tomadas] será muy profundo y de largo alcance[…] La última consecuencia será aumentar la pobreza y la desigualdad.” .(El País) Por lo que:

<+ reforma,+ pobreza>

De nuevo en este caso se obtiene como resultado esquemas opuestos argumentalmente:

< + reforma, -pobreza >/<+ reforma,+ pobreza>

2.   En cuanto a los diarios que apelan a la situación del sector femenino en el mercado laboral se detecta que los diarios partidarios de las reformas  resaltan las mejoras que obtendrán las mujeres, ya que: “la Reforma Laboral [sic], contemplará nuevos incentivos para la contratación de mujeres en general y de mujeres jóvenes”. (El imparcial)

< + reforma, + contratación de mujeres>

Por otra parte, como argumento contrario resaltan que: “Muchos serán los afectados por la nueva reforma laboral aprobada […], pero especialmente las mujeres.[…] tendrá como consecuencia expulsarlas del mercado laboral..(Público.es). Por lo que:

<+ reforma, – contratación de mujeres>

Si se unen los dos esquemas que resultan a partir de estos argumentos también ofrecen como resultado argumentos con una orientación argumentativa opuesta:

< + reforma, + contratación de mujeres>/ <+ reforma, – contratación de mujeres>

De este modo se observa que ambas partes recurren a los mismos elementos para sus argumentos, pero les otorgan orientaciones argumentativas opuestas. Por lo que, a pesar de que  Aristóteles ya nos advertía de que: “no se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo la misma forma”, bajo el prisma de la retórica observamos todo lo contrario. No sabemos si esto sólo ocurre en momentos difíciles, pero lo que sí sabemos es que no se trata de ser o no ser; sino de qué forma es la más apropiada en cada contexto para conducir a una conclusión concreta. Debido a ello lo sorprendente del caso es contemplar con qué sutileza se emplean los mecanismos retóricos, en los que tan solo es necesario invertir el contenido de una palabra para significar lo contrario o buscar un elemento más convincente en una situación concreta. Ello nos demuestra que el universo de las palabras no acaba con lo que se ve escrito, sino que subyace una dimensión oculta bajo ellas que es la responsable de la orientación argumentativa que poseen. Esta dimensión se hace patente en tiempos de incertidumbre como el actual. Tal vez la crisis económica nos sirva para tener conciencia de que no lo que resulta más creíble deba ser lo verdadero…

Cristina Aguado Robles

Existe un lenguaje de la crisis, eso es indiscutible. Cuando hablamos de crisis, por supuesto, nos referimos a la crisis económica que nos rodea. Desde que se empezó a hablar de ella el pasado decenio, los diferentes medios de comunicación nos bombardean cada día con una serie de palabras que antes no utilizábamos. Podríamos poner una serie interminable de ejemplos como prima de riesgo, stock opcions, impagos, etc.

Aquí vamos a analizar un término que estos días estamos oyendo constantemente: recorte y su plural recortes. Lo vamos a tratar desde diferentes puntos de vista lingüísticos (especialmente, desde el semántico y desde el sintáctico). Empezaremos centrando nuestra atención en la cuarta acepción en plural de dicha palabra que, en la definición del DRAE, se define como «Porciones excedentes que por medio de un instrumento cortante se separan de cualquier materia trabajada hasta reducirla a la forma que conviene».

No es un término precisamente económico pero, al igual que otros como tijeretazo (ver Tijeretazo: de recorte a ajuste…) se han adaptado para mostrar de manera gráfica el resultado de esas medidas que se están adoptando en estos tiempos de  crisis.

Como hemos comentado, tras el empeoramiento de la situación económica y con las reformas del actual gobierno, su uso ha crecido tanto que es una de las palabras más utilizadas estos días. Para comprobar con más claridad este considerable aumento, examinaremos la siguiente tabla tomando como referencia dos periódicos, uno de tirada nacional,  ABC, y otro regional,  Levante.

ABC Levante
Primeros tres meses de 2011 1044 478
Primeros tres meses de 2012 2571 1754
11 de mayo de 2011 20 17
11 de mayo de 2012 44 45

Tras comparar estos dos periodos de tiempo (trimestre y día) y después de haber analizado los resultados podemos confirmar que el uso del término se ha duplicado en 2012. Debemos señalar que en Levante se hace distinción en el uso de la palabra entre plural y singular.

Este término tiene dos modalidades de uso: en su forma metafórica y en su forma literal. Es evidente que el uso literal se mantiene en el léxico de la moda, como por ejemplo en el blog Prêt à porter (perteneciente a La Gaceta), en donde encontramos una entrada en la que podemos leer: «Shorts: los recortes también llegan a los pantalones.» Así como en el ámbito taurino donde recorte aparece lexicalizado: «únicamente destacó el uso del capote, a la verónica y en un recorte para poner al toro en suerte en el caballo.» (25/04/2003, ABC). También lo podemos ver en el campo de la pintura y de la literatura. En cambio, su uso metafórico en el contexto económico se aprecia en el siguiente ejemplo: «Fabra asume que los recortes del PP provocarán contestación social» (17/11/2011, El País). Igualmente en determinados lemas: «No a los recortes», donde recortes ya alude a una realidad distinta, esto es, al efecto de recortar.

También existen diferencias entre el singular y plural de recorte. En plural tiene un significado más general, es decir, un uso más amplio y una mayor extensión, por eso su uso es mucho más frecuente. En cambio, recorte se aplica de un modo más bien literal y reducido. El valor de plural del primero de estos términos hace que sea menos accesible el referente, puesto que no sabemos a qué tipo de recortes en concreto se refiere, como se demuestra en: «Reprochan a la Junta su petición de recortes para la escuela concertada» (16/04/2012, ABC).

Analizando la posición sintáctica de recortes, se observa que aparece con más frecuencia como complemento directo seguido de las funciones de sujeto y de complemento del nombre. Tenemos un ejemplo de sujeto: «Los recortes del Gobierno dañarán más a los institutos que a los colegios andaluces» (16/04/2012, El País). Cuando es sujeto, el objeto directo suele ser sanidad, educación, déficit, etc. y además aparece mermado con verbos de connotación negativa como dañar, afectar, desbocar, etc. En cambio, cuando recortes es objeto directo aparece dominado por un sujeto con capacidad de acción que normalmente es el Gobierno, la Comisión, la alcaldesa, empresarios, etc. Así, se puede constatar en este titular: «El Congreso aprueba los recortes en Sanidad y Educación con los votos ‘solitarios’ del PP» (17/05/2012, 20minutos)

En definitiva, la palabra recortes hace referencia a una figura que aparece separándose de un fondo, para lo cual hay que cortar la figura. Los recortes son los elementos que sobran. Aplicado esto a recortes en sanidad, por ejemplo, eso quiere decir que lo que se quita es un elemento que no hace falta para la figura. Si eso es así o no, el tiempo lo dirá. De momento, veamos esto como un conjunto de recortes en lo social, aunque el sobrante, traducido lingüísticamente, acaba en los discursos públicos. Pura pragmática.

Paloma Corella Montero

Es incuestionable el hecho de que el ser humano en su concepción del mundo tiende a sobrevalorar aquellos elementos que se encuentran arriba-delante frente los de abajodetrás. En este ámbito, podemos asegurar que ejerce sobre nosotros una fuerza cognitiva mediante la cual juzgamos sucesos experimentales que, asimismo, canalizamos y sistematizamos en el lenguaje a partir del empleo de procesos metafóricos.

Este hecho nos conduce a considerar que el lenguaje usual sufre pequeñas carencias cubiertas por usos metafóricos. Esto es lo que le ha sucedido al término rescate, el cual actualmente, posee una orientación metafórica que actúa paralelamente con su significado literal.

No obstante, no debemos interpretar concepto metafórico como la sustitución de un signo por otro con el propósito de designar una realidad, sino como el trasvase de unas propiedades semánticas afines con un signo, así como unos rasgos dispares entre lo dicho -valor convencional o de vinculación semántica- y lo que realmente comunicamos -valor contextual o correspondiente al campo pragmático-. Así, si rescate se define como Recobrar por precio o por fuerza lo que el enemigo ha cogido, y, por extensión, cualquier cosa que pasó a mano ajena” (DRAE) observamos cómo al ubicarla en expresiones del tipo: Culmina con éxito el rescate de los mineros peruanoso El presidente del Banco Mundial dice que ni España ni Italia necesitarán un rescate (ABC y El País, respectivamente) el término adquiere un carácter distinto al convencional. De este modo, en el primer caso le asignaríamos el significado literal, mientras que en el segundo, constituiría una base experimental -o concepto metafórico- en la que rescate se plantea desde una perspectiva económica, es decir, a partir de nuestra experiencia cognitiva de intervención económica, se puede concebir metafóricamente como una entidad por medio del nombre rescate. Así, el término rescate en situaciones como: El presidente del Banco Mundial dice que ni España ni Italia necesitarán un rescate o “El escepticismo y la batalla política se adueñan de Grecia tras el rescate” (El País) se redefiniría del siguiente modo: proveer las ayudas necesarias para extraer a un país de la situación deficitaria. Por ello, podemos describir rescate del modo que indicamos (Figura 1): un sujeto (A) circunscrito en un marco de peligro -que refleja el punto abajo-debilidad de la escala vertical- y, por tanto, necesita la intervención de un sujeto (B) -que se inserta como el punto arriba-estabilidad de la misma escala-. De este modo, en el caso que planteamos, el rescatado se encuentra en una situación de coyuntura económica, en la que por la acumulación de diversos factores, la economía está orientada hacia su deterioro o estancamiento. Así, la disposición negativa de estos elementos o factores, restringe y condiciona el marco espacial del rescatado y, como consecuencia, pierde la fuerza de autoridad y autodeterminación -en otros términos, el sujeto (A) quedará, como observaremos, subordinado al sujeto (B)-. Por otro lado, el rescatador se caracteriza por disponer tanto de la intención -que en muchas ocasiones se relaciona con el interés de extraer un beneficio-, como de los medios pertinentes para ejecutar el rescate. Asimismo, es conveniente señalar que dicha acción se desarrolla sobre un eje temporal en el que, el sujeto (A) -que parte desde una posición de divergencia respecto al sujeto (B)-, abandona su posición tras la intervención -o acción de rescate– del sujeto (B), desplazándose y ocupando así, un espacio compartido (AB). Véase el desarrollo en el eje temporal representado en la Figura 1:

De este modo, podemos pormenorizar la representación del concepto metafórico del siguiente modo: sujeto (A) corresponde al país u objeto en peligro -por ejemplo, un país europeo del Sur de Europa-, el marco de riesgo es producto de la situación deficitaria económica -por ejemplo, la consecuencia de una burbuja especulativa- y el rescatador quedaría perfilado como la entidad que proporciona y regula los medios óptimos para llevar a cabo la intervención -por ejemplo, el famoso fondo de rescate europeo-. Por último, el eje temporal determina las etapas del rescate y las medidas para alcanzar la recuperación económica -en este caso, pondremos como ejemplo las pautas exigidas a un país, así como las medidas de ajuste o recorte-. Sin embargo, es pertinente destacar que, actualmente, la última etapa representada en nuestra ilustración lingüística de rescate, en la que el sujeto (A) se traslada desde un punto asimétrico hacia uno simétrico -recordemos la divergencia escalar expuesta: arriba-estabilidad frente abajo-debilidad- en el que se desenvuelve una fuerte vinculación entre ambos sujetos (AB) al compartir una situación de no-peligro, simplemente se concibe como una mera utopía que, por diversas razones o factores, difícilmente se podrá llevar a término.

En este ámbito, la vinculación entre el sentido semántico y el pragmático o, con otras palabras, los valores convencionales y los contextuales, quedarían plenamente determinados mediante la integración de la base experimental del concepto metafórico. Según esto, el término rescate engloba unas propiedades intrínsecas que perfilan su sentido. Por tanto, la delineación quedaría establecida a partir de enunciados como: “España, frente al fantasma del rescate” (Las Provincias) –rescate implica peligro-, “El BCE pide rescatar a toda la banca española”(Levante) rescate implica protección al país en situación de riesgo-,“El rescate de España rondaría el medio billón de euros”(Expansión) -rescate implica valoración económica– y ésta, a su vez, denota un efecto negativo sobre el rescatado “«El rescate resta credibilidad» a Rajoy” (lne). Por consiguiente, el hecho de considerar rescate como un concepto metafórico nos permite corporeizar nuestras experiencias, ubicarlas en un contexto, categorizarlas, cuantificarlas, observarlas como una causa-efecto, actuar al respecto y, por ello, comprenderlas. Es evidente que a partir de esta base experimental la mente metaforiza determinados sucesos o acontecimientos abstractos de nuestra vida cotidiana otorgándole un soporte físico, es decir, el ser humano tiende a la asignación de unas propiedades que, como vemos, no son inherentes a su significado literal.

Tras lo delineado, asimismo, debemos reparar en la reciente extensión semántica del término y su fosilización en el lenguaje convencional. De modo que si consultamos el banco de datos del CREA de la Real Academia Española,advertiremos que su aparición aproximada con el sentido perfilado está fechado el 16 de febrero del año 2003 (El País, negocios, prensa).

En síntesis, respecto a nuestro planteamiento de extensión semántica del término rescate hacia un mayor dominio pragmático, podemos sostener que la elección del lenguaje figurado viene motivado por el propósito de transmitir al interlocutor un pensamiento abstracto o complicado de exponer con otros términos; es decir, el hablante emplea el lenguaje figurado en un contexto determinado porque cree que con éste logrará una comunicación eficiente así como el efecto buscado. Por tanto, al emplear el término rescate no debemos desarticular el sentido literal del contextual, sino aunarlo de modo que ambos actúen como un complemento sólido del que se sirve el hablante en su acto comunicativo.

Silvia Company de Castro


Adentrarse en la actualidad y analizar el lenguaje de la crisis supone realizar un estudio del término reforma y sus derivados, tan presentes en los medios de comunicación, tales como reformas, reforma laboral, reforma universitaria, reforma sanitaria, reforma estructural, o estructuras del tipo reforma + CN.

El DRAE define “reforma” como “aquello que se propone, proyecta o ejecuta como innovación o mejora en algo”. Se puede ver cómo el factor de mejora está incluido en la definición. No obstante, las noticias publicadas en varios periódicos durante los últimos tres meses muestran que la fuerte influencia del lenguaje en uso origina la aparición de fuerzas argumentativas y nuevos valores distintos al significado base de las expresiones con “reforma”.

¿Qué proceso ha permitido el desarrollo de esta situación en el marco de la crisis socioeconómica actual?: Metaforización es la respuesta. Este fenómeno facilita la expresión de aquellas ideas excesivamente abstractas que conforman nuestro lenguaje diario. Por tanto, “reforma” surge mediante la adición de la partícula re-(que significa repetición) a un elemento léxico ya existente, “forma” (que significa “configuración externa de algo”).  Se une a la palabra “forma” una estructura abstracta, compuesta por distintos ámbitos: economía, sanidad, educación, leyes penales, administración, etc. Así pues, se trata de establecer de nuevo(re-) la configuración de dicha estructura y, de esta manera, se proyecta una realidad concreta (la forma), sobre una realidad abstracta (la estructura), cuyo punto de unión es “algo” (forma de algo/estructura de algo, del país).

La metáfora propicia el desarrollo de un proceso en tres fases. La primera de ellas presenta la forma previa (en adelante, forma 1), equivalente a la situación en la que se encuentra el país en un momento dado. Una segunda fase muestra el desarrollo y aplicación de las reformas, y por tanto, el cambio de dicha situación previa a una posterior (paso de forma 1 a forma 2). Esta fase coincide con el desarrollo de las valoraciones y las fuerzas argumentativas. La tercera es la que da por terminado el proceso y manifiesta las consecuencias tras la aplicación de las medidas (esto ya será forma 2). Esta forma 2 se corresponde al asentamiento final de nuevos valores estrechamente ligados con la argumentación. Para poder analizar mejor los contextos encontrados, ha sido conveniente unificar los tipos de reforma arriba citados y centrarse en uno solo: “reforma laboral”.

-Primera fase: paro, desempleo, situación previa (forma 1)

La situación previa está en un marco de crisis socioeconómica que abarca distintos países europeos. El empleo, más que crearse, se destruye: La titular de Empleo ha señalado que la reforma laboral servirá «a corto plazo» para que no se siga destruyendo empleo (…)»Es una reforma a la altura de la situación que tenemos», ha añadido. (Expansión). La forma 1 se compone de elementos negativos equivalentes a esta situación previa (durante los meses de diciembre de 2011 y enero del 2012). Al hablar de “reforma laboral” junto a expresiones del tipo “insuficiencia presupuestaria”, “crisis”, “retraso”, “paro” o “destrucción” (con un valor negativo codificado), se transmite una fuerza argumentativa que se crea y crece gradualmente: cuantas más expresiones como estas se unan a “reforma laboral”, más fuerza tendrá: “Trabajo argumenta las bondades de la reforma laboral con una ‘foto’ de la situación actual de España, donde se han destruido la mitad de los empleos de Europa durante la crisis, y con una lista de algunas de las medidas emprendidas para arreglar la situación.”(El Mundo). Por tanto, la primera fase se caracteriza por mostrar una forma 1 con una situación previa, y el desarrollo simultáneo de la adquisición de ciertos valores argumentativos en la expresión. Sigue la línea de la mejora y solución (DRAE), pero no una adquisición de valores orientados a la negatividad, pues no es “reforma laboral” la que se describe con este valor (todavía), sino la situación que propicia su uso.

Segunda fase: aplicación de reformas (forma 1 da paso a forma 2)

Tras esta idea se produce el paso de la forma 1 a la forma 2: este es el momento de aplicación de las reformas, pero también es el punto en el que se desarrollan matices que previamente no estaban en la expresión. El hablante en el discurso se encarga de mostrar la “reforma laboral” como una solución, cosa que hace al receptor concebirla como necesaria. Por tanto, se produce una bifurcación de sentidos a partir de esta necesidad, que funciona como base argumentativa en los discursos (en retórica, el garante). Por un lado, un sentido positivo que surge a partir de la aceptación del garante de necesidad en los argumentos: “Gereñu ha defendido que la reforma laboral es necesaria para poder salir de esta difícil situación (…); y en la misma línea: “El grupo parlamentario popular ha calificado la reforma laboral aprobada la semana pasada por el Gobierno central de justa e imprescindible’»(El Mundo). Por otro lado, el rechazo hacia dicho garante propicia la aparición de valores negativos: “la reforma laboral es «injusta, ineficaz e inútil«(El País). Por tanto, esta segunda fase de aplicación de reformas también puede concebirse, lingüísticamente, como la causa que produce la bifurcación de sentidos en la expresión “reforma laboral”, y esto es así gracias a los procesos de argumentación en los discursos.

Tercera fase: resultados de las reformas (forma 2)

Esta fase muestra las consecuencias, tanto en la aplicación de las reformas en la realidad, como en el plano lingüístico. Por ello, los resultados se expresan mediante la generalización de unas valoraciones positivas: “Más empleo, más derechos para los trabajadores, más conciliación, más estabilidad en el empleo, más flexibilidad interna, más oportunidades…”(El Mundo); o negativas: “Rajoy asume que la legislatura se saldará con la pérdida de otros 400.000 puestos de trabajo pese a la reforma laboral”. (El País). Esta fase equivale al punto más elevado en la adquisición de matices argumentativos y sentidos en reforma laboral (al menos de momento).

Vistos los distintos ejemplos, aquellos que estudiamos el lenguaje desde la pragmática contemplamos un cambio puramente discursivo, basado en el lenguaje en uso. Mediante la creación de una expresión a raíz de una metáfora, se ha podido iniciar la adquisición de unos valores nuevos. Es un proceso ordenado, en el que se siguen unas fases, y que curiosamente se desarrollan en paralelo a la aplicación real de las reformas. Aquellos que lo prefieran, pueden ir más allá del lenguaje y ver cómo este refleja, y en ocasiones anticipa, la propia realidad: “reformar” queda, en el contexto de la crisis, en un estado que, o sigue la línea de “mejora”, como en la definición original, o va hacia un sentido negativo. ¿Se impondrá el primer sentido, o más bien vencerá el segundo? El tiempo nos proporcionará la respuesta. Mientras tanto, será mejor quedarnos con la idea de que las reformas del país también pueden remodelar el lenguaje del día a día.

Shima Salameh Jiménez

En este tercer y último artículo vamos a intentar ofrecer una visión sintética de las distintas caracterizaciones que conforman la representación de los mercados y trataremos de llegar a unas conclusiones razonables. Este ejercicio de reflexión, inevitablemente, debe apoyarse en el contenido de nuestras dos primeras entradas, por lo que invitamos al lector a visitarlas.

Pero antes de formular nuestras conclusiones, quisiéramos proponer una explicación a la coexistencia de dos atribuciones contradictorias que pueden expresarse en la siguiente pregunta:

¿Son los mercados activos o pasivos?

Efectivamente, encontramos una evidente oposición entre las concepciones de los mercados como agente plenamente volitivo que controla sus acciones (ver Los mercados ganan la guerra) y como agente de comportamiento pasivo y reflejo (ver Los mercados también tienen miedo). Estas dos formas de entender el referente nos parecen, en realidad, complementarias, y permiten una representación más o menos accesible de la realidad económica de la crisis y, en concreto, del papel de los mercados en ella.

La primera traslada una imagen connotativa del poder omnímodo de los mercados y, a través de la comparación con la guerra, explica la crisis como una feroz lucha de intereses encontrados. La capacidad de evocación connotativa de esta metáfora es innegable: el campo cognitivo que activa la palabra “guerra” se relaciona con heridos, muerte, destrucción, crueldad o falta de ética. El bando débil del conflicto entiende y asume como irremediables las nefastas consecuencias de una crisis que parece una guerra contra un enemigo invencible.

La segunda concepción, reforzada por la atribución de la facultad de experimentar sensaciones y emociones, proporciona una imagen que creemos se aproxima más a una definición especializada, esto es, los mercados como un conjunto de actividades de compra y venta que funciona según la implacable ley de la oferta y la demanda. Los movimientos en esta, para el profano, inextricable red de intereses económicos son casi siempre reflejos y están condicionados por factores psicológicos que ejercen una influencia crucial, de forma que el optimismo genera actividad de compra y aumento del valor de los bienes adquiridos y el pesimismo lanza a los inversores a una especie de histeria vendedora que devalúa dicho valor. No en vano, se dice con frecuencia que esta es una crisis “de confianza” que tiene lugar en un clima de gran incertidumbre. Los mercados reaccionan unas veces guiados por el análisis racional de la situación y, otras, la mayoría, llevados por intensas emociones que desbordan su capacidad de control. En cualquier caso, con independencia de las motivaciones que dirigen su comportamiento, parece claro que en esta crisis todo depende del arbitrio los mercados.

Conclusiones

Hemos visto en estas tres entradas dedicadas a los mercados cómo estos son descritos, por una parte, como los enemigos de una guerra metafórica y, por otra, como una entidad sufriente, capaz de experimentar emociones. La metáfora bélica traslada la representación de un enemigo de poder ilimitado y, lo que nos parece más interesante, de una pluralidad monolítica tras la que se esconden los integrantes individuales que componen el bando de los mercados. Este enmascaramiento refleja la complejidad de la realidad económica para cuya explicación se tiende a buscar imágenes esquemáticas. La integración de la multiplicidad de agentes económicos implicados en un ente único parece facilitar la comprensión de la crisis, pero, al mismo tiempo, cabría preguntarse hasta qué punto esta simplificación podría operar en el sentido opuesto, oscureciendo la realidad y escondiendo a los verdaderos responsables tras una denominación en la que solo queda la pista de la pluralidad. Podemos identificar un enemigo, un culpable, pero realmente no sabemos quién es. Estamos inmersos en una guerra, pero no sabemos contra quién. El lenguaje expresa esta circunstancia y, a la vez, parece perpetuarla.

Respecto a la inestabilidad emocional del personaje, creemos que entronca con la actual situación de incertidumbre general y traslada una representación bastante fidedigna del funcionamiento del mercado. Sabemos que son muchos y variados los estímulos que pueden despertar sus violentas reacciones, pero todos quedan muy lejos de nuestras posibilidades de actuación. Somos los “convidados de piedra” en esta crisis, las piezas con las que juegan estos modernos dioses griegos que nos aplastan sin compasión. Y lo peor de todo es que no sabemos quiénes son, ni llegamos a entender del todo por qué nos machacan inmisericordemente. Parece claro que para encontrar las respuestas deberemos seguir leyendo.

Ramón García Riera

En esta segunda entrada sobre los mercados vamos a encontrarnos con una caracterización distinta de la que hemos visto anteriormente, aquel ente monolítico y poderoso, enemigo de una guerra metafórica en la que participaba investido de cualidades humanas. No ha dejado de ser poderoso y temible, pero en esta otra representación conceptual aparece como una entidad dubitativa, impresionable y temerosa e, incluso, a veces, algo desquiciada. También debemos hacer constar cierta pérdida del control sobre sus actos, así como una ocasional capacidad de raciocinio que refuerza su carácter humanizado. Vamos a ver, por tanto, una caracterización compleja de los mercados en la que coexisten atribuciones aparentemente contradictorias.

Los mercados son seres emocionales

La personificación de los mercados hace de ellos un sujeto capaz de los procesos mentales de percepción, sensación y cognición. De esta forma, podemos leer que “abrieron optimistas” (elmundo.es), que hay “decisiones que parecen haber llevado tranquilidad y cierta euforia a los mercados” (elmundo.es), pero también que “están nerviosos” (elpais.com), que “el pesimismo se adueñó” de ellos (elmundo.es), o, incluso, que “vivían con pánico” (elmundo.es). En estos ejemplos los mercados se convierten en experimentadores de sensaciones mentales que escapan a su control voluntario. En contraposición a la imagen de un rival de poder casi ilimitado, se configura esta otra representación en la que aparecen como entes sufrientes y privados de su carácter volitivo, pues el que experimenta o percibe no actúa por su propia voluntad ni mantiene el control sobre lo experimentado o lo percibido.

También parecen perder el control sobre algunas de sus acciones cuando leemos que “los mercados bailan al son del precio del crudo” (elpais.com) o que “se mueven a salto de mata de noticias y rumores” (publico.es). Bailar y moverse son verbos que requieren un sujeto agente (algo o alguien hacen algo), pero en estos dos casos el estímulo motivador de las acciones parece estar desprovisto de intencionalidad, pues son otros los que desencadenan los movimientos y el baile de unos mercados que han perdido la capacidad para dirigir su propio comportamiento. Abunda en esta caracterización la frecuente atribución de la cualidad de “irracionalidad”, esto es, la ausencia de la facultad de pensar.

Así pues, esta conceptualización traslada la imagen de unos mercados dotados de una sensibilidad emocional, que les hace oscilar entre estados de ánimo opuestos, y que reaccionan de forma refleja –y, por tanto, inmeditada e irracional– ante los cambiantes estímulos de la realidad económica. Llegados a este punto, debe destacarse su notable inestabilidad anímica, pues las sensaciones experimentadas pasan de un extremo al otro en cuestión de horas y lo que un día es optimismo y buenos resultados, al día siguiente se transforma en súbito pesimismo e, incluso, terror. Esta hipersensibilidad, casi ciclotimia, convierte a los mercados en un ente ciertamente inquietante, pues ¿cabe imaginar enemigo más peligroso que uno que, detentando un inconmensurable poder, lo ejerce al impulso de sus cambiantes emociones? ­

¿A qué o a quién tienen miedo los mercados?

Ante este amenazante panorama no podemos sino preguntarnos qué o quiénes son los que pueden provocar estas oscilaciones anímicas en los mercados y que serán, por tanto, los responsables de algunos de sus furibundos ataques. Pues bien, en muchos casos encontramos oculto el agente causal y las emociones se convierten en sujetos dominadores: “la incertidumbre y el miedo se apoderan de los mercados”, “el pánico se asomó a los mercados”, “el pesimismo impera en los mercados” (elpais.com). En otras ocasiones, las causas de los estados anímicos se explicitan y, así, pueden experimentar “temor a una subida de tipos”, “miedo a una recaída”, o “a un impago” o “un ataque de pánico por la debacle de Irlanda” (elpais.com). También podemos identificar algunos agentes responsables directos de las sensaciones experimentadas: “un consenso que llevará tranquilidad a los mercados”, “la falta de política europea, la irresponsabilidad de sus líderes, la inacción, han sembrado el pánico en los mercados”, “el anuncio del BCE ha disparado el optimismo de los mercados”, “el posible rescate de Grecia insufla optimismo en los mercados”, “la parálisis económica devuelve el pesimismo a los mercados” (elpais.com).

Estos ejemplos ponen de manifiesto la heterogeneidad de estímulos que puede afectarles emocionalmente y que procede, como cabía esperar, de los ámbitos  económico y político: datos económicos concretos, noticias, rumores, anuncios, actitudes y comportamientos de instituciones y políticos, etc. Como puede verse, parece difícil encontrar una respuesta única o concluyente a la pregunta que encabeza este epígrafe, pues estos seres emocionales son realmente hipersensibles y reaccionan ante casi cualquier estímulo, convirtiéndose en un enemigo de “gatillo fácil”.

Los mercados también piensan y, por eso, dudan

Como hemos advertido al comienzo de este análisis, los mercados tienen también capacidad cognitiva, es decir, son capaces de elaborar procesos mentales racionales que les permitan acceder al conocimiento y, así, “estudian muy de cerca” a los países (elpais.com), “evalúan las medidas” (cincodías.com) o “examinan los nuevos recortes del Gobierno” (levante-emv.com). No obstante, la incertidumbre reinante no les es ajena y su acceso a la verdad también se ve dificultado. Por eso, “los mercados creen que un mal dato podría alimentar la especulación” (cincodias.com), “piensan que no va a haber una solución” (elpais.com), “sospechan que el Estado tendrá que acabar poniendo dinero” (levante-emv.com) o “dudan de que el plan de rescate para Grecia sea suficiente” (elpais.com).

En estos ejemplos observamos el bajo grado de certeza con el que los mercados asumen la validez de lo enunciado. Esta modalización les asigna una capacidad propia de seres racionales que pueden reflexionar acerca de su propio conocimiento, cuestionándolo o validándolo. Y, aunque pudiera parecer que esta racionalidad se contradice con la sensibilidad emotiva antes descrita, pensamos que ambas atribuciones contribuyen a crear una imagen muy humanizada de los mercados: como nosotros, reflexionan, evalúan el grado de certeza de aquello que piensan y pueden experimentar intensas emociones que escapan a su control.

Ramón García Riera

Si acudimos a cualquier periódico, observaremos que el tema de la crisis arrastra una serie de nociones, ideas y acciones propias y especiales  de esta mala situación económica. Entre ellas encontraremos  la del tijeretazo, recorte o ajuste que se está aplicando en varios ámbitos: educación, sanidad… Pero, ¿qué se quiere decir realmente cuando hablamos de tijeretazo, recorte o ajuste? ¿Se emplean como sinónimos o su relación va más allá de una relación de sinonimia? Esta pregunta la intentaremos contestar a lo largo de este artículo.

En el DRAE se  define tijeretazo como: Corte hecho de un golpe con las tijeras. No obstante, con la crisis económica de 1984, el término adquirió un nuevo sentido que permite que haga referencia a los recortes presupuestarios: se acudió a una experiencia material conocida para dar nombre a un acontecimiento abstracto; es decir, con este nuevo sentido, tijeretazo pasó, en ese contexto, a ser una metáfora ontológica a la que se ha recurrido cuando ha habido una crisis (Lakoff):

Italia está empezando a subir una dura cuesta de su recuperación económica, pero se trata de una operación que acabará abortando si no se obtiene una estabilidad monetaria  a través de un drástico tijeretazo al gasto público […]” EL PAÍS 02/04/1984.

En este caso, tijeretazo está reforzado por un adjetivo que le otorga  connotaciones más negativas, pues todavía no se encuentran en sus rasgos semánticos, de modo que se hace obligatoria la inclusión del modificador para dotarlo de más fuerza que al otro término que se puede utilizar para hacer la misma referencia, recortes (ver la entrada referente a recortes). En 1995, se utiliza tijeretazo:

[…]Una parte puede salir del pago de los intereses de la deuda y otra del recorte de subvenciones a empresas públicas. Pero el resto, de un ‘tijeretazo’ a las prestaciones sociales.”(El mundo, 15/12/1995)

Sin embargo, todavía no está marcado por una carga tan negativa, pues en esa división en tres secciones que se hace del pago de una deuda, hay una clara equiparación entre la parte que se recogerá gracias a unos “recortes” y la recogida gracias al “‘tijeretazo’”. En la actualidad, un aumento en la frecuencia de su uso, ha creado bajo la palabra tijeretazo el topos gradual (Anscombre y Ducrot) ‘cuanto más crisis, más tijeretazo’: “Tijeretazo en plena crisis” (ABC 5/4/2012); “La consejera afirma que la crisis obliga al ‘tijeretazo’” (El País 15/2/2012). Además,  pasa a estar claramente marcado con un valor negativo superior al que le otorgamos al término recortes; por tanto, ha habido una reducción en su extensión porque se ha añadido un rasgo extra, por lo que no va a poder hacer referencia a todos los recortes, sino a aquellos cuantitativamente más grandes o peor considerados, dejando de esta forma el terreno más acotado:   “Alarte plantea recortar 587 millones sin tijeretazo y sin gravar la gasolina” (El País 20/1/2012) “El Consell contempla más recortes tras el tijeretazo de Año Nuevo” (El País  3/1/2012) “Olano pide ‘prudencia’ para valorar el impacto de los recortes del ‘tijeretazo’” (El Mundo 1/6/2010). Con estos ejemplos podemos observar que el recorte no implica el tijeretazo “[…] recortar […] sin tijeretazo […]” pero tijeretazo sí que implica el recorte, es decir, es un término que arrastra a los que están por debajo en su escala:“[…] recortes tras el tijeretazo […]” o “[…] recortes del tijeretazo”. Incluso podríamos incluir otro elemento: ajustes.

El hecho de haber recurrido a un análisis de los usos en los que aparece este término, para después compararlos con aquellos en los que se utilizan recortes y ajustes, nos permiten concluir que la ordenación escalar actual de los tres términos es la siguiente:

Tijeretazo————————- recorte————————— ajuste

+                                                                                         –

Si establecemos que tijeretazo es más fuerte que recortes, con este ejemplo podremos determinar que ajustes es más débil que recorte: “Cospedal contesta: «No hay recorte, es ajuste para salvar servicios sociales»( El País 1/1/2012), o “La Junta insiste en que no hay recortes, sino ajustes por culpa del Gobierno”( El Mundo 29/9/2011).

Para completar estas ideas, podemos fijarnos en los elementos que introducen estos conceptos y notaremos que las preposiciones y las conjunciones, tanto sin como tras, del o sino tienen gran importancia a la hora de situar a los tres elementos en orden: “Alarte plantea recortar 587 millones sin tijeretazo y sin gravar la gasolina” (El País 20/1/2012), se excluye el tijeretazo pero sí se deja el recorte lo que implica que este es más débil: ‘no hay tijeretazo pero sí recortes’. En “El Consell contempla más recortes tras el tijeretazo de Año Nuevo”(El País 3/1/2012)  se dice que ‘el recorte será más suave después del tijeretazo que se ha aplicado’.  En “Olano pide ‘prudencia’ para valorar el impacto de los recortes del ‘tijeretazo’” se incluye el recorte en el tijeretazo, es decir, ‘que haya habido un tijeretazo implica también que el recorte se ha dado. “La Junta insiste en que no hay recortes, sino ajustes por culpa del Gobierno” en el elemento negativo es el recorte y el positivo el ajuste.

En definitiva, la extensión de significado que ha sufrido el término tijeretazo ha posibilitado que se encuentre en la parte superior de una escala en la que los elementos se organizan según su nivel de negatividad.

Rosa Romero-Nieva Mahiques

Las metáforas constituyen un recurso  fundamental del hablante para presentar en términos más comprensibles conceptos difíciles de procesar y el panorama económico no es una excepción. Una muestra de la productividad que trae consigo el empleo de este recurso  es el considerable incremento de hacer los deberes en las páginas de nuestros periódicos. De este modo, el ámbito escolar presta unos conceptos, que son familiares para el hablante, al mundo económico.

La primera cuestión que debemos plantearnos es el porqué de esa elección frente a la diversidad de espacios que también contribuirían a hacer tangible la crisis económica. Así, por ejemplo, podríamos referirnos al mundo deportivo y tomar prestados vocablos como entrenar o, haciendo homenaje a la sociedad rural, cabría la posibilidad de labrar nuestro porvenir económico. La estructura sintagmática hacer los deberes ofrece una nota adicional que estimula el creciente interés de políticos y medios de comunicación para plantear medidas resolutivas desde este empleo.

El motivo que justifica tal elección es  la existencia de una autoridad -el maestro– que desde su postura jerárquicamente superior posee no solo la posibilidad, sino, más bien, la obligación de marcar al alumnado las pautas que deben cumplir. Llegados a este punto deberíamos abordar un interrogante ineludible en nuestro análisis: ¿Cuál es el objetivo de emplear esta metáfora? Cabe apreciar que no es secundaria esta potestad concebida al maestro, ya que los estudiantes saben que cumplir diariamente con los deberes marcados no solo se presenta como una imposición, sino como una tarea que les reportará beneficios intelectuales. No obstante, al margen de que los resultados sean productivos, el deber no se nos revela como una opción sino como una obligación, una vía ineludible. De esta forma, el hacer los deberes no constituye una alternativa y, por tanto, no depende de la voluntad del alumno seguirla o descartarla.

Simétricamente, y aquí reside el quid de la cuestión, la Comisión Europea y Euroestat -organismos que velan por la política monetaria europea-  sometieron a España en el 2010 a un examen que constaba de 10 preguntas (A3 Noticias: 12/04/2012) Nuestro país, visible personificación del alumno que no logra alcanzar las expectativas marcadas, suspendió seis asignaturas: deuda pública, deuda privada, cuota de exportaciones, inversiones internacionales, balanza por cuenta corriente, tasa de desempleo (peor nota de todas),… Con el ánimo de recuperar las materias pendientes, España,  o, concretamente, los políticos anotan en su agenda la necesidad de emprender reformas en el mercado laboral y el sistema financiero para sentar, así, las bases de una recuperación sostenida del crecimiento económico y del empleo (ABC 03/04/2012). Los políticos vuelven a las aulas en ese afán por reducir el déficit público: organizan reuniones para hacer los deberes (El País 15/04/2012), inciden en la necesidad de marcharse de vacaciones con los deberes hechos (La Gaceta 03/08/2011), debaten acerca de la conveniencia de hacer los deberes en casa, es decir, renunciar a la ayuda de Europa (20 minutos 12/07/2011). Sin embargo, el alumno perseverante muchas veces actúa condicionado por el resto de compañeros y en este caso, España  atribuye su bajo rendimiento (subida de la prima de riesgo) a la “inestabilidad política” de Grecia. Asimismo, el alumno modélico no pospone los deberes hasta el último momento, pues, inexorablemente, la capacidad de actuación no será la idónea (Nuevatribuna 29/02/2012). Los ministros han emprendido recientemente drásticas medidas para lograr el tan deseado aprobado: ajustes presupuestarios, reformas en el mercado del trabajo y el sector financiero,… Frustrados estos intentos, el país recurre a la ayuda del profesor, es decir necesita la cooperación de la zona euro. Tal y como se están desarrollando los acontecimientos, nuevos términos podrían incorporase a este marco escolar, infantilizando, una vez más, la imagen de España. En un futuro los periódicos podrán abrir sus páginas con titulares como “España ha sido castigada– sanción económica- por no obedecer a sus padres”, “España solicita nuevamente la beca (fondo monetario europeo) para salvar el curso” o”La Comisión Europea afirmó que España está cumpliendo con sus deberes y, por eso, no necesita de clases de apoyo (rescate económico) para reforzar las materias pendientes”. Por el momento, las noticias insisten en presentar a ese maestro que demuestra su confianza en el alumno para que persevere en su labor y no claudique en el intento.

Por tanto, debemos leer con detenimiento el lenguaje que escogen medios de comunicación y políticos, pues tratarán de ofrecer la imagen de la crisis que más satisface sus intereses. Así, si las autoridades representan la difícil situación económica como una tarea que requiere ser aprobada, el ciudadano no solo consigue entender una realidad que en términos más específicos no comprendería; sino que, además, se compadecerá de aquel desdichado alumno y tratará de colaborar en la mayor medida a que el país y sus gobernantes logren alcanzar las expectativas marcadas.

La educación despunta como un área productiva desde el punto de vista económico, sus vocablos han emigrado hacia nuevos registros discursivos y, en fin, la crisis se presenta como un arduo examen que debe ser aprobado con sobresaliente. Resulta curioso, o quizá preocupante, que ese mismo interés del que hacen gala diputados, congresistas y demás expertos en la retórica no constituya fundamento suficiente para frenar las recientes propuestas de recorte que tanto daño ocasionarían a la fuente que nutre sus discursos. Huelga precisar que con ello no pretendemos que la jerga estudiantil invada todo el terreno político, es decir, que los políticos se vean abocados a renunciar a coches oficiales y opten por realizar su trayecto hacia el congreso en autobús escolar.  El sistema educativo no constituye un lastre que deba ser paliado por medio de  programas que mengüen las ayudas destinadas hacia esta pieza angular de la sociedad. El hacer los deberes representa un objetivo indispensable tanto desde la perspectiva económica como educativa, pues únicamente, de este modo, España progresará adecuadamente.

Irene Bernabeu García

Hubo un tiempo no muy lejano en el que las grúas se levantaban por encima de los edificios ofreciendo una estampa al visitante casi tan singular como antiestética, un tiempo en el que camiones cargados de material de construcción se paseaban por las carreteras y se negaba constantemente la existencia de una burbuja inmobiliaria muy peligrosa que suponía más de un 20% de la economía del Estado. En definitiva, hubo un tiempo en el que se hinchó en exceso la burbuja creando el caldo de cultivo idóneo para la gestación de una crisis económica que inevitablemente se presentó ante la sociedad allá por el 2008 como una de las mayores recesiones económicas que se recuerdan desde el final de la Segunda Guerra Mundial, recibiendo en España el nombre de “crisis del ladrillo”.

¿Cómo que la crisis del ladrillo? ¿Qué pasa con los ladrillos? ¿Acaso tienen algún problema esas “Masas de barro, en forma de paralelepípedo rectangular, que, después de cocidas, sirven para construir muros, solar habitaciones, etc.” (DRAE)? No, dudo bastante que los ladrillos hayan caído en cualquier tipo de crisis moral, religiosa, de valores… Entonces, ¿qué es la “crisis del ladrillo”? o, mejor dicho, ¿qué sentido le hemos dado al término ladrillo? La respuesta es sencilla para el hablante, que rápidamente adivina que es una metonimia que hace referencia a las mismas realidades que sector inmobiliario y sector de la construcción y que por asimilación a estos sintagmas ha posibilitado la creación del mismo sentido en la forma sector del ladrillo. Ahora tratemos de explicarlo:

En primer lugar nos acercamos al CREA y realizamos una búsqueda filtrada, centrada en España, en Prensa y en la categoría Política, economía, comercio y finanzas. Entonces comprobamos que los términos sector de la construcción y sector inmobiliario se utilizan desde los años 70 con el mismo sentido que el que le damos actualmente, apareciendo en 81 y 39 casos respectivamente. Sin embargo, no nos encontramos ante ninguna coincidencia si buscamos sector del ladrillo, por lo que en debemos suponer que su uso es más actual, pero para cerciorarnos debemos recurrir a otras fuentes: en el diario El País (24/7/1999) aparece publicado un artículo en el que se dice que “El Gobierno de la Comunidad de Madrid ha abierto una investigación para determinar la posible existencia de un oligopolio fáctico […], que podría ser el causante del aumento del 100% en el precio de este material”. En este caso no se está haciendo referencia al total del sector de la construcción, sino exclusivamente a aquellas industrias de la  producción de ladrillos, de “Masas de barro…” (DRAE). Si continuamos por esta línea, en El Mundo (31/5/2005) aparece el primer caso que hemos podido registrar de un uso diferente: “Dentro del sector del ladrillo, objeto de persistentes compras en las últimas jornadas, las mayores ganancias del Ibex-35 se las anotaron los títulos de Metrovacesa”. Si se tiene en cuenta que Metrovacesa es una constructora, se puede afirmar que en este caso se está haciendo referencia al sector de la construcción en general. Pero, ¿qué ha pasado durante esos 6 años para que se haya añadido un nuevo sentido? La respuesta nos la da la búsqueda de ladrillo en el CREA. De nuevo filtramos la búsqueda y nos aparecen 23 casos que revisamos uno por uno para poder afirmar que 3 de ellos, de los años 2003 y 2004, tienen el mismo significado que sector inmobiliario: “La otra cara de la moneda de esta intensa actividad del ‘ladrillo’ es que prosigue la subida de los precios del suelo: ‘Los precios de la vivienda continúan aumentando muy rápidamente’” (La Razón 1/12/2004). Además, este caso es especialmente revelador, pues al aparecer entrecomillado nos hace suponer que nos encontramos ante una palabra utilizada con un nuevo sentido. Por lo tanto, las fechas demuestran claramente que ladrillo adquiere un nuevo significado que posibilita que pueda referirse a las mismas realidades que los términos sector de la construcción y sector inmobiliario; a raíz de ello, se crea el sintagma sector del ladrillo, de idénticas características.

Sin embargo, pese a tener los mismos referentes se aprecian algunos matices que diferencian los pares ladrillo-sector del ladrillo y sector de la construcción-sector inmobiliario. Para encontrarlos debemos ver en qué contextos se utiliza cada uno de ellos: ladrillo y sector del ladrillo se utilizan en entornos negativos: en el artículo del ABC (20/3/2012) “El sector del ladrillo, moroso número uno” podemos leer que “Los banqueros del país reconocen que el lastre del ladrillo explica en gran parte el elevado ratio de morosidad”. Sin embargo, en los casos de sector de la construcción y sector inmobiliario vemos que existen tanto usos en contextos positivos (“El indicador de confianza en el sector de la construcción fue el único que resistió la tendencia general a la baja y se mantuvo estable tanto en la eurozona como en la UE” La Razón 1/04/2003) como negativos (“Cuentan los analistas del BBVA lo que ya narró el Banco de España: el sector de la construcción se desacelerará en 2003” El Mundo 17/01/2003). Por consiguiente, los términos sector de la construcción y sector inmobiliario tienen unos mayores ámbitos de uso debido a que pueden utilizarse tanto en entornos lingüísticos positivos como negativos,  mientras que ladrillo o sector del ladrillo aparecen mayoritariamente en los negativos. La proliferación del uso en estos contextos ha provocado que se haya cargado de evocaciones negativas asociadas a la especulación inmobiliaria y edificación excesiva.

En definitiva, para hacer referencia al sector de la construcción y sector inmobiliario se ha añadido al término ladrillo un nuevo sentido cargado de matices negativos, que  ha entrado a formar parte del sintagma SECTOR+CN por similitud con  sector de la construcción y sector inmobiliario, lo que ha provocado que sector del ladrillo adquiera también esas connotaciones.

Contextos positivos Contextos negativos
Antes de    2003 1)Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

1) Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

2003 / 2004 1) Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

1) Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

3) Ladrillo

2005 en adelante 1) Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

1) Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

3) Ladrillo

4) Sector del ladrillo

Fig. 1 Inserción de ladrillo y sector del ladrillo en el conjunto de formas de hacer referencia al sector inmobiliario

Durante los periodos de prosperidad económica que preceden a las grandes depresiones –parece cierto que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra–, las tasas de población ocupada ascienden al mismo ritmo que los edificios; sin embargo, en las posteriores crisis se lanzan al vacío desde las azoteas. Eso sí, hay algunos trabajos que resisten los fuertes golpes que sacuden los cimientos, y no estoy hablando de del cobrador del frac, sino de de los lexicógrafos: durante los períodos de crisis se crean muchos términos o sentidos nuevos relacionados con la economía –la sabiduría popular diría que la necesidad agudiza el ingenio- que ellos deben rastrear y registrar para que posteriormente pasen a formar parte del corpus léxico. Pero no nos dejemos engañar por las apariencias: no es una buena noticia esta carga extra de faena y tampoco lo es esa explosión imaginativa de los hablantes que los lleva a crear metonimias, metáforas… Nos gusta estudiar la lengua, pero no queremos que las circunstancias socio-económicas nos obliguen a hacer lingüística de las malas noticias, aunque nos resignamos, qué remedio. Eso sí, con cautela; no vayamos a caer en el viejo refrán: mal de muchos, consuelo de tontos.

Raúl Molina Gil

Mileurista. Hace unos años, era realmente un signo de ferviente valentía atreverse a verbalizar una palabra que parecía deteriorar la imagen social  de su emisor. Todo aquel que emprendía (y digo emprendía) la arriesgada labor de transformar una oración abstracta y ajena, tal como soy mileurista, en un enunciado palpable y real, podía llegar a convertirse en un asesino de su imagen, pues ser mileurista era sinónimo de precariedad, de haber tocado fondo. Pero el mileurista aspiraba a mejorar su situación laboral y protestaba con  un único objetivo: cambiar su futuro y mejorar su situación económica y social. Con el tiempo, la esperanza se va perdiendo y nos topamos cara a cara con la cruda realidad.

El término mileurista surge hace seis años en El País. Una joven envía una carta al periódico para quejarse de la precariedad laboral de su generación: el mileurista es aquel joven, de 25 a 34 años, licenciado, bien preparado, que habla idiomas, tiene posgrados, másteres y cursillos. Normalmente iniciado en la hostelería, ha pasado grandes temporadas en trabajos no remunerados, llamados eufemísticamente becarios, prácticos (claro), trainings, etcétera.

Todo parecía apuntar en aquel entonces que ser mileurista era sinónimo de fracaso, de haber alcanzado el nivel más bajo en la escala social. Sin embargo, aquello que un día fue signo de mediocridad, pronto empezó a constituirse como una nueva clase, que, con el tiempo, pasaría a ser la  más extendida: Seguro que usted tiene un mileurista a mano: su hijo, su hermano, su cuñada, su vecino… (El País). Se consolidaba así, una nueva generación: es la generación mileurista, la que se ha acostumbrado a tener que vivir con 1.000 euros al mes y, en el mejor de los casos, con un trabajo precario (El País).

El término mileurista se convirtió en una de las palabras más usadas en la prensa española. Nos topamos pues, con afirmaciones que nos muestran el significado peyorativo que tomó el término en cuestión: El «mileurista» se ve a sí mismo como el paradigma del fracaso de este modelo económico (ABC); Y de esta manera ese tercio de la población que se debate entre el paro y el mileurismo, la «generación precaria», formado en buena medida por jóvenes con una preparación que, en teoría, es la mejor que ha tenido nunca nuestra sociedad, ve pasar los años sin que puedan crear un horizonte personal razonablemente sólido y próspero (El País).

Como vemos, en un primer momento la definición de mileurista englobaba únicamente a todos aquellos universitarios que, pese a su condición de “pluritítulos”, se veían obligados a aceptar trabajos poco remunerados. Con el paso de los años, la palabra mileurista se fue generalizando y empezó a constituir no solo la clase más baja de la escala social, sino también la más extendida: El mileurista ha dejado de tener edad. Gana mil euros, no ahorra, vive al día de trabajos esporádicos o de subsidios y, pese a todo, no se rebela. Encontramos, pues, diferentes ejemplos en los que el término mileurista ha dejado de ser utilizado exclusivamente para referirse al sector universitario y empieza a abarcar otro tipo de sectores sociales, entre ellos, los parados y jubilados: Un mercado low cost más adecuado a las nuevas economías de mileuristas, parados o jubilados con escaso poder adquisitivo y pocas esperanzas de mejorarlo a medio plazo (El Pais). Observamos además titulares tan sorprendentes como: El 63 % de los trabajadores españoles son mileuristas (Expansión). Y es que el mileurismo ha llegado a ser tan común en nuestra sociedad, que los más envidiosos quieren poder ostentar el término en cuestión, aún sin tener capacidad para ello. Hablamos de los coches mileuristas: […] se ha consolidado el vehículo mileurista -más de diez años o 100.000 kilómetros- como principal protagonista del mercado ante la mala situación económica y la falta de liquidez. (Expansión).

Casi sin darnos cuenta, el término  mileurista ha logrado superar nuestras expectativas y ha subido un puesto en el ranking. La aparición de un nuevo término, el nimileurismo, ha hecho que ser mileurista sea, más que una condena, todo un privilegio: La crisis convierte así poco menos que en unos privilegiados a quienes eran tenidos (y se tenían) por casi marginados: al menos poseen un trabajo, aunque sea malo, y al menos disponen de un sueldo, aunque apenas sea realmente digno de ese nombre (El País).

El término nimileurismo surge en el periódico El País y lo encontramos registrado por primera vez en un reportaje publicado el 9 de marzo del 2012. En él, se nos habla de una generación que ha logrado sustituir a la que hasta entonces había sido la última tendencia social. Así pues, la generación mileurista da paso a la  Generación nimileurista (El País).

El nimileurismo se ha convertido en fiel seguidor del mileurismo y, no contento con ello, ha conseguido precederle y arrebatarle el último puesto. Ser mileurista ya no es lo que era. Ahora, el mileurista es todo un emprendedor, pues aspira a subir ese peldaño, mientras el nimileurista ha perdido ya toda esperanza: “Antes éramos mileuristas y aspirábamos a más. Ahora la aspiración es ganar mil euros” (El País). El nimileurista, aquel que no llega “ni siquiera” a los mil euros mensuales, ha hecho que empecemos a ver al mileurista como todo un privilegiado y encontramos diferentes afirmaciones que nos muestran un cambio de significado en la palabra mileurista, que empieza a tener connotaciones positivas,  adquiere estatus y deja de ser el último de la fila: Hace seis años el mileurismo nació como un símbolo de la precariedad. Ahora es una aspiración. (El País). Podemos decir, pues, que el término mileurista se ha embellecido con la aparición del nimileurista: El mileurismo ha dado paso a una versión más precaria de sí mismo, el nimileurismo (El País). El nimileurista constituye una nueva categoría social y desplaza al mileurista de su posición, creando una escala como la siguiente:

+ Mileurista

–  Nimileurista


Así las cosas, solo podemos esperar que el nimileurista consiga mantener su posición y no se vea forzado a cederle el puesto a un  nuevo ganador. Quedarse en la calle nunca fue una aspiración. Esperemos que no sea necesario salir a la calle para evitarlo.

Lidia Villalba Caballero