La presente era digital ha convertido a los usuarios que se mueven por la red en codiciadas fuentes de datos. El contacto constante con el mundo virtual y la facilidad para acceder han desplazado, a un segundo plano, la existencia de relaciones jerárquicas entre entidades y usuarios. Mientras que estas entidades ofrecen sus servicios, esperan, a cambio, datos que faciliten el funcionamiento de sus sistemas; y estos solo pueden ser aportados por nosotros, los internautas.

El análisis lingüístico de un rótulo como el que encabeza la Política de Privacidad de Google: “Al utilizar nuestros servicios, nos confías tus datos” permite entender cómo se construye su storytelling cuando informa a los usuarios del inicio de su relación. Veremos entonces qué posición toma el usuario frente a la entidad, además de por qué las palabras de Google transmiten motivos para la tranquilidad e intranquilidad del usuario que utiliza sus servicios.

Aparentemente, es Google quien establece los requisitos para que la relación sea efectiva. De esta manera, hay cierto sentido de obligatoriedad y es evidente en dos aspectos lingüísticos:

En primer lugar, las labores de confianza y uso se entienden como las condiciones indispensables que debe cumplir el usuario porque, temporalmente, ambas acciones son simultáneas (“Cuando utilizas nuestros servicios, nos confías tus datos”). Asimismo, la confianza es una consecuencia de la utilización (“Como utilizas nuestros servicios, nos confías tus datos”).

Sin embargo, y, en segundo lugar, Google utiliza el verbo “confiar” cuando, en este caso, sería intercambiable por otros verbos como “dar”, “ceder” o “entregar”. De esta manera reduce esa sensación de imposición con que parecía iniciarse su relación. Además, esta forma verbal permite, a nivel estructural:

Por un lado, que la oración sea de carácter personal, es decir, que la acción se atribuya a un sujeto, aquí siempre el usuario, y que, por su capacidad de acción, consciencia y decisión de “confiar”, asuma la responsabilidad del acto. Por otro lado, que la oración sea transitiva y exista un objeto sobre el que recaiga la acción. En el caso de “confiar”, siempre se va a referir a un objeto de carácter valioso para el sujeto de la acción, los datos, que en el mundo virtual son: actividades en aplicaciones y sistemas web, historiales de ubicaciones y búsquedas, información sobre sus dispositivos (que incluye: contactos, calendarios, imágenes, música, etc.) y actividades de voz y audio.

Hasta el momento, el sentido de obligatoriedad de los requisitos de Google para iniciar la relación, la responsabilidad del usuario sobre el acto y la confianza de los datos podrían suponer la intranquilidad del usuario. ¿Cómo demuestra Google, a nivel lingüístico, ser una entidad competente en la relación que entabla con los usuarios? En este primer rótulo, revelando su capacidad para gestionar tan valioso objeto, los datos, y a partir de una tercera posibilidad que permite el verbo: que exista un beneficiario de la acción, Google, entidad en la que el sujeto confía “[…] sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de él se tiene […]”, según la definición del DRAE (https://dle.rae.es/?id=AFANQX4).

En la misma dirección, para conseguir la tranquilidad del usuario, está orientada la segunda oración que encabeza la Política de Privacidad: “[…] nos esforzamos al máximo para proteger tu información y permitirte controlarla”. Atendamos únicamente a la protección. Podría ser motivo de intranquilidad para el usuario el hecho de que el verbo “proteger”, a nivel oracional, posibilite un complemento de régimen, es decir, proteger “de algo”; se entiende que de amenazas virtuales tales como spam, robo de identidad, ciberacoso o hackeo. Sin embargo, Google demuestra su responsabilidad sobre la protección. Y es que en este rótulo hay un intercambio de papeles, pues no es el usuario el sujeto de la oración, sino el beneficiario de la acción, ahora efectuada por Google.

Que la protección es asumida por Google como tarea imprescindible no solo se percibe a nivel lingüístico, pues el hecho de proteger es expresado en forma de oración subordinada de finalidad, sino también a nivel gráfico. Así lo demuestra el escudo protector, de mayor tamaño y posición central, con un distintivo del usuario, en una de las ilustraciones que aparece en su Política de Privacidad; a Roland Barthes le parecería que por la figura habría un mensaje denotado y un mensaje connotado por su disposición y medida (https://semioticads.files.wordpress.com/2016/09/barthes-roland-retorica-de-la-imagen-lo-obvio-y-lo-obtuso.pdf ).

A modo de conclusión, la responsabilidad del acto, desde el primer momento, es del usuario, pues él ha decidido entablar la relación con Google aceptando sus requisitos de uso y confianza. No obstante, el storytelling de Google le permite asumir la labor de protección para que la relación que propone sea atractiva para sus usuarios; y no debería ser menos cuando el objeto confiado son los datos, el diamante en bruto tanto de las entidades virtuales, como de sus dueños.

Nuria Álvarez López

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