Se preguntaba Álex Grijelmo en un artículo publicado en El País (“Podemitas o podemistas”, El País, 11/10/2015) el porqué del término podemita para referirse a las personas afines a Podemos, en lugar de emplear «podemista”, como cabría haber esperado por analogía con otros partidos, como el socialista (no “socialita”). A este respecto, señalaba el periodista que “el sufijo -ista refleja que alguien está a favor de una idea o una persona, mientras que -ita nos sugiere una relación religiosa”, de modo que con este término se nos estaría presentando a Podemos como “una nueva desviación de la fe verdadera”, en lugar de nombrar a un grupo de personas cuya ideología concuerda con la de un partido. Así pues, nuestro estudio va a intentar ser la crónica de una palabra polémica, tratando de mostrar desde cuándo, cómo y por qué ha entrado en el terreno político este término, casi impredecible lingüísticamente.

El corpus del que disponemos incluye todas las referencias del término podemita desde su aparición en la prensa escrita española más importante (El País, Eldiario.es, Público, El Mundo, La Razón y ABC). La primera vez que en él encontramos la palabra podemita para referirse al partido Podemos es en el diario ABC a finales del mes de enero de 2015, en un artículo escrito por Isabel San Sebastián:

[…] los comicios que dependen de ella y ganarlos antes de que su electorado olvide la propuesta «podemita» de someter a votación la Semana Santa de Sevilla, aprovechando la debilidad de un PP lastrado por un líder local mal escogido […] (“¿Quo vadis, Pedro?”, ABC, 22/01/2015).

Como podemos observar, se utiliza entrecomillado y como una mera alusión al grupo político Podemos, pues habría ocurrido de un modo similar con una propuesta del PSOE (“socialista”).

Del mismo modo, un mes después el periódico La Razón lo incorpora a su léxico:

Por si todo lo anterior fallara, por si ni siquiera las agresivas subidas de impuestos y la abrasiva inflación consiguieran cubrir la totalidad del hipertrofiado gasto público «podemita», el partido de izquierdas liderado por Pablo Iglesias sugiere reestructurar la deuda pública española […] (Juan Ramón Rallo, “Las 10 píldoras envenenadas de Podemos: La ruina de su programa económico”, La Razón, 22/02/2015).

Por su parte, el diario El País no hace uso de podemita hasta bien entrado el mes de junio:

Ya verán cómo a medida que se aproximen las elecciones los sectores laterales irán abandonando sus chalupas para subirse al buque podemita […] (Fernando Vallespín, “El núcleo irradiador”, El País, 25/06/2015).

GRÁFICO 1 (Podemitas)

No obstante, la palabra, que hasta ese momento había sido empleada como un adjetivo calificativo que aludía simplemente a los partidarios de Podemos, sufre una variación de significado, pues aparece por primera vez en un contexto marcadamente despectivo. Es el alcalde del PP de Villares de Saz (Cuenca) José Luis Valladolid Lucas el que, a través de su cuenta de Facebook, genera una polémica que recogen todos los medios de comunicación, pues señala en alusión a Cristina Maestre -portavoz del PSOE en Castilla-La Mancha-:

Qué dice esta puta barata podemita, hipócritas (Facebook).

A partir de este momento la palabra cobrará un impulso mayor, esto es, aumentará cuantitativamente el número de casos del empleo de podemita debido a la citada polémica, pero no en todos los periódicos se empleará del mismo modo. En cualquier caso, asistiremos a la paulatina normalización de su uso como referente del grupo Podemos.

GRÁFICO 2 (Podemitas)

Si bien el diario Público solo recoge la palabra podemita en cuatro ocasiones -todas ellas citas, de las cuales tres son en alusión a la noticia del alcalde de la localidad conquense-, el periódico El Mundo es uno de los casos en los que este término ha ido cobrando fuerza, sobre todo a raíz de la citada polémica. De este modo, observamos numerosos ejemplos donde la palabra parece experimentar lo que diagnosticaba Grijelmo en su artículo; esto es, comienza a definir más a un grupo con unas mismas creencias religiosas que políticas:

Pero si menciono el Senado, es por porque pese a su imagen de mausoleo, está siendo el primer puerto de llegada podemita a la política nacional […] (Gari Durán, “Prometo”, El Mundo, 23/07/2015)

Alberto Jarabo, Laura Camargo y el resto de diputados podemitas tienen en este caso la oportunidad de demostrar si asumen los vicios de la vieja casta o si por al contrario apuestan de verdad por la regeneración política […] (Tomàs Bordoy, “Adalides del enchufismo”, El Mundo, 16/08/2015)

Incluso la presentadora del acto, la periodista Lola Bañón, va de siete en la lista a propuesta podemita […] (El Mundo, 20/11/2015)

[…] a nadie podría molestar si su programación no fuera parte de la gran escenografía municipal perpetrada por el organismo podemita (Emilia Landaluce, “Esa oficina donde trabajo como tonta”, El Mundo, 26/12/2015).

Ahora bien, el diario ABC -el que más usa este término según los datos de nuestro corpus- es el periódico que plasma con mayor claridad este sentido de “relación religiosa” entre los dirigentes y los partidarios de Podemos que otorga el uso del sufijo -ita para referirse a ellos. Lo vemos reflejado en los siguientes casos, donde el término podemita aparece junto con otros que subliminalmente nos conducen a dicho significado de grupo religioso, y no político:

Mientras las facultades de Ciencias Políticas están atiborradas de podemitas seguidores de Iglesias Turrión […] (Ramón Pérez-Maura, “Un poquito de teoría, por favor”, ABC, 28/07/2015)

[…] y es, precisamente eso, esconder, a la voz de su amo podemita, la verdad bajo el barniz de una cierta conveniencia […] (María Luisa Soriano Martín, “La Langue de bois” (La lengua de madera”, ABC, 05/08/2015)

Así pues, en un principio aparecía en contextos donde estaba desprovisto de cualquier significado que no fuese el de “los de Podemos” (“propuesta podemita”, “gasto público podemita”), de forma que era un adjetivo calificativo que iba a unido a conceptos propios del debate político. Pero, paulatinamente, ha ido convirtiéndose en un término marcado connotativamente -ha pasado a ser un adjetivo relacional-.

Para clarificar esta evolución, la siguiente tabla puede servir como muestra, dado que pone de manifiesto dicha variación en los contextos en que ha ido apareciendo la palabra podemita (en el primer bloque figuran los calificativos; en el segundo, los relacionales):

alcaldesa  edil            objetivo    barba        izquierda  régimen   bancada    formación                  oferta        caudillo     (radical)   relaciones                  buque        filas           plataforma                 chiringuitos               jerga                  remedio    candidata gobierno   política     correligionarios          leviatán    revolución                  círculo      ideología   portavoz   corte         Madrid      se despierta                confluencia                iniciativa  propuesta                  desguace  maximalismo              seno          deriva       líder          representante             empujón   muchachada               ‘soflamas                   diputado   lista          socios       hacerse (más)            parecer un                  libertarias’                 dirigente   marea       vértice      injuria       populismo                  titiriteros documento                marca       vicepresidenta            inocencia  puta barata                (polémica)               tsunami

 

 podemita

 

del populismo griego   hipócrita

Grijelmo apuntaba en su artículo lo que ocurre “hoy al vincular jesuita con otras derivas igualmente poco gratas para el catolicismo: ismaelita […]”; y esto es lo que también le puede estar ocurriendo al vocablo podemita (“universo podemita”, “se despierta podemita”), que parece hacer referencia a una forma de vida (como la fe) en lugar de una ideología política, como vemos en el proceso que hemos desarrollado. Ahora bien, la pregunta es si este término será sustituido por el lingüísticamente lógico (“podemistas”) y pasará a formar parte de los otros con los que nos referimos al resto de partidos (“sociatas”, “peperos”) o si, por el contrario, quedará fijado como el referente del grupo Podemos. Pero eso solo lo sabremos con la perspectiva que da el tiempo.

Víctor Ferrer ClaramonteVíctor Ferrer Claramonte

¡Salimos a ganar!

13/06/2016

Un fantasma recorre el espectro electoral: ante la cercanía de elecciones, ya sean de izquierda o de derecha, de colores cálidos o fríos, de asesores de imagen o de círculo de confianza, todos los partidos se aúnan bajo un solo grito: ¡Salimos a ganar!

No deja de resultar curiosa esta metáfora deportiva en algo aparentemente tan serio como el órgano de expresión más representativo de una democracia, señal inequívoca de que el mundo del deporte se está proponiendo como imagen de casi todo en la sociedad española de estos últimos años. Pero, ¿de dónde ha salido este eslogan y desde cuándo esta metáfora deportiva se propone como eje explicativo de la vida política?

Una búsqueda en las bases de datos de la RAE (www.rae.es) revela que, entre 1975 y 1999, solo se documentan nueve ejemplos, todos en secciones de Deportes o en prensa deportiva de la época, preferentemente precedido de las expresiones Vamos a…,  tenemos que… o hay que… Si la búsqueda se amplía al CORPES, que, a fecha de hoy, cubre el periodo entre el año 2000 y el 2012, se recuperan 22 ejemplos todos ellos relacionados con el ámbito deportivo. Para encontrar ejemplos en el ámbito político, hay que refinar la búsqueda e ir a los buscadores de los propios diarios. Si se recurre al muy útil buscador diacrónico de El Mundo, se comprueba que, comenzando la búsqueda en 2001, el primer ejemplo que se documenta fuera de la sección de Deportes se da en la sección de Toros y en 2008 en el suplemento de Valencia bajo la forma salir a ganar un jornal digno; estos casos no son objeto de esta entrada.

El primer ejemplo de adaptación de la metáfora deportiva al ámbito político se encuentra en las siguientes declaraciones de Trinidad Jiménez en 2010:

«Somos ese partido con vocación de Gobierno, capaz de generar ilusión. Ahora se nos presenta esa gran oportunidad. Y es ahora, no más tarde, cuando tenemos que demostrar que estamos dispuestos a poner lo mejor de nosotros mismos para ganar las elecciones y para gobernar. Es ahora.No podemos esperar cuatro años más. Tenemos que salir a ganar las elecciones», aseguró al inicio de su discurso.

http://www.elmundo.es/elmundo/2010/10/02/madrid/1286013551.html

 

Las siguientes documentaciones aparecen también en boca de socialistas, todas en 2011. Antonio Alonso:

–¿Confía en la victoria pero teme la derrota?

–’El PSOE tiene la obligación en estas elecciones de salir a ganar. No sólo por trayectoria, capacidad y potencia política, también porque el PSOE es el único proyecto político que garantiza el estado del bienestar y, por tanto, garantiza la sanidad pública, la educación pública, las pensiones, las prestaciones por desempleo y las ayudas por dependencia.

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/11/18/leon/1321612781.html

Mar Moreno:

«Cuando llegue el momento, en Andalucía vamos a salir a ganar, no a pactar», ha advertido el alto cargo socialista

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/07/07/andalucia/1310044226.html

o el propio Felipe González:

Y, tal vez, el aforo escuchó sin saberlo el anuncio de una retirada: «Tenemos que salir a ganar. Debemos movilizarnos todos, ahora y en marzo porque cumpliré 70 años y si no ganamos en Andalucía me retiro».

http://www.diariodeleon.es/noticias/elecciones20n/clase-magistral-economia-retiro_644247.html

Estas citas sugieren que la adaptación de esta expresión al ámbito político se gesta en el seno del PSOE y que la proximidad de las elecciones de 2011 actuó como difusor de la misma. Pero la expresión hace fortuna más allá del PSOE y se encuentran citas en otros partidos del ámbito de la izquierda, como el BNG gallego:

En el acto han intervenido los diversos miembros nacionalistas de las listas al Congreso y al Senado, en donde el número uno a la Cámara Baja por A Coruña, Francisco Jorquera, ha pedido un «cambio real»; mientras que el cabeza de lista por Ourense al Congreso, Xosé Manuel Pérez Bouza, ha pedido «salir a ganar el partido» por ser «el equipo de la casa».

http://www.20minutos.es/noticia/1189249/0/

Sin embargo, la expansión entre miembros de una misma tendencia ideológica no garantiza la supervivencia de una expresión; para que esta perviva en el lenguaje necesita expandirse a nuevos grupos de hablantes y usarse en contextos diversos. Por eso es especialmente interesante el primer ejemplo de salir a ganar utilizada por dirigentes políticos no vinculados a la izquierda del espectro. Así aparece en boca de Albert Rivera en 2014:

 

¿Hacer un frente antisoberanista es utópico o algo real?

Estoy convencido de que, si nos uniéramos todos los no soberanistas, podemos salir a ganar el partido. Otra cosa es que lo ganemos

http://www.elmundo.es/espana/2014/10/12/5439ce09268e3e947e8b457c.html

 

Y, cerrando el círculo ideológico, también en Isabel Bonig. Miembro del PP valenciano:

La coordinadora general del PPCV, Isabel Bonig, ha valorado la propuesta de ‘abrirse a pactos’ de Fabra y ha dicho que asume que los ‘populares’ ‘van a salir a ganar y va a ganar por mayoría absoluta’ en las próximas elecciones autonómicas y municipales. ‘Eso es lo que asumo’.

http://ariadna.elmundo.es/buscador/archivo.html?q=%22salir%20a%20ganar%22&t=1&n=10&fd=01/01/2014&td=31/12/2014&w=70&s=1&no_acd=1&parametric_year=2014&seccion=comunidad-valenciana

Si en 2014 salir a ganar ya es usada por miembros de todo el espectro político y, por tanto, se desvincula de cualquier connotación partidista o ideológica (lo que no sucede, por ejemplo, con expresiones como “poner más dinero en el bolsillo de los contribuyentes” o “situación de emergencia social”, por poner dos ejemplos), es esperable que su frecuencia de uso aumente, y eso precisamente es lo que indica el buscador de El Mundo, que registra, para el año 2015, nueve acepciones en la sección España y solo cinco en la sección Deportes. Estas nueve acepciones parten de políticos tan irreconciliables como Javier Arenas:

En cualquier caso, ha subrayado que el objetivo de estas elecciones «no es salir a pactar, es salir a ganar y a tener mayorías suficientes, y hacerlo con mucha humildad» y «mucho respeto a los demás».

http://www.elmundo.es/espana/2015/04/11/5528cf39268e3e704b8b4572.html

o Carolina Bescansa:

«Nacimos para llegar al 20 de diciembre y presentarnos a las generales. Estamos preparados para competir, salir a ganar y gobernar si lo logramos. Ése es nuestro objetivo», apuntó Bescansa, aunque dijo que «todavía» no lo habían «conseguido».

http://www.elmundo.es/espana/2015/10/13/561d06a9ca474182068b45c2.htm

En conclusión, los vaivenes electorales de la crisis económica han habilitado una expresión del ámbito deportivo, salir a ganar, para un nuevo ámbito, el político, en el que parece desenvolverse con relativa fortuna. Pero, como enseña la Lingüística cognitiva, con ella se abre un marco de posibilidades: si se gana es porque hay equipos enfrentados; los nacionalistas pueden decir que “juegan en casa” (vid, ejemplo del BNG arriba); los que van por detrás en las encuestas, que “todavía hay partido”; los últimos votos se deciden “antes del pitido final”, y así sucesivamente, que la naturaleza creativa del lenguaje solo necesita de una chispa para prender y expandirse por nuevos territorios. Otra cuestión sería la de cómo cambia nuestra visión de la realidad cuando el deporte es el punto de partida de nuestra categorización y la política el punto de llegada o, dicho de una manera más práctica, cuando una acción política, multiforme y compleja, se concibe en términos de “ganar o perder” o de si “la pelota entró o no entró”.


La voz flexibilidad ha cobrado en los últimos meses bastante protagonismo porque ha sido un concepto clave para explicar en qué iban a consistir la última reforma laboral (Real Decreto-ley 3/2012, de 10 de febrero, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral.) y la de Educación (Real Decreto-ley 14/2012, de 20 de abril, de medidas urgentes de racionalización del gasto público en el ámbito educativo).

El DRAE define así el término:

 

flexibilidad. 1. f. Cualidad de flexible.

flexible. 1. adj. Que tiene disposición para doblarse fácilmente. 2. adj. Que en un enfrentamiento se pliega con facilidad a la opinión, a la voluntad o a la actitud de otro o de otros. Carácter, persona flexible.3. adj. Que no se sujeta a normas estrictas, a dogmas o a trabas. Ideología, legislación flexible. 4. adj. Susceptible de cambios o variaciones según las circunstancias o necesidades. Horario, programa flexible.

Tengamos en cuenta cómo a partir de la segunda acepción de flexible, todas las acepciones se crean por un proceso metafórico guiado por la idea de adaptación. Esta idea nos interesa porque, si leemos ambos decretos, veremos que se hace un uso correcto del término: en ambos documentos se pretende demostrar que la ley va a adaptarse en cada ámbito a la situación económica actual:

La crisis económica que atraviesa España desde 2008 ha puesto de relieve las debilidades del modelo laboral español. La gravedad de la crisis actual no tiene precede

precedentes. España ha destruido más empleo, y más rápidamente, que las principales economías europeas (…) El Gobierno encarna y sirve a los intereses generales y tiene la obligación de garantizar y satisfacer los intereses de todos aquellos que estén buscando un empleo. La reforma propuesta trata de garantizar tanto la flexibilidad de los empresarios en la gestión de los recursos humanos de la empresa como la seguridad de los trabajadores en el empleo y adecuados niveles de protección social. Esta es una reforma en la que todos ganan, empresarios y trabajadores, y que pretende satisfacer más y mejor los legítimos intereses de todos. (Real Decreto-ley 3/2012).

La flexibilidad se entiende así como la solución a un problema que pasa por el hecho de estirar las posibilidades del sistema. Sin embargo, este uso de flexibilidad no es nuevo, aunque sí más frecuente que antaño.

En el CREA aparecen trece ejemplos en prensa del sintagma flexibilidad laboral desde 1986 hasta 1997. La diferencia con la época actual simplemente es cuantitativa, no cualitativa: ahora se dan más casos en menos tiempo, pues en cualquier buscador de internet veremos que solo del último año aparece una cantidad mucho mayor de ejemplos que en la época que recoge el CREA. Por tanto, todo parece indicar que ha sido en este momento cuando ese concepto ha tenido más repercusión en los medios (posiblemente porque ahora haya más medios, pero eso no nos importa; lo que importa es que es un concepto muy manido actualmente). Al margen de todos estos rasgos cuantitativos, el nexo en común entre nuestro presente y la España de hace veinticinco años es que no hay una diferencia cualitativa en el empleo del término. Ahora, flexibilidad laboral significa lo mismo que entonces y se potencia desde los mismos sectores que entonces. Veamos algunos ejemplos:

 

(1)  «El ministro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, considera necesaria la flexibilidad laboral y el abaratamiento del despido para reducir con éxito la tasa de paro, según afirmó en Santander. Por estas declaraciones, UGT acusó al ministro de intentar «torpedear el diálogo social».» (ABC, 10/07/1988)

 

(2)  «El secretario de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), Emilio Gabaglio, señaló que (…) «Estamos de acuerdo en dar prioridad a la formación profesional, profundizar en la flexibilidad laboral, vincular los incrementos salariales a la productividad, reducir los costes salariales indirectos y fomentar iniciativas regionales generadoras de empleo».» (La Vanguardia, 30/10/1995)

Tras la lectura de estos ejemplos observamos que el término flexibilidad laboral está relacionado siempre con dos agentes: el gobierno de turno (sea del color que sea) y los empresarios (que suelen tener el mismo color), quienes a su vez, se enfrentan siempre con su antagonista: los sindicatos. El hecho de reconocer quiénes son los impulsores de este concepto nos puede ayudar a desvelar qué se esconde realmente detrás de dicho concepto.

Flexibilidad es un término que por sí solo no muestra valores negativos (más bien al contrario: algo flexible a priori es algo bueno, pues se entiende que se adapta a las necesidades del destinantario). Sin embargo, como se ve en el ejemplo (2), se enmascara con dicho término una realidad «dolorosa» para el que la va a recibir, y por tanto repercute de manera negativa en la imagen del hablante. De este modo, el término va cargándose poco a poco de connotaciones negativas en este tipo de contextos.

En la situación actual de crisis y reformas estructurales (concepto que daría pie para una nueva entrada), ha habido muchas voces críticas con la última reforma laboral, como, por ejemplo, la de Mónica Oltra, diputada por Compromís en las Cortes Valencianas, quien en su perfil de twitter apuntaba la siguiente reflexión: «¿Por qué lo llaman «flexibilización» cuando quieren decir «explotación?»

Esta reflexión nos lleva a pensar en que la palabra flexibilidad está siendo utilizada como sustituto eufemístico de términos o conceptos más duros y peor aceptados para la sociedad (tabúes), los cuales se necesita atenuar, hacer ambiguos o desdibujar por parte de quienes han de llevarlos a cabo.

¿Qué implica realmente esa flexibilidad laboral? Principalmente el atraso de la edad de jubilación, la pérdida de poder adquisitivo, la libre contratación y el abaratamiento del despido (que eso sea una «explotación» o no, es consideración de cada uno; lo que no es opinable es que con la voz flexibilidad se oculta una realidad).

¿Y qué implica la flexibilidad en el caso de la educación? El despedido de profesores (o no renovación de interinos) debido al aumento de la ratio del número de alumnos por aula, además del aumento de horas lectivas de los docentes. Todo un magisterio sobre flexibilidad.

Como bien sabemos, no es ninguna novedad el hecho de que los políticos (y los periodistas) hagan uso del eufemismo para proteger su imagen social. El problema es que estos sustitutos eufemísticos no sean percibidos como tal por quienes interpretan la información solo a partir de lo que aquellos dicen, sin buscar lo que (no) quieren decir. Lo cual es más beneficioso, si cabe, para quien utiliza el eufemismo, pues el hablante no se responsabiliza de la interpretación del oyente.

Tal vez deberíamos tener cuidado con tanta flexibilidad, no sea que al final se rompa la cuerda…

Adrián Ombuena Cabanes

 

En esta época en la que los medios de comunicación son instrumento de expansión y cambio de significado, se puede encontrar en diferentes ámbitos vocablos utilizados con un valores determinados por los contextos de uso con los que se identifica. El caso que nos ocupa es especialmente interesante, porque se trata de una palabra con un significado muy amplio: acción.

El DRAE define acción como: Ejercicio de la posibilidad de hacer”; aparte de esta aparecen doce acepciones más. Sin embargo, en ninguna de ellas se hace referencia a un sentido de origen relativamente reciente, probablemente nacido en País Vasco, aventuramos que como resultado de una interferencia lingüística. Así, se encuentra el término acción en los periódicos vascos como sinónimo de «atentado», tal vez como consecuencia de una traducción del vocablo euskaldún ekintza, usado en contextos relacionados con el terrorismo. Véase el siguiente ejemplo: La acción de hoy se ha producido casi seis meses después de que ETA anunciara el fin de la tregua declarada en marzo de 2006 y rota de facto en Barajas” (Diario Vasco 01/12/20007).

A partir de este valor, se crea una segunda polisemia, en la que el nivel de gravedad de los hechos narrados desciende. Obviamente no es lo mismo hablar de un atentado que de una situación de violencia callejera: “Ese día la Policía vasca llevó a cabo una operación policial en la Margen Izquierda contra un grupo acusado de practicar la kale borroka, que presuntamente había cometido acciones violentas durante los últimos meses” (Diario Vasco 13/08/2008); “La primera acción violenta ha ocurrido a las 00:30 horas en la estación de la compañía ferroviaria pública vasca Eusko Tren […]” (Diario Vasco 25/10/2008).

En estos casos, junto a acción aparece el adjetivo violento. Así pues, el término acción equivaldría a “protesta violenta” o a “protestas de violencia callejera” como observamos en este ejemplo:La violencia callejera se ha cebado esta pasada madrugada con la compañía ferroviaria Euskotren. En ninguna de las dos acciones de violencia callejera se registraron heridos.” (Diario Vasco 25/10/2008). Como se aprecia, ha habido un cambio en el significado, ya que, a diferencia del primer ejemplo que hemos citado, que se refiere al ámbito terrorista, en estos últimos ya no hay víctimas, sino actos violentos en los que se rompen cosas.

En tercer lugar, se documenta una nueva acepción en el vocablo acción, más próxima, esta vez, al sentido de «protesta» que al anteriormente expuesto y, por lo tanto, sin víctimas ni destrozos materiales muy desprovisto del nivel de gravedad observado en nuestro primer caso: “Activistas contra el Tren de Alta Velocidad (TAV) explicaron ayer que con la protesta del domingo que colapsó el tráfico en el centro de San Sebastián pretendían «dar la oportunidad» a la sociedad de «reflexionar y darse cuenta de los graves daños que traería» para Euskadi esta infraestructura ferroviaria. Los opositores a la ‘Y’ vasca comparecieron ayer en Zaldibia para dar cuenta de la acampada realizada en esta localidad y explicar la acción en la capital guipuzcoana”.

En este fragmento aparece protesta y, más adelante, acción. Esta última alude a la protesta del domingo referido que colapsó el tráfico, por lo que se emplea  acción como sinónimo de protesta. Por tanto, ya no se trata de una “acción violenta”, sino del acto de protestar, de manifestarse, para hacer reflexionar a la gente sobre los perjuicios que produciría el Tren de Alta Velocidad.

Esta tercera acepción de “acción” se puede encontrar, ya fuera del País Vasco, para referirse a las protestas ante la subida de precios del metro del pasado uno de mayo en Madrid. Como protesta ante esta subida, que ha sido denominada tarifazo, han surgido dos grupos de protestantes: ‘Yo No Pago’ y ‘Toma el Metro’, por lo que los medios de comunicación han aprovechado sus protestas para incluir de nuevo este término, de este modo encontramos: “Se confirman cinco detenidos en la acción #yonopago en Madrid” (Periódico Diagonal 01/02/2012).

También encontramos otro titular semejante: “El Movimiento ‘Yo No pago’ convoca nueva acción en Sol en protesta por la subida del transporte público” (Europa Press 20/04/2012). Esta acción alude a una concentración en la Puerta del Sol, de forma pacífica para manifestarse contra las subidas que según los participantes del grupo “no hacen más que precarizar a la población” (Europa Press 20/04/2012).

Por consiguiente, la palabra acción, que vio modificado su valor semántico con su vinculación al contexto socio-político concreto del País Vasco, se puede emplear hoy en día en otras regiones y en otros contextos, aunque mediante una progresiva disminución en intensidad de sus connotaciones violentas. No es el término, pues, sino el ámbito de uso lo que ha permitido la extensión de la palabra.

Sin embargo, ante estos acontecimientos la presidenta de la Comunidad de Madrid afirma en un comunicado que: “No se van a ir de rositas”, y que “este acto no puede quedar impune, se ha puesto en peligro la vida de los viajeros y  se ha cuestionado el servicio de metro, uno de los mejores del mundo” (El País 25/004/2012). A pesar de las declaraciones de Aguirre una portavoz de Metro ha informado en la misma noticia que: “En el momento de la acción ninguno de los trenes estaba circulando sino que estaban parados en las estaciones […] como no estaban en movimiento es posible que muchos viajeros no se hayan ni dado cuenta”. Observemos, por lo tanto, la novedad respecto de las consideraciones anteriores: ahora la palabra acción puede conducir hacia dos percepciones muy distintas, puesto que mientras la presidenta de la comunidad autónoma atribuye a esta acción un nivel de gravedad, la portavoz del metro no otorga ninguna gravedad a los hechos. Este doble sentido está permitido por la polisemia de “acción”, y el hecho de que sea el hablante el que decida emplear el vocablo en el sentido de «protesta violenta», «protesta callejera» o «paralización del metro» indica que ambos sentidos todavía no están fijados (dicho en términos técnicos, que asumen carácter de implicaturas).

De este modo, nos encontramos frente a una formación cronológica de polisemias de la palabra acción, condicionada por la fuerza mediática de la prensa, así como frente a una baraja de posibilidades de uso según el ámbito y el nivel de gravedad que describe. La cuestión es determinar si son posibles nuevas adhesiones polisémicas a esta palabra. A nuestro entender, cabe pensar que el caso puede seguir abierto puesto que, como hemos visto, la transformación del campo semántico de una palabra depende de múltiples factores relacionados con el contexto, con el punto de vista y sobre todo con las necesidades del hablante a la hora de calificar y relacionar unos hechos dentro de su personal escala de valores. No olvidemos, además, que la ambigüedad y la hiperonimia son a veces una forma más de comunicarnos.

Maria Pastor Puig

3) Nietaflauta. Este tercer apartado será el más inestable, ya que es el menos consolidado. Vivimos en una realidad cuyos cambios se reflejan día a día en el lenguaje y una vez tenemos establecidos a los yayoflautas como el ala madura del 15-M se cuela una nietaflauta en las líneas de algún artículo periodístico. La nietaflauta en cuestión, lejos de lo que pudiera parecer – podríamos estar ante una perroflauta más- es una niña pequeña que iba con sus abuelos a las protestas y a la que pusieron un cartelito que rezaba “Yo soy nietaflauta” tal y como podemos ver en el siguiente enlace: http://lasdel8.blogia.com/2012/040101-nieta-flauta.php . Más allá del impacto de esta “tierna” imagen que a muchos conquistó, llevando incluso a la creación de algunos grupos en Facebook, Yo también soy fan de la “Nieta Flauta” (https://www.facebook.com/pages/Yo-tambi%C3%A9n-soy-fan-de-la-Nieta-Flauta-/146398608814305 ), estamos ante algo más profundo ya que no solo se categoriza a aquellos que tienen un compromiso social y político sino que también se diferenciará a todos aquellos relacionados con ellos, estén o no comprometidos. Una niña no puede tener compromiso ni conciencia social como para llevar el denominador de nietaflauta, pero su presencia en una manifestación hará que, a partir de entonces, podamos diferenciar entre nietas normales y nietaflautas, lo que carga, de forma ambigua, al sufijo como cualquier elemento que se usa para sectorizar a la sociedad.

4) X-flauta, los otros derivados. Aunque parezca que la nómina de palabras que se ha creado análogamente a perroflauta termine ahí, tenemos claros indicios de que no. Esta vez no aparecen en prensa escrita pero sí están en las redes sociales que, hoy en día, son el mejor caldo de cultivo para nuevas palabras. Encontramos, entonces, derivados ya no solo de grupos sociales sino en cuanto a profesión o situación familiar: profeflautas, padreflautas (que aparece en fecha muy cercana al término yayoflauta,  en un tweet del 22 de octubre de 2011: “@Nacho_Ariza Padreflautas y profeflautas al unísono: la pública para adelante, la privada para atrás #mareaverde” ) o mediflautas (7 de diciembre de 2011, hablando sobre compañías médicas: “lo mismo ni está entre las opciones a elegir y que acogernos a mediflautas o vete tu a saber…”) son  algunos de los ejemplos que hemos podido encontrar en la red en general. En todos los casos recogen dos requisitos que explicaremos mejor más adelante: se trata de un colectivo comprometido con una causa, en el caso de los dos primeros, con la educación y, en segundo lugar, tiene un uso en cierto modo despectivo, como el contexto en que encontramos mediflauta.

Finalmente, en el periódico El País encontramos, el día 17 de mayo de 2012, la siguiente viñeta, donde se hace un guiño a todos aquellos “perroflautas” que, en su día, fueron desalojados:

En la revista El jueves, tan solo un día después, el 18 de mayo de 2012, encontramos un cartel que nos habla de banquero-flauta aunque, en este caso, volviendo a su origen primigenio y casi equivalente a perroflauta:

Curiosamente, tanto nietaflauta como banqueroflauta se escriben todavía como dos términos separados. Como veíamos con respecto a perroflauta, Fundéu recomendaba escribirlo en letra redonda, sin ninguna tipografía especial y en una sola palabra, lo que podría indicarnos que no se encuentran todavía fijados del mismo modo que perroflauta o yayoflauta, debido a que sus apariciones han sido esporádicas, al igual que ocurría con padreflauta, profeflauta y mediflauta, que pueden haberse escrito de este modo porque quien los “nombró” conocía bien cómo debe escribirse perroflauta y lo hizo según la norma mientras que, posiblemente, aquellos que usaran banquero-flauta o banquero flauta no lo tenían tan claro. Por otro lado, en el caso de banqueroflauta también influye el hecho de ser una palabra con 3 sílabas, que pasa a 5 con una acentuación llana que hace que la pronunciación sea “extraña”.

En conclusión, estamos asistiendo a la creación de un sufijo, -flauta, que tendrá un significado muy ambiguo dependiendo de quien lo emplee. Por un lado, para aquellos que lo hagan de forma despectiva, se tratará, por tanto, de un sufijo similar a –esco, y, de otro, aquellos que lo empleen de forma positiva, como indicador de un grupo de personas comprometidas, social y políticamente, y, generalmente, reivindicativas. ¿Estamos ante una moda lingüística o ante la consolidación de un sufijo que triunfará, se impondrá y dentro de 50 años será tan habitual como el arriba mencionado –esco? No podemos saberlo con seguridad, ya que la lengua irá cambiando junto a esta situación social, y según el rumbo que siga esta tendrá más o menos oportunidades de fijarse, pero hoy en día así parece ser.

Por tanto, gracias a todo lo originado socialmente por la crisis,  hemos asistido a un desplazamiento de tal calibre que lo que antes era un término despectivo se ha cargado de una connotación política que ha hecho que se acuñen nuevos términos a su imagen y semejanza (apartados 1 y 2). Tras este cambio, que tiene que haber sucedido antes para que la transformación se pueda llevar a cabo, un grupo, que nada tiene que ver con esos jóvenes desaliñados con sus perros famélicos, al sentirse identificado con las demandas de los indignados, calificados con intención peyorativa de perroflautas, tomará este concepto y decidirá aplicárselo a sí mismo, operando un cambio en la raíz de la palabra  para que esta se convierta en automático identificador de su propia realidad: perroflauta > yayoflauta, ya que son todos, cariñosamente, “yayos” comprometidos con nuestra convulsa sociedad. A partir de aquí se han seguido acuñando nuevos términos (apartados 3 y 4), en los que vemos ya que una palabra perteneciente al léxico cotidiano como es flauta se ha vaciado de su significado original, “Instrumento musical de viento, de madera u otro material, en forma de tubo con varios agujeros circulares que se tapan con los dedos o con llaves” (DRAE), para convertirse en un sufijoide, el cual ahora denotará (de forma ambigua como ya veíamos) compromiso político y social. El único matiz que cabe añadir es que su consolidación como sufijo todavía no se ha producido totalmente ya que encontramos ejemplos en los que todavía se encuentra como locución (nieta flauta) y otros en los que sí es sufijo (padreflauta).

Gemma Burgos Segarra

A nuevas realidades, palabras nuevas. Actualmente una gran parte de las nuevas contribuciones a la lista de palabras que conforman nuestro vocabulario para designar “personalidades” se crean por composición. Este procedimiento nos deja joyas tales como gafapasta o perroflauta o, en su nueva versión, yayoflauta (iaioflauta según la procedencia del ejemplo y que nosotros normalizaremos con la <y>, ya que es la más frecuente). Se trata de palabras compuestas por dos sustantivos cuyo significado es simplemente la suma de los significados de cada uno de ellos.

A continuación, analizaremos en el significado de perroflauta, que ha sido modificado a causa de los movimientos que se han alzado en contra de la situación de crisis actual, el de yayoflauta, que tiene poco que ver, aparentemente, con el del primero pero que ha ahora ha surgido con fuerza para, finalmente, observar otros posibles casos de composición con el “sufijo” -flauta y su posible evolución.

1) Perroflauta significa, literalmente, un joven con un perro y una flauta, pero no nos quedemos ahí, ya que sería una definición demasiado escueta. Es posible que este término surgiera en un principio para denominar a este grupo de jóvenes, que podríamos categorizar como neojipis, que sí que iban con un perro y, a menudo, con una flauta o instrumento musical cualquiera, pero la verdad es que hoy en día su significación abarca muchos más rasgos. No solo se refiere a la anterior descripción sino también a cualquier joven de aspecto desaliñado que presume de estar comprometido (anti)políticamente. Generalmente se usa este término de forma despectiva y suele englobar a un grupo muy homogéneo de anarquistas, okupas…, todos ellos con una estética similar. Para más detalles, veamos la descripción que aparece en el periódico ABC:

“El hippismo está de capa caída. Ni siquiera el nombre conserva el viejo sabor a libertad y juventud. Hoy nos suena más bien a viejo y antiguo. De hecho ha sido reemplazado por el despectivo, y no del todo inexacto, perroflauta. (…)En las esquinas, había jóvenes con aspecto de querer revivir el antiguo espíritu. Pero más que hippies parecían eso, perroflautas, con su inescapable aspecto de desaseo y pobreza.” (15/08/2011 A contracorriente Edición de Galicia)

El término perroflauta empieza a aparecer en los periódicos de forma significativa sobre el año 2004. Anteriormente, todos los resultados se refieren a un grupo de rock llamado Perroflauta lo que nos lleva a pensar que, aunque la realidad no aparece hasta más tarde de forma escrita, ya existía. No existen resultados en el CREA pero sí encontramos una posible definición en el Fundéu, la fundación del español urgente, donde se recomienda la tipografía normalizada del término, la escritura en una sola palabra, sin guion, y la siguiente definición “Se emplea el término perroflauta para referirse a un tipo de persona, habitualmente joven y con aspecto descuidado, que puede verse como un hippy en su acepción más moderna. Se les denomina así porque suelen llevar perros y tocar la flauta, aunque el término ha trascendido su significado original y se utiliza en muchas ocasiones de forma despectiva para referirse a cualquier joven con aspecto desaliñado”. Cabe decir que esta respuesta del Fundéu se produce ante la aparición masiva del término en los periódicos tras el movimiento 15-M.

Con la llegada del movimiento 15-M no solo se empezó a llamar perroflauta a los integrantes de este colectivo que participaban en las protestas  contra la crisis (porque haberlos, los había) sino, también, prácticamente a cualquier joven con aspecto, desaliñado o no, que se adhiriera a este movimiento y adquiriera un cierto compromiso político. Estamos, por tanto, ante un caso de enriquecimiento, de ampliación del significado de un término categorizador que pasa  de designar a un colectivo reducido a designar  uno mucho más amplio ya que no todos los indignados son antisistema, antipolítica, anti-… como suelen proclamarse los que serían perroflauta original. Su nuevo significado ya no es aquel invariable que englobaba solo okupas, punks o antisistema, sino que las características que primarán serán la de desaliño y compromiso político. Por consiguiente, ya no es necesario llevar, por ejemplo, un pantalón de cuadros con una camiseta rota para ser perroflauta: ahora solo se necesita ir un poco desaliñado, cosa que está de moda, y tener cierto compromiso con la sociedad. El término se ha desplazado y es posible que dentro de un tiempo ya no designe al colectivo que designaba en el año 2004, mantenga la nueva acepción y estos tengan que buscar un nuevo nombre que los designe.

Esta ampliación de significado, en la que el término queda políticamente marcado, servirá de base para que se acuñe el término de yayoflauta, palabra que usará un colectivo reivindicativo de gente de la tercera edad como veremos a continuación.

2) Yayoflauta. Este término ha aparecido con fuerza en los periódicos tras la “celebración” del primer aniversario del movimiento 15-M como colectivo identificado al que definen de las más variadas maneras pero siempre estableciendo una jerarquía con relación al grupo como vemos en el siguiente ejemplo: “Este año se han sumado a la acción reivindicativa los «yayoflautas», el colectivo de indignados de la tercera edad (…)” ABC. No estamos ante un grupo de “indignados” (para más información remitimos a “El efecto indignado”) con unos intereses distintos, como parecía ser en sus primeras acciones (reclamaban mejoras relacionadas con ambulatorios, tarifas de autobús para jubilados y pensiones), sino que se han unido a la causa común. La gran diferencia entre los “yayoflauta” y el resto de indignados no es solo la edad, sino la experiencia, que, como bien se dice, es un grado. La mayor parte de integrantes de este colectivo son gente mayor de 60 años, no siempre jubilada –en declaraciones televisivas del pasado sábado 12 de mayo una mujer se autodenominaba como yayoflauta pero sin estar jubilada ya que tenía que trabajar hasta los 67, nuevo mínimo de jubilación-, republicanos, generalmente, y que ya en la transición lucharon por conseguir unos derechos que ahora no quieren perder.

El movimiento se inicia en octubre de 2011 y, en noviembre, empezamos a tener noticias escritas de sus acciones tal y como vemos en el periódico Expansión:

Un grupo de unos veinte jubilados, conocidos como ‘iaioflautas’, que se identifican con el movimiento 15-M, han ocupado este mediodía durante 45 minutos la sede de la agencia de calificación Fitch Ratings España (…)” (Expansión, 7/11/2011)

En esta noticia aparecerán dos elementos importantes: por un lado quienes integran el grupo (jubilados); y por otro lado, su filiación ideológica dado que se identifican con el 15-M lo que nos dará las claves para la interpretación de sus acciones.

No será hasta febrero de este mismo año cuando tomarán mayor relevancia, llevando a cabo acciones con, cada vez, un mayor número de integrantes para, finalmente, acabar uniéndose a las proclamas de los indignados, algo que se refleja con un aumento de apariciones de esta palabra en prensa y televisión. En el siguiente ejemplo vemos cómo se refiere al inicio del movimiento yayoflauta en el mes de octubre de 2011 aunque la prensa generalista no se hizo eco hasta 3 meses después, ya que esta es la primera noticia que aparece con este término:

“Los vecinos del barrio de Bellvitge de L’Hospitalet de Llobregat cumplieron ayer 100 días de ocupación del centro de atención primaria (CAP) de la Rambla de la Marina para reclamar a la Generalitat su reapertura. Los ocupantes del ambulatorio son, en su mayoría, personas mayores del barrio -los autodenominados yayoflautas– que el pasado 28 de octubre decidieron ocupar el centro en el último día de funcionamiento y desde entonces se organizan en turnos para no abandonar el edificio.” (5/2/2012) El País

El colectivo también tiene una página en Facebook llamada “iaioflautas” en la que cuelgan noticias relacionadas y se llaman “a la lucha” con consignas tan llamativas como “La experiencia es un grado, la indignación un estado” y una página web, “iaioflautas.org”, cuyo subtítulo, traducido del catalán es muy ilustrativo: “luchamos y conseguimos una vida mejor para nuestros hijos” confirmando la caracterización anterior que hacíamos del grupo.  Como curiosidad, estos “iaioflautas” eran de Cataluña pero en la última semana ha surgido un nuevo grupo valenciano. Un movimiento “imparable”.

En dicha página web explican que deciden autodenominarse así como reacción al uso de perroflauta para descalificar a los manifestantes adheridos al movimiento 15-M. Pero, ¿por qué deciden tomar de la palabra la parte flauta y no la de perro llamándose, por ejemplo, perroyayos? Puesto que, como veíamos, el significado de estas palabras compuestas es la suma de los significados de ambos, la parte perro nos remite a un referente sucio, famélico… que suele ser el estado en el que se encuentra los animales de los susodichos; por otro lado, la parte de flauta es más neutra, se puede referir al ruido, a la música, pero será, también, la que seleccionará el rasgo de compromiso que se ha producido con el cambio de significado operado en perroflauta tras el 15-M que, junto con la mayor relevancia que se le dará al yayo configurará el significado del nuevo término. Así pues, tendremos no unos jóvenes desaliñados pero comprometidos sino un grupo de gente mayor que adquieren un compromiso con la sociedad de la crisis.

Gemma Burgos Segarra

Existe un lenguaje de la crisis, eso es indiscutible. Cuando hablamos de crisis, por supuesto, nos referimos a la crisis económica que nos rodea. Desde que se empezó a hablar de ella el pasado decenio, los diferentes medios de comunicación nos bombardean cada día con una serie de palabras que antes no utilizábamos. Podríamos poner una serie interminable de ejemplos como prima de riesgo, stock opcions, impagos, etc.

Aquí vamos a analizar un término que estos días estamos oyendo constantemente: recorte y su plural recortes. Lo vamos a tratar desde diferentes puntos de vista lingüísticos (especialmente, desde el semántico y desde el sintáctico). Empezaremos centrando nuestra atención en la cuarta acepción en plural de dicha palabra que, en la definición del DRAE, se define como «Porciones excedentes que por medio de un instrumento cortante se separan de cualquier materia trabajada hasta reducirla a la forma que conviene».

No es un término precisamente económico pero, al igual que otros como tijeretazo (ver Tijeretazo: de recorte a ajuste…) se han adaptado para mostrar de manera gráfica el resultado de esas medidas que se están adoptando en estos tiempos de  crisis.

Como hemos comentado, tras el empeoramiento de la situación económica y con las reformas del actual gobierno, su uso ha crecido tanto que es una de las palabras más utilizadas estos días. Para comprobar con más claridad este considerable aumento, examinaremos la siguiente tabla tomando como referencia dos periódicos, uno de tirada nacional,  ABC, y otro regional,  Levante.

ABC Levante
Primeros tres meses de 2011 1044 478
Primeros tres meses de 2012 2571 1754
11 de mayo de 2011 20 17
11 de mayo de 2012 44 45

Tras comparar estos dos periodos de tiempo (trimestre y día) y después de haber analizado los resultados podemos confirmar que el uso del término se ha duplicado en 2012. Debemos señalar que en Levante se hace distinción en el uso de la palabra entre plural y singular.

Este término tiene dos modalidades de uso: en su forma metafórica y en su forma literal. Es evidente que el uso literal se mantiene en el léxico de la moda, como por ejemplo en el blog Prêt à porter (perteneciente a La Gaceta), en donde encontramos una entrada en la que podemos leer: «Shorts: los recortes también llegan a los pantalones.» Así como en el ámbito taurino donde recorte aparece lexicalizado: «únicamente destacó el uso del capote, a la verónica y en un recorte para poner al toro en suerte en el caballo.» (25/04/2003, ABC). También lo podemos ver en el campo de la pintura y de la literatura. En cambio, su uso metafórico en el contexto económico se aprecia en el siguiente ejemplo: «Fabra asume que los recortes del PP provocarán contestación social» (17/11/2011, El País). Igualmente en determinados lemas: «No a los recortes», donde recortes ya alude a una realidad distinta, esto es, al efecto de recortar.

También existen diferencias entre el singular y plural de recorte. En plural tiene un significado más general, es decir, un uso más amplio y una mayor extensión, por eso su uso es mucho más frecuente. En cambio, recorte se aplica de un modo más bien literal y reducido. El valor de plural del primero de estos términos hace que sea menos accesible el referente, puesto que no sabemos a qué tipo de recortes en concreto se refiere, como se demuestra en: «Reprochan a la Junta su petición de recortes para la escuela concertada» (16/04/2012, ABC).

Analizando la posición sintáctica de recortes, se observa que aparece con más frecuencia como complemento directo seguido de las funciones de sujeto y de complemento del nombre. Tenemos un ejemplo de sujeto: «Los recortes del Gobierno dañarán más a los institutos que a los colegios andaluces» (16/04/2012, El País). Cuando es sujeto, el objeto directo suele ser sanidad, educación, déficit, etc. y además aparece mermado con verbos de connotación negativa como dañar, afectar, desbocar, etc. En cambio, cuando recortes es objeto directo aparece dominado por un sujeto con capacidad de acción que normalmente es el Gobierno, la Comisión, la alcaldesa, empresarios, etc. Así, se puede constatar en este titular: «El Congreso aprueba los recortes en Sanidad y Educación con los votos ‘solitarios’ del PP» (17/05/2012, 20minutos)

En definitiva, la palabra recortes hace referencia a una figura que aparece separándose de un fondo, para lo cual hay que cortar la figura. Los recortes son los elementos que sobran. Aplicado esto a recortes en sanidad, por ejemplo, eso quiere decir que lo que se quita es un elemento que no hace falta para la figura. Si eso es así o no, el tiempo lo dirá. De momento, veamos esto como un conjunto de recortes en lo social, aunque el sobrante, traducido lingüísticamente, acaba en los discursos públicos. Pura pragmática.

Paloma Corella Montero

Si acudimos a cualquier periódico, observaremos que el tema de la crisis arrastra una serie de nociones, ideas y acciones propias y especiales  de esta mala situación económica. Entre ellas encontraremos  la del tijeretazo, recorte o ajuste que se está aplicando en varios ámbitos: educación, sanidad… Pero, ¿qué se quiere decir realmente cuando hablamos de tijeretazo, recorte o ajuste? ¿Se emplean como sinónimos o su relación va más allá de una relación de sinonimia? Esta pregunta la intentaremos contestar a lo largo de este artículo.

En el DRAE se  define tijeretazo como: Corte hecho de un golpe con las tijeras. No obstante, con la crisis económica de 1984, el término adquirió un nuevo sentido que permite que haga referencia a los recortes presupuestarios: se acudió a una experiencia material conocida para dar nombre a un acontecimiento abstracto; es decir, con este nuevo sentido, tijeretazo pasó, en ese contexto, a ser una metáfora ontológica a la que se ha recurrido cuando ha habido una crisis (Lakoff):

Italia está empezando a subir una dura cuesta de su recuperación económica, pero se trata de una operación que acabará abortando si no se obtiene una estabilidad monetaria  a través de un drástico tijeretazo al gasto público […]” EL PAÍS 02/04/1984.

En este caso, tijeretazo está reforzado por un adjetivo que le otorga  connotaciones más negativas, pues todavía no se encuentran en sus rasgos semánticos, de modo que se hace obligatoria la inclusión del modificador para dotarlo de más fuerza que al otro término que se puede utilizar para hacer la misma referencia, recortes (ver la entrada referente a recortes). En 1995, se utiliza tijeretazo:

[…]Una parte puede salir del pago de los intereses de la deuda y otra del recorte de subvenciones a empresas públicas. Pero el resto, de un ‘tijeretazo’ a las prestaciones sociales.”(El mundo, 15/12/1995)

Sin embargo, todavía no está marcado por una carga tan negativa, pues en esa división en tres secciones que se hace del pago de una deuda, hay una clara equiparación entre la parte que se recogerá gracias a unos “recortes” y la recogida gracias al “‘tijeretazo’”. En la actualidad, un aumento en la frecuencia de su uso, ha creado bajo la palabra tijeretazo el topos gradual (Anscombre y Ducrot) ‘cuanto más crisis, más tijeretazo’: “Tijeretazo en plena crisis” (ABC 5/4/2012); “La consejera afirma que la crisis obliga al ‘tijeretazo’” (El País 15/2/2012). Además,  pasa a estar claramente marcado con un valor negativo superior al que le otorgamos al término recortes; por tanto, ha habido una reducción en su extensión porque se ha añadido un rasgo extra, por lo que no va a poder hacer referencia a todos los recortes, sino a aquellos cuantitativamente más grandes o peor considerados, dejando de esta forma el terreno más acotado:   “Alarte plantea recortar 587 millones sin tijeretazo y sin gravar la gasolina” (El País 20/1/2012) “El Consell contempla más recortes tras el tijeretazo de Año Nuevo” (El País  3/1/2012) “Olano pide ‘prudencia’ para valorar el impacto de los recortes del ‘tijeretazo’” (El Mundo 1/6/2010). Con estos ejemplos podemos observar que el recorte no implica el tijeretazo “[…] recortar […] sin tijeretazo […]” pero tijeretazo sí que implica el recorte, es decir, es un término que arrastra a los que están por debajo en su escala:“[…] recortes tras el tijeretazo […]” o “[…] recortes del tijeretazo”. Incluso podríamos incluir otro elemento: ajustes.

El hecho de haber recurrido a un análisis de los usos en los que aparece este término, para después compararlos con aquellos en los que se utilizan recortes y ajustes, nos permiten concluir que la ordenación escalar actual de los tres términos es la siguiente:

Tijeretazo————————- recorte————————— ajuste

+                                                                                         –

Si establecemos que tijeretazo es más fuerte que recortes, con este ejemplo podremos determinar que ajustes es más débil que recorte: “Cospedal contesta: «No hay recorte, es ajuste para salvar servicios sociales»( El País 1/1/2012), o “La Junta insiste en que no hay recortes, sino ajustes por culpa del Gobierno”( El Mundo 29/9/2011).

Para completar estas ideas, podemos fijarnos en los elementos que introducen estos conceptos y notaremos que las preposiciones y las conjunciones, tanto sin como tras, del o sino tienen gran importancia a la hora de situar a los tres elementos en orden: “Alarte plantea recortar 587 millones sin tijeretazo y sin gravar la gasolina” (El País 20/1/2012), se excluye el tijeretazo pero sí se deja el recorte lo que implica que este es más débil: ‘no hay tijeretazo pero sí recortes’. En “El Consell contempla más recortes tras el tijeretazo de Año Nuevo”(El País 3/1/2012)  se dice que ‘el recorte será más suave después del tijeretazo que se ha aplicado’.  En “Olano pide ‘prudencia’ para valorar el impacto de los recortes del ‘tijeretazo’” se incluye el recorte en el tijeretazo, es decir, ‘que haya habido un tijeretazo implica también que el recorte se ha dado. “La Junta insiste en que no hay recortes, sino ajustes por culpa del Gobierno” en el elemento negativo es el recorte y el positivo el ajuste.

En definitiva, la extensión de significado que ha sufrido el término tijeretazo ha posibilitado que se encuentre en la parte superior de una escala en la que los elementos se organizan según su nivel de negatividad.

Rosa Romero-Nieva Mahiques

Hubo un tiempo no muy lejano en el que las grúas se levantaban por encima de los edificios ofreciendo una estampa al visitante casi tan singular como antiestética, un tiempo en el que camiones cargados de material de construcción se paseaban por las carreteras y se negaba constantemente la existencia de una burbuja inmobiliaria muy peligrosa que suponía más de un 20% de la economía del Estado. En definitiva, hubo un tiempo en el que se hinchó en exceso la burbuja creando el caldo de cultivo idóneo para la gestación de una crisis económica que inevitablemente se presentó ante la sociedad allá por el 2008 como una de las mayores recesiones económicas que se recuerdan desde el final de la Segunda Guerra Mundial, recibiendo en España el nombre de “crisis del ladrillo”.

¿Cómo que la crisis del ladrillo? ¿Qué pasa con los ladrillos? ¿Acaso tienen algún problema esas “Masas de barro, en forma de paralelepípedo rectangular, que, después de cocidas, sirven para construir muros, solar habitaciones, etc.” (DRAE)? No, dudo bastante que los ladrillos hayan caído en cualquier tipo de crisis moral, religiosa, de valores… Entonces, ¿qué es la “crisis del ladrillo”? o, mejor dicho, ¿qué sentido le hemos dado al término ladrillo? La respuesta es sencilla para el hablante, que rápidamente adivina que es una metonimia que hace referencia a las mismas realidades que sector inmobiliario y sector de la construcción y que por asimilación a estos sintagmas ha posibilitado la creación del mismo sentido en la forma sector del ladrillo. Ahora tratemos de explicarlo:

En primer lugar nos acercamos al CREA y realizamos una búsqueda filtrada, centrada en España, en Prensa y en la categoría Política, economía, comercio y finanzas. Entonces comprobamos que los términos sector de la construcción y sector inmobiliario se utilizan desde los años 70 con el mismo sentido que el que le damos actualmente, apareciendo en 81 y 39 casos respectivamente. Sin embargo, no nos encontramos ante ninguna coincidencia si buscamos sector del ladrillo, por lo que en debemos suponer que su uso es más actual, pero para cerciorarnos debemos recurrir a otras fuentes: en el diario El País (24/7/1999) aparece publicado un artículo en el que se dice que “El Gobierno de la Comunidad de Madrid ha abierto una investigación para determinar la posible existencia de un oligopolio fáctico […], que podría ser el causante del aumento del 100% en el precio de este material”. En este caso no se está haciendo referencia al total del sector de la construcción, sino exclusivamente a aquellas industrias de la  producción de ladrillos, de “Masas de barro…” (DRAE). Si continuamos por esta línea, en El Mundo (31/5/2005) aparece el primer caso que hemos podido registrar de un uso diferente: “Dentro del sector del ladrillo, objeto de persistentes compras en las últimas jornadas, las mayores ganancias del Ibex-35 se las anotaron los títulos de Metrovacesa”. Si se tiene en cuenta que Metrovacesa es una constructora, se puede afirmar que en este caso se está haciendo referencia al sector de la construcción en general. Pero, ¿qué ha pasado durante esos 6 años para que se haya añadido un nuevo sentido? La respuesta nos la da la búsqueda de ladrillo en el CREA. De nuevo filtramos la búsqueda y nos aparecen 23 casos que revisamos uno por uno para poder afirmar que 3 de ellos, de los años 2003 y 2004, tienen el mismo significado que sector inmobiliario: “La otra cara de la moneda de esta intensa actividad del ‘ladrillo’ es que prosigue la subida de los precios del suelo: ‘Los precios de la vivienda continúan aumentando muy rápidamente’” (La Razón 1/12/2004). Además, este caso es especialmente revelador, pues al aparecer entrecomillado nos hace suponer que nos encontramos ante una palabra utilizada con un nuevo sentido. Por lo tanto, las fechas demuestran claramente que ladrillo adquiere un nuevo significado que posibilita que pueda referirse a las mismas realidades que los términos sector de la construcción y sector inmobiliario; a raíz de ello, se crea el sintagma sector del ladrillo, de idénticas características.

Sin embargo, pese a tener los mismos referentes se aprecian algunos matices que diferencian los pares ladrillo-sector del ladrillo y sector de la construcción-sector inmobiliario. Para encontrarlos debemos ver en qué contextos se utiliza cada uno de ellos: ladrillo y sector del ladrillo se utilizan en entornos negativos: en el artículo del ABC (20/3/2012) “El sector del ladrillo, moroso número uno” podemos leer que “Los banqueros del país reconocen que el lastre del ladrillo explica en gran parte el elevado ratio de morosidad”. Sin embargo, en los casos de sector de la construcción y sector inmobiliario vemos que existen tanto usos en contextos positivos (“El indicador de confianza en el sector de la construcción fue el único que resistió la tendencia general a la baja y se mantuvo estable tanto en la eurozona como en la UE” La Razón 1/04/2003) como negativos (“Cuentan los analistas del BBVA lo que ya narró el Banco de España: el sector de la construcción se desacelerará en 2003” El Mundo 17/01/2003). Por consiguiente, los términos sector de la construcción y sector inmobiliario tienen unos mayores ámbitos de uso debido a que pueden utilizarse tanto en entornos lingüísticos positivos como negativos,  mientras que ladrillo o sector del ladrillo aparecen mayoritariamente en los negativos. La proliferación del uso en estos contextos ha provocado que se haya cargado de evocaciones negativas asociadas a la especulación inmobiliaria y edificación excesiva.

En definitiva, para hacer referencia al sector de la construcción y sector inmobiliario se ha añadido al término ladrillo un nuevo sentido cargado de matices negativos, que  ha entrado a formar parte del sintagma SECTOR+CN por similitud con  sector de la construcción y sector inmobiliario, lo que ha provocado que sector del ladrillo adquiera también esas connotaciones.

Contextos positivos Contextos negativos
Antes de    2003 1)Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

1) Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

2003 / 2004 1) Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

1) Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

3) Ladrillo

2005 en adelante 1) Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

1) Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

3) Ladrillo

4) Sector del ladrillo

Fig. 1 Inserción de ladrillo y sector del ladrillo en el conjunto de formas de hacer referencia al sector inmobiliario

Durante los periodos de prosperidad económica que preceden a las grandes depresiones –parece cierto que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra–, las tasas de población ocupada ascienden al mismo ritmo que los edificios; sin embargo, en las posteriores crisis se lanzan al vacío desde las azoteas. Eso sí, hay algunos trabajos que resisten los fuertes golpes que sacuden los cimientos, y no estoy hablando de del cobrador del frac, sino de de los lexicógrafos: durante los períodos de crisis se crean muchos términos o sentidos nuevos relacionados con la economía –la sabiduría popular diría que la necesidad agudiza el ingenio- que ellos deben rastrear y registrar para que posteriormente pasen a formar parte del corpus léxico. Pero no nos dejemos engañar por las apariencias: no es una buena noticia esta carga extra de faena y tampoco lo es esa explosión imaginativa de los hablantes que los lleva a crear metonimias, metáforas… Nos gusta estudiar la lengua, pero no queremos que las circunstancias socio-económicas nos obliguen a hacer lingüística de las malas noticias, aunque nos resignamos, qué remedio. Eso sí, con cautela; no vayamos a caer en el viejo refrán: mal de muchos, consuelo de tontos.

Raúl Molina Gil

Mileurista. Hace unos años, era realmente un signo de ferviente valentía atreverse a verbalizar una palabra que parecía deteriorar la imagen social  de su emisor. Todo aquel que emprendía (y digo emprendía) la arriesgada labor de transformar una oración abstracta y ajena, tal como soy mileurista, en un enunciado palpable y real, podía llegar a convertirse en un asesino de su imagen, pues ser mileurista era sinónimo de precariedad, de haber tocado fondo. Pero el mileurista aspiraba a mejorar su situación laboral y protestaba con  un único objetivo: cambiar su futuro y mejorar su situación económica y social. Con el tiempo, la esperanza se va perdiendo y nos topamos cara a cara con la cruda realidad.

El término mileurista surge hace seis años en El País. Una joven envía una carta al periódico para quejarse de la precariedad laboral de su generación: el mileurista es aquel joven, de 25 a 34 años, licenciado, bien preparado, que habla idiomas, tiene posgrados, másteres y cursillos. Normalmente iniciado en la hostelería, ha pasado grandes temporadas en trabajos no remunerados, llamados eufemísticamente becarios, prácticos (claro), trainings, etcétera.

Todo parecía apuntar en aquel entonces que ser mileurista era sinónimo de fracaso, de haber alcanzado el nivel más bajo en la escala social. Sin embargo, aquello que un día fue signo de mediocridad, pronto empezó a constituirse como una nueva clase, que, con el tiempo, pasaría a ser la  más extendida: Seguro que usted tiene un mileurista a mano: su hijo, su hermano, su cuñada, su vecino… (El País). Se consolidaba así, una nueva generación: es la generación mileurista, la que se ha acostumbrado a tener que vivir con 1.000 euros al mes y, en el mejor de los casos, con un trabajo precario (El País).

El término mileurista se convirtió en una de las palabras más usadas en la prensa española. Nos topamos pues, con afirmaciones que nos muestran el significado peyorativo que tomó el término en cuestión: El «mileurista» se ve a sí mismo como el paradigma del fracaso de este modelo económico (ABC); Y de esta manera ese tercio de la población que se debate entre el paro y el mileurismo, la «generación precaria», formado en buena medida por jóvenes con una preparación que, en teoría, es la mejor que ha tenido nunca nuestra sociedad, ve pasar los años sin que puedan crear un horizonte personal razonablemente sólido y próspero (El País).

Como vemos, en un primer momento la definición de mileurista englobaba únicamente a todos aquellos universitarios que, pese a su condición de “pluritítulos”, se veían obligados a aceptar trabajos poco remunerados. Con el paso de los años, la palabra mileurista se fue generalizando y empezó a constituir no solo la clase más baja de la escala social, sino también la más extendida: El mileurista ha dejado de tener edad. Gana mil euros, no ahorra, vive al día de trabajos esporádicos o de subsidios y, pese a todo, no se rebela. Encontramos, pues, diferentes ejemplos en los que el término mileurista ha dejado de ser utilizado exclusivamente para referirse al sector universitario y empieza a abarcar otro tipo de sectores sociales, entre ellos, los parados y jubilados: Un mercado low cost más adecuado a las nuevas economías de mileuristas, parados o jubilados con escaso poder adquisitivo y pocas esperanzas de mejorarlo a medio plazo (El Pais). Observamos además titulares tan sorprendentes como: El 63 % de los trabajadores españoles son mileuristas (Expansión). Y es que el mileurismo ha llegado a ser tan común en nuestra sociedad, que los más envidiosos quieren poder ostentar el término en cuestión, aún sin tener capacidad para ello. Hablamos de los coches mileuristas: […] se ha consolidado el vehículo mileurista -más de diez años o 100.000 kilómetros- como principal protagonista del mercado ante la mala situación económica y la falta de liquidez. (Expansión).

Casi sin darnos cuenta, el término  mileurista ha logrado superar nuestras expectativas y ha subido un puesto en el ranking. La aparición de un nuevo término, el nimileurismo, ha hecho que ser mileurista sea, más que una condena, todo un privilegio: La crisis convierte así poco menos que en unos privilegiados a quienes eran tenidos (y se tenían) por casi marginados: al menos poseen un trabajo, aunque sea malo, y al menos disponen de un sueldo, aunque apenas sea realmente digno de ese nombre (El País).

El término nimileurismo surge en el periódico El País y lo encontramos registrado por primera vez en un reportaje publicado el 9 de marzo del 2012. En él, se nos habla de una generación que ha logrado sustituir a la que hasta entonces había sido la última tendencia social. Así pues, la generación mileurista da paso a la  Generación nimileurista (El País).

El nimileurismo se ha convertido en fiel seguidor del mileurismo y, no contento con ello, ha conseguido precederle y arrebatarle el último puesto. Ser mileurista ya no es lo que era. Ahora, el mileurista es todo un emprendedor, pues aspira a subir ese peldaño, mientras el nimileurista ha perdido ya toda esperanza: “Antes éramos mileuristas y aspirábamos a más. Ahora la aspiración es ganar mil euros” (El País). El nimileurista, aquel que no llega “ni siquiera” a los mil euros mensuales, ha hecho que empecemos a ver al mileurista como todo un privilegiado y encontramos diferentes afirmaciones que nos muestran un cambio de significado en la palabra mileurista, que empieza a tener connotaciones positivas,  adquiere estatus y deja de ser el último de la fila: Hace seis años el mileurismo nació como un símbolo de la precariedad. Ahora es una aspiración. (El País). Podemos decir, pues, que el término mileurista se ha embellecido con la aparición del nimileurista: El mileurismo ha dado paso a una versión más precaria de sí mismo, el nimileurismo (El País). El nimileurista constituye una nueva categoría social y desplaza al mileurista de su posición, creando una escala como la siguiente:

+ Mileurista

–  Nimileurista


Así las cosas, solo podemos esperar que el nimileurista consiga mantener su posición y no se vea forzado a cederle el puesto a un  nuevo ganador. Quedarse en la calle nunca fue una aspiración. Esperemos que no sea necesario salir a la calle para evitarlo.

Lidia Villalba Caballero