La voz flexibilidad ha cobrado en los últimos meses bastante protagonismo porque ha sido un concepto clave para explicar en qué iban a consistir la última reforma laboral (Real Decreto-ley 3/2012, de 10 de febrero, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral.) y la de Educación (Real Decreto-ley 14/2012, de 20 de abril, de medidas urgentes de racionalización del gasto público en el ámbito educativo).

El DRAE define así el término:

 

flexibilidad. 1. f. Cualidad de flexible.

flexible. 1. adj. Que tiene disposición para doblarse fácilmente. 2. adj. Que en un enfrentamiento se pliega con facilidad a la opinión, a la voluntad o a la actitud de otro o de otros. Carácter, persona flexible.3. adj. Que no se sujeta a normas estrictas, a dogmas o a trabas. Ideología, legislación flexible. 4. adj. Susceptible de cambios o variaciones según las circunstancias o necesidades. Horario, programa flexible.

Tengamos en cuenta cómo a partir de la segunda acepción de flexible, todas las acepciones se crean por un proceso metafórico guiado por la idea de adaptación. Esta idea nos interesa porque, si leemos ambos decretos, veremos que se hace un uso correcto del término: en ambos documentos se pretende demostrar que la ley va a adaptarse en cada ámbito a la situación económica actual:

La crisis económica que atraviesa España desde 2008 ha puesto de relieve las debilidades del modelo laboral español. La gravedad de la crisis actual no tiene precede

precedentes. España ha destruido más empleo, y más rápidamente, que las principales economías europeas (…) El Gobierno encarna y sirve a los intereses generales y tiene la obligación de garantizar y satisfacer los intereses de todos aquellos que estén buscando un empleo. La reforma propuesta trata de garantizar tanto la flexibilidad de los empresarios en la gestión de los recursos humanos de la empresa como la seguridad de los trabajadores en el empleo y adecuados niveles de protección social. Esta es una reforma en la que todos ganan, empresarios y trabajadores, y que pretende satisfacer más y mejor los legítimos intereses de todos. (Real Decreto-ley 3/2012).

La flexibilidad se entiende así como la solución a un problema que pasa por el hecho de estirar las posibilidades del sistema. Sin embargo, este uso de flexibilidad no es nuevo, aunque sí más frecuente que antaño.

En el CREA aparecen trece ejemplos en prensa del sintagma flexibilidad laboral desde 1986 hasta 1997. La diferencia con la época actual simplemente es cuantitativa, no cualitativa: ahora se dan más casos en menos tiempo, pues en cualquier buscador de internet veremos que solo del último año aparece una cantidad mucho mayor de ejemplos que en la época que recoge el CREA. Por tanto, todo parece indicar que ha sido en este momento cuando ese concepto ha tenido más repercusión en los medios (posiblemente porque ahora haya más medios, pero eso no nos importa; lo que importa es que es un concepto muy manido actualmente). Al margen de todos estos rasgos cuantitativos, el nexo en común entre nuestro presente y la España de hace veinticinco años es que no hay una diferencia cualitativa en el empleo del término. Ahora, flexibilidad laboral significa lo mismo que entonces y se potencia desde los mismos sectores que entonces. Veamos algunos ejemplos:

 

(1)  «El ministro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, considera necesaria la flexibilidad laboral y el abaratamiento del despido para reducir con éxito la tasa de paro, según afirmó en Santander. Por estas declaraciones, UGT acusó al ministro de intentar «torpedear el diálogo social».» (ABC, 10/07/1988)

 

(2)  «El secretario de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), Emilio Gabaglio, señaló que (…) «Estamos de acuerdo en dar prioridad a la formación profesional, profundizar en la flexibilidad laboral, vincular los incrementos salariales a la productividad, reducir los costes salariales indirectos y fomentar iniciativas regionales generadoras de empleo».» (La Vanguardia, 30/10/1995)

Tras la lectura de estos ejemplos observamos que el término flexibilidad laboral está relacionado siempre con dos agentes: el gobierno de turno (sea del color que sea) y los empresarios (que suelen tener el mismo color), quienes a su vez, se enfrentan siempre con su antagonista: los sindicatos. El hecho de reconocer quiénes son los impulsores de este concepto nos puede ayudar a desvelar qué se esconde realmente detrás de dicho concepto.

Flexibilidad es un término que por sí solo no muestra valores negativos (más bien al contrario: algo flexible a priori es algo bueno, pues se entiende que se adapta a las necesidades del destinantario). Sin embargo, como se ve en el ejemplo (2), se enmascara con dicho término una realidad «dolorosa» para el que la va a recibir, y por tanto repercute de manera negativa en la imagen del hablante. De este modo, el término va cargándose poco a poco de connotaciones negativas en este tipo de contextos.

En la situación actual de crisis y reformas estructurales (concepto que daría pie para una nueva entrada), ha habido muchas voces críticas con la última reforma laboral, como, por ejemplo, la de Mónica Oltra, diputada por Compromís en las Cortes Valencianas, quien en su perfil de twitter apuntaba la siguiente reflexión: «¿Por qué lo llaman «flexibilización» cuando quieren decir «explotación?»

Esta reflexión nos lleva a pensar en que la palabra flexibilidad está siendo utilizada como sustituto eufemístico de términos o conceptos más duros y peor aceptados para la sociedad (tabúes), los cuales se necesita atenuar, hacer ambiguos o desdibujar por parte de quienes han de llevarlos a cabo.

¿Qué implica realmente esa flexibilidad laboral? Principalmente el atraso de la edad de jubilación, la pérdida de poder adquisitivo, la libre contratación y el abaratamiento del despido (que eso sea una «explotación» o no, es consideración de cada uno; lo que no es opinable es que con la voz flexibilidad se oculta una realidad).

¿Y qué implica la flexibilidad en el caso de la educación? El despedido de profesores (o no renovación de interinos) debido al aumento de la ratio del número de alumnos por aula, además del aumento de horas lectivas de los docentes. Todo un magisterio sobre flexibilidad.

Como bien sabemos, no es ninguna novedad el hecho de que los políticos (y los periodistas) hagan uso del eufemismo para proteger su imagen social. El problema es que estos sustitutos eufemísticos no sean percibidos como tal por quienes interpretan la información solo a partir de lo que aquellos dicen, sin buscar lo que (no) quieren decir. Lo cual es más beneficioso, si cabe, para quien utiliza el eufemismo, pues el hablante no se responsabiliza de la interpretación del oyente.

Tal vez deberíamos tener cuidado con tanta flexibilidad, no sea que al final se rompa la cuerda…

Adrián Ombuena Cabanes