¡Salimos a ganar!

13/06/2016

Un fantasma recorre el espectro electoral: ante la cercanía de elecciones, ya sean de izquierda o de derecha, de colores cálidos o fríos, de asesores de imagen o de círculo de confianza, todos los partidos se aúnan bajo un solo grito: ¡Salimos a ganar!

No deja de resultar curiosa esta metáfora deportiva en algo aparentemente tan serio como el órgano de expresión más representativo de una democracia, señal inequívoca de que el mundo del deporte se está proponiendo como imagen de casi todo en la sociedad española de estos últimos años. Pero, ¿de dónde ha salido este eslogan y desde cuándo esta metáfora deportiva se propone como eje explicativo de la vida política?

Una búsqueda en las bases de datos de la RAE (www.rae.es) revela que, entre 1975 y 1999, solo se documentan nueve ejemplos, todos en secciones de Deportes o en prensa deportiva de la época, preferentemente precedido de las expresiones Vamos a…,  tenemos que… o hay que… Si la búsqueda se amplía al CORPES, que, a fecha de hoy, cubre el periodo entre el año 2000 y el 2012, se recuperan 22 ejemplos todos ellos relacionados con el ámbito deportivo. Para encontrar ejemplos en el ámbito político, hay que refinar la búsqueda e ir a los buscadores de los propios diarios. Si se recurre al muy útil buscador diacrónico de El Mundo, se comprueba que, comenzando la búsqueda en 2001, el primer ejemplo que se documenta fuera de la sección de Deportes se da en la sección de Toros y en 2008 en el suplemento de Valencia bajo la forma salir a ganar un jornal digno; estos casos no son objeto de esta entrada.

El primer ejemplo de adaptación de la metáfora deportiva al ámbito político se encuentra en las siguientes declaraciones de Trinidad Jiménez en 2010:

«Somos ese partido con vocación de Gobierno, capaz de generar ilusión. Ahora se nos presenta esa gran oportunidad. Y es ahora, no más tarde, cuando tenemos que demostrar que estamos dispuestos a poner lo mejor de nosotros mismos para ganar las elecciones y para gobernar. Es ahora.No podemos esperar cuatro años más. Tenemos que salir a ganar las elecciones», aseguró al inicio de su discurso.

http://www.elmundo.es/elmundo/2010/10/02/madrid/1286013551.html

 

Las siguientes documentaciones aparecen también en boca de socialistas, todas en 2011. Antonio Alonso:

–¿Confía en la victoria pero teme la derrota?

–’El PSOE tiene la obligación en estas elecciones de salir a ganar. No sólo por trayectoria, capacidad y potencia política, también porque el PSOE es el único proyecto político que garantiza el estado del bienestar y, por tanto, garantiza la sanidad pública, la educación pública, las pensiones, las prestaciones por desempleo y las ayudas por dependencia.

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/11/18/leon/1321612781.html

Mar Moreno:

«Cuando llegue el momento, en Andalucía vamos a salir a ganar, no a pactar», ha advertido el alto cargo socialista

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/07/07/andalucia/1310044226.html

o el propio Felipe González:

Y, tal vez, el aforo escuchó sin saberlo el anuncio de una retirada: «Tenemos que salir a ganar. Debemos movilizarnos todos, ahora y en marzo porque cumpliré 70 años y si no ganamos en Andalucía me retiro».

http://www.diariodeleon.es/noticias/elecciones20n/clase-magistral-economia-retiro_644247.html

Estas citas sugieren que la adaptación de esta expresión al ámbito político se gesta en el seno del PSOE y que la proximidad de las elecciones de 2011 actuó como difusor de la misma. Pero la expresión hace fortuna más allá del PSOE y se encuentran citas en otros partidos del ámbito de la izquierda, como el BNG gallego:

En el acto han intervenido los diversos miembros nacionalistas de las listas al Congreso y al Senado, en donde el número uno a la Cámara Baja por A Coruña, Francisco Jorquera, ha pedido un «cambio real»; mientras que el cabeza de lista por Ourense al Congreso, Xosé Manuel Pérez Bouza, ha pedido «salir a ganar el partido» por ser «el equipo de la casa».

http://www.20minutos.es/noticia/1189249/0/

Sin embargo, la expansión entre miembros de una misma tendencia ideológica no garantiza la supervivencia de una expresión; para que esta perviva en el lenguaje necesita expandirse a nuevos grupos de hablantes y usarse en contextos diversos. Por eso es especialmente interesante el primer ejemplo de salir a ganar utilizada por dirigentes políticos no vinculados a la izquierda del espectro. Así aparece en boca de Albert Rivera en 2014:

 

¿Hacer un frente antisoberanista es utópico o algo real?

Estoy convencido de que, si nos uniéramos todos los no soberanistas, podemos salir a ganar el partido. Otra cosa es que lo ganemos

http://www.elmundo.es/espana/2014/10/12/5439ce09268e3e947e8b457c.html

 

Y, cerrando el círculo ideológico, también en Isabel Bonig. Miembro del PP valenciano:

La coordinadora general del PPCV, Isabel Bonig, ha valorado la propuesta de ‘abrirse a pactos’ de Fabra y ha dicho que asume que los ‘populares’ ‘van a salir a ganar y va a ganar por mayoría absoluta’ en las próximas elecciones autonómicas y municipales. ‘Eso es lo que asumo’.

http://ariadna.elmundo.es/buscador/archivo.html?q=%22salir%20a%20ganar%22&t=1&n=10&fd=01/01/2014&td=31/12/2014&w=70&s=1&no_acd=1&parametric_year=2014&seccion=comunidad-valenciana

Si en 2014 salir a ganar ya es usada por miembros de todo el espectro político y, por tanto, se desvincula de cualquier connotación partidista o ideológica (lo que no sucede, por ejemplo, con expresiones como “poner más dinero en el bolsillo de los contribuyentes” o “situación de emergencia social”, por poner dos ejemplos), es esperable que su frecuencia de uso aumente, y eso precisamente es lo que indica el buscador de El Mundo, que registra, para el año 2015, nueve acepciones en la sección España y solo cinco en la sección Deportes. Estas nueve acepciones parten de políticos tan irreconciliables como Javier Arenas:

En cualquier caso, ha subrayado que el objetivo de estas elecciones «no es salir a pactar, es salir a ganar y a tener mayorías suficientes, y hacerlo con mucha humildad» y «mucho respeto a los demás».

http://www.elmundo.es/espana/2015/04/11/5528cf39268e3e704b8b4572.html

o Carolina Bescansa:

«Nacimos para llegar al 20 de diciembre y presentarnos a las generales. Estamos preparados para competir, salir a ganar y gobernar si lo logramos. Ése es nuestro objetivo», apuntó Bescansa, aunque dijo que «todavía» no lo habían «conseguido».

http://www.elmundo.es/espana/2015/10/13/561d06a9ca474182068b45c2.htm

En conclusión, los vaivenes electorales de la crisis económica han habilitado una expresión del ámbito deportivo, salir a ganar, para un nuevo ámbito, el político, en el que parece desenvolverse con relativa fortuna. Pero, como enseña la Lingüística cognitiva, con ella se abre un marco de posibilidades: si se gana es porque hay equipos enfrentados; los nacionalistas pueden decir que “juegan en casa” (vid, ejemplo del BNG arriba); los que van por detrás en las encuestas, que “todavía hay partido”; los últimos votos se deciden “antes del pitido final”, y así sucesivamente, que la naturaleza creativa del lenguaje solo necesita de una chispa para prender y expandirse por nuevos territorios. Otra cuestión sería la de cómo cambia nuestra visión de la realidad cuando el deporte es el punto de partida de nuestra categorización y la política el punto de llegada o, dicho de una manera más práctica, cuando una acción política, multiforme y compleja, se concibe en términos de “ganar o perder” o de si “la pelota entró o no entró”.

 

Imputado o investigado, esa es la cuestión. Con la nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECrim) ni Chaves, ni Griñán, ni Ana Mato, ni Jordi Pujol serán nunca más imputados. Pero que no cunda el pánico, han dejado de ser imputados para pasar a ser investigados, aunque su estatus procesal no se ha visto alterado lo más mínimo. Así pues, con la nueva LECrim se daba paso a la actualización de una de las leyes más antiguas de nuestra legislación y que aparecía a finales del siglo XIX, en 1881 concretamente. Veamos cómo explicaba el ministro de Justicia, Rafael Catalá, el porqué de esta modificación:

El concepto de imputado […] se ha identificado con una especie de preculpabilidad y estamos asistiendo a debates incluso sobre la conveniencia de que los imputados tengan o no tengan funciones representativas […]. Hemos trabajado la posibilidad de modificar este término de imputado […] por investigado, que parece bastante más coherente con la función que es llevar a cabo una investigación. (http://www.mjusticia.gob.es/cs/Satellite/Portal/es/gabinete-comunicacion/noticias-ministerio/gobierno-modifica-lecrim-para, 13/03/2015)

Ahora bien, ¿son realmente sinónimos?, ¿es lo mismo decir que se va a imputar a alguien que decir que se le va a investigar? Según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), imputar es “atribuir a alguien la responsabilidad de un hecho reprobable” e investigar es “indagar para descubrir algo” o, como dice su segunda acepción, “indagar para aclarar la conducta de ciertas personas sospechosas de actuar ilegalmente”. Aparentemente, y teniendo en cuenta las definiciones proporcionadas por el DRAE, podríamos decir que ambos términos pueden emplearse de manera indistinta. Sin embargo, si buceamos en el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA), nos encontramos con que, al buscar imputado, un 80.70% de los casos aparece en textos de índole política o económica, frente al 44.17% de investigado. Así pues, vemos que la voz investigado es también muy recurrente en otros ámbitos como el de la salud (12.02%) o el de la ciencia y la tecnología (7.59%).

Sin embargo, fuera del ámbito jurídico, la distinción entre imputado y acusado parece no estar tan clara: ya que se observan usos en los que se utilizan indistintamente y esto se justifica en el hecho de que se trata de un lenguaje que no está especializado.  A continuación, pueden verse algunos casos en los que sucedo esto:

Hoy nos dicen que prefieren que no usemos la palabra “imputado” y nos lanzan una más del gusto de los seres australes, “investigado”, para referirnos a lo que en las llanuras del pueblo sigue llamándose “chorizo”. (http://blogs.elconfidencial.com/sociedad/espana-is-not-spain/2015-03-13/no-me-digas-imputado-dime-chorizo_727905/, El Confidencial, 13/03/2015)

Detienen a Rodrigo Rato acusado de los delitos de fraude, blanqueo y alzamiento de bienes (http://www.diariodeferrol.com/articulo/espana/detienen-rodrigo-rato-acusado-delitos-blanqueo-alzamiento-y-fraude/20150417012216120894.html, Diario de Ferrol, 17/04/2015)

Mario Conde, detenido y acusado de blanquear dinero procedente del ‘saqueo’ en el caso Banesto (http://www.20minutos.es/noticia/2718460/0/mario/conde/detenido/#xtor=AD-15&xts=467263, 20minutos, 11/04/2016)

En los casos anteriores puede verse, además, cómo se habla de acusado en los casos en los, en Derecho penal, se preferiría imputado. En Derecho, pues, la diferencia entre estos términos es que el primero es el paso previo al condenado, en tanto que una vez ha terminado la fase de instrucción, se pasa a acusar a los imputados por los supuestos delitos que puedan haber cometido; mientras que el segundo es aquel sobre el que se ven indicios de una posible participación en un hecho constitutivo de delito. Como resultado, en un uso no especializado, imputado se convierte en una palabra tabú, al verse contaminada por acusado, con la que se identifica en algunos casos. Quizás, la reforma de la LECrim apuesta por un término que no adquiera estas connotaciones y que no esté tan estigmatizado como el de imputado: se trata de investigado. Se estaría ofreciendo, así, una opción que resultaría más general y vaga, y que velaría por la presunción de inocencia. Investigado serviría de eufemismo, en la medida en que dispone de una intensión menor y una extensión mayor.

Asimismo, hay que tener en cuenta que la nueva LECrim se topó pronto con una serie de críticas de los que consideraban que, con el cambio de imputado a investigado, se pretendía confundir a los españoles. Para ello, resulta pertinente analizar si los diferentes medios de comunicación, según su línea editorial, están empleando más o menos el término investigado. Por ello, se ha observado la incidencia, desde marzo de 2015 hasta marzo de 2016, de investigado frente a imputado en dos medios de prensa escrita con una línea editorial contraria: La Razón -conservador- y El País -progresista. Así, se han consultado las ediciones digitales de ambos periódicos y se han seleccionado manualmente los casos que servían para nuestro análisis. Veamos gráficamente los resultados de este análisis:

IMAGEN 5

Tabla 1. imputado frente a investigado en la prensa (2015-2016)

Los resultados obtenidos son significativos, dado que, al aplicar la prueba χ², p < 0.05. Esto nos permite comprobar que, aunque el uso de investigado todavía no ha alcanzado al de imputado, es notable que hay una diferencia en la frecuencia con la que esta voz se utiliza, en función de que el medio de comunicación que la utilice sea más o menos conservador. Teniendo esto en cuenta, habría que esperar unos años para ver si investigado termina sustituyendo al viejo imputado en los medios de comunicación o si, por el contrario, hay una resistencia férrea a ello.

Los medios de comunicación pueden tener repercusiones enormes no solo sobre los ciudadanos como creadores de corrientes de opinión, sino también como hablantes. Por ello, el uso que les damos a las palabras no es casual, como tampoco lo son los valores que estas pueden alcanzar en la sociedad en la que nos movemos. Las palabras pueden cambiar leyes, pero habría que ver si también consiguen corregir actitudes. La corrupción es un personaje más en nuestra vida: está presente en comidas, reuniones e incluso en bodas. Así que, por mucho que cambie el nombre que le damos, ya hablemos de imputado o investigado, la corrupción continuará teniendo una carga negativa y seguirá siendo vista como algo repulsivo.

 

Alicia SalinasAlicia Salinas

 

En estos últimos años, muchos de los discursos de los dirigentes del país han ido incorporando expresiones como “lo peor ya ha pasado”, o “se ve la luz al final del túnel / camino” (véase ¡Toca optimismo! (y II)”, de Montserrat García). Sin embargo, hay una cuyo uso se ha extendido de manera más notable: “hemos salido de la crisis”. Esta entrada se centrará en el estudio de dicho sintagma para conocer qué usos puede albergar y si estos han variado a lo largo del tiempo.

A finales del año 2012, Alfonso Merlos, columnista del periódico La Razón, argüía lo siguiente:

Lo crucial es que hay un plan en marcha, que se está ejecutando en fases, que se está controlando con la cabeza, y que hay un presidente que está ayudando a los españoles a salir de la crisis. Ésa es la verdad. No es fácil ponerte al volante y acelerar con garantías cuando te dejan un coche destartalado, cuando el anterior piloto en lugar de hacer los cambios de filtro, aceite y neumáticos se ha dedicado a tunearlo con estúpidos alerones y horteras embellecedores mientras gripaba y quemaba el motor (¡y gastándose lo que no está en los libros!) (“La cuarta marcha”, 22/02/2012).

Aquí entra en juego un determinado encadenamiento argumentativo: “tener un plan” supone “salir de la crisis”. Según la teoría de Anscombre y Ducrot, si tomamos “plan” como punto de articulación que sirva para ligar los argumentos, obtendremos una relación de encadenamiento argumentativo del par < + plan, + salir de la crisis >. En el otro lado de la escala, por tanto, se hallaría el par < – plan, – salir de la crisis >.

Otro esquema argumentativo es el que se da, por ejemplo, en el caso siguiente:

Sin realizar algunas reformas pendientes, salir de la crisis será más difícil, la salida tendrá efectos muy negativos en cuanto a la equidad social, y seguramente será una salida en falso que duraría poco tiempo. (“La ilusión y el engaño”, Joan Majó, El País, 07/01/2014).

Aquí, el encadenamiento vendrá de la mano del par <  – reformas pendientes, – salir de la crisis >. Como se puede ver, estos esquemas van ligados a un uso argumentativo positivo del sintagma “salir de la crisis”, hecho presente en artículos como “¡Vaya tripartito!” (Iñaki Zaragüeta, La Razón, 09/01/2013) o “Con o sin pacto” (Agustín de Grado, La Razón, 09/06/2013). Ahora, es el turno de analizar la otra cara de la moneda.

En octubre de 2012, en una carta al director de El País, se afirmaba lo siguiente:

Llevamos cuatro años con más de lo mismo, quizá ya va siendo hora de que nuestros políticos se den cuenta de que ésta no es la manera de salir de la crisis. Es de sentido común saber que si recortas el gasto público cuando la economía está hundida, esto la deprime todavía más (“Sigue aumentando el paro”, Merche Castillejo, 29/10/2012).

En esta ocasión, y continuando en la línea de la teoría de Anscombre y Ducrot, el encadenamiento argumentativo viene dado por el par  < + más de lo mismo, – salir de la crisis”. De nuevo, se da un nexo entre este par y el del ejemplo anterior: ambos usos del sintagma son argumentativamente negativos, algo observable en artículos como “Ver para creer” (Agustín de Grado, La Razón, 04/01/2013) o “Por una oposición útil” (El País, 21/01/2012).

A continuación, se analizará cuál ha sido la evolución de los usos del sintagma “salir de la crisis” en los últimos cuatro años en dos periódicos de tirada nacional de ideología contraria: El País y La Razón. En esta ocasión, el análisis se ceñirá a los usos recogidos en las secciones de opinión (editoriales, cartas al director, artículos…), descartando todas las declaraciones de políticos, así como las muestras en que la expresión forme parte de una oración subordinada. Con este estudio, se observará claramente cómo un sintagma puede apoyar o rebatir un determinado posicionamiento dependiendo del uso del lenguaje que se haga del mismo.

A través de los siguientes gráficos, es posible constatar la manera en que la coyuntura social, política y económica de un país puede afectar al empleo que se hace de la lengua.

Imagen 1

Como se puede observar, hay una gran polarización. En el caso de El País, los usos argumentativos negativos, que ya parten con más de treinta empleos, crecen progresivamente hasta tocar techo en el 2014. Asimismo, hasta este último (2014), los positivos eran mínimos; incluso tendían a disminuir. Sin embargo, es en 2015 cuando se invierte la tendencia: los usos positivos comienzan a ascender, mientras que los negativos caen.

En cuanto a La Razón, los usos argumentativos positivos de “salir de la crisis” se duplican en el 2013, pero lo hacen de manera más discreta en el 2014. Los usos negativos, que en 2013 eran tres, se duplican en 2014; en todo caso, hay que tener en cuenta que, hasta 2013, no había ninguno, por lo que la tendencia es reveladora. En 2015, los usos positivos vuelven a crecer, mientras que los negativos caen.

Por último, si se conjugan los datos de uno y otro periódico, se observa una tendencia creciente en ambos usos hasta 2015, si bien en 2014 lo hacen más los negativos. Es en el año 2015 cuando esta queda interrumpida, invirtiéndose: los usos argumentativos positivos superan por primera vez a los negativos, que caen a casi la mitad.

Imagen 2

A modo de conclusión, a nosotros no nos atañe determinar si hemos salido o no de la crisis económica, sino evidenciar las diferentes estrategias comunicativas que se emplean a la hora de hacer mención a la misma, y que ocasionan que un sintagma como “salir de la crisis” apoye o rebata una determinada argumentación, dependiendo de cómo se emplee. Únicamente lo que acontezca en años venideros podrá dilucidar si la tendencia creciente de los usos negativos se mantiene o, por el contrario, vuelve a invertirse. Estaremos atentos.

Fotografía

Pablo Martínez Fernández

En esta época en la que los medios de comunicación son instrumento de expansión y cambio de significado, se puede encontrar en diferentes ámbitos vocablos utilizados con un valores determinados por los contextos de uso con los que se identifica. El caso que nos ocupa es especialmente interesante, porque se trata de una palabra con un significado muy amplio: acción.

El DRAE define acción como: Ejercicio de la posibilidad de hacer”; aparte de esta aparecen doce acepciones más. Sin embargo, en ninguna de ellas se hace referencia a un sentido de origen relativamente reciente, probablemente nacido en País Vasco, aventuramos que como resultado de una interferencia lingüística. Así, se encuentra el término acción en los periódicos vascos como sinónimo de «atentado», tal vez como consecuencia de una traducción del vocablo euskaldún ekintza, usado en contextos relacionados con el terrorismo. Véase el siguiente ejemplo: La acción de hoy se ha producido casi seis meses después de que ETA anunciara el fin de la tregua declarada en marzo de 2006 y rota de facto en Barajas” (Diario Vasco 01/12/20007).

A partir de este valor, se crea una segunda polisemia, en la que el nivel de gravedad de los hechos narrados desciende. Obviamente no es lo mismo hablar de un atentado que de una situación de violencia callejera: “Ese día la Policía vasca llevó a cabo una operación policial en la Margen Izquierda contra un grupo acusado de practicar la kale borroka, que presuntamente había cometido acciones violentas durante los últimos meses” (Diario Vasco 13/08/2008); “La primera acción violenta ha ocurrido a las 00:30 horas en la estación de la compañía ferroviaria pública vasca Eusko Tren […]” (Diario Vasco 25/10/2008).

En estos casos, junto a acción aparece el adjetivo violento. Así pues, el término acción equivaldría a “protesta violenta” o a “protestas de violencia callejera” como observamos en este ejemplo:La violencia callejera se ha cebado esta pasada madrugada con la compañía ferroviaria Euskotren. En ninguna de las dos acciones de violencia callejera se registraron heridos.” (Diario Vasco 25/10/2008). Como se aprecia, ha habido un cambio en el significado, ya que, a diferencia del primer ejemplo que hemos citado, que se refiere al ámbito terrorista, en estos últimos ya no hay víctimas, sino actos violentos en los que se rompen cosas.

En tercer lugar, se documenta una nueva acepción en el vocablo acción, más próxima, esta vez, al sentido de «protesta» que al anteriormente expuesto y, por lo tanto, sin víctimas ni destrozos materiales muy desprovisto del nivel de gravedad observado en nuestro primer caso: “Activistas contra el Tren de Alta Velocidad (TAV) explicaron ayer que con la protesta del domingo que colapsó el tráfico en el centro de San Sebastián pretendían «dar la oportunidad» a la sociedad de «reflexionar y darse cuenta de los graves daños que traería» para Euskadi esta infraestructura ferroviaria. Los opositores a la ‘Y’ vasca comparecieron ayer en Zaldibia para dar cuenta de la acampada realizada en esta localidad y explicar la acción en la capital guipuzcoana”.

En este fragmento aparece protesta y, más adelante, acción. Esta última alude a la protesta del domingo referido que colapsó el tráfico, por lo que se emplea  acción como sinónimo de protesta. Por tanto, ya no se trata de una “acción violenta”, sino del acto de protestar, de manifestarse, para hacer reflexionar a la gente sobre los perjuicios que produciría el Tren de Alta Velocidad.

Esta tercera acepción de “acción” se puede encontrar, ya fuera del País Vasco, para referirse a las protestas ante la subida de precios del metro del pasado uno de mayo en Madrid. Como protesta ante esta subida, que ha sido denominada tarifazo, han surgido dos grupos de protestantes: ‘Yo No Pago’ y ‘Toma el Metro’, por lo que los medios de comunicación han aprovechado sus protestas para incluir de nuevo este término, de este modo encontramos: “Se confirman cinco detenidos en la acción #yonopago en Madrid” (Periódico Diagonal 01/02/2012).

También encontramos otro titular semejante: “El Movimiento ‘Yo No pago’ convoca nueva acción en Sol en protesta por la subida del transporte público” (Europa Press 20/04/2012). Esta acción alude a una concentración en la Puerta del Sol, de forma pacífica para manifestarse contra las subidas que según los participantes del grupo “no hacen más que precarizar a la población” (Europa Press 20/04/2012).

Por consiguiente, la palabra acción, que vio modificado su valor semántico con su vinculación al contexto socio-político concreto del País Vasco, se puede emplear hoy en día en otras regiones y en otros contextos, aunque mediante una progresiva disminución en intensidad de sus connotaciones violentas. No es el término, pues, sino el ámbito de uso lo que ha permitido la extensión de la palabra.

Sin embargo, ante estos acontecimientos la presidenta de la Comunidad de Madrid afirma en un comunicado que: “No se van a ir de rositas”, y que “este acto no puede quedar impune, se ha puesto en peligro la vida de los viajeros y  se ha cuestionado el servicio de metro, uno de los mejores del mundo” (El País 25/004/2012). A pesar de las declaraciones de Aguirre una portavoz de Metro ha informado en la misma noticia que: “En el momento de la acción ninguno de los trenes estaba circulando sino que estaban parados en las estaciones […] como no estaban en movimiento es posible que muchos viajeros no se hayan ni dado cuenta”. Observemos, por lo tanto, la novedad respecto de las consideraciones anteriores: ahora la palabra acción puede conducir hacia dos percepciones muy distintas, puesto que mientras la presidenta de la comunidad autónoma atribuye a esta acción un nivel de gravedad, la portavoz del metro no otorga ninguna gravedad a los hechos. Este doble sentido está permitido por la polisemia de “acción”, y el hecho de que sea el hablante el que decida emplear el vocablo en el sentido de «protesta violenta», «protesta callejera» o «paralización del metro» indica que ambos sentidos todavía no están fijados (dicho en términos técnicos, que asumen carácter de implicaturas).

De este modo, nos encontramos frente a una formación cronológica de polisemias de la palabra acción, condicionada por la fuerza mediática de la prensa, así como frente a una baraja de posibilidades de uso según el ámbito y el nivel de gravedad que describe. La cuestión es determinar si son posibles nuevas adhesiones polisémicas a esta palabra. A nuestro entender, cabe pensar que el caso puede seguir abierto puesto que, como hemos visto, la transformación del campo semántico de una palabra depende de múltiples factores relacionados con el contexto, con el punto de vista y sobre todo con las necesidades del hablante a la hora de calificar y relacionar unos hechos dentro de su personal escala de valores. No olvidemos, además, que la ambigüedad y la hiperonimia son a veces una forma más de comunicarnos.

Maria Pastor Puig

A nuevas realidades, palabras nuevas. Actualmente una gran parte de las nuevas contribuciones a la lista de palabras que conforman nuestro vocabulario para designar “personalidades” se crean por composición. Este procedimiento nos deja joyas tales como gafapasta o perroflauta o, en su nueva versión, yayoflauta (iaioflauta según la procedencia del ejemplo y que nosotros normalizaremos con la <y>, ya que es la más frecuente). Se trata de palabras compuestas por dos sustantivos cuyo significado es simplemente la suma de los significados de cada uno de ellos.

A continuación, analizaremos en el significado de perroflauta, que ha sido modificado a causa de los movimientos que se han alzado en contra de la situación de crisis actual, el de yayoflauta, que tiene poco que ver, aparentemente, con el del primero pero que ha ahora ha surgido con fuerza para, finalmente, observar otros posibles casos de composición con el “sufijo” -flauta y su posible evolución.

1) Perroflauta significa, literalmente, un joven con un perro y una flauta, pero no nos quedemos ahí, ya que sería una definición demasiado escueta. Es posible que este término surgiera en un principio para denominar a este grupo de jóvenes, que podríamos categorizar como neojipis, que sí que iban con un perro y, a menudo, con una flauta o instrumento musical cualquiera, pero la verdad es que hoy en día su significación abarca muchos más rasgos. No solo se refiere a la anterior descripción sino también a cualquier joven de aspecto desaliñado que presume de estar comprometido (anti)políticamente. Generalmente se usa este término de forma despectiva y suele englobar a un grupo muy homogéneo de anarquistas, okupas…, todos ellos con una estética similar. Para más detalles, veamos la descripción que aparece en el periódico ABC:

“El hippismo está de capa caída. Ni siquiera el nombre conserva el viejo sabor a libertad y juventud. Hoy nos suena más bien a viejo y antiguo. De hecho ha sido reemplazado por el despectivo, y no del todo inexacto, perroflauta. (…)En las esquinas, había jóvenes con aspecto de querer revivir el antiguo espíritu. Pero más que hippies parecían eso, perroflautas, con su inescapable aspecto de desaseo y pobreza.” (15/08/2011 A contracorriente Edición de Galicia)

El término perroflauta empieza a aparecer en los periódicos de forma significativa sobre el año 2004. Anteriormente, todos los resultados se refieren a un grupo de rock llamado Perroflauta lo que nos lleva a pensar que, aunque la realidad no aparece hasta más tarde de forma escrita, ya existía. No existen resultados en el CREA pero sí encontramos una posible definición en el Fundéu, la fundación del español urgente, donde se recomienda la tipografía normalizada del término, la escritura en una sola palabra, sin guion, y la siguiente definición “Se emplea el término perroflauta para referirse a un tipo de persona, habitualmente joven y con aspecto descuidado, que puede verse como un hippy en su acepción más moderna. Se les denomina así porque suelen llevar perros y tocar la flauta, aunque el término ha trascendido su significado original y se utiliza en muchas ocasiones de forma despectiva para referirse a cualquier joven con aspecto desaliñado”. Cabe decir que esta respuesta del Fundéu se produce ante la aparición masiva del término en los periódicos tras el movimiento 15-M.

Con la llegada del movimiento 15-M no solo se empezó a llamar perroflauta a los integrantes de este colectivo que participaban en las protestas  contra la crisis (porque haberlos, los había) sino, también, prácticamente a cualquier joven con aspecto, desaliñado o no, que se adhiriera a este movimiento y adquiriera un cierto compromiso político. Estamos, por tanto, ante un caso de enriquecimiento, de ampliación del significado de un término categorizador que pasa  de designar a un colectivo reducido a designar  uno mucho más amplio ya que no todos los indignados son antisistema, antipolítica, anti-… como suelen proclamarse los que serían perroflauta original. Su nuevo significado ya no es aquel invariable que englobaba solo okupas, punks o antisistema, sino que las características que primarán serán la de desaliño y compromiso político. Por consiguiente, ya no es necesario llevar, por ejemplo, un pantalón de cuadros con una camiseta rota para ser perroflauta: ahora solo se necesita ir un poco desaliñado, cosa que está de moda, y tener cierto compromiso con la sociedad. El término se ha desplazado y es posible que dentro de un tiempo ya no designe al colectivo que designaba en el año 2004, mantenga la nueva acepción y estos tengan que buscar un nuevo nombre que los designe.

Esta ampliación de significado, en la que el término queda políticamente marcado, servirá de base para que se acuñe el término de yayoflauta, palabra que usará un colectivo reivindicativo de gente de la tercera edad como veremos a continuación.

2) Yayoflauta. Este término ha aparecido con fuerza en los periódicos tras la “celebración” del primer aniversario del movimiento 15-M como colectivo identificado al que definen de las más variadas maneras pero siempre estableciendo una jerarquía con relación al grupo como vemos en el siguiente ejemplo: “Este año se han sumado a la acción reivindicativa los «yayoflautas», el colectivo de indignados de la tercera edad (…)” ABC. No estamos ante un grupo de “indignados” (para más información remitimos a “El efecto indignado”) con unos intereses distintos, como parecía ser en sus primeras acciones (reclamaban mejoras relacionadas con ambulatorios, tarifas de autobús para jubilados y pensiones), sino que se han unido a la causa común. La gran diferencia entre los “yayoflauta” y el resto de indignados no es solo la edad, sino la experiencia, que, como bien se dice, es un grado. La mayor parte de integrantes de este colectivo son gente mayor de 60 años, no siempre jubilada –en declaraciones televisivas del pasado sábado 12 de mayo una mujer se autodenominaba como yayoflauta pero sin estar jubilada ya que tenía que trabajar hasta los 67, nuevo mínimo de jubilación-, republicanos, generalmente, y que ya en la transición lucharon por conseguir unos derechos que ahora no quieren perder.

El movimiento se inicia en octubre de 2011 y, en noviembre, empezamos a tener noticias escritas de sus acciones tal y como vemos en el periódico Expansión:

Un grupo de unos veinte jubilados, conocidos como ‘iaioflautas’, que se identifican con el movimiento 15-M, han ocupado este mediodía durante 45 minutos la sede de la agencia de calificación Fitch Ratings España (…)” (Expansión, 7/11/2011)

En esta noticia aparecerán dos elementos importantes: por un lado quienes integran el grupo (jubilados); y por otro lado, su filiación ideológica dado que se identifican con el 15-M lo que nos dará las claves para la interpretación de sus acciones.

No será hasta febrero de este mismo año cuando tomarán mayor relevancia, llevando a cabo acciones con, cada vez, un mayor número de integrantes para, finalmente, acabar uniéndose a las proclamas de los indignados, algo que se refleja con un aumento de apariciones de esta palabra en prensa y televisión. En el siguiente ejemplo vemos cómo se refiere al inicio del movimiento yayoflauta en el mes de octubre de 2011 aunque la prensa generalista no se hizo eco hasta 3 meses después, ya que esta es la primera noticia que aparece con este término:

“Los vecinos del barrio de Bellvitge de L’Hospitalet de Llobregat cumplieron ayer 100 días de ocupación del centro de atención primaria (CAP) de la Rambla de la Marina para reclamar a la Generalitat su reapertura. Los ocupantes del ambulatorio son, en su mayoría, personas mayores del barrio -los autodenominados yayoflautas– que el pasado 28 de octubre decidieron ocupar el centro en el último día de funcionamiento y desde entonces se organizan en turnos para no abandonar el edificio.” (5/2/2012) El País

El colectivo también tiene una página en Facebook llamada “iaioflautas” en la que cuelgan noticias relacionadas y se llaman “a la lucha” con consignas tan llamativas como “La experiencia es un grado, la indignación un estado” y una página web, “iaioflautas.org”, cuyo subtítulo, traducido del catalán es muy ilustrativo: “luchamos y conseguimos una vida mejor para nuestros hijos” confirmando la caracterización anterior que hacíamos del grupo.  Como curiosidad, estos “iaioflautas” eran de Cataluña pero en la última semana ha surgido un nuevo grupo valenciano. Un movimiento “imparable”.

En dicha página web explican que deciden autodenominarse así como reacción al uso de perroflauta para descalificar a los manifestantes adheridos al movimiento 15-M. Pero, ¿por qué deciden tomar de la palabra la parte flauta y no la de perro llamándose, por ejemplo, perroyayos? Puesto que, como veíamos, el significado de estas palabras compuestas es la suma de los significados de ambos, la parte perro nos remite a un referente sucio, famélico… que suele ser el estado en el que se encuentra los animales de los susodichos; por otro lado, la parte de flauta es más neutra, se puede referir al ruido, a la música, pero será, también, la que seleccionará el rasgo de compromiso que se ha producido con el cambio de significado operado en perroflauta tras el 15-M que, junto con la mayor relevancia que se le dará al yayo configurará el significado del nuevo término. Así pues, tendremos no unos jóvenes desaliñados pero comprometidos sino un grupo de gente mayor que adquieren un compromiso con la sociedad de la crisis.

Gemma Burgos Segarra

Existe un lenguaje de la crisis, eso es indiscutible. Cuando hablamos de crisis, por supuesto, nos referimos a la crisis económica que nos rodea. Desde que se empezó a hablar de ella el pasado decenio, los diferentes medios de comunicación nos bombardean cada día con una serie de palabras que antes no utilizábamos. Podríamos poner una serie interminable de ejemplos como prima de riesgo, stock opcions, impagos, etc.

Aquí vamos a analizar un término que estos días estamos oyendo constantemente: recorte y su plural recortes. Lo vamos a tratar desde diferentes puntos de vista lingüísticos (especialmente, desde el semántico y desde el sintáctico). Empezaremos centrando nuestra atención en la cuarta acepción en plural de dicha palabra que, en la definición del DRAE, se define como «Porciones excedentes que por medio de un instrumento cortante se separan de cualquier materia trabajada hasta reducirla a la forma que conviene».

No es un término precisamente económico pero, al igual que otros como tijeretazo (ver Tijeretazo: de recorte a ajuste…) se han adaptado para mostrar de manera gráfica el resultado de esas medidas que se están adoptando en estos tiempos de  crisis.

Como hemos comentado, tras el empeoramiento de la situación económica y con las reformas del actual gobierno, su uso ha crecido tanto que es una de las palabras más utilizadas estos días. Para comprobar con más claridad este considerable aumento, examinaremos la siguiente tabla tomando como referencia dos periódicos, uno de tirada nacional,  ABC, y otro regional,  Levante.

ABC Levante
Primeros tres meses de 2011 1044 478
Primeros tres meses de 2012 2571 1754
11 de mayo de 2011 20 17
11 de mayo de 2012 44 45

Tras comparar estos dos periodos de tiempo (trimestre y día) y después de haber analizado los resultados podemos confirmar que el uso del término se ha duplicado en 2012. Debemos señalar que en Levante se hace distinción en el uso de la palabra entre plural y singular.

Este término tiene dos modalidades de uso: en su forma metafórica y en su forma literal. Es evidente que el uso literal se mantiene en el léxico de la moda, como por ejemplo en el blog Prêt à porter (perteneciente a La Gaceta), en donde encontramos una entrada en la que podemos leer: «Shorts: los recortes también llegan a los pantalones.» Así como en el ámbito taurino donde recorte aparece lexicalizado: «únicamente destacó el uso del capote, a la verónica y en un recorte para poner al toro en suerte en el caballo.» (25/04/2003, ABC). También lo podemos ver en el campo de la pintura y de la literatura. En cambio, su uso metafórico en el contexto económico se aprecia en el siguiente ejemplo: «Fabra asume que los recortes del PP provocarán contestación social» (17/11/2011, El País). Igualmente en determinados lemas: «No a los recortes», donde recortes ya alude a una realidad distinta, esto es, al efecto de recortar.

También existen diferencias entre el singular y plural de recorte. En plural tiene un significado más general, es decir, un uso más amplio y una mayor extensión, por eso su uso es mucho más frecuente. En cambio, recorte se aplica de un modo más bien literal y reducido. El valor de plural del primero de estos términos hace que sea menos accesible el referente, puesto que no sabemos a qué tipo de recortes en concreto se refiere, como se demuestra en: «Reprochan a la Junta su petición de recortes para la escuela concertada» (16/04/2012, ABC).

Analizando la posición sintáctica de recortes, se observa que aparece con más frecuencia como complemento directo seguido de las funciones de sujeto y de complemento del nombre. Tenemos un ejemplo de sujeto: «Los recortes del Gobierno dañarán más a los institutos que a los colegios andaluces» (16/04/2012, El País). Cuando es sujeto, el objeto directo suele ser sanidad, educación, déficit, etc. y además aparece mermado con verbos de connotación negativa como dañar, afectar, desbocar, etc. En cambio, cuando recortes es objeto directo aparece dominado por un sujeto con capacidad de acción que normalmente es el Gobierno, la Comisión, la alcaldesa, empresarios, etc. Así, se puede constatar en este titular: «El Congreso aprueba los recortes en Sanidad y Educación con los votos ‘solitarios’ del PP» (17/05/2012, 20minutos)

En definitiva, la palabra recortes hace referencia a una figura que aparece separándose de un fondo, para lo cual hay que cortar la figura. Los recortes son los elementos que sobran. Aplicado esto a recortes en sanidad, por ejemplo, eso quiere decir que lo que se quita es un elemento que no hace falta para la figura. Si eso es así o no, el tiempo lo dirá. De momento, veamos esto como un conjunto de recortes en lo social, aunque el sobrante, traducido lingüísticamente, acaba en los discursos públicos. Pura pragmática.

Paloma Corella Montero

Es incuestionable el hecho de que el ser humano en su concepción del mundo tiende a sobrevalorar aquellos elementos que se encuentran arriba-delante frente los de abajodetrás. En este ámbito, podemos asegurar que ejerce sobre nosotros una fuerza cognitiva mediante la cual juzgamos sucesos experimentales que, asimismo, canalizamos y sistematizamos en el lenguaje a partir del empleo de procesos metafóricos.

Este hecho nos conduce a considerar que el lenguaje usual sufre pequeñas carencias cubiertas por usos metafóricos. Esto es lo que le ha sucedido al término rescate, el cual actualmente, posee una orientación metafórica que actúa paralelamente con su significado literal.

No obstante, no debemos interpretar concepto metafórico como la sustitución de un signo por otro con el propósito de designar una realidad, sino como el trasvase de unas propiedades semánticas afines con un signo, así como unos rasgos dispares entre lo dicho -valor convencional o de vinculación semántica- y lo que realmente comunicamos -valor contextual o correspondiente al campo pragmático-. Así, si rescate se define como Recobrar por precio o por fuerza lo que el enemigo ha cogido, y, por extensión, cualquier cosa que pasó a mano ajena” (DRAE) observamos cómo al ubicarla en expresiones del tipo: Culmina con éxito el rescate de los mineros peruanoso El presidente del Banco Mundial dice que ni España ni Italia necesitarán un rescate (ABC y El País, respectivamente) el término adquiere un carácter distinto al convencional. De este modo, en el primer caso le asignaríamos el significado literal, mientras que en el segundo, constituiría una base experimental -o concepto metafórico- en la que rescate se plantea desde una perspectiva económica, es decir, a partir de nuestra experiencia cognitiva de intervención económica, se puede concebir metafóricamente como una entidad por medio del nombre rescate. Así, el término rescate en situaciones como: El presidente del Banco Mundial dice que ni España ni Italia necesitarán un rescate o “El escepticismo y la batalla política se adueñan de Grecia tras el rescate” (El País) se redefiniría del siguiente modo: proveer las ayudas necesarias para extraer a un país de la situación deficitaria. Por ello, podemos describir rescate del modo que indicamos (Figura 1): un sujeto (A) circunscrito en un marco de peligro -que refleja el punto abajo-debilidad de la escala vertical- y, por tanto, necesita la intervención de un sujeto (B) -que se inserta como el punto arriba-estabilidad de la misma escala-. De este modo, en el caso que planteamos, el rescatado se encuentra en una situación de coyuntura económica, en la que por la acumulación de diversos factores, la economía está orientada hacia su deterioro o estancamiento. Así, la disposición negativa de estos elementos o factores, restringe y condiciona el marco espacial del rescatado y, como consecuencia, pierde la fuerza de autoridad y autodeterminación -en otros términos, el sujeto (A) quedará, como observaremos, subordinado al sujeto (B)-. Por otro lado, el rescatador se caracteriza por disponer tanto de la intención -que en muchas ocasiones se relaciona con el interés de extraer un beneficio-, como de los medios pertinentes para ejecutar el rescate. Asimismo, es conveniente señalar que dicha acción se desarrolla sobre un eje temporal en el que, el sujeto (A) -que parte desde una posición de divergencia respecto al sujeto (B)-, abandona su posición tras la intervención -o acción de rescate– del sujeto (B), desplazándose y ocupando así, un espacio compartido (AB). Véase el desarrollo en el eje temporal representado en la Figura 1:

De este modo, podemos pormenorizar la representación del concepto metafórico del siguiente modo: sujeto (A) corresponde al país u objeto en peligro -por ejemplo, un país europeo del Sur de Europa-, el marco de riesgo es producto de la situación deficitaria económica -por ejemplo, la consecuencia de una burbuja especulativa- y el rescatador quedaría perfilado como la entidad que proporciona y regula los medios óptimos para llevar a cabo la intervención -por ejemplo, el famoso fondo de rescate europeo-. Por último, el eje temporal determina las etapas del rescate y las medidas para alcanzar la recuperación económica -en este caso, pondremos como ejemplo las pautas exigidas a un país, así como las medidas de ajuste o recorte-. Sin embargo, es pertinente destacar que, actualmente, la última etapa representada en nuestra ilustración lingüística de rescate, en la que el sujeto (A) se traslada desde un punto asimétrico hacia uno simétrico -recordemos la divergencia escalar expuesta: arriba-estabilidad frente abajo-debilidad- en el que se desenvuelve una fuerte vinculación entre ambos sujetos (AB) al compartir una situación de no-peligro, simplemente se concibe como una mera utopía que, por diversas razones o factores, difícilmente se podrá llevar a término.

En este ámbito, la vinculación entre el sentido semántico y el pragmático o, con otras palabras, los valores convencionales y los contextuales, quedarían plenamente determinados mediante la integración de la base experimental del concepto metafórico. Según esto, el término rescate engloba unas propiedades intrínsecas que perfilan su sentido. Por tanto, la delineación quedaría establecida a partir de enunciados como: “España, frente al fantasma del rescate” (Las Provincias) –rescate implica peligro-, “El BCE pide rescatar a toda la banca española”(Levante) rescate implica protección al país en situación de riesgo-,“El rescate de España rondaría el medio billón de euros”(Expansión) -rescate implica valoración económica– y ésta, a su vez, denota un efecto negativo sobre el rescatado “«El rescate resta credibilidad» a Rajoy” (lne). Por consiguiente, el hecho de considerar rescate como un concepto metafórico nos permite corporeizar nuestras experiencias, ubicarlas en un contexto, categorizarlas, cuantificarlas, observarlas como una causa-efecto, actuar al respecto y, por ello, comprenderlas. Es evidente que a partir de esta base experimental la mente metaforiza determinados sucesos o acontecimientos abstractos de nuestra vida cotidiana otorgándole un soporte físico, es decir, el ser humano tiende a la asignación de unas propiedades que, como vemos, no son inherentes a su significado literal.

Tras lo delineado, asimismo, debemos reparar en la reciente extensión semántica del término y su fosilización en el lenguaje convencional. De modo que si consultamos el banco de datos del CREA de la Real Academia Española,advertiremos que su aparición aproximada con el sentido perfilado está fechado el 16 de febrero del año 2003 (El País, negocios, prensa).

En síntesis, respecto a nuestro planteamiento de extensión semántica del término rescate hacia un mayor dominio pragmático, podemos sostener que la elección del lenguaje figurado viene motivado por el propósito de transmitir al interlocutor un pensamiento abstracto o complicado de exponer con otros términos; es decir, el hablante emplea el lenguaje figurado en un contexto determinado porque cree que con éste logrará una comunicación eficiente así como el efecto buscado. Por tanto, al emplear el término rescate no debemos desarticular el sentido literal del contextual, sino aunarlo de modo que ambos actúen como un complemento sólido del que se sirve el hablante en su acto comunicativo.

Silvia Company de Castro


Adentrarse en la actualidad y analizar el lenguaje de la crisis supone realizar un estudio del término reforma y sus derivados, tan presentes en los medios de comunicación, tales como reformas, reforma laboral, reforma universitaria, reforma sanitaria, reforma estructural, o estructuras del tipo reforma + CN.

El DRAE define “reforma” como “aquello que se propone, proyecta o ejecuta como innovación o mejora en algo”. Se puede ver cómo el factor de mejora está incluido en la definición. No obstante, las noticias publicadas en varios periódicos durante los últimos tres meses muestran que la fuerte influencia del lenguaje en uso origina la aparición de fuerzas argumentativas y nuevos valores distintos al significado base de las expresiones con “reforma”.

¿Qué proceso ha permitido el desarrollo de esta situación en el marco de la crisis socioeconómica actual?: Metaforización es la respuesta. Este fenómeno facilita la expresión de aquellas ideas excesivamente abstractas que conforman nuestro lenguaje diario. Por tanto, “reforma” surge mediante la adición de la partícula re-(que significa repetición) a un elemento léxico ya existente, “forma” (que significa “configuración externa de algo”).  Se une a la palabra “forma” una estructura abstracta, compuesta por distintos ámbitos: economía, sanidad, educación, leyes penales, administración, etc. Así pues, se trata de establecer de nuevo(re-) la configuración de dicha estructura y, de esta manera, se proyecta una realidad concreta (la forma), sobre una realidad abstracta (la estructura), cuyo punto de unión es “algo” (forma de algo/estructura de algo, del país).

La metáfora propicia el desarrollo de un proceso en tres fases. La primera de ellas presenta la forma previa (en adelante, forma 1), equivalente a la situación en la que se encuentra el país en un momento dado. Una segunda fase muestra el desarrollo y aplicación de las reformas, y por tanto, el cambio de dicha situación previa a una posterior (paso de forma 1 a forma 2). Esta fase coincide con el desarrollo de las valoraciones y las fuerzas argumentativas. La tercera es la que da por terminado el proceso y manifiesta las consecuencias tras la aplicación de las medidas (esto ya será forma 2). Esta forma 2 se corresponde al asentamiento final de nuevos valores estrechamente ligados con la argumentación. Para poder analizar mejor los contextos encontrados, ha sido conveniente unificar los tipos de reforma arriba citados y centrarse en uno solo: “reforma laboral”.

-Primera fase: paro, desempleo, situación previa (forma 1)

La situación previa está en un marco de crisis socioeconómica que abarca distintos países europeos. El empleo, más que crearse, se destruye: La titular de Empleo ha señalado que la reforma laboral servirá «a corto plazo» para que no se siga destruyendo empleo (…)»Es una reforma a la altura de la situación que tenemos», ha añadido. (Expansión). La forma 1 se compone de elementos negativos equivalentes a esta situación previa (durante los meses de diciembre de 2011 y enero del 2012). Al hablar de “reforma laboral” junto a expresiones del tipo “insuficiencia presupuestaria”, “crisis”, “retraso”, “paro” o “destrucción” (con un valor negativo codificado), se transmite una fuerza argumentativa que se crea y crece gradualmente: cuantas más expresiones como estas se unan a “reforma laboral”, más fuerza tendrá: “Trabajo argumenta las bondades de la reforma laboral con una ‘foto’ de la situación actual de España, donde se han destruido la mitad de los empleos de Europa durante la crisis, y con una lista de algunas de las medidas emprendidas para arreglar la situación.”(El Mundo). Por tanto, la primera fase se caracteriza por mostrar una forma 1 con una situación previa, y el desarrollo simultáneo de la adquisición de ciertos valores argumentativos en la expresión. Sigue la línea de la mejora y solución (DRAE), pero no una adquisición de valores orientados a la negatividad, pues no es “reforma laboral” la que se describe con este valor (todavía), sino la situación que propicia su uso.

Segunda fase: aplicación de reformas (forma 1 da paso a forma 2)

Tras esta idea se produce el paso de la forma 1 a la forma 2: este es el momento de aplicación de las reformas, pero también es el punto en el que se desarrollan matices que previamente no estaban en la expresión. El hablante en el discurso se encarga de mostrar la “reforma laboral” como una solución, cosa que hace al receptor concebirla como necesaria. Por tanto, se produce una bifurcación de sentidos a partir de esta necesidad, que funciona como base argumentativa en los discursos (en retórica, el garante). Por un lado, un sentido positivo que surge a partir de la aceptación del garante de necesidad en los argumentos: “Gereñu ha defendido que la reforma laboral es necesaria para poder salir de esta difícil situación (…); y en la misma línea: “El grupo parlamentario popular ha calificado la reforma laboral aprobada la semana pasada por el Gobierno central de justa e imprescindible’»(El Mundo). Por otro lado, el rechazo hacia dicho garante propicia la aparición de valores negativos: “la reforma laboral es «injusta, ineficaz e inútil«(El País). Por tanto, esta segunda fase de aplicación de reformas también puede concebirse, lingüísticamente, como la causa que produce la bifurcación de sentidos en la expresión “reforma laboral”, y esto es así gracias a los procesos de argumentación en los discursos.

Tercera fase: resultados de las reformas (forma 2)

Esta fase muestra las consecuencias, tanto en la aplicación de las reformas en la realidad, como en el plano lingüístico. Por ello, los resultados se expresan mediante la generalización de unas valoraciones positivas: “Más empleo, más derechos para los trabajadores, más conciliación, más estabilidad en el empleo, más flexibilidad interna, más oportunidades…”(El Mundo); o negativas: “Rajoy asume que la legislatura se saldará con la pérdida de otros 400.000 puestos de trabajo pese a la reforma laboral”. (El País). Esta fase equivale al punto más elevado en la adquisición de matices argumentativos y sentidos en reforma laboral (al menos de momento).

Vistos los distintos ejemplos, aquellos que estudiamos el lenguaje desde la pragmática contemplamos un cambio puramente discursivo, basado en el lenguaje en uso. Mediante la creación de una expresión a raíz de una metáfora, se ha podido iniciar la adquisición de unos valores nuevos. Es un proceso ordenado, en el que se siguen unas fases, y que curiosamente se desarrollan en paralelo a la aplicación real de las reformas. Aquellos que lo prefieran, pueden ir más allá del lenguaje y ver cómo este refleja, y en ocasiones anticipa, la propia realidad: “reformar” queda, en el contexto de la crisis, en un estado que, o sigue la línea de “mejora”, como en la definición original, o va hacia un sentido negativo. ¿Se impondrá el primer sentido, o más bien vencerá el segundo? El tiempo nos proporcionará la respuesta. Mientras tanto, será mejor quedarnos con la idea de que las reformas del país también pueden remodelar el lenguaje del día a día.

Shima Salameh Jiménez


Desde no hace mucho tiempo, asistimos, en la prensa nacional, a la consolidación de un fenómeno lingüístico: las siglas ERE se están convirtiendo en el eufemismo de una palabra tan cotidiana como es despido.

El indicador principal de que esto está ocurriendo lo hemos encontrado en la frecuencia de aparición de ambos términos en prensa antes y durante este periodo de crisis económica. De las búsquedas recuperadas en Expansión.es hemos obtenido los siguientes resultados:

Del gráfico anterior se desprende el aumento progresivo del uso de ERE mientras que, el de despido, tras un aumento considerable, a partir de 2010 empieza a descender de forma brusca. Es justo el año 2010 el que consideraríamos como punto de partida para el análisis de este fenómeno, cuya consolidación se habría producido a lo largo de 2011, lo que indica que se trata de un proceso muy reciente.

Este proceso de conversión podemos observarlo desde tres puntos de vista: por una lado, el significado de ambos conceptos y su codificación; por otro, la percepción que tanto hablante como oyente tienen del proceso y, finalmente, los ámbitos en los que se está produciendo, ya que no tendrá la misma repercusión si ocurre solo en la prensa general que si, además, se extiende a la prensa económica especializada. Es por ello que hemos utilizado como fuente análisis y de ejemplos dos periódicos generalistas de tirada nacional como son ABC y El País y otros dos de carácter especializado: Expansión y CincoDías, todos ellos en su versión digital.

ERE son las siglas de “expediente de regulación de empleo”, que el DRAE define como “procedimiento en virtud del cual la Administración autoriza o deniega a un empresario el despido de un cierto número de trabajadores por causas establecidas en la ley”, definición en la que se incluye claramente la noción de “despido”, que queda definido, en su segunda acepción, como “decisión del empresario por la que pone término a la relación laboral que le unía a un empleado”. ¿Por qué si, en el fondo, designan dos realidades prácticamente idénticas, el hablante prefiere ERE a despido? Tal vez la respuesta se encuentre en la forma y no en el significado. Veamos los siguientes ejemplos:

“El Diálogo Social crea ayudas a empresas en crisis para evitar despidos colectivos” (ABC)

“La reforma empieza a aplicarse con rebajas de sueldos, ERE y traslados” (El País)

En estos titulares vemos el proceso de conversión de despido como palabra tabú y de ERE en su eufemismo. Despido codifica algo negativo, la rescisión de un contrato que, como vemos en el primer titular, hay que evitar, mientras que con el empleo de ERE, aunque en el fin último de este se encuentre también el despido, para el hablante se hace más accesible el concepto de “regulación”, teniendo en cuenta que la “regulación” tenderá hacia algo positivo puesto que se toma en el sentido metafórico de “ordenación”, solo que en este caso se trata de ordenar algo abstracto como es el trabajo y  lo que parece ser que transmite es que con el ERE el despido es ordenado, sigue unas normas, frente al uso de despido que será, siguiendo esta metáfora, el caos. A todo esto cabe añadir que en las noticias del 2011 resulta difícil encontrar una cuyo titular utilice el término tabú (despido) frente a su eufemismo (ERE), aunque hemos podido comprobar que esto es mucho más frecuente en los titulares que en el cuerpo de la noticia, posiblemente porque, una vez nombrada la realidad del ERE, la significación “despido” queda atenuada. Este sería, por tanto, uno de los indicadores de que el proceso tabú-eufemismo se ha producido

Un segundo indicador de que ERE se utiliza como eufemismo de despido y de que ambas realidades se perciben como sinónimas –o casi– será el hecho que las siglas adopten los adjetivos que antes regía el sustantivo despido, tal y como ocurre en las siguiente noticias:

Despido colectivo: La Junta destinará 7 millones al año a empresas que eviten un ERE colectivo (ABC 6/03/2012)

Despido express: La reforma laboral da luz verde al ERE exprés. (El País 12/02/2012)

Despido temporal:  General Motors plantea un ERE temporal en Figueruelas que afecta a 316 empleados. (ABC 23/03/2012)

GM presenta un ERE temporal para 316 trabajadores de la planta de Figueruelas. (Expansión 23/03/2012)

La dirección de la planta de General Motors en Figueruelas (Zaragoza) ha planteado un expediente de regulación de empleo temporal (ERE) que afectará a 316 empleados. (El País 23/03/2012)

Ante estos ejemplos no podemos negar la evidencia de que ambas realidades se tratan de un mismo modo. Cabría matizar que esto se produce recientemente, ya que en noticias de años anteriores es muy poco frecuente el uso de estas construcciones y las más habituales son las de “despido + adjetivo”, datos numéricos que ya hemos indicado anteriormente y que nos sirven para demostrar que no solo aumenta la frecuencia de uso de ERE, sino que este adquirirá las combinaciones que anteriormente pertenecían a despido. Se trata de un punto muy llamativo puesto que, otro signo inequívoco de que ERE se convierte en eufemismo de despido, será que sea válida su utilización en todos los contextos donde antes aparecía la palabra ahora tabú.

Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, podemos afirmar que, aunque esté usando un eufemismo, el hablante es en cierta medida consciente de que existe una diferencia entre ambos términos, tanto es así que podemos observarlo claramente en el siguiente extracto de una noticia en prensa general:

La diputación despide a 42 forestales con un ERE.

( …) Valcárcel dijo sentirse <<tremendamente engañado>> por Berruga y señaló que en la misma reunión el diputado reconoció <<que no hay razones económicas ni organizativas para presentar el ERE>>  porque en verdad se ha hecho un despido colectivo.” (ABC edición digital 14/03/2012)

Pero este proceso de conversión de despido en tabú, y de ERE en su eufemismo, no está presente únicamente en la prensa general, sino también en la especializada, lo cual es un claro indicador del grado en que esta equivalencia está consumada y de cómo ERE se erige como eufemismo de despido (colectivo). Por tanto, si el proceso se está produciendo en la prensa especializada, como ya hemos visto en algunos de los ejemplos, donde estas siglas no son opacas, tanto más se reflejará en la prensa generalista, en la cual el hablante busca clarificar unas realidades para él confusas, en un proceso con el que tratará de encontrar la que mejor se adapte a la nueva situación del lenguaje, en este caso unas siglas “novedosas” que crean confusión –y furor– pero que, equiparadas a una especie de despido con ventajas, de repente, se clarifican de tal modo (tomando un valor positivo) que sustituirán rápidamente a la que fuera entonces la palabra más clara, cómoda y eficaz: el despido, ahora tabú, aunque, en nuestra opinión, es posible que una vez cambie la situación económica se vuelva a la situación original.

Gemma Burgos Segarra

El DRAE define «empresario» como «titular o propietario de una industria, negocio o empresa», mientras que «emprendedor» se define como «que emprende con resolución acciones dificultosas o azarosas». Queda claro que se trata de dos conceptos distintos y que se puede ser empresario sin ser necesariamente emprendedor y que, paralelamente, se puede ser emprendedor sin poseer industria, negocio o empresa algunas. Sin embargo, es cada vez más frecuente la sustitución del primer término por el segundo, de modo que el propietario de alguna de las entidades arriba mencionadas se inviste de un carácter resolutivo, y la gestión cotidiana de una panadería o de un almacén de contrachapados se convierte en una acción dificultosa o azarosa. Así, en el uso de los medios de comunicación se habla del «espíritu emprendedor», de las «actitudes emprendedoras», del «día del emprendedor»  o, directamente, de «emprendedores» en contextos en los que se podría hablar de «empresarios». Se produce así un transvase de las cualidades positivas de la emprendeduría, por seguir un neologismo de moda, a todo un grupo social.

Que esta es una innovación reciente lo demuestra el que, en una búsqueda realizada en el corpus CREA de la Real Academia para todos los documentos publicados en España entre 2000 y 2004 en la sección de «Periódicos, Comercio y Finanzas», solo se hayan encontrado seis ejemplos y, de ellos, cuatro estén ligados al sustantivo «espíritu». La extensión de la que estamos hablando parece, pues, posterior a esta fecha.

¿Cómo se puede interpretar este aumento en el  significado, de adjetivo a sustantivo, por un lado, y complemento de muy pocos sustantivos a su ampliación de contextos, por el otro? Creo sinceramente que lo que este cambio indica es el deseo de proponer la actividad empresarial como modelo.

Es instructivo saber qué modelos positivos y qué modelos negativos se nos propone desde este tipo de cambios porque, uniendo ambas informaciones, podremos imaginar cuál es el mundo que se nos plantea. Pero no olvidemos que esto es un juego retórico y que la Retórica consiste en poner encima de la mesa un estado de cosas y proponerlo como la verdad, que asumirá rango de certeza a no ser que alguien la cuestione. De nosotros depende…

Salvador Pons Bordería