Actualmente se puede encontrar en cualquier página web de Banco o Caja de Ahorros un apartado destinado a estudiantes donde se anuncian, entre otras cosas, préstamos universitarios. En relación a la entrada anterior del blog sobre los préstamos bancarios para estudios de máster y el nuevo encadenamiento que ha resultado de la concepción de estos como buenas noticias  (http://ponss.blogs.uv.es/2014/07/06/poder-estudiar-una-buena-noticia/), nos planteamos adentrarnos en el discurso que los bancos y cajas de ahorro españoles han implantado sobre el campo de la educación, en particular de todo aquel significado lingüístico que implique la necesidad de recurrir a una entidad bancaria para realizar unos estudios.  En estas dos entradas del blog analizaremos cuatro anuncios de Banco Santander, La Caixa y Caja rural.

 

En primer lugar, tenemos la aparición de la siguiente campaña publicitaria de Banco Santander:

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La campaña publicitaria muestra un enunciado en el cual la fórmula más que un banco a tu lado se constituye como  condición indispensable –necesitas- para realizar unos estudios. Ahora bien ¿qué es más que un banco? Si atendemos al hecho de que conocemos el significado de la palabra banco pero desconocemos completamente qué puede ser más que un banco, el lenguaje empleado en esta publicidad presenta el siguiente eje:

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Esta construcción que se presenta en un principio como ambigua, en el contexto del enunciado se resuelve, es decir, el patrón de la página web muestra inmediatamente después de tal afirmación,  Descuentos-Formación-Becas. Si lo que se publicita en el anuncio son Becas o Descuentos – y también préstamos, pues esta es la información que se presenta si lees un poco más abajo: Banco Santander pone a tu disposición una amplia gama de préstamos -, encontramos que aquello que encierra más que un banco, está constituido precisamente por esta serie de Descuentos y Becas. Este hecho lingüístico no es aislado, lo encontramos también en sus correlatos del lenguaje corriente del tipo ser más que un amigo, donde habitualmente se produce un rodeo para evitar usar otro tipo de expresiones que indican una relación superior del estilo  novio o amante como en el siguiente ejemplo del CREA: No lo sintió con Sergio cuando decidió convertirlo en algo más que un amigo, en una especie de segunda piel. A partir de lo que implica este tipo de expresiones en el significado lingüístico, nos aventuramos a buscar más que un banco en CREA. Encontramos cuatro ejemplos de esta fórmula, tres de los cuatro son pertenecientes a discursos periodísticos y publicitarios. Por ejemplo: siempre va a estar ahí para darle una mano, más que un banco es un amigo. De esta forma, podemos afirmar que la expresión más que un banco se utiliza como rodeo de una información lingüística que se proporciona inmediatamente después: un amigo  en el caso de CREA, Descuentos Formación Becas en el de Banco Santander.

Quizás sea un poco aventurado afirmar tal aseveración, sobre todo tratándose de un discurso, como es el educativo, donde no es frecuente el enunciado descuento (ningún resultado en CREA). El enunciado beca en cambio, no es inusual en este tipo de discursos (beca de estudios tiene 10 entradas en CREA). Por lo tanto, cabría preguntarse ¿desde cuándo hablamos de descuentos en la educación? Buscamos en bases de datos de periódicos de gran tirada, El Mundo y El País, y no encontramos ninguna publicación que haga referencia a esta asociación en tiempos anteriores a la crisis, en cambio sí encontramos artículos que explícitamente hablan de descuentos en educación posteriores al surgimiento de la crisis, como es el caso de este artículo de El País en 2012, que habla de la subida de las tasas universitarias en Cataluña y la existencia de unas becas que proporcionan un descuento en la matrícula: Las Becas Equidad, que suponen un descuento del 50% de la matrícula;  o por ejemplo este otro de El Mundo en 2015, en el que se citan los descuentos que tienen las familias numerosas, incluyéndose la educación: trata de descuentos en automóviles, alimentación, educación. Efectivamente, hablamos de descuento en relación a los estudios desde hace bien poco. Este encadenamiento aparece como una forma de nueva creación propiciada por la coyuntura económica.

Por otro lado, también debemos destacar también valor final de para tus estudios. Este enunciado crea un espacio que está cubierto por la palabra estudios, un sustantivo que puede referir a múltiples realidades pero que el contexto lingüístico no especifica –podría referirse a llegar a la universidad, a tener éxitos y buenos resultados en lo que se estudia, a estudiar con comodidad etc.- y por tanto no podemos describirlo en estos términos. Ahora bien, este lugar se enuncia con valor de finalidad, como una meta u objetivo a la cual se ha de llegar, desde un lugar de origen que no se enuncia en este caso, y que se realiza a través de un medio. Este medio sí estaría descrito por más que un banco a tu lado¸ que como ya hemos enunciado entraña a descuentos y becas. Los estudios se plantean de este modo como una finalidad para la que hay un medio: más que un banco a tu lado.


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En la publicidad que acabamos de analizar se produce un encadenamiento encerrado en una fórmula final que implícita la necesidad de tener más que un banco a tu lado para realizar estudios que no eran especificados. En el siguiente ejemplo de  La Caixa: (https://portal.lacaixa.es/prestamoshipotecas/prestamoerasmus_es.html)  se especifica un término dentro del verbo estudias: un máster en otro país europeo pero no encontramos la fórmula final en el encadenamiento que se produce:

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En este caso, el anuncio describe las condiciones y requisitos de préstamo para realizar estudios de Máster en el extranjero: el Préstamo Máster Erasmus +. La frase publicitaria contiene como primer elemento si no estudias un máster en otro país europeo que posee una causa, el segundo elemento: es porque no quieres. El tipo de cláusula porque no quieres se trata de una expresión pragmáticamente marcada dentro del lenguaje ordinario para indicar una circunstancia en la que hay un único obstáculo para cumplir la voluntad de un individuo, y este obstáculo se plantea por parte del emisor  de forma que no supone un auténtico problema para el receptor

En la publicidad analizada se dice, pues,  que no hay ningún problema para realizar la acción del primer elemento, que si realmente se desea estudiar un máster en otro país europeo no hay ningún impedimento para ello. Se omite así cualquier tipo de información lingüística relativa a los amplios costes de vivienda, transporte o matrícula. Al igual que en el caso de Banco Santander,  si exploramos el link que hemos proporcionando más arriba, el contexto lingüístico de la página web  se habla en exclusiva del Préstamo Máster Erasmus +.De esta forma en el segundo elemento del enunciado se encierra un significado implícito porque no quieres contratar un préstamo bancario, pero expuesto mediante una fórmula lingüística que induce al receptor a asumir que contratar un préstamo bancario es equivalente a no tener ningún tipo de impedimento. El encadenamiento se realiza de forma que si hay préstamo, no hay ningún problema (~ problema) y si no hay problema, la acción no se realiza porque no quieres.Encontramos ejemplos de este tipo de fórmula en CREA como si no te curas es porque no quieres o No puedes porque no quieres.

 

Otro tipo de encadenamientos se producirán en los casos de la siguiente entrada, donde vamos a trabajaremos con dos publicidades provenientes de La Caixa y Caja Rural.

 

Juan Martínez Gil

En época de crisis, con una situación políticamente incierta y enseñando las enaguas de varios escándalos consecutivos, los bancos parecen entender que el siglo XXI o será del Cliente o no será. Se sacan las corbatas, se arremangan las impolutas camisas y salen a la puerta como los mercaderes de antaño, para atraer a los clientes con eslóganes impactantes. La imagen de una entidad puede generar mayores beneficios que las propias condiciones que ofrece a los inversores. Su mensaje debe ser sencillo, identificable y convincente.

Estudiaremos uno de los eslóganes más conocidos de los últimos meses, el de la financiación de Bankia: “En la vida ya pagas demasiadas comisiones”. Observaremos  el empleo metafórico de la palabra comisión en la expresión pagar comisiones; el efecto que logra en el receptor, cómo se produce y, finalmente, si se ha extendido a otras áreas ajenas a la financiera.

https://www.youtube.com/watch?v=FXMORcaS5ZE

En este anuncio, el espectador u oyente se ve bombardeado con una serie de mini-sketches que presentan situaciones poco agradables que reconoce. Son contextos cotidianos, momentos que exigen una especial paciencia por parte del protagonista: “Le rayó el coche”, “Viajó a la final del mundial”, “No la visitó en un mes”.

La rectificación se lleva a cabo pagando un peaje, una comisión. El “infractor” es “castigado” por la persona vejada, normalmente su pareja, amigo o algún tipo de familiar, que cobra  así su venganza. El esposo que hizo un viaje a Sudáfrica con motivo del mundial debe pasear al perro por las mañanas; el joven cuyo compañero de trabajo le cubrió una semana de vacaciones ha de cantar con él en el karaoke; el novio que olvidó el aniversario de su novia se redime acompañándola a la ópera.

Sin considerar el mensaje levemente sexista –los errores de los hombres están relacionados con el tiempo libre y los deportes, mientras que la falta de la mujer encaja en el tópico de mala conductora que raya el coche de su pareja-, nos centraremos en la presentación metafórica del término comisión. Las comisiones simbolizan aquí todas aquellas acciones que hemos realizado por sacrificio o como compensación de un fallo anterior: “Ver una ópera en griego es la comisión que te cobra tu novia por olvidar su aniversario”. Este tipo de empleo de la palabra en un campo semántico ajeno al financiero está destinado a implicar emocionalmente al receptor y hace que se identifique con el eslogan.

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Frente a un mundo familiar adverso, en que el sujeto se resigna a hacer aquello que no desea, el banco se define como un entorno paradisíaco donde puede elegir su financiación, sus métodos de administración, sus transferencias, obteniendo además beneficios y sin invertir ningún esfuerzo a cambio. “En Bankia no cobramos comisiones. Trae tus ingresos y te quitamos las comisiones en todas tus cuentas”. En comparación con las dificultades de su vida familiar/social, los problemas que el banco le pueda acarrear son mucho menores. Casi inexistentes.

Desde la teoría de la cortesía, una de las ideas que se han propuesto es la estrategia de imagen: actividades comunicativas que todos realizamos para integrarnos socialmente o para determinados fines comerciales. Las estrategias aseguran una mejor aceptación del mensaje por parte del receptor, o, por el contrario, determinan su rechazo. Un mal uso de la imagen podría hacer que los clientes de Bankia dejaran de invertir en él.

Entre las diversas estrategias posibles, la más directa sería la maximización del beneficio del receptor y la minimización de su coste. Se trata de hacer que el receptor descubra las ventajas de tu propósito. Si el esfuerzo es mínimo y se obtienen numerosos beneficios, el cliente se sentirá atraído. La expresión pagar comisiones coloca los campos semánticos de las finanzas y de la familia en oposición. De ello resulta que el financiero es más sencillo y comprensivo que el familiar/social,   porque aquí “no se cobran comisiones”.

La RAE acepta varios significados de la palabra comisión (“Acción de cometer”, “Orden o facultad que alguien da por escrito a otra persona para que ejecute algún encargo o entienda en algún negocio”). El anuncio de Bankia escoge sin duda el quinto: “Porcentaje que recibe un agente sobre el producto de una venta o un negocio”. Sin embargo, en enunciados como “En tu vida pagas demasiadas comisiones” o “Sacar al perro es la comisión que te cobra tu mujer […]”, queda claro que esta palabra tiene un uso diferente al anterior, un uso que no está recogido por la RAE.

Comisión sigue actuando de complemento directo en este tipo de expresiones. Siempre va acompañado de verbos como pagar o cobrar, aunque no con sus significados habituales. ¿Cómo le ha otorgado el anuncio, entonces, esta nueva posibilidad a la palabra?

Desde la perspectiva de la semántica cognitiva se ha señalado la metáfora como uno de los métodos más frecuentes de cambios de significado. Se trata de un proceso de proyección de un dominio semántico –el más concreto o accesible, en este caso el económico- sobre otro con mayor grado de abstracción, más difícil de analizar para nuestra mente –aquí, el de las relaciones personales-. Ambos comparten un determinado rasgo que hace posible su comparación y el “trasvase” semántico de la palabra hacia el segundo campo. Esto provoca que el uso de verbos comerciales con otros significados sea común, a veces de manera inconsciente para el hablante: “pagar el pato”, “cobrar” –como “recibir una paliza”-, “me las pagarás”, etc. Algunos de ellos se emplean con tanta frecuencia que el cambio se extiende y la RAE acaba incluyendo nuevas acepciones en su diccionario. En el siguiente esquema observaremos mejor este proceso:

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Ambos dominios de la palabra comisión comparten el rasgo de compensación o quid pro quo: en la esfera financiera, la suma que cobra una entidad a cambio de ofrecer determinados servicios, como por ejemplo sacar dinero de su cajero automático. En la esfera social, más abstracta, un individuo hace un favor a otro a cambio de que, en su momento, se lo devuelva.

Se deduce que los servicios ofrecidos por un banco suponen una especie de sacrificio por el cual se cobran comisiones, igual que, en el trabajo, alguien que cubre a su compañero durante una semana de vacaciones lo tendrá a su disposición en el futuro. Sin embargo, Bankia decide amablemente renunciar a su compensación. Presta servicios “a cambio de nada”, cuidando como nadie de su cliente. Mientras tanto, en el entorno familiar se siguen pagando comisiones:

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¿Qué efecto logra esta metáfora de la palabra comisión en el eslogan? El que busca cualquier publicista: volver más atractivo su producto. Si en el vídeo se dijera simplemente “En Bankia no se cobran comisiones”, el impacto sería menor, dejaría casi indiferente al espectador. En cambio, si apela a su esfera privada, consigue que se identifique con el mensaje y se incluya en él. El receptor comprende, además, que las comisiones son negativas en todos los ámbitos y que la entidad hace un gran sacrificio al suprimirlas.

Finalmente, todavía no podemos afirmar que se haya extendido el uso metafórico de la palabra comisión. Hemos acudido al corpus CREA y a los medios de comunicación y no se registra fuera del spot de Bankia. Aún así, no sería la primera vez que un anuncio publicitario cree cambios, modas lingüísticas e incluso palabras nuevas. Recordemos el anuncio de Estrella Damm en 2014 (“Mediterráneamente”), el eslogan de Ikea (“La república independiente de mi casa”), El Corte Inglés (“El verano empieza en el Corte Inglés”), etc. El campo publicitario se configura como un espacio en continuo movimiento para los usos pragmáticos de la palabra. Vivimos en una sociedad bombardeada, influenciada, dominada por hábiles anuncios que abren sin permiso la puerta de nuestra mente y además nos dicen con irónica cortesía: “Permíteme que insista…”

Mª del Mar Calvo Lambru

En el este post nos proponemos comprobar si existe realmente un posible significado nuevo en el uso del término refugiados dependiendo del entorno en que se encuentre. El uso de dicha palabra ha aumentado considerablemente en estos últimos años debido, fundamentalmente, a la llegada masiva de los mismos al continente europeo. La importancia que adquieren para nosotros se relaciona constantemente con los efectos producidos por la crisis, como el aumento de paro o la reintegración de las personas con menos recursos en la sociedad. Ambos hechos se aplicarían directamente a los refugiados y, si a ellos sumamos los ciudadanos que se encuentran en esta situación, el resultado es un aumento de las tensiones tanto política como socialmente, hecho que se refleja lingüísticamente.

Para empezar, el Diccionario de la Real Academia Española define este término con una sola acepción: “Persona que, a consecuencia de guerras, revoluciones o persecuciones políticas se ve obligada a buscar refugio fuera de su país”. El diccionario CLAVE tampoco varía mucho su definición: “Persona que busca refugio fuera de su país de origen, generalmente porque huye de una guerra, de una catástrofe o de una persecución política”; aunque en este caso, remarca que se trata de un sustantivo diferente al de exiliado (“expulsado de su país de origen, generalmente por motivos políticos”).

En cuanto a la metodología, hemos realizado un trabajo de investigación partiendo de la hipótesis de que sí ha habido un cambio en la connotación de la palabra. Dicho trabajo ha consistido en analizar un 10% del total de los casos relacionados con la palabra refugiados a los que nos ha remitido el buscador del periódico El Mundo entre los años 2013 y 2015 y, dentro de estos, un 10% de cada año indicado, lo que nos dio un total de 289 casos. Para facilitar el manejo de la información, hemos dividido los casos en semestres. Una vez establecidos los parámetros de la investigación, se han establecido las dos posibles connotaciones que podía adquirir la palabra dependiendo del contexto en el que hallaba:

 

  • Visión solidaria: la palabra aparece unida a un vocabulario relacionado con los sentimientos de lástima, cuidado o protección hacia los refugiados.  Por ejemplo: “Muchos de ellos no han podido desayunar esta mañana porque sus padres no han podido permitírselo: son los refugiados que la guerra civil siria ha abandonado en la cuneta”. [http://www.elmundo.es/elmundo/2013/02/18/internacional/1361177335.html].

En este apartado se han incluido, además, los casos en los que el significado era neutro, es decir, en los que se relacionaba con una cifra o un dato estadístico. Por ejemplo: “La resolución se someterá a votación en las próximas horas y será la primera sobre Siria desde el inicio de una guerra civil que se ha cobrado más de 100.000 muertos y ha generado unos cinco millones de refugiados en la región”. [http://www.elmundo.es/elmundo/2013/09/27/internacional/1380238965.html].

 

  • Visión problemática o negativa: la palabra aparece emparejada al sentido de “problema político, económico y social” o, simplemente, se equipara a los refugiados con un obstáculo o inconveniente. Por ejemplo: “El número creciente de desplazados internos y de refugiados en el exterior está creando una mayor demanda de necesidades en todos los sectores, y está presionando las capacidades de los países vecinos, con consecuencias de dimensión regional”.  [http://www.elmundo.es/internacional/2013/12/26/52bc568b268e3ed85a8b457a.html].

En el primer caso predomina una connotación de amparo o lástima hacia los refugiados; mientras que en el último, prevalece la importancia que tendrán las consecuencias de aceptar a un gran número de refugiados, dicho de otra forma, se le da mayor relevancia a los problemas económicos y sociales que ocasionarán en vez de a sus bajas condiciones de vida.

Después de analizar el corpus y centrarnos básicamente en los casos donde la visión era problemática, los resultados cuantitativos fueron los siguientes:

 

Evolución nº refugiados 2013-2015

 

 

 

 

 

 

 

 

Por una parte, en la primera gráfica, encontramos los casos relacionados con la palabra refugiados a los que nos remite el buscador de El Mundo. Como podemos ver, hasta el primer semestre de 2015 el aumento de casos en los que aparece es relativamente lineal, mientras que en el último semestre se produce un pico en el número de casos en los que aparece la palabra. Este aumento se corresponde con los meses inmediatamente posteriores a la tragedia de Lampedusa y con la posterior presión de los refugiados, por lo que se convirtió en un problema muy analizado en la prensa y la televisión.

Total de casos negativos

 

 

 

 

 

 

 

 

Por otra parte, en la segunda gráfica, se observa el número de casos en los que aparece la visión problemática (casos negativos en la gráfica). Como podemos comprobar, hay un aumento en el número de casos con dicha visión: frente a los 7 casos de 22 (31’8%) que tenemos en el primer semestre, en el último obtuvimos 38 de 85, un 44’7 %; es decir, vemos en tan solo dos años un incremento de casi el 15% de casos cuya visión de la palabra refugiados adquiere el significado de ‘algo problemático’ en contraposición con la definición del DRAE propuesta al principio del post.

Igualmente, cabe decir que el sentido negativo solo se da en el caso de que la palabra aparezca en concordancia en plural y, más concretamente, en su valor colectivo. Si la palabra refugiado se presenta en singular o haciendo referencia a un caso en particular, nunca poseerá el significado relacionado con “problema”. Por ejemplo, en:

con aspecto abatido y confiando todo su entendimiento a su traductor, Ossamah Abdul Mohsen, el refugiado sirio acogido en España después de sufrir una agresión de una periodista en la frontera entre Serbia y Hungría, ha denunciado hoy las “trabas imposibles” que el Gobierno español le pone para reagrupar a su familia y el incumplimiento de la promesa gubernamental de la concesión de su estatus de asilado con protección internacional tras lograr huir de la guerra en Siria. [http://www.elmundo.es/sociedad/2015/12/18/5673da69268e3e586d8b4646.html].

resultaría muy complicado (o al menos extraño) que en este caso el significado de “refugiado sirio acogido en España” adquiriera un sentido de problema social y económico.  Y, lo mismo sucede si hablamos de los casos en los que el sustantivo concuerda en femenino (género marcado) o en los que estamos tratando un caso en particular: “Unos 30 refugiados de la guerra de Siria, entre ellos 15 menores, han llegado hoy al puerto de Málaga procedentes del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla, saturado tras los últimos saltos de la valla”.[http://www.elmundo.es/andalucia/2014/04/04/533e8c5722601d7b1b8b4575.html].  Estos casos, resultan más llamativos aún si los comparamos con el significado de refugiados con valor de presión política y social: “La crisis generada por la masiva llegada de refugiados a Alemania ha provocado la reacción del gobierno alemán en todos los ámbitos”. [http://www.elmundo.es/internacional/2015/10/23/562a6696268e3e35438b45ca.html].

Por último, es preciso señalar que en la mayoría de ocasiones el artículo analizado ha hecho referencia a los refugiados procedentes de Siria. Es más, hemos podido comprobar que cuanto más se acercaban estos a los países europeos, más aumentaban los casos cuyo significado tenía una connotación negativa. De hecho, en la gráfica 1 vemos como en los dos primeros semestres la subida es muy ligera, lo que se relaciona con el hecho de que en 2013 la mayoría de refugiados se encontraban en los países del este. En 2014 estos comienzan a presionar las fronteras con Europa ya sea por tierra o por mar, por lo que hallamos un aumento más fuerte en el número de artículos que tratan este tema. Y, por último, en 2015, la presión que ejercen se convierte en un problema para Europa, al que hay que sumar las tragedias como la de Lampedusa. Esto nos indica que, posiblemente, en los últimos tiempos se está dando más importancia al problema que ocasiona la llegada masiva de refugiados, sobre todo desde el punto de vista europeo, que a la situación crítica en la que estos se encuentran.

En conclusión, después de haber realizado esta investigación podemos decir que todo parece apuntar a que hay una nueva connotación para el término refugiados, que está apareciendo en unos entornos en los que antes no se daba. No siempre usamos y entendemos esta palabra tal y como aparece definida en el diccionario, le atribuimos un significado diferente en relación al entorno en el que aparece. Sin embargo, en este trabajo hemos dejado de lado un factor determinante en el uso de esta palabra: el hablante. Esto último es lo que trataremos en otro post, al que podemos llegar pinchando aquí.

 

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Quiteria Martínez Olcina

Se preguntaba Álex Grijelmo en un artículo publicado en El País (“Podemitas o podemistas”, El País, 11/10/2015) el porqué del término podemita para referirse a las personas afines a Podemos, en lugar de emplear «podemista”, como cabría haber esperado por analogía con otros partidos, como el socialista (no “socialita”). A este respecto, señalaba el periodista que “el sufijo -ista refleja que alguien está a favor de una idea o una persona, mientras que -ita nos sugiere una relación religiosa”, de modo que con este término se nos estaría presentando a Podemos como “una nueva desviación de la fe verdadera”, en lugar de nombrar a un grupo de personas cuya ideología concuerda con la de un partido. Así pues, nuestro estudio va a intentar ser la crónica de una palabra polémica, tratando de mostrar desde cuándo, cómo y por qué ha entrado en el terreno político este término, casi impredecible lingüísticamente.

El corpus del que disponemos incluye todas las referencias del término podemita desde su aparición en la prensa escrita española más importante (El País, Eldiario.es, Público, El Mundo, La Razón y ABC). La primera vez que en él encontramos la palabra podemita para referirse al partido Podemos es en el diario ABC a finales del mes de enero de 2015, en un artículo escrito por Isabel San Sebastián:

[…] los comicios que dependen de ella y ganarlos antes de que su electorado olvide la propuesta «podemita» de someter a votación la Semana Santa de Sevilla, aprovechando la debilidad de un PP lastrado por un líder local mal escogido […] (“¿Quo vadis, Pedro?”, ABC, 22/01/2015).

Como podemos observar, se utiliza entrecomillado y como una mera alusión al grupo político Podemos, pues habría ocurrido de un modo similar con una propuesta del PSOE (“socialista”).

Del mismo modo, un mes después el periódico La Razón lo incorpora a su léxico:

Por si todo lo anterior fallara, por si ni siquiera las agresivas subidas de impuestos y la abrasiva inflación consiguieran cubrir la totalidad del hipertrofiado gasto público «podemita», el partido de izquierdas liderado por Pablo Iglesias sugiere reestructurar la deuda pública española […] (Juan Ramón Rallo, “Las 10 píldoras envenenadas de Podemos: La ruina de su programa económico”, La Razón, 22/02/2015).

Por su parte, el diario El País no hace uso de podemita hasta bien entrado el mes de junio:

Ya verán cómo a medida que se aproximen las elecciones los sectores laterales irán abandonando sus chalupas para subirse al buque podemita […] (Fernando Vallespín, “El núcleo irradiador”, El País, 25/06/2015).

GRÁFICO 1 (Podemitas)

No obstante, la palabra, que hasta ese momento había sido empleada como un adjetivo calificativo que aludía simplemente a los partidarios de Podemos, sufre una variación de significado, pues aparece por primera vez en un contexto marcadamente despectivo. Es el alcalde del PP de Villares de Saz (Cuenca) José Luis Valladolid Lucas el que, a través de su cuenta de Facebook, genera una polémica que recogen todos los medios de comunicación, pues señala en alusión a Cristina Maestre -portavoz del PSOE en Castilla-La Mancha-:

Qué dice esta puta barata podemita, hipócritas (Facebook).

A partir de este momento la palabra cobrará un impulso mayor, esto es, aumentará cuantitativamente el número de casos del empleo de podemita debido a la citada polémica, pero no en todos los periódicos se empleará del mismo modo. En cualquier caso, asistiremos a la paulatina normalización de su uso como referente del grupo Podemos.

GRÁFICO 2 (Podemitas)

Si bien el diario Público solo recoge la palabra podemita en cuatro ocasiones -todas ellas citas, de las cuales tres son en alusión a la noticia del alcalde de la localidad conquense-, el periódico El Mundo es uno de los casos en los que este término ha ido cobrando fuerza, sobre todo a raíz de la citada polémica. De este modo, observamos numerosos ejemplos donde la palabra parece experimentar lo que diagnosticaba Grijelmo en su artículo; esto es, comienza a definir más a un grupo con unas mismas creencias religiosas que políticas:

Pero si menciono el Senado, es por porque pese a su imagen de mausoleo, está siendo el primer puerto de llegada podemita a la política nacional […] (Gari Durán, “Prometo”, El Mundo, 23/07/2015)

Alberto Jarabo, Laura Camargo y el resto de diputados podemitas tienen en este caso la oportunidad de demostrar si asumen los vicios de la vieja casta o si por al contrario apuestan de verdad por la regeneración política […] (Tomàs Bordoy, “Adalides del enchufismo”, El Mundo, 16/08/2015)

Incluso la presentadora del acto, la periodista Lola Bañón, va de siete en la lista a propuesta podemita […] (El Mundo, 20/11/2015)

[…] a nadie podría molestar si su programación no fuera parte de la gran escenografía municipal perpetrada por el organismo podemita (Emilia Landaluce, “Esa oficina donde trabajo como tonta”, El Mundo, 26/12/2015).

Ahora bien, el diario ABC -el que más usa este término según los datos de nuestro corpus- es el periódico que plasma con mayor claridad este sentido de “relación religiosa” entre los dirigentes y los partidarios de Podemos que otorga el uso del sufijo -ita para referirse a ellos. Lo vemos reflejado en los siguientes casos, donde el término podemita aparece junto con otros que subliminalmente nos conducen a dicho significado de grupo religioso, y no político:

Mientras las facultades de Ciencias Políticas están atiborradas de podemitas seguidores de Iglesias Turrión […] (Ramón Pérez-Maura, “Un poquito de teoría, por favor”, ABC, 28/07/2015)

[…] y es, precisamente eso, esconder, a la voz de su amo podemita, la verdad bajo el barniz de una cierta conveniencia […] (María Luisa Soriano Martín, “La Langue de bois” (La lengua de madera”, ABC, 05/08/2015)

Así pues, en un principio aparecía en contextos donde estaba desprovisto de cualquier significado que no fuese el de “los de Podemos” (“propuesta podemita”, “gasto público podemita”), de forma que era un adjetivo calificativo que iba a unido a conceptos propios del debate político. Pero, paulatinamente, ha ido convirtiéndose en un término marcado connotativamente -ha pasado a ser un adjetivo relacional-.

Para clarificar esta evolución, la siguiente tabla puede servir como muestra, dado que pone de manifiesto dicha variación en los contextos en que ha ido apareciendo la palabra podemita (en el primer bloque figuran los calificativos; en el segundo, los relacionales):

alcaldesa  edil            objetivo    barba        izquierda  régimen   bancada    formación                  oferta        caudillo     (radical)   relaciones                  buque        filas           plataforma                 chiringuitos               jerga                  remedio    candidata gobierno   política     correligionarios          leviatán    revolución                  círculo      ideología   portavoz   corte         Madrid      se despierta                confluencia                iniciativa  propuesta                  desguace  maximalismo              seno          deriva       líder          representante             empujón   muchachada               ‘soflamas                   diputado   lista          socios       hacerse (más)            parecer un                  libertarias’                 dirigente   marea       vértice      injuria       populismo                  titiriteros documento                marca       vicepresidenta            inocencia  puta barata                (polémica)               tsunami

 

 podemita

 

del populismo griego   hipócrita

Grijelmo apuntaba en su artículo lo que ocurre “hoy al vincular jesuita con otras derivas igualmente poco gratas para el catolicismo: ismaelita […]”; y esto es lo que también le puede estar ocurriendo al vocablo podemita (“universo podemita”, “se despierta podemita”), que parece hacer referencia a una forma de vida (como la fe) en lugar de una ideología política, como vemos en el proceso que hemos desarrollado. Ahora bien, la pregunta es si este término será sustituido por el lingüísticamente lógico (“podemistas”) y pasará a formar parte de los otros con los que nos referimos al resto de partidos (“sociatas”, “peperos”) o si, por el contrario, quedará fijado como el referente del grupo Podemos. Pero eso solo lo sabremos con la perspectiva que da el tiempo.

Víctor Ferrer ClaramonteVíctor Ferrer Claramonte

¡Salimos a ganar!

13/06/2016

Un fantasma recorre el espectro electoral: ante la cercanía de elecciones, ya sean de izquierda o de derecha, de colores cálidos o fríos, de asesores de imagen o de círculo de confianza, todos los partidos se aúnan bajo un solo grito: ¡Salimos a ganar!

No deja de resultar curiosa esta metáfora deportiva en algo aparentemente tan serio como el órgano de expresión más representativo de una democracia, señal inequívoca de que el mundo del deporte se está proponiendo como imagen de casi todo en la sociedad española de estos últimos años. Pero, ¿de dónde ha salido este eslogan y desde cuándo esta metáfora deportiva se propone como eje explicativo de la vida política?

Una búsqueda en las bases de datos de la RAE (www.rae.es) revela que, entre 1975 y 1999, solo se documentan nueve ejemplos, todos en secciones de Deportes o en prensa deportiva de la época, preferentemente precedido de las expresiones Vamos a…,  tenemos que… o hay que… Si la búsqueda se amplía al CORPES, que, a fecha de hoy, cubre el periodo entre el año 2000 y el 2012, se recuperan 22 ejemplos todos ellos relacionados con el ámbito deportivo. Para encontrar ejemplos en el ámbito político, hay que refinar la búsqueda e ir a los buscadores de los propios diarios. Si se recurre al muy útil buscador diacrónico de El Mundo, se comprueba que, comenzando la búsqueda en 2001, el primer ejemplo que se documenta fuera de la sección de Deportes se da en la sección de Toros y en 2008 en el suplemento de Valencia bajo la forma salir a ganar un jornal digno; estos casos no son objeto de esta entrada.

El primer ejemplo de adaptación de la metáfora deportiva al ámbito político se encuentra en las siguientes declaraciones de Trinidad Jiménez en 2010:

«Somos ese partido con vocación de Gobierno, capaz de generar ilusión. Ahora se nos presenta esa gran oportunidad. Y es ahora, no más tarde, cuando tenemos que demostrar que estamos dispuestos a poner lo mejor de nosotros mismos para ganar las elecciones y para gobernar. Es ahora.No podemos esperar cuatro años más. Tenemos que salir a ganar las elecciones», aseguró al inicio de su discurso.

http://www.elmundo.es/elmundo/2010/10/02/madrid/1286013551.html

 

Las siguientes documentaciones aparecen también en boca de socialistas, todas en 2011. Antonio Alonso:

–¿Confía en la victoria pero teme la derrota?

–’El PSOE tiene la obligación en estas elecciones de salir a ganar. No sólo por trayectoria, capacidad y potencia política, también porque el PSOE es el único proyecto político que garantiza el estado del bienestar y, por tanto, garantiza la sanidad pública, la educación pública, las pensiones, las prestaciones por desempleo y las ayudas por dependencia.

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/11/18/leon/1321612781.html

Mar Moreno:

«Cuando llegue el momento, en Andalucía vamos a salir a ganar, no a pactar», ha advertido el alto cargo socialista

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/07/07/andalucia/1310044226.html

o el propio Felipe González:

Y, tal vez, el aforo escuchó sin saberlo el anuncio de una retirada: «Tenemos que salir a ganar. Debemos movilizarnos todos, ahora y en marzo porque cumpliré 70 años y si no ganamos en Andalucía me retiro».

http://www.diariodeleon.es/noticias/elecciones20n/clase-magistral-economia-retiro_644247.html

Estas citas sugieren que la adaptación de esta expresión al ámbito político se gesta en el seno del PSOE y que la proximidad de las elecciones de 2011 actuó como difusor de la misma. Pero la expresión hace fortuna más allá del PSOE y se encuentran citas en otros partidos del ámbito de la izquierda, como el BNG gallego:

En el acto han intervenido los diversos miembros nacionalistas de las listas al Congreso y al Senado, en donde el número uno a la Cámara Baja por A Coruña, Francisco Jorquera, ha pedido un «cambio real»; mientras que el cabeza de lista por Ourense al Congreso, Xosé Manuel Pérez Bouza, ha pedido «salir a ganar el partido» por ser «el equipo de la casa».

http://www.20minutos.es/noticia/1189249/0/

Sin embargo, la expansión entre miembros de una misma tendencia ideológica no garantiza la supervivencia de una expresión; para que esta perviva en el lenguaje necesita expandirse a nuevos grupos de hablantes y usarse en contextos diversos. Por eso es especialmente interesante el primer ejemplo de salir a ganar utilizada por dirigentes políticos no vinculados a la izquierda del espectro. Así aparece en boca de Albert Rivera en 2014:

 

¿Hacer un frente antisoberanista es utópico o algo real?

Estoy convencido de que, si nos uniéramos todos los no soberanistas, podemos salir a ganar el partido. Otra cosa es que lo ganemos

http://www.elmundo.es/espana/2014/10/12/5439ce09268e3e947e8b457c.html

 

Y, cerrando el círculo ideológico, también en Isabel Bonig. Miembro del PP valenciano:

La coordinadora general del PPCV, Isabel Bonig, ha valorado la propuesta de ‘abrirse a pactos’ de Fabra y ha dicho que asume que los ‘populares’ ‘van a salir a ganar y va a ganar por mayoría absoluta’ en las próximas elecciones autonómicas y municipales. ‘Eso es lo que asumo’.

http://ariadna.elmundo.es/buscador/archivo.html?q=%22salir%20a%20ganar%22&t=1&n=10&fd=01/01/2014&td=31/12/2014&w=70&s=1&no_acd=1&parametric_year=2014&seccion=comunidad-valenciana

Si en 2014 salir a ganar ya es usada por miembros de todo el espectro político y, por tanto, se desvincula de cualquier connotación partidista o ideológica (lo que no sucede, por ejemplo, con expresiones como “poner más dinero en el bolsillo de los contribuyentes” o “situación de emergencia social”, por poner dos ejemplos), es esperable que su frecuencia de uso aumente, y eso precisamente es lo que indica el buscador de El Mundo, que registra, para el año 2015, nueve acepciones en la sección España y solo cinco en la sección Deportes. Estas nueve acepciones parten de políticos tan irreconciliables como Javier Arenas:

En cualquier caso, ha subrayado que el objetivo de estas elecciones «no es salir a pactar, es salir a ganar y a tener mayorías suficientes, y hacerlo con mucha humildad» y «mucho respeto a los demás».

http://www.elmundo.es/espana/2015/04/11/5528cf39268e3e704b8b4572.html

o Carolina Bescansa:

«Nacimos para llegar al 20 de diciembre y presentarnos a las generales. Estamos preparados para competir, salir a ganar y gobernar si lo logramos. Ése es nuestro objetivo», apuntó Bescansa, aunque dijo que «todavía» no lo habían «conseguido».

http://www.elmundo.es/espana/2015/10/13/561d06a9ca474182068b45c2.htm

En conclusión, los vaivenes electorales de la crisis económica han habilitado una expresión del ámbito deportivo, salir a ganar, para un nuevo ámbito, el político, en el que parece desenvolverse con relativa fortuna. Pero, como enseña la Lingüística cognitiva, con ella se abre un marco de posibilidades: si se gana es porque hay equipos enfrentados; los nacionalistas pueden decir que “juegan en casa” (vid, ejemplo del BNG arriba); los que van por detrás en las encuestas, que “todavía hay partido”; los últimos votos se deciden “antes del pitido final”, y así sucesivamente, que la naturaleza creativa del lenguaje solo necesita de una chispa para prender y expandirse por nuevos territorios. Otra cuestión sería la de cómo cambia nuestra visión de la realidad cuando el deporte es el punto de partida de nuestra categorización y la política el punto de llegada o, dicho de una manera más práctica, cuando una acción política, multiforme y compleja, se concibe en términos de “ganar o perder” o de si “la pelota entró o no entró”.

 

Imputado o investigado, esa es la cuestión. Con la nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECrim) ni Chaves, ni Griñán, ni Ana Mato, ni Jordi Pujol serán nunca más imputados. Pero que no cunda el pánico, han dejado de ser imputados para pasar a ser investigados, aunque su estatus procesal no se ha visto alterado lo más mínimo. Así pues, con la nueva LECrim se daba paso a la actualización de una de las leyes más antiguas de nuestra legislación y que aparecía a finales del siglo XIX, en 1881 concretamente. Veamos cómo explicaba el ministro de Justicia, Rafael Catalá, el porqué de esta modificación:

El concepto de imputado […] se ha identificado con una especie de preculpabilidad y estamos asistiendo a debates incluso sobre la conveniencia de que los imputados tengan o no tengan funciones representativas […]. Hemos trabajado la posibilidad de modificar este término de imputado […] por investigado, que parece bastante más coherente con la función que es llevar a cabo una investigación. (http://www.mjusticia.gob.es/cs/Satellite/Portal/es/gabinete-comunicacion/noticias-ministerio/gobierno-modifica-lecrim-para, 13/03/2015)

Ahora bien, ¿son realmente sinónimos?, ¿es lo mismo decir que se va a imputar a alguien que decir que se le va a investigar? Según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), imputar es “atribuir a alguien la responsabilidad de un hecho reprobable” e investigar es “indagar para descubrir algo” o, como dice su segunda acepción, “indagar para aclarar la conducta de ciertas personas sospechosas de actuar ilegalmente”. Aparentemente, y teniendo en cuenta las definiciones proporcionadas por el DRAE, podríamos decir que ambos términos pueden emplearse de manera indistinta. Sin embargo, si buceamos en el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA), nos encontramos con que, al buscar imputado, un 80.70% de los casos aparece en textos de índole política o económica, frente al 44.17% de investigado. Así pues, vemos que la voz investigado es también muy recurrente en otros ámbitos como el de la salud (12.02%) o el de la ciencia y la tecnología (7.59%).

Sin embargo, fuera del ámbito jurídico, la distinción entre imputado y acusado parece no estar tan clara: ya que se observan usos en los que se utilizan indistintamente y esto se justifica en el hecho de que se trata de un lenguaje que no está especializado.  A continuación, pueden verse algunos casos en los que sucedo esto:

Hoy nos dicen que prefieren que no usemos la palabra “imputado” y nos lanzan una más del gusto de los seres australes, “investigado”, para referirnos a lo que en las llanuras del pueblo sigue llamándose “chorizo”. (http://blogs.elconfidencial.com/sociedad/espana-is-not-spain/2015-03-13/no-me-digas-imputado-dime-chorizo_727905/, El Confidencial, 13/03/2015)

Detienen a Rodrigo Rato acusado de los delitos de fraude, blanqueo y alzamiento de bienes (http://www.diariodeferrol.com/articulo/espana/detienen-rodrigo-rato-acusado-delitos-blanqueo-alzamiento-y-fraude/20150417012216120894.html, Diario de Ferrol, 17/04/2015)

Mario Conde, detenido y acusado de blanquear dinero procedente del ‘saqueo’ en el caso Banesto (http://www.20minutos.es/noticia/2718460/0/mario/conde/detenido/#xtor=AD-15&xts=467263, 20minutos, 11/04/2016)

En los casos anteriores puede verse, además, cómo se habla de acusado en los casos en los, en Derecho penal, se preferiría imputado. En Derecho, pues, la diferencia entre estos términos es que el primero es el paso previo al condenado, en tanto que una vez ha terminado la fase de instrucción, se pasa a acusar a los imputados por los supuestos delitos que puedan haber cometido; mientras que el segundo es aquel sobre el que se ven indicios de una posible participación en un hecho constitutivo de delito. Como resultado, en un uso no especializado, imputado se convierte en una palabra tabú, al verse contaminada por acusado, con la que se identifica en algunos casos. Quizás, la reforma de la LECrim apuesta por un término que no adquiera estas connotaciones y que no esté tan estigmatizado como el de imputado: se trata de investigado. Se estaría ofreciendo, así, una opción que resultaría más general y vaga, y que velaría por la presunción de inocencia. Investigado serviría de eufemismo, en la medida en que dispone de una intensión menor y una extensión mayor.

Asimismo, hay que tener en cuenta que la nueva LECrim se topó pronto con una serie de críticas de los que consideraban que, con el cambio de imputado a investigado, se pretendía confundir a los españoles. Para ello, resulta pertinente analizar si los diferentes medios de comunicación, según su línea editorial, están empleando más o menos el término investigado. Por ello, se ha observado la incidencia, desde marzo de 2015 hasta marzo de 2016, de investigado frente a imputado en dos medios de prensa escrita con una línea editorial contraria: La Razón -conservador- y El País -progresista. Así, se han consultado las ediciones digitales de ambos periódicos y se han seleccionado manualmente los casos que servían para nuestro análisis. Veamos gráficamente los resultados de este análisis:

IMAGEN 5

Tabla 1. imputado frente a investigado en la prensa (2015-2016)

Los resultados obtenidos son significativos, dado que, al aplicar la prueba χ², p < 0.05. Esto nos permite comprobar que, aunque el uso de investigado todavía no ha alcanzado al de imputado, es notable que hay una diferencia en la frecuencia con la que esta voz se utiliza, en función de que el medio de comunicación que la utilice sea más o menos conservador. Teniendo esto en cuenta, habría que esperar unos años para ver si investigado termina sustituyendo al viejo imputado en los medios de comunicación o si, por el contrario, hay una resistencia férrea a ello.

Los medios de comunicación pueden tener repercusiones enormes no solo sobre los ciudadanos como creadores de corrientes de opinión, sino también como hablantes. Por ello, el uso que les damos a las palabras no es casual, como tampoco lo son los valores que estas pueden alcanzar en la sociedad en la que nos movemos. Las palabras pueden cambiar leyes, pero habría que ver si también consiguen corregir actitudes. La corrupción es un personaje más en nuestra vida: está presente en comidas, reuniones e incluso en bodas. Así que, por mucho que cambie el nombre que le damos, ya hablemos de imputado o investigado, la corrupción continuará teniendo una carga negativa y seguirá siendo vista como algo repulsivo.

 

Alicia SalinasAlicia Salinas

 

Este blog resucita después de un año en blanco. Los augurios de recuperación económica que han recorrido el dos mil quince parecen haber convencido también a algunos de los que estaban interesados en describir el proceso lingüístico de cambios que caracteriza esta crisis y, por ello, muchos no han encontrado nada reseñable en esta época. Pero dos mil dieciséis es un año político por definición, lo que añade, a los procesos que se vienen gestando desde años anteriores, un componente de emoción adicional.

Así pues, el objetivo de este curso sigue siendo el lenguaje de los ganadores de la crisis, al que se suma, inevitablemente, el lenguaje político. Esperamos seguir ofreciendo un análisis riguroso de los procesos estudiados y una noticia de lo que ocurrió durante el periodo que nos toca vivir. Gracias, una vez más, por leernos.

 

Salvador Pons Bordería

De entre las muchas aportaciones a la Lingüística general del filósofo Ludwig Wittgenstein, se encuentra la brillante idea de que el “lenguaje es un juego”, un juego con reglas, donde de su cumplimiento o incorrección depende que nos comuniquemos.  Una idea harto interesante, pues queramos o no, a cada instante somos jugadores en este campo lingüístico. A día de hoy, podemos verla reflejada en el desarrollo de algunas palabras como friki, que de mayo a julio  –y por el momento- es un término de uso que da mucho juego, en tanto que es “titular” en el marco de la política.  Por este motivo, el propósito de nuestro trabajo será analizar el papel que en los meses de mayo y junio ha jugado la palabra. Para ello trataremos de anotar una periodización del uso de “friki” en los medios de comunicación, en tanto en cuanto a su crecimiento significativo por estar en contacto con contextos políticos.

A grandes rasgos, debemos preguntarnos primero sobre la naturaleza de la palabra. Si acudimos al diccionario DRAE comprobaremos que ya incluye en un artículo de su vigésimo tercera edición este lema (que es un préstamo del inglés freaky), distribuyendo sus sentidos en tres acepciones y tratándolo de adjetivo coloquial: ¹“extravagante, raro, excéntrico”, y nombre común que señala a persona ²“pintoresca, extravagante” y ³“que practica desmesurada y obsesivamente una afición”. No podemos ignorar que los últimos años el término ha ido ensanchando cada vez más su cajón de significados (es decir, que paulatinamente ha ido señalando más cosas del mundo). A priori, al decir friki nos puede venir a la mente un joven adulto vestido de superhéroe anime japonés. Sin embargo, hoy se puede decir que uno es friki si ha llevado demasiado equipaje en un viaje de fin de semana. De este modo, si alguien quiere significar simplemente que algo es “extraño” o “impertinente”, en su mente puede albergar la posibilidad de uso de friki, con que puede multiplicarse enormemente en el uso por esta versatilidad. Con este marco general comenzaremos el análisis.

¿Cuándo entra friki en el campo de la política? En mes de mayo de 2014 Podemos –un nuevo partido político de ideas dinámicas e izquierdistas– consiguió un gran número de votos en las elecciones europeas, ante lo cual, partidarios de otros grupos políticos vuelcan una serie de relaciones y calificativos peyorativos sobre Podemos, y en especial sobre su líder: Pablo Iglesias. Un ataque que continúa hoy.

Grosso modo, podemos decir que el primer uso lo realizó el sociólogo del PP, Pedro Arriola, cuando el 27 de mayo declaró públicamente, en referencia al partido político Podemos: «aquí tenemos todos los frikis del mundo», «Todos los frikis acaban planeando sobre Madrid» (Forum Europa con José Juan Toharia y Pedro Arriola, min. 33:00 https://www.youtube.com/watch?v=iBIEaQ_OcPI). Lo que queda grabado en los medios es la asociación de Pablo Iglesias con el calificativo “friki” que Arriola le impone,  introduciéndole implícitamente la carga significativa (negativa) que tiene la palabra: persona con vestuario extraño, individuo extravagante, raro, pintoresco, infantil, inconsciente, etc.

Al instante se toma como un insulto hacia  Pablo Iglesias. El que oye estas declaraciones activa el entorno cognitivo (como diríamos según la Teoría de la Relevancia, las creencias que tiene un colectivo social)  y relaciona el “aspecto extraño” de friki, con el aspecto de Pablo Iglesias, quien viste informalmente y lleva el pelo largo. Como veremos en los ejemplos posteriores, detrás de este mínimo enlace cae toda una significación negativa (rareza, inconsciencia, excentricidad, infantilidad).

Desde el mismo día 27, la palabra friki pasa a formar parte del vocabulario de crítica política y posteriormente contactará con otras apelaciones dirigidas hacia Podemos. Antes de esto sabemos que hubo ya  referencias peyorativas hacia el partido; una de ellas se dio el mismo día 27 cuando Rita Barberá –alcaldesa de Valencia- tildó al partido elegido en las elecciones europeas de “grupúsculos”, “radicales”, “antisistema” y advirtió “Yo no quiero para mi país la política de Chávez” («Barberá: “Sabíamos que con la abstención se colarían grupúsculos radicales y antisistema”» http://www.atlas-news.com/agencia-internet/politica/Rita_Barbera-alcaldesa-valencia-podemos-elecciones-pp-25M_3_526177415.html, Atlasagencia, 27/05/2014).

Durante los últimos días de mayo y la primera quincena de junio se ha seguido empleando la palabra “friki” para referirse a la ideología de Podemos,  con  una serie de nuevos sentidos peyorativos. El 28 de mayo, en todos los medios se dio el debate sobre la figura de Pablo Iglesias y el término “friki” entró en un campo extensísimo de intercambio (redes sociales: Factbook, Twitter; declaraciones de prensa, radio, televisión), con lo que podemos rescatar ejemplos de comentarios como el del siguiente usuario de Facebook, que recopila irónicamente los atributos de Iglesias, entre los cuales tenemos el de sus votantes, que llama “Frikis”:

Podemos es ETA, Podemos quiere convertir España en Venezuela y Cuba, Podemos se financia con dinero del régimen venezolano, Pablo Iglesias es Hitler y Stalin, los votantes de Podemos son Frikis, Podemos quiere llenar España de inmigrantes, Pablo Iglesias es proetarra y apoya el régimen iraní, Pablo Iglesias compra la ropa en Alcampo, Podemos es antisistema, Podemos son radicales, Podemos es extrema izquierda, la coleta de Pablo Iglesias está llena de piojos…  (Facebook. “The ObserverULPGC” https://es-es.facebook.com/ObserverULPGC/posts/611082728988508  28/05/21014)

Algunos de estos atributos ya se habían ido asentando anteriormente, como en el día 26 de mayo cuando hubo comentarios tan llamativos sobre Podemos, en este caso de ataque, como el siguiente:

«Mucha bola se le está dando a este rojete trasnochado, bolivariano y populista mamarracho. A ver si al final se lo va a creer y dentro de unos añitos, cuando sea mayor y ya no le guste jugar a poli(tico) bueno quiera jugar a ser salvador de la patria (ah no que los rojetes no tienen patria) bueno pues a salvador de la ciudadanía (que es muy progre) y se quieras convertir en un Chavez a Castro por aquí.” (La Gaceta “Pablo Iglesias se compra de Alcampo”, http://www.gaceta.es/josef/pablo-iglesias-compra-ropa-alcampo-26052014-1838 26/05/2014)

La relación con Hitler se explica por los dos “twits” consecutivos de Esperanza Oña, vicepresidenta del parlamento andaluz, quien comparó sus políticas también a día 26 de junio:

“Hitler ganó las elecciones en Alemania aprovechando el descontento general y convirtiéndolo en ilusión a su favor […] Pablo Iglesias, casi sin partido, sin gestión y siendo uno d los asesores del nada democrático Maduro, ha ilusionado a muchos” (Twitter, EsperanzaOña@esperanzaona.es https://twitter.com/esperanzaona )

Consecuentemente en el comentario de Facebook aparece en el mismo contexto que “Hitler”, “bolivarianos”, “extrema izquierda”, “radicales”, etc. porque antes de esto hubo una retahíla de apelativos despectivos, donde pasa a ser parte. Por el momento, la palabra simplemente se ha usado en el campo político, pero este todavía no la ha marcado (no ha cambiado su significado).

El 31 de mayo  se repiten los calificativos, aunque esta vez la palabra sí se relaciona con los insultos. El fenómeno siente una evolución, ahora friki se sustantiviza y pasa a señalar directamente a Pablo Iglesias, con lo cual los calificativos delimitan el sentido del término:

friki de la coleta que viste de Alcampo, que quiere expropiar a los bancos, asaltar los pisos vacíos (…) es producto del populismo. Este friki antisistema que pierde el pompis por Chávez y Castro, que se asemeja a Hitler (…)ha centrado todo el escrache verbal de los de la ultradiestra, la diestra y parte de la zurda Por friki, utópico e inconsciente (…) Pero es igual, lo importante es zurrarle al friki ese de la coleta porque lo suyo es intolerable (…) (“El friki de la coleta”. La voz de Galicia, Ernesto Pombo http://www.lavozdegalicia.es/noticia/opinion/2014/05/31/friki-coleta/0003_201405G31P18995.htm  31/05/2014)

Friki pasa a ser sustantivo acompañado de complementos: 1) friki de la coleta;  2) friki que viste de Alcampo; 3) friki antisistema; 4) friki, utópico e inconsciente

En días posteriores, hubo periodistas que se revolvieron ante estas calificaciones y debatieron sobre si era apropiado o no hablar de Podemos como unos frikis, aunque el debate engarza muchas de sus polémicas con los sentidos de antisistema:

“-¿Es Pablo Iglesias un friki?/ -No, no lo creo. Es una persona que tiene una visión de la sociedad que es muy contraria a lo que quiere y defiende una mayoría muy inmensa.” (“Pablo Iglesias no es un friki”. La voz de Galicia. http://www.lavozdegalicia.es/noticia/politica/2014/06/01/pablo-iglesias-friki/00031401580544088679944.htm 01/06/2014).

En otro artículo del mismo periódico,  hay un intento de positivizar la figura del “friki” acudiendo a sus sentidos académicos  de extravagante, raro o excéntrico que hemos detallado antes:

Según la Real Academia Española un friki es una “persona extravagante, rara o excéntrica” condición, no necesariamente negativa” (GUITIÁN, Javier “Yo también soy un friki”. La voz de Galicia, http://www.lavozdegalicia.es/noticia/opinion/2014/06/02/friki/0003_201406G2P14993.htm 02/06/2014).

Por otro lado, Guitián recuerda en tono protestante los términos que han rodeado a Pablo Iglesias en los últimos días “rojete trasnochado, bolivariano y populista mamarracho”.

Días después sigue el debate, es sustituido de nuevo “Pablo Iglesias” por “El friki”:

¿cómo es que una cadena de televisión que pertenece a alguien tan afecto al gobierno actual permite la presencia, día sí y día también, a quien con tanto ahínco ese mismo gobierno se afana en llamar «friki»? ¿Y cómo es que “el friki” va a continuar haciéndolo como si nada hubiera pasado si es que realmente algo pasó? ¿Qué otras formaciones neutraliza Podemos? (MONTSERRAT NEBRERA, Vozpopuli http://vozpopuli.com/blogs/4495-montserrat-nebrera-una-lectura-conspiratoria-de-los-sucesos-recientes10-06-2014).

Continúa su evolución por el campo político, asentándose Podemos en el ataque como un fenómeno populista. Se usan expresiones como “populismo friki”: “sistema acechado por el populismo friki que nos asuela” (RUÍZ, Rafael: “El reto de Izquierda Unida”.  ABCdesevilla. http://sevilla.abc.es/andalucia/cordoba/20140615/sevp-reto-izquierda-unida-20140615.html. 15/06/2014).  Sin embargo también siguen los comentarios positivos, pues este mismo día 15 también se usa la palabra en tono más positivo: “Esto dice algo muy bueno de una sociedad donde los frikis -así les llaman quienes tienen miedo a perder su parte del negocio- protestan de una forma tan ejemplar como democrática: votando.” (LÓPEZ, Laureano“Democracia Friki”. La voz de Galicia http://www.lavozdegalicia.es/noticia/opinion/2014/06/15/democracia-friki/0003_201406G15P4993.htm  15/06/2014). Como vemos en el último uso, según el periodista en su artículo “Democracia friki”, “friki”queda restringido a un sector político determinado (tal como hemos ido señalando en nuestras observaciones).

Con todo, es lícito reducir que en el marco de la política la palabra sigue, por ahora, en un ámbito de designación despectiva.

Para finalizar el artículo, veremos un ejemplo que resalta a día 16 de junio, y que continúa la tendencia politizadora del término. Se trata del comentario del político Joaquín Leguina, quien afirmó por las redes sociales “El PSOE perdió más votos rumbo al PP en 2011 que los que se le han ido ahora hacia la izquierda friki” (Programa de televisión Las mañanas de Cuatro http://www.teleonlinedirecto.es/video/119977/cuatro/las-mananas-de-cuatro/leguina-califica-como-friki-la-forma-en-que-pablo-iglesias-prometio-acatar-la-constitucion.html ). Más tarde en televisión se debatiría el uso del calificativo. En la siguiente tabla hemos desglosado el uso de friki, junto con el de otros calificativos expedidos hacia Pablo Iglesias y a Podemos:

 

Mayo

26

27

28

31

Junio

1

2

10

11

15

16

16

suma

FRIKI

 

X

X

X

 

X

X

X

X

X

X

X

10

Coleta

X

X

2

Alcampo

(X)

X

X

X

4

Antisistema

X

X

(X)

X

4

Chávez (-ista)

(X)

X

X

X

4

Castro (-ista)

(X)

X

2

Hitler

X

X

2

Utópico

X

1

Inconsciente

X

1

Rojo

(X)

X

2

Bolivariano

(X)

X

2

Populista

(X)

X

X

3

Proetarra

X

1

Extravagante

X

1

Raro

X

1

Excéntrico

X

1

Izquierdista

X

X

X

3

Radical

X

X

2

 

 

 

(Entre paréntesis aquellos casos que no se relacionan directamente con “friki”)

 Comprobamos que las palabras más empleadas en relación con “friki” son las de  Antisistema, Alcampo, Castro y Chávez; aunque lo más importante es el mismo contexto de uso, el cual ha concedido finalmente a la palabra, mediante todas estas declaraciones, esta amplia significación.

A día de hoy, 30 de junio de 2014, el fenómeno parece no haber evolucionado mucho más. Pero siempre es importante captar estos fotogramas filológicos que demuestran la capacidad de extensión que tienen algunas unidades del habla cotidiana cuando se pone interesante el juego lingüístico.

Joan Deusa Dalmau

En nuestro contexto habitual, la crisis económica se ha convertido en un factor con el que debemos entender y tratar de interpretar gran cantidad de información que afecta al desarrollo de nuestras vidas. Durante este lapso de tiempo, hemos sido testigos de la relevancia que el lenguaje ha adquirido como medio de expresión por parte de las esferas del poder público para abordar problemáticas que han generado una gran sensibilización y concienciación social.

En esta entrada, nos disponemos a analizar un problema lingüístico surgido a raíz de la adopción por parte del Gobierno español de una medida en la que se permitía la regularización de capitales no declarados; la opinión pública dedujo que, bajo esa decisión, se escondía verdaderamente una medida de amnistía fiscal que daría impunidad a los evasores fiscales y defraudadores.

En primer lugar, comprobaremos cómo el Gobierno anunció la medida sin hacer ningún tipo de mención a la amnistía fiscal. En segundo lugar, mostraremos cómo el ministro Montoro se sirvió de la denominación oficial de la medida como Declaración Tributaria Especial. A continuación, trataremos el uso del eufemismo regularización por parte del ministro para evitar la incipiente polémica. Por último, observaremos cómo los medios de comunicación desde un primer momento utilizaron  el término amnistía fiscal para mencionar dicha medida.

1)    La presentación de la medida y la amnistía fiscal.

El Gobierno español adoptó una medida el 30 de marzo de 2012 que denominó como Declaración Tributaria Especial en la disposición adicional primera del Real Decreto-ley 12/2012 http://www.boe.es/boe/dias/2012/03/31/pdfs/BOE-A-2012-4441.pdf.

En los Presupuestos Generales del Estado de 2012 se indicaba, en el apartado correspondiente al Presupuesto de Ingresos, lo siguiente acerca de las acciones contra el fraude fiscal: “Medidas excepcionales para incentivar la tributación de rentas no declaradas”, a lo que sigue en el mismo apartado: “Se impulsa también la lucha contra el fraude” http://www.lamoncloa.gob.es/NR/rdonlyres/887E6D29-44E3-4C8F-99F6-8EC0DB6FCF8E/199090/PresentacinPGE2012.pdf.

Como consecuencia de su publicación y su presentación en la sesión de control al Gobierno en el Congreso, comenzó a sobrevolar el fantasma de la amnistía fiscal.

Si nos acercamos al Diccionario de la Real Academia encontramos la siguiente definición de amnistía: “ Olvido legal de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores.” De este modo, podemos comprobar cómo dicho significado es asociado directamente con un delito que se verá librado de culpabilidad legal. En la situación en la que se encuentra nuestra sociedad, que un delito fiscal quede libre de culpa puede provocar un gran malestar social, por lo que las autoridades son conscientes de ello y emplean estrategias retóricas que disminuyan el peso de sus decisiones.

2)    La Declaración Tributaria Especial (DTE).

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, consciente de dicha situación, ha tratado de mitigar esta interpretación bastante generalizada de la amnistía, eludiendo la utilización de dicho término. Así pues, ha denominado a esta medida como declaración tributaria especial (DTE)

http://www.elperiodico.com/es/noticias/economia/montoro-regularizacon-encubre-delito-cometido-2300741.

Podemos comprobar cómo en esta denominación se emplean unos términos genéricos que no especifican de forma clara su intención, puesto que el hecho de ser especial no aclara cuál es el verdadero objetivo que estaría comprendido dentro de esta medida.

Encontramos algunas muestras en sus declaraciones, en las que se refería a dicha medida de la siguiente forma: “La DTE [Declaración Tributaria Especial] no borra ni limpia delitos» o «La regularización no encubre el delito cometido»

http://www.elperiodico.com/es/noticias/economia/montoro-regularizacon-encubre-delito-cometido-2300741.

Por consiguiente, si no se trata de una amnistía fiscal y tan solo es una regularización, deberíamos pensar el motivo por el que pretende aminorar la carga del discurso, refiriéndose a términos que se dirigen claramente a algo excepcional o fuera de lo común y a la infracción de un código.

3)    La regularización como eufemismo.

Por otro lado, en diversas ocasiones, el ministro ha tratado de disminuir la connotación de la palabra amnistía, acudiendo a unos términos eufemísticos que evitan la alusión directa al término y vuelven difusa su comprensión. El eufemismo que se ha utilizado para sustituirla en la mayoría de ocasiones es: regularización; el Diccionario de la Real Academia define regularizar, en su segunda acepción, de la siguiente manera :”Legalizar, adecuar a derecho una situación de hecho o irregular.”

Tal y como podemos comprobar en esta acepción, su significado lleva implícito el hecho de que se ha cometido un acto irregular; de modo que, cuando indica que se trata de una regularización, podemos inferir que se está refiriendo a unos actos que, en sí, no han sido los adecuados.

Podemos pensar que el hecho de acudir a este término reside en que una regularización pone al corriente o normaliza una situación anómala; mientras que amnistía refiere de forma directa al delito y a la omisión de cualquier tipo de responsabilidad de los infractores. Por lo tanto, podemos  reflejar el proceso de regularización en el siguiente esquema, en el que partimos de una situación irregular que a través de este procedimiento acabará incorporándose a una situación de normalidad:

 

 

 

 

 

 

 

De esta forma, Montoro ha recurrido a negar de manera explícita la palabra interdicta amnistía fiscal acudiendo a una explicación que rebaja la intensidad del término. Sin embargo, realiza un rodeo que dificulta la comprensión por parte del receptor y deja a su cargo la interpretación:

«Señoría, no hay ninguna amnistía fiscal. En el proyecto de ley del Gobierno lo que hay es una regularización de rentas y de activos, que es una figura bien distinta, y además es una medida excepcional para un tiempo excepcional» http://www.publico.es/espana/429007/montoro-sigue-cubriendo-la-amnistia-fiscal-de-eufemismos

En esta declaración, la argumentación manifiesta la vaguedad de su razonamiento. En primer lugar, el esfuerzo en diferenciar su medida de una amnistía fiscal lo lleva a realizar una justificación     “que es una figura bien distinta”  –en este enunciado observamos que trata de remarcar dicha diferencia a través del “bien” que actuará enfatizando la distinción–. Asimismo, debemos tener en cuenta el léxico empleado: “regularización”, como término eufemístico, y “excepcional”, manifestando el sentido de la palabra, que la Real Academia define como: “Que constituye excepción de la regla común.”

De este modo, observamos que, a pesar de acudir a otras expresiones que no sean amnistía, el ministro basa sus declaraciones en la justificación de que la medida no exime la culpabilidad de los delitos; si a este hecho le sumamos el resaltado carácter de excepcionalidad con el que justifica su decisión, comprobamos que el ministro trata de defender su medida de ser calificada de inusual o ilícita, pero no deja incurrir en el campo de la transgresión de la ley en sus explicaciones, por lo que justifica su medida como una excepción a la norma.

4)    La medida y la opinión pública.

A pesar de los esfuerzos del ministro por salvarse de una situación que podría ocasionar el deterioro de su imagen pública, observamos cómo los medios de comunicación de diferentes tendencias políticas han optado por utilizar el término amnistía fiscal para esta medida; por lo que han tratado de sacar a la luz su significación, ofreciéndola a un destinatario tan heterogéneo como es la población, que no precisa de ambages ni juegos retóricos.

A continuación, presentamos diversas muestras de cómo la prensa ha recogido en sus noticias el término amnistía fiscal sin acudir a la denominación ofrecida por el Gobierno:

  • “Diego Torres regularizó 160 mil euros con la amnistía fiscal

“Diego Torres, exsocio de Iñaki Urdangarín, se acogió a la amnistía fiscal del ministro Montoro. Torres regularizó, al menos, 160 mil euros que tenía en una cuenta bancaria en Luxemburgo por lo que pagó el 10%. “

http://www.abc.es/videos-espana/20130401/diego-torres-regularizo-euros-2269055483001.html

  • “Los patrimonios aflorados tras la amnistía fiscal permitirán recaudar 250 millones este año”.      (La Razón, 30/04/2013)

http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/2088981/economia/los-patrimonios-aflorados-tras-la-amnistia-f#.UcXfS9ebu6o

  • “El fiscal pide a Hacienda los datos de la amnistía fiscal del apoderado de Bárcenas”(El Mundo, 14/03/2013).

http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/14/espana/1363284931.html

  • “El juez Ruz investiga si 21 imputados en Gürtel se beneficiaron de la amnistía fiscal.”

http://politica.elpais.com/politica/2013/02/05/actualidad/1360080667_874788.html

  • “Hacienda ya había dicho que esperaba que permitiera aflorar más de 40.000 millones, que fue la cantidad que la regularización tributaria especial, conocida como amnistía fiscal, consiguió sacar a la luz.”

http://www.eldiario.es/economia/Rajoy-contribuyentes-declarado-extranjero-millones_0_135087189.html

Por consiguiente, podemos observar que los medios de comunicación de distinto carácter ideológico no dudan en evidenciar aquello que los organismos oficiales pretenden evitar. De hecho, podríamos pensar que esta consideración solo se encuentra en medios de comunicación globales, no específicos. Sin embargo, podemos observar cómo, en diarios económicos especializados, el proceder ha sido el mismo:

  • “La amnistía fiscal permitirá blanquear dinero negro de origen dudoso”

http://www.finanzas.com/noticias/economia/fiscalidad/20120605/amnistia-fiscal-permitira-blanquear-1399211.html

  • “A la Agencia Tributaria no le consta que Pujol Ferrusola se acogiera a la amnistía fiscal, en respuesta a la información que le requirió el juez el pasado 5 de febrero y con la que trataba de comprobar si tenía ingresos procedentes de fuera de España.”

http://www.expansion.com/accesible/2013/04/09/catalunya/1365518411.html

  • “Los patrimonios aflorados tras el proceso de amnistía fiscal permitirán recaudar 250 millones de euros este año, a pesar de que el importe aflorado ascendió a 40.000 millones de euros, según calcula el Gobierno en el Programa Nacional de Reformas 2013, que ha enviado a Bruselas.”

http://www.eleconomista.es/interstitial/volver/acierto-abril/economia/noticias/4790800/04/13/Ampl-Los-patrimonios-aflorados-tras-la-amnistia-fiscal-permitiran-recaudar-250-millones-este-ano.html

De este modo, podemos corroborar que los medios de comunicación, tanto generales como especializados, han optado por ofrecer la información de una forma directa, que consiga la comprensión de sus lectores y mantenerse fiel a su línea editorial. Por lo tanto,  podemos considerar que la opinión pública ha optado por una interpretación suficientemente unívoca sobre esta medida, de modo que los esfuerzos por parte de la Administración en justificarla a través de circunloquios no han terminado de surtir efecto.

En definitiva, observamos que una misma medida ha ocasionado tres denominaciones, que responden a los intereses y la visión de aquellos que la utilizan, tal y como presentamos en el siguiente esquema:

 

 

 

 

 

En conclusión, en este caso queda manifiesto que la Administración ha tratado de buscar la aceptación general de sus medidas a través de la atenuación de sus objetivos; sin embargo,  la opinión pública y los medios de comunicación han consolidado su opinión acerca de esta medida sin que las aclaraciones ofrecidas por el Gobierno triunfaran en su cometido. Por lo tanto, observamos que podemos ser capaces de desenmarañar una trama lingüística concebida como una estrategia con el afán de atenuar y disfrazar un argumento contraproducente para la imagen y los intereses de determinados sujetos.

Antonio García del Río

La referencia es el proceso mediante el cual el lenguaje identifica un objeto; un acto de apropiación por el que se individualiza una entidad del resto de las entidades. La referencia está detrás de los bautizos, por ejemplo (o, si se quiere, de las inscripciones en el Registro Civil), que son actos con validez jurídica mediante los que  se asigna un nombre a una persona.

Si en el caso de las personas la referencia se produce para la mayor parte de ellas una sola vez en la vida, la denominación de lugares –en especial de los lugares públicos– no siempre corre la misma suerte. El lenguaje político y el activismo en general son conscientes de la importancia de este acto; la Historia muestra innumerables casos de plazas, calles y avenidas cuyos nombres han cambiado en función de los vaivenes políticos. Cuando, en los días subsiguientes al 15-M de 2011, los manifestantes de Valencia cambiaron el nombre de la actual Plaza del Ayuntamiento por el de Plaza del 15-M, estaban siguiendo la tradición de sus conciudadanos de otras épocas que denominaron, al mismo espacio, Plaza del Caudillo o Plaza de Emilio Castelar.

El cambio de denominación no es caprichoso; en realidad, es una auténtica apropiación; de ahí su utilidad política. La apropiación consiste en que un nombre no es solo una etiqueta; un nombre es, además, un conjunto de rasgos de significado (lo que los lingüistas llamamos «intensión») que se activa cada vez que leemos o pronunciamos dicha etiqueta. No es lo mismo calificar un espacio como «Avenida de la Libertad» o como «Avenida del Genocidio». Por tanto, lo que los activistas valencianos hacían era un intento de apropiación del espacio público para la causa que defendían (en la línea que describe Naomi Klein en «Vallas y ventanas»).

Hasta aquí este capítulo de la crisis sería un episodio aislado en una cadena histórica de apropiaciones que nos llevaría hasta los faraones egipcios. Sin embargo, un hecho, aparentemente no relacionado con este, permite dar una vuelta de tuerca a los acontecimientos. Recientemente, alguna autoridad madrileña ha decidido incrementar el nombre de la parada de Metro más emblemática de Madrid, Sol, con el añadido Vodafone; de modo que la antigua parada ahora se llama «Vodafone Sol», y así figura en los mapas del metro madrileño. Este cambio, como el anterior, es también una apropiación de significado; el nombre de la operadora telefónica se superpone al de la estación y lo recubre (en términos lingüísticos, tiene ámbito sobre este), tiñendo de publicidad el significado –denotativo, connotativo, social o afectivo– del que fuera el centro del 15M: Sol. Frente a la apropiación colectiva y contestataria de Valencia, la apropiación privatizadora y mercantilista de Madrid. Un mismo proceso al servicio de finalidades contrapuestas.

En entradas anteriores se ha hablado del proceso de retroalimentación mutuo que mantienen la publicidad y los movimientos contestatarios, que copian, subvirtiendo, palabras y eslóganes, temas y procedimientos:

http://ponss.blogs.uv.es/2013/05/31/la-mercantiliz…mo-ciudadano-i/

Si, siguiendo a  Zygmunt Bauman, lo que importa en una sociedad líquida es la capacidad de desprenderse de conocimientos o posesiones para adquirir otros nuevos en una sociedad permanentemente cambiante (líquida), la mutua apropiación de lenguaje contestatario y publicitario los asemeja a dos luchadores que estuvieran, ora arriba, ora abajo del otro. En este momento, la partida está siendo ganada por la publicidad; la pelota, en el tejado de los activistas. Y los ciudadanos harían bien en prestar atención a estos procesos de apropiación denominativa del espacio público (que ya se ha producido, por cierto, en el nombre de muchos equipos de fútbol y de las ligas que juegan) si no quieren ser dominados por la publicidad cuando tengan que explicar cómo se llega a cualquier plaza.

Salvador Pons Bordería

¿Flexi… qué?

Cada vez es más común unir partes de palabras para formar otras nuevas. La creación léxica es un recurso para denominar nuevas realidades. Este es el caso del término flexiguridad.

«… hay que ir al habla en donde están la vida y el dinamismo que renuevan continuamente la lengua por la creación de nuevos elementos, el abandono de otros y por las nuevas combinaciones de los existentes.»  [J. J. Montés Giraldo, «Sobre los procedimientos de creación léxica y su clasificación», en LEA VI, 1984, pág.41]

La palabra flexiguridad (flexibilidad y seguridad) se refiere al proceso consistente en modernizar el mercado laboral teniendo en cuenta que  los trabajadores podrán cambiar de trabajo cuando quieran o cuando así lo precise la empresa para la que trabajan con la seguridad de una alta protección social para los desempleados, así como una política de formación y reinserción laboral que aseguran la adaptabilidad de los empleados durante su vida laboral:

Las estrategias de flexiguridad tratan de reducir las tasas de desempleo y mejorar la calidad de los puestos de trabajo en la Unión Europea (UE). Estas estrategias se basan en políticas que asocian la flexibilidad y la seguridad en el empleo. La Comisión pretende promover y mejorar la aplicación de estas políticas” [Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de Regiones. “Hacia los principios comunes de la flexiguridad: más y mejores empleos mediante la flexibilidad y la seguridad”. COM (2007) 359 final, de 27.6.2007]

En esta declaración del Parlamento europeo se quiere incluir una concepción nueva del trabajo, es por eso por lo que flexiguridad es un concepto positivo. Sin embargo, hoy por hoy, hay noticias que se hacen eco de que “…las nuevas condiciones del mercado laboral vienen marcadas por la flexibilidad y la inestabilidad, por mucho que la Unión Europea trata ahora de aplicar el concepto híbrido de “flexiguridad” [“El fin del empleo seguro”, J. Luis Barbería, EL PAÍS, 22/06/2008] y se presenta flexiguridad como término negativo.

Ante esta dicotomía que nos ofrecen los ejemplos anteriores surge el interés por saber qué connotaciones tiene la palabra flexiguridad. Teniendo en cuenta su carácter neológico, las connotaciones positivas o negativas que adquiera el nuevo término dependerán de las palabras que lo acompañen. Para definir sus límites se han buscado referencias en artículos periodísticos, económicos, políticos, sindicales y académicos (125 referencias) que permiten analizar dichas combinaciones. Las palabras que acompañan a flexiguridad en las referencias estudiadas quedan recogidas en la siguiente tabla que en la que los conceptos positivos que acompañan al término aparecen separados de los negativos y se agrupan según la categoría gramatical a la que pertenecen:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
Sin embargo, las contribuciones negativas las encontramos en boca de los sindicatos que ven con desconfianza las medidas que conlleva el término a nivel laboral y critican sobre todo las posibles complicaciones o dificultades en la ejecución.El análisis del corpus muestra que el término flexiguridad aparece asociado a más aspectos positivos que negativos, en una proporción de 105 a 20. Estas contribuciones positivas las encontramos en declaraciones, estudios, noticias, libros  o trabajos de políticos, periodistas, analistas, economistas e Informes de la Comisión Europea [COM(2007)359 ] e incluso proyectos  subvencionados por el Ministerio de Trabajo e Inmigración del Gobierno de España [Proyecto FIPROS 2008/35].

CC.OO. y UGT (…)  han calificado de «grave error» que se impulse la ‘flexiseguridad’ en los mercados”  [http://www.europapress.es/economia/laboral-00346/noticia-economia-laboral-ccoo-ugt-califican-profundamente-decepcionantes-conclusiones-consejo-europeo-20110328140342.html]

Como todo neologismo, la palabra flexiguridad necesita, para asentarse en un idioma, un proceso que puede ir, desde su aparición en el habla de los usuarios hasta ocupar un lugar en un diccionario especializado o ser, por el contrario, un término que se genera en un campo específico y que llega al habla por su uso. ¿En qué momento se encuentra la palabra en su proceso de inserción en la lengua?

Las palabras que destacan en el análisis de la tabla por su índice de frecuencia son incentivar, impulsar, activar, verbos que tienen que ver con el inicio de una acción, lo que se corresponde con el momento de inicio del proceso de asentamiento de la nueva palabra creada al idioma, y es esto mismo lo que provoca discursos a favor de la acción y su consecuente reacción, desde la batalla impuesta: eficaz, funciona, impulsar, mejoras frente a no convence, cuestionamos, rechazar, impracticable.

Dentro del mundo político y del mundo laboral el concepto flexiguridad  intenta ser una solución creíble para la crisis económica actual. Otros verbos con los que se asocia tienen que ver con la defensa del concepto; así, se habla de aboga, insta o recomienda.

 “El presidente del Consejo Europeo insta a aplicar la flexiguridad”  [http://www.flexiseguridad.es/2011/presidente-consejo-europeo-insta-aplicar-flexiseguridad-flexiguridad/]

Debido a su carácter neológico, la palabra flexiguridad está en el momento de encontrar su definición y de justificar su necesidad, por eso aparece bien como sujeto, bien como atributo de oraciones copulativas con el verbo ser y en algún caso en formas de aposición, o de yuxtaposición. Para darle contenido a la palabra, más allá de la unión flexible-seguro, se la asocia de esta manera con sustantivos que hacen referencia a aspectos laborales positivos.

 “[…] posiblemente la flexiseguridad sea una solución por la que vale a la pena apostar […][EL PAÍS, 21/02/2012

‘Flexiguridad’, un modelo no sólo para los daneses[5 DÍAS 12/12/2009]

“La «flexiguridad» es una forma novedosa de concebir el mercado de trabajo” [Diario de Mallorca, 9/02/2009]

Flexiseguridad, el concepto de moda para crear empleo en Europa [Euroxpres, 18/02/2012]

“La flexiseguridad es un modelo laboral que surgió en Dinamarca en los años 80 y busca el punto de equilibrio entre la flexibilidad y la seguridad, tanto para el trabajador como para la empresa.” [http://trabajotemporal.unique.es/2012/09/20/%C2%BFque-es-la-flexiseguridad-laboral/]

“La flexiseguridad laboral (flexicurity) es una elaborada noción europea que implica un renovado equilibrio entre la flexibilidad y la seguridad en las relaciones laborales.” [http://www.cincodias.com/articulo/opinion/flexiseguridad-laboral-europea/20110324cdscdiopi_4/]

“El objetivo es la  flexiseguridad. [http://www.elblogsalmon.com/mundo-laboral/flexiseguridad-bonita-palabra-si-no-estuviese-vacia]

Las calificaciones forma novedosa, concepto de moda, nuevo paradigma o tendencia asocian flexiguridad con una noción laboral nueva positiva. Esta idea se acentúa cuando las palabras que acompañan al término son ventaja, sistema, modelo, eficacia, éxito, remedio, o solución. Los adjetivos que la califican: activas, efectivas, estimuladoras, generan expectativas de mejora  y los verbos  que se utilizan, perspectivas de reactivación: impulsar, incentivar, promueve, aboga, aplicar.

“La flexiguridad es una forma novedosa de concebir el mercado de trabajo[Diario de Mallorca, 9/02/2009]

“[…] posiblemente la flexiseguridad sea una solución por la que vale a la pena apostar […]” [EL PAÍS, 21/02/2012]

Por otro lado, flexiguridad asociada a estrategia, reforma o plan  se puede entender como algo positivo si lo valoramos como mecanismo para dar respuesta a la crisis. Aparece como panacea o fórmula mágica que ya funciona en otros países.

El ministro de Empleo danés exhibe la tasa de paro más baja de toda la UE: un 3,7%. Su secreto se llama ‘flexiguridad’, un sistema que combina el despido libre con la máxima protección social. El resultado es que el 75% de los parados vuelve a trabajar en menos de un año. Muchos ven en su caso la panacea contra la deslocalización que trae la globalización.

[http://www.elmundo.es/suplementos/nuevaeconomia/2007/378/1182636009.html]

Para que llegue además a todos los sectores sociales, los discursos incluyen cuestiones sobre el género, culturales o las políticas de inclusión social.

 Flexiseguridad e Igualdad de género” es un estudio realizado por la Fundación Alternativa que pretende adaptar parte del modelo económico y social de Dinamarca para que la mujer española pueda compatibilizar mejor la vida laboral con la familiar.” [http://www.canalsolidario.org/noticia/conoces-la-flexiseguridad-acercate-a-ella-y-concilia/22596]

Así, nace un término que aúna dos conceptos que hasta hace muy poco tiempo eran casi contrarios y se presenta en sociedad rodeado de conceptos, adjetivos y verbos que incitan a apoyar estas medidas, con el objetivo de que crezca, madure y se instale en nuestro vocabulario  con connotaciones positivas.

¿Tiene futuro la palabra flexiguridad en nuestra lengua? ¿Tiene futuro la flexiguridad laboral en nuestra realidad social?

En este análisis encontramos palabras como estrategia, remedio, solución, tendencia, sistema, pero otras como confianza, esperanza, honestidad, humildad, trasparencia, solidaridad no aparecen en estos discursos acompañando al término “flexiguridad”. ¿Serán estos los ingredientes secretos de la poción mágica que funciona en otros países y no en el nuestro?

Laura Pérez Sanchis

En la sociedad actual no está bien visto permanecer quieto, pues todos tenemos la obligación de hacer algo que nos permita subsistir. Esto es algo de lo que también da cuenta el lenguaje y, como vamos a observar, repercute sobre las palabras de nuestra lengua, tal y como se pone de manifiesto en los términos “desempleado” y “parado”; en un principio considerados sinónimos. Sin embargo, si analizamos cada uno de ellos, confirmaremos que presentan importantes matices en sus respectivas definiciones que sugieren interpretaciones distintas.

Partamos de las definiciones que el DRAE nos aporta sobre ambas palabras:

Desempleado. Adj. Que se halla en situación de paro forzoso.

Parado. Adj. Desocupado, o sin ejercicio o empleo.

Por el modo en que es definido cada término, deducimos que hay un rasgo semántico fundamental que distingue una palabra de la otra: se trata del aspecto relativo a la voluntariedad o involuntariedad de encontrarse en un estado de desempleo. Así pues, en el caso de “desempleado”, es muy representativo el adjetivo “forzoso” que acompaña al sustantivo “paro”, pues da a entender que la persona en cuestión ha abandonado muy a su pesar el puesto de trabajo que ocupaba, mientras que en el término “parado” no hay nada en la definición que nos haga pensar en que la persona haya dejado su trabajo a la fuerza (puede que sí y puede que no). Ambas definiciones, no obstante, coinciden en un aspecto: ninguna de las dos nos permite determinar si la persona ha trabajado antes de quedarse sin empleo. A esto hay que añadir que la palabra “desempleado” cuenta con una significación literal (sin empleo) mientras que “parado” presenta tanto un significado literal como uno metafórico, que es el relativo al estado de reposo. Esto conlleva, pues, que sobre el término “parado” recaigan connotaciones eminentemente negativas que no se detectan en el caso de “desempleado”, como a continuación explicaremos.

La palabra “parado” aparece con bastante más regularidad que “desempleado”, tal y como queda demostrado con los datos que proporciona el CREA. Así pues, podemos apreciar cómo el uso del término “parado”, en su acepción relativa a la carencia de oficio, tiene una gran vigencia en la actualidad: en primer lugar, hay que señalar que hasta 2004 se han registrado 39 casos en 28 documentos, lo que demuestra la importancia que se le concede a esta palabra en nuestra sociedad. A esto hay que añadir que el uso regular de este término se ha incrementado progresivamente: de un 2.85% de frecuencia en 1978, nos encontramos en 1995 ante un 11.42%.

Respecto al término “desempleado”, la aparición de este término es mucho menor que la de “parado”, de acuerdo con los datos que se recogen hasta el año 2004, pues encontramos en el CREA tan solo 14 casos en 14 documentos. No obstante, como en la anterior palabra, también esta experimenta un aumento progresivo en su frecuencia de aparición: del 7.14% en 1986 pasamos a un 35.71% en 1994. El hecho de que las dos palabras cobren mayor frecuencia en su aparición a medida que nos acercamos a nuestros días pone de manifiesto que llega un momento a partir de la década de los 90 en que la ocupación laboral se convierte en una de las principales preocupaciones de la sociedad española. A continuación reproducimos los datos señalados en una tabla para visualizar de una manera más clara el aumento en el empleo de estas palabras.

AÑO PARADO AÑO DESEMPLEADO
1978 2.85% 1986 7.14%
1995 11.42% 1994 35.71%

 

 

Para analizar la frecuencia de aparición de estas palabras en la actualidad, tomaremos como referencia las hemerotecas de dos periódicos españoles: El País y El Mundo.

De estos periódicos hemos considerado pertinente comparar los resultados de los sustantivos “paro” y “desempleo”, pues el adjetivo “parado” tiene otras acepciones, como ya hemos señalado, y no nos proporcionaría unos datos exactos. Tanto un periódico como otro dan cuenta de que entre 2002 y 2013 se ha potenciado el uso de estas dos palabras, pero la frecuencia con la que aparece el sustantivo “paro” y otras palabras de su misma familia semántica supera con mucho a “desempleo” (algo que ya anticipaba el CREA): El Mundo registra 23.278 casos de “paro” y sus derivados, frente a los 11.183 de “desempleo”.

En El País la diferencia en la frecuencia de aparición de uno y otro término es todavía más acusada: mientras que de “paro” se registran 1.028.101 casos, de “desempleo” se han recogido 42.588.

Estos son datos que nos llaman mucho la atención, pues al fin y al cabo las dos palabras se refieren a un mismo hecho, por lo que, aunque presenten ciertos matices que las hagan variar ligeramente en su significado, esto no debería dar pie a una diferencia tan grande en el uso cotidiano; es más, como ya apuntábamos arriba, son términos que la sociedad toma como sinónimos. Prueba de ello es que en las noticias de prensa se intercambian para evitar la repetición:

Algunas investigaciones han constatado con anterioridad que la intervención psicológica entre los parados mejora el comportamiento del desempleado, aumentando su eficacia a la hora de buscar un puesto laboral y elevando, como consecuencia, las probabilidades de reemplearse.” El Mundo-Salud (suplemento) 17/07/1997.

Veamos, pues, qué nos sugieren intuitivamente estas palabras:

“Desempleado”. En esta palabra, el prefijo “des” marca una connotación negativa, como sucede también con otras palabras de nuestra lengua: innato, infeliz, descontento, despreocupado… Pero mientras que palabras como contento y preocupado son graduales, empleado no lo es; tengamos en cuenta que alguien que no está contento, no tiene por qué estar descontento, o alguien que no está preocupado no necesariamente es una persona despreocupada, mientras que los términos desempleado y no empleado coinciden totalmente en su significado; una persona “desempleada”, necesariamente carece de empleo. A todo esto habría que añadir que las formas prefijadas refuerzan el estado emocional eminentemente negativo al que aluden mucho más que las lítotes, y así lo percibimos con el término “desempleado”: tiene mucha más fuerza expresiva un enunciado como “está desempleado” que otro como “carece de empleo”.

En lo que respecta al término “parado”, este, al igual que desempleado tiene una definición negativa. Dicho de otro modo, desde el punto de vista semántico, las dos palabras se refieren a una situación dolorosa. La diferencia radica, por tanto, en la estructura gramatical: mientras que en el caso de “desempleado” encontramos un prefijo de carácter negativo, en “parado” no hay ninguna partícula de este tipo (es una palabra simple, frente a la anterior), pero a pesar de ello las connotaciones que se extraen de este vocablo son muy negativas: alguien que está parado es una persona que no se mueve, y de ahí se pueden extraer múltiples interpretaciones: si no se mueve, no avanza ni hace aportación alguna a la sociedad; el que permanece quieto es un holgazán, y el reposo no es en absoluto productivo…

En definitiva, toda una serie de matices que constatan lo mal visto que está en la sociedad actual no desempeñar ninguna labor, además de, como ya sabemos, la preocupación que esta situación genera ante la necesidad de ganarse la vida de alguna manera. En relación con esto hay algunos ejemplos de prensa bastante representativos:

“Son desempleados, no están parados” (titular)

Los servicios de empleo ofrecerán itinerarios personalizados para encontrar trabajo. Los desocupados deberán seguirlos si quieren mantener la prestación. (subtitular) (El País, 6/02/2011)

En este ejemplo, ya desde el titular, se deja constancia de la intención de diferenciar claramente el hecho de no tener trabajo y el de estar sin hacer nada, pues una cosa no implica la otra. Se pretende defender y acabar con la mala imagen que se tiene de aquellos que por circunstancias diversas están sin empleo insistiendo en que, pese a su situación, buscan alternativas con las que salir adelante, por lo que no se puede afirmar que estén parados, quietos.

“Desempleados que se mueven” (titular)

“Cardo creía que tenía que hacer algo para apoyar a los parados y decidió ponerse al Rufino frente del portal de Emprendedores y Parados, creado a iniciativa de RCR. Esta página web se dedica a asesorar a personas que quieren montar su empresa.” (El Mundo, 3 de marzo de 2013)

En este segundo ejemplo, aunque no debemos perder de vista la importancia de las líneas, lo que destaca especialmente de acuerdo con las ideas que venimos explicando es el título: “desempleados que se mueven”, que podemos interpretar como un elogio hacia aquellos que luchan día a día por salir del paro (de ese estado de reposo en que no se aporta nada bueno a la sociedad) y encontrar un trabajo con el que resultar productivos al país; se hace uso de la palabra “desempleados” posiblemente para evitar la paradoja que se formaría con el término “parado”. Ya en el texto en sí se remarca la valoración positiva de esta iniciativa, con la que se pretende lograr un bien común. 

El Gobierno está parado. Está inactivo. Está ocupado en defenderse.” El Mundo, 27/11/1994. Entrevista con Josep Antoni Durán I Lleida.

En este último ejemplo, aunque el término “parado” no esté relacionado con la falta de empleo, se pone de manifiesto que estar sin hacer nada es algo que se considera fuera de lugar. Con esto se deja constancia de que el término “parado” tiene connotaciones negativas en gran parte de sus acepciones y ya no solo cuando se emplea con el sentido de carencia de empleo:

“Así, la reforma que ha diseñado el Ministerio de Trabajo y que ha sido presentada a empresarios y sindicatos para recibir su apoyo persigue un objetivo: mejorar la gestión de las políticas de empleo, de forma que se agilicen los procedimientos que ayuden al desempleado a buscar un puesto de trabajo” (ABC electrónico, 19/06/1997)

Como podemos observar, en los casos en los que el término del que se hace uso es “desempleado” no se acusa a la persona de estar sin hacer nada; más bien al contrario, parece que se le tiene compasión y por ello se le ofrecen todas las opciones posibles para encontrar trabajo, algo que no detectamos en los contextos en que se recurre a la palabra “parado”, tal y como se ha señalado en los ejemplos.

En definitiva, el análisis llevado a cabo sobre las palabras “parado” y “desempleado” nos permite afirmar que son términos con los que se  hace referencia a una situación preocupante. Además, a la palabra “parado” se le añaden matices en cierta medida metafóricos relativos a un estado de descanso o reposo absoluto, lo que está bastante mal valorado. Todo esto nos lleva a concluir que es necesaria la colaboración conjunta de todo el país para llegar a una situación de actividad, dinamismo y productividad en la que nadie se quede “rezagado” o mejor dicho, “quieto”.  

Celia María Casado Berbel


La voz flexibilidad ha cobrado en los últimos meses bastante protagonismo porque ha sido un concepto clave para explicar en qué iban a consistir la última reforma laboral (Real Decreto-ley 3/2012, de 10 de febrero, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral.) y la de Educación (Real Decreto-ley 14/2012, de 20 de abril, de medidas urgentes de racionalización del gasto público en el ámbito educativo).

El DRAE define así el término:

 

flexibilidad. 1. f. Cualidad de flexible.

flexible. 1. adj. Que tiene disposición para doblarse fácilmente. 2. adj. Que en un enfrentamiento se pliega con facilidad a la opinión, a la voluntad o a la actitud de otro o de otros. Carácter, persona flexible.3. adj. Que no se sujeta a normas estrictas, a dogmas o a trabas. Ideología, legislación flexible. 4. adj. Susceptible de cambios o variaciones según las circunstancias o necesidades. Horario, programa flexible.

Tengamos en cuenta cómo a partir de la segunda acepción de flexible, todas las acepciones se crean por un proceso metafórico guiado por la idea de adaptación. Esta idea nos interesa porque, si leemos ambos decretos, veremos que se hace un uso correcto del término: en ambos documentos se pretende demostrar que la ley va a adaptarse en cada ámbito a la situación económica actual:

La crisis económica que atraviesa España desde 2008 ha puesto de relieve las debilidades del modelo laboral español. La gravedad de la crisis actual no tiene precede

precedentes. España ha destruido más empleo, y más rápidamente, que las principales economías europeas (…) El Gobierno encarna y sirve a los intereses generales y tiene la obligación de garantizar y satisfacer los intereses de todos aquellos que estén buscando un empleo. La reforma propuesta trata de garantizar tanto la flexibilidad de los empresarios en la gestión de los recursos humanos de la empresa como la seguridad de los trabajadores en el empleo y adecuados niveles de protección social. Esta es una reforma en la que todos ganan, empresarios y trabajadores, y que pretende satisfacer más y mejor los legítimos intereses de todos. (Real Decreto-ley 3/2012).

La flexibilidad se entiende así como la solución a un problema que pasa por el hecho de estirar las posibilidades del sistema. Sin embargo, este uso de flexibilidad no es nuevo, aunque sí más frecuente que antaño.

En el CREA aparecen trece ejemplos en prensa del sintagma flexibilidad laboral desde 1986 hasta 1997. La diferencia con la época actual simplemente es cuantitativa, no cualitativa: ahora se dan más casos en menos tiempo, pues en cualquier buscador de internet veremos que solo del último año aparece una cantidad mucho mayor de ejemplos que en la época que recoge el CREA. Por tanto, todo parece indicar que ha sido en este momento cuando ese concepto ha tenido más repercusión en los medios (posiblemente porque ahora haya más medios, pero eso no nos importa; lo que importa es que es un concepto muy manido actualmente). Al margen de todos estos rasgos cuantitativos, el nexo en común entre nuestro presente y la España de hace veinticinco años es que no hay una diferencia cualitativa en el empleo del término. Ahora, flexibilidad laboral significa lo mismo que entonces y se potencia desde los mismos sectores que entonces. Veamos algunos ejemplos:

 

(1)  «El ministro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, considera necesaria la flexibilidad laboral y el abaratamiento del despido para reducir con éxito la tasa de paro, según afirmó en Santander. Por estas declaraciones, UGT acusó al ministro de intentar «torpedear el diálogo social».» (ABC, 10/07/1988)

 

(2)  «El secretario de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), Emilio Gabaglio, señaló que (…) «Estamos de acuerdo en dar prioridad a la formación profesional, profundizar en la flexibilidad laboral, vincular los incrementos salariales a la productividad, reducir los costes salariales indirectos y fomentar iniciativas regionales generadoras de empleo».» (La Vanguardia, 30/10/1995)

Tras la lectura de estos ejemplos observamos que el término flexibilidad laboral está relacionado siempre con dos agentes: el gobierno de turno (sea del color que sea) y los empresarios (que suelen tener el mismo color), quienes a su vez, se enfrentan siempre con su antagonista: los sindicatos. El hecho de reconocer quiénes son los impulsores de este concepto nos puede ayudar a desvelar qué se esconde realmente detrás de dicho concepto.

Flexibilidad es un término que por sí solo no muestra valores negativos (más bien al contrario: algo flexible a priori es algo bueno, pues se entiende que se adapta a las necesidades del destinantario). Sin embargo, como se ve en el ejemplo (2), se enmascara con dicho término una realidad «dolorosa» para el que la va a recibir, y por tanto repercute de manera negativa en la imagen del hablante. De este modo, el término va cargándose poco a poco de connotaciones negativas en este tipo de contextos.

En la situación actual de crisis y reformas estructurales (concepto que daría pie para una nueva entrada), ha habido muchas voces críticas con la última reforma laboral, como, por ejemplo, la de Mónica Oltra, diputada por Compromís en las Cortes Valencianas, quien en su perfil de twitter apuntaba la siguiente reflexión: «¿Por qué lo llaman «flexibilización» cuando quieren decir «explotación?»

Esta reflexión nos lleva a pensar en que la palabra flexibilidad está siendo utilizada como sustituto eufemístico de términos o conceptos más duros y peor aceptados para la sociedad (tabúes), los cuales se necesita atenuar, hacer ambiguos o desdibujar por parte de quienes han de llevarlos a cabo.

¿Qué implica realmente esa flexibilidad laboral? Principalmente el atraso de la edad de jubilación, la pérdida de poder adquisitivo, la libre contratación y el abaratamiento del despido (que eso sea una «explotación» o no, es consideración de cada uno; lo que no es opinable es que con la voz flexibilidad se oculta una realidad).

¿Y qué implica la flexibilidad en el caso de la educación? El despedido de profesores (o no renovación de interinos) debido al aumento de la ratio del número de alumnos por aula, además del aumento de horas lectivas de los docentes. Todo un magisterio sobre flexibilidad.

Como bien sabemos, no es ninguna novedad el hecho de que los políticos (y los periodistas) hagan uso del eufemismo para proteger su imagen social. El problema es que estos sustitutos eufemísticos no sean percibidos como tal por quienes interpretan la información solo a partir de lo que aquellos dicen, sin buscar lo que (no) quieren decir. Lo cual es más beneficioso, si cabe, para quien utiliza el eufemismo, pues el hablante no se responsabiliza de la interpretación del oyente.

Tal vez deberíamos tener cuidado con tanta flexibilidad, no sea que al final se rompa la cuerda…

Adrián Ombuena Cabanes

 

Las cosas claras…

28/05/2012

Un mismo hecho puede ser contado de maneras muy distintas y cada una de ellas provocará una reacción diferente en el receptor. Imaginemos ese terrible momento, que a todos nos marca, en el que nos enteramos de que los Reyes Magos no existen. Al llegar a casa, todavía con una pequeña llama de esperanza en nuestro interior, le preguntamos a nuestros padres si es cierto; a lo que ellos pueden responder varias cosas: “No existen, cielo, todo es una mentira que os contamos a los niños porque sois muy inocentes. Eso sí, siempre desde el cariño, no te lo tomes a mal” o bien “Existen a medias, no son ellos los que te traen físicamente los regalos, pero siempre estarán en nuestros corazones junto al espíritu de la Navidad”. Con aquella contestación plasmamos los hechos tal y como son; sin embargo con esta lo que hacemos es encubrir las malas noticias a través de procedimientos de oscurecimiento del lenguaje provocando que el niño en cuestión no se entere de nada de lo que acaba de decírsele, pero haciendo que se quede más tranquilo. Algo así ocurre con el lenguaje político actual en España. Para comprobarlo, tomaremos dos discursos, de Luis de Guindos, Ministro de Economía y Competitividad, y de Cristóbal Montoro, Ministro de Hacienda y Administraciones, que versan sobre la subida de impuestos indirectos o, dicho en clave política, sobre el aumento porcentual de las tasas impositivas que gravan de forma indirecta en el consumo.

En primer lugar, vamos a fijarnos en la rueda de prensa de de Guindos:

-de Guindos: Vamos a dar el salto definitivo desde el punto de vista de la competitividad. Reducir las cargas e imposición sobre el trabajo […] e incrementar la imposición sobre el consumo con un incremente neto de recaudación en torno a los 8.000 millones de euros

-Periodista: De sus palabras y de los papeles que nos han pasado entiendo que el gobierno ha decidido subir el IVA en 8.000 millones de euros, con un incremento del 15% de la recaudación. Quería preguntarle si es esto cierto, si estoy equivocado y quería preguntarle también por qué no utiliza la palabra IVA, ¿Es que tienen mala conciencia por subirlo o piensan que los ciudadanos lo van a recibir de forma muy negativa?, ¿Qué explicación hay a que no se utilice un término tan conocido por los ciudadanos?

-de Guindos: He intentado hablar con los términos hacendísticos lo más adecuados posibles, por eso hablo de imposición indirecta sobre el consumo, no solamente es el IVA sino que son otro tipo de impuestos y ahí existen otras posibilidades, existen impuestos especiales.

La estrategia es clara en cuanto se ahonda en el discurso: de Guindos empieza hablando de un “salto definitivo desde el punto de vista de la competitividad” y de una reducción en “cargas e imposición sobre el trabajo”, para pasar a decir que se realizará también un incremento en “la imposición sobre el consumo”, cuya conjunción dará lugar a una recaudación de 8000 millones de euros. El receptor, y más precisamente cuando se realiza una exposición oral, tiende a quedarse con la información que se da en primer lugar y en último, por lo que esta estructura discursiva es, sin lugar a dudas, una forma premeditada de ensamblar la información de manera que quede destacado aquello que se enuncia al inicio –reducción– y al final –recaudación–, diluyendo entre estas dos ideas el incremento de impuestos, que es realmente lo más va a interesar al receptor, pero también lo más impopular.  Además, al decir que va a  “incrementar la imposición sobre el consumo” y no hablar de aumento de impuestos, está realizando un claro proceso de desautomatización del lenguaje que contribuye a enmascarar la realidad bajo un antifaz de palabras.

Pero el ávido periodista capta aquello que de Guindos ha tratado de ocultar y le pregunta de forma directa sobre el IVA, lo que provoca que de Guindos afirme que ha “intentado hablar con los términos hacendísticos lo más adecuado posibles”.

Por tanto, el propio ministro nos descubre que recurre a un léxico específico del ámbito de la economía, lo que va a provocar que el ciudadano de a pie, receptor último, principal afectado y poco docto en esta terminología, quede desinformado.

Una vez desgranado el discurso del ministro de Economía, pasemos a mostrar y analizar el de Cristóbal Montoro:

No vamos a subir impuestos en España, vamos a cambiar la componderación de los impuestos en España para favorecer el crecimiento y el empleo. Para eso hay que cambiar la ponderación de los impuestos, los contribuyentes en España no vamos a pagar más, sino que vamos a cambiar, en la medida en que la evolución económica nos lo vaya permitiendo. Es cambiar la ponderación de impuestos en claves europeas para no  depender de la financiación del resto del mundo. Así se promueve el crecimiento.

De nuevo nos encontramos ante una estructura muy similar, ya que también se inicia con una información positiva y se termina dando esperanzas de que se promoverá el crecimiento. Por lo tanto, lo que se tratará de explicar entre esos dos puntos es cómo se va a lograr el objetivo final sin llegar a “subir impuestos”, siendo la respuesta: a través de “la componderación de los impuestos”. No hay que preocuparse de nada, acto seguido nos explica que la “componderación”, palabra que no encontramos en el DRAE, es “en la medida en que la evolución económica nos lo vaya permitiendo […] cambiar la ponderación de impuestos en claves europeas”, lo que lleva a que “no vamos a pagar más” –por si acaso las otras afirmaciones pudieran crear dudas en el público–. De esta forma, no se dependerá “de la financiación del resto del mundo” y se llega a una conclusión tajante: “Así se promueve el crecimiento”. La clave para entender este juego retórico es ahondar en la “componderación”, entendida como la ponderación en clave europea. Para ello, basta con mirar cuáles son los valores porcentuales del  impuesto indirecto más importante, el IVA, para darnos cuenta de que tan solo están por debajo de nuestro 18% los países balcánicos, Chipre, Luxemburgo, Suiza y Andorra, mientras que el resto tienen valores que van desde el 19% de Alemania o los Países Bajos hasta el 25% de Noruega, Suecia, Dinamarca y Hungría. Por tanto, si tenemos en cuenta que ponderar significa “Contrapesar, equilibrar” (DRAE), lo que nos encontramos es que este discurso trata de negar en superficie la subida de las tasas impositivas a través de un lenguaje que enmascara la realidad llegándola a presentar como positiva, e incluso a través de la negación directa del hecho, pero que en el fondo nos presenta, siempre y cuando estemos dispuestos a investigar y reflexionar, un aumento porcentual en los impuestos indirectos.

Por tanto, Montoro recurre principalmente a la creación de léxico para hacer poco accesible la información comunicada, un destino solo reservado a aquellos que reflexionen e investiguen sobre lo dicho.

En definitiva, es clara y recurrente la utilización, por parte de la clase política de este país, del llamado eufemismo político, aquel que trata de disfrazar la realidad complicando lo fácil, embelleciendo o neutralizando lo feo y haciendo vago lo concreto. En este sentido, de Guindos y Montoro se mueven por caminos diferentes: aquel utiliza terminología específica del ámbito económico –“incrementar la imposición sobre el consumo”–, mientras que este opta por la creación de léxico –“componderación”–. Sin embargo, ambos convergen en un mismo punto: el oscurecimiento del lenguaje cuando se anuncian hechos negativos para así complicar la transmisión de la información, lo que genera ambigüedad, pues ambos discursos no tienen una interpretación unívoca, ya que, mientras en el de Guindos suponemos que se refiere al IVA  porque es el único impuesto sobre el consumo con el que se puede recaudar tal cantidad de dinero (es aclarado gracias a la pregunta del periodista, de no haberla realizado no se hubiera especificado), en el de Montoro hay una vaguedad más que manifiesta en cuanto al significado de “componderación”.

A todo lo anterior, se debe unir  que ambos están realizando intervenciones orales en las que, como es lógico, el receptor no puede volver hacia atrás para revisar lo dicho. Esto supone que todo elemento eufemístico con el que se oscurezca el mensaje será rechazado sin procesar por el destinatario, que no puede reflexionar sobre su significado porque perdería el hilo del resto de la intervención, por lo que la información con la que se quede será la transparente. De esta forma, en el primer caso se descartan los “términos hacendísticos más adecuados posibles” como la “imposición indirecta sobre el consumo”, mientras que se destaca aquello que se dice de forma más transparente: “reducir las cargas e imposición sobre el trabajo” y “recaudación de 8.000 millones”. En el segundo ocurre algo similar, ya que el receptor elimina “cambiar la componderación de impuestos en España”, quedándose con “No vamos a subir impuestos en España”, “favorecer el crecimiento y el empleo”, “no vamos a pagar más”, “vamos a cambiar”, “en claves europeas” (Europa es un argumento de autoridad positivo), “no depender de la financiación del resto del mundo” y “Así se promueve el crecimiento”. De este modo, los políticos diluyen las noticias negativas para la población entre toda una serie de hechos positivos que en muchas ocasiones no están del todo comprobados, ya que la “recaudación de 8.000 millones” de la que habla Guindos y el “favorecer el crecimiento y el empleo” al que hace referencia Montoro, son dos circunstancias que se derivarán, siempre y cuando los pronósticos se cumplan, de aquello que sí que se va a realizar sin ningún tipo de dudas: la subida del IVA.

El hecho de utilizar este tipo de eufemismos en los discursos crea una distancia entre emisor y destinatario, provocando, si esa práctica es constante, que el receptor tienda a alejarse progresivamente de la fuente del mensaje porque el esfuerzo que tiene que realizar para procesar la información es muy elevado. Por todo ello, el lenguaje político debería volver a su sentido etimológico “πολιτικός” (“politikós”), que significa “de los ciudadanos”, para lo que es conveniente que dé un giro que deje de lado el eufemismo, por nuestro bien y por el de la clase política si quiere mantener el apoyo popular. No somos esos niños a los que había que oscurecer la no existencia de los Reyes Magos para no dañarlos, somos una sociedad madura y preparada que necesita oír en boca de nuestros mandatarios las noticias, positivas y negativas, con las palabras justas y adecuadas.

… y el chocolate espeso.

Raúl Molina Gil

3) Nietaflauta. Este tercer apartado será el más inestable, ya que es el menos consolidado. Vivimos en una realidad cuyos cambios se reflejan día a día en el lenguaje y una vez tenemos establecidos a los yayoflautas como el ala madura del 15-M se cuela una nietaflauta en las líneas de algún artículo periodístico. La nietaflauta en cuestión, lejos de lo que pudiera parecer – podríamos estar ante una perroflauta más- es una niña pequeña que iba con sus abuelos a las protestas y a la que pusieron un cartelito que rezaba “Yo soy nietaflauta” tal y como podemos ver en el siguiente enlace: http://lasdel8.blogia.com/2012/040101-nieta-flauta.php . Más allá del impacto de esta “tierna” imagen que a muchos conquistó, llevando incluso a la creación de algunos grupos en Facebook, Yo también soy fan de la “Nieta Flauta” (https://www.facebook.com/pages/Yo-tambi%C3%A9n-soy-fan-de-la-Nieta-Flauta-/146398608814305 ), estamos ante algo más profundo ya que no solo se categoriza a aquellos que tienen un compromiso social y político sino que también se diferenciará a todos aquellos relacionados con ellos, estén o no comprometidos. Una niña no puede tener compromiso ni conciencia social como para llevar el denominador de nietaflauta, pero su presencia en una manifestación hará que, a partir de entonces, podamos diferenciar entre nietas normales y nietaflautas, lo que carga, de forma ambigua, al sufijo como cualquier elemento que se usa para sectorizar a la sociedad.

4) X-flauta, los otros derivados. Aunque parezca que la nómina de palabras que se ha creado análogamente a perroflauta termine ahí, tenemos claros indicios de que no. Esta vez no aparecen en prensa escrita pero sí están en las redes sociales que, hoy en día, son el mejor caldo de cultivo para nuevas palabras. Encontramos, entonces, derivados ya no solo de grupos sociales sino en cuanto a profesión o situación familiar: profeflautas, padreflautas (que aparece en fecha muy cercana al término yayoflauta,  en un tweet del 22 de octubre de 2011: “@Nacho_Ariza Padreflautas y profeflautas al unísono: la pública para adelante, la privada para atrás #mareaverde” ) o mediflautas (7 de diciembre de 2011, hablando sobre compañías médicas: “lo mismo ni está entre las opciones a elegir y que acogernos a mediflautas o vete tu a saber…”) son  algunos de los ejemplos que hemos podido encontrar en la red en general. En todos los casos recogen dos requisitos que explicaremos mejor más adelante: se trata de un colectivo comprometido con una causa, en el caso de los dos primeros, con la educación y, en segundo lugar, tiene un uso en cierto modo despectivo, como el contexto en que encontramos mediflauta.

Finalmente, en el periódico El País encontramos, el día 17 de mayo de 2012, la siguiente viñeta, donde se hace un guiño a todos aquellos “perroflautas” que, en su día, fueron desalojados:

En la revista El jueves, tan solo un día después, el 18 de mayo de 2012, encontramos un cartel que nos habla de banquero-flauta aunque, en este caso, volviendo a su origen primigenio y casi equivalente a perroflauta:

Curiosamente, tanto nietaflauta como banqueroflauta se escriben todavía como dos términos separados. Como veíamos con respecto a perroflauta, Fundéu recomendaba escribirlo en letra redonda, sin ninguna tipografía especial y en una sola palabra, lo que podría indicarnos que no se encuentran todavía fijados del mismo modo que perroflauta o yayoflauta, debido a que sus apariciones han sido esporádicas, al igual que ocurría con padreflauta, profeflauta y mediflauta, que pueden haberse escrito de este modo porque quien los “nombró” conocía bien cómo debe escribirse perroflauta y lo hizo según la norma mientras que, posiblemente, aquellos que usaran banquero-flauta o banquero flauta no lo tenían tan claro. Por otro lado, en el caso de banqueroflauta también influye el hecho de ser una palabra con 3 sílabas, que pasa a 5 con una acentuación llana que hace que la pronunciación sea “extraña”.

En conclusión, estamos asistiendo a la creación de un sufijo, -flauta, que tendrá un significado muy ambiguo dependiendo de quien lo emplee. Por un lado, para aquellos que lo hagan de forma despectiva, se tratará, por tanto, de un sufijo similar a –esco, y, de otro, aquellos que lo empleen de forma positiva, como indicador de un grupo de personas comprometidas, social y políticamente, y, generalmente, reivindicativas. ¿Estamos ante una moda lingüística o ante la consolidación de un sufijo que triunfará, se impondrá y dentro de 50 años será tan habitual como el arriba mencionado –esco? No podemos saberlo con seguridad, ya que la lengua irá cambiando junto a esta situación social, y según el rumbo que siga esta tendrá más o menos oportunidades de fijarse, pero hoy en día así parece ser.

Por tanto, gracias a todo lo originado socialmente por la crisis,  hemos asistido a un desplazamiento de tal calibre que lo que antes era un término despectivo se ha cargado de una connotación política que ha hecho que se acuñen nuevos términos a su imagen y semejanza (apartados 1 y 2). Tras este cambio, que tiene que haber sucedido antes para que la transformación se pueda llevar a cabo, un grupo, que nada tiene que ver con esos jóvenes desaliñados con sus perros famélicos, al sentirse identificado con las demandas de los indignados, calificados con intención peyorativa de perroflautas, tomará este concepto y decidirá aplicárselo a sí mismo, operando un cambio en la raíz de la palabra  para que esta se convierta en automático identificador de su propia realidad: perroflauta > yayoflauta, ya que son todos, cariñosamente, “yayos” comprometidos con nuestra convulsa sociedad. A partir de aquí se han seguido acuñando nuevos términos (apartados 3 y 4), en los que vemos ya que una palabra perteneciente al léxico cotidiano como es flauta se ha vaciado de su significado original, “Instrumento musical de viento, de madera u otro material, en forma de tubo con varios agujeros circulares que se tapan con los dedos o con llaves” (DRAE), para convertirse en un sufijoide, el cual ahora denotará (de forma ambigua como ya veíamos) compromiso político y social. El único matiz que cabe añadir es que su consolidación como sufijo todavía no se ha producido totalmente ya que encontramos ejemplos en los que todavía se encuentra como locución (nieta flauta) y otros en los que sí es sufijo (padreflauta).

Gemma Burgos Segarra

A nuevas realidades, palabras nuevas. Actualmente una gran parte de las nuevas contribuciones a la lista de palabras que conforman nuestro vocabulario para designar “personalidades” se crean por composición. Este procedimiento nos deja joyas tales como gafapasta o perroflauta o, en su nueva versión, yayoflauta (iaioflauta según la procedencia del ejemplo y que nosotros normalizaremos con la <y>, ya que es la más frecuente). Se trata de palabras compuestas por dos sustantivos cuyo significado es simplemente la suma de los significados de cada uno de ellos.

A continuación, analizaremos en el significado de perroflauta, que ha sido modificado a causa de los movimientos que se han alzado en contra de la situación de crisis actual, el de yayoflauta, que tiene poco que ver, aparentemente, con el del primero pero que ha ahora ha surgido con fuerza para, finalmente, observar otros posibles casos de composición con el “sufijo” -flauta y su posible evolución.

1) Perroflauta significa, literalmente, un joven con un perro y una flauta, pero no nos quedemos ahí, ya que sería una definición demasiado escueta. Es posible que este término surgiera en un principio para denominar a este grupo de jóvenes, que podríamos categorizar como neojipis, que sí que iban con un perro y, a menudo, con una flauta o instrumento musical cualquiera, pero la verdad es que hoy en día su significación abarca muchos más rasgos. No solo se refiere a la anterior descripción sino también a cualquier joven de aspecto desaliñado que presume de estar comprometido (anti)políticamente. Generalmente se usa este término de forma despectiva y suele englobar a un grupo muy homogéneo de anarquistas, okupas…, todos ellos con una estética similar. Para más detalles, veamos la descripción que aparece en el periódico ABC:

“El hippismo está de capa caída. Ni siquiera el nombre conserva el viejo sabor a libertad y juventud. Hoy nos suena más bien a viejo y antiguo. De hecho ha sido reemplazado por el despectivo, y no del todo inexacto, perroflauta. (…)En las esquinas, había jóvenes con aspecto de querer revivir el antiguo espíritu. Pero más que hippies parecían eso, perroflautas, con su inescapable aspecto de desaseo y pobreza.” (15/08/2011 A contracorriente Edición de Galicia)

El término perroflauta empieza a aparecer en los periódicos de forma significativa sobre el año 2004. Anteriormente, todos los resultados se refieren a un grupo de rock llamado Perroflauta lo que nos lleva a pensar que, aunque la realidad no aparece hasta más tarde de forma escrita, ya existía. No existen resultados en el CREA pero sí encontramos una posible definición en el Fundéu, la fundación del español urgente, donde se recomienda la tipografía normalizada del término, la escritura en una sola palabra, sin guion, y la siguiente definición “Se emplea el término perroflauta para referirse a un tipo de persona, habitualmente joven y con aspecto descuidado, que puede verse como un hippy en su acepción más moderna. Se les denomina así porque suelen llevar perros y tocar la flauta, aunque el término ha trascendido su significado original y se utiliza en muchas ocasiones de forma despectiva para referirse a cualquier joven con aspecto desaliñado”. Cabe decir que esta respuesta del Fundéu se produce ante la aparición masiva del término en los periódicos tras el movimiento 15-M.

Con la llegada del movimiento 15-M no solo se empezó a llamar perroflauta a los integrantes de este colectivo que participaban en las protestas  contra la crisis (porque haberlos, los había) sino, también, prácticamente a cualquier joven con aspecto, desaliñado o no, que se adhiriera a este movimiento y adquiriera un cierto compromiso político. Estamos, por tanto, ante un caso de enriquecimiento, de ampliación del significado de un término categorizador que pasa  de designar a un colectivo reducido a designar  uno mucho más amplio ya que no todos los indignados son antisistema, antipolítica, anti-… como suelen proclamarse los que serían perroflauta original. Su nuevo significado ya no es aquel invariable que englobaba solo okupas, punks o antisistema, sino que las características que primarán serán la de desaliño y compromiso político. Por consiguiente, ya no es necesario llevar, por ejemplo, un pantalón de cuadros con una camiseta rota para ser perroflauta: ahora solo se necesita ir un poco desaliñado, cosa que está de moda, y tener cierto compromiso con la sociedad. El término se ha desplazado y es posible que dentro de un tiempo ya no designe al colectivo que designaba en el año 2004, mantenga la nueva acepción y estos tengan que buscar un nuevo nombre que los designe.

Esta ampliación de significado, en la que el término queda políticamente marcado, servirá de base para que se acuñe el término de yayoflauta, palabra que usará un colectivo reivindicativo de gente de la tercera edad como veremos a continuación.

2) Yayoflauta. Este término ha aparecido con fuerza en los periódicos tras la “celebración” del primer aniversario del movimiento 15-M como colectivo identificado al que definen de las más variadas maneras pero siempre estableciendo una jerarquía con relación al grupo como vemos en el siguiente ejemplo: “Este año se han sumado a la acción reivindicativa los «yayoflautas», el colectivo de indignados de la tercera edad (…)” ABC. No estamos ante un grupo de “indignados” (para más información remitimos a “El efecto indignado”) con unos intereses distintos, como parecía ser en sus primeras acciones (reclamaban mejoras relacionadas con ambulatorios, tarifas de autobús para jubilados y pensiones), sino que se han unido a la causa común. La gran diferencia entre los “yayoflauta” y el resto de indignados no es solo la edad, sino la experiencia, que, como bien se dice, es un grado. La mayor parte de integrantes de este colectivo son gente mayor de 60 años, no siempre jubilada –en declaraciones televisivas del pasado sábado 12 de mayo una mujer se autodenominaba como yayoflauta pero sin estar jubilada ya que tenía que trabajar hasta los 67, nuevo mínimo de jubilación-, republicanos, generalmente, y que ya en la transición lucharon por conseguir unos derechos que ahora no quieren perder.

El movimiento se inicia en octubre de 2011 y, en noviembre, empezamos a tener noticias escritas de sus acciones tal y como vemos en el periódico Expansión:

Un grupo de unos veinte jubilados, conocidos como ‘iaioflautas’, que se identifican con el movimiento 15-M, han ocupado este mediodía durante 45 minutos la sede de la agencia de calificación Fitch Ratings España (…)” (Expansión, 7/11/2011)

En esta noticia aparecerán dos elementos importantes: por un lado quienes integran el grupo (jubilados); y por otro lado, su filiación ideológica dado que se identifican con el 15-M lo que nos dará las claves para la interpretación de sus acciones.

No será hasta febrero de este mismo año cuando tomarán mayor relevancia, llevando a cabo acciones con, cada vez, un mayor número de integrantes para, finalmente, acabar uniéndose a las proclamas de los indignados, algo que se refleja con un aumento de apariciones de esta palabra en prensa y televisión. En el siguiente ejemplo vemos cómo se refiere al inicio del movimiento yayoflauta en el mes de octubre de 2011 aunque la prensa generalista no se hizo eco hasta 3 meses después, ya que esta es la primera noticia que aparece con este término:

“Los vecinos del barrio de Bellvitge de L’Hospitalet de Llobregat cumplieron ayer 100 días de ocupación del centro de atención primaria (CAP) de la Rambla de la Marina para reclamar a la Generalitat su reapertura. Los ocupantes del ambulatorio son, en su mayoría, personas mayores del barrio -los autodenominados yayoflautas– que el pasado 28 de octubre decidieron ocupar el centro en el último día de funcionamiento y desde entonces se organizan en turnos para no abandonar el edificio.” (5/2/2012) El País

El colectivo también tiene una página en Facebook llamada “iaioflautas” en la que cuelgan noticias relacionadas y se llaman “a la lucha” con consignas tan llamativas como “La experiencia es un grado, la indignación un estado” y una página web, “iaioflautas.org”, cuyo subtítulo, traducido del catalán es muy ilustrativo: “luchamos y conseguimos una vida mejor para nuestros hijos” confirmando la caracterización anterior que hacíamos del grupo.  Como curiosidad, estos “iaioflautas” eran de Cataluña pero en la última semana ha surgido un nuevo grupo valenciano. Un movimiento “imparable”.

En dicha página web explican que deciden autodenominarse así como reacción al uso de perroflauta para descalificar a los manifestantes adheridos al movimiento 15-M. Pero, ¿por qué deciden tomar de la palabra la parte flauta y no la de perro llamándose, por ejemplo, perroyayos? Puesto que, como veíamos, el significado de estas palabras compuestas es la suma de los significados de ambos, la parte perro nos remite a un referente sucio, famélico… que suele ser el estado en el que se encuentra los animales de los susodichos; por otro lado, la parte de flauta es más neutra, se puede referir al ruido, a la música, pero será, también, la que seleccionará el rasgo de compromiso que se ha producido con el cambio de significado operado en perroflauta tras el 15-M que, junto con la mayor relevancia que se le dará al yayo configurará el significado del nuevo término. Así pues, tendremos no unos jóvenes desaliñados pero comprometidos sino un grupo de gente mayor que adquieren un compromiso con la sociedad de la crisis.

Gemma Burgos Segarra

Existe un lenguaje de la crisis, eso es indiscutible. Cuando hablamos de crisis, por supuesto, nos referimos a la crisis económica que nos rodea. Desde que se empezó a hablar de ella el pasado decenio, los diferentes medios de comunicación nos bombardean cada día con una serie de palabras que antes no utilizábamos. Podríamos poner una serie interminable de ejemplos como prima de riesgo, stock opcions, impagos, etc.

Aquí vamos a analizar un término que estos días estamos oyendo constantemente: recorte y su plural recortes. Lo vamos a tratar desde diferentes puntos de vista lingüísticos (especialmente, desde el semántico y desde el sintáctico). Empezaremos centrando nuestra atención en la cuarta acepción en plural de dicha palabra que, en la definición del DRAE, se define como «Porciones excedentes que por medio de un instrumento cortante se separan de cualquier materia trabajada hasta reducirla a la forma que conviene».

No es un término precisamente económico pero, al igual que otros como tijeretazo (ver Tijeretazo: de recorte a ajuste…) se han adaptado para mostrar de manera gráfica el resultado de esas medidas que se están adoptando en estos tiempos de  crisis.

Como hemos comentado, tras el empeoramiento de la situación económica y con las reformas del actual gobierno, su uso ha crecido tanto que es una de las palabras más utilizadas estos días. Para comprobar con más claridad este considerable aumento, examinaremos la siguiente tabla tomando como referencia dos periódicos, uno de tirada nacional,  ABC, y otro regional,  Levante.

ABC Levante
Primeros tres meses de 2011 1044 478
Primeros tres meses de 2012 2571 1754
11 de mayo de 2011 20 17
11 de mayo de 2012 44 45

Tras comparar estos dos periodos de tiempo (trimestre y día) y después de haber analizado los resultados podemos confirmar que el uso del término se ha duplicado en 2012. Debemos señalar que en Levante se hace distinción en el uso de la palabra entre plural y singular.

Este término tiene dos modalidades de uso: en su forma metafórica y en su forma literal. Es evidente que el uso literal se mantiene en el léxico de la moda, como por ejemplo en el blog Prêt à porter (perteneciente a La Gaceta), en donde encontramos una entrada en la que podemos leer: «Shorts: los recortes también llegan a los pantalones.» Así como en el ámbito taurino donde recorte aparece lexicalizado: «únicamente destacó el uso del capote, a la verónica y en un recorte para poner al toro en suerte en el caballo.» (25/04/2003, ABC). También lo podemos ver en el campo de la pintura y de la literatura. En cambio, su uso metafórico en el contexto económico se aprecia en el siguiente ejemplo: «Fabra asume que los recortes del PP provocarán contestación social» (17/11/2011, El País). Igualmente en determinados lemas: «No a los recortes», donde recortes ya alude a una realidad distinta, esto es, al efecto de recortar.

También existen diferencias entre el singular y plural de recorte. En plural tiene un significado más general, es decir, un uso más amplio y una mayor extensión, por eso su uso es mucho más frecuente. En cambio, recorte se aplica de un modo más bien literal y reducido. El valor de plural del primero de estos términos hace que sea menos accesible el referente, puesto que no sabemos a qué tipo de recortes en concreto se refiere, como se demuestra en: «Reprochan a la Junta su petición de recortes para la escuela concertada» (16/04/2012, ABC).

Analizando la posición sintáctica de recortes, se observa que aparece con más frecuencia como complemento directo seguido de las funciones de sujeto y de complemento del nombre. Tenemos un ejemplo de sujeto: «Los recortes del Gobierno dañarán más a los institutos que a los colegios andaluces» (16/04/2012, El País). Cuando es sujeto, el objeto directo suele ser sanidad, educación, déficit, etc. y además aparece mermado con verbos de connotación negativa como dañar, afectar, desbocar, etc. En cambio, cuando recortes es objeto directo aparece dominado por un sujeto con capacidad de acción que normalmente es el Gobierno, la Comisión, la alcaldesa, empresarios, etc. Así, se puede constatar en este titular: «El Congreso aprueba los recortes en Sanidad y Educación con los votos ‘solitarios’ del PP» (17/05/2012, 20minutos)

En definitiva, la palabra recortes hace referencia a una figura que aparece separándose de un fondo, para lo cual hay que cortar la figura. Los recortes son los elementos que sobran. Aplicado esto a recortes en sanidad, por ejemplo, eso quiere decir que lo que se quita es un elemento que no hace falta para la figura. Si eso es así o no, el tiempo lo dirá. De momento, veamos esto como un conjunto de recortes en lo social, aunque el sobrante, traducido lingüísticamente, acaba en los discursos públicos. Pura pragmática.

Paloma Corella Montero

Adentrarse en la actualidad y analizar el lenguaje de la crisis supone realizar un estudio del término reforma y sus derivados, tan presentes en los medios de comunicación, tales como reformas, reforma laboral, reforma universitaria, reforma sanitaria, reforma estructural, o estructuras del tipo reforma + CN.

El DRAE define “reforma” como “aquello que se propone, proyecta o ejecuta como innovación o mejora en algo”. Se puede ver cómo el factor de mejora está incluido en la definición. No obstante, las noticias publicadas en varios periódicos durante los últimos tres meses muestran que la fuerte influencia del lenguaje en uso origina la aparición de fuerzas argumentativas y nuevos valores distintos al significado base de las expresiones con “reforma”.

¿Qué proceso ha permitido el desarrollo de esta situación en el marco de la crisis socioeconómica actual?: Metaforización es la respuesta. Este fenómeno facilita la expresión de aquellas ideas excesivamente abstractas que conforman nuestro lenguaje diario. Por tanto, “reforma” surge mediante la adición de la partícula re-(que significa repetición) a un elemento léxico ya existente, “forma” (que significa “configuración externa de algo”).  Se une a la palabra “forma” una estructura abstracta, compuesta por distintos ámbitos: economía, sanidad, educación, leyes penales, administración, etc. Así pues, se trata de establecer de nuevo(re-) la configuración de dicha estructura y, de esta manera, se proyecta una realidad concreta (la forma), sobre una realidad abstracta (la estructura), cuyo punto de unión es “algo” (forma de algo/estructura de algo, del país).

La metáfora propicia el desarrollo de un proceso en tres fases. La primera de ellas presenta la forma previa (en adelante, forma 1), equivalente a la situación en la que se encuentra el país en un momento dado. Una segunda fase muestra el desarrollo y aplicación de las reformas, y por tanto, el cambio de dicha situación previa a una posterior (paso de forma 1 a forma 2). Esta fase coincide con el desarrollo de las valoraciones y las fuerzas argumentativas. La tercera es la que da por terminado el proceso y manifiesta las consecuencias tras la aplicación de las medidas (esto ya será forma 2). Esta forma 2 se corresponde al asentamiento final de nuevos valores estrechamente ligados con la argumentación. Para poder analizar mejor los contextos encontrados, ha sido conveniente unificar los tipos de reforma arriba citados y centrarse en uno solo: “reforma laboral”.

-Primera fase: paro, desempleo, situación previa (forma 1)

La situación previa está en un marco de crisis socioeconómica que abarca distintos países europeos. El empleo, más que crearse, se destruye: La titular de Empleo ha señalado que la reforma laboral servirá «a corto plazo» para que no se siga destruyendo empleo (…)»Es una reforma a la altura de la situación que tenemos», ha añadido. (Expansión). La forma 1 se compone de elementos negativos equivalentes a esta situación previa (durante los meses de diciembre de 2011 y enero del 2012). Al hablar de “reforma laboral” junto a expresiones del tipo “insuficiencia presupuestaria”, “crisis”, “retraso”, “paro” o “destrucción” (con un valor negativo codificado), se transmite una fuerza argumentativa que se crea y crece gradualmente: cuantas más expresiones como estas se unan a “reforma laboral”, más fuerza tendrá: “Trabajo argumenta las bondades de la reforma laboral con una ‘foto’ de la situación actual de España, donde se han destruido la mitad de los empleos de Europa durante la crisis, y con una lista de algunas de las medidas emprendidas para arreglar la situación.”(El Mundo). Por tanto, la primera fase se caracteriza por mostrar una forma 1 con una situación previa, y el desarrollo simultáneo de la adquisición de ciertos valores argumentativos en la expresión. Sigue la línea de la mejora y solución (DRAE), pero no una adquisición de valores orientados a la negatividad, pues no es “reforma laboral” la que se describe con este valor (todavía), sino la situación que propicia su uso.

Segunda fase: aplicación de reformas (forma 1 da paso a forma 2)

Tras esta idea se produce el paso de la forma 1 a la forma 2: este es el momento de aplicación de las reformas, pero también es el punto en el que se desarrollan matices que previamente no estaban en la expresión. El hablante en el discurso se encarga de mostrar la “reforma laboral” como una solución, cosa que hace al receptor concebirla como necesaria. Por tanto, se produce una bifurcación de sentidos a partir de esta necesidad, que funciona como base argumentativa en los discursos (en retórica, el garante). Por un lado, un sentido positivo que surge a partir de la aceptación del garante de necesidad en los argumentos: “Gereñu ha defendido que la reforma laboral es necesaria para poder salir de esta difícil situación (…); y en la misma línea: “El grupo parlamentario popular ha calificado la reforma laboral aprobada la semana pasada por el Gobierno central de justa e imprescindible’»(El Mundo). Por otro lado, el rechazo hacia dicho garante propicia la aparición de valores negativos: “la reforma laboral es «injusta, ineficaz e inútil«(El País). Por tanto, esta segunda fase de aplicación de reformas también puede concebirse, lingüísticamente, como la causa que produce la bifurcación de sentidos en la expresión “reforma laboral”, y esto es así gracias a los procesos de argumentación en los discursos.

Tercera fase: resultados de las reformas (forma 2)

Esta fase muestra las consecuencias, tanto en la aplicación de las reformas en la realidad, como en el plano lingüístico. Por ello, los resultados se expresan mediante la generalización de unas valoraciones positivas: “Más empleo, más derechos para los trabajadores, más conciliación, más estabilidad en el empleo, más flexibilidad interna, más oportunidades…”(El Mundo); o negativas: “Rajoy asume que la legislatura se saldará con la pérdida de otros 400.000 puestos de trabajo pese a la reforma laboral”. (El País). Esta fase equivale al punto más elevado en la adquisición de matices argumentativos y sentidos en reforma laboral (al menos de momento).

Vistos los distintos ejemplos, aquellos que estudiamos el lenguaje desde la pragmática contemplamos un cambio puramente discursivo, basado en el lenguaje en uso. Mediante la creación de una expresión a raíz de una metáfora, se ha podido iniciar la adquisición de unos valores nuevos. Es un proceso ordenado, en el que se siguen unas fases, y que curiosamente se desarrollan en paralelo a la aplicación real de las reformas. Aquellos que lo prefieran, pueden ir más allá del lenguaje y ver cómo este refleja, y en ocasiones anticipa, la propia realidad: “reformar” queda, en el contexto de la crisis, en un estado que, o sigue la línea de “mejora”, como en la definición original, o va hacia un sentido negativo. ¿Se impondrá el primer sentido, o más bien vencerá el segundo? El tiempo nos proporcionará la respuesta. Mientras tanto, será mejor quedarnos con la idea de que las reformas del país también pueden remodelar el lenguaje del día a día.

Shima Salameh Jiménez

En este tercer y último artículo vamos a intentar ofrecer una visión sintética de las distintas caracterizaciones que conforman la representación de los mercados y trataremos de llegar a unas conclusiones razonables. Este ejercicio de reflexión, inevitablemente, debe apoyarse en el contenido de nuestras dos primeras entradas, por lo que invitamos al lector a visitarlas.

Pero antes de formular nuestras conclusiones, quisiéramos proponer una explicación a la coexistencia de dos atribuciones contradictorias que pueden expresarse en la siguiente pregunta:

¿Son los mercados activos o pasivos?

Efectivamente, encontramos una evidente oposición entre las concepciones de los mercados como agente plenamente volitivo que controla sus acciones (ver Los mercados ganan la guerra) y como agente de comportamiento pasivo y reflejo (ver Los mercados también tienen miedo). Estas dos formas de entender el referente nos parecen, en realidad, complementarias, y permiten una representación más o menos accesible de la realidad económica de la crisis y, en concreto, del papel de los mercados en ella.

La primera traslada una imagen connotativa del poder omnímodo de los mercados y, a través de la comparación con la guerra, explica la crisis como una feroz lucha de intereses encontrados. La capacidad de evocación connotativa de esta metáfora es innegable: el campo cognitivo que activa la palabra “guerra” se relaciona con heridos, muerte, destrucción, crueldad o falta de ética. El bando débil del conflicto entiende y asume como irremediables las nefastas consecuencias de una crisis que parece una guerra contra un enemigo invencible.

La segunda concepción, reforzada por la atribución de la facultad de experimentar sensaciones y emociones, proporciona una imagen que creemos se aproxima más a una definición especializada, esto es, los mercados como un conjunto de actividades de compra y venta que funciona según la implacable ley de la oferta y la demanda. Los movimientos en esta, para el profano, inextricable red de intereses económicos son casi siempre reflejos y están condicionados por factores psicológicos que ejercen una influencia crucial, de forma que el optimismo genera actividad de compra y aumento del valor de los bienes adquiridos y el pesimismo lanza a los inversores a una especie de histeria vendedora que devalúa dicho valor. No en vano, se dice con frecuencia que esta es una crisis “de confianza” que tiene lugar en un clima de gran incertidumbre. Los mercados reaccionan unas veces guiados por el análisis racional de la situación y, otras, la mayoría, llevados por intensas emociones que desbordan su capacidad de control. En cualquier caso, con independencia de las motivaciones que dirigen su comportamiento, parece claro que en esta crisis todo depende del arbitrio los mercados.

Conclusiones

Hemos visto en estas tres entradas dedicadas a los mercados cómo estos son descritos, por una parte, como los enemigos de una guerra metafórica y, por otra, como una entidad sufriente, capaz de experimentar emociones. La metáfora bélica traslada la representación de un enemigo de poder ilimitado y, lo que nos parece más interesante, de una pluralidad monolítica tras la que se esconden los integrantes individuales que componen el bando de los mercados. Este enmascaramiento refleja la complejidad de la realidad económica para cuya explicación se tiende a buscar imágenes esquemáticas. La integración de la multiplicidad de agentes económicos implicados en un ente único parece facilitar la comprensión de la crisis, pero, al mismo tiempo, cabría preguntarse hasta qué punto esta simplificación podría operar en el sentido opuesto, oscureciendo la realidad y escondiendo a los verdaderos responsables tras una denominación en la que solo queda la pista de la pluralidad. Podemos identificar un enemigo, un culpable, pero realmente no sabemos quién es. Estamos inmersos en una guerra, pero no sabemos contra quién. El lenguaje expresa esta circunstancia y, a la vez, parece perpetuarla.

Respecto a la inestabilidad emocional del personaje, creemos que entronca con la actual situación de incertidumbre general y traslada una representación bastante fidedigna del funcionamiento del mercado. Sabemos que son muchos y variados los estímulos que pueden despertar sus violentas reacciones, pero todos quedan muy lejos de nuestras posibilidades de actuación. Somos los “convidados de piedra” en esta crisis, las piezas con las que juegan estos modernos dioses griegos que nos aplastan sin compasión. Y lo peor de todo es que no sabemos quiénes son, ni llegamos a entender del todo por qué nos machacan inmisericordemente. Parece claro que para encontrar las respuestas deberemos seguir leyendo.

Ramón García Riera

En esta segunda entrada sobre los mercados vamos a encontrarnos con una caracterización distinta de la que hemos visto anteriormente, aquel ente monolítico y poderoso, enemigo de una guerra metafórica en la que participaba investido de cualidades humanas. No ha dejado de ser poderoso y temible, pero en esta otra representación conceptual aparece como una entidad dubitativa, impresionable y temerosa e, incluso, a veces, algo desquiciada. También debemos hacer constar cierta pérdida del control sobre sus actos, así como una ocasional capacidad de raciocinio que refuerza su carácter humanizado. Vamos a ver, por tanto, una caracterización compleja de los mercados en la que coexisten atribuciones aparentemente contradictorias.

Los mercados son seres emocionales

La personificación de los mercados hace de ellos un sujeto capaz de los procesos mentales de percepción, sensación y cognición. De esta forma, podemos leer que “abrieron optimistas” (elmundo.es), que hay “decisiones que parecen haber llevado tranquilidad y cierta euforia a los mercados” (elmundo.es), pero también que “están nerviosos” (elpais.com), que “el pesimismo se adueñó” de ellos (elmundo.es), o, incluso, que “vivían con pánico” (elmundo.es). En estos ejemplos los mercados se convierten en experimentadores de sensaciones mentales que escapan a su control voluntario. En contraposición a la imagen de un rival de poder casi ilimitado, se configura esta otra representación en la que aparecen como entes sufrientes y privados de su carácter volitivo, pues el que experimenta o percibe no actúa por su propia voluntad ni mantiene el control sobre lo experimentado o lo percibido.

También parecen perder el control sobre algunas de sus acciones cuando leemos que “los mercados bailan al son del precio del crudo” (elpais.com) o que “se mueven a salto de mata de noticias y rumores” (publico.es). Bailar y moverse son verbos que requieren un sujeto agente (algo o alguien hacen algo), pero en estos dos casos el estímulo motivador de las acciones parece estar desprovisto de intencionalidad, pues son otros los que desencadenan los movimientos y el baile de unos mercados que han perdido la capacidad para dirigir su propio comportamiento. Abunda en esta caracterización la frecuente atribución de la cualidad de “irracionalidad”, esto es, la ausencia de la facultad de pensar.

Así pues, esta conceptualización traslada la imagen de unos mercados dotados de una sensibilidad emocional, que les hace oscilar entre estados de ánimo opuestos, y que reaccionan de forma refleja –y, por tanto, inmeditada e irracional– ante los cambiantes estímulos de la realidad económica. Llegados a este punto, debe destacarse su notable inestabilidad anímica, pues las sensaciones experimentadas pasan de un extremo al otro en cuestión de horas y lo que un día es optimismo y buenos resultados, al día siguiente se transforma en súbito pesimismo e, incluso, terror. Esta hipersensibilidad, casi ciclotimia, convierte a los mercados en un ente ciertamente inquietante, pues ¿cabe imaginar enemigo más peligroso que uno que, detentando un inconmensurable poder, lo ejerce al impulso de sus cambiantes emociones? ­

¿A qué o a quién tienen miedo los mercados?

Ante este amenazante panorama no podemos sino preguntarnos qué o quiénes son los que pueden provocar estas oscilaciones anímicas en los mercados y que serán, por tanto, los responsables de algunos de sus furibundos ataques. Pues bien, en muchos casos encontramos oculto el agente causal y las emociones se convierten en sujetos dominadores: “la incertidumbre y el miedo se apoderan de los mercados”, “el pánico se asomó a los mercados”, “el pesimismo impera en los mercados” (elpais.com). En otras ocasiones, las causas de los estados anímicos se explicitan y, así, pueden experimentar “temor a una subida de tipos”, “miedo a una recaída”, o “a un impago” o “un ataque de pánico por la debacle de Irlanda” (elpais.com). También podemos identificar algunos agentes responsables directos de las sensaciones experimentadas: “un consenso que llevará tranquilidad a los mercados”, “la falta de política europea, la irresponsabilidad de sus líderes, la inacción, han sembrado el pánico en los mercados”, “el anuncio del BCE ha disparado el optimismo de los mercados”, “el posible rescate de Grecia insufla optimismo en los mercados”, “la parálisis económica devuelve el pesimismo a los mercados” (elpais.com).

Estos ejemplos ponen de manifiesto la heterogeneidad de estímulos que puede afectarles emocionalmente y que procede, como cabía esperar, de los ámbitos  económico y político: datos económicos concretos, noticias, rumores, anuncios, actitudes y comportamientos de instituciones y políticos, etc. Como puede verse, parece difícil encontrar una respuesta única o concluyente a la pregunta que encabeza este epígrafe, pues estos seres emocionales son realmente hipersensibles y reaccionan ante casi cualquier estímulo, convirtiéndose en un enemigo de “gatillo fácil”.

Los mercados también piensan y, por eso, dudan

Como hemos advertido al comienzo de este análisis, los mercados tienen también capacidad cognitiva, es decir, son capaces de elaborar procesos mentales racionales que les permitan acceder al conocimiento y, así, “estudian muy de cerca” a los países (elpais.com), “evalúan las medidas” (cincodías.com) o “examinan los nuevos recortes del Gobierno” (levante-emv.com). No obstante, la incertidumbre reinante no les es ajena y su acceso a la verdad también se ve dificultado. Por eso, “los mercados creen que un mal dato podría alimentar la especulación” (cincodias.com), “piensan que no va a haber una solución” (elpais.com), “sospechan que el Estado tendrá que acabar poniendo dinero” (levante-emv.com) o “dudan de que el plan de rescate para Grecia sea suficiente” (elpais.com).

En estos ejemplos observamos el bajo grado de certeza con el que los mercados asumen la validez de lo enunciado. Esta modalización les asigna una capacidad propia de seres racionales que pueden reflexionar acerca de su propio conocimiento, cuestionándolo o validándolo. Y, aunque pudiera parecer que esta racionalidad se contradice con la sensibilidad emotiva antes descrita, pensamos que ambas atribuciones contribuyen a crear una imagen muy humanizada de los mercados: como nosotros, reflexionan, evalúan el grado de certeza de aquello que piensan y pueden experimentar intensas emociones que escapan a su control.

Ramón García Riera


Desde no hace mucho tiempo, asistimos, en la prensa nacional, a la consolidación de un fenómeno lingüístico: las siglas ERE se están convirtiendo en el eufemismo de una palabra tan cotidiana como es despido.

El indicador principal de que esto está ocurriendo lo hemos encontrado en la frecuencia de aparición de ambos términos en prensa antes y durante este periodo de crisis económica. De las búsquedas recuperadas en Expansión.es hemos obtenido los siguientes resultados:

Del gráfico anterior se desprende el aumento progresivo del uso de ERE mientras que, el de despido, tras un aumento considerable, a partir de 2010 empieza a descender de forma brusca. Es justo el año 2010 el que consideraríamos como punto de partida para el análisis de este fenómeno, cuya consolidación se habría producido a lo largo de 2011, lo que indica que se trata de un proceso muy reciente.

Este proceso de conversión podemos observarlo desde tres puntos de vista: por una lado, el significado de ambos conceptos y su codificación; por otro, la percepción que tanto hablante como oyente tienen del proceso y, finalmente, los ámbitos en los que se está produciendo, ya que no tendrá la misma repercusión si ocurre solo en la prensa general que si, además, se extiende a la prensa económica especializada. Es por ello que hemos utilizado como fuente análisis y de ejemplos dos periódicos generalistas de tirada nacional como son ABC y El País y otros dos de carácter especializado: Expansión y CincoDías, todos ellos en su versión digital.

ERE son las siglas de “expediente de regulación de empleo”, que el DRAE define como “procedimiento en virtud del cual la Administración autoriza o deniega a un empresario el despido de un cierto número de trabajadores por causas establecidas en la ley”, definición en la que se incluye claramente la noción de “despido”, que queda definido, en su segunda acepción, como “decisión del empresario por la que pone término a la relación laboral que le unía a un empleado”. ¿Por qué si, en el fondo, designan dos realidades prácticamente idénticas, el hablante prefiere ERE a despido? Tal vez la respuesta se encuentre en la forma y no en el significado. Veamos los siguientes ejemplos:

“El Diálogo Social crea ayudas a empresas en crisis para evitar despidos colectivos” (ABC)

“La reforma empieza a aplicarse con rebajas de sueldos, ERE y traslados” (El País)

En estos titulares vemos el proceso de conversión de despido como palabra tabú y de ERE en su eufemismo. Despido codifica algo negativo, la rescisión de un contrato que, como vemos en el primer titular, hay que evitar, mientras que con el empleo de ERE, aunque en el fin último de este se encuentre también el despido, para el hablante se hace más accesible el concepto de “regulación”, teniendo en cuenta que la “regulación” tenderá hacia algo positivo puesto que se toma en el sentido metafórico de “ordenación”, solo que en este caso se trata de ordenar algo abstracto como es el trabajo y  lo que parece ser que transmite es que con el ERE el despido es ordenado, sigue unas normas, frente al uso de despido que será, siguiendo esta metáfora, el caos. A todo esto cabe añadir que en las noticias del 2011 resulta difícil encontrar una cuyo titular utilice el término tabú (despido) frente a su eufemismo (ERE), aunque hemos podido comprobar que esto es mucho más frecuente en los titulares que en el cuerpo de la noticia, posiblemente porque, una vez nombrada la realidad del ERE, la significación “despido” queda atenuada. Este sería, por tanto, uno de los indicadores de que el proceso tabú-eufemismo se ha producido

Un segundo indicador de que ERE se utiliza como eufemismo de despido y de que ambas realidades se perciben como sinónimas –o casi– será el hecho que las siglas adopten los adjetivos que antes regía el sustantivo despido, tal y como ocurre en las siguiente noticias:

Despido colectivo: La Junta destinará 7 millones al año a empresas que eviten un ERE colectivo (ABC 6/03/2012)

Despido express: La reforma laboral da luz verde al ERE exprés. (El País 12/02/2012)

Despido temporal:  General Motors plantea un ERE temporal en Figueruelas que afecta a 316 empleados. (ABC 23/03/2012)

GM presenta un ERE temporal para 316 trabajadores de la planta de Figueruelas. (Expansión 23/03/2012)

La dirección de la planta de General Motors en Figueruelas (Zaragoza) ha planteado un expediente de regulación de empleo temporal (ERE) que afectará a 316 empleados. (El País 23/03/2012)

Ante estos ejemplos no podemos negar la evidencia de que ambas realidades se tratan de un mismo modo. Cabría matizar que esto se produce recientemente, ya que en noticias de años anteriores es muy poco frecuente el uso de estas construcciones y las más habituales son las de “despido + adjetivo”, datos numéricos que ya hemos indicado anteriormente y que nos sirven para demostrar que no solo aumenta la frecuencia de uso de ERE, sino que este adquirirá las combinaciones que anteriormente pertenecían a despido. Se trata de un punto muy llamativo puesto que, otro signo inequívoco de que ERE se convierte en eufemismo de despido, será que sea válida su utilización en todos los contextos donde antes aparecía la palabra ahora tabú.

Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, podemos afirmar que, aunque esté usando un eufemismo, el hablante es en cierta medida consciente de que existe una diferencia entre ambos términos, tanto es así que podemos observarlo claramente en el siguiente extracto de una noticia en prensa general:

La diputación despide a 42 forestales con un ERE.

( …) Valcárcel dijo sentirse <<tremendamente engañado>> por Berruga y señaló que en la misma reunión el diputado reconoció <<que no hay razones económicas ni organizativas para presentar el ERE>>  porque en verdad se ha hecho un despido colectivo.” (ABC edición digital 14/03/2012)

Pero este proceso de conversión de despido en tabú, y de ERE en su eufemismo, no está presente únicamente en la prensa general, sino también en la especializada, lo cual es un claro indicador del grado en que esta equivalencia está consumada y de cómo ERE se erige como eufemismo de despido (colectivo). Por tanto, si el proceso se está produciendo en la prensa especializada, como ya hemos visto en algunos de los ejemplos, donde estas siglas no son opacas, tanto más se reflejará en la prensa generalista, en la cual el hablante busca clarificar unas realidades para él confusas, en un proceso con el que tratará de encontrar la que mejor se adapte a la nueva situación del lenguaje, en este caso unas siglas “novedosas” que crean confusión –y furor– pero que, equiparadas a una especie de despido con ventajas, de repente, se clarifican de tal modo (tomando un valor positivo) que sustituirán rápidamente a la que fuera entonces la palabra más clara, cómoda y eficaz: el despido, ahora tabú, aunque, en nuestra opinión, es posible que una vez cambie la situación económica se vuelva a la situación original.

Gemma Burgos Segarra

En la prensa actual es muy frecuente encontrar afirmaciones como esta: El Tesoro Público es el mayor emisor español y en 2012 se enfrenta al reto de refinanciar alrededor de 130.000 millones de euros (Expansión). También leemos que (…) el principal reto, sobre el que los mercados financieros están sumamente expectantes y vigilantes, es el cumplimiento del déficit público compro metido ante Bruselas del 5,3% del PIB (Expansión). Muchas veces los periodistas  consideran que (…)el mayor reto son los cinco millones de parados, recuperar el empleo y que la confianza en España vuelva a los mercados (Expansión). Además se habla de los grandes retos presupuestarios y los retos fiscales. En el contexto de la crisis a nosotros, los ciudadanos, todas estas cuestiones pueden parecernos más problemas que retos. No obstante, los periódicos claramente optan por el segundo término.

Entonces, ¿son reto y problema sinónimos?, ¿podemos utilizarlos indistintamente? Como ayuda nos puede servir la definición del DRAE, según la cual problema es proposición o dificultad de solución dudosa, mientras que por reto se entiende objetivo o empeño difícil de llevar a cabo, y que constituye por ello un estímulo y un desafío para quien lo afronta. Vemos que no se trata de conceptos equivalentes. Si estudiamos las posibilidades combinatorias de ambos términos y las connotaciones que conllevan, nos damos cuenta de que son distintas.

Con muchísima frecuencia los medios de comunicación hacen hincapié en la necesidad de solucionar/resolver los problemas. No obstante, resulta imposible  hacer lo mismo con los retos. Podemos leer que Las medidas adoptadas por el Gobierno en el Consejo de Ministros de ayer anuncian una importante reforma integral del sistema eléctrico español, cuyo principal objetivo es solucionar el problema del déficit de tarifa (Expansión). También se nos informa de que Pocas veces el presupuesto español ha suscitado tanta expectativa como en el actual ejercicio, condicionado (…) por el planteamiento hecho desde las instituciones europeas para resolver dicho problema (CincoDías). En estos casos la sustitución de problema por reto no es factible, porque esté termino no se combina con los verbos solucionar ni resolver. En el siguiente ejemplo: El Congreso ha convalidado el decreto ley que trata de atenuar los problemas de desahucios e impagos hipotecarios (CincoDías), vemos que se puede atenuar problemas, pero no retos y que además no es normal hablar de los retos de desahucio. De la misma forma existen problemas estructurales, de liquidez y de deuda soberana, mientras que se considera imposible aplicar estas expresiones a retos. Una vez analizados los ejemplos, resulta que las posibilidades combinatorias de reto son más restringidas que las de problema por lo cual, en muchos contextos, dichos términos no pueden alternarse.

Junto a esta diferencia podemos observar otra, relacionada con las connotaciones que evoca cada uno de estos conceptos. Según la teoría de la argumentación de Ansombre y Ducrot, la significación de una palabra es un haz de topoi, es decir, un haz de principios generales compartidos por una colectividad que permiten realizar las inferencias pertinentes para pasar de un enunciado a otro. Para entender el significado de un término es preciso examinar los topoi que tiene. Nuestra intuición lingüística nos indica que existen topoi que podemos relacionar con la palabra problema, pero no con la palabra reto y al revés. ¿Es cierto? Observemos algunos ejemplos.

En el caso de la frase Es normal con la de problemas que hay, y si no que se lo digan a nuestro país que está viviendo un calvario, pero no menospreciemos nunca el tremendo poder de la liquidez inyectada por los bancos centrales (CincoDías), vemos que los topoi que incluye problema pueden ser preocupación, disgusto, aflicción, etc. En este contexto la utilización de reto es imposible, lo que nos hace ver que dentro del haz de topoi de reto no aparecerán los conceptos propios de problema. De la misma forma, refiriéndonos a los problemas de los manifestantes con la policía hablamos de los  conflictos entre ambos y los posibles casos de violencia. Igualmente, hablando de niños con problemas pensamos en el grupo concreto de niños enfermos o con alguna discapacidad. La utilización de reto en los dos casos no sería adecuada. Así, se puede decir que problema está orientado hacia la dificultad, implica preocupaciones y disgustos.

Como nos han mostrado los ejemplos anteriores, la orientación de reto no puede ser la misma. En la afirmación Ana Clara Belío, especialista en Derecho de familia y laboral, asumió el reto de ser una de las pocas socias directoras que existen en el sector de la abogacía (CincoDías), nuestra intuición lingüística no indica que en este caso no podemos hablar de problema. Se cree que ocupar un puesto importante puede ser difícil, pero a la vez motiva a desarrollarse, contribuye al enriquecimiento personal  y se relaciona con una gran satisfacción; justamente estos son los topoi asociados a reto. De esta manera, se puede considerar que mientras que problema está orientado hacia dificultad, la orientación de reto va encaminada hacia estímulo. Se trata por lo tanto de una diferencia retórica de orientación.

Una vez encontrada la diferencia fundamental entre ambos términos, podemos volver a los primeros ejemplos presentados. Resulta que la aparición de reto, allí donde según nosotros podría hablarse de problema, es una elección retórica del periodista. Se podría considerar que con el cambio de término cambia la forma de ver el asunto. Hablando del reto del cumplimiento del déficit público, de los cinco millones de parados, de la necesidad de recuperar el empleo etc. se orienta la cuestión hacia el estímulo, se ve como una posibilidad de desarrollo y de conseguir objetivos nuevos. Si en vez de la palabra reto hubiera aparecido la palabra problema, lo que llamaría la atención sería la gran dificultad del asunto.

Siguiendo esta idea, parece que todos a los que se les ha reducido el sueldo deberían dejar de verlo como un problema y orientar esta experiencia hacia el estímulo, considerándola simplemente un reto. No obstante, ¿no sería mejor ser conscientes del poder de la retórica y a la vez, ante los múltiples problemas que nos vienen de fuera, intentar buscar los verdaderos retos en nuestra vida?

Karolina  Zygmunt


Siendo este un blog dedicado al lenguaje de la crisis, nos parece una obligación insoslayable analizar la omnipresente figura de los mercados en los medios de comunicación. Un solo dato puede bastar como justificación: en el año 2003, la versión electrónica del periódico el País registraba trescientas veces la expresión “los mercados” entre sus artículos; en 2011, la cifra superaba holgadamente las trece mil entradas.

Puesto que no somos economistas, no nos arrogaremos la función de definir lo que son esos mercados; como lingüistas vamos a centrar nuestra atención en los diferentes significados que se derivan de los usos periodísticos analizados, se ajusten o no a la definición científica que del referente hagan los expertos.

Los hablantes conceptualizamos y representamos la realidad metaforizándola y, así, entendemos con naturalidad que una persona pueda ser «un perro» o «estar llena» y no nos sorprende que la bolsa pueda «subir» o «bajar» o que pueda haber días «negros». Y es que, en realidad, nuestro uso cotidiano de la lengua está plagado de metáforas que no son, ni mucho menos, patrimonio exclusivo del registro literario. Por eso, tampoco nos resulta extraño leer que los mercados «se enfrentan» a los países, que «tienen enemigos» o que «lanzan ataques».

Así pues, vamos a ver cómo esta crisis económica es percibida y, consecuentemente, explicada como una guerra entre dos bandos: por una parte, los mercados y, por otra, un heterogéneo grupo de rivales formado por países, gobiernos y gobernantes. Respecto a este segundo bando, resulta llamativa la absoluta falta de unidad o cooperación entre sus miembros, pues libran sus batallas siempre en solitario. Los mercados, en cambio, se presentan invariablemente como un adversario monolítico, cuyos integrantes permanecen inaccesibles tras la marca de pluralidad.

Por otra parte, debe añadirse que en esta elaboración metafórica los mercados han experimentado un claro proceso de personificación. Muchas de las acciones que llevan a cabo son propias de sujetos humanos que, además, parecen actuar por voluntad propia, siendo plenamente conscientes de sus actos y con capacidad para decidir, como solo un agente humano podría hacer. Parece lógica la atribución de estas cualidades de racionalidad y volicionalidad si, como hemos apuntado, los mercados son parte activa de una guerra, que requiere decisiones estratégicas, acciones decididas y contundentes y un pleno ejercicio del poder, cuando este se tiene.

Esta metáfora bélica -sin duda, una de las más productivas del discurso económico de la crisis- nos ofrece una imagen connotativa del poder casi ilimitado del personaje de los mercados, pues esta guerra no se libra, ni mucho menos, entre iguales. El poder del bando enemigo es muy superior y, conocedor de su enorme ventaja, lo ejerce «presionando», «imponiendo», «dominando» y «manejando como títeres» a sus débiles rivales. Es tal su superioridad que, por momentos, se asimilan a deidades «omnipresentes» y crueles en cuyo honor se deben levantar «altares para sacrificios». Si no corre la sangre exigida, los mercados, siempre «prestos al castigo», «no perdonan» y ponen ellos mismos «la soga» al cuello de los países de turno. En otros momentos, los menos, el enemigo muestra su magnanimidad y concede alguna «tregua», aunque quizás se trate solo de pura estrategia militar, pues vuelve pronto a la carga con mayor fuerza si cabe, llegando incluso a ejercer su autoridad con un estilo cercano a las prácticas mafiosas: “extorsionan”, “acosan”, “nos crujen”, “aprietan las tuercas” y si “enseñan la patita”, los países “se mueren de miedo”. Y aunque estos pueden también «enfrentarse» al «enemigo», en esta elaboración metafórica su papel es casi invariablemente el de víctimas que son «acorraladas» y «vigiladas» por unos mercados que las ponen «en el centro de su diana» para, finalmente, caer «bajo su poder», lo cual equivale a ser conquistadas.

Así pues, hemos visto cómo los mercados, esos entes ignotos y misteriosos para la mayoría, se configuran en el lenguaje periodístico como el poderoso enemigo de una guerra metafórica que, de momento, ganan con una insultante superioridad. Esta imagen contrasta con la que se ofrece en el discurso especializado, que entiende y explica el mercado como una entidad compleja que no es sujeto de poder, sino un simple objeto de actos reflejos que reacciona ante las variaciones del entorno. Pensamos que la elaboración de esta metáfora bélica responde a la necesidad común de la sociedad de entender una crisis cuyos mecanismos causales son harto complejos. De esta forma, los ciudadanos recibimos una imagen fácilmente aprehensible de los mercados que, además, nos proporciona el consuelo de la identificación de un enemigo y un culpable. Y los políticos, muy probablemente, se sentirán cómodos con esta representación de la realidad, pues les brinda la opción del descargo de sus responsabilidades en la crisis.

Ramón García Riera

El DRAE define «empresario» como «titular o propietario de una industria, negocio o empresa», mientras que «emprendedor» se define como «que emprende con resolución acciones dificultosas o azarosas». Queda claro que se trata de dos conceptos distintos y que se puede ser empresario sin ser necesariamente emprendedor y que, paralelamente, se puede ser emprendedor sin poseer industria, negocio o empresa algunas. Sin embargo, es cada vez más frecuente la sustitución del primer término por el segundo, de modo que el propietario de alguna de las entidades arriba mencionadas se inviste de un carácter resolutivo, y la gestión cotidiana de una panadería o de un almacén de contrachapados se convierte en una acción dificultosa o azarosa. Así, en el uso de los medios de comunicación se habla del «espíritu emprendedor», de las «actitudes emprendedoras», del «día del emprendedor»  o, directamente, de «emprendedores» en contextos en los que se podría hablar de «empresarios». Se produce así un transvase de las cualidades positivas de la emprendeduría, por seguir un neologismo de moda, a todo un grupo social.

Que esta es una innovación reciente lo demuestra el que, en una búsqueda realizada en el corpus CREA de la Real Academia para todos los documentos publicados en España entre 2000 y 2004 en la sección de «Periódicos, Comercio y Finanzas», solo se hayan encontrado seis ejemplos y, de ellos, cuatro estén ligados al sustantivo «espíritu». La extensión de la que estamos hablando parece, pues, posterior a esta fecha.

¿Cómo se puede interpretar este aumento en el  significado, de adjetivo a sustantivo, por un lado, y complemento de muy pocos sustantivos a su ampliación de contextos, por el otro? Creo sinceramente que lo que este cambio indica es el deseo de proponer la actividad empresarial como modelo.

Es instructivo saber qué modelos positivos y qué modelos negativos se nos propone desde este tipo de cambios porque, uniendo ambas informaciones, podremos imaginar cuál es el mundo que se nos plantea. Pero no olvidemos que esto es un juego retórico y que la Retórica consiste en poner encima de la mesa un estado de cosas y proponerlo como la verdad, que asumirá rango de certeza a no ser que alguien la cuestione. De nosotros depende…

Salvador Pons Bordería