Competitividad y estrés, el cáncer de nuestra sociedad. Llegar el primero, aparcar en la puerta, no detenerse, conseguir mucho por muy poco, ser el más listo, el mejor. Pero todo esto ya no debe preocuparnos. Relájese, lea, disfrute. Viva como nadie o como todos, porque la Mutua Madrileña tiene la solución:

En esta entrada analizaremos el anuncio de esta aseguradora, que ha acuñado el término mutuero. Tras analizar las particularidades de los todistas, no podíamos dejar en la cuneta a los mutueros. Existe una analogía en la forma de ambos términos: la creación de un neologismo para dotar al conductor aventajado de una categoría, y,  además, la Mutua Madrileña, al igual que Línea Directa, ofrece el mejor precio, el más barato. En sus anuncios lo muestran así:

Te bajamos el precio de tu seguro de moto, sea cual sea. Mutueros, bienvenidos.

Mutua Madrileña: Te bajamos el precio sea cual sea.

Evitar atascos con tu moto: un Mutuero también puede, pero con un seguro de moto más barato.

En ellos insisten en el abaratamiento del precio del seguro y, al igual que Línea Directa y sus todistas, garantiza también el mejor precio. Veamos en qué consiste ser mutuero y cuáles son sus ventajas. El análisis de la palabra permite un doble comentario:

Por una parte, el sufijo -ero añade a la palabra mutua, el significado de “oficio, ocupación, profesión o cargo” (Diccionario de la RAE). Mutuero, por tanto, implica la pertenencia a un grupo, a una asociación en este caso concreto. De hecho, mutua es el acortamiento de la palabra mutualidad, que la propia empresa ha convertido en un nombre propio. La pertenencia a esta asociación dotaría de unas ventajas frente a un asegurado anónimo: tal y como se especifica en su publicidad, “eres un motero pero pagando menos”.

Por otra, el juego de palabras que se establece por la relación semántica con la palabra motero. Mutuero mezcla dos significados: “motero” y “mutualista”. Pero, además, motero sirve para indicar al conductor de motos que no pertenece a esta compañía de seguros. De este modo, se forman dos campos semánticos cuyas prestaciones se comparan implícitamente:

Fuente: https://www.mutua.es/recursos/seguros-coche/pdf/condiciones-general.pdf

Como observamos, los mutueros obtienen unos beneficios exclusivos en la contratación: una tarjeta llamada “Yo soy motero” con la que se consiguen descuentos en Renfe (un 30% sobre la tarifa flexible) y en otros proveedores, entre otros.

A partir de este resultado el anuncio establece una escala en la que ser mutuero es mejor y más barato; por lo que en este caso, lo que menos cuesta, es mejor (fuente: https://www.mutua.es/descuentos/moto/)

También la Mutua tiene una cláusula final en su promoción, en la que se especifica que hay que consultar las condiciones del servicio. Si se analizan, se puede observar que estas tienen, en primer lugar, la condición de ser nuevo contratante, que no es aplicable la promoción a asegurados anteriormente en la compañía. Hay una fecha límite para la misma (hasta el 31/01/2018) y no es acumulable con otras ofertas. El descuento en concreto son 10 € (fuente: https://www.mutua.es/condiciones-promociones/)

En conclusión, La Mutua Madrileña dice ofrecer mayores prestaciones en sus pólizas a menor precio. Ahora bien, dado que su contrato a todo riesgo tiene una cláusula inicial, por la que las prestaciones se establecen en función de la contratación, (todo riesgo, todo riesgo con franquicia o “paquete plus”), el precio dependerá de la modalidad de contrato elegida. El consumidor, por tanto, contrata bajo unas condiciones muy determinadas si cumple, además de ser motero, unas cláusulas muy concretas.

Entonces, en ese caso, ¿te ofrecen realmente más por menos?

Verónica Vicente

Vivimos en una sociedad en la que siempre se ofrece el todo a cambio de nada. O mejor dicho, a cambio de casi nada, porque nada es gratis. Pero socialmente se ha generado la necesidad de controlar, cubrir y proteger absolutamente el mundo que nos rodea: nuestros hijos, nuestra vivienda habitual, la residencia de vacaciones, el coche… Los seguros son la solución: Y eso se paga.

Las aseguradoras ofrecen al consumidor una serie de prestaciones indispensables y otras complementarias que hacen que se desmarquen y sean mejores (por menos dinero), que otras. Este es el caso, entre otras, de Línea Directa, donde nos ofrecen literalmente todo, pagando menos.

En esta entrada analizaremos las ventajas que ofrece la compañía de seguros Línea Directa y el neologismo que ha creado para reconocer a sus afiliados: Todistas. Veamos el anuncio: https://youtu.be/xE0LGWcd7JU

En la campaña publicitaria encontramos distintos mensajes:

Todistas: pagamos menos y lo tenemos todo.

Línea Directa: el mejor precio garantizado. Garantizado significa garantizado. No puedes no tenerlo todo.

¿Todista, verdad? Línea Directa, el seguro con todo. Tienes más y pagas menos. No puedes no tenerlo todo.

‘¿Ya eres todista?’ 

Se puede observar cómo la música, los susurros, el ambiente general del anuncio pretende crear un halo de misterio en torno a los actores, que representan a personas normales en situaciones cotidianas. Todo para llamar la atención sobre una particularidad: son todistas.

Centrémonos en primer lugar en este término:

Según la RAE, ‘todo’, implica la totalidad, el cien por cien de algo.

Desde el punto de vista gramatical, la palabra todo se comporta como un adjetivo relacionado, desde el punto de vista semántico, con otros adjetivos, como completo, íntegro, entero, etc. El sufijo -ista forma adjetivos que suelen significar ‘partidario de’ o ‘inclinado a’. También forma sustantivos que indican generalmente a la persona que tiene determinada profesión u oficio. En este caso ,sugiere la pertenencia a un grupo –exclusivo, se entiende– pero al que, gracias a un módico precio, el ciudadano de a pie puede acceder.

Pero ¿cuánto es todo?

Cuando se piensa en contratar un seguro con todo se concibe el disfrute, no solo de las ventajas que ya nuestro seguro nos ofrece, sino de todas aquellas que quedan fuera de nuestra contratación. Es decir, del cien por cien de las ventajas.

En este caso, Línea directa ofrece algunas coberturas exclusivas frente a otras compañías. Por ejemplo:

El valor del vehículo en caso de robo o siniestros total en los dos primeros años del vehículo.

Garantía de pintura de por vida.

Libre elección de taller. Oferta de red de talleres colaboradores. Recambios originales en talleres colaboradores.

Robo del bolso. Robo de cable integrado de recarga.

Daños propios. Daños por incendio, explosión o rayos.

Gestión de siniestro a través del móvil. Peritación digital.

Recogida y entrega de tu coche en el domicilio o en caso de accidente.

Reclamación de daños.

Atención jurídica 24 horas.

Remolcaje ilimitado, asistencia nocturna a jóvenes.

Vehículo de sustitución.

Estas prestaciones complementarias que conforman el todo que estamos analizando vienen condicionadas siempre por cláusulas que las hacen no tan accesibles ni completas. Veamos (datos extraídos de https://www.lineadirecta.com/doc/Condiciones_generales_seguro_coche_2017_V0038_Diciembre_2017.pdf):

A) Asistencia nocturna a jóvenes: Se comprometen a trasladar, tanto al conductor como al vehículo, hasta su domicilio, en caso de consumo de alcohol o indisposición del conductor, en un radio de 25 km desde el punto de recogida dentro del territorio nacional. Y el servicio es de lunes a domingo de 0:00h a 7:00h. Pero los requisitos para poder disfrutar de este servicio son:

– Ser conductor menor de 26 años.

– Estar declarado en la póliza de Línea Directa.

– Tener contratada la cobertura de Asistencia en Viaje.

B) Vehículo de sustitución:  En caso de siniestro, se podrá contar con un vehículo de sustitución hasta un máximo de 5 días, siempre y cuando se cumplan las causas de inmovilización recogidas en las Condiciones Generales. Si sufres un siniestro total, podrás disfrutar del vehículo de sustitución durante un período de máximo 15 días. Si por el contrario te roban el coche, el plazo será de 30 días.

Y así con todas las prestaciones: se deben cumplir ciertas premisas para poder disfrutar de ellas.

A través del neologismo ‘todistas’, la compañía establece dos campos semánticos: todistas y no todistas. Si se analizan las prestaciones de la empresa sobre su seguro a todo riesgo con la de la Mutua Madrileña, por ejemplo, se puede observar que dicho seguro no engloba todas las cláusulas que haría pensar dicho todo:

Analizando todo lo anterior, también vemos que existen diferentes aspectos que el todo de Línea Directa se queda incompleto, hay ventajas de las que no es partícipe esta compañía. Se puede concluir, por tanto, que aunque Línea Directa asegura ofrecer todas las prestaciones posibles en sus pólizas a mejor precio, esto no se cumple literalmente, ya que compañías como Mutua Madrileña ofrecen ventajas exclusivas.

Además, Línea Directa tiene una cláusula al final de sus condiciones en la que se especifica (https://www.lineadirecta.com/bases-promocionales.html) que la aplicación de las tarifas será sobre nuevas contrataciones (excluyendo a los contratantes de cualquiera de las marcas de la empresa) y la mejora consistiría en igualar la prima de renovación y mejorarla en un importe de hasta 10 €, pero únicamente para pólizas con forma de pago anual; el tomador del seguro deberá justificar documentalmente el precio de la renovación de su actual póliza. Por último, se asegura que “la promoción es válida hasta el 30/06/2018”. Se deduce de lo anterior que todo ya no tiene el sentido primario de íntegro, completo, sino que el contratante debe inferir una serie de requisitos específicos: “completo, dadas unas condiciones”.

Como observamos, las prestaciones están condicionadas al cumplimiento de las restricciones estipuladas y en función de la contratación, por lo que, evidentemente, el precio dependerá de la misma. Entonces, ¿cuánto es todo?

Verónica Vicente

Aunque la crisis parece haber pasado, al parecer, aún seguimos necesitando cierta solvencia económica que nos puede ser proporcionada por ciertas entidades financieras. O al menos eso es lo que se nos dicen subliminalmente con todas esas campañas publicitarias que a diario vemos  en televisión. De entre las mismas hay una de la entidad Cofidis que me llama especialmente la atención, pues proclama a Coofidis por un lado, como entidad de referencia en el sector financiero; y por otro lado, instaura su marca corporativa dentro de nuestro subconsciente, haciendo que cada vez que se hable sobre préstamos o necesidades económicas, sea el nombre Cofidis lo que aparezca en nuestra mente de forma espontánea.

https://www.youtube.com/watch?v=glr9hAQKoEU

Para ello, vamos a analizar el uso de los recursos lingüísticos utilizados para tal fin, en especial, la elección de una construcción sintáctica bastante habitual de nuestra lengua que posee un valor significativo estereotipado, es decir, que tiene un uso específico y un fin determinado. En primer lugar vamos a transcribir el anuncio al que nos referimos; en segundo lugar, hablaremos sobre el tipo de oración utilizada a la que han recurrido los publicistas de esta entidad; y en tercer lugar,  expondremos las similitudes entre todas las construcciones incluyendo la de esta famosa entidad.

Transcripción del anuncio:

 (1) – Por cierto, ¿puedes prestarme unos cuatro mil euros?
(2) – ¿Eh?, ¿Cuándo?
(1) – Ya. Yo te los iré devolviendo cómodamente. ¿vale?
–…
(2) ¿Pero tú que te crees que soy Cofidis↑?
–…
(1) – O sea, que me los prestas.

En nuestra lengua siempre ha un tipo de construcción sintáctica que transmite cierta ironía y que  en primera instancia, sirve para negar una petición de una forma menos agresiva que la negación en sí misma, y en segunda, otorga una imagen modélica y de fiabilidad al elemento con el que se va a comparar. En alguna ocasión habréis oído algunas de ellas, e incluso proferido parecidas, nos referimos al tipo de construcciones tales como estas: ¿Qué te crees que soy el banco de España? o ¿Qué te piensas que eres George Clooney? Claro está, para entenderlas, deberíamos ubicarnos en su contexto, siendo el de la primera enunciación, aquel en el que una persona, que llamaremos demandante no hace nada más que pedirle dinero a otra  persona, el demandado. Y este, cansado de prestarle dinero tantas veces, al final le dice: ¿Qué te crees que soy el banco de España? En el contexto de la segunda enunciación, hay una persona que siempre va jactándose de lo guapo que es, y dice algo así como que está guapo con todo lo que se pone, y entonces el amigo, o la persona a la que siempre le está dando la lata le dice: ¿Qué te crees que eres George Clooney?

Como podemos observar, la construcción es la misma, existen dos elementos opuestos escalarmente, uno que ocupa la última posición en la construcción y que tiene mayor relevancia. Y otro que refiere o bien al emisor del enunciado anterior, o  bien al del enunciado interrogativo, los cuales estarían en un nivel inferior y además tendrían una relevancia menor. En el caso de la primera enunciación, la del demandante de dinero, claramente es el propio emisor del enunciado el que se siente imposibilitado ante el gigante de la banca que es el banco de España, el cual es el único que tiene la solvencia necesaria para poder satisfacer las necesidades de millones de personas. En el segundo caso, el referente es George Clooney icono de belleza masculina y el elemento opuesto es el amigo creído, el cual no puede compararse con este porque carece de los atributos del actor. Vemos como el sentido de esta construcción con cierto talante irónico, es por un lado la negación, pues imposibilita el hecho de realización de lo demandado, ni te voy a dejar dinero, ni eres tan guapo como te piensas; mientras que por otro, nos graba en nuestro subconsciente dos modelos prototípicos que no se pueden alcanzar.

En el caso de Cofidis, pasa exactamente lo mismo, tenemos dos elementos que se comparan que son la entidad financiera, y el demandado, en el cual es la entidad la que se posiciona en primer lugar, la que adquiere más relevancia, el elemento con el que se compara el emisor del enunciado. Mientras que el emisor del enunciado, el demandado, es quien se posiciona en el último lugar de esta  escala comparativa, entendiendo esto como la imposibilidad por parte de este emisor de poder responder a la demanda solicitada. Además existe una segunda enunciación en la transcripción: ya te los iré devolviendo cómodamente que refuerza ese posicionamiento de relevancia puesto que le pide al demandado las mismas facilidades que ofrece esta entidad. En el caso de este eslogan publicitario, y sobre todo en la elección de sus publicistas para utilizar este tipo de construcción en su campaña, lo que deberíamos preguntarnos es el por qué de esto, qué es lo que Cofidis pretende conseguir con el uso de esta construcción. Y no solo basarnos en los aspectos obvios de la misma, es decir, la consecución de relevancia, sino en el hecho de por qué quiere esta relevancia, por qué necesita que lo almacenemos en nuestro subconsciente, y qué es lo que consigue con la misma. Los datos están expuestos, el sistema por el que se rige esta construcción desarrollado, solo queda que vosotros lo apliquéis y lo razonéis para obtener las respuestas.

Inmaculada Ostos Sobrino

Todos nos hemos enfrentado alguna vez a esta situación: alguien nos recomienda una aplicación para el móvil y la encontramos interesante; así pues, nos disponemos a descargarla – gratis, por supuesto – y, ya se trate de una red social, un periódico digital, un editor de fotografías, un servicio de compraventa o una simple linterna, nos es solicitado amablemente el permiso para acceder a determinados datos personales. O eso pensamos. Fijémonos en cómo lo presentan (Imagen 1).

En el PlayStore de Android, la tienda de aplicaciones más importante (dos mil millones de usuarios), la fórmula mediante la cual las distintas aplicaciones piden acceso es la siguiente: [A necesita (acceder a B)]; siendo A el nombre de la aplicación y B los diversos datos del terminal (identidad, contactos, cámara, fotos, etc.).

Algunas peticiones pueden parecer necesarias. Por ejemplo, es imprescindible que Wallapop, un servicio de compraventa, acceda a la localización, pues se basa precisamente en la proximidad. Otras, en cambio, escapan a la lógica. ¿Necesita el diario ABC tener acceso a mis contactos? ¿Le es necesario a una aplicación que no hace sino activar la linterna del dispositivo acceder a mis mensajes, contactos, historial de aplicaciones y datos almacenados? Parece ser que sí.

Y digo parece ser porque, nos guste o no, es el único modo de acceder a los servicios que estas aplicaciones ofrecen. Cabe preguntarse, pues, ¿cómo lo consiguen? Y la respuesta es “por medio del lenguaje”. Partiendo de la formulación del enunciado [A necesita acceder a B], trataremos ahora de desgranar qué se está diciendo realmente, qué se está omitiendo y qué estamos entendiendo.

Si atendemos a lo estrictamente codificado, la semántica formal nos dice que con necesitar nos hallamos ante un cuantificador universal: [Ɐx, Acceder (x,y)]. En otras palabras, algo necesario es algo que se da en todas las posibilidades interpretativas del enunciado – “en todos los mundos posibles”, diría un semantista –. De esta definición formal de necesidad únicamente extraemos que, para la aplicación, no acceder a nuestros datos no es una posibilidad. Como vemos, la semántica no nos resuelve el problema, pues faltan datos para completar la información.

Ya hemos comprobado que estamos ante una cuestión pragmática, pues necesitamos recurrir a datos contextuales para comprenderla. Así, es de notar la incompletitud de la expresión. Nos basamos para afirmarlo en la teoría de valencias verbales de Tesnière, o en su equivalente generativista, según la cual cada verbo exige un número determinado de argumentos – léase Sujeto, Objeto Directo, Objeto Indirecto o Complemento de Régimen Verbal – para producir un sintagma gramaticalmente apropiado. Encontramos, pues, que al verbo necesitar le corresponden tres argumentos, de modo que resulte [A necesita B para C]. A la vista está que en el modelo que examinamos no hay un Complemento de Régimen Verbal con valor de finalidad que complete el enunciado.

Al ser omitida esa información, queda libre a la interpretación del lector. Pero esto no es trivial, porque la interpretación del lector suele seguir unas directrices generales. Para explicar esto debemos recurrir a las heurísticas de Levinson, unas reglas cognitivas – seguidas inconscientemente por los hablantes – que reducen las posibilidades interpretativas de los oraciones, aumentando con ello su informatividad. Concretamente, la heurística I (de informatividad) nos dice que “lo que se expresa simplemente, se ejemplifica estereotípicamente”; si la aplicamos a nuestro ejemplo, la estructura simple y poco explícita de [A necesita acceder a B] debe remitir sin duda a la explicación más prototípica.

Expliquemos esto. Siguiendo de nuevo a Levinson, la aplicación de las heurísticas nos lleva a las implicaturas conversacionales generalizadas; es decir, aquellas interpretaciones de un enunciado que, en ausencia de contextos concretos, se han generalizado por el uso repetido. Siguiendo nuestra intuición lingüística, coincidiremos en que la implicatura más estereotípica de [A necesita B] es precisamente el sintagma que hemos apuntado que se estaba omitiendo, [para C], que en nuestro caso no puede sino actualizarse como [para funcionar/desempeñarse].

Si entramos en contexto (Imagen 2), comprobaremos que no es en absoluto preciso que la aplicación acceda a esa información que antes se nos requería para funcionar correctamente. Es más, una vez está instalada se puede fácilmente denegar el acceso a aquellas funciones de nuestro dispositivo que creamos conveniente. Para entonces, eso sí, ya habrá tenido acceso a nuestros datos.

En definitiva, el problema existe porque hay un deseo por parte del usuario de obtener un determinado servicio. Si bien el servicio se vale de un uso sutil del lenguaje para ocultar ciertas condiciones, la decisión de aceptar estas condiciones corresponde en última instancia al usuario. Tal vez seamos nosotros, los usuarios de aplicaciones del móvil, los que debamos preguntarnos quién necesita a quién en este juego argumental, y cuestionarnos si el servicio que buscamos obtener merece el sacrificio de nuestra privacidad.

Nos hallamos, pues, en el famoso conflicto entre seguridad y libertad, en el cual el mundo de internet y la informática (donde entran los smartphones) ha venido siendo el paradigma de la libertad de acción. No obstante, al ser libertad y seguridad magnitudes inversamente proporcionales, el precio a pagar es la total responsabilidad sobre nuestros propios actos. Así, puesto que internet es un medio eminentemente escrito, entender qué hay implicado detrás de enunciados como [A necesita acceder a B] se vuelve cada vez más conveniente.

Francisco Javier Grau Martínez