Las cosas claras…

28/05/2012

Un mismo hecho puede ser contado de maneras muy distintas y cada una de ellas provocará una reacción diferente en el receptor. Imaginemos ese terrible momento, que a todos nos marca, en el que nos enteramos de que los Reyes Magos no existen. Al llegar a casa, todavía con una pequeña llama de esperanza en nuestro interior, le preguntamos a nuestros padres si es cierto; a lo que ellos pueden responder varias cosas: “No existen, cielo, todo es una mentira que os contamos a los niños porque sois muy inocentes. Eso sí, siempre desde el cariño, no te lo tomes a mal” o bien “Existen a medias, no son ellos los que te traen físicamente los regalos, pero siempre estarán en nuestros corazones junto al espíritu de la Navidad”. Con aquella contestación plasmamos los hechos tal y como son; sin embargo con esta lo que hacemos es encubrir las malas noticias a través de procedimientos de oscurecimiento del lenguaje provocando que el niño en cuestión no se entere de nada de lo que acaba de decírsele, pero haciendo que se quede más tranquilo. Algo así ocurre con el lenguaje político actual en España. Para comprobarlo, tomaremos dos discursos, de Luis de Guindos, Ministro de Economía y Competitividad, y de Cristóbal Montoro, Ministro de Hacienda y Administraciones, que versan sobre la subida de impuestos indirectos o, dicho en clave política, sobre el aumento porcentual de las tasas impositivas que gravan de forma indirecta en el consumo.

En primer lugar, vamos a fijarnos en la rueda de prensa de de Guindos:

-de Guindos: Vamos a dar el salto definitivo desde el punto de vista de la competitividad. Reducir las cargas e imposición sobre el trabajo […] e incrementar la imposición sobre el consumo con un incremente neto de recaudación en torno a los 8.000 millones de euros

-Periodista: De sus palabras y de los papeles que nos han pasado entiendo que el gobierno ha decidido subir el IVA en 8.000 millones de euros, con un incremento del 15% de la recaudación. Quería preguntarle si es esto cierto, si estoy equivocado y quería preguntarle también por qué no utiliza la palabra IVA, ¿Es que tienen mala conciencia por subirlo o piensan que los ciudadanos lo van a recibir de forma muy negativa?, ¿Qué explicación hay a que no se utilice un término tan conocido por los ciudadanos?

-de Guindos: He intentado hablar con los términos hacendísticos lo más adecuados posibles, por eso hablo de imposición indirecta sobre el consumo, no solamente es el IVA sino que son otro tipo de impuestos y ahí existen otras posibilidades, existen impuestos especiales.

La estrategia es clara en cuanto se ahonda en el discurso: de Guindos empieza hablando de un “salto definitivo desde el punto de vista de la competitividad” y de una reducción en “cargas e imposición sobre el trabajo”, para pasar a decir que se realizará también un incremento en “la imposición sobre el consumo”, cuya conjunción dará lugar a una recaudación de 8000 millones de euros. El receptor, y más precisamente cuando se realiza una exposición oral, tiende a quedarse con la información que se da en primer lugar y en último, por lo que esta estructura discursiva es, sin lugar a dudas, una forma premeditada de ensamblar la información de manera que quede destacado aquello que se enuncia al inicio –reducción– y al final –recaudación–, diluyendo entre estas dos ideas el incremento de impuestos, que es realmente lo más va a interesar al receptor, pero también lo más impopular.  Además, al decir que va a  “incrementar la imposición sobre el consumo” y no hablar de aumento de impuestos, está realizando un claro proceso de desautomatización del lenguaje que contribuye a enmascarar la realidad bajo un antifaz de palabras.

Pero el ávido periodista capta aquello que de Guindos ha tratado de ocultar y le pregunta de forma directa sobre el IVA, lo que provoca que de Guindos afirme que ha “intentado hablar con los términos hacendísticos lo más adecuado posibles”.

Por tanto, el propio ministro nos descubre que recurre a un léxico específico del ámbito de la economía, lo que va a provocar que el ciudadano de a pie, receptor último, principal afectado y poco docto en esta terminología, quede desinformado.

Una vez desgranado el discurso del ministro de Economía, pasemos a mostrar y analizar el de Cristóbal Montoro:

No vamos a subir impuestos en España, vamos a cambiar la componderación de los impuestos en España para favorecer el crecimiento y el empleo. Para eso hay que cambiar la ponderación de los impuestos, los contribuyentes en España no vamos a pagar más, sino que vamos a cambiar, en la medida en que la evolución económica nos lo vaya permitiendo. Es cambiar la ponderación de impuestos en claves europeas para no  depender de la financiación del resto del mundo. Así se promueve el crecimiento.

De nuevo nos encontramos ante una estructura muy similar, ya que también se inicia con una información positiva y se termina dando esperanzas de que se promoverá el crecimiento. Por lo tanto, lo que se tratará de explicar entre esos dos puntos es cómo se va a lograr el objetivo final sin llegar a “subir impuestos”, siendo la respuesta: a través de “la componderación de los impuestos”. No hay que preocuparse de nada, acto seguido nos explica que la “componderación”, palabra que no encontramos en el DRAE, es “en la medida en que la evolución económica nos lo vaya permitiendo […] cambiar la ponderación de impuestos en claves europeas”, lo que lleva a que “no vamos a pagar más” –por si acaso las otras afirmaciones pudieran crear dudas en el público–. De esta forma, no se dependerá “de la financiación del resto del mundo” y se llega a una conclusión tajante: “Así se promueve el crecimiento”. La clave para entender este juego retórico es ahondar en la “componderación”, entendida como la ponderación en clave europea. Para ello, basta con mirar cuáles son los valores porcentuales del  impuesto indirecto más importante, el IVA, para darnos cuenta de que tan solo están por debajo de nuestro 18% los países balcánicos, Chipre, Luxemburgo, Suiza y Andorra, mientras que el resto tienen valores que van desde el 19% de Alemania o los Países Bajos hasta el 25% de Noruega, Suecia, Dinamarca y Hungría. Por tanto, si tenemos en cuenta que ponderar significa “Contrapesar, equilibrar” (DRAE), lo que nos encontramos es que este discurso trata de negar en superficie la subida de las tasas impositivas a través de un lenguaje que enmascara la realidad llegándola a presentar como positiva, e incluso a través de la negación directa del hecho, pero que en el fondo nos presenta, siempre y cuando estemos dispuestos a investigar y reflexionar, un aumento porcentual en los impuestos indirectos.

Por tanto, Montoro recurre principalmente a la creación de léxico para hacer poco accesible la información comunicada, un destino solo reservado a aquellos que reflexionen e investiguen sobre lo dicho.

En definitiva, es clara y recurrente la utilización, por parte de la clase política de este país, del llamado eufemismo político, aquel que trata de disfrazar la realidad complicando lo fácil, embelleciendo o neutralizando lo feo y haciendo vago lo concreto. En este sentido, de Guindos y Montoro se mueven por caminos diferentes: aquel utiliza terminología específica del ámbito económico –“incrementar la imposición sobre el consumo”–, mientras que este opta por la creación de léxico –“componderación”–. Sin embargo, ambos convergen en un mismo punto: el oscurecimiento del lenguaje cuando se anuncian hechos negativos para así complicar la transmisión de la información, lo que genera ambigüedad, pues ambos discursos no tienen una interpretación unívoca, ya que, mientras en el de Guindos suponemos que se refiere al IVA  porque es el único impuesto sobre el consumo con el que se puede recaudar tal cantidad de dinero (es aclarado gracias a la pregunta del periodista, de no haberla realizado no se hubiera especificado), en el de Montoro hay una vaguedad más que manifiesta en cuanto al significado de “componderación”.

A todo lo anterior, se debe unir  que ambos están realizando intervenciones orales en las que, como es lógico, el receptor no puede volver hacia atrás para revisar lo dicho. Esto supone que todo elemento eufemístico con el que se oscurezca el mensaje será rechazado sin procesar por el destinatario, que no puede reflexionar sobre su significado porque perdería el hilo del resto de la intervención, por lo que la información con la que se quede será la transparente. De esta forma, en el primer caso se descartan los “términos hacendísticos más adecuados posibles” como la “imposición indirecta sobre el consumo”, mientras que se destaca aquello que se dice de forma más transparente: “reducir las cargas e imposición sobre el trabajo” y “recaudación de 8.000 millones”. En el segundo ocurre algo similar, ya que el receptor elimina “cambiar la componderación de impuestos en España”, quedándose con “No vamos a subir impuestos en España”, “favorecer el crecimiento y el empleo”, “no vamos a pagar más”, “vamos a cambiar”, “en claves europeas” (Europa es un argumento de autoridad positivo), “no depender de la financiación del resto del mundo” y “Así se promueve el crecimiento”. De este modo, los políticos diluyen las noticias negativas para la población entre toda una serie de hechos positivos que en muchas ocasiones no están del todo comprobados, ya que la “recaudación de 8.000 millones” de la que habla Guindos y el “favorecer el crecimiento y el empleo” al que hace referencia Montoro, son dos circunstancias que se derivarán, siempre y cuando los pronósticos se cumplan, de aquello que sí que se va a realizar sin ningún tipo de dudas: la subida del IVA.

El hecho de utilizar este tipo de eufemismos en los discursos crea una distancia entre emisor y destinatario, provocando, si esa práctica es constante, que el receptor tienda a alejarse progresivamente de la fuente del mensaje porque el esfuerzo que tiene que realizar para procesar la información es muy elevado. Por todo ello, el lenguaje político debería volver a su sentido etimológico “πολιτικός” (“politikós”), que significa “de los ciudadanos”, para lo que es conveniente que dé un giro que deje de lado el eufemismo, por nuestro bien y por el de la clase política si quiere mantener el apoyo popular. No somos esos niños a los que había que oscurecer la no existencia de los Reyes Magos para no dañarlos, somos una sociedad madura y preparada que necesita oír en boca de nuestros mandatarios las noticias, positivas y negativas, con las palabras justas y adecuadas.

… y el chocolate espeso.

Raúl Molina Gil

3) Nietaflauta. Este tercer apartado será el más inestable, ya que es el menos consolidado. Vivimos en una realidad cuyos cambios se reflejan día a día en el lenguaje y una vez tenemos establecidos a los yayoflautas como el ala madura del 15-M se cuela una nietaflauta en las líneas de algún artículo periodístico. La nietaflauta en cuestión, lejos de lo que pudiera parecer – podríamos estar ante una perroflauta más- es una niña pequeña que iba con sus abuelos a las protestas y a la que pusieron un cartelito que rezaba “Yo soy nietaflauta” tal y como podemos ver en el siguiente enlace: http://lasdel8.blogia.com/2012/040101-nieta-flauta.php . Más allá del impacto de esta “tierna” imagen que a muchos conquistó, llevando incluso a la creación de algunos grupos en Facebook, Yo también soy fan de la “Nieta Flauta” (https://www.facebook.com/pages/Yo-tambi%C3%A9n-soy-fan-de-la-Nieta-Flauta-/146398608814305 ), estamos ante algo más profundo ya que no solo se categoriza a aquellos que tienen un compromiso social y político sino que también se diferenciará a todos aquellos relacionados con ellos, estén o no comprometidos. Una niña no puede tener compromiso ni conciencia social como para llevar el denominador de nietaflauta, pero su presencia en una manifestación hará que, a partir de entonces, podamos diferenciar entre nietas normales y nietaflautas, lo que carga, de forma ambigua, al sufijo como cualquier elemento que se usa para sectorizar a la sociedad.

4) X-flauta, los otros derivados. Aunque parezca que la nómina de palabras que se ha creado análogamente a perroflauta termine ahí, tenemos claros indicios de que no. Esta vez no aparecen en prensa escrita pero sí están en las redes sociales que, hoy en día, son el mejor caldo de cultivo para nuevas palabras. Encontramos, entonces, derivados ya no solo de grupos sociales sino en cuanto a profesión o situación familiar: profeflautas, padreflautas (que aparece en fecha muy cercana al término yayoflauta,  en un tweet del 22 de octubre de 2011: “@Nacho_Ariza Padreflautas y profeflautas al unísono: la pública para adelante, la privada para atrás #mareaverde” ) o mediflautas (7 de diciembre de 2011, hablando sobre compañías médicas: “lo mismo ni está entre las opciones a elegir y que acogernos a mediflautas o vete tu a saber…”) son  algunos de los ejemplos que hemos podido encontrar en la red en general. En todos los casos recogen dos requisitos que explicaremos mejor más adelante: se trata de un colectivo comprometido con una causa, en el caso de los dos primeros, con la educación y, en segundo lugar, tiene un uso en cierto modo despectivo, como el contexto en que encontramos mediflauta.

Finalmente, en el periódico El País encontramos, el día 17 de mayo de 2012, la siguiente viñeta, donde se hace un guiño a todos aquellos “perroflautas” que, en su día, fueron desalojados:

En la revista El jueves, tan solo un día después, el 18 de mayo de 2012, encontramos un cartel que nos habla de banquero-flauta aunque, en este caso, volviendo a su origen primigenio y casi equivalente a perroflauta:

Curiosamente, tanto nietaflauta como banqueroflauta se escriben todavía como dos términos separados. Como veíamos con respecto a perroflauta, Fundéu recomendaba escribirlo en letra redonda, sin ninguna tipografía especial y en una sola palabra, lo que podría indicarnos que no se encuentran todavía fijados del mismo modo que perroflauta o yayoflauta, debido a que sus apariciones han sido esporádicas, al igual que ocurría con padreflauta, profeflauta y mediflauta, que pueden haberse escrito de este modo porque quien los “nombró” conocía bien cómo debe escribirse perroflauta y lo hizo según la norma mientras que, posiblemente, aquellos que usaran banquero-flauta o banquero flauta no lo tenían tan claro. Por otro lado, en el caso de banqueroflauta también influye el hecho de ser una palabra con 3 sílabas, que pasa a 5 con una acentuación llana que hace que la pronunciación sea “extraña”.

En conclusión, estamos asistiendo a la creación de un sufijo, -flauta, que tendrá un significado muy ambiguo dependiendo de quien lo emplee. Por un lado, para aquellos que lo hagan de forma despectiva, se tratará, por tanto, de un sufijo similar a –esco, y, de otro, aquellos que lo empleen de forma positiva, como indicador de un grupo de personas comprometidas, social y políticamente, y, generalmente, reivindicativas. ¿Estamos ante una moda lingüística o ante la consolidación de un sufijo que triunfará, se impondrá y dentro de 50 años será tan habitual como el arriba mencionado –esco? No podemos saberlo con seguridad, ya que la lengua irá cambiando junto a esta situación social, y según el rumbo que siga esta tendrá más o menos oportunidades de fijarse, pero hoy en día así parece ser.

Por tanto, gracias a todo lo originado socialmente por la crisis,  hemos asistido a un desplazamiento de tal calibre que lo que antes era un término despectivo se ha cargado de una connotación política que ha hecho que se acuñen nuevos términos a su imagen y semejanza (apartados 1 y 2). Tras este cambio, que tiene que haber sucedido antes para que la transformación se pueda llevar a cabo, un grupo, que nada tiene que ver con esos jóvenes desaliñados con sus perros famélicos, al sentirse identificado con las demandas de los indignados, calificados con intención peyorativa de perroflautas, tomará este concepto y decidirá aplicárselo a sí mismo, operando un cambio en la raíz de la palabra  para que esta se convierta en automático identificador de su propia realidad: perroflauta > yayoflauta, ya que son todos, cariñosamente, “yayos” comprometidos con nuestra convulsa sociedad. A partir de aquí se han seguido acuñando nuevos términos (apartados 3 y 4), en los que vemos ya que una palabra perteneciente al léxico cotidiano como es flauta se ha vaciado de su significado original, “Instrumento musical de viento, de madera u otro material, en forma de tubo con varios agujeros circulares que se tapan con los dedos o con llaves” (DRAE), para convertirse en un sufijoide, el cual ahora denotará (de forma ambigua como ya veíamos) compromiso político y social. El único matiz que cabe añadir es que su consolidación como sufijo todavía no se ha producido totalmente ya que encontramos ejemplos en los que todavía se encuentra como locución (nieta flauta) y otros en los que sí es sufijo (padreflauta).

Gemma Burgos Segarra

A nuevas realidades, palabras nuevas. Actualmente una gran parte de las nuevas contribuciones a la lista de palabras que conforman nuestro vocabulario para designar “personalidades” se crean por composición. Este procedimiento nos deja joyas tales como gafapasta o perroflauta o, en su nueva versión, yayoflauta (iaioflauta según la procedencia del ejemplo y que nosotros normalizaremos con la <y>, ya que es la más frecuente). Se trata de palabras compuestas por dos sustantivos cuyo significado es simplemente la suma de los significados de cada uno de ellos.

A continuación, analizaremos en el significado de perroflauta, que ha sido modificado a causa de los movimientos que se han alzado en contra de la situación de crisis actual, el de yayoflauta, que tiene poco que ver, aparentemente, con el del primero pero que ha ahora ha surgido con fuerza para, finalmente, observar otros posibles casos de composición con el “sufijo” -flauta y su posible evolución.

1) Perroflauta significa, literalmente, un joven con un perro y una flauta, pero no nos quedemos ahí, ya que sería una definición demasiado escueta. Es posible que este término surgiera en un principio para denominar a este grupo de jóvenes, que podríamos categorizar como neojipis, que sí que iban con un perro y, a menudo, con una flauta o instrumento musical cualquiera, pero la verdad es que hoy en día su significación abarca muchos más rasgos. No solo se refiere a la anterior descripción sino también a cualquier joven de aspecto desaliñado que presume de estar comprometido (anti)políticamente. Generalmente se usa este término de forma despectiva y suele englobar a un grupo muy homogéneo de anarquistas, okupas…, todos ellos con una estética similar. Para más detalles, veamos la descripción que aparece en el periódico ABC:

“El hippismo está de capa caída. Ni siquiera el nombre conserva el viejo sabor a libertad y juventud. Hoy nos suena más bien a viejo y antiguo. De hecho ha sido reemplazado por el despectivo, y no del todo inexacto, perroflauta. (…)En las esquinas, había jóvenes con aspecto de querer revivir el antiguo espíritu. Pero más que hippies parecían eso, perroflautas, con su inescapable aspecto de desaseo y pobreza.” (15/08/2011 A contracorriente Edición de Galicia)

El término perroflauta empieza a aparecer en los periódicos de forma significativa sobre el año 2004. Anteriormente, todos los resultados se refieren a un grupo de rock llamado Perroflauta lo que nos lleva a pensar que, aunque la realidad no aparece hasta más tarde de forma escrita, ya existía. No existen resultados en el CREA pero sí encontramos una posible definición en el Fundéu, la fundación del español urgente, donde se recomienda la tipografía normalizada del término, la escritura en una sola palabra, sin guion, y la siguiente definición “Se emplea el término perroflauta para referirse a un tipo de persona, habitualmente joven y con aspecto descuidado, que puede verse como un hippy en su acepción más moderna. Se les denomina así porque suelen llevar perros y tocar la flauta, aunque el término ha trascendido su significado original y se utiliza en muchas ocasiones de forma despectiva para referirse a cualquier joven con aspecto desaliñado”. Cabe decir que esta respuesta del Fundéu se produce ante la aparición masiva del término en los periódicos tras el movimiento 15-M.

Con la llegada del movimiento 15-M no solo se empezó a llamar perroflauta a los integrantes de este colectivo que participaban en las protestas  contra la crisis (porque haberlos, los había) sino, también, prácticamente a cualquier joven con aspecto, desaliñado o no, que se adhiriera a este movimiento y adquiriera un cierto compromiso político. Estamos, por tanto, ante un caso de enriquecimiento, de ampliación del significado de un término categorizador que pasa  de designar a un colectivo reducido a designar  uno mucho más amplio ya que no todos los indignados son antisistema, antipolítica, anti-… como suelen proclamarse los que serían perroflauta original. Su nuevo significado ya no es aquel invariable que englobaba solo okupas, punks o antisistema, sino que las características que primarán serán la de desaliño y compromiso político. Por consiguiente, ya no es necesario llevar, por ejemplo, un pantalón de cuadros con una camiseta rota para ser perroflauta: ahora solo se necesita ir un poco desaliñado, cosa que está de moda, y tener cierto compromiso con la sociedad. El término se ha desplazado y es posible que dentro de un tiempo ya no designe al colectivo que designaba en el año 2004, mantenga la nueva acepción y estos tengan que buscar un nuevo nombre que los designe.

Esta ampliación de significado, en la que el término queda políticamente marcado, servirá de base para que se acuñe el término de yayoflauta, palabra que usará un colectivo reivindicativo de gente de la tercera edad como veremos a continuación.

2) Yayoflauta. Este término ha aparecido con fuerza en los periódicos tras la “celebración” del primer aniversario del movimiento 15-M como colectivo identificado al que definen de las más variadas maneras pero siempre estableciendo una jerarquía con relación al grupo como vemos en el siguiente ejemplo: “Este año se han sumado a la acción reivindicativa los «yayoflautas», el colectivo de indignados de la tercera edad (…)” ABC. No estamos ante un grupo de “indignados” (para más información remitimos a “El efecto indignado”) con unos intereses distintos, como parecía ser en sus primeras acciones (reclamaban mejoras relacionadas con ambulatorios, tarifas de autobús para jubilados y pensiones), sino que se han unido a la causa común. La gran diferencia entre los “yayoflauta” y el resto de indignados no es solo la edad, sino la experiencia, que, como bien se dice, es un grado. La mayor parte de integrantes de este colectivo son gente mayor de 60 años, no siempre jubilada –en declaraciones televisivas del pasado sábado 12 de mayo una mujer se autodenominaba como yayoflauta pero sin estar jubilada ya que tenía que trabajar hasta los 67, nuevo mínimo de jubilación-, republicanos, generalmente, y que ya en la transición lucharon por conseguir unos derechos que ahora no quieren perder.

El movimiento se inicia en octubre de 2011 y, en noviembre, empezamos a tener noticias escritas de sus acciones tal y como vemos en el periódico Expansión:

Un grupo de unos veinte jubilados, conocidos como ‘iaioflautas’, que se identifican con el movimiento 15-M, han ocupado este mediodía durante 45 minutos la sede de la agencia de calificación Fitch Ratings España (…)” (Expansión, 7/11/2011)

En esta noticia aparecerán dos elementos importantes: por un lado quienes integran el grupo (jubilados); y por otro lado, su filiación ideológica dado que se identifican con el 15-M lo que nos dará las claves para la interpretación de sus acciones.

No será hasta febrero de este mismo año cuando tomarán mayor relevancia, llevando a cabo acciones con, cada vez, un mayor número de integrantes para, finalmente, acabar uniéndose a las proclamas de los indignados, algo que se refleja con un aumento de apariciones de esta palabra en prensa y televisión. En el siguiente ejemplo vemos cómo se refiere al inicio del movimiento yayoflauta en el mes de octubre de 2011 aunque la prensa generalista no se hizo eco hasta 3 meses después, ya que esta es la primera noticia que aparece con este término:

“Los vecinos del barrio de Bellvitge de L’Hospitalet de Llobregat cumplieron ayer 100 días de ocupación del centro de atención primaria (CAP) de la Rambla de la Marina para reclamar a la Generalitat su reapertura. Los ocupantes del ambulatorio son, en su mayoría, personas mayores del barrio -los autodenominados yayoflautas– que el pasado 28 de octubre decidieron ocupar el centro en el último día de funcionamiento y desde entonces se organizan en turnos para no abandonar el edificio.” (5/2/2012) El País

El colectivo también tiene una página en Facebook llamada “iaioflautas” en la que cuelgan noticias relacionadas y se llaman “a la lucha” con consignas tan llamativas como “La experiencia es un grado, la indignación un estado” y una página web, “iaioflautas.org”, cuyo subtítulo, traducido del catalán es muy ilustrativo: “luchamos y conseguimos una vida mejor para nuestros hijos” confirmando la caracterización anterior que hacíamos del grupo.  Como curiosidad, estos “iaioflautas” eran de Cataluña pero en la última semana ha surgido un nuevo grupo valenciano. Un movimiento “imparable”.

En dicha página web explican que deciden autodenominarse así como reacción al uso de perroflauta para descalificar a los manifestantes adheridos al movimiento 15-M. Pero, ¿por qué deciden tomar de la palabra la parte flauta y no la de perro llamándose, por ejemplo, perroyayos? Puesto que, como veíamos, el significado de estas palabras compuestas es la suma de los significados de ambos, la parte perro nos remite a un referente sucio, famélico… que suele ser el estado en el que se encuentra los animales de los susodichos; por otro lado, la parte de flauta es más neutra, se puede referir al ruido, a la música, pero será, también, la que seleccionará el rasgo de compromiso que se ha producido con el cambio de significado operado en perroflauta tras el 15-M que, junto con la mayor relevancia que se le dará al yayo configurará el significado del nuevo término. Así pues, tendremos no unos jóvenes desaliñados pero comprometidos sino un grupo de gente mayor que adquieren un compromiso con la sociedad de la crisis.

Gemma Burgos Segarra