Imputado o investigado, esa es la cuestión. Con la nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECrim) ni Chaves, ni Griñán, ni Ana Mato, ni Jordi Pujol serán nunca más imputados. Pero que no cunda el pánico, han dejado de ser imputados para pasar a ser investigados, aunque su estatus procesal no se ha visto alterado lo más mínimo. Así pues, con la nueva LECrim se daba paso a la actualización de una de las leyes más antiguas de nuestra legislación y que aparecía a finales del siglo XIX, en 1881 concretamente. Veamos cómo explicaba el ministro de Justicia, Rafael Catalá, el porqué de esta modificación:

El concepto de imputado […] se ha identificado con una especie de preculpabilidad y estamos asistiendo a debates incluso sobre la conveniencia de que los imputados tengan o no tengan funciones representativas […]. Hemos trabajado la posibilidad de modificar este término de imputado […] por investigado, que parece bastante más coherente con la función que es llevar a cabo una investigación. (http://www.mjusticia.gob.es/cs/Satellite/Portal/es/gabinete-comunicacion/noticias-ministerio/gobierno-modifica-lecrim-para, 13/03/2015)

Ahora bien, ¿son realmente sinónimos?, ¿es lo mismo decir que se va a imputar a alguien que decir que se le va a investigar? Según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), imputar es “atribuir a alguien la responsabilidad de un hecho reprobable” e investigar es “indagar para descubrir algo” o, como dice su segunda acepción, “indagar para aclarar la conducta de ciertas personas sospechosas de actuar ilegalmente”. Aparentemente, y teniendo en cuenta las definiciones proporcionadas por el DRAE, podríamos decir que ambos términos pueden emplearse de manera indistinta. Sin embargo, si buceamos en el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA), nos encontramos con que, al buscar imputado, un 80.70% de los casos aparece en textos de índole política o económica, frente al 44.17% de investigado. Así pues, vemos que la voz investigado es también muy recurrente en otros ámbitos como el de la salud (12.02%) o el de la ciencia y la tecnología (7.59%).

Sin embargo, fuera del ámbito jurídico, la distinción entre imputado y acusado parece no estar tan clara: ya que se observan usos en los que se utilizan indistintamente y esto se justifica en el hecho de que se trata de un lenguaje que no está especializado.  A continuación, pueden verse algunos casos en los que sucedo esto:

Hoy nos dicen que prefieren que no usemos la palabra “imputado” y nos lanzan una más del gusto de los seres australes, “investigado”, para referirnos a lo que en las llanuras del pueblo sigue llamándose “chorizo”. (http://blogs.elconfidencial.com/sociedad/espana-is-not-spain/2015-03-13/no-me-digas-imputado-dime-chorizo_727905/, El Confidencial, 13/03/2015)

Detienen a Rodrigo Rato acusado de los delitos de fraude, blanqueo y alzamiento de bienes (http://www.diariodeferrol.com/articulo/espana/detienen-rodrigo-rato-acusado-delitos-blanqueo-alzamiento-y-fraude/20150417012216120894.html, Diario de Ferrol, 17/04/2015)

Mario Conde, detenido y acusado de blanquear dinero procedente del ‘saqueo’ en el caso Banesto (http://www.20minutos.es/noticia/2718460/0/mario/conde/detenido/#xtor=AD-15&xts=467263, 20minutos, 11/04/2016)

En los casos anteriores puede verse, además, cómo se habla de acusado en los casos en los, en Derecho penal, se preferiría imputado. En Derecho, pues, la diferencia entre estos términos es que el primero es el paso previo al condenado, en tanto que una vez ha terminado la fase de instrucción, se pasa a acusar a los imputados por los supuestos delitos que puedan haber cometido; mientras que el segundo es aquel sobre el que se ven indicios de una posible participación en un hecho constitutivo de delito. Como resultado, en un uso no especializado, imputado se convierte en una palabra tabú, al verse contaminada por acusado, con la que se identifica en algunos casos. Quizás, la reforma de la LECrim apuesta por un término que no adquiera estas connotaciones y que no esté tan estigmatizado como el de imputado: se trata de investigado. Se estaría ofreciendo, así, una opción que resultaría más general y vaga, y que velaría por la presunción de inocencia. Investigado serviría de eufemismo, en la medida en que dispone de una intensión menor y una extensión mayor.

Asimismo, hay que tener en cuenta que la nueva LECrim se topó pronto con una serie de críticas de los que consideraban que, con el cambio de imputado a investigado, se pretendía confundir a los españoles. Para ello, resulta pertinente analizar si los diferentes medios de comunicación, según su línea editorial, están empleando más o menos el término investigado. Por ello, se ha observado la incidencia, desde marzo de 2015 hasta marzo de 2016, de investigado frente a imputado en dos medios de prensa escrita con una línea editorial contraria: La Razón -conservador- y El País -progresista. Así, se han consultado las ediciones digitales de ambos periódicos y se han seleccionado manualmente los casos que servían para nuestro análisis. Veamos gráficamente los resultados de este análisis:

IMAGEN 5

Tabla 1. imputado frente a investigado en la prensa (2015-2016)

Los resultados obtenidos son significativos, dado que, al aplicar la prueba χ², p < 0.05. Esto nos permite comprobar que, aunque el uso de investigado todavía no ha alcanzado al de imputado, es notable que hay una diferencia en la frecuencia con la que esta voz se utiliza, en función de que el medio de comunicación que la utilice sea más o menos conservador. Teniendo esto en cuenta, habría que esperar unos años para ver si investigado termina sustituyendo al viejo imputado en los medios de comunicación o si, por el contrario, hay una resistencia férrea a ello.

Los medios de comunicación pueden tener repercusiones enormes no solo sobre los ciudadanos como creadores de corrientes de opinión, sino también como hablantes. Por ello, el uso que les damos a las palabras no es casual, como tampoco lo son los valores que estas pueden alcanzar en la sociedad en la que nos movemos. Las palabras pueden cambiar leyes, pero habría que ver si también consiguen corregir actitudes. La corrupción es un personaje más en nuestra vida: está presente en comidas, reuniones e incluso en bodas. Así que, por mucho que cambie el nombre que le damos, ya hablemos de imputado o investigado, la corrupción continuará teniendo una carga negativa y seguirá siendo vista como algo repulsivo.

 

Alicia SalinasAlicia Salinas

 

En estos últimos años, muchos de los discursos de los dirigentes del país han ido incorporando expresiones como “lo peor ya ha pasado”, o “se ve la luz al final del túnel / camino” (véase ¡Toca optimismo! (y II)”, de Montserrat García). Sin embargo, hay una cuyo uso se ha extendido de manera más notable: “hemos salido de la crisis”. Esta entrada se centrará en el estudio de dicho sintagma para conocer qué usos puede albergar y si estos han variado a lo largo del tiempo.

A finales del año 2012, Alfonso Merlos, columnista del periódico La Razón, argüía lo siguiente:

Lo crucial es que hay un plan en marcha, que se está ejecutando en fases, que se está controlando con la cabeza, y que hay un presidente que está ayudando a los españoles a salir de la crisis. Ésa es la verdad. No es fácil ponerte al volante y acelerar con garantías cuando te dejan un coche destartalado, cuando el anterior piloto en lugar de hacer los cambios de filtro, aceite y neumáticos se ha dedicado a tunearlo con estúpidos alerones y horteras embellecedores mientras gripaba y quemaba el motor (¡y gastándose lo que no está en los libros!) (“La cuarta marcha”, 22/02/2012).

Aquí entra en juego un determinado encadenamiento argumentativo: “tener un plan” supone “salir de la crisis”. Según la teoría de Anscombre y Ducrot, si tomamos “plan” como punto de articulación que sirva para ligar los argumentos, obtendremos una relación de encadenamiento argumentativo del par < + plan, + salir de la crisis >. En el otro lado de la escala, por tanto, se hallaría el par < – plan, – salir de la crisis >.

Otro esquema argumentativo es el que se da, por ejemplo, en el caso siguiente:

Sin realizar algunas reformas pendientes, salir de la crisis será más difícil, la salida tendrá efectos muy negativos en cuanto a la equidad social, y seguramente será una salida en falso que duraría poco tiempo. (“La ilusión y el engaño”, Joan Majó, El País, 07/01/2014).

Aquí, el encadenamiento vendrá de la mano del par <  – reformas pendientes, – salir de la crisis >. Como se puede ver, estos esquemas van ligados a un uso argumentativo positivo del sintagma “salir de la crisis”, hecho presente en artículos como “¡Vaya tripartito!” (Iñaki Zaragüeta, La Razón, 09/01/2013) o “Con o sin pacto” (Agustín de Grado, La Razón, 09/06/2013). Ahora, es el turno de analizar la otra cara de la moneda.

En octubre de 2012, en una carta al director de El País, se afirmaba lo siguiente:

Llevamos cuatro años con más de lo mismo, quizá ya va siendo hora de que nuestros políticos se den cuenta de que ésta no es la manera de salir de la crisis. Es de sentido común saber que si recortas el gasto público cuando la economía está hundida, esto la deprime todavía más (“Sigue aumentando el paro”, Merche Castillejo, 29/10/2012).

En esta ocasión, y continuando en la línea de la teoría de Anscombre y Ducrot, el encadenamiento argumentativo viene dado por el par  < + más de lo mismo, – salir de la crisis”. De nuevo, se da un nexo entre este par y el del ejemplo anterior: ambos usos del sintagma son argumentativamente negativos, algo observable en artículos como “Ver para creer” (Agustín de Grado, La Razón, 04/01/2013) o “Por una oposición útil” (El País, 21/01/2012).

A continuación, se analizará cuál ha sido la evolución de los usos del sintagma “salir de la crisis” en los últimos cuatro años en dos periódicos de tirada nacional de ideología contraria: El País y La Razón. En esta ocasión, el análisis se ceñirá a los usos recogidos en las secciones de opinión (editoriales, cartas al director, artículos…), descartando todas las declaraciones de políticos, así como las muestras en que la expresión forme parte de una oración subordinada. Con este estudio, se observará claramente cómo un sintagma puede apoyar o rebatir un determinado posicionamiento dependiendo del uso del lenguaje que se haga del mismo.

A través de los siguientes gráficos, es posible constatar la manera en que la coyuntura social, política y económica de un país puede afectar al empleo que se hace de la lengua.

Imagen 1

Como se puede observar, hay una gran polarización. En el caso de El País, los usos argumentativos negativos, que ya parten con más de treinta empleos, crecen progresivamente hasta tocar techo en el 2014. Asimismo, hasta este último (2014), los positivos eran mínimos; incluso tendían a disminuir. Sin embargo, es en 2015 cuando se invierte la tendencia: los usos positivos comienzan a ascender, mientras que los negativos caen.

En cuanto a La Razón, los usos argumentativos positivos de “salir de la crisis” se duplican en el 2013, pero lo hacen de manera más discreta en el 2014. Los usos negativos, que en 2013 eran tres, se duplican en 2014; en todo caso, hay que tener en cuenta que, hasta 2013, no había ninguno, por lo que la tendencia es reveladora. En 2015, los usos positivos vuelven a crecer, mientras que los negativos caen.

Por último, si se conjugan los datos de uno y otro periódico, se observa una tendencia creciente en ambos usos hasta 2015, si bien en 2014 lo hacen más los negativos. Es en el año 2015 cuando esta queda interrumpida, invirtiéndose: los usos argumentativos positivos superan por primera vez a los negativos, que caen a casi la mitad.

Imagen 2

A modo de conclusión, a nosotros no nos atañe determinar si hemos salido o no de la crisis económica, sino evidenciar las diferentes estrategias comunicativas que se emplean a la hora de hacer mención a la misma, y que ocasionan que un sintagma como “salir de la crisis” apoye o rebata una determinada argumentación, dependiendo de cómo se emplee. Únicamente lo que acontezca en años venideros podrá dilucidar si la tendencia creciente de los usos negativos se mantiene o, por el contrario, vuelve a invertirse. Estaremos atentos.

Fotografía

Pablo Martínez Fernández

Este blog resucita después de un año en blanco. Los augurios de recuperación económica que han recorrido el dos mil quince parecen haber convencido también a algunos de los que estaban interesados en describir el proceso lingüístico de cambios que caracteriza esta crisis y, por ello, muchos no han encontrado nada reseñable en esta época. Pero dos mil dieciséis es un año político por definición, lo que añade, a los procesos que se vienen gestando desde años anteriores, un componente de emoción adicional.

Así pues, el objetivo de este curso sigue siendo el lenguaje de los ganadores de la crisis, al que se suma, inevitablemente, el lenguaje político. Esperamos seguir ofreciendo un análisis riguroso de los procesos estudiados y una noticia de lo que ocurrió durante el periodo que nos toca vivir. Gracias, una vez más, por leernos.

 

Salvador Pons Bordería