“Hemos tenido un dato malo de paro pero no puede cegarnos, ese dato debe convertirse en algo bueno” (Carlos Floriano)

El Gobierno tiene la responsabilidad de valorar los datos sobre cuál es la realidad social en nuestro país. El argumento de Carlos Floriano establece una línea temporal que remite a un pasado en el que estábamos mal: de ahí el presente negativo (“hemos tenido un dato malo”) que llevará a un futuro mejor (“debe convertirse en algo bueno”). Al igual que en este caso, vamos a analizar otros argumentos en los que se valora que la realidad no es tan mala como aparenta ser. Veamos en qué argumentos se apoya el Gobierno para juzgar el dato del número de parados en nuestro país. Estos presentan una línea temporal basada en un presente bastante negativo y un futuro posible positivo.

Dentro de esta orientación argumentativa general situamos dos tipos de argumentos:

En primer lugar, el argumento el peso de las cosas que subyace, por ejemplo, a la siguiente declaración de Soraya Sáenz de Santamaría, portavoz del gobierno, sobre la aprobación de una serie de reformas:

“las reformas son requisitos imprescindibles para superar la crisis y poder crear empleo” (http://www.lamoncloa.gob.es/ConsejodeMinistros/Resumenes/2013/220213-consejo.htm)

Tras estas palabras se encuentra el argumento del peso de las cosas, que se apoya especialmente en el uso de la palabra “imprescindible”: las reformas (A) son el efecto ineludible de la crisis (B); A es causa necesaria y su consecuencia es B. Dicho de otra manera, la crisis lleva al Gobierno a actuar con las reformas que, a su vez, se presentan como la garantía del aumento del empleo.

En segundo lugar, Luis de Guindos, ministro de Economía, acude al argumento del mundo posible:

si no hubiera asumido las riendas del país, el PIB y el paro hubieran caído aún más” (http://economia.elpais.com/economia/2013/04/26/actualidad/1366977612_136042.html)

Esta estructura condicional revela que lo que ha evitado una caída del paro es la acción acometida por el Gobierno (asumir las riendas del país). Esto en gramática se llama condicional irreal o contrafactual, estructura en la que se vincula un hecho que no se ha producido (no haber asumido las riendas del país), con otro que tampoco se ha producido (que el PIB y el paro caigan más), por lo que son hechos que no se pueden comprobar empíricamente.

Retomando ahora la declaración inicial de Carlos Floriano (“Hemos tenido un dato malo de paro pero no puede cegarnos”), ¿se podría decir que las palabras de sus compañeros del Gobierno respaldan la idea de que los datos son buenos y que no pueden cegarnos? Los argumentos vistos hasta ahora no respaldan estas palabras pues hablan de poner medidas y de mundos mejores, pero no que la realidad sea positiva.

Si seguimos revisando argumentos en la misma línea sobre los datos de desempleo en esas fechas, Luis de Guindos lanza un mensaje optimista para el futuro de la economía y la creación de empleo:

“La economía va a estar en marcha antes de lo que nos pensamos

(http://www.elmundo.es/elmundo/2013/04/24/economia/1366795806.html)

En este argumento analizamos dos aspectos que consideramos relevantes:

El primero, la forma perifrástica del verbo  “ir a + infinitivo” que expresa futuro. En ella, el hablante señala e inicia un proceso que consiste en “poner en marcha” la economía. Esta estructura verbal de futuro indica la voluntad del hablante de que esté, próximamente, en marcha la economía. Ya Grice señalaba que en los enunciados de un hablante no se debía afirmar algo si no se tenían pruebas suficientes para ello; por esto, dándole la vuelta a este argumento, los receptores interpretan que si el ministro afirma que la economía estará en marcha, es porque posee algunos indicios para ello.

El segundo aspecto es la locución temporal “antes de lo que pensamos”. Esta locución establece una línea temporal que marca un presente (año 2013) en el que la economía va mal. En esa misma línea hay un punto futuro en el que todos nosotros, que podemos considerar una mayoría suficiente, incluido de Guindos, pensamos que la economía se habrá recuperado. Entonces, este argumento habla de un punto en el tiempo (X), en el que la economía se habrá puesto en marcha, que se sitúa entre el presente y la fecha en la que pensamos nosotros y a la que el Ministro como locutor del enunciado se refiere. Si pensáramos como fecha límite, por ejemplo, 2016, ese punto anterior sería, por ejemplo, 2015.

 

 

 

 

 

Nosotros y el Gobierno estamos en el futuro y, como hemos dicho en el argumento anterior, el futuro no se puede comprobar empíricamente.

En esta misma línea argumentativa encontramos la siguiente declaración de Mariano Rajoy:

“España estará creciendo y creando empleo antes del final de la legislatura” (20 minutos, día 29/04/13)

El juego retórico que supone esa construcción de futuro + gerundio permite a su usuario evocar también el argumento de un mundo posible. Se combina el futuro del verbo “estará” con el valor de un progreso en marcha que expresa el gerundio, lo cual pretende mostrar que:

a)     aquello que no existe ahora mismo (porque es un futuro, “estará”) parece que ya está en marcha y,

b)    la misma instrucción gramatical que codifica el gerundio de progresión, hace que el receptor haga una interpretación ascendente, tal y como se observa en la siguiente gráfica:

 

 

 

 

 

Para acabar, en estas declaraciones también del presidente,

“Estamos en el umbral de la reforma” (20 minutos, día 29/04/13)

se nos transmite el mismo argumento del mundo posible a través de una metáfora:

Mariano Rajoy habla de un umbral o principio del cambio, un primer paso para ir a mejor y crear puestos de trabajo. Ese umbral lo encontramos entre la España1 y la España2. El umbral es un paso brusco, no hay una línea progresiva para el cambio, es tajante.

 

 

 

 

 

 

Observamos una España1, en la que, por ejemplo, hay crisis y no hay, por tanto, puestos de trabajo; un paso donde se desarrolla la aplicación de las reformas, es decir, ese umbral del que hablamos y en el que se sitúan todas las reformas que se están aplicando; y una España2, donde ya está terminado el proceso y se deben manifestar las consecuencias tras la aplicación de las medidas; es decir, donde habrá más empleo.

(Véase: http://ponss.blogs.uv.es/2012/05/20/una-reforma-vale-mas-que-mil-palabras/)

Los argumentos que hemos visto hacen que todo lo que aparezca sobre el presente sea irrelevante, ya que, como vamos a llegar a esa España2, no debe cegarnos ese dato de parados, como decía Floriano:

“Tenemos un mal dato pero este es el camino que hay que seguir” // “Ese dato debe convertirse en algo bueno” // “Tanta gente que lo está pasando mal solo puede ser algo positivo” (http://www.20minutos.es/noticia/1798885/0/pp-floriano/datos-paro/psoe/)

El dato de 6.202.700 parados es malo pero debe ser algo positivo. Si apuntan a un posible futuro bueno, el presente no debe ser tan negro. Jugamos en todos los argumentos al mismo juego: en el que se valora qué pesa más, si la retórica subjetiva o la realidad objetiva. Una realidad “menos mala” contra una cifra de parados que salta por sí sola. Jugamos a pensar que ese dato podría ser algo positivo pues todo podría ir peor. Jugamos, pues, a dejarnos cegar por una retórica como la presentada para no ver que son seis millones doscientas dos mil setecientas personas las que luchan y padecen por no saber qué harán para subsistir cada día nuevo que amanece.

Carmina Copete

Videoblog:

Ángela Martínez Fernández

En la sociedad actual no está bien visto permanecer quieto, pues todos tenemos la obligación de hacer algo que nos permita subsistir. Esto es algo de lo que también da cuenta el lenguaje y, como vamos a observar, repercute sobre las palabras de nuestra lengua, tal y como se pone de manifiesto en los términos “desempleado” y “parado”; en un principio considerados sinónimos. Sin embargo, si analizamos cada uno de ellos, confirmaremos que presentan importantes matices en sus respectivas definiciones que sugieren interpretaciones distintas.

Partamos de las definiciones que el DRAE nos aporta sobre ambas palabras:

Desempleado. Adj. Que se halla en situación de paro forzoso.

Parado. Adj. Desocupado, o sin ejercicio o empleo.

Por el modo en que es definido cada término, deducimos que hay un rasgo semántico fundamental que distingue una palabra de la otra: se trata del aspecto relativo a la voluntariedad o involuntariedad de encontrarse en un estado de desempleo. Así pues, en el caso de “desempleado”, es muy representativo el adjetivo “forzoso” que acompaña al sustantivo “paro”, pues da a entender que la persona en cuestión ha abandonado muy a su pesar el puesto de trabajo que ocupaba, mientras que en el término “parado” no hay nada en la definición que nos haga pensar en que la persona haya dejado su trabajo a la fuerza (puede que sí y puede que no). Ambas definiciones, no obstante, coinciden en un aspecto: ninguna de las dos nos permite determinar si la persona ha trabajado antes de quedarse sin empleo. A esto hay que añadir que la palabra “desempleado” cuenta con una significación literal (sin empleo) mientras que “parado” presenta tanto un significado literal como uno metafórico, que es el relativo al estado de reposo. Esto conlleva, pues, que sobre el término “parado” recaigan connotaciones eminentemente negativas que no se detectan en el caso de “desempleado”, como a continuación explicaremos.

La palabra “parado” aparece con bastante más regularidad que “desempleado”, tal y como queda demostrado con los datos que proporciona el CREA. Así pues, podemos apreciar cómo el uso del término “parado”, en su acepción relativa a la carencia de oficio, tiene una gran vigencia en la actualidad: en primer lugar, hay que señalar que hasta 2004 se han registrado 39 casos en 28 documentos, lo que demuestra la importancia que se le concede a esta palabra en nuestra sociedad. A esto hay que añadir que el uso regular de este término se ha incrementado progresivamente: de un 2.85% de frecuencia en 1978, nos encontramos en 1995 ante un 11.42%.

Respecto al término “desempleado”, la aparición de este término es mucho menor que la de “parado”, de acuerdo con los datos que se recogen hasta el año 2004, pues encontramos en el CREA tan solo 14 casos en 14 documentos. No obstante, como en la anterior palabra, también esta experimenta un aumento progresivo en su frecuencia de aparición: del 7.14% en 1986 pasamos a un 35.71% en 1994. El hecho de que las dos palabras cobren mayor frecuencia en su aparición a medida que nos acercamos a nuestros días pone de manifiesto que llega un momento a partir de la década de los 90 en que la ocupación laboral se convierte en una de las principales preocupaciones de la sociedad española. A continuación reproducimos los datos señalados en una tabla para visualizar de una manera más clara el aumento en el empleo de estas palabras.

AÑO PARADO AÑO DESEMPLEADO
1978 2.85% 1986 7.14%
1995 11.42% 1994 35.71%

 

 

Para analizar la frecuencia de aparición de estas palabras en la actualidad, tomaremos como referencia las hemerotecas de dos periódicos españoles: El País y El Mundo.

De estos periódicos hemos considerado pertinente comparar los resultados de los sustantivos “paro” y “desempleo”, pues el adjetivo “parado” tiene otras acepciones, como ya hemos señalado, y no nos proporcionaría unos datos exactos. Tanto un periódico como otro dan cuenta de que entre 2002 y 2013 se ha potenciado el uso de estas dos palabras, pero la frecuencia con la que aparece el sustantivo “paro” y otras palabras de su misma familia semántica supera con mucho a “desempleo” (algo que ya anticipaba el CREA): El Mundo registra 23.278 casos de “paro” y sus derivados, frente a los 11.183 de “desempleo”.

En El País la diferencia en la frecuencia de aparición de uno y otro término es todavía más acusada: mientras que de “paro” se registran 1.028.101 casos, de “desempleo” se han recogido 42.588.

Estos son datos que nos llaman mucho la atención, pues al fin y al cabo las dos palabras se refieren a un mismo hecho, por lo que, aunque presenten ciertos matices que las hagan variar ligeramente en su significado, esto no debería dar pie a una diferencia tan grande en el uso cotidiano; es más, como ya apuntábamos arriba, son términos que la sociedad toma como sinónimos. Prueba de ello es que en las noticias de prensa se intercambian para evitar la repetición:

Algunas investigaciones han constatado con anterioridad que la intervención psicológica entre los parados mejora el comportamiento del desempleado, aumentando su eficacia a la hora de buscar un puesto laboral y elevando, como consecuencia, las probabilidades de reemplearse.” El Mundo-Salud (suplemento) 17/07/1997.

Veamos, pues, qué nos sugieren intuitivamente estas palabras:

“Desempleado”. En esta palabra, el prefijo “des” marca una connotación negativa, como sucede también con otras palabras de nuestra lengua: innato, infeliz, descontento, despreocupado… Pero mientras que palabras como contento y preocupado son graduales, empleado no lo es; tengamos en cuenta que alguien que no está contento, no tiene por qué estar descontento, o alguien que no está preocupado no necesariamente es una persona despreocupada, mientras que los términos desempleado y no empleado coinciden totalmente en su significado; una persona “desempleada”, necesariamente carece de empleo. A todo esto habría que añadir que las formas prefijadas refuerzan el estado emocional eminentemente negativo al que aluden mucho más que las lítotes, y así lo percibimos con el término “desempleado”: tiene mucha más fuerza expresiva un enunciado como “está desempleado” que otro como “carece de empleo”.

En lo que respecta al término “parado”, este, al igual que desempleado tiene una definición negativa. Dicho de otro modo, desde el punto de vista semántico, las dos palabras se refieren a una situación dolorosa. La diferencia radica, por tanto, en la estructura gramatical: mientras que en el caso de “desempleado” encontramos un prefijo de carácter negativo, en “parado” no hay ninguna partícula de este tipo (es una palabra simple, frente a la anterior), pero a pesar de ello las connotaciones que se extraen de este vocablo son muy negativas: alguien que está parado es una persona que no se mueve, y de ahí se pueden extraer múltiples interpretaciones: si no se mueve, no avanza ni hace aportación alguna a la sociedad; el que permanece quieto es un holgazán, y el reposo no es en absoluto productivo…

En definitiva, toda una serie de matices que constatan lo mal visto que está en la sociedad actual no desempeñar ninguna labor, además de, como ya sabemos, la preocupación que esta situación genera ante la necesidad de ganarse la vida de alguna manera. En relación con esto hay algunos ejemplos de prensa bastante representativos:

“Son desempleados, no están parados” (titular)

Los servicios de empleo ofrecerán itinerarios personalizados para encontrar trabajo. Los desocupados deberán seguirlos si quieren mantener la prestación. (subtitular) (El País, 6/02/2011)

En este ejemplo, ya desde el titular, se deja constancia de la intención de diferenciar claramente el hecho de no tener trabajo y el de estar sin hacer nada, pues una cosa no implica la otra. Se pretende defender y acabar con la mala imagen que se tiene de aquellos que por circunstancias diversas están sin empleo insistiendo en que, pese a su situación, buscan alternativas con las que salir adelante, por lo que no se puede afirmar que estén parados, quietos.

“Desempleados que se mueven” (titular)

“Cardo creía que tenía que hacer algo para apoyar a los parados y decidió ponerse al Rufino frente del portal de Emprendedores y Parados, creado a iniciativa de RCR. Esta página web se dedica a asesorar a personas que quieren montar su empresa.” (El Mundo, 3 de marzo de 2013)

En este segundo ejemplo, aunque no debemos perder de vista la importancia de las líneas, lo que destaca especialmente de acuerdo con las ideas que venimos explicando es el título: “desempleados que se mueven”, que podemos interpretar como un elogio hacia aquellos que luchan día a día por salir del paro (de ese estado de reposo en que no se aporta nada bueno a la sociedad) y encontrar un trabajo con el que resultar productivos al país; se hace uso de la palabra “desempleados” posiblemente para evitar la paradoja que se formaría con el término “parado”. Ya en el texto en sí se remarca la valoración positiva de esta iniciativa, con la que se pretende lograr un bien común. 

El Gobierno está parado. Está inactivo. Está ocupado en defenderse.” El Mundo, 27/11/1994. Entrevista con Josep Antoni Durán I Lleida.

En este último ejemplo, aunque el término “parado” no esté relacionado con la falta de empleo, se pone de manifiesto que estar sin hacer nada es algo que se considera fuera de lugar. Con esto se deja constancia de que el término “parado” tiene connotaciones negativas en gran parte de sus acepciones y ya no solo cuando se emplea con el sentido de carencia de empleo:

“Así, la reforma que ha diseñado el Ministerio de Trabajo y que ha sido presentada a empresarios y sindicatos para recibir su apoyo persigue un objetivo: mejorar la gestión de las políticas de empleo, de forma que se agilicen los procedimientos que ayuden al desempleado a buscar un puesto de trabajo” (ABC electrónico, 19/06/1997)

Como podemos observar, en los casos en los que el término del que se hace uso es “desempleado” no se acusa a la persona de estar sin hacer nada; más bien al contrario, parece que se le tiene compasión y por ello se le ofrecen todas las opciones posibles para encontrar trabajo, algo que no detectamos en los contextos en que se recurre a la palabra “parado”, tal y como se ha señalado en los ejemplos.

En definitiva, el análisis llevado a cabo sobre las palabras “parado” y “desempleado” nos permite afirmar que son términos con los que se  hace referencia a una situación preocupante. Además, a la palabra “parado” se le añaden matices en cierta medida metafóricos relativos a un estado de descanso o reposo absoluto, lo que está bastante mal valorado. Todo esto nos lleva a concluir que es necesaria la colaboración conjunta de todo el país para llegar a una situación de actividad, dinamismo y productividad en la que nadie se quede “rezagado” o mejor dicho, “quieto”.  

Celia María Casado Berbel