La vida es cuestión de comisiones
22/11/2016
En época de crisis, con una situación políticamente incierta y enseñando las enaguas de varios escándalos consecutivos, los bancos parecen entender que el siglo XXI o será del Cliente o no será. Se sacan las corbatas, se arremangan las impolutas camisas y salen a la puerta como los mercaderes de antaño, para atraer a los clientes con eslóganes impactantes. La imagen de una entidad puede generar mayores beneficios que las propias condiciones que ofrece a los inversores. Su mensaje debe ser sencillo, identificable y convincente.
Estudiaremos uno de los eslóganes más conocidos de los últimos meses, el de la financiación de Bankia: “En la vida ya pagas demasiadas comisiones”. Observaremos el empleo metafórico de la palabra comisión en la expresión pagar comisiones; el efecto que logra en el receptor, cómo se produce y, finalmente, si se ha extendido a otras áreas ajenas a la financiera.
https://www.youtube.com/watch?v=FXMORcaS5ZE
En este anuncio, el espectador u oyente se ve bombardeado con una serie de mini-sketches que presentan situaciones poco agradables que reconoce. Son contextos cotidianos, momentos que exigen una especial paciencia por parte del protagonista: “Le rayó el coche”, “Viajó a la final del mundial”, “No la visitó en un mes”.
La rectificación se lleva a cabo pagando un peaje, una comisión. El “infractor” es “castigado” por la persona vejada, normalmente su pareja, amigo o algún tipo de familiar, que cobra así su venganza. El esposo que hizo un viaje a Sudáfrica con motivo del mundial debe pasear al perro por las mañanas; el joven cuyo compañero de trabajo le cubrió una semana de vacaciones ha de cantar con él en el karaoke; el novio que olvidó el aniversario de su novia se redime acompañándola a la ópera.
Sin considerar el mensaje levemente sexista –los errores de los hombres están relacionados con el tiempo libre y los deportes, mientras que la falta de la mujer encaja en el tópico de mala conductora que raya el coche de su pareja-, nos centraremos en la presentación metafórica del término comisión. Las comisiones simbolizan aquí todas aquellas acciones que hemos realizado por sacrificio o como compensación de un fallo anterior: “Ver una ópera en griego es la comisión que te cobra tu novia por olvidar su aniversario”. Este tipo de empleo de la palabra en un campo semántico ajeno al financiero está destinado a implicar emocionalmente al receptor y hace que se identifique con el eslogan.
Frente a un mundo familiar adverso, en que el sujeto se resigna a hacer aquello que no desea, el banco se define como un entorno paradisíaco donde puede elegir su financiación, sus métodos de administración, sus transferencias, obteniendo además beneficios y sin invertir ningún esfuerzo a cambio. “En Bankia no cobramos comisiones. Trae tus ingresos y te quitamos las comisiones en todas tus cuentas”. En comparación con las dificultades de su vida familiar/social, los problemas que el banco le pueda acarrear son mucho menores. Casi inexistentes.
Desde la teoría de la cortesía, una de las ideas que se han propuesto es la estrategia de imagen: actividades comunicativas que todos realizamos para integrarnos socialmente o para determinados fines comerciales. Las estrategias aseguran una mejor aceptación del mensaje por parte del receptor, o, por el contrario, determinan su rechazo. Un mal uso de la imagen podría hacer que los clientes de Bankia dejaran de invertir en él.
Entre las diversas estrategias posibles, la más directa sería la maximización del beneficio del receptor y la minimización de su coste. Se trata de hacer que el receptor descubra las ventajas de tu propósito. Si el esfuerzo es mínimo y se obtienen numerosos beneficios, el cliente se sentirá atraído. La expresión pagar comisiones coloca los campos semánticos de las finanzas y de la familia en oposición. De ello resulta que el financiero es más sencillo y comprensivo que el familiar/social, porque aquí “no se cobran comisiones”.
La RAE acepta varios significados de la palabra comisión (“Acción de cometer”, “Orden o facultad que alguien da por escrito a otra persona para que ejecute algún encargo o entienda en algún negocio”). El anuncio de Bankia escoge sin duda el quinto: “Porcentaje que recibe un agente sobre el producto de una venta o un negocio”. Sin embargo, en enunciados como “En tu vida pagas demasiadas comisiones” o “Sacar al perro es la comisión que te cobra tu mujer […]”, queda claro que esta palabra tiene un uso diferente al anterior, un uso que no está recogido por la RAE.
Comisión sigue actuando de complemento directo en este tipo de expresiones. Siempre va acompañado de verbos como pagar o cobrar, aunque no con sus significados habituales. ¿Cómo le ha otorgado el anuncio, entonces, esta nueva posibilidad a la palabra?
Desde la perspectiva de la semántica cognitiva se ha señalado la metáfora como uno de los métodos más frecuentes de cambios de significado. Se trata de un proceso de proyección de un dominio semántico –el más concreto o accesible, en este caso el económico- sobre otro con mayor grado de abstracción, más difícil de analizar para nuestra mente –aquí, el de las relaciones personales-. Ambos comparten un determinado rasgo que hace posible su comparación y el “trasvase” semántico de la palabra hacia el segundo campo. Esto provoca que el uso de verbos comerciales con otros significados sea común, a veces de manera inconsciente para el hablante: “pagar el pato”, “cobrar” –como “recibir una paliza”-, “me las pagarás”, etc. Algunos de ellos se emplean con tanta frecuencia que el cambio se extiende y la RAE acaba incluyendo nuevas acepciones en su diccionario. En el siguiente esquema observaremos mejor este proceso:
Ambos dominios de la palabra comisión comparten el rasgo de compensación o quid pro quo: en la esfera financiera, la suma que cobra una entidad a cambio de ofrecer determinados servicios, como por ejemplo sacar dinero de su cajero automático. En la esfera social, más abstracta, un individuo hace un favor a otro a cambio de que, en su momento, se lo devuelva.
Se deduce que los servicios ofrecidos por un banco suponen una especie de sacrificio por el cual se cobran comisiones, igual que, en el trabajo, alguien que cubre a su compañero durante una semana de vacaciones lo tendrá a su disposición en el futuro. Sin embargo, Bankia decide amablemente renunciar a su compensación. Presta servicios “a cambio de nada”, cuidando como nadie de su cliente. Mientras tanto, en el entorno familiar se siguen pagando comisiones:
¿Qué efecto logra esta metáfora de la palabra comisión en el eslogan? El que busca cualquier publicista: volver más atractivo su producto. Si en el vídeo se dijera simplemente “En Bankia no se cobran comisiones”, el impacto sería menor, dejaría casi indiferente al espectador. En cambio, si apela a su esfera privada, consigue que se identifique con el mensaje y se incluya en él. El receptor comprende, además, que las comisiones son negativas en todos los ámbitos y que la entidad hace un gran sacrificio al suprimirlas.
Finalmente, todavía no podemos afirmar que se haya extendido el uso metafórico de la palabra comisión. Hemos acudido al corpus CREA y a los medios de comunicación y no se registra fuera del spot de Bankia. Aún así, no sería la primera vez que un anuncio publicitario cree cambios, modas lingüísticas e incluso palabras nuevas. Recordemos el anuncio de Estrella Damm en 2014 (“Mediterráneamente”), el eslogan de Ikea (“La república independiente de mi casa”), El Corte Inglés (“El verano empieza en el Corte Inglés”), etc. El campo publicitario se configura como un espacio en continuo movimiento para los usos pragmáticos de la palabra. Vivimos en una sociedad bombardeada, influenciada, dominada por hábiles anuncios que abren sin permiso la puerta de nuestra mente y además nos dicen con irónica cortesía: “Permíteme que insista…”
Mª del Mar Calvo Lambru
¡Salimos a ganar!
13/06/2016
Un fantasma recorre el espectro electoral: ante la cercanía de elecciones, ya sean de izquierda o de derecha, de colores cálidos o fríos, de asesores de imagen o de círculo de confianza, todos los partidos se aúnan bajo un solo grito: ¡Salimos a ganar!
No deja de resultar curiosa esta metáfora deportiva en algo aparentemente tan serio como el órgano de expresión más representativo de una democracia, señal inequívoca de que el mundo del deporte se está proponiendo como imagen de casi todo en la sociedad española de estos últimos años. Pero, ¿de dónde ha salido este eslogan y desde cuándo esta metáfora deportiva se propone como eje explicativo de la vida política?
Una búsqueda en las bases de datos de la RAE (www.rae.es) revela que, entre 1975 y 1999, solo se documentan nueve ejemplos, todos en secciones de Deportes o en prensa deportiva de la época, preferentemente precedido de las expresiones Vamos a…, tenemos que… o hay que… Si la búsqueda se amplía al CORPES, que, a fecha de hoy, cubre el periodo entre el año 2000 y el 2012, se recuperan 22 ejemplos todos ellos relacionados con el ámbito deportivo. Para encontrar ejemplos en el ámbito político, hay que refinar la búsqueda e ir a los buscadores de los propios diarios. Si se recurre al muy útil buscador diacrónico de El Mundo, se comprueba que, comenzando la búsqueda en 2001, el primer ejemplo que se documenta fuera de la sección de Deportes se da en la sección de Toros y en 2008 en el suplemento de Valencia bajo la forma salir a ganar un jornal digno; estos casos no son objeto de esta entrada.
El primer ejemplo de adaptación de la metáfora deportiva al ámbito político se encuentra en las siguientes declaraciones de Trinidad Jiménez en 2010:
«Somos ese partido con vocación de Gobierno, capaz de generar ilusión. Ahora se nos presenta esa gran oportunidad. Y es ahora, no más tarde, cuando tenemos que demostrar que estamos dispuestos a poner lo mejor de nosotros mismos para ganar las elecciones y para gobernar. Es ahora.No podemos esperar cuatro años más. Tenemos que salir a ganar las elecciones», aseguró al inicio de su discurso.
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/10/02/madrid/1286013551.html
Las siguientes documentaciones aparecen también en boca de socialistas, todas en 2011. Antonio Alonso:
–¿Confía en la victoria pero teme la derrota?
–’El PSOE tiene la obligación en estas elecciones de salir a ganar. No sólo por trayectoria, capacidad y potencia política, también porque el PSOE es el único proyecto político que garantiza el estado del bienestar y, por tanto, garantiza la sanidad pública, la educación pública, las pensiones, las prestaciones por desempleo y las ayudas por dependencia.
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/11/18/leon/1321612781.html
Mar Moreno:
«Cuando llegue el momento, en Andalucía vamos a salir a ganar, no a pactar», ha advertido el alto cargo socialista
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/07/07/andalucia/1310044226.html
o el propio Felipe González:
Y, tal vez, el aforo escuchó sin saberlo el anuncio de una retirada: «Tenemos que salir a ganar. Debemos movilizarnos todos, ahora y en marzo porque cumpliré 70 años y si no ganamos en Andalucía me retiro».
http://www.diariodeleon.es/noticias/elecciones20n/clase-magistral-economia-retiro_644247.html
Estas citas sugieren que la adaptación de esta expresión al ámbito político se gesta en el seno del PSOE y que la proximidad de las elecciones de 2011 actuó como difusor de la misma. Pero la expresión hace fortuna más allá del PSOE y se encuentran citas en otros partidos del ámbito de la izquierda, como el BNG gallego:
En el acto han intervenido los diversos miembros nacionalistas de las listas al Congreso y al Senado, en donde el número uno a la Cámara Baja por A Coruña, Francisco Jorquera, ha pedido un «cambio real»; mientras que el cabeza de lista por Ourense al Congreso, Xosé Manuel Pérez Bouza, ha pedido «salir a ganar el partido» por ser «el equipo de la casa».
http://www.20minutos.es/noticia/1189249/0/
Sin embargo, la expansión entre miembros de una misma tendencia ideológica no garantiza la supervivencia de una expresión; para que esta perviva en el lenguaje necesita expandirse a nuevos grupos de hablantes y usarse en contextos diversos. Por eso es especialmente interesante el primer ejemplo de salir a ganar utilizada por dirigentes políticos no vinculados a la izquierda del espectro. Así aparece en boca de Albert Rivera en 2014:
¿Hacer un frente antisoberanista es utópico o algo real?
Estoy convencido de que, si nos uniéramos todos los no soberanistas, podemos salir a ganar el partido. Otra cosa es que lo ganemos
http://www.elmundo.es/espana/2014/10/12/5439ce09268e3e947e8b457c.html
Y, cerrando el círculo ideológico, también en Isabel Bonig. Miembro del PP valenciano:
La coordinadora general del PPCV, Isabel Bonig, ha valorado la propuesta de ‘abrirse a pactos’ de Fabra y ha dicho que asume que los ‘populares’ ‘van a salir a ganar y va a ganar por mayoría absoluta’ en las próximas elecciones autonómicas y municipales. ‘Eso es lo que asumo’.
Si en 2014 salir a ganar ya es usada por miembros de todo el espectro político y, por tanto, se desvincula de cualquier connotación partidista o ideológica (lo que no sucede, por ejemplo, con expresiones como “poner más dinero en el bolsillo de los contribuyentes” o “situación de emergencia social”, por poner dos ejemplos), es esperable que su frecuencia de uso aumente, y eso precisamente es lo que indica el buscador de El Mundo, que registra, para el año 2015, nueve acepciones en la sección España y solo cinco en la sección Deportes. Estas nueve acepciones parten de políticos tan irreconciliables como Javier Arenas:
En cualquier caso, ha subrayado que el objetivo de estas elecciones «no es salir a pactar, es salir a ganar y a tener mayorías suficientes, y hacerlo con mucha humildad» y «mucho respeto a los demás».
http://www.elmundo.es/espana/2015/04/11/5528cf39268e3e704b8b4572.html
o Carolina Bescansa:
«Nacimos para llegar al 20 de diciembre y presentarnos a las generales. Estamos preparados para competir, salir a ganar y gobernar si lo logramos. Ése es nuestro objetivo», apuntó Bescansa, aunque dijo que «todavía» no lo habían «conseguido».
http://www.elmundo.es/espana/2015/10/13/561d06a9ca474182068b45c2.htm
En conclusión, los vaivenes electorales de la crisis económica han habilitado una expresión del ámbito deportivo, salir a ganar, para un nuevo ámbito, el político, en el que parece desenvolverse con relativa fortuna. Pero, como enseña la Lingüística cognitiva, con ella se abre un marco de posibilidades: si se gana es porque hay equipos enfrentados; los nacionalistas pueden decir que “juegan en casa” (vid, ejemplo del BNG arriba); los que van por detrás en las encuestas, que “todavía hay partido”; los últimos votos se deciden “antes del pitido final”, y así sucesivamente, que la naturaleza creativa del lenguaje solo necesita de una chispa para prender y expandirse por nuevos territorios. Otra cuestión sería la de cómo cambia nuestra visión de la realidad cuando el deporte es el punto de partida de nuestra categorización y la política el punto de llegada o, dicho de una manera más práctica, cuando una acción política, multiforme y compleja, se concibe en términos de “ganar o perder” o de si “la pelota entró o no entró”.
¡Toca optimismo! (y II)
16/06/2014
En el artículo anterior hemos hecho un recorrido en busca de las expresiones metafóricas que se han utilizado durante esta crisis financiera para hablar de los signos de recuperación económica. Esto ha servido para comprobar el oscurecimiento que provoca la expresión “brotes verdes” sobre el resto de metáforas similares y, sobre todo, la recursividad de los discursos optimistas del Gobierno y argumentos de los grupos de la oposición. Nos proponemos, a continuación, analizar algunas de estas metáforas optimistas sobre la recuperación económica que hemos comentado en el artículo anterior para ver a qué ideas y conclusiones nos conducen.
Dentro de este discurso optimista, una de las metáforas que más hemos escuchado es “ya se ve la luz al final del túnel” (La vanguardia, 30-04-2013). Para analizar esta metáfora partiremos de la teoría cognitivista, según la cual las metáforas no son solo un recurso literario, sino un elemento que está presente en el lenguaje cotidiano y en el sistema conceptual de nuestra mente. El ser humano proyecta las características de las categorías que conoce sobre las que no conoce y las metáforas sirven, precisamente, para transferir rasgos de contenido de un dominio de la experiencia a otro. La transferencia realizada por la metáfora es parcial; utilizar conceptos metafóricos implica resaltar ciertos aspectos de la realidad y oscurecer otros. Hay varios tipos de metáforas, y entre ellas, las orientacionales son aquellas que nacen de nuestra constitución física y la mayoría tienen que ver con la orientación espacial. Dentro de este tipo de metáforas orientacionales es donde debemos ubicar la luz al final del túnel. Es una metáfora basada en la idea de que caminar es progresar, que juega con los elementos del camino y la direccionalidad, y se fundamenta en la idea de que adelante es bueno, atrás es malo. La expresión dibuja un esquema muy concreto: partimos de un origen, que es la crisis económica, y avanzamos en dirección horizontal hacia un destino. Como el destino está marcado positivamente por la luz, esto hace que el origen quede oscurecido, por lo que lo percibimos como negativo. Además, el destino es un espacio al que se entra siguiendo el camino y la dirección que se nos propone.
En ocasiones se sustituye el elemento del túnel por el del camino: “Aun quedan momentos difíciles, pero les digo que hay luz ya en el final del camino que estamos recorriendo” (Libertad Digital, 15-06-2013). Esta sustitución es posible porque los elementos importantes de la metáfora son la dirección y el sendero, no la pared del túnel. Una posible diferencia entre el ambas expresiones sería que el camino del túnel es más oscuro y, por tanto, más negativo; mientras que el camino abierto, por el hecho de no estar cerrado, puede percibirse con un carácter más positivo. Lo interesante es ver cómo en ambos casos, el camino y el túnel se presentan como las únicas direcciones posibles, es un camino unidireccional que va de atrás hacia delante, y no al revés, puesto que el punto de origen se muestra como negativo y el destino como positivo. No se nos ofrece “una luz al final de un camino” o “un túnel”, sino “la luz al final del camino/túnel”. Esto se explica porque el artículo determinado (el, la, los, las) solo tiene un referente, mientras que el artículo indeterminado (un, una, unos, unas) selecciona un referente entre varios. Es decir, desde la metáfora se elimina la posibilidad de coger atajos o bifurcaciones porque el referente es único, no hay varios caminos entre los que elegir: «El presidente del PP, Mariano Rajoy, ha asegurado hoy que para salir de la crisis en España «no hay recetas milagrosas ni atajos«, pero sí «una vía y un sendero» para dejar atrás la situación por la que solo su partido puede avanzar y por la que avanzará «con tino y con justicia» (Diario de León, 05-09-2011).
Desde la oposición, la crítica a la expresión se hace poniendo en duda la inexistencia de otro camino posible para la salida de la crisis, así pues, se ofrece una dirección alternativa y esto se plasma lingüísticamente en la utilización del artículo indeterminado, que pone de manifiesto que sí hay donde escoger: “Los socialistas hemos demostrado que hay un camino a la izquierda para salir juntos de la crisis” (El puerto acualidad, 11-11-2013). Así pues, el destino al que conducía el camino del Gobierno queda ensombrecido y negativizado, mientras que el nuevo camino, que supuestamente nos llevaría a la salida de la crisis, se convierte en el elemento positivo.
Las críticas que ha recibido esta expresión son significativas porque juegan con los elementos que quedan fuera de la metáfora, es decir, aquellos elementos ambiguos o que la expresión deja sin especificar. Veamos algunas críticas humorísticas:
(1) John S. Pritchett, The light at the end of the tunnel http://www.pritchettcartoons.com/light.htm
2) Eneko (14-10-2011), Túnel
http://www.20minutos.es/vineta/eneko/2267/0/tunel/
En el caso (1) se subraya el hecho de que en la expresión se habla de una luz, pero no se nos dice si esa luz está dentro o fuera del túnel, es decir, si está antes o después de la frontera. Con ello, lo que hace es negar la posibilidad de llegar a ese destino prometido, puesto que hay una luz, hay un final, pero la salida está cerrada. El esquema de la metáfora quedaría modificado del siguiente modo:
La viñeta de Pritchett, un ilustrador hawaiano, sirve a la vez para comprobar el carácter general de esta metáfora y de los mecanismos que se utilizan para rebatirlas, ya que en todos los casos se activan aquellos elementos de las metáforas que quedan fuera de la expresión.
En la viñeta (2) Eneko señala que puede haber una luz y un final, pero que detrás de la luz puede no haber nada. A la dirección horizontal que se nos ofrecía se añade una dirección vertical, basándose en la idea de que abajo es malo, arriba es bueno. Así pues, el destino ya no sería positivo porque, además de ser descendente, no nos lleva a alcanzar la luz:
Recientemente, ese túnel o camino por el que íbamos, ahora es “la senda de la recuperación” (La información, 06-05-2014) y “ la buena dirección”(Europapress, 06-05-2014). Son caminos diferentes que ya no van en la dirección horizontal del túnel, sino que van hacia arriba, ya que la dirección ascendente tiene un carácter positivo:
Esta metáfora traza una trayectoria que todavía no se ha recorrido por completo, pero que llegaría a un destino que se intuye positivo. La ilustración es significativa porque esa dirección aparece iluminada con respecto al fondo de la imagen, de manera que, aunque el símbolo de la luz no se manifiesta explícitamente a nivel lingüístico, sigue manteniéndose a nivel visual. Hay una pequeña diferencia respecto a los caminos anteriores, y es que la luz está en el camino, no en el destino. Esto es importante si lo ponemos en el contexto de las elecciones al Parlamento Europeo, puesto que lo que se quiere destacar es que el camino del PP es el adecuado, no importa tanto el destino como mostrar de forma positiva el trayecto y las decisiones que se toman a lo largo de ese camino.
Sin embargo, el eslogan de la campaña también deja sin especificar qué es lo que hay al final del camino, de modo que volvemos a encontrar las mismas críticas que se hacían a la metáfora del túnel (3), pero además se critica ese cambio de direccionalidad hacia arriba y se reinterpreta de forma negativa, de modo que el ascenso no es algo positivo, sino costoso (4). En el caso de (3), se señala la superficie puede acabarse aunque la dirección continúe. En (4) sustituye la idea de que subir es bueno, bajar es malo por subir es difícil, bajar es fácil; es decir, invierte los términos positivo y negativo.
(3) Ferran Martín (01-02-2014), En la buena dirección
http://ferranhumor.wordpress.com/2014/02/01/en-la-buena-direccion/
4) Juanjo (24-11-2013), La senda de la recuperación
http://humorjuanjo.wordpress.com/page/7/
Este análisis nos ha servido para observar un cambio en la dirección de la luz al final del túnel, donde avanzábamos horizontalmente; y de la buena dirección o la senda de la recuperación, donde la dirección pasa a ser vertical, ya que el ascenso tiene un carácter tradicionalmente positivo. Sin embargo, hay un esfuerzo a nivel lingüístico por presentar esta senda como unidireccional y como la única posibilidad, lo cual se refleja, como hemos visto, en el uso de los artículos determinados. Además, hemos visto cómo estas metáforas se critican desde el humor gráfico o desde la oposición aprovechando aquellos elementos ambiguos de la expresión (1); subrayando aquellos elementos que quedan sin especificar, como en (2) y (3); reinterpretando la direccionalidad, como en (2), (3) y (4); o planteando una senda alternativa. Es una muestra más del carácter negociador del lenguaje de la crisis, donde las expresiones metafóricas pueden ser rebatidas mediante diferentes mecanismos.
Ahora toca optimismo, y las metáforas de direccionalidad son una herramienta lingüística muy útil para trasmitir un mensaje esperanzador, al mismo tiempo que permiten legitimar las decisiones políticas a través del lenguaje presentando estas sendas como caminos unidireccionales cuya elección no es opcional sino obligatoria.
Guadalupe Espinosa Guerri
¡Toca optimismo! (I)
26/05/2014
Brotes verdes, rayos de esperanza, luz al final del túnel…ahora es momento de optimismo, o al menos, ese es el discurso del gobierno que predomina desde el mes de junio de 2013: el 13 de abril, De Guindos afirmaba que veía “signos de recuperación”; ese mismo mes, Cospedal decía que “ya se ve la luz al final del túnel”; el 15 de junio, Rajoy repetía que “ya se ve la luz al final del camino” y De Guindos explicaba que estábamos en un “punto de inflexión”; un mes mas tarde, Rajoy insistía en que “le hemos dado la vuelta al reloj de arena”; y De Guindos continuaba con la aparición “una pequeña flor de invernadero” y un “cambio de ciclo”; finalmente, la expresión más reciente es la de Rajoy “hemos atravesado el cabo de Hornos, en febrero de 2014.
Como vemos, se trata de un discurso de carácter optimista en el que podemos observar un uso frecuente de la metáfora para hablar de los esperados signos de recuperación económica. Este tipo de discursos esperanzadores no son nada novedosos, ya que, tal y como explicaba Norman Lamont, Ministro de Hacienda del Reino Unido, en todos los periodos de crisis se presiona a los ministros para que trasmitan mensajes positivos sobre la situación económica del país: “there was always ‘huge pressure’ on ministers to talk up the economy”. Efectivamente, si rastreamos los discursos políticos de distintos periodos encontramos metáforas de carácter optimista relacionadas con la recuperación económica, y la más sonada de todas fue la que escogió el mismo Lamont, durante la crisis económica de 1991: “The green shoots of economic spring are appearing once again”. Esta expresión generó una gran polémica, por ello, desde aquel momento los políticos se lo pensaron dos veces antes de hablar de recuperación económica: Ever since Norman Lamont’s famous “green shoots” of recovery speech, politicians have been understandably wary of prematurely calling the turn in the economy. Sin embargo, con el tiempo se comprobó que las predicciones de Lamont resultaron certeras, o por seguir con la metáfora, que sus brotes verdes crecieron tanto como esperaba y dieron sus frutos.
De este modo, la expresión se salvó del envilecimiento y fue recuperada en 2009 por Baroness Vadera, Ministra de Industria y Comercio del Reino Unido: «I am seeing a few green shoots but it’s a little bit too early to say exactly how they’d grow”. Automáticamente fue criticada con los mismos argumentos que se utilizaron contra Lamont: “The Conservatives said the comments, made to ITV News, had been ‘unbelievably insensitive». Pocos meses después, en España, Elena Salgado, ministra de Economía y Hacienda del entonces gobierno de Zapatero, parafraseó el aforismo inglés en referencia a los frutos del Plan E:
“Nosotros creemos que [la economía] está comenzando a tener, como dicen en algunos países, algunos brotes verdes a la vista. Por el momento sólo son brotes, que habrá que esperar que crezcan y den su fruto”. (20 minutos, 06-05-2009)
Como era de esperar, teniendo en cuenta la poca fortuna que había tenido la expresión en el extranjero, en España tampoco fue bien recibida y la oposición la criticó duramente: «los únicos brotes verdes del Gobierno son subidas de impuestos«, criticaba Cristóbal Montoro, y Güemes, secretario de Comunicación del PP madrileño, afirmaba que “Los brotes verdes de Salgado son de marihuana y se los ha fumado el Gobierno”.
Hoy en día podemos comprobar de primera mano que los brotes verdes del 2009, a diferencia de los de 1991, no han crecido ni han dado ningún fruto. Es por esto que la expresión queda envilecida y llega a considerarse como tabú dentro del discurso político actual porque recuerda automáticamente las desacertadas predicciones del gobierno de Zapatero. Así lo demuestran las declaraciones de Cospedal:
“Bajo ningún concepto podemos emplear la expresión ‘brotes verdes’, que usó en 2009 Elena Salgado, ya que esa coletilla se quedó grabada en la memoria de todos y fue empleada para atacarla a ella y al Gobierno de Zapatero cuando las cosas empeoraron”. (El confidencial digital, 17-01-2013)
Y también Rajoy esquiva los brotes: «Nunca me habrán oído hablar de prematuros brotes verdes, periodos de bonanzas, recuperaciones a la vuelta de la esquina, nubes pasajeras ni anticipos primaverales».
Pero la historia se repite: el gobierno actual del Partido Popular tiene la necesidad de trasmitir un mensaje optimista sobre la supuesta recuperación financiera, de modo que, como no puede echar mano de los brotes verdes, utiliza una serie de expresiones metafóricas que sirven como sustitutos: signos positivos incipientes, rayos de esperanza, señales esperanzadoras, signos de recuperación, punto de inflexión, la luz al final del túnel ( o camino), hemos dado la vuelta al reloj de arena, una pequeña flor de invernadero, cambio de ciclo, se ve la luz, hemos atravesado el cabo de Hornos. De todas ellas, una pequeña flor de invernadero fue utilizada una única vez por De Guindos en el 2012, y fue rápidamente relacionada por la prensa con los brotes verdes, de modo que ya no se volvió a repetir. Tras rastrear en la prensa las diferentes declaraciones del gobierno, observamos que, exceptuando esta expresión, ya no volvemos a encontrar más metáforas relacionadas con el campo de la jardinería, pues desde el punto de vista cognitivo, están demasiado cerca de los desdichados brotes verdes. En el análisis Luz al final del túnel, hemos atravesado el cabo de Hornos o cambio de ciclo, vemos que activan un campo cognitivo mucho más alejado, ya que dibujan una imagen mental en la que la dirección ya no es vertical, de abajo a arriba, sino horizontal, de atrás hacia delante.
Sin embargo, a pesar del esfuerzo del Gobierno por romper los vínculos con las desacertadas predicciones del PSOE en el 2009, la prensa y la oposición ven todas estas expresiones como sustitutos o reformulaciones de los brotes verdes: “El Gobierno ya ve brotes verdes en la economía española”; “El PP sigue con la falacia de los brotes verdes”; “Zapatero dice que él habló de brotes verdes y ahora se habla de pinos enormes”. En la declaración de Zapatero se utiliza la técnica que consiste en activar otros elementos del dominio de la metáfora, de manera que Zapatero juega con los elementos de la naturaleza y del crecimiento y los lleva al extremo (“pinos enormes”). Por tanto, la expresión sigue teniendo hoy en día mucho peso y oscurece o envilece cualquier tipo de expresión metafórica, tanto si es muy cercana a ella (“pequeña flor de invernadero”) como si está mucho más alejada (“luz al final del túnel”).
Hemos visto cómo el discurso retórico se repite a lo largo de los distintos periodos de crisis, tanto por parte del gobierno, como por parte de la oposición: el gobierno emplea metáforas para hablar de signos de recuperación con los brotes verdes y la oposición ataca el discurso optimista tachándolo de “insensible”; ahora el gobierno emplea otras metáforas sustitutas de los brotes verdes para trasmitir el mensaje optimista y los grupos de la oposición contestan con los mismos argumentos, es decir, acusando el discurso del gobierno de “irresponsable” y “alejado de la realidad”, “falto de credibilidad” y “autocomplaciente”:
que es justo lo que se le achacaba al gobierno de Zapatero con los brotes verdes.
Ahora toca optimismo, pero hemos podido comprobar cómo este optimismo se muestra de forma cíclica en el discurso político de los diferentes periodos de crisis. Para trasmitir este mensaje positivo es recurrente el uso de metáforas esperanzadoras que analizaremos con detalle en la siguiente entrada para ver a qué ideas y conclusiones nos conducen.
Guadalupe Espinosa Guerri
¡PROHIBIDO DETENERSE!
29/05/2013
En la sociedad actual no está bien visto permanecer quieto, pues todos tenemos la obligación de hacer algo que nos permita subsistir. Esto es algo de lo que también da cuenta el lenguaje y, como vamos a observar, repercute sobre las palabras de nuestra lengua, tal y como se pone de manifiesto en los términos “desempleado” y “parado”; en un principio considerados sinónimos. Sin embargo, si analizamos cada uno de ellos, confirmaremos que presentan importantes matices en sus respectivas definiciones que sugieren interpretaciones distintas.
Partamos de las definiciones que el DRAE nos aporta sobre ambas palabras:
–Desempleado. Adj. Que se halla en situación de paro forzoso.
–Parado. Adj. Desocupado, o sin ejercicio o empleo.
Por el modo en que es definido cada término, deducimos que hay un rasgo semántico fundamental que distingue una palabra de la otra: se trata del aspecto relativo a la voluntariedad o involuntariedad de encontrarse en un estado de desempleo. Así pues, en el caso de “desempleado”, es muy representativo el adjetivo “forzoso” que acompaña al sustantivo “paro”, pues da a entender que la persona en cuestión ha abandonado muy a su pesar el puesto de trabajo que ocupaba, mientras que en el término “parado” no hay nada en la definición que nos haga pensar en que la persona haya dejado su trabajo a la fuerza (puede que sí y puede que no). Ambas definiciones, no obstante, coinciden en un aspecto: ninguna de las dos nos permite determinar si la persona ha trabajado antes de quedarse sin empleo. A esto hay que añadir que la palabra “desempleado” cuenta con una significación literal (sin empleo) mientras que “parado” presenta tanto un significado literal como uno metafórico, que es el relativo al estado de reposo. Esto conlleva, pues, que sobre el término “parado” recaigan connotaciones eminentemente negativas que no se detectan en el caso de “desempleado”, como a continuación explicaremos.
La palabra “parado” aparece con bastante más regularidad que “desempleado”, tal y como queda demostrado con los datos que proporciona el CREA. Así pues, podemos apreciar cómo el uso del término “parado”, en su acepción relativa a la carencia de oficio, tiene una gran vigencia en la actualidad: en primer lugar, hay que señalar que hasta 2004 se han registrado 39 casos en 28 documentos, lo que demuestra la importancia que se le concede a esta palabra en nuestra sociedad. A esto hay que añadir que el uso regular de este término se ha incrementado progresivamente: de un 2.85% de frecuencia en 1978, nos encontramos en 1995 ante un 11.42%.
Respecto al término “desempleado”, la aparición de este término es mucho menor que la de “parado”, de acuerdo con los datos que se recogen hasta el año 2004, pues encontramos en el CREA tan solo 14 casos en 14 documentos. No obstante, como en la anterior palabra, también esta experimenta un aumento progresivo en su frecuencia de aparición: del 7.14% en 1986 pasamos a un 35.71% en 1994. El hecho de que las dos palabras cobren mayor frecuencia en su aparición a medida que nos acercamos a nuestros días pone de manifiesto que llega un momento a partir de la década de los 90 en que la ocupación laboral se convierte en una de las principales preocupaciones de la sociedad española. A continuación reproducimos los datos señalados en una tabla para visualizar de una manera más clara el aumento en el empleo de estas palabras.
AÑO | PARADO | AÑO | DESEMPLEADO |
1978 | 2.85% | 1986 | 7.14% |
1995 | 11.42% | 1994 | 35.71% |
Para analizar la frecuencia de aparición de estas palabras en la actualidad, tomaremos como referencia las hemerotecas de dos periódicos españoles: El País y El Mundo.
De estos periódicos hemos considerado pertinente comparar los resultados de los sustantivos “paro” y “desempleo”, pues el adjetivo “parado” tiene otras acepciones, como ya hemos señalado, y no nos proporcionaría unos datos exactos. Tanto un periódico como otro dan cuenta de que entre 2002 y 2013 se ha potenciado el uso de estas dos palabras, pero la frecuencia con la que aparece el sustantivo “paro” y otras palabras de su misma familia semántica supera con mucho a “desempleo” (algo que ya anticipaba el CREA): El Mundo registra 23.278 casos de “paro” y sus derivados, frente a los 11.183 de “desempleo”.
En El País la diferencia en la frecuencia de aparición de uno y otro término es todavía más acusada: mientras que de “paro” se registran 1.028.101 casos, de “desempleo” se han recogido 42.588.
Estos son datos que nos llaman mucho la atención, pues al fin y al cabo las dos palabras se refieren a un mismo hecho, por lo que, aunque presenten ciertos matices que las hagan variar ligeramente en su significado, esto no debería dar pie a una diferencia tan grande en el uso cotidiano; es más, como ya apuntábamos arriba, son términos que la sociedad toma como sinónimos. Prueba de ello es que en las noticias de prensa se intercambian para evitar la repetición:
“Algunas investigaciones han constatado con anterioridad que la intervención psicológica entre los parados mejora el comportamiento del desempleado, aumentando su eficacia a la hora de buscar un puesto laboral y elevando, como consecuencia, las probabilidades de reemplearse.” El Mundo-Salud (suplemento) 17/07/1997.
Veamos, pues, qué nos sugieren intuitivamente estas palabras:
“Desempleado”. En esta palabra, el prefijo “des” marca una connotación negativa, como sucede también con otras palabras de nuestra lengua: innato, infeliz, descontento, despreocupado… Pero mientras que palabras como contento y preocupado son graduales, empleado no lo es; tengamos en cuenta que alguien que no está contento, no tiene por qué estar descontento, o alguien que no está preocupado no necesariamente es una persona despreocupada, mientras que los términos desempleado y no empleado coinciden totalmente en su significado; una persona “desempleada”, necesariamente carece de empleo. A todo esto habría que añadir que las formas prefijadas refuerzan el estado emocional eminentemente negativo al que aluden mucho más que las lítotes, y así lo percibimos con el término “desempleado”: tiene mucha más fuerza expresiva un enunciado como “está desempleado” que otro como “carece de empleo”.
En lo que respecta al término “parado”, este, al igual que desempleado tiene una definición negativa. Dicho de otro modo, desde el punto de vista semántico, las dos palabras se refieren a una situación dolorosa. La diferencia radica, por tanto, en la estructura gramatical: mientras que en el caso de “desempleado” encontramos un prefijo de carácter negativo, en “parado” no hay ninguna partícula de este tipo (es una palabra simple, frente a la anterior), pero a pesar de ello las connotaciones que se extraen de este vocablo son muy negativas: alguien que está parado es una persona que no se mueve, y de ahí se pueden extraer múltiples interpretaciones: si no se mueve, no avanza ni hace aportación alguna a la sociedad; el que permanece quieto es un holgazán, y el reposo no es en absoluto productivo…
En definitiva, toda una serie de matices que constatan lo mal visto que está en la sociedad actual no desempeñar ninguna labor, además de, como ya sabemos, la preocupación que esta situación genera ante la necesidad de ganarse la vida de alguna manera. En relación con esto hay algunos ejemplos de prensa bastante representativos:
“Son desempleados, no están parados” (titular)
Los servicios de empleo ofrecerán itinerarios personalizados para encontrar trabajo. Los desocupados deberán seguirlos si quieren mantener la prestación. (subtitular) (El País, 6/02/2011)
En este ejemplo, ya desde el titular, se deja constancia de la intención de diferenciar claramente el hecho de no tener trabajo y el de estar sin hacer nada, pues una cosa no implica la otra. Se pretende defender y acabar con la mala imagen que se tiene de aquellos que por circunstancias diversas están sin empleo insistiendo en que, pese a su situación, buscan alternativas con las que salir adelante, por lo que no se puede afirmar que estén parados, quietos.
“Desempleados que se mueven” (titular)
“Cardo creía que tenía que hacer algo para apoyar a los parados y decidió ponerse al Rufino frente del portal de Emprendedores y Parados, creado a iniciativa de RCR. Esta página web se dedica a asesorar a personas que quieren montar su empresa.” (El Mundo, 3 de marzo de 2013)
En este segundo ejemplo, aunque no debemos perder de vista la importancia de las líneas, lo que destaca especialmente de acuerdo con las ideas que venimos explicando es el título: “desempleados que se mueven”, que podemos interpretar como un elogio hacia aquellos que luchan día a día por salir del paro (de ese estado de reposo en que no se aporta nada bueno a la sociedad) y encontrar un trabajo con el que resultar productivos al país; se hace uso de la palabra “desempleados” posiblemente para evitar la paradoja que se formaría con el término “parado”. Ya en el texto en sí se remarca la valoración positiva de esta iniciativa, con la que se pretende lograr un bien común.
“El Gobierno está parado. Está inactivo. Está ocupado en defenderse.” El Mundo, 27/11/1994. Entrevista con Josep Antoni Durán I Lleida.
En este último ejemplo, aunque el término “parado” no esté relacionado con la falta de empleo, se pone de manifiesto que estar sin hacer nada es algo que se considera fuera de lugar. Con esto se deja constancia de que el término “parado” tiene connotaciones negativas en gran parte de sus acepciones y ya no solo cuando se emplea con el sentido de carencia de empleo:
“Así, la reforma que ha diseñado el Ministerio de Trabajo y que ha sido presentada a empresarios y sindicatos para recibir su apoyo persigue un objetivo: mejorar la gestión de las políticas de empleo, de forma que se agilicen los procedimientos que ayuden al desempleado a buscar un puesto de trabajo” (ABC electrónico, 19/06/1997)
Como podemos observar, en los casos en los que el término del que se hace uso es “desempleado” no se acusa a la persona de estar sin hacer nada; más bien al contrario, parece que se le tiene compasión y por ello se le ofrecen todas las opciones posibles para encontrar trabajo, algo que no detectamos en los contextos en que se recurre a la palabra “parado”, tal y como se ha señalado en los ejemplos.
En definitiva, el análisis llevado a cabo sobre las palabras “parado” y “desempleado” nos permite afirmar que son términos con los que se hace referencia a una situación preocupante. Además, a la palabra “parado” se le añaden matices en cierta medida metafóricos relativos a un estado de descanso o reposo absoluto, lo que está bastante mal valorado. Todo esto nos lleva a concluir que es necesaria la colaboración conjunta de todo el país para llegar a una situación de actividad, dinamismo y productividad en la que nadie se quede “rezagado” o mejor dicho, “quieto”.
Celia María Casado Berbel
La enfermedad de la crisis
05/06/2012
En el DRAE se define la palabra contagio como: “Transmisión, por contacto inmediato o mediato de una enfermedad específica”, “Germen conocido o supuesto, de la enfermedad contagiosa”, “enfermedad contagiosa” y, en último lugar: “Transmisión de hábitos, actitudes, simpatías, etc., a consecuencia de influencias de uno u otro orden”. No obstante, en ninguna de estas acepciones encontramos el sentido que ha adquirido, si bien la primera y la última definición podrían aproximarse a este nuevo uso figurado, puesto que en lugar de transmitirse una enfermedad, unos hábitos, unas actitudes y unas simpatías, etc., se extienden los malos datos económicos de un país a otros países. Como prueba de ello, hemos encontrado ejemplos en la prensa nacional española: “Obama y su equipo de asesores temen un contagio de la crisis de la deuda a EEUU…” (El País, 29-11-2011) y, “Los ataques de los mercados han colocado a la economía española en una situación de «vigilancia» por el miedo al contagio” (La Razón, 16-4-2011).
Tras consultar en el CREA de la Real Academia, encontramos ejemplos de este uso en la sección de “Periódicos, Comercio y Finanzas” en 1994. Pongamos por caso, “Este fuerte deterioro del mercado británico es el resultado no sólo del contagio alemán, sino también de sus propias anticipaciones de tipos de interés al alza…” (La Vanguardia, 27-03-1994). Por tanto, esta no es una innovación reciente.
Podemos observar que en esta palabra se ha producido el desarrollo metafórico de crisis como enfermedad. Este es un hecho que no nos tendría que extrañar, puesto que Lakoff y Johnson (1980) demuestran con numerosos ejemplos que el empleo de la metáfora es muy común en el lenguaje cotidiano. Aunque, como vemos, la naturaleza figurada de contagio no es obvia a simple vista y, por esta razón, es difícil darse cuenta de ello.
Además, ha surgido un dominio cognitivo, esto es, un “telón de fondo” sobre el que se proyecta el término contagio. En este caso, encontraríamos a los países que están más enfermos, es decir, los más afectados por la crisis, frente a los menos afectados por esta enfermedad. Dicho de otro modo, tenemos unos enfermos que están infectados y otros que están todavía sanos, porque no se han contagiado por el virus. Así, “ayer los índices neoyorquinos no consiguieron mantenerse inmunes a los acontecimientos en Europa, y se contagiaron de pesimismo, cerraron con caídas que superaron el 1%…” (La Vanguardia, 31-05-2012).
A continuación, veremos cuáles son las zonas activas de la metáfora de crisis como enfermedad: la palabra virus se está empleando en un contexto económico y, de esta manera, se ha producido una extensión de su significado. Por ejemplo, “Se trata de impedir que el virus siga avanzando, y para eso es fundamental que los bancos sean adecuadamente capitalizados…” (El País, 29-11-2011). Si tenemos un virus, tendremos que tener unos infectados por él: “…luego aseguraron que los problemas de Grecia no contagiarían a otros países y ya se han infectado Irlanda, Portugal, Italia, España y parece que pronto se apuntará Bélgica…” (Expansión.com, 14-10-2011). Asimismo, otra zona activa es enfermo, ya que los países son los enfermos que están sufriendo la enfermedad. Como por ejemplo, el siguiente titular: “¿Qué tan enferma está Europa?” (Cnnexpansion.com, 9-5-2012).
Es más, en UVI (Unidad de Vigilancia Intensiva), se está produciendo una ampliación de significado en estas siglas. Por ejemplo, el siguiente titular: “El Ibex ingresa en la UVI” (Cinco días, 20-4-2012). Lo que quiere decir, en este caso, es que la bolsa española está enferma, por lo que necesita vigilancia y cuidados.
También, como zona activa tenemos bisturí, por ejemplo:..”Ha sacado el bisturí en áreas delicadas como las pensiones o derechos de los trabajadores…” (Cinco días.com, 21-02-2012), es decir, este es el instrumento para llevar a cabo la operación al enfermo. Así pues, operación constituye otra zona activa de la metáfora: “España necesita una operación a corazón abierto” (Expansión.com, 26-07-2011). Además de operarse, hay que tomarse las medicinas: “Medicinas europeas para salir de la crisis económica” (El periódico de Extremadura.com, 30-01-2012). Todo esto para encontrar la cura: “…pero la realidad es que la enfermedad tiene cura y es conocida…” (Expansión.com, 18-05-2012).
Si observamos los ejemplos anteriores, podemos afirmar que la crisis es un tipo de enfermedad contagiosa, a pesar de lo cual, para combatirla, se necesita una operación y tomarse las medicinas que nos han recetado.
En definitiva, esta enfermedad tiene una serie de síntomas. Ahora bien, ya los conocemos y, por ello, nos encontramos en pleno tratamiento. Pero, todavía estamos buscando la cura de esta enfermedad que nos golpea. En esta coyuntura se están planteando varios remedios, sobre todo, desde los gobiernos de las naciones. Esperemos que se encuentre la receta mágica para salir sanos y salvos.
Ana María Briones García
La crisis económica se ha convertido paulatinamente en toda una gran fuerza que va arrastrando víctimas (El Argentino, 01-12-2011) a lo largo del territorio capitalista. Si en un principio la crisis se negaba, ahora es innegable que hay crisis: las turbulencias diarias y la violenta tormenta bursátil (La Nación, 02-11-11) lo demuestran.
La prensa lleva un tiempo hablando de tsunami, terremoto y maremoto tanto bursátil como financiero. Es por esto que ahora que crujen las bolsas (Público, 15-09-08) por causa del terremoto financiero que ha hecho temblar (Diario Crítico, 19-02-12) la economía mundial, los periodistas escriben sobre los estragos causados por la crisis, de las ciudades afectadas por ella como epicentros (Granada económica, dic. 2011) y de cómo nos preparamos para resistir (El financiero) esta situación.
Cualquier lector se dará cuenta inmediatamente de que se encuentra frente a una metáfora de la que se hacen eco periódicos especializados y no especializados tanto internacionales como españoles. Esto demuestra el gran alcance que ha tenido esta metáfora en los últimos cuatro años, ya que al acudir al CREA y recuperar todos los ejemplos, se observa que del término maremoto encontramos 5 casos (apareciendo el primero de ellos en 1994) en los que dicho sustantivo se utiliza para hablar de una crisis o escándalo político:
Todo ese maremoto que está viviendo la coalición nacionalista se ve acrecentado por el silencio que hasta la fecha mantiene Pujol y que tiene desconcertados a sus colaboradores más inmediatos y a los principales dirigentes, a los que no ofrece, hasta la fecha, una pista clara sobre el enfoque que va a dar a la crisis. (La Vanguardia, 15-11-1994)
Del sustantivo terremoto existen muchas más entradas, por lo que únicamente escogiendo artículos en prensa se encuentran 48 casos en los que se utiliza este término ante una crisis política:
Vuk Draskovic, el fogoso líder del partido Movimiento de Renovación serbio y viceprimer ministro yugoslavo, provocó ayer un pequeño terremoto político al manifestar en Belgrado, ante un grupo de periodistas extranjeros, que (…). (El Diario Vasco, 27-04-1999)
y dos casos en los que ocurre ante una crisis económica:
Esta anécdota apareció en mi memoria, como surgida del baúl de los recuerdos, debido al «terremoto» monetario de las últimas semanas: la caída del dólar, la subida del marco alemán y la peseta dando tumbos y al nivel de los diez céntimos de mi niñez ya casi cuadrados por la acción de mi ingenuo cercenado. (La Vanguardia, 28-04-1995)
Y, finalmente, del sustantivo tsunami, en cambio, no se encuentra ningún caso metafórico, como los anteriores, lo que indica que la aplicación metafórica de este término no empezó a producirse hasta el 2008.
Los datos obtenidos permiten deducir que esta metáfora comenzó a aplicarse mediante los términos terremoto y maremoto en el ámbito político para hablar de “catástrofes políticas” y su significado se amplió para recoger también, a raíz de la pésima situación económica mundial, el significado de “catástrofe monetaria o económica”. Además de esto, se extendió la metáfora para abarcar aquellos sustantivos que, como terremoto y maremoto, vengan a significar el mayor grado de catástrofe de una escala natural como puede ser el término tsunami u otros términos encontrados en titulares de prensa como huracán, tormenta, derrumbe, ola,… Así, “¿Sobreviviremos al huracán financiero? (El País, 12-10-2008), “Zapatero, invisible ante la nueva tormenta bursátil” (La Vanguardia 10-08-2011), “Los bancos financieros limitan daños en la tormenta bursátil” (El País, 21-08-2011), “La ecuación matemática que causó el derrumbe del sector financiero” (La Vanguardia, 17-02-2012), Masivas protestas por la ola de recortes (El País, 01-05-2012), etc.
Se descubre así que todos estos sustantivos que aparecen en los titulares se usan indistintamente, ya que sus significados han sido vaciados o reducidos a meros miembros situados en una escala por lo que, a pesar de que fuera del ámbito económico no son sinónimos, en el ámbito económico se utilizan como tales. Por ejemplo, a partir del titular de La Nación (19-05-2012): “El tsunami bursátil desplomó las bolsas”, puede verse que no cambiaría el significado de la oración si se sustituye el término tsunami por el término terremoto, maremoto, tormenta, huracán…etc. Además de ello, se observa que dichos sustantivos se encuentran en el extremo superior de la escala de los fenómenos naturales, es decir, son los términos más fuertes de la escala. Todos estos datos permiten afirmar que se utilizan los sustantivos objetos de estudio para hablar de la crisis en términos negativos sin tener en cuenta la diferente actuación de cada fenómeno.
La estructura en la que estos términos surgen es clara: aparecen en los titulares de los artículos –por regla general– y, una vez dada la clave de descodificación, se procede a crear toda una extensa metáfora respecto a la metáfora inicial. Por ejemplo, aplicarle al título el término tsunami permite la creación de un marco cognitivo en el que aparecen construcciones como las del artículo publicado en El Economista (05-09-2008) donde a partir de un título como: “El tsunami financiero nos ahogará si el gobierno no nos salva” podemos ver, perfectamente, el marco de esta metáfora ya que surge un marco cognitivo desde el título donde se explica que el tsunami que se describe en el artículo como devastador, desastre y destructivo, nos ahogará si, como dice ahí, el gobierno no nos salva. En otros artículos se habla de: hacer temblar la economía, derrumbe y escalabro financiero (Público), resistir, fuerte tormenta bursátil (El Financiero), ola de pánico, violenta tormenta bursátil (El Economista), arrasa con miles de empleos (El País), haga zozobrar la economía (El periódico)… Etc.
A estas alturas del blog, debe quedar claro que la metáfora no solo se aplica a la literatura, sino que la existencia de la misma tiene sus raíces en la experiencia cotidiana (Lakoff y Johnson). Metaforizando la realidad somos capaces de comprender mejor el mundo que nos rodea y de expresar mejor todas aquellas situaciones que nos resultan demasiado complejas de explicar a nosotros mismos o a otros. Cuando esto ocurre, se recurre a la búsqueda de símiles entre la realidad y el pensamiento; se recurre a la metáfora.
Si se aplica todo lo tratado anteriormente, se entiende que la crisis económica es una de esas situaciones difíciles de describir sin metáforas, por lo que se deduce cada vez más claramente por qué se han establecido paralelismos entre los desastres naturales y la crisis económica. Como se ha hablado con anterioridad, se utilizan términos como tsunami, maremoto, terremoto o huracán como los términos más altos de polaridad negativa de la escala de los desastres naturales y es a partir de estos términos que se produce una primera metáfora que relaciona la crisis política con los desastres naturales. Esta primera metáfora se amplía a partir del 2008 para explicar también la crisis económica mundial y, analizando los paralelismos que encontramos entre ambas, se puede afirmar que el modelo cognitivo con el que se presenta la crisis económica crea un paradigma similar a las grandes tragedias naturales ya que se entiende tan destructiva, devastadora y violenta como estos.
Esto va haciendo que el lector se acostumbre en pensar la crisis como un hecho natural y que se termine, por tanto, naturalizando todos los hechos de economía, algo que interesa a quienes han provocado toda esta crisis económica. De este modo, mientras el ciudadano piensa en la crisis como algo ocurrido casi por providencia divina, no recuerda que esta crisis no es fortuita ni natural, sino que es una situación totalmente provocada por la avaricia del ser humano.
Por todo ello, el lector de este artículo debe dejar de pensar en la crisis económica como un terremoto, un tsunami, un maremoto, un huracán, un volcán, una sequía… y volver a personificar el periodismo económico. Lector, la crisis no está causada por un dios de la economía vengador, la crisis es algo causado por pasiones humanas, no divinas. Se debe volver a humanizarla: vuélvale a poner nombre y apellidos a los causantes de esta crisis económica.
Carla March Ferrer
Rescatando el lenguaje
22/05/2012
Es incuestionable el hecho de que el ser humano en su concepción del mundo tiende a sobrevalorar aquellos elementos que se encuentran arriba-delante frente los de abajo–detrás. En este ámbito, podemos asegurar que ejerce sobre nosotros una fuerza cognitiva mediante la cual juzgamos sucesos experimentales que, asimismo, canalizamos y sistematizamos en el lenguaje a partir del empleo de procesos metafóricos.
Este hecho nos conduce a considerar que el lenguaje usual sufre pequeñas carencias cubiertas por usos metafóricos. Esto es lo que le ha sucedido al término rescate, el cual actualmente, posee una orientación metafórica que actúa paralelamente con su significado literal.
No obstante, no debemos interpretar concepto metafórico como la sustitución de un signo por otro con el propósito de designar una realidad, sino como el trasvase de unas propiedades semánticas afines con un signo, así como unos rasgos dispares entre lo dicho -valor convencional o de vinculación semántica- y lo que realmente comunicamos -valor contextual o correspondiente al campo pragmático-. Así, si rescate se define como “Recobrar por precio o por fuerza lo que el enemigo ha cogido, y, por extensión, cualquier cosa que pasó a mano ajena” (DRAE) observamos cómo al ubicarla en expresiones del tipo: “Culmina con éxito el rescate de los mineros peruanos” o “El presidente del Banco Mundial dice que ni España ni Italia necesitarán un rescate” (ABC y El País, respectivamente) el término adquiere un carácter distinto al convencional. De este modo, en el primer caso le asignaríamos el significado literal, mientras que en el segundo, constituiría una base experimental -o concepto metafórico- en la que rescate se plantea desde una perspectiva económica, es decir, a partir de nuestra experiencia cognitiva de intervención económica, se puede concebir metafóricamente como una entidad por medio del nombre rescate. Así, el término rescate en situaciones como: “El presidente del Banco Mundial dice que ni España ni Italia necesitarán un rescate” o “El escepticismo y la batalla política se adueñan de Grecia tras el rescate” (El País) se redefiniría del siguiente modo: proveer las ayudas necesarias para extraer a un país de la situación deficitaria. Por ello, podemos describir rescate del modo que indicamos (Figura 1): un sujeto (A) circunscrito en un marco de peligro -que refleja el punto abajo-debilidad de la escala vertical- y, por tanto, necesita la intervención de un sujeto (B) -que se inserta como el punto arriba-estabilidad de la misma escala-. De este modo, en el caso que planteamos, el rescatado se encuentra en una situación de coyuntura económica, en la que por la acumulación de diversos factores, la economía está orientada hacia su deterioro o estancamiento. Así, la disposición negativa de estos elementos o factores, restringe y condiciona el marco espacial del rescatado y, como consecuencia, pierde la fuerza de autoridad y autodeterminación -en otros términos, el sujeto (A) quedará, como observaremos, subordinado al sujeto (B)-. Por otro lado, el rescatador se caracteriza por disponer tanto de la intención -que en muchas ocasiones se relaciona con el interés de extraer un beneficio-, como de los medios pertinentes para ejecutar el rescate. Asimismo, es conveniente señalar que dicha acción se desarrolla sobre un eje temporal en el que, el sujeto (A) -que parte desde una posición de divergencia respecto al sujeto (B)-, abandona su posición tras la intervención -o acción de rescate– del sujeto (B), desplazándose y ocupando así, un espacio compartido (AB). Véase el desarrollo en el eje temporal representado en la Figura 1:
De este modo, podemos pormenorizar la representación del concepto metafórico del siguiente modo: sujeto (A) corresponde al país u objeto en peligro -por ejemplo, un país europeo del Sur de Europa-, el marco de riesgo es producto de la situación deficitaria económica -por ejemplo, la consecuencia de una burbuja especulativa- y el rescatador quedaría perfilado como la entidad que proporciona y regula los medios óptimos para llevar a cabo la intervención -por ejemplo, el famoso fondo de rescate europeo-. Por último, el eje temporal determina las etapas del rescate y las medidas para alcanzar la recuperación económica -en este caso, pondremos como ejemplo las pautas exigidas a un país, así como las medidas de ajuste o recorte-. Sin embargo, es pertinente destacar que, actualmente, la última etapa representada en nuestra ilustración lingüística de rescate, en la que el sujeto (A) se traslada desde un punto asimétrico hacia uno simétrico -recordemos la divergencia escalar expuesta: arriba-estabilidad frente abajo-debilidad- en el que se desenvuelve una fuerte vinculación entre ambos sujetos (AB) al compartir una situación de no-peligro, simplemente se concibe como una mera utopía que, por diversas razones o factores, difícilmente se podrá llevar a término.
En este ámbito, la vinculación entre el sentido semántico y el pragmático o, con otras palabras, los valores convencionales y los contextuales, quedarían plenamente determinados mediante la integración de la base experimental del concepto metafórico. Según esto, el término rescate engloba unas propiedades intrínsecas que perfilan su sentido. Por tanto, la delineación quedaría establecida a partir de enunciados como: “España, frente al fantasma del rescate” (Las Provincias) –rescate implica peligro-, “El BCE pide rescatar a toda la banca española”(Levante) –rescate implica protección al país en situación de riesgo-,“El rescate de España rondaría el medio billón de euros”(Expansión) -rescate implica valoración económica– y ésta, a su vez, denota un efecto negativo sobre el rescatado “«El rescate resta credibilidad» a Rajoy” (lne). Por consiguiente, el hecho de considerar rescate como un concepto metafórico nos permite corporeizar nuestras experiencias, ubicarlas en un contexto, categorizarlas, cuantificarlas, observarlas como una causa-efecto, actuar al respecto y, por ello, comprenderlas. Es evidente que a partir de esta base experimental la mente metaforiza determinados sucesos o acontecimientos abstractos de nuestra vida cotidiana otorgándole un soporte físico, es decir, el ser humano tiende a la asignación de unas propiedades que, como vemos, no son inherentes a su significado literal.
Tras lo delineado, asimismo, debemos reparar en la reciente extensión semántica del término y su fosilización en el lenguaje convencional. De modo que si consultamos el banco de datos del CREA de la Real Academia Española,advertiremos que su aparición aproximada con el sentido perfilado está fechado el 16 de febrero del año 2003 (El País, negocios, prensa).
En síntesis, respecto a nuestro planteamiento de extensión semántica del término rescate hacia un mayor dominio pragmático, podemos sostener que la elección del lenguaje figurado viene motivado por el propósito de transmitir al interlocutor un pensamiento abstracto o complicado de exponer con otros términos; es decir, el hablante emplea el lenguaje figurado en un contexto determinado porque cree que con éste logrará una comunicación eficiente así como el efecto buscado. Por tanto, al emplear el término rescate no debemos desarticular el sentido literal del contextual, sino aunarlo de modo que ambos actúen como un complemento sólido del que se sirve el hablante en su acto comunicativo.
Silvia Company de Castro
«Hacer los deberes» no es cosa de niños
15/05/2012
Las metáforas constituyen un recurso fundamental del hablante para presentar en términos más comprensibles conceptos difíciles de procesar y el panorama económico no es una excepción. Una muestra de la productividad que trae consigo el empleo de este recurso es el considerable incremento de hacer los deberes en las páginas de nuestros periódicos. De este modo, el ámbito escolar presta unos conceptos, que son familiares para el hablante, al mundo económico.
La primera cuestión que debemos plantearnos es el porqué de esa elección frente a la diversidad de espacios que también contribuirían a hacer tangible la crisis económica. Así, por ejemplo, podríamos referirnos al mundo deportivo y tomar prestados vocablos como entrenar o, haciendo homenaje a la sociedad rural, cabría la posibilidad de labrar nuestro porvenir económico. La estructura sintagmática hacer los deberes ofrece una nota adicional que estimula el creciente interés de políticos y medios de comunicación para plantear medidas resolutivas desde este empleo.
El motivo que justifica tal elección es la existencia de una autoridad -el maestro– que desde su postura jerárquicamente superior posee no solo la posibilidad, sino, más bien, la obligación de marcar al alumnado las pautas que deben cumplir. Llegados a este punto deberíamos abordar un interrogante ineludible en nuestro análisis: ¿Cuál es el objetivo de emplear esta metáfora? Cabe apreciar que no es secundaria esta potestad concebida al maestro, ya que los estudiantes saben que cumplir diariamente con los deberes marcados no solo se presenta como una imposición, sino como una tarea que les reportará beneficios intelectuales. No obstante, al margen de que los resultados sean productivos, el deber no se nos revela como una opción sino como una obligación, una vía ineludible. De esta forma, el hacer los deberes no constituye una alternativa y, por tanto, no depende de la voluntad del alumno seguirla o descartarla.
Simétricamente, y aquí reside el quid de la cuestión, la Comisión Europea y Euroestat -organismos que velan por la política monetaria europea- sometieron a España en el 2010 a un examen que constaba de 10 preguntas (A3 Noticias: 12/04/2012) Nuestro país, visible personificación del alumno que no logra alcanzar las expectativas marcadas, suspendió seis asignaturas: deuda pública, deuda privada, cuota de exportaciones, inversiones internacionales, balanza por cuenta corriente, tasa de desempleo (peor nota de todas),… Con el ánimo de recuperar las materias pendientes, España, o, concretamente, los políticos anotan en su agenda la necesidad de emprender reformas en el mercado laboral y el sistema financiero para sentar, así, las bases de una recuperación sostenida del crecimiento económico y del empleo (ABC 03/04/2012). Los políticos vuelven a las aulas en ese afán por reducir el déficit público: organizan reuniones para hacer los deberes (El País 15/04/2012), inciden en la necesidad de marcharse de vacaciones con los deberes hechos (La Gaceta 03/08/2011), debaten acerca de la conveniencia de hacer los deberes en casa, es decir, renunciar a la ayuda de Europa (20 minutos 12/07/2011). Sin embargo, el alumno perseverante muchas veces actúa condicionado por el resto de compañeros y en este caso, España atribuye su bajo rendimiento (subida de la prima de riesgo) a la “inestabilidad política” de Grecia. Asimismo, el alumno modélico no pospone los deberes hasta el último momento, pues, inexorablemente, la capacidad de actuación no será la idónea (Nuevatribuna 29/02/2012). Los ministros han emprendido recientemente drásticas medidas para lograr el tan deseado aprobado: ajustes presupuestarios, reformas en el mercado del trabajo y el sector financiero,… Frustrados estos intentos, el país recurre a la ayuda del profesor, es decir necesita la cooperación de la zona euro. Tal y como se están desarrollando los acontecimientos, nuevos términos podrían incorporase a este marco escolar, infantilizando, una vez más, la imagen de España. En un futuro los periódicos podrán abrir sus páginas con titulares como “España ha sido castigada– sanción económica- por no obedecer a sus padres”, “España solicita nuevamente la beca (fondo monetario europeo) para salvar el curso” o”La Comisión Europea afirmó que España está cumpliendo con sus deberes y, por eso, no necesita de clases de apoyo (rescate económico) para reforzar las materias pendientes”. Por el momento, las noticias insisten en presentar a ese maestro que demuestra su confianza en el alumno para que persevere en su labor y no claudique en el intento.
Por tanto, debemos leer con detenimiento el lenguaje que escogen medios de comunicación y políticos, pues tratarán de ofrecer la imagen de la crisis que más satisface sus intereses. Así, si las autoridades representan la difícil situación económica como una tarea que requiere ser aprobada, el ciudadano no solo consigue entender una realidad que en términos más específicos no comprendería; sino que, además, se compadecerá de aquel desdichado alumno y tratará de colaborar en la mayor medida a que el país y sus gobernantes logren alcanzar las expectativas marcadas.
La educación despunta como un área productiva desde el punto de vista económico, sus vocablos han emigrado hacia nuevos registros discursivos y, en fin, la crisis se presenta como un arduo examen que debe ser aprobado con sobresaliente. Resulta curioso, o quizá preocupante, que ese mismo interés del que hacen gala diputados, congresistas y demás expertos en la retórica no constituya fundamento suficiente para frenar las recientes propuestas de recorte que tanto daño ocasionarían a la fuente que nutre sus discursos. Huelga precisar que con ello no pretendemos que la jerga estudiantil invada todo el terreno político, es decir, que los políticos se vean abocados a renunciar a coches oficiales y opten por realizar su trayecto hacia el congreso en autobús escolar. El sistema educativo no constituye un lastre que deba ser paliado por medio de programas que mengüen las ayudas destinadas hacia esta pieza angular de la sociedad. El hacer los deberes representa un objetivo indispensable tanto desde la perspectiva económica como educativa, pues únicamente, de este modo, España progresará adecuadamente.
Irene Bernabeu García