Esto es lo que la banca nacional pone en boca de  los jóvenes españoles:

Y esto es lo que la «generación perdida» dice de sí misma:

Enlace al blog de Tomás Córcoles

http://vlcnews.es/politica/la-crisis-segun-los-linguistas/

El diecisiete de octubre de 2013, el prestigioso economista José Vinyals, subdirector del FMI, pronunció una conferencia en Valencia en la que analizaba la situación económica actual. Con el título «La economía global en transición», expuso durante más de una hora los síntomas de la etapa de transición con la que, según él, el mundo está saliendo de la Gran Recesión. Las únicas palabras referidas a su país hablaban de ciertos desequilibrios regionales que se observan en algunas partes del mundo como, por ejemplo, en el sur de Europa.  Tan solo un día antes, Emilio Botín, presidente del Banco de Santander, afirmó  que a España «está llegando dinero de todas partes». Y esta misma semana el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, ha recibido en Washington los parabienes de Barack Obama y de Christine Lagarde, con quienes habló de «el desafío de asegurar que la recuperación en curso dé lugar a un crecimiento vigoroso y a la creación de empleo, apoyándose en el progreso logrado hasta la fecha» (http://www.lavanguardia.com/politica/20140113/54399096924/lagarde-felicita-a-rajoy-por-su-reforma-laboral-y-de-las-pensiones.html).

Sea cual sea la percepción de los ciudadanos, parece que una parte de la sociedad ha dado esta crisis por zanjada. Tomando el método de estilización que propone la Retórica, denominaremos a esta parte de la sociedad el Proponente. Todos los demás, serán, por exclusión, el Oponente. Así, lo que para el Oponente es crisis, paro y angustia, para el Proponente es transición hacia la recuperación, opulencia y optimismo. Si, siguiendo el modelo antagónico retórico, aquí ha habido un enfrentamiento, parece muy claro que el Proponente no solo ha ganado la batalla, sino que, además, anuncia su final a las filas enemigas, que aún siguen, armadas de hachas y  piedras, en sus puestos de combate.

Pero, ¿cómo convencer a la mayor parte de la población, que experimenta en sus carnes la crisis de forma cotidiana, de que las subidas de precios, la bajada de salarios, el aumento del paro, la pérdida de expectativas o la destrucción de sectores productivos no son más que disfunciones en el camino de la recuperación? Tal y como Orwell predijera, cambiando la percepción de la realidad por medio del lenguaje; enviando andanadas constantes de mensajes retóricamente cargados para cubrir, siguiendo la metáfora de Hjemslev, el foco de luz de los hechos con la red del lenguaje. En los últimos meses, las campañas de publicidad de compañías de seguros, universidades privadas, bancos y empresas de seguridad, entre otros, se han multiplicado. Estaciones de metro, autobuses urbanos, fachadas de edificios y pantallas de todo tipo se han visto ocupadas con sus mensajes. Tal vez sea una casualidad, pero resulta más interesante verlo como una (cadena de) causalidad: las campañas publicitarias arrecian porque se han creado las condiciones necesarias para que haya más clientes de todos estos servicios.

Sigamos pues el consejo del Proponente y situémonos del otro lado de la valla. El objetivo de este tercer año del blog será el análisis del lenguaje del vencedor: veamos, analicemos, desgranemos cada una de las ofertas del Proponente; entremos en su mundo y examinemos críticamente qué nos proponen y –sobre todo– cómo justifican aquello que proponen. Campañas de seguros, productos bancarios, el negocio de la educación y el negocio de la sanidad nos van a ocupar de forma preferente. Solo el tiempo dirá si la sociedad que dichas entidades prefiguran a través del lenguaje llega finalmente a hacerse realidad.

 

Salvador Pons Bordería

Mentar al diablo

17/10/2013

 El día 13 de abril de 2013, María Dolores de Cospedal zanjó el polémico debate a propósito de la legitimidad de los escraches (según el País, «propuesta calcada de Argentina, donde las víctimas de la dictadura llevaron su denuncia a los barrios o puestos de trabajo de los responsables de la represión») calificándolos sonoramente de «nazismo puro». En este escrito nos proponemos reflexionar sobre la repercusión de estas palabras en el seno del debate que se estaba llevando a cabo y que, como veremos, termina abruptamente tras la intervención de la secretaria general del PP. Hacemos esto siguiendo la impresión, tal vez infundada, de que el funcionamiento argumentativo  de la comparación entre Hitler y un elemento cualquiera funciona de manera anormal en este caso, y en otros en los que se ha aplicado el mismo argumento en los últimos tiempos.

Uno de los recursos argumentativos más utilizados a lo largo del siglo XX ha sido la comparación sistemática de un elemento X con Hitler, o con cualquier de sus múltiples atributos, con el fin certificar su negatividad. Podría incluso decirse que la figura del dictador ha sustituido en el último siglo el puesto dejado por el Demonio —por desgracia, parece que la plaza de Dios sigue vacante—. Este hecho se cumple en todos los ámbitos en los que pueda aflorar una argumentación, desde una conversación en una cafetería hasta una sesión del Congreso de los Diputados. Tanto es así que Leo Strauss, en su libro de 1953 titulado Natural Right and History, llegó a proponer, en lugar de «reductio ad absurdum», la idea de «reductio ad Hitlerum»:

« […] we must avoid the fallacy that in the last decades has frequently been used as a substitute for the reductio ad absurdum: the reductio ad Hitlerum. A view is not refuted by the fact that it happens to have been shared by Hitler. »

Para poder entender esta idea es necesario saber que un paralogismo (fallacy, en inglés) es una argumentación no válida, cuya forma recuerda a la de una argumentación válida. Así, una «reductio ad absurdum» sería un tipo de paralogismo, según el cual se comparan dos expresiones que, aunque lo parezca, no mantienen una relación «real». De modo que la conclusión que se alcanza es absurda. Por ejemplo, en una discusión a propósito de la existencia de los ovnis, un creyente argumenta al escéptico que, si su razón para no creer en ellos es no haberlos visto, por la misma razón debería negar la existencia de la Gran Muralla China, teniendo en cuenta que no la ha visto nunca. Esta idea carece de fundamento: es una analogía no válida.

El abuso que se ha realizado de este argumento de manera poco rigurosa lo ha desprestigiado tremendamente, hasta el punto de que en 1991 Mike Godwin expuso, aplicada a las conversaciones online, la idea de que aquel que mencione a los nazis en primer lugar habrá perdido automáticamente cualquier debate que estuviera llevándose a cabo. Equivaldría algo así a un «me rindo» o incluso «pasapalabra».

No obstante, nos vamos a atrever a puntualizar esta idea y a proponer que el hecho de que alguien recurra a este argumento, que pone fin a toda argumentación posterior—la refutación más habitual a esta es acusar de lo mismo al que lo ha pronunciado en primer lugar; se llega a una especie de «punto muerto»— puede responder a un fin que excede a las reglas básicas de la argumentación: ponerle fin de una vez por todas. Observamos que, a lo largo del desarrollo de un debate, va aumentando paulatinamente la agresividad de los argumentos hasta que se alcanzan unos puntos que son excesivamente molestos para una de las partes. Cuando esto ocurre, se sacará a relucir más pronto que tarde la comparación con los nazis. De esta manera se pone fin al incómodo debate. Con esto, lejos de cambiar los planteamientos establecidos por Strauss, Godwin y otros autores, pretendemos dar un paso más allá: atisbar las consecuencias que este argumento puede provocar en fases siguientes de la argumentación.

Para comprobar si esto es plausible, analizaremos en qué medida las palabras de María Dolores de Cospedal influenciaron en el debate que se estaba llevando a cabo y en el que se lidiaba el controvertido debate a propósito de la legitimidad de los escraches. Este debate surgió, a finales de febrero de 2013, a raíz del incremento en el número de desahucios en España. Así pues, nos esforzaremos por resumir la trayectoria más destacada del debate en cuestión, para lo cual haremos uso de cuatro diarios digitales (la Razón, el ABC, El País y Público) con el fin de reconstruir el panorama cronológicamente, como si de un puzle se tratara.

Desde septiembre u octubre de 2012, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) empezó a esforzarse en frenar o, por lo menos, complicar, los desahucios que, de repente, parecían proliferar por todo el país. Con este fin acudían a los domicilios de los afectados, apoyándoles en su protesta y llegando incluso, en ocasiones, a evitar algún desalojo. Ya en el mes de febrero de 2013 se decidió trasladar las quejas directamente a los domicilios de los políticos. Así, leemos el 14 de febrero en El País, «la PAH intensificará sus acciones para presionar a los diputados».

Pronto, por supuesto, surgirá el dilema y, con él, los bandos: estas propuestas en la puerta de las casas de los políticos, ¿son justificables éticamente? La responsabilidad de los políticos, ¿es razón suficiente como para violar su derecho a la intimidad, si es que verdaderamente se viola? Inmediatamente se forman los bandos necesarios para que pueda desarrollarse cualquier debate: en una primera línea encontraremos a aquellos que están de acuerdo con las medidas de presión llevadas a cabo por la PAH, y sus argumentos se dirigirán principalmente a defender esta justificación. La segunda línea la componen, principalmente, los políticos que sufren o creen que pueden llegar a sufrir las molestas protestas en las puertas de sus casas.

Para exponer de una manera más sencilla el desarrollo del debate, hemos dividido la argumentación en tres fases, en cada una de las cuales se apela a una serie de argumentos que, como se verá, van aumentando su intensidad según el debate se va alargando.

Fase 1.   Expulsión de las casas ––––––––––––>       PROTESTA

En esta fase, la línea a la que, por simplificar, diremos que componen los miembros de la PAH, parece tener la opinión pública de su parte: nadie debería poder expulsar a nadie de su casa. Pero si, aún así, se hace, el ciudadano de una sociedad democrática tiene el derecho, e incluso, el deber, de reprochar y afear la conducta de aquellos que, por otra parte, deben su puesto de trabajo a los votantes. Entre los argumentos que se aportan para apoyar esta conclusión, se dirige la atención hacia historias especialmente trágicas de ciudadanos afectados por los desahucios y se celebra cuando la PAH logra frenar alguno. Es, también, recurrente citar el derecho a la vivienda digna, recogido en el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

http://www.publico.es/internacional/454278/ada-colau-los-desahucios-en-espana-son-una-violacion-sistematica-de-los-derechos-humanos

http://politica.elpais.com/politica/2013/04/07/actualidad/1365358998_675070.html

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/04/05/madrid/1365154855_961369.html

Fase 2. Escrache  ––––––––––––>   acoso

Mientras tanto, la segunda facción toma posiciones y carga armas: consideran que convocar una manifestación en la puerta de la casa de un político supone un claro ejemplo de violación de la intimidad, y esto bajo ningún concepto puede ser justificable éticamente. Así, se refieren a este tipo de propuestas con expresiones fuertemente cargadas de negatividad: se habla de «asedio a la intimidad de los políticos del PP» (ABC, 23 de marzo), de «acoso callejero al PP» (ABC, 22 de marzo) e,  incluso, de «instar a acosar a los diputados del PP» (La Razón, 22 de marzo).  El día 22 de marzo emplean por primera vez el término «escrache», algo a lo que en un principio se mostraron algo reacios, aunque siempre matizado por una aposición donde se concreta la idea de «acoso».

http://www.abc.es/espana/20130322/abci-acoso-politicos-201303211523.html

http://kioskoymas.abc.es/noticias/espana/20130322/abcp-acoso-callejero-multiplicael-acoso-20130322.html

http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/1591447/la-plataforma-de-colau-insta-en-su-web-a-acosa#.UcW6ghKbtjo

 

Fase 3. Escrache   ––––––––––––>   Violencia  ––––––––––––>    ETA

A continuación se esgrimen argumentos como que la violencia no puede justificar nunca nada, se refieren a los enfrentamientos entre manifestantes y policías como actos de defensa a los políticos, y se acusa a los «antidesahucios» de «aumentar la agresividad» (La Razón, 8 de Abril).

http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/1782868/segunda-fase-escrache-aumentar-la-agresividad

También se aplauden las medidas legales llevadas a cabo que prohíben los escraches a menos de 300 metros del domicilio de los políticos y Felipe González llega a una conclusión especialmente reveladora que desde este momento esgrimirán con ahínco: «¿Un niño tiene que aguantar la presión en la puerta de su casa?». (El Mundo, 10 de abril).

http://www.elmundo.es/elmundo/2013/04/10/espana/1365604421.html

Finalmente se empieza a relacionar a los miembros de la PAH con movimientos proetarras, argumento que será utilizado recurrentemente los próximos días, como vemos en la Razón, el día 27: «miembros de la PAH de Colau sí apoyaron la marcha proetarra». En este sentido, este argumento funcionaría de forma muy similar a la reductio ad hitlerum que estamos analizando: la comparación de cualquier cosa, en este país, con ETA es un argumento que también suele salir a colación y que, además, logra desviar la atención de la vía principal de la discusión. No es, como apunta Strauss en su reductio, una razón para echar abajo cualquier debate, aunque altera la dirección que este hubiera tomado. En cualquier caso, este es otro tema.

http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/1652826/miembros-de-la-pah-de-colau-si-apoyaron-la-mar#.UcW7iBKbtjo

En los días siguientes se mantienen, prácticamente, los mismos argumentos. Cada día sube más la intensidad de las acusaciones, el calor de los argumentos, hasta que, en medio de todos estos dimes y diretes, una voz se alza sobre todas las demás, dejando al resto de los participantes en el debate mudos como muertos: el día 13 de abril María Dolores de Cospedal califica a los escraches, sonora y rotundamente, de «nazismo puro». Después viene, básicamente, el silencio. Puede comprobarse este hecho simplemente echando un vistazo, en el buscador de cualquier periódico digital, al desmesurado número de noticias relativas a este debate previas a esta fecha y cómo desciende en picado su número tras las declaraciones de Cospedal.

http://www.publico.es/453614/de-cospedal-califica-los-escraches-de-nazismo-puro-que-le-recuerdan-los-anos-previos-al-36

http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/1855433/cospedal-los-escraches-son-nazismo-puro#.UcW-GBKbtjo

Según la aplicación de la «reductio ad Hitlerum», María Dolores de Cospedal habría perdido sistemáticamente el debate. No obstante, no podemos dejar de preguntarnos qué bando ha salido más beneficiado de que se pusiera fin al mismo de una manera tan abrupta. Casi parece que todo ello se ha debido a una estrategia para dejar el tema de una vez por todas. O tal vez estemos esperando demasiado de nuestra clase política. En el caso de que, efectivamente, la utilización de este argumento fuera debido a una estrategia, la utilización de la «reductio ad Hitlerum» se convertiría más bien en un sofisma, es decir, en un paralogismo que sirve a los intereses o pasiones de un autor. Esto es lo que diferencia, nos dice Christian Plantin, «al imbécil de un crápula».

                                  

 Victoria E. Soler Sánchez

A lo largo de la crisis, numerosas expresiones han acabado convirtiéndose en clichés fácilmente reconocibles, empleados por políticos tanto de un signo como de otro para justificarse. Como apunta Luis Daniel Izpizua en su artículo “Posibilidades”, publicado en El País (23/05/2012), “Se repite hasta la saciedad que nuestros actuales problemas derivan de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Ahora bien, ¿cuáles eran nuestras posibilidades?”.

Multitud de artículos como este, “Por encima de las posibilidades ¿de quién?” (Francisco Pastor Guzmán, El País 24/02/2012, “La ofensiva mediática de la derecha” (Josep Sorribes, El País, 09/04/2012), o “Las mentiras de la austeridad” (Fernando Luengo, Jorge Uxó, El País, 05/05/2012) tienen como tema principal el desmontar cómo ciertas políticas que apoyan los recortes utilizan esta expresión argumentativamente, como apunta este último:

“Otra falsedad es que ‘hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora toca hacer un esfuerzo colectivo de austeridad’. Este mensaje elimina las diferencias sociales, como si todos hubieran tenido la misma capacidad de endeudamiento o de capturar las rentas generadas por las burbujas, o como si los recortes no estuvieran afectando especialmente a los más vulnerables. Y se desliza además que ‘todos’ somos corresponsables de la crisis, quedando sepultada una explicación más profunda que enfatiza precisamente las desigualdades como un elemento central” (Fernando Luengo, Jorge Uxó, El País, 05/05/2012)

Así pues, distinguimos dos usos de esta expresión: el primero, tomado literalmente, es empleado por políticos de todo signo, como Rajoy, Aznar, Mayor Oreja, Zapatero, y empresarios como Juan Roig, para justificar los recortes en derechos sociales y laborales:

“Juan Roig, propietario de una empresa que vende productos por valor de 15.500 millones de euros y emplea a 62.000 personas, lanzó ayer un aviso a navegantes. La crisis no ha acabado, vaticinó el presidente de Mercadona, quien dejó claro que los españoles han vivido por encima de sus posibilidades y alertó de que el único camino para no retroceder en calidad de vida pasa por aumentar la productividad”. (“Un baño de realidad”, ABC, 05/03/2010)

Y el segundo, que podríamos denominar contraargumentativo, oscila desde el desmontaje retórico, como el ejemplo de antes, pasando por la ironía más abierta,

“Ahora, ante un festín verdaderamente indigesto que nos hace hablar de los millones de euros como si fueran calderilla, hay más de una mente despejada que sigue con ese mantra de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” (Félix Madero, “Vivir como ricos”, ABC, 04/06/2012).

y la negación tajante

“Hay una inmensa mayoría de ciudadanos que no hemos sido partícipes de la crisis de ningún modo, que no hemos disfrutado de ninguna vaca gorda y que no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades en ningún momento, especialmente los de rentas más bajas, que justamente van a ser los más perjudicados por los recortes”, (José Ignacio Rojas, “Recortes para todos”, El País, )

llegando a la desesperación más absoluta:

“Si vuelvo a oír eso de que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, gritaré y gritaré” (Ignacio Vidal Folch, “Eufemismos de la situación”, El País, 24/02/2012).

En esta entrada nos proponemos analizar los usos de esta expresión en los últimos cinco años, clasificándolos como argumentativos o contraargumentativos, en las ediciones digitales de dos periódicos de tirada nacional, de ideología política distinta: uno de centro-derecha, el ABC, y el otro de centro-izquierda, El País:

Como observamos, existe una diferencia notoria entre ambas publicaciones. En ABC el primer uso contraargumentativo que se da es en 2012, mientras que en El País este ya se registra desde 2009. En el primero el uso argumentativo es más notorio hasta el 2011, en el que se registran hasta 25 casos, frente a los 7 de El País, pero el quiebre sustancial se da en el paso del 2011 al 2012. La aparición de 9 usos contraargumentativos en el ABC y el descenso del uso argumentativo hasta 15, se contrapone a que en El País ambos aumentan: si bien el aumento del uso argumentativo es leve (de 7 casos en 2011 a 13 en 2012), en el contraargumentativo se pasa de 4 usos en 2011 a 32 en 2012. Las oscilaciones de ambos usos entre los dos diarios puede ser explicada por las diferentes tendencias políticas: en el ABC primará el uso argumentativo frente a El País, aunque cabe recordar que en este el uso contraargumentativo no superará al argumentativo hasta el 2012. Si analizamos el género discursivo en el que se encuentra cada caso, podremos tener una pista sobre ese quiebre que se produce en 2012, que en la siguiente gráfica de los resultados totales se observa claramente:

Tanto en ABC como en El País, la gran mayoría de usos argumentativos se encuentran en declaraciones de políticos en noticias, y los usos contraargumentativos, en artículos de opinión (aunque haya numerosas excepciones). De esto se deduce que los usos argumentativos tienden a pertenecer a ámbitos institucionales, mientras que los contraargumentativos, a la opinión crítica. Si analizamos el principal cambio en la esfera política desde el 2011 al 2012, tendremos la respuesta a este cambio: el ascenso del Partido Popular al gobierno, con todas las políticas de recortes y de austeridad que ha conllevado este paso.

Por tanto, y como conclusión, se explica que ante esta situación desesperante, una gran masa de artículos de opinión pongan en evidencia las estrategias retóricas que sustentan estos recortes que, si bien ya se daban en el gobierno anterior, se recrudecen con el nuevo. El uso argumentativo irá reduciéndose a la repetición casi instintiva de políticos y empresarios del cliché que se ha ido lexicalizando con los años.

Montserrat García

«En el mundo de la música ya está todo inventado». Raro resulta no haber oído nunca esta frase. El mismo ritmo, los mismos acordes o arpegios se repiten de forma casi exacta en diferentes canciones de carácter mundialmente conocidas. ¿Hablamos de coincidencia, referencia o copia?

Siguiendo esta idea, si nos centramos en los argumentos políticos a nivel internacional descubriremos que, como en la música, parece que no hay nada nuevo bajo el sol, mucho menos si nos centramos en el planteamiento discursivo que presentan los dirigentes en época de crisis.

Contrastemos algunos de los ejemplos argumentativos más relevantes en el discurso de Mariano Rajoy (1) en el Congreso de los Diputados del día 11 de julio de 2012, con el del ex presidente argentino Carlos Saúl Menem (2) del 8 de julio del año 1989.

(1)(http://www.lamoncloa.gob.es/Presidente/Intervenciones/

Sesionesparlamento/2012/prsp20120711.htm).

Segunda mitad, tras la exposición de datos

(2) (http://www.bcnbib.gov.ar/novedades/dr.menem1989.pdf)

Como podemos observar, tanto el  planteamiento retórico como discursivo es diferente en cada caso. Difiere de forma notoria el aspecto formal entre ambos ya que si nos centramos en los rasgos generales del discurso del ex presidente argentino, vemos un discurso didáctico y narrativo que permite diferenciar entre la captatio benevolentiae con la que intenta ganarse el favor del público, así como el empleo reiterado de citas bíblicas y parafraseos de autoridades religiosas utilizado para sustentar los argumentos expuestos, recurso no utilizado en el caso del presidente español al no encontrar ningún tipo de figura retórica.

Aun así,  aunque las diferencias sean visibles, también lo son las igualdades en cuanto a los argumentos utilizados para justificar las «medidas excepcionales» que serán tomadas:

«Nos encontramos en una situación extraordinariamente grave y es preciso corregirla con urgencia» (Mariano Rajoy)

«Esta economía de emergencia va a vivir una primera instancia de ajuste. La economía argentina está con la soga al cuello y ya no queda lugar para los titubeos» (Carlos Saúl Menem)

De este modo, nos encontramos ante el mismo argumento expresado desde diferentes países, con más de 20 años de diferencia entre uno y otro: «las medidas son dolorosas, pero son necesarias». Se trata de una idea que corresponde al esquema argumentativo de crisis financiera aplicable a cualquier país que comparta las mismas circunstancias.

Observamos un planteamiento que sigue un esquema circular, llevándonos al mismo punto del que partimos: a mayor gravedad de la situación, el gobierno pide un mayor esfuerzo por parte de la ciudadanía que se traduce en un mayor «ajuste» o mayores «medidas excepcionales», que torna en aún más grave la situación para el mismo ciudadano.

< + gravedad, + esfuerzo>

 < + ajustes, + gravedad >

Para conocer las medidas de Rajoy, se puede visualizar el siguiente video http://www.youtube.com/watch?v=HFRz3PIL0ps o leer el siguiente artículo de  ABC «Las 35 medidas del Gobierno de Rajoy para ajustar  65.000 millones de euros»

http://www.abc.es/20120711/espana/abci-relacion-medidas-ajuste-rajoy-201207111234.html

Sobre las reformas del Estado llevadas a cabo por Menem:

http://www.youtube.com/watch?v=AGlL1FvFMBY&list=PL96792D82CDB1498D

http://www.presidentesargentinos.com/21/primera-presidencia-de-carlos-saul-menem/

Las justificaciones que sustentan ambos argumentos son a su vez, muy parecidas. Se basan en el posterior anunciacio por parte del propio emisor  del  conocimiento de que el tipo de medidas que tomará el Gobierno son duras y de carácter agresivo, por lo que de este modo, intenta contrarrestar el descontento que provocará en los oyentes comentando  su consciencia ante tal situación, volviendo a resaltar que estas reformas se llevarán a  cabo ante la gravedad por la que atraviesa el país a modo de intensificación, reforzando así el mensaje. Si el emisor se pronuncia de modo visible en el enunciado, quedará constancia de su compromiso, lo que generará una hipotética seguridad en el oyente.

Mariano Rajoy: «Sé que las medidas que les he anunciado no son agradables. (…) No son agradables pero son imprescindibles» «Hacemos lo que no nos queda más remedio que hacer». Destacable el uso del plural inclusivo para referirse al Gobierno en su conjunto, para luego cambiar a una primera persona, lo que transfiere el carácter obligativo de la enunciación a una emisión más personal, restringiendo y particularizando el efecto: «Yo soy el primero en estar haciendo lo que no nos queda más remedio que hacer» «Yo soy el primero en estar haciendo lo que no le gusta».

 

Carlos Menem: «Sería un hipócrita si lo negara«. Observamos cómo emplea un argumento ético o moral.  «Sé que vienen días muy duros, pero vienen días duros en los que vamos a sembrar para que dentro de un tiempo prudencial podamos cosechar excelentes frutos»

Ahora bien, como hemos visto, los argumentos de necesidad  planteados son efectivos para una situación  presente que, vista de forma abstracta en los ejemplos, repercutirá en el futuro, por lo que el esquema de tipo circular que se ha mencionado se rompe al encadenar un segundo argumento que muestra el efecto concreto que causará en el futuro  tal afirmación, como observamos en el último ejemplo mencionado.

Carlos Menem utiliza una metáfora visible para situar al oyente en lo provechoso que será la serie de medidas que pretende utilizar, figura retórica que no observamos en Mariano Rajoy, excepto cuando habla de «lograr» salir de la crisis, o «ganarle a la crisis» como si de un juego cargado de estrategias se tratase. Aunque el contenido argumental coincida, no lo hace en cuanto al aspecto formal, debido a que la utilización de figuras retóricas en el discurso político del espacio peninsular es mínima.

Retomando los ejemplos,  observamos cómo ambos políticos encadenan el argumento de lo doloroso pero necesario que resulta llevar a cabo ciertos «ajustes» al hecho de que a partir de estos sacrificios, se garantizará le progreso en el futuro:

<+sacrificios, +progreso>

A ello remite  el final del discurso de Mariano Rajoy «Esto es lo que da sentido al esfuerzo, al sacrificio y a las privaciones. (…) estamos hablando de la esperanza de millones de familias, y muy  en especial, de esa juventud española que aguarda para asomarse a un futuro»  En comparación con el último ejemplo del ex presidente argentino, descubrimos que no solo en esta afirmación, sino a lo largo de todo el discurso, no aparecen marcadores temporales que determinen el momento en el que se verán «los frutos» de tales medidas, como se indica en la cita mencionada mediante «un tiempo prudencial», de carácter totalmente indeterminado y ambiguo.

Por último, el cierre de ambos líderes políticos mantiene prácticamente la misma dirección: aunar fuerzas es la clave. Es decir, de la crisis se saldrá con el esfuerzo de todos.

M.R: «… con la ayuda de muchísimos españoles, que serán muchísimos españoles».

C.M: «Por Dios, todos juntos, hacia el triunfo final (…) levantemos nuestros brazos, aunemos nuestros corazones y nuestras voluntades; la Patria nos espera, el futuro nos espera» 

No podemos dejar de lado cómo ambos líderes, aumentan el sentimiento nacional en relación a lo dicho a lo largo discurso que actúa como cierre, ganando así, la simpatía del oyente mediante el realce de su figura e imagen.

La alusión a la Patria, al país, a sus ciudadanos, es abundante en el discurso de Ménem, considerando que la apelación a la unanimidad  nacional es un elemento regular en el desarrollo de cualquier discurso político al agitar de forma entusiasta el ánimo de sus oyentes. Se trata de una herramienta recurrente en todo discurso que consigue exaltar enormemente a la ciudadanía argentina debido a su arraigado concepto patriótico. Esta sería la causa por la que el aspecto formal de ambos discursos difiere enormemente. Las coordenadas ideológicas, en este sentido, no son compartidas con los discursos políticos peninsulares.

Cabe destacar la importancia del «topoi» en este sentido, que se explica a la perfección en la obra  Historia de la crisis Argentina

( http://www.cadal.org/libros/nota.asp?id_nota=1518 ) y que permiten aclarecer ideas sobre la continua repetición de conceptos como «justicia social«. Muy interesante resulta el estudio de María Piñedo  que especifica el uso semántico en los discursos políticos del ex presidente argentino (http://www.saap.org.ar/esp/docs-congresos/congresos-saap/V/docs/bonetto/maria-teresa-pinero.pdf)

De este modo, tendremos que fijarnos con atención y recordar los argumentos empleados durante la actual época de crisis en España porque, como hemos visto, no importa el país o partido político del que se trate: a los argumentos y a las justificaciones, al igual que el léxico generado por este periodo (corralito, escrache, recortes, etc.), como en el tango, se los verá volver y serán recuperados de manera sistemática.

Tan sólo queda esperar pacientemente a que vuelvan a ser nombrados, aunque ya se sabe que el tiempo es relativo y, sobre todo, que veinte años no es nada.

 

Florencia Battagliero Bocco

En nuestro contexto habitual, la crisis económica se ha convertido en un factor con el que debemos entender y tratar de interpretar gran cantidad de información que afecta al desarrollo de nuestras vidas. Durante este lapso de tiempo, hemos sido testigos de la relevancia que el lenguaje ha adquirido como medio de expresión por parte de las esferas del poder público para abordar problemáticas que han generado una gran sensibilización y concienciación social.

En esta entrada, nos disponemos a analizar un problema lingüístico surgido a raíz de la adopción por parte del Gobierno español de una medida en la que se permitía la regularización de capitales no declarados; la opinión pública dedujo que, bajo esa decisión, se escondía verdaderamente una medida de amnistía fiscal que daría impunidad a los evasores fiscales y defraudadores.

En primer lugar, comprobaremos cómo el Gobierno anunció la medida sin hacer ningún tipo de mención a la amnistía fiscal. En segundo lugar, mostraremos cómo el ministro Montoro se sirvió de la denominación oficial de la medida como Declaración Tributaria Especial. A continuación, trataremos el uso del eufemismo regularización por parte del ministro para evitar la incipiente polémica. Por último, observaremos cómo los medios de comunicación desde un primer momento utilizaron  el término amnistía fiscal para mencionar dicha medida.

1)    La presentación de la medida y la amnistía fiscal.

El Gobierno español adoptó una medida el 30 de marzo de 2012 que denominó como Declaración Tributaria Especial en la disposición adicional primera del Real Decreto-ley 12/2012 http://www.boe.es/boe/dias/2012/03/31/pdfs/BOE-A-2012-4441.pdf.

En los Presupuestos Generales del Estado de 2012 se indicaba, en el apartado correspondiente al Presupuesto de Ingresos, lo siguiente acerca de las acciones contra el fraude fiscal: “Medidas excepcionales para incentivar la tributación de rentas no declaradas”, a lo que sigue en el mismo apartado: “Se impulsa también la lucha contra el fraude” http://www.lamoncloa.gob.es/NR/rdonlyres/887E6D29-44E3-4C8F-99F6-8EC0DB6FCF8E/199090/PresentacinPGE2012.pdf.

Como consecuencia de su publicación y su presentación en la sesión de control al Gobierno en el Congreso, comenzó a sobrevolar el fantasma de la amnistía fiscal.

Si nos acercamos al Diccionario de la Real Academia encontramos la siguiente definición de amnistía: “ Olvido legal de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores.” De este modo, podemos comprobar cómo dicho significado es asociado directamente con un delito que se verá librado de culpabilidad legal. En la situación en la que se encuentra nuestra sociedad, que un delito fiscal quede libre de culpa puede provocar un gran malestar social, por lo que las autoridades son conscientes de ello y emplean estrategias retóricas que disminuyan el peso de sus decisiones.

2)    La Declaración Tributaria Especial (DTE).

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, consciente de dicha situación, ha tratado de mitigar esta interpretación bastante generalizada de la amnistía, eludiendo la utilización de dicho término. Así pues, ha denominado a esta medida como declaración tributaria especial (DTE)

http://www.elperiodico.com/es/noticias/economia/montoro-regularizacon-encubre-delito-cometido-2300741.

Podemos comprobar cómo en esta denominación se emplean unos términos genéricos que no especifican de forma clara su intención, puesto que el hecho de ser especial no aclara cuál es el verdadero objetivo que estaría comprendido dentro de esta medida.

Encontramos algunas muestras en sus declaraciones, en las que se refería a dicha medida de la siguiente forma: “La DTE [Declaración Tributaria Especial] no borra ni limpia delitos» o «La regularización no encubre el delito cometido»

http://www.elperiodico.com/es/noticias/economia/montoro-regularizacon-encubre-delito-cometido-2300741.

Por consiguiente, si no se trata de una amnistía fiscal y tan solo es una regularización, deberíamos pensar el motivo por el que pretende aminorar la carga del discurso, refiriéndose a términos que se dirigen claramente a algo excepcional o fuera de lo común y a la infracción de un código.

3)    La regularización como eufemismo.

Por otro lado, en diversas ocasiones, el ministro ha tratado de disminuir la connotación de la palabra amnistía, acudiendo a unos términos eufemísticos que evitan la alusión directa al término y vuelven difusa su comprensión. El eufemismo que se ha utilizado para sustituirla en la mayoría de ocasiones es: regularización; el Diccionario de la Real Academia define regularizar, en su segunda acepción, de la siguiente manera :”Legalizar, adecuar a derecho una situación de hecho o irregular.”

Tal y como podemos comprobar en esta acepción, su significado lleva implícito el hecho de que se ha cometido un acto irregular; de modo que, cuando indica que se trata de una regularización, podemos inferir que se está refiriendo a unos actos que, en sí, no han sido los adecuados.

Podemos pensar que el hecho de acudir a este término reside en que una regularización pone al corriente o normaliza una situación anómala; mientras que amnistía refiere de forma directa al delito y a la omisión de cualquier tipo de responsabilidad de los infractores. Por lo tanto, podemos  reflejar el proceso de regularización en el siguiente esquema, en el que partimos de una situación irregular que a través de este procedimiento acabará incorporándose a una situación de normalidad:

 

 

 

 

 

 

 

De esta forma, Montoro ha recurrido a negar de manera explícita la palabra interdicta amnistía fiscal acudiendo a una explicación que rebaja la intensidad del término. Sin embargo, realiza un rodeo que dificulta la comprensión por parte del receptor y deja a su cargo la interpretación:

«Señoría, no hay ninguna amnistía fiscal. En el proyecto de ley del Gobierno lo que hay es una regularización de rentas y de activos, que es una figura bien distinta, y además es una medida excepcional para un tiempo excepcional» http://www.publico.es/espana/429007/montoro-sigue-cubriendo-la-amnistia-fiscal-de-eufemismos

En esta declaración, la argumentación manifiesta la vaguedad de su razonamiento. En primer lugar, el esfuerzo en diferenciar su medida de una amnistía fiscal lo lleva a realizar una justificación     “que es una figura bien distinta”  –en este enunciado observamos que trata de remarcar dicha diferencia a través del “bien” que actuará enfatizando la distinción–. Asimismo, debemos tener en cuenta el léxico empleado: “regularización”, como término eufemístico, y “excepcional”, manifestando el sentido de la palabra, que la Real Academia define como: “Que constituye excepción de la regla común.”

De este modo, observamos que, a pesar de acudir a otras expresiones que no sean amnistía, el ministro basa sus declaraciones en la justificación de que la medida no exime la culpabilidad de los delitos; si a este hecho le sumamos el resaltado carácter de excepcionalidad con el que justifica su decisión, comprobamos que el ministro trata de defender su medida de ser calificada de inusual o ilícita, pero no deja incurrir en el campo de la transgresión de la ley en sus explicaciones, por lo que justifica su medida como una excepción a la norma.

4)    La medida y la opinión pública.

A pesar de los esfuerzos del ministro por salvarse de una situación que podría ocasionar el deterioro de su imagen pública, observamos cómo los medios de comunicación de diferentes tendencias políticas han optado por utilizar el término amnistía fiscal para esta medida; por lo que han tratado de sacar a la luz su significación, ofreciéndola a un destinatario tan heterogéneo como es la población, que no precisa de ambages ni juegos retóricos.

A continuación, presentamos diversas muestras de cómo la prensa ha recogido en sus noticias el término amnistía fiscal sin acudir a la denominación ofrecida por el Gobierno:

  • “Diego Torres regularizó 160 mil euros con la amnistía fiscal

“Diego Torres, exsocio de Iñaki Urdangarín, se acogió a la amnistía fiscal del ministro Montoro. Torres regularizó, al menos, 160 mil euros que tenía en una cuenta bancaria en Luxemburgo por lo que pagó el 10%. “

http://www.abc.es/videos-espana/20130401/diego-torres-regularizo-euros-2269055483001.html

  • “Los patrimonios aflorados tras la amnistía fiscal permitirán recaudar 250 millones este año”.      (La Razón, 30/04/2013)

http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/2088981/economia/los-patrimonios-aflorados-tras-la-amnistia-f#.UcXfS9ebu6o

  • “El fiscal pide a Hacienda los datos de la amnistía fiscal del apoderado de Bárcenas”(El Mundo, 14/03/2013).

http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/14/espana/1363284931.html

  • “El juez Ruz investiga si 21 imputados en Gürtel se beneficiaron de la amnistía fiscal.”

http://politica.elpais.com/politica/2013/02/05/actualidad/1360080667_874788.html

  • “Hacienda ya había dicho que esperaba que permitiera aflorar más de 40.000 millones, que fue la cantidad que la regularización tributaria especial, conocida como amnistía fiscal, consiguió sacar a la luz.”

http://www.eldiario.es/economia/Rajoy-contribuyentes-declarado-extranjero-millones_0_135087189.html

Por consiguiente, podemos observar que los medios de comunicación de distinto carácter ideológico no dudan en evidenciar aquello que los organismos oficiales pretenden evitar. De hecho, podríamos pensar que esta consideración solo se encuentra en medios de comunicación globales, no específicos. Sin embargo, podemos observar cómo, en diarios económicos especializados, el proceder ha sido el mismo:

  • “La amnistía fiscal permitirá blanquear dinero negro de origen dudoso”

http://www.finanzas.com/noticias/economia/fiscalidad/20120605/amnistia-fiscal-permitira-blanquear-1399211.html

  • “A la Agencia Tributaria no le consta que Pujol Ferrusola se acogiera a la amnistía fiscal, en respuesta a la información que le requirió el juez el pasado 5 de febrero y con la que trataba de comprobar si tenía ingresos procedentes de fuera de España.”

http://www.expansion.com/accesible/2013/04/09/catalunya/1365518411.html

  • “Los patrimonios aflorados tras el proceso de amnistía fiscal permitirán recaudar 250 millones de euros este año, a pesar de que el importe aflorado ascendió a 40.000 millones de euros, según calcula el Gobierno en el Programa Nacional de Reformas 2013, que ha enviado a Bruselas.”

http://www.eleconomista.es/interstitial/volver/acierto-abril/economia/noticias/4790800/04/13/Ampl-Los-patrimonios-aflorados-tras-la-amnistia-fiscal-permitiran-recaudar-250-millones-este-ano.html

De este modo, podemos corroborar que los medios de comunicación, tanto generales como especializados, han optado por ofrecer la información de una forma directa, que consiga la comprensión de sus lectores y mantenerse fiel a su línea editorial. Por lo tanto,  podemos considerar que la opinión pública ha optado por una interpretación suficientemente unívoca sobre esta medida, de modo que los esfuerzos por parte de la Administración en justificarla a través de circunloquios no han terminado de surtir efecto.

En definitiva, observamos que una misma medida ha ocasionado tres denominaciones, que responden a los intereses y la visión de aquellos que la utilizan, tal y como presentamos en el siguiente esquema:

 

 

 

 

 

En conclusión, en este caso queda manifiesto que la Administración ha tratado de buscar la aceptación general de sus medidas a través de la atenuación de sus objetivos; sin embargo,  la opinión pública y los medios de comunicación han consolidado su opinión acerca de esta medida sin que las aclaraciones ofrecidas por el Gobierno triunfaran en su cometido. Por lo tanto, observamos que podemos ser capaces de desenmarañar una trama lingüística concebida como una estrategia con el afán de atenuar y disfrazar un argumento contraproducente para la imagen y los intereses de determinados sujetos.

Antonio García del Río

La referencia es el proceso mediante el cual el lenguaje identifica un objeto; un acto de apropiación por el que se individualiza una entidad del resto de las entidades. La referencia está detrás de los bautizos, por ejemplo (o, si se quiere, de las inscripciones en el Registro Civil), que son actos con validez jurídica mediante los que  se asigna un nombre a una persona.

Si en el caso de las personas la referencia se produce para la mayor parte de ellas una sola vez en la vida, la denominación de lugares –en especial de los lugares públicos– no siempre corre la misma suerte. El lenguaje político y el activismo en general son conscientes de la importancia de este acto; la Historia muestra innumerables casos de plazas, calles y avenidas cuyos nombres han cambiado en función de los vaivenes políticos. Cuando, en los días subsiguientes al 15-M de 2011, los manifestantes de Valencia cambiaron el nombre de la actual Plaza del Ayuntamiento por el de Plaza del 15-M, estaban siguiendo la tradición de sus conciudadanos de otras épocas que denominaron, al mismo espacio, Plaza del Caudillo o Plaza de Emilio Castelar.

El cambio de denominación no es caprichoso; en realidad, es una auténtica apropiación; de ahí su utilidad política. La apropiación consiste en que un nombre no es solo una etiqueta; un nombre es, además, un conjunto de rasgos de significado (lo que los lingüistas llamamos «intensión») que se activa cada vez que leemos o pronunciamos dicha etiqueta. No es lo mismo calificar un espacio como «Avenida de la Libertad» o como «Avenida del Genocidio». Por tanto, lo que los activistas valencianos hacían era un intento de apropiación del espacio público para la causa que defendían (en la línea que describe Naomi Klein en «Vallas y ventanas»).

Hasta aquí este capítulo de la crisis sería un episodio aislado en una cadena histórica de apropiaciones que nos llevaría hasta los faraones egipcios. Sin embargo, un hecho, aparentemente no relacionado con este, permite dar una vuelta de tuerca a los acontecimientos. Recientemente, alguna autoridad madrileña ha decidido incrementar el nombre de la parada de Metro más emblemática de Madrid, Sol, con el añadido Vodafone; de modo que la antigua parada ahora se llama «Vodafone Sol», y así figura en los mapas del metro madrileño. Este cambio, como el anterior, es también una apropiación de significado; el nombre de la operadora telefónica se superpone al de la estación y lo recubre (en términos lingüísticos, tiene ámbito sobre este), tiñendo de publicidad el significado –denotativo, connotativo, social o afectivo– del que fuera el centro del 15M: Sol. Frente a la apropiación colectiva y contestataria de Valencia, la apropiación privatizadora y mercantilista de Madrid. Un mismo proceso al servicio de finalidades contrapuestas.

En entradas anteriores se ha hablado del proceso de retroalimentación mutuo que mantienen la publicidad y los movimientos contestatarios, que copian, subvirtiendo, palabras y eslóganes, temas y procedimientos:

http://ponss.blogs.uv.es/2013/05/31/la-mercantiliz…mo-ciudadano-i/

Si, siguiendo a  Zygmunt Bauman, lo que importa en una sociedad líquida es la capacidad de desprenderse de conocimientos o posesiones para adquirir otros nuevos en una sociedad permanentemente cambiante (líquida), la mutua apropiación de lenguaje contestatario y publicitario los asemeja a dos luchadores que estuvieran, ora arriba, ora abajo del otro. En este momento, la partida está siendo ganada por la publicidad; la pelota, en el tejado de los activistas. Y los ciudadanos harían bien en prestar atención a estos procesos de apropiación denominativa del espacio público (que ya se ha producido, por cierto, en el nombre de muchos equipos de fútbol y de las ligas que juegan) si no quieren ser dominados por la publicidad cuando tengan que explicar cómo se llega a cualquier plaza.

Salvador Pons Bordería

“Hemos tenido un dato malo de paro pero no puede cegarnos, ese dato debe convertirse en algo bueno” (Carlos Floriano)

El Gobierno tiene la responsabilidad de valorar los datos sobre cuál es la realidad social en nuestro país. El argumento de Carlos Floriano establece una línea temporal que remite a un pasado en el que estábamos mal: de ahí el presente negativo (“hemos tenido un dato malo”) que llevará a un futuro mejor (“debe convertirse en algo bueno”). Al igual que en este caso, vamos a analizar otros argumentos en los que se valora que la realidad no es tan mala como aparenta ser. Veamos en qué argumentos se apoya el Gobierno para juzgar el dato del número de parados en nuestro país. Estos presentan una línea temporal basada en un presente bastante negativo y un futuro posible positivo.

Dentro de esta orientación argumentativa general situamos dos tipos de argumentos:

En primer lugar, el argumento el peso de las cosas que subyace, por ejemplo, a la siguiente declaración de Soraya Sáenz de Santamaría, portavoz del gobierno, sobre la aprobación de una serie de reformas:

“las reformas son requisitos imprescindibles para superar la crisis y poder crear empleo” (http://www.lamoncloa.gob.es/ConsejodeMinistros/Resumenes/2013/220213-consejo.htm)

Tras estas palabras se encuentra el argumento del peso de las cosas, que se apoya especialmente en el uso de la palabra “imprescindible”: las reformas (A) son el efecto ineludible de la crisis (B); A es causa necesaria y su consecuencia es B. Dicho de otra manera, la crisis lleva al Gobierno a actuar con las reformas que, a su vez, se presentan como la garantía del aumento del empleo.

En segundo lugar, Luis de Guindos, ministro de Economía, acude al argumento del mundo posible:

si no hubiera asumido las riendas del país, el PIB y el paro hubieran caído aún más” (http://economia.elpais.com/economia/2013/04/26/actualidad/1366977612_136042.html)

Esta estructura condicional revela que lo que ha evitado una caída del paro es la acción acometida por el Gobierno (asumir las riendas del país). Esto en gramática se llama condicional irreal o contrafactual, estructura en la que se vincula un hecho que no se ha producido (no haber asumido las riendas del país), con otro que tampoco se ha producido (que el PIB y el paro caigan más), por lo que son hechos que no se pueden comprobar empíricamente.

Retomando ahora la declaración inicial de Carlos Floriano (“Hemos tenido un dato malo de paro pero no puede cegarnos”), ¿se podría decir que las palabras de sus compañeros del Gobierno respaldan la idea de que los datos son buenos y que no pueden cegarnos? Los argumentos vistos hasta ahora no respaldan estas palabras pues hablan de poner medidas y de mundos mejores, pero no que la realidad sea positiva.

Si seguimos revisando argumentos en la misma línea sobre los datos de desempleo en esas fechas, Luis de Guindos lanza un mensaje optimista para el futuro de la economía y la creación de empleo:

“La economía va a estar en marcha antes de lo que nos pensamos

(http://www.elmundo.es/elmundo/2013/04/24/economia/1366795806.html)

En este argumento analizamos dos aspectos que consideramos relevantes:

El primero, la forma perifrástica del verbo  “ir a + infinitivo” que expresa futuro. En ella, el hablante señala e inicia un proceso que consiste en “poner en marcha” la economía. Esta estructura verbal de futuro indica la voluntad del hablante de que esté, próximamente, en marcha la economía. Ya Grice señalaba que en los enunciados de un hablante no se debía afirmar algo si no se tenían pruebas suficientes para ello; por esto, dándole la vuelta a este argumento, los receptores interpretan que si el ministro afirma que la economía estará en marcha, es porque posee algunos indicios para ello.

El segundo aspecto es la locución temporal “antes de lo que pensamos”. Esta locución establece una línea temporal que marca un presente (año 2013) en el que la economía va mal. En esa misma línea hay un punto futuro en el que todos nosotros, que podemos considerar una mayoría suficiente, incluido de Guindos, pensamos que la economía se habrá recuperado. Entonces, este argumento habla de un punto en el tiempo (X), en el que la economía se habrá puesto en marcha, que se sitúa entre el presente y la fecha en la que pensamos nosotros y a la que el Ministro como locutor del enunciado se refiere. Si pensáramos como fecha límite, por ejemplo, 2016, ese punto anterior sería, por ejemplo, 2015.

 

 

 

 

 

Nosotros y el Gobierno estamos en el futuro y, como hemos dicho en el argumento anterior, el futuro no se puede comprobar empíricamente.

En esta misma línea argumentativa encontramos la siguiente declaración de Mariano Rajoy:

“España estará creciendo y creando empleo antes del final de la legislatura” (20 minutos, día 29/04/13)

El juego retórico que supone esa construcción de futuro + gerundio permite a su usuario evocar también el argumento de un mundo posible. Se combina el futuro del verbo “estará” con el valor de un progreso en marcha que expresa el gerundio, lo cual pretende mostrar que:

a)     aquello que no existe ahora mismo (porque es un futuro, “estará”) parece que ya está en marcha y,

b)    la misma instrucción gramatical que codifica el gerundio de progresión, hace que el receptor haga una interpretación ascendente, tal y como se observa en la siguiente gráfica:

 

 

 

 

 

Para acabar, en estas declaraciones también del presidente,

“Estamos en el umbral de la reforma” (20 minutos, día 29/04/13)

se nos transmite el mismo argumento del mundo posible a través de una metáfora:

Mariano Rajoy habla de un umbral o principio del cambio, un primer paso para ir a mejor y crear puestos de trabajo. Ese umbral lo encontramos entre la España1 y la España2. El umbral es un paso brusco, no hay una línea progresiva para el cambio, es tajante.

 

 

 

 

 

 

Observamos una España1, en la que, por ejemplo, hay crisis y no hay, por tanto, puestos de trabajo; un paso donde se desarrolla la aplicación de las reformas, es decir, ese umbral del que hablamos y en el que se sitúan todas las reformas que se están aplicando; y una España2, donde ya está terminado el proceso y se deben manifestar las consecuencias tras la aplicación de las medidas; es decir, donde habrá más empleo.

(Véase: http://ponss.blogs.uv.es/2012/05/20/una-reforma-vale-mas-que-mil-palabras/)

Los argumentos que hemos visto hacen que todo lo que aparezca sobre el presente sea irrelevante, ya que, como vamos a llegar a esa España2, no debe cegarnos ese dato de parados, como decía Floriano:

“Tenemos un mal dato pero este es el camino que hay que seguir” // “Ese dato debe convertirse en algo bueno” // “Tanta gente que lo está pasando mal solo puede ser algo positivo” (http://www.20minutos.es/noticia/1798885/0/pp-floriano/datos-paro/psoe/)

El dato de 6.202.700 parados es malo pero debe ser algo positivo. Si apuntan a un posible futuro bueno, el presente no debe ser tan negro. Jugamos en todos los argumentos al mismo juego: en el que se valora qué pesa más, si la retórica subjetiva o la realidad objetiva. Una realidad “menos mala” contra una cifra de parados que salta por sí sola. Jugamos a pensar que ese dato podría ser algo positivo pues todo podría ir peor. Jugamos, pues, a dejarnos cegar por una retórica como la presentada para no ver que son seis millones doscientas dos mil setecientas personas las que luchan y padecen por no saber qué harán para subsistir cada día nuevo que amanece.

Carmina Copete

Desde luego, si algo no se puede negar de la nueva ley orgánica de educación es su carácter polémico. Es polémica, por un lado, por las diferentes declaraciones que se han hecho sobre ella (tanto desde el gobierno como desde la oposición, sindicatos y asociaciones) y por las interpretaciones que, desde los medios de comunicación, han llegado a los ciudadanos (por ejemplo: http://list.ly/5Ld); pero, por otro lado, es necesariamente polémica por el contexto en el que se enmarca: la crisis. Resulta difícil disociar la LOMCE de la crisis cuando ya en el primer párrafo de la ley se afirma: La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y el nivel de prosperidad de un país. El nivel educativo de un país determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro. Mejorar el nivel educativo de los ciudadanos supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global.

El objetivo de este artículo es exponer los argumentos de la LOMCE y los contraargumentos presentados, desde tres perspectivas: en primer lugar, desde la propia LOMCE y las razones que la justifican, expuestas por el ministro de educación José Ignacio Wert, ya que él ha sido y es el principal impulsor de esta reforma y el portavoz del gobierno en materia de educación; en segundo lugar, desde las reprobaciones de los miembros de la oposición, puesto que constituyen la segunda fuerza política de nuestro país; y en tercer y último lugar, desde las aportaciones de la asociación Ciudadan@s por la Educación Pública, formada por docentes, discentes, pedagogos y otras personas relacionadas cuya labor consiste en velar por la calidad del sistema público de enseñanza en todos sus niveles promoviendo acciones y posibles soluciones. En consecuencia, este artículo pretende ser una exposición neutral de los datos recogidos desde esas tres perspectivas.

 

El porqué de esta reforma educativa (aquí), como anunciábamos en el primer párrafo, reside en la importancia de la mejora de la calidad educativa para poder superar, de algún modo, la crisis actual. De acuerdo con esto, como expuso el ministro de cultura José Ignacio Wert en el Congreso de los Diputados (octubre de 2012) así como en distintas declaraciones a los medios (http://youtu.be/0k5aF5Jy33c), los principales argumentos de la LOMCE, que desarrollaremos después, podrían resumirse en los siguientes:

  1. Es una reforma competitiva,
  2. es una reforma igualitaria,
  3. y es una reforma consensuada

(Para tener una idea sobre los objetivos principales pueden consultar en este documento las páginas 5 y 6)

 

Con este propósito la LOMCE pretende, según Wert, que en definitiva haga de nuestra educación un motor del crecimiento inteligente, del crecimiento sostenible y del crecimiento intelectual. Sin embargo, para la oposición y para las asociaciones y sindicatos, estos objetivos no son tan transparentes ni positivos como se garantiza desde el gobierno. Tanto la oposición como las asociaciones y sindicatos tachan la LOMCE de antidemocrática, de segregadora y excluyente y de mercantilista.

 

En primer lugar, la LOMCE se define como una reforma competitiva ya que favorece la mejora general del rendimiento escolar, que se traduciría (…) en la mejora de nuestros resultados en PISA. Para ello proponen la implantación de pruebas de evaluación a nivel nacional en puntos críticos de cada etapa educativa. Asimismo, promueve la empleabilidad: la reducción del abandono escolar temprano (…) traerá consigo una mayor empleabilidad de nuestros estudiantes, esa mayor empleabilidad de nuestros estudiantes contribuirá a la reducción del exagerado paro juvenil que en este momento padecemos. Y además, apoya el uso de las tecnologías de la información y la comunicación.

 

No obstante, frente a esta visión de la LOMCE como una reforma competitiva, la oposición y la asociación Ciudadan@s por la Educación Pública ven la reforma como mercantilista.

La base para contraargumentar que se trata de una reforma mercantilista la encontrarán las voces en contra en, precisamente, el primer párrafo de la reforma que nombrábamos al principio de este artículo: La educación es el motor que promueve la competitividad de la economíaA este propósito, desde la oposición Tapia Otaegi (PNV) coincide con el objetivo de la LOMCE de la búsqueda de la calidad y la excelencia, pero disiente en el modo de llevarlo a cabo: resulta que bajo ese concepto, escudándose en él, lo que hace es reducir y recortar las becas y permitir el aumento del número de alumnos por clase, sin introducir ningún tipo de medidas adicionales para atender necesidades especiales en el aula, atender la diversidad que se produce y, en definitiva, conseguir la igualdad de oportunidades para todos esos alumnos y alumnas que hay en clase. A propósito de los objetivos, en concreto al de la mejora de nuestros resultados en PISA, Valenciano Martínez-Orozco (PSOE) objeta que el nivel educativo de un país no se mide por los cientos de alumnos excelentes, sino por los millones de alumnos y alumnas que están preparados para afrontar la vida.

 

Ciudadan@s por la Educación Pública arguye que reducir el sistema educativo a la capacitación laboral de las nuevas generaciones es olvidar su función primordial en la formación integral de las personas y en la construcción de una sociedad culta y democrática. Explican que la reforma es mercantilista y utilitarista porque se entiende como un factor dependiente de los procesos económicos y que debe enfocarse a sus resultados. Además, en cuanto al fomento de las TIC, critican que el uso de las TIC se limite (…) a la “disminución de costes de apoyos y refuerzos” y “el desarrollo de una enseñanza individualizada” renunciando a las enormes posibilidades colaborativas que las tecnologías de la información y la comunicación ofrecen.

 

En definitiva, se observan dos líneas argumentativas: por un lado, desde el gobierno se presentan los argumentos <+competitividad, +empleabilidad> y <+rendimiento académico, +competitividad>; por otro lado, tanto desde la oposición como desde la asociación Ciudadan@s por la Educación Pública el contraargumento que utilizan es <+competitividad, +mercantilismo>.

 

En segundo lugar, la LOMCE se define como una reforma igualitaria. Una reforma que garantice la igualdad de oportunidades, la inclusión educativa, la no discriminación y la accesibilidad universal, y actúe como elemento compensador de las desigualdades personales, culturales, económicas y sociales, con especial atención a las que deriven de discapacidad (Anteproyecto de Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa). Igualmente se compromete con una educación de calidad como soporte de la igualdad y la justicia social. Y enriquece la educación mediante la especialización curricular, funcional o por tipología de los alumnos, que supone una atención individualizada según perfil en ESO; En definitiva, es igualitaria porque se basa en la igualdad de oportunidades, que permita a todos acceder a una educación de calidad y obtener las capacidades y conocimientos básicos para obtener un empleo, y motive a continuar los estudios más allá de la etapa obligatoria.

 

Sin embargo, a la asociación Ciudadan@s por la Educación Pública y a la oposición, en lugar de igualitaria, esta reforma les parece segregadora y excluyente.

 

La LOMCE promueve la implantación de pruebas de evaluación a nivel nacional en puntos críticos de cada etapa educativa. Estas pruebas, serán en algunos casos hitos determinantes para la progresión en el sistema educativo. (…) Las pruebas deberán ser realizadas por las respectivas Administraciones educativas en el centro educativo en el que el alumno curse estudios, y aplicadas y calificadas por especialistas externos al centro. Estas pruebas, conocidas como reválidas, orientarán la evolución del alumno y serán realizadas periódicamente en puntos críticos de cada etapa educativa.

 

Ciudadan@s por la Educación Pública se posiciona totalmente en contra de esta medida alegando que la reválida se convierte en método obsesivo de clasificación, etiquetaje y encasillamiento del alumnado, al tiempo que un mecanismo de control del currículo. Y que, además, la Administración se lava las manos de su responsabilidad en los resultados de dichas evaluaciones culpabilizando de las dificultades y problemas exclusivamente al alumnado y eventualmente a los centros: “El principal objetivo de esta reforma es mejorar la calidad educativa partiendo de la premisa de que esta debe medirse en función del “output” (resultados de los estudiantes) y no del “input” (niveles de inversión, número de profesores, número de colegios, etc.)”

 

Por otra parte, añaden: La apuesta de la LOMCE por la segregación llega a cotas alarmantes cuando afirma que “el proyecto educativo de calidad podrá suponer la especialización de los centros (…) por tipología del alumnado» y explican que la LOMCE entiende (…) la educación como un espacio en el que se manifiestan y subrayan las diferencias y oportunidades sociales, en lugar de asumir su irrenunciable papel integrador.

 

A este respecto, desde la oposición, coinciden de nuevo con la posición de Ciudadan@s por la Educación Pública: pero es que además nos ha anunciado también que tiene la intención de subvencionar colegios privados para que separen a los alumnos por razón de lengua. ¿Cómo se le ocurre plantear semejante barbaridad señor Ministro? (Vallés Vives, PSC).

 

Por consiguiente, los argumentos del gobierno serían <+igualdad, +calidad> y <+igualdad, +especialización>, mientras que los contraargumentos de las voces opuestas serían <-igualdad, +segregación> y <-igualdad, +exclusión>.

 

En tercer lugar, en el propio proyecto de ley se confirma que esta ley orgánica es el resultado de un diálogo abierto y sincero con toda la comunidad educativa (…) que busca el consenso, enriquecido con todas las aportaciones de toda la comunidad educativa. Asimismo, de acuerdo con la LOMCE, los papeles que jugará la comunidad educativa estarán organizados de la siguiente manera:

  • En cuanto a los directores de centros: La reforma contribuirá también a reforzar la capacidad de gestión de la dirección de los centros, confiriendo a los directores de centros, cuya profesionalización se refuerza a través de un sistema de certificación, la oportunidad de ejercer un liderazgo que en este momento se encuentra seriamente restringido.
  • En cuanto a los profesores: La dignificación de la profesión de los docentes es imprescindible para la mejora de la educación. Y el Gobierno, previa consulta a las Comunidades Autónomas, establecerá las condiciones y los requisitos de titulación, formación o experiencia para que, durante los cinco años siguientes a la fecha de la entrada en vigor de esta ley orgánica, las Administraciones educativas, por necesidades de servicio o funcionales, puedan asignar el desempeño de funciones en una etapa o, en su caso, enseñanzas distintas de las asignadas a su cuerpo con carácter general, al personal funcionario perteneciente a alguno de los cuerpos docentes recogidos en la disposición adicional séptima de esta ley orgánica.
  • En cuanto al consejo escolar: El Consejo Escolar del Estado se concibe como órgano de participación de la comunidad educativa en la programación general de la enseñanza y de asesoramiento al Gobierno.

 

La percepción por parte de la oposición (cuyas declaraciones pueden consultarse aquí), es bien distinta; mientras que para el gobierno se trata de una reforma consensuada, para la oposición es absolutamente antidemocrática: ¿Ha pedido la opinión de los padres, de los maestros, de los alumnos? ¿Le importa la opinión de toda esa gente o no le importa? (Bosch I Pascual, ERC). La percepción de la oposición del proceso de implantación de la ley es la de que su propia concepción es antidemocrática en el sentido de que no se ha tenido en cuenta, según ellos, a los distintos partidos políticos ni a la comunidad educativa. La acusan, en definitiva, de ser una reforma de la Ley Orgánica de Educación a golpe de mayoría absoluta (Tardà I Coma, ERC). Además aseguran, en torno al objetivo: refuerzo de la autonomía de los centros y también de las competencias de las administraciones educativas que, lo que pretende, escudándose en la mejora del rendimiento educativo, es recentralizar todas esas competencias y atraerlas para el Estado (Tapia Otaegi, PNV).

 

Asimismo, desde la asociación Ciudadan@s por la Educación Pública, coinciden con las acusaciones de la oposición y exponen (aquí), por los mismos motivos que la oposición, que la ley es antidemocrática:

  • En el proceso de elaboración de la ley  (de espaldas a la comunidad educativa, a los grupos sociales y políticos, a las Comunidades Autónomas);
  • En la organización de los centros docentes, en que una dirección nombrada a dedo por la Administración pasa a tener poderes absolutos en la gestión de los mismos.

En cuanto al primer punto defienden que ha de abrirse un proceso de diálogo sosegado y profundo con la comunidad educativa y que ese proceso, sencillamente, no se está produciendo. En cuanto al segundo punto, afirman que lo que el anteproyecto denomina “autonomía de centros” (…) no es sino la eliminación de su funcionamiento democrático. El consejo escolar queda relegado a funciones meramente consultivas, mientras que las decisorias pasan a ser competencia exclusiva de la dirección y que además, dicha dirección pasa a tener poder absoluto en la toma de decisiones pedagógicamente relevantes , así como en “la gestión de personal y económica de los centros”.

 

Por lo tanto, los argumentos que presenta el gobierno serían <+consensuada, + abierta> y <+consensuada, + sincera>, mientras que el contraargumento de los oponentes sería <-consensuada, + antidemocrática>.

 

Tras concentrar las distintas voces en torno a la sensacionalista LOMCE y obtener una perspectiva panorámica, solo queda esperar, esperar y observar si su puesta en práctica se orienta hacia una dirección u otra.

 

 

Desiré Jareño Albert

 

El acto de jauja

28/06/2013

Si en lingüística la unidad mínima de comunicación es el acto de habla, en política la unidad mínima del acto electoral es la promesa. Cuando queremos comunicar algo, lo hacemos siempre con una intención determinada, porque cuando hablamos, como si de un regalo se tratase, la intención es lo que cuenta. Pero, que comunicar sea regalar, no implica que el regalo sea bueno. Al contrario, cuando emitimos un enunciado (es decir, cuando decimos algo) la intención es las veces algo así como un papel estampado, bonito sí, aunque envuelva el peor de los presentes. Así son algunos actos de habla, engañosos; ya que talmente nos sentimos al desenvolverlos, engañados. Volvamos a la política, y recordemos uno de los regalos que mejor lucían bajo el árbol durante la campaña electoral:

 

(1)    Cuando gobierne, bajará el paro

(http://www.elmundo.es/elmundo/2010/01/09/espana/1263058354.html)

 

Si vamos a la lengua, hemos de hablar de una división (idea de los filósofos del lenguaje Austin y Searle) por la que todo enunciado contiene a su vez tres actos menores. A saber, el mensaje (acto locutivo), la intención (que sería la fuerza, el acto ilocutivo) y el efecto en el oyente (acto perlocutivo). Dicho de otra forma, qué se dice, por qué y para qué. Ilustrémoslo:

 

qué acto locutivo por qué acto ilocutivo para qué acto perlocutivo
Bajaremos el desempleo Promesa Conseguir votos

 

Así pues, cuando Rajoy decía:

 

(2)    Nos vamos a oponer a cualquier subida de impuestos

(http://economia.elpais.com/economia/2012/04/27/actualidad/1335554823_812126.html)

 

nos encontramos con un enunciado en el que lo que se dice sería no subiremos los impuestos; al tiempo que aquello que se pretende es persuadir al posible votante. ¿Qué es lo que motiva, entonces, el uso concreto de ese enunciado, el porqué se dice x de x manera y no de otra? La idea de Searle es que no hay una correspondencia entre la intención con que decimos algo y la forma con que lo expresamos. De ahí que (2), en su sentido más neutro, se pueda interpretar simplemente como la transmisión verbal de un hecho, el de que nos opondremos a cualquier subida de impuestos. Pero, ¿qué piensa cualquier ciudadano cuando escucha estas palabras en boca de un líder político durante la campaña electoral? Evidentemente, en ese contexto, lo que el oyente percibe es una promesa, y no una simple información. Ahora bien, si el hablante da pie a dos posibles lecturas, la del decir algo y la del prometerlo, ¿cómo solventamos esa ambigüedad? Es decir, ¿cómo entiendo yo que esto es una promesa si en ningún momento se usa el verbo prometer?

 

(3)    Cuando gobernemos crecerá el empleo. Crearemos tres millones y medio de empleos

(http://diariodepontevedra.galiciae.com/nova/247420-rajoy-dice-saber-hace-avala-previsiones-mantendra-actual-gobierno)

 

¿Prometemos crear empleo, o sólo lo decimos? Al no haber un verbo explícito, con el que reconocer si la intención original del hablante era afirmar o prometer, estamos ante una forma lingüística explícitamente ambigua. Aún con todo, si tenemos en cuenta el contexto en el que es dicho, parece que la balanza se inclina más a interpretarlo como un compromiso.

 

(4)    Yo no voy a subir los impuestos, no

(http://www.elplural.com/2011/12/31/las-mentiras-de-rajoy-sobre-los-impuestos/)

 

Como vemos, estos actos de habla tienen un claro carácter de promesa electoral, y no el de una simple afirmación. Ello se debe a que toda promesa está orientada hacia el futuro, por lo que el uso de estas formas (crecerá, no voy a) carga lo que se dice de una intención de llevarlo a cabo. El problema está en que los políticos se sirven de enunciados en los que esta fuerza compromisiva se, –digamos– difumina; y echamos en falta la rotundidad de decir prometo que o me comprometo a. Al hablar en futuro se combinan dos matices, el decir algo y el pretender hacerlo; de suerte que, si las cosas no salen como se esperaba, siempre podrá uno aferrarse a lo que se dijo, y no a lo que se prometió:

 

 

 

Se produce entonces un conflicto de intereses, ya que, frente la lectura convencional del electorado, el político siempre podrá dar a entender que su enunciado, en el momento en que lo dijo, no era una promesa. En cualquier caso, sabemos como votantes que el incumplimiento de una promesa electoral es algo reprochable; pero para quien la incumple siempre es más fácil justificarse si lingüísticamente no se comprometió en el pasado:

 

(5)    Dije que bajaría impuestos, y los estoy subiendo. No he cambiado de criterio ni he renunciado a bajarlos en cuanto sea posible, pero las circunstancias obligan

(http://www.rtve.es/alacarta/videos/noticias-24-horas/rajoy-dije-bajaria-impuestos-estoy-subiendo/1460565/)

 

O sea, que, aunque se ha incumplido el programa electoral, siempre es más suave decir dije que bajaría los impuestos, y no lo he hecho que no prometí que bajaría los impuestos, y no lo he hecho. Con la primera opción se está recalcando que un ejemplo como (5) fue una afirmación, mientras que la segunda evidenciaría lo comprometedor de (5) cuando se enunció, que es tal y como el oyente (votante en potencia) lo entendió. Retóricamente, se reformula lo dicho como la elección de una doble posibilidad que ya estaba abierta:

 

 

 

 

Ocurre lo mismo en un ejemplo como:

 

(6)    Ya dijimos que iba a ser un año muy duro para el empleo

(http://www.euribor.com.es/2012/11/05/montoro-subraya-que-el-mes-de-octubre-tradicionalmente-es-malo-para-empleo/)

 

Si lo comparamos con (3), cuando gobernemos, crecerá el empleo, advertimos la transformación de una promesa (o así lo creíamos), en una afirmación de lo contrario (año duro para el empleo):

 

 

 

De nuevo, llama la atención cómo lo que parecían compromisos, enunciados en futuro, devienen cosas dichas, en pasado. O lo que es lo mismo, si antes dije más empleo, ahora afirmo que ya dijimos menos empleo. Donde dije digo, prometía; donde dije prometo, digo Diego. Veamos otro caso:

 

(7)    No voy a hacer el copago.

(http://escolar.net/MT/archives/2012/04/rajoy-noviembre-de-2011-no-voy-a-hacer-el-copago.html)

(8)    nosotros dijimos que –esta opción [el copago]– no la íbamos a utilizar salvo ‘imperativos legales’

(http://www.heraldo.es/noticias/aragon/2012/03/15/aragon_deja_centimo_sanitario_quot_recamara_quot_180264_300.html)

 

Una vez más, el esquema se repite:

 

 

 

 

Asistimos a una estrategia discursiva tan recurrente como provechosa, puesto que no sólo se justifican declaraciones que eran intencionadamente ambiguas, sino que incluso se llega a reelaborar auténticas promesas. Un acto de habla como (9), compromisivo como la copa de un pino:

 

(9)     Yo garantizo que con otras políticas saldremos adelante.

(http://www.lavozlibre.com/noticias/ampliar/304564/rajoy-yo-garantizo-que-con-otras-politicas-saldremos-adelante)

 

dista mucho de:

 

(10)  Ya dijimos que las cosas irían mal.

(http://www.diariovasco.com/20120929/mas-actualidad/politica/rajoy-dijimos-cosas-irian-201209291623.html)

 

Estos dos enunciados no comparten ni el momento ni el discurso en que fueron dichos, pero ambos tienen en común que han salido de la boca de la misma persona. Si atendemos a un ejemplo como (9), suponemos que un verbo como garantizar posee un valor casi sinonímico al de prometer, por lo que estaríamos presenciando lo que es casi una excepción (visto lo visto) en el discurso político: un enunciado sin ambigüedad. Lo interesante es que hasta una declaración como (9), que, por el verbo del que se sirve (garantizar = prometer), debería tratarse necesariamente de una promesa, responde, sin embargo, a la misma reformulación que en los demás casos:

 

 

 

 

Reformulación que, en principio, ni siquiera debería ser factible.

En conclusión, parece que, con el uso de ciertas formas (como, en nuestro análisis, el futuro o el verbo decir), la retórica de los políticos intenta adelantarse a los posibles daños que posteriormente pueda sufrir su credibilidad; porque dar a entender que algo no fue una promesa exime de responsabilidad a quien la ha incumplido. Tengamos esto presente ya que, de lo contrario, acabaremos relacionando toda una morfología propia del compromiso con la de la indeterminación; lo cual podría traducirse en que el ciudadano, intuitivamente, ya no pueda depositar ninguna confianza en una clase política que, en apariencia sólo, se compromete verbalmente –y nada más–.

 

 

Adrià Pardo Llibrer

Videoblog:

http://www.youtube.com/watch?v=x2cvSArPUB8&feature=player_detailpage

mercantilización (ii)

Martina

¿Qué significa “la verdad”? A lo largo de la historia del pensamiento filosófico, desde Platón, quien la describía como la suma de la belleza, la bondad y la justicia, pasando por Kant y su distinción entre el conocimiento del ser humano sobre la realidad y la forma que la realidad tiene en sí misma, la noción de “verdad”  plantea todavía hoy sumos problemas de definición. Pero dejando las cuestiones filosóficas a un lado, nos centraremos en un tema lingüístico relacionado. ¿Qué significa decir la verdad? ¿Cómo se argumenta la verdad o falsedad de un suceso y  qué consecuencias tendría el hecho de afirmar algo como verdadero y posteriormente negarlo o afirmar su negación?

En este blog, mediante las herramientas que la propia lengua nos proporciona, y con la ayuda de la disciplina pragmática, intentaremos analizar en qué ha consistido uno de los casos que en España han llevado a acentuar la situación de crisis económica, política y social que veníase gestando desde las eufemísticas desaceleraciones y los inicios de la trama Gürtel:                                 ¿Cómo ha argumentado  el Partido Popular su relación con el “caso Bárcenas”?

Para averiguarlo, hemos confeccionado un corpus cronológico de 70 noticias que abarca desde el inicio, 16 de enero de 2013, hasta las últimas informaciones del mes de mayo (29/05); así, por cuestiones de tiempo y espacio, no se tratarán ninguna de las nuevas aportaciones a partir de junio. De esta manera,  siguiendo el eje cronológico y en función de la coherencia establecida entres los discursos internos de los miembros populares y las informaciones externas,  distribuiremos las intervenciones entre argumentos a favor del PP y contraargumentos, y analizaremos qué consecuencias propiamente argumentativas se plantean. Eso sí, con el objetivo final de que cada cual opte por una libre y propia interpretación. Para eso somos hablantes y no figurantes, ¿no?

A modo de escueto resumen, fecharíamos el comienzo hacia la segunda semana de enero de 2013, cuando el grupo parlamentario popular se ve salpicado por un escándalo de corrupción, relacionado con Luis Bárcenas, el antiguo tesorero del partido, que ya había sido imputado por un delito de financiación ilegal de su partido en la trama de 2009 conocida como Gürtel. Este nuevo caso empieza a construirse sobre la base de una triple bomba informativa entre los días 16, 17 y 18 del primer mes del año:

1)     (EL MUNDO: 16/01): Suiza informa de que Bárcenas llegó a tener 22 millones”

2)     (EL PAIS: 17/01): El abogado de Bárcenas: “Las empresas de mi cliente se acogieron a la amnistía (fiscal)

3)     (EL MUNDO: 18/01): Bárcenas pagó sobresueldos en negro durante años a parte de la cúpula del PP

En resumen, se descubre que el ex tesorero del PP podría haber cometido un delito de frauede fiscal ya que poseía hasta 22 millones de euros en una cuenta bancaria en Suiza, dinero, según él, sin ninguna vinculación con su partido. Al día siguiente, sus abogados afirman que Bárcenas regularizó todas sus ganancias a través del proceso de amnistía fiscal promovido por el gobierno. Por último, el 18, se publica que gran parte de la cúpula del PP habría percibido sobresueldos de mano del ex tesorero.  Por tanto, 22 millones en Suiza, Amnistía fiscal y sobresueldos serán tres palabras clave para el desarrollo de los acontecimientos.

Sin embargo, más tarde, el 31 de enero, aparecerá en EL PAÍS la noticia que ha dado sobrenombre a la trama: Las cuentas secretas de Bárcenas. Se trata de la publicación de una serie de fotocopias sobre la supuesta contabilidad secreta de los tesoreros del PP entre los años 1990 y 2008, y según las cuales, tanto el presidente del gobierno como otros miembros del partido habrían recibido dinero adicional a sus retribuciones económicas legales en base a las donaciones que diferentes empresas privadas habrían hecho al partido,  a cambio de concesiones de obras públicas y supuestos tratos de favor.

Habría sido el tesorero del partido, Bárcenas, la persona que habría fraccionado las donaciones en pequeñas cantidades (ya que estas financiaciones no podían superar los 60.000 euros) y las habría ido acumulando en una cuenta de un banco suizo, hasta alcanzar la cifra de 22 millones y que recientemente ha sido de nuevo situada en torno a 47 millones de euros (15/06).

Ante un asunto de tamañas dimensiones, ubicado además en un clima de dificultades económicas para los ciudadanos, estos, el resto de grupos políticos y otros componentes del propio partido les exigen (cada uno dentro de sus posibilidades) una respuesta.

¿Ha contestado a todas las preguntas el Partido Popular? ¿Cuál es la evolución que ha habido entre las argumentaciones del partido y los hechos investigados sobre el escándalo?

Antes de empezar, hemos de señalar que, como todo en asunto polémico, siempre coexiste un debate entre puntos de vista contarios, entre argumentos o contraargumentos o, como se establece en Retórica, entre un proponente y un oponente. Por tanto, iremos clasificando  los diferentes discursos entre argumentos y contraargumentos, y los agruparemos en tres fases:

1)     1ª semana: Bárcenas es un caso particular + Todo es falso + Quien la hace, la paga

Esta primera fase constituye el momento argumentativo inicial, de la cual partirán nos tres argumentos claves que se irán repitiendo frecuentemente en las intervenciones  del partido popular. Desglosemos cada uno de ellos:

  1. A.     “El dinero de Bárcenas es particular”

Hemos dicho que es el 16 de Enero cuando empieza a destaparse la trama de las cuentas bancarias en Suiza del tesorero por parte del periódico EL MUNDO. Un día más tarde, el 17, los abogados de Bárcenas aseguran que este se acogió legalmente a la Amnistía Fiscal que el gobierno había propuesto, y  muchas voces en la oposición critican que esta ley se haya elaborado para facilitar el blanqueamiento de capital. Como respuesta,  el ministerio de Hacienda  desmiente las acusaciones de sus abogados mediante un muy concreto y breve comunicado y  Mª Dolores de Cospedal responde a las acusaciones con un argumento, mediante el que marcará las distancias entre el partido y su ex tesorero, para desvincularse totalmente y desde el principio,  al cual denominaremos  “BÁRCENAS NO ES PP” o “B NO PP”:

“Lo que sí le puedo decir es que se trata de un tema particular, particular, particular, de esta persona en cuestión y que no tiene nada que ver con el partido popular […]”.

Además, Cospedal recupera un discurso  utilizado el 15 noviembre de 2012, en plena campaña de elecciones catalanas:Si yo hubiera sido una presidenta autonómica que me presentara a unas elecciones teniendo una cuenta en suiza y sin poder explicar de dónde venía el dinero, pues yo habría tenido que dimitir” ante el cual, el lector y el curso de la investigación determinarán la verdad o falsedad de dicho enunciado.

  1. B.     “No, jamás, en la vida, yo no he sido” = NEGACIÓN ABSOLUTA

 La  explosión se consuma el 18 de Enero,  cuando EL MUNDO anuncia que parte de la cúpula del Partido Popular habría estado cobrando sobresueldos desde la época de Manuel Fraga hasta 2008, tras lo cual, las reacciones no se hacen esperar, y algunos de los involucrados, Javier Arenas, Esteban González Pons o Carlos Floriano lo niegan rotundamente.

“En este tiempo, ni vi, ni se me ofreció, ni se me dio ningún sobre con dinero, y por supuesto, no lo hubiera aceptado”  (Soraya Sáez de Santamaría)

Jamás he cobrado en un sobre, ni en dinero que no haya declarado. Nadie me lo ha insinuado ni tengo  ningún conocimiento de que en el partido esa práctica exista o haya existido” (Esteban González Pons)

Otra de las negaciones viene por parte del propio presidente del gobierno, el día 19 de enero, cuando ante la pregunta de una periodista sobres si hubo sobresueldos en el PP, Rajoy contesta:  “Sí, hombre.”

En adelante, denominaremos a este argumento: “NEGACIÓN”, y se detallarán los diferentes matices de los que se caractericen.

  1. C.     “Se tomarán medidas contra aquellos que se comporten mal”

Como vemos, la noticia de los sobresueldos será la de mayor implicación hacia miembros del partido,  el presidente y  algunos ministros, por lo que ante una pregunta implícita como podría ser: “¿Qué va a hacer el PP para arreglar este asunto?”, observamos que aparecen un tercer argumento: “SE TOMARÁN MEDIDAS”. Así, el sábado, 19 de enero, en rueda de prensa, Rajoy no da explicaciones sobre ninguna de las noticias anteriores, lo único que se limita a anunciar solemnemente es: Si alguna vez tengo conocimiento de irregularidades, de conductas impropias que afectan a militantes de nuestro partido, no me temblará la mano”,  en consonancia con el discurso de María Dolores de Cospedal, del día anterior, en el que sobresale la afirmación de “Quien la hace, la paga”.(Vídeo -1:39)

El lunes 2 “Rajoy ordena una auditoría interna y otra externa desde que nació el PP” yanuncia una comparecencia de Montoro y querellas contra los que “difamen” al PP”, por lo que se reforzará este argumento de las medidas. Además, en la noticia de EL PAÍS, podemos leer que será la “actual gerente y tesorera, Carmen Navarro”, quien dirija la investigación interna.

Aquí concluye esta primera semana de nuevos hallazgos en el escándalo de corrupción y los argumentos del PP, que viran en torno a tres direcciones: “B NO PP”, Todo es falso y “Castigaremos a quien se comporte de manera reprobable”.

 

 

 

 

 

 

 

 

2)     Segunda semana: No lo sé + No desmiento + No me acuerdo + Silencio

Tras esto, nos encontraremos con unas explicaciones un tanto vagas o vacías. ¿Cómo debemos interpretar este tipo de enunciados que no logran despejar todas las dudas?

Según el lingüista Stephen Levinson, los hablantes solemos inferir una serie de informaciones  de manera generalizada, o como él lo denomina, “presumiblemente”. ¿A qué se debe? Como decimos, Levinson postula que existe un principio que rige la comunicación, denominado la heurística de la Cantidad (HQ): “Lo que no se dice no se da”, a través del cual, el hablante “ha de proporcionar una aseveración informativamente fuerte, en función  su conocimiento del mundo y que concuerde con los hechos”. Veamos estos ejemplos para entenderlo:

-NO LO SÉ: Es el caso del miércoles 23, que tras comparecer en rueda de prensa el ministro de Hacienda, leemos este titular: “Montoro asegura que no sabe si  Bárcenas se acogió a la amnistía fiscal”. Hay que señalar que su certeza al afirmar que no tiene certeza de saber lo referido a Bárcenas y a la amnistía fiscal supone una grave contradicción con respecto al comunicado emitido el 17 de Enero de 2013 en el que el Ministerio de Hacienda desmentía las afirmaciones de su abogado.

-NO DESMIENTO + SILENCIO + NO ME ACUERDO: Por su parte, Rajoy se dejará de ironías y el viernes 25, confirma que “no desmentirá los supuestos sobresueldos hasta que finalice la auditoría ordenada dentro de su partido. Asimismo, ese día, de viaje oficial en Chile, decide no permitir ninguna pregunta de los periodistas, y junto con ello, ese mismo día, el periodista Luis del Olmo le pregunta, en ABC Punto Radio, cuándo había sido la última vez que había hablado con Luis Bárcenas: “Pues la verdad es que no me acuerdo, Luis. No me acuerdo.

El argumento que aquí se usa, como decimos con relación a Levinson, será denominado HQ,  e implicará que los miembros del PP no se comprometan a afirmar o negar las acusaciones que están recibiendo.

Por último, señalaremos otro de los argumentos utilizados en esta segunda fase, y que se corresponde con la falacia retórica ad hominem que, pese a diferenciarse de los anteriores, se asemeja a ellas en que el hablante que lo usa no alude razones para rebatir la acusación (no se compromete), sino que descredita o ataca a la persona que lo acusa. En una de las respuestas de Montoro del día 23, cuando el diputado socialista, Pedro Saura,  le hace esta pregunta, ocurre esto:

-Proponente:[…] ¿El ministro de Hacienda ha cobrado en B? ¿Ha cobrado un sobre?

-Oponente:  En primer lugar, señor Saura, la ruindad en la política tiene un límite […]

http://www.youtube.com/watch?v=vXwG-W4qGdE&feature=player_detailpage

Levinson apunta también, como guía para el oyente, que este  tendría que “aceptar que el hablante ha realizado la aseveración más fuerte de acuerdo con lo que sabe”.  El lector, por tanto, observaría que, en este caso concreto, el ministro no ha negado taxativa y explícitamente la respuesta, y que en los anteriores no se han realizado intervenciones comprometidas con la pregunta formulada, sino que se ha tramado una estrategia comunicativa de desvinculación con la relación entre PP y Bárcenas.

3)     Tercera fase: NEGACIÓN + ADMISIÓN 1er. PAGO = NEGACIÓN CON EXCEPCIÓN

Una vez hemos llegado hasta aquí, es donde nuestro análisis echa raíces en torno al escándalo de corrupción, ya que será el jueves, 31 de Enero cuando EL PAÍS publica Las cuentas secretas de Bárcenas, las supuestas fotocopias de la contabilidad secreta del PP que mostrarían los pagos y sobresueldos de numerosos miembros, así como los datos comprometedores de donaciones y financiaciones por parte de empresas privadas. Tras esto, y sirviéndonos de un discurso interrogativo implícito como “¿Qué dice el PP sobre este asunto”?, la negación vuelve a ser el contraargumento que predominará y de esta manera,  Mª Dolores de Cospedal, en rueda de prensa ese mismo día, afirma: Yo no voy a reconocer veracidad, ni tengo por qué a algo que no se corresponde con la contabilidad que tenemos en el partido, de ninguna manera, de ninguna manera”.

Después de esta primera intervención, simultáneamente en ese momento, Pío García Escudero, presidente actual del Senado, reconoce un pago anotado por Bárcenas”, que consistía en un crédito prestado por el PP en 2000 tras haber sufrido un atentado  de ETA que le destrozó su casa en Madrid.  Esta admisión constituye un serio contra discurso con respecto a Cospedal, a quien le piden ahora una nueva explicación en función de las palabras de García Escudero,  y que utilizará el nuevo argumento denominado “NEGACIÓN A MEDIAS o NEGACIÓN CON EXCEPCIÓN”

-Ese dato al que usted se refiere, al que ha hecho alusión Pío García Escudero, será verdad, pero eso no quiere decir que valide completamente ese papel que se ha publicado”.

En consonancia con Cospedal, los barones del PP saldrán todos a una (Como en Fuenteovejuna, pero con un argumento distinto) y, oponiéndose al contra discurso de la admisión de un pago,  negarán la existencia de estos papeles. (NEGACIÓN)

Aquí se pondrá fin al mes de Enero, con la publicación de estas cuentas secretas, que han provocado la indignación de los miembros del Partido Popular, así como de la oposición y de la ciudadanía. Gracias a una visión amplia del recorrido argumentativo de este primer mes, podríamos observar tres fases distintas, correspondientes a las tres últimas semanas del mes, en las que predominan esta serie de argumentos:

 

 

1)     Negación de las informaciones publicadas (5 ocasiones)

2)     Intervenciones discursivas que implican Heurística Q de Levinson (Lo que no se dice, no se da) (5 ocasiones)

3)     B es particular; B NO PP (3 ocasiones)

4)     Acciones: Amenazas de castigos a comportamientos reprochables (2 ocasiones)

5)     Negación CON EXCEPCIÓN (1 ocasión)

En el próximo artículo proseguiremos  con el análisis de mes de febrero y continuaremos analizando hacia qué dirección tenderán los argumentos que Bárcenas y el Partido Popular, con el fin de poder comprender, por un lado, qué es lo que está sucediendo en nuestro entorno político y, por otro, de qué manera se sirven del lenguaje para conseguir uno u otro objetivo.

 

    Tomás Corcoles Molina

Videoblog:

Ángela Martínez Fernández

¿Flexi… qué?

Cada vez es más común unir partes de palabras para formar otras nuevas. La creación léxica es un recurso para denominar nuevas realidades. Este es el caso del término flexiguridad.

«… hay que ir al habla en donde están la vida y el dinamismo que renuevan continuamente la lengua por la creación de nuevos elementos, el abandono de otros y por las nuevas combinaciones de los existentes.»  [J. J. Montés Giraldo, «Sobre los procedimientos de creación léxica y su clasificación», en LEA VI, 1984, pág.41]

La palabra flexiguridad (flexibilidad y seguridad) se refiere al proceso consistente en modernizar el mercado laboral teniendo en cuenta que  los trabajadores podrán cambiar de trabajo cuando quieran o cuando así lo precise la empresa para la que trabajan con la seguridad de una alta protección social para los desempleados, así como una política de formación y reinserción laboral que aseguran la adaptabilidad de los empleados durante su vida laboral:

Las estrategias de flexiguridad tratan de reducir las tasas de desempleo y mejorar la calidad de los puestos de trabajo en la Unión Europea (UE). Estas estrategias se basan en políticas que asocian la flexibilidad y la seguridad en el empleo. La Comisión pretende promover y mejorar la aplicación de estas políticas” [Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de Regiones. “Hacia los principios comunes de la flexiguridad: más y mejores empleos mediante la flexibilidad y la seguridad”. COM (2007) 359 final, de 27.6.2007]

En esta declaración del Parlamento europeo se quiere incluir una concepción nueva del trabajo, es por eso por lo que flexiguridad es un concepto positivo. Sin embargo, hoy por hoy, hay noticias que se hacen eco de que “…las nuevas condiciones del mercado laboral vienen marcadas por la flexibilidad y la inestabilidad, por mucho que la Unión Europea trata ahora de aplicar el concepto híbrido de “flexiguridad” [“El fin del empleo seguro”, J. Luis Barbería, EL PAÍS, 22/06/2008] y se presenta flexiguridad como término negativo.

Ante esta dicotomía que nos ofrecen los ejemplos anteriores surge el interés por saber qué connotaciones tiene la palabra flexiguridad. Teniendo en cuenta su carácter neológico, las connotaciones positivas o negativas que adquiera el nuevo término dependerán de las palabras que lo acompañen. Para definir sus límites se han buscado referencias en artículos periodísticos, económicos, políticos, sindicales y académicos (125 referencias) que permiten analizar dichas combinaciones. Las palabras que acompañan a flexiguridad en las referencias estudiadas quedan recogidas en la siguiente tabla que en la que los conceptos positivos que acompañan al término aparecen separados de los negativos y se agrupan según la categoría gramatical a la que pertenecen:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
Sin embargo, las contribuciones negativas las encontramos en boca de los sindicatos que ven con desconfianza las medidas que conlleva el término a nivel laboral y critican sobre todo las posibles complicaciones o dificultades en la ejecución.El análisis del corpus muestra que el término flexiguridad aparece asociado a más aspectos positivos que negativos, en una proporción de 105 a 20. Estas contribuciones positivas las encontramos en declaraciones, estudios, noticias, libros  o trabajos de políticos, periodistas, analistas, economistas e Informes de la Comisión Europea [COM(2007)359 ] e incluso proyectos  subvencionados por el Ministerio de Trabajo e Inmigración del Gobierno de España [Proyecto FIPROS 2008/35].

CC.OO. y UGT (…)  han calificado de «grave error» que se impulse la ‘flexiseguridad’ en los mercados”  [http://www.europapress.es/economia/laboral-00346/noticia-economia-laboral-ccoo-ugt-califican-profundamente-decepcionantes-conclusiones-consejo-europeo-20110328140342.html]

Como todo neologismo, la palabra flexiguridad necesita, para asentarse en un idioma, un proceso que puede ir, desde su aparición en el habla de los usuarios hasta ocupar un lugar en un diccionario especializado o ser, por el contrario, un término que se genera en un campo específico y que llega al habla por su uso. ¿En qué momento se encuentra la palabra en su proceso de inserción en la lengua?

Las palabras que destacan en el análisis de la tabla por su índice de frecuencia son incentivar, impulsar, activar, verbos que tienen que ver con el inicio de una acción, lo que se corresponde con el momento de inicio del proceso de asentamiento de la nueva palabra creada al idioma, y es esto mismo lo que provoca discursos a favor de la acción y su consecuente reacción, desde la batalla impuesta: eficaz, funciona, impulsar, mejoras frente a no convence, cuestionamos, rechazar, impracticable.

Dentro del mundo político y del mundo laboral el concepto flexiguridad  intenta ser una solución creíble para la crisis económica actual. Otros verbos con los que se asocia tienen que ver con la defensa del concepto; así, se habla de aboga, insta o recomienda.

 “El presidente del Consejo Europeo insta a aplicar la flexiguridad”  [http://www.flexiseguridad.es/2011/presidente-consejo-europeo-insta-aplicar-flexiseguridad-flexiguridad/]

Debido a su carácter neológico, la palabra flexiguridad está en el momento de encontrar su definición y de justificar su necesidad, por eso aparece bien como sujeto, bien como atributo de oraciones copulativas con el verbo ser y en algún caso en formas de aposición, o de yuxtaposición. Para darle contenido a la palabra, más allá de la unión flexible-seguro, se la asocia de esta manera con sustantivos que hacen referencia a aspectos laborales positivos.

 “[…] posiblemente la flexiseguridad sea una solución por la que vale a la pena apostar […][EL PAÍS, 21/02/2012

‘Flexiguridad’, un modelo no sólo para los daneses[5 DÍAS 12/12/2009]

“La «flexiguridad» es una forma novedosa de concebir el mercado de trabajo” [Diario de Mallorca, 9/02/2009]

Flexiseguridad, el concepto de moda para crear empleo en Europa [Euroxpres, 18/02/2012]

“La flexiseguridad es un modelo laboral que surgió en Dinamarca en los años 80 y busca el punto de equilibrio entre la flexibilidad y la seguridad, tanto para el trabajador como para la empresa.” [http://trabajotemporal.unique.es/2012/09/20/%C2%BFque-es-la-flexiseguridad-laboral/]

“La flexiseguridad laboral (flexicurity) es una elaborada noción europea que implica un renovado equilibrio entre la flexibilidad y la seguridad en las relaciones laborales.” [http://www.cincodias.com/articulo/opinion/flexiseguridad-laboral-europea/20110324cdscdiopi_4/]

“El objetivo es la  flexiseguridad. [http://www.elblogsalmon.com/mundo-laboral/flexiseguridad-bonita-palabra-si-no-estuviese-vacia]

Las calificaciones forma novedosa, concepto de moda, nuevo paradigma o tendencia asocian flexiguridad con una noción laboral nueva positiva. Esta idea se acentúa cuando las palabras que acompañan al término son ventaja, sistema, modelo, eficacia, éxito, remedio, o solución. Los adjetivos que la califican: activas, efectivas, estimuladoras, generan expectativas de mejora  y los verbos  que se utilizan, perspectivas de reactivación: impulsar, incentivar, promueve, aboga, aplicar.

“La flexiguridad es una forma novedosa de concebir el mercado de trabajo[Diario de Mallorca, 9/02/2009]

“[…] posiblemente la flexiseguridad sea una solución por la que vale a la pena apostar […]” [EL PAÍS, 21/02/2012]

Por otro lado, flexiguridad asociada a estrategia, reforma o plan  se puede entender como algo positivo si lo valoramos como mecanismo para dar respuesta a la crisis. Aparece como panacea o fórmula mágica que ya funciona en otros países.

El ministro de Empleo danés exhibe la tasa de paro más baja de toda la UE: un 3,7%. Su secreto se llama ‘flexiguridad’, un sistema que combina el despido libre con la máxima protección social. El resultado es que el 75% de los parados vuelve a trabajar en menos de un año. Muchos ven en su caso la panacea contra la deslocalización que trae la globalización.

[http://www.elmundo.es/suplementos/nuevaeconomia/2007/378/1182636009.html]

Para que llegue además a todos los sectores sociales, los discursos incluyen cuestiones sobre el género, culturales o las políticas de inclusión social.

 Flexiseguridad e Igualdad de género” es un estudio realizado por la Fundación Alternativa que pretende adaptar parte del modelo económico y social de Dinamarca para que la mujer española pueda compatibilizar mejor la vida laboral con la familiar.” [http://www.canalsolidario.org/noticia/conoces-la-flexiseguridad-acercate-a-ella-y-concilia/22596]

Así, nace un término que aúna dos conceptos que hasta hace muy poco tiempo eran casi contrarios y se presenta en sociedad rodeado de conceptos, adjetivos y verbos que incitan a apoyar estas medidas, con el objetivo de que crezca, madure y se instale en nuestro vocabulario  con connotaciones positivas.

¿Tiene futuro la palabra flexiguridad en nuestra lengua? ¿Tiene futuro la flexiguridad laboral en nuestra realidad social?

En este análisis encontramos palabras como estrategia, remedio, solución, tendencia, sistema, pero otras como confianza, esperanza, honestidad, humildad, trasparencia, solidaridad no aparecen en estos discursos acompañando al término “flexiguridad”. ¿Serán estos los ingredientes secretos de la poción mágica que funciona en otros países y no en el nuestro?

Laura Pérez Sanchis

Basta con observar nuestra realidad con un mínimo de curiosidad para darse cuenta de que una de las tantas consecuencias de las crisis es el salto a la arena de ciertos conflictos sociales que, a menudo, generan verdaderas contiendas lingüísticas. Aunque sea lingüístico, estamos hablando de un verdadero combate, así que se hacen necesarios dos bandos confrontados que, además, estén armados de pies a cabeza. Uno de los bandos nace del malestar social habitual en época de crisis, manifiesto en la desconfianza hacia aquellos a quienes se suele culpar de la situación y en el sentimiento de colectividad por parte de los que la padecen. Ante este panorama, la sociedad molesta se arma de grupos y de movimientos sociales. Por supuesto, la reacción de los señalados como culpables había de llegar. Este es el otro bando, el que empuña como principal arma la Retórica. La selección de un arma como esta ya nos da cuenta de los objetivos: la persuasión. La pregunta es: ¿persuadir de qué?

 

Este panorama de conflicto lingüístico que acabamos de exponer sintetiza una de las situaciones que vivimos hoy como consecuencia de la actual crisis. En esta entrada, expondremos el caso de la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) y, concretamente, trataremos el ya celebérrimo fenómeno del escrache, por ser la principal diana de todas las flechas retóricas de los adversarios. El objetivo que perseguimos es observar los argumentos que se emplean contra este fenómeno con el fin de convencer de que no puede concebirse en una sociedad democrática como la nuestra.

 

Uno de los argumentos fundamentales que se dirigen contra el escrache es aquel que pone de relieve su carácter violento. Rafael Hernando, portavoz popular en el Congreso, lo formula perfectamente: “un escrache es acoso y los acosos son violentos” http://www.elmundo.es/elmundo/2013/05/01/espana/1367405157.html.

Hernando elabora el argumento basándose en una deducción lógica que nos lleva a la conclusión implícita de que el escrache es violento:

 

a) un escrache es acoso

b) los acosos son violentos

Por tanto: c) el escrache es violento.

 

Sin embargo, para llegar a una conclusión a partir de una deducción, es necesario dar por verdaderas todas las premisas. Fundéu define los escraches como “manifestaciones que se convocan frente al domicilio o lugar de trabajo de personajes públicos para reprobar su comportamiento en determinados asuntos políticos o sociales”. Si nos atenemos a la definición, el rasgo [+acoso] no parece ser propio del concepto escrache, por lo que la premisa de la que partía el portavoz –“un escrache es acoso”–, en principio, no puede ser considerada como verdadera. De esta forma, la conclusión a la que se llega no es válida lingüísticamente; la violencia no forma parte de la definición léxica del término escrache.

 

El SUP (Sindicato Unificado de Policía) parece estar de acuerdo: “en un escrache, seguimiento o manifestación pacífica, puede haber o no coacciones, amenazas o acoso” (http://www.elperiodico.com/es/noticias/sociedad/policia-pide-los-agentes-que-usen-palabra-escrache-2370749). Precisamente por esto, no deja de ser llamativo el hecho de que la policía haya ordenado que  se deje de emplear el término escrache:

 

En todas las comunicaciones, escritos y diligencias en las que se notifique que se han producido acosos, amenazas y coacciones a representantes políticos, dejará de utilizarse el término ‘escrache’. (http://www.elperiodico.com/es/noticias/sociedad/policia-pide-los-agentes-que-usen-palabra-escrache-2370749).

 

El objetivo es que este término sea sustituido por “la acepción castellana correspondiente”. La propia policía propone acepciones como “acoso, amenazas o coacciones”. Resulta algo paradójico, porque escrache y acoso no son sinónimos. Emplear, como sustituto de escrache, el término acoso supone añadir a la realidad una carga significativa muy distinta.

 

En cualquier caso, atribuirle esa carga semántica de violencia al término escrache es una tendencia generalizada. De hecho, algunos incluso dan un paso más y lo utilizan como premisa presupuesta para elaborar su argumento. En palabras de Cospedal:

 

Los acosos, la violencia física y verbal, los ataques a las personas, a sus familias, a sus viviendas; eso no refleja más que un espíritu totalitario y sectario, y eso es lo más contrario que hay a la democracia.

(http://videos.lavanguardia.com/20130413/54372355085/cospedal-califica-los-escraches-de-nazismo-puro.html)

 

Cospedal, en estas declaraciones, acepta como presupuesto que el escrache es violento y lo toma como premisa. Esta, junto a la premisa implícita de que la violencia es totalitarismo, nos permite llegar a la conclusión final de que el escrache es totalitario y, por tanto, antidemocrático. El problema es que, en Retórica, verdad es únicamente aquello que no se discute y, como se ha comentado anteriormente, que escrache signifique violencia es discutible, al menos desde el punto de vista lingüístico.

 

Eva Durán también ha apelado al carácter antidemocrático del “traslado de las protestas a la puertas de las casas de diputados”: “no se puede hacer, estamos en un Estado de derecho democrático”

(http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/04/05/madrid/1365164740_566932.html)

 

Esta premisa nos lleva a la conclusión implícita de que el escrache no es entendido como un fenómeno democrático. Sin embargo, dar por cierta la premisa supone pasar por alto que las manifestaciones ante domicilios privados están reconocidas por el derecho internacional. La propia Amnistía Internacional, ante las críticas realizadas contra el escrache, explicaba lo siguiente: “la protesta social, sea en la forma que sea y siempre que se lleve a cabo de forma pacífica, es un derecho inalienable”

(http://www.es.amnesty.org/noticias/noticias/articulo/ai-pide-que-cese-la-estigmatizacion-contra-miembros-y-simpatizantes-de-la-pah/).

De esta forma, parafraseando a Durán, lo que podemos concluir es que precisamente el hecho de estar en un Estado de derecho democrático es lo que permite las protestas ante las casas de diputados.

 

En los discursos políticos, otro de los argumentos más recurridos es el emotivo. En el caso del escrache, se nos recuerda que en las casas de los diputados hay menores. Así lo hace Sáenz de Santamaría: “este tipo de protestas afectan especialmente a gente del núcleo familiar que no está en esto”, “ellos no pueden protegerse por sí solos” http://www.elmundo.es/elmundo/2013/04/19/espana/1366380573.html.

 

La vicepresidenta elabora su argumento sobre la base de un topos aceptado por todos: los niños son personas desprotegidas e indefensas. El principal inconveniente es que los niños desahuciados también cumplen con este topos y, sin embargo, de momento, su situación no ha sido remediada. Es decir: existe una contradicción entre la crítica de Santamaría hacia los escraches y lo que su Gobierno pone, o mejor dicho, no pone en práctica. Además, la vicepresidenta utiliza su argumento para concluir que “cuando uno se salta las normas está fuera de ese sistema de derechos y libertades que nos hemos dado”. Para llegar a esta conclusión, se recurre de nuevo a un topos: los niños son intocables. De esta forma, actuar de modo que los niños salgan perjudicados supone saltarse las normas y, por tanto, estar fuera del sistema democrático o, lo que es lo mismo, ser antidemocrático. No obstante, que los escraches puedan perturbar la tranquilidad de unos menores, en principio, no garantiza que estemos ante un fenómeno antidemocrático. En cualquier caso, la veracidad de la conclusión no parece importar demasiado cuando aquello a lo que se apela con el argumento emotivo es a un sistema de creencias y valores que juzgue la consideración como legítima.

 

El último argumento destacable contra el escrache es aquel que se funda sobre la base de la ley. El día 12 de abril, uno de los titulares de 20 minutos decía lo siguiente: “Cifuentes, ante la polémica: ‘no se sanciona por hacer escraches, sino por incumplir las leyes’”. En el artículo (http://www.20minutos.es/noticia/1785345/0/cristina-cifuentes/escraches/sanciones-expedientes/), la delegada argumenta que los escraches incumplen la ley que obliga a los ciudadanos a comunicar cualquier tipo de manifestación y que es este el motivo de las sanciones que se están interponiendo a los participantes. La premisa de la que se parte en este caso es verdadera, por lo que, en este sentido, podemos concluir la ilegalidad de los escraches no comunicados. Resulta algo contradictorio, sin embargo, que se sancione por el incumplimiento de las obligaciones del ciudadano pero no se sopese sancionar el incumplimiento de las leyes que recogen sus derechos, como el derecho a una vivienda digna, recogido en el artículo 47 de la Constitución Española.

 

A estas alturas, es evidente la posición con respecto al escrache, al menos, de aquellos políticos cuyos argumentos hemos tratado. Aun así, unas últimas aclaraciones, por si queda algún despistado: el fin último es sobrevivir en la arena (y, con un poco de suerte, convertirse en leyenda). Pero la batalla se ha trasladado al terreno de la Retórica, con el fin de intentar persuadir de la ilegitimidad del fenómeno escrache. Las armas empleadas son argumentos que permitan construir un buen relato, una historia creíble y convincente sobre la realidad que vivimos. Lo que no saben es que trasladar la batalla al terreno de la Retórica nos concede la fastuosa posibilidad de discutir y, por tanto, de impedir que su relato, esa única realidad posible, se convierta en la verdad.

Estefanía Mestre

La crisis actual en España no solo afecta a la política, a la educación o a la sanidad, sino que también está presente en el campo de la publicidad. Es más, las huellas de la crisis en la publicidad ya vienen notándose desde lejos: los publicistas han cambiado sus estrategias y argumentos, hasta el punto de haber utilizado la propia crisis como argumento. Pero, ¿cómo se puede utilizar el propio argumento de la crisis para vender en tiempos de crisis? Obsérvese el siguiente anuncio:

Trascripción:

‘‘Me mata la curiosidad. ¿Por qué sigues dejándote una pasta en el móvil? Despierta y pásate a MÁSMÓVIL, te ofrecemos el contrato más libre, sin ataduras, con las mejores tarifas del mercado, cero céntimos minuto entre nosotros. Cámbiate a MÁSMÓVIL antes del quince de diciembre y te regalamos un viaje con Ryanair. ¿Quién dijo crisis?’’

En este primer anuncio, de la compañía telefónica MÁSMÓVIL, se nos ofrece un vuelo de regalo si contratamos una línea telefónica de la compañía.

También el siguiente anuncio, ahora en formato estático, trabaja con la presuposición de la crisis:

 

Este segundo anuncio forma parte de una página electrónica (www.oheme.es) dedicada a dar a conocer trucos de belleza, consejos para hacer un regalo, pasos para cocinar algún plato, etc. En este caso, en concreto, se muestra un truco para ahorrar en cosméticos, recortando el envase para sacar el contenido al que no tenemos alcance si no lo recortamos y hurgamos dentro.

 

En los dos anuncios anteriores, como en otros muchos, se cuestiona la crisis como argumento fundamental de adquisición de productos: “¿Quién dijo crisis?’’. Aparentemente, podríamos decir que la estrategia que emplean es la misma, ya que utilizan la misma fórmula. Sin embargo si profundizamos en el argumento que desarrolla cada uno de ellos, nos encontramos con que los argumentos más bien son opuestos. Vamos a ver cómo trabajan las estrategias estos dos anuncios desde a) el punto de vista lingüístico, b) del tono que emplean los sujetos y c) de los argumentos en los que se basan.

a) Desde el primer punto de vista vamos a ver cómo funcionan lingüística y retóricamente. Como ya se ha dicho, en los dos anuncios se utiliza el mismo enunciado: “¿Quién dijo crisis?”, que constituye una interrogativa parcial. La interrogativa parcial es aquella que está formulada mediante un pronombre, un adjetivo o un adverbio interrogativo, por lo tanto, la respuesta nunca puede ser «sí» o «no». En estas interrogativas se asume la existencia de un enunciado anterior al que hace referencia la interrogativa, que en este caso es Hay alguien que dijo ‘crisis’. Ese “alguien” presupuesto se corresponde con el pronombre interrogativo quién; dicho con otras palabras, el quién sustituye a uno de los elementos del predicado, el “alguien” que dijo crisis. Así pues, en este enunciado no solo está la voz de las empresas que publicitan el producto, sino también se aprecia otra voz, que es la representada por el pronombre interrogativo quién. Esto, en Lingüística, se denomina polifonía (Ascom y Ducrot).

Veamos en el siguiente esquema más claramente las dos voces que hay en el enunciado

                                –Enunciador 1: aquellos que han dicho crisis (Quién)

2      voces:

                               –Enunciador 2: la empresa, MÁSMÓVIL y Oheme (¿Quién dijo crisis?)

b) El segundo punto de vista desde el que se pueden analizar recurso estos anuncios es el tono que emplean los sujetos. El sujeto hablante o enunciador 2 de los anuncios (MÁSMÓVIL, Oheme) no adopta la misma actitud en cada uno de ellos, y es aquí donde entra en juego lo irónico. Como señalan las investigaciones del Grupo GRIALE (www.griale.es), una de las marcas de la ironía es la entonación. En este anuncio lo que ocurre es que el sujeto se dirige en tono burlesco al enunciado del que se hace eco, Alguien dijo crisis, para desacreditarlo.

En el anuncio de cosmético de Oheme, en la actitud del emisor a su receptor no se encuentra una actitud burlesca. Con ¿Quién dijo crisis? el vendedor busca atenuar la imposición de su opinión (que no hay crisis), para que el oyente reciba la exigencia de compra de una forma más suave y cortés, y por ello quizás más efectiva.

c) Si atendemos al último punto de vista, la argumentación, se observa que en el anuncio de Oheme se ofrece el producto como una solución a la crisis, una alternativa para “aprovechar al máximo” ese producto. Se apoya en que existe la crisis. Sin embargo, el anuncio de MÁSMÓVIL nos muestra lo contrario; también se apoya en la presuposición pero, en este caso, para negar la existencia de la crisis. MÁSMÓVIL muestra el producto como una justificación de la negación de la crisis, ya que a nadie se le ocurriría regalar un viaje en los tiempos que corren.

Estas estrategias se ven reflejadas, además, en la posición física del enunciado que estamos analizando, en cada uno de los dos anuncios. Mientras que en el de MÁSMÓVIL aparece al final, en el anuncio de Oheme se presenta al inicio. En este segundo caso, al aparecer al principio ya está presente en todo el anuncio la idea de que existe la crisis para remarcar que el producto fue creado para dar una solución. En el anuncio de MÁSMÓVIL, al aparecer como conclusión del anuncio, queda patente que el producto es el argumento que nos lleva a esa conclusión de que no hay crisis.

Podemos ver en este esquema las estrategias de cada uno de los anuncios:

El producto como alternativa = hay crisis    ––––>    el producto se vende

Alguien dijo «crisis»

                            El producto como oferta = olvida que hay crisis  ––––>  el producto se  vende

La meta de los dos anuncios es, lógicamente, la misma, vender el producto; pero, sin embargo, en cada uno uno de ellos con un argumento no solo distinto, sino opuesto: en uno se niega la crisis, en el otro se reconoce su existencia. Lo que hace posible esta relación argumentativa son los encadenamientos que hay detrás de ella:

< crisis,  ventas>

En el caso de MÁSMÓVIL se realiza como <− crisis, + ventas>. Se quiere aislar la crisis para que la gente aproveche su oferta, de forma que consuma más. Sin embargo, en el caso de Oheme el tópico que subyace a la estrategia del argumento es <+ crisis, – ventas>, por lo que, si el empresario quiere vender, ha presentar el producto como solución. Así pueden atraer a los consumidores que sí creen en la crisis y lo que buscan es un mayor ahorro en sus compras.

Así pues, señores empresarios, ha llegado la hora de enfrentarse con la crisis o simpatizar con ella. Sobre la utilización de la crisis para vender se podrá estar de acuerdo o no, pero lo que no se puede negar es que, una vez más, la publicidad va cogida de la mano de la situación que se está viviendo en el país. Además, se trata de una estrategia original, resulta impactante que se haga publicidad con la crisis y que incluso pueda llegar a ser beneficioso para la venta del producto.

Como dice el refrán: Si no puedes con tu enemigo, únete a él”.

Andrea Broch

Intervención de Salvador Pons Bordería en el Seminario «El lenguaje de la crisis», organizado por Fundéu, UE y la Fundación San Millán. La intervención comienza en 1:34′ 25»

http://www.youtube.com/watch?v=3EKyh4WRyS4&feature=player_detailpage

V de viñeta

03/06/2013

V de Viñeta

Hace ya tiempo que la corrupción vive entre nosotros, tanto es así que ha dejado de sorprendernos el descubrimiento de una trama aquí, de una trama allá; la cotidianidad de su presencia hace que la veamos, casi, como la característica por defecto del entramado político vigente.

El gobierno, por su parte, no puede dar la espalda a un hecho que es evidente a los ojos de todos, y durante el último Debate sobre el Estado de la Nación, el director del Ejecutivo español propuso un “pacto sobre la corrupción” que debía implicar a todos los partidos legales de España. Así, se habla de investigar, de condenar, de llegar al fondo; pero solo eso, se habla. En este uso que se ha ido haciendo de la palabra, notificamos cómo se trabajan términos como corrupción y su nuevo antónimo contextual: transparencia. Se trata, pues, de la creación de un sentido específico para cada una de las voces, que hace que se opongan en entornos discursivos políticos. Pero, ¿cómo se ha producido este proceso por el que dos palabras que no lo eran son ahora antitéticas? ¿Qué rasgos de cada una de ellas se utilizan a la hora de relacionarlas antagónicamente?

En el DRAE observamos que a la definición de corrupción

«En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores»

le acompaña la etiqueta Derecho, dando cuenta de la restricción que se efectúa, a través de la metáfora, con respecto al campo de actuación del genérico corrupción.

¿Pero cómo de real es esa restricción? La automatización con la que empleamos el término nos hace olvidar esos sentidos originarios que revisten tan socorrido vocablo. Estas acepciones, de alcance puramente físico, nos remiten a la podredumbre, a la descomposición, a lo caducado, a lo infestado, incluso a lo maloliente.

Parece que, en la utilización político-económica, este sentir de abierta afección física se ha rebajado un tanto, una vez que la metáfora ha sido puesta en circulación e insistentemente reiterada. Sin embargo, de un tiempo para acá, las tiras cómicas de algunos periódicos y revistas –ese tradicional espacio de resistencia que trabaja a golpe de humor– se han propuesto recuperar esos valores primigenios aplicados al terreno del fraude político.

Es en esta línea en la que hallamos viñetas como la siguiente:

http://ruarodriguez.wordpress.com/category/vinetas/

En ella se nos da una descripción gráfica de corrupción, en la que se hace patente la idea de mugre y suciedad; proponiendo, además, una hipérbole solo aplicable al caso español, para el que se expone la noción de acumulación.

Esta reaparece en la siguiente viñeta, que da cuenta de la expansiva potencia de la corrupción.

http://elpais.com/elpais/2013/02/08/vinetas/1360336647_574861.html

Por su parte, este concepto de inmundicia llega al límite de la excreción en la siguiente viñeta, en la que se apela, incluso, al olor fétido y miasmático que desprende la corrupción:

http://elpais.com/diario/2010/04/16/vinetas/1271368801_850215.html

Poco a poco, en nuestro recorrido gráfico, hay una idea que viene a imponerse, y es la que entiende la corrupción, en su totalidad, como una enfermedad social. Esto no es nuevo ni siquiera en nuestro blog, en el que hace poco menos de un año se publicó una entrada que desarrollaba la identificación de la crisis con una enfermedad (REFERENCIA CRUZADA). En este sentido, la siguiente viñeta nos habla de un contagio –evitable– de la acción corruptiva:

http://www.euribor.com.es/2013/02/16/la-vineta-de-la-semana-184/

En contraposición a esta otra, en la que el contagio es ya irreversible:

http://blogs.publico.es/manel/2216/menudo-ejemplar/

Esta alteración, como introducíamos al principio, ha tenido que ser asimismo reconocida por la jefatura del estado, hecho que queda también vehiculado por las tiras cómicas, en las que se pone en boca del gobierno una voluntad higienista. Así, a la suciedad se enfrenta la limpieza; frente a la oscuridad, encontramos claridad y transparencia; y ante ese ‘apestar a podrido’ encontramos el implacable aerosol ‘con olor a pino’:

http://sesiondecontrol.com/actualidad/humor/olor-a-pino/

En el siguiente caso se explicita incluso la retórica gubernamental, que se defiende alegando “Somos el partido más limpio de España” y defendiendo que “La higiene en la vida pública es una exigencia moral”. La viñeta, de lo más caricaturesca, realza un cromatismo azul y blanco, supuesto nexo de unión entre la higiene y el logotipo del partido liderado por Rajoy:

http://unidosxlahispanidad.blogspot.com.es/2012/11/vinetas-sobre-corrupcion-politica-i.html

La información implícita revelada por estas dos viñetas es que el Gobierno recibe las críticas de corrupción que sobre él pesan, y les responde defendiéndose ‘desde la bañera’. Como sostuviera Tácito, “cuánto más corrupto es el estado, más leyes tiene” y en nuestro caso el Gobierno tiene entre manos la famosa ‘Ley de Transparencia” – Texto aprobado en el Consejo de Ministros de 27 de julio de 2012-, cuyo alcance se intenta ampliar ahora a la Casa Real.

De este proyecto de ley se hacen eco viñetas como las siguientes, acompañadas siempre de un tono escéptico y descreído:

 

http://elpais.com/elpais/2013/01/30/vinetas/1359562148_791161.html

 

En la viñeta superior se observa la paradoja entre el contenido de las palabras de la figuración de Rajoy, que apela a la “prístina transparencia en la gestión política” y el modo intencionado con el que el dibujante plantea la duda desde la forma plástica: tapando, oscureciendo, parcheando algunas de las partes del mensaje y de la ilustración.

La siguiente va más allá, pues en ella se muestra una hipotética sugerencia al Presidente por parte de políticos corruptos, quienes proponen, como solución a los problemas, la despenalización de la corrupción:

 http://www.feccoo-extremadura.org/ensenanzaextremadura/menu.do?Informacion_General:Galeria_de_Imagenes:3721

            Sin apenas darnos cuenta, hemos observado cómo el proceso del que hablábamos al principio fluye de forma natural a través de las viñetas adjuntas: a la corrupción política se le devuelven sus tintes primarios, y la putrefacción del organismo –entiéndase político– nos devuelve una idea clara de descomposición que, según el gobierno, exige transparencia para reconquistar la salubridad pública. En este sentido, las viñetas pueden ayudarnos a desgranar algunos de los rasgos pertinentes de cada una de las voces; a saber:

Legalidad

Moralidad

Confianza

Lealtad

Eficacia

Progreso

Corrupción

Transparencia

+

+

+

+

+

+

 

Estos testimonios pueden hacernos creer que la ley se está ejecutando severamente, pero no olvidemos que la palabra es poderosa, tanto, que puede inducirnos a pensar que su génesis implica acción. Sin embargo, las poco inocentes viñetas que bombardean los medios de comunicación escrita diariamente parecen preguntarnos… ¿no será la argumentación la que encubre el hecho de que la acción no se realice? Tomando las palabras de Frank Herbert, “la corrupción lleva infinitos disfraces” y, bajo nuestro punto de vista, el más grueso es el de la retórica.

Natalia Castillo

Videoblog.

http://youtu.be/A_cXD_cfXxM

Martina Pérez

En la sociedad actual no está bien visto permanecer quieto, pues todos tenemos la obligación de hacer algo que nos permita subsistir. Esto es algo de lo que también da cuenta el lenguaje y, como vamos a observar, repercute sobre las palabras de nuestra lengua, tal y como se pone de manifiesto en los términos “desempleado” y “parado”; en un principio considerados sinónimos. Sin embargo, si analizamos cada uno de ellos, confirmaremos que presentan importantes matices en sus respectivas definiciones que sugieren interpretaciones distintas.

Partamos de las definiciones que el DRAE nos aporta sobre ambas palabras:

Desempleado. Adj. Que se halla en situación de paro forzoso.

Parado. Adj. Desocupado, o sin ejercicio o empleo.

Por el modo en que es definido cada término, deducimos que hay un rasgo semántico fundamental que distingue una palabra de la otra: se trata del aspecto relativo a la voluntariedad o involuntariedad de encontrarse en un estado de desempleo. Así pues, en el caso de “desempleado”, es muy representativo el adjetivo “forzoso” que acompaña al sustantivo “paro”, pues da a entender que la persona en cuestión ha abandonado muy a su pesar el puesto de trabajo que ocupaba, mientras que en el término “parado” no hay nada en la definición que nos haga pensar en que la persona haya dejado su trabajo a la fuerza (puede que sí y puede que no). Ambas definiciones, no obstante, coinciden en un aspecto: ninguna de las dos nos permite determinar si la persona ha trabajado antes de quedarse sin empleo. A esto hay que añadir que la palabra “desempleado” cuenta con una significación literal (sin empleo) mientras que “parado” presenta tanto un significado literal como uno metafórico, que es el relativo al estado de reposo. Esto conlleva, pues, que sobre el término “parado” recaigan connotaciones eminentemente negativas que no se detectan en el caso de “desempleado”, como a continuación explicaremos.

La palabra “parado” aparece con bastante más regularidad que “desempleado”, tal y como queda demostrado con los datos que proporciona el CREA. Así pues, podemos apreciar cómo el uso del término “parado”, en su acepción relativa a la carencia de oficio, tiene una gran vigencia en la actualidad: en primer lugar, hay que señalar que hasta 2004 se han registrado 39 casos en 28 documentos, lo que demuestra la importancia que se le concede a esta palabra en nuestra sociedad. A esto hay que añadir que el uso regular de este término se ha incrementado progresivamente: de un 2.85% de frecuencia en 1978, nos encontramos en 1995 ante un 11.42%.

Respecto al término “desempleado”, la aparición de este término es mucho menor que la de “parado”, de acuerdo con los datos que se recogen hasta el año 2004, pues encontramos en el CREA tan solo 14 casos en 14 documentos. No obstante, como en la anterior palabra, también esta experimenta un aumento progresivo en su frecuencia de aparición: del 7.14% en 1986 pasamos a un 35.71% en 1994. El hecho de que las dos palabras cobren mayor frecuencia en su aparición a medida que nos acercamos a nuestros días pone de manifiesto que llega un momento a partir de la década de los 90 en que la ocupación laboral se convierte en una de las principales preocupaciones de la sociedad española. A continuación reproducimos los datos señalados en una tabla para visualizar de una manera más clara el aumento en el empleo de estas palabras.

AÑO PARADO AÑO DESEMPLEADO
1978 2.85% 1986 7.14%
1995 11.42% 1994 35.71%

 

 

Para analizar la frecuencia de aparición de estas palabras en la actualidad, tomaremos como referencia las hemerotecas de dos periódicos españoles: El País y El Mundo.

De estos periódicos hemos considerado pertinente comparar los resultados de los sustantivos “paro” y “desempleo”, pues el adjetivo “parado” tiene otras acepciones, como ya hemos señalado, y no nos proporcionaría unos datos exactos. Tanto un periódico como otro dan cuenta de que entre 2002 y 2013 se ha potenciado el uso de estas dos palabras, pero la frecuencia con la que aparece el sustantivo “paro” y otras palabras de su misma familia semántica supera con mucho a “desempleo” (algo que ya anticipaba el CREA): El Mundo registra 23.278 casos de “paro” y sus derivados, frente a los 11.183 de “desempleo”.

En El País la diferencia en la frecuencia de aparición de uno y otro término es todavía más acusada: mientras que de “paro” se registran 1.028.101 casos, de “desempleo” se han recogido 42.588.

Estos son datos que nos llaman mucho la atención, pues al fin y al cabo las dos palabras se refieren a un mismo hecho, por lo que, aunque presenten ciertos matices que las hagan variar ligeramente en su significado, esto no debería dar pie a una diferencia tan grande en el uso cotidiano; es más, como ya apuntábamos arriba, son términos que la sociedad toma como sinónimos. Prueba de ello es que en las noticias de prensa se intercambian para evitar la repetición:

Algunas investigaciones han constatado con anterioridad que la intervención psicológica entre los parados mejora el comportamiento del desempleado, aumentando su eficacia a la hora de buscar un puesto laboral y elevando, como consecuencia, las probabilidades de reemplearse.” El Mundo-Salud (suplemento) 17/07/1997.

Veamos, pues, qué nos sugieren intuitivamente estas palabras:

“Desempleado”. En esta palabra, el prefijo “des” marca una connotación negativa, como sucede también con otras palabras de nuestra lengua: innato, infeliz, descontento, despreocupado… Pero mientras que palabras como contento y preocupado son graduales, empleado no lo es; tengamos en cuenta que alguien que no está contento, no tiene por qué estar descontento, o alguien que no está preocupado no necesariamente es una persona despreocupada, mientras que los términos desempleado y no empleado coinciden totalmente en su significado; una persona “desempleada”, necesariamente carece de empleo. A todo esto habría que añadir que las formas prefijadas refuerzan el estado emocional eminentemente negativo al que aluden mucho más que las lítotes, y así lo percibimos con el término “desempleado”: tiene mucha más fuerza expresiva un enunciado como “está desempleado” que otro como “carece de empleo”.

En lo que respecta al término “parado”, este, al igual que desempleado tiene una definición negativa. Dicho de otro modo, desde el punto de vista semántico, las dos palabras se refieren a una situación dolorosa. La diferencia radica, por tanto, en la estructura gramatical: mientras que en el caso de “desempleado” encontramos un prefijo de carácter negativo, en “parado” no hay ninguna partícula de este tipo (es una palabra simple, frente a la anterior), pero a pesar de ello las connotaciones que se extraen de este vocablo son muy negativas: alguien que está parado es una persona que no se mueve, y de ahí se pueden extraer múltiples interpretaciones: si no se mueve, no avanza ni hace aportación alguna a la sociedad; el que permanece quieto es un holgazán, y el reposo no es en absoluto productivo…

En definitiva, toda una serie de matices que constatan lo mal visto que está en la sociedad actual no desempeñar ninguna labor, además de, como ya sabemos, la preocupación que esta situación genera ante la necesidad de ganarse la vida de alguna manera. En relación con esto hay algunos ejemplos de prensa bastante representativos:

“Son desempleados, no están parados” (titular)

Los servicios de empleo ofrecerán itinerarios personalizados para encontrar trabajo. Los desocupados deberán seguirlos si quieren mantener la prestación. (subtitular) (El País, 6/02/2011)

En este ejemplo, ya desde el titular, se deja constancia de la intención de diferenciar claramente el hecho de no tener trabajo y el de estar sin hacer nada, pues una cosa no implica la otra. Se pretende defender y acabar con la mala imagen que se tiene de aquellos que por circunstancias diversas están sin empleo insistiendo en que, pese a su situación, buscan alternativas con las que salir adelante, por lo que no se puede afirmar que estén parados, quietos.

“Desempleados que se mueven” (titular)

“Cardo creía que tenía que hacer algo para apoyar a los parados y decidió ponerse al Rufino frente del portal de Emprendedores y Parados, creado a iniciativa de RCR. Esta página web se dedica a asesorar a personas que quieren montar su empresa.” (El Mundo, 3 de marzo de 2013)

En este segundo ejemplo, aunque no debemos perder de vista la importancia de las líneas, lo que destaca especialmente de acuerdo con las ideas que venimos explicando es el título: “desempleados que se mueven”, que podemos interpretar como un elogio hacia aquellos que luchan día a día por salir del paro (de ese estado de reposo en que no se aporta nada bueno a la sociedad) y encontrar un trabajo con el que resultar productivos al país; se hace uso de la palabra “desempleados” posiblemente para evitar la paradoja que se formaría con el término “parado”. Ya en el texto en sí se remarca la valoración positiva de esta iniciativa, con la que se pretende lograr un bien común. 

El Gobierno está parado. Está inactivo. Está ocupado en defenderse.” El Mundo, 27/11/1994. Entrevista con Josep Antoni Durán I Lleida.

En este último ejemplo, aunque el término “parado” no esté relacionado con la falta de empleo, se pone de manifiesto que estar sin hacer nada es algo que se considera fuera de lugar. Con esto se deja constancia de que el término “parado” tiene connotaciones negativas en gran parte de sus acepciones y ya no solo cuando se emplea con el sentido de carencia de empleo:

“Así, la reforma que ha diseñado el Ministerio de Trabajo y que ha sido presentada a empresarios y sindicatos para recibir su apoyo persigue un objetivo: mejorar la gestión de las políticas de empleo, de forma que se agilicen los procedimientos que ayuden al desempleado a buscar un puesto de trabajo” (ABC electrónico, 19/06/1997)

Como podemos observar, en los casos en los que el término del que se hace uso es “desempleado” no se acusa a la persona de estar sin hacer nada; más bien al contrario, parece que se le tiene compasión y por ello se le ofrecen todas las opciones posibles para encontrar trabajo, algo que no detectamos en los contextos en que se recurre a la palabra “parado”, tal y como se ha señalado en los ejemplos.

En definitiva, el análisis llevado a cabo sobre las palabras “parado” y “desempleado” nos permite afirmar que son términos con los que se  hace referencia a una situación preocupante. Además, a la palabra “parado” se le añaden matices en cierta medida metafóricos relativos a un estado de descanso o reposo absoluto, lo que está bastante mal valorado. Todo esto nos lleva a concluir que es necesaria la colaboración conjunta de todo el país para llegar a una situación de actividad, dinamismo y productividad en la que nadie se quede “rezagado” o mejor dicho, “quieto”.  

Celia María Casado Berbel

El dominó de la crisis: ¿qué nos jugamos?

Especialistas, asociaciones de trabajadores y algunos sindicatos se hacen eco en titulares periodísticos o noticias de que cada vez más trabajadores sufren la presión continua de compañeros y jefes que solamente buscan resultados efectivos y no reparan en la buena relación profesional entre los miembros de un mismo proyecto o trabajo. ¿Tiene la crisis algo que ver en esto?

Empieza el juego. Se coloca la primera ficha, la más alta y doble. A continuación, todas las demás. Dos secciones de dos fichas diferentes han de coincidir; es más, una ha de llevar a la otra.

Coloco la primera ficha: crisis social – crisis social, doble y la más alta;

mi compañero coloca la segunda: crisis social – crisis política;

Crisis social y crisis política [EL PAÍS, 30/10/2012]

le toca el turno a ella: crisis política – crisis económica

Estamos en medio de una crisis económica de una envergadura extraordinaria, pero estamos al mismo tiempo a las puertas de una crisis política todavía peor [EL PAÍS 17/02/2012]

me vuelve a tocar: crisis económica – crisis empresarial;

Igual a lo que sucede con una enfermedad, una crisis empresarial manejada a tiempo es un buen remedio para salir de ella. En caso contrario, puede convertirse en una bola de nieve cubriendo todas las áreas de la empresa, comprometiendo su permanencia en el tiempo. [Cámara de comercio de Cali]

mi compañero coloca: crisis empresarial – problemas de conducta laboral;

ella: problemas de conducta laboral – acoso laboral

 [1] Aumenta el “mobbing” por la crisis. [Diario digital Nueva Tribuna, 05/07/2009]

[2] La crisis dispara el acoso laboral. [EL PAÍS, 26/07/2010]  

Por lo tanto, partiendo de estos titulares, ¿es la crisis la responsable del aumento del “mobbing”? ¿O es la responsable del aumento del “acoso laboral”? Podríamos pensar que se trata de una mera traducción, de distintas etiquetas para un mismo fenómeno. Si es así, ¿Por qué utilizamos varias expresiones? ¿Cuándo se convierte el “acoso laboral” en “mobbing”?

Un corpus del sindicato laboral UGT (134 artículos registrados entre 2001 – 2012: folletos preventivos sobre el “acoso laboral”, y noticias que critican la elevada cifra del “mobbing”), ha servido para analizar la frecuencia de aparición de cada expresión, comprobando cuál ha sido más utilizada y en qué años, asi como su relación con la tasa de paro española.

 

 

AÑO

NÚMERO DE APARICIÓN

ACOSO LABORAL

MOBBING

2001

0

1

2002

0

1

2003

2

4

2004

1

7

2005

1

3

2006

0

7

2007

1

8

2008

3

10

2009

2

2

2010

5

2

2011

10

4

2012

34

26

 

De 2001 a 2011, “mobbing” se ha empleado con más frecuencia que “acoso laboral” puesto que esta última compite con otras expresiones como hostigamiento laboral, maltrato psicológico, violencia laboral, intimidación en el trabajo, abuso emocional en el ámbito laboral… pero cuando la tasa de paro asciende, desde 2008 hasta 2012, y se destruyen alrededor de 850.000 puestos de trabajo en este último año, el sindicato estudiado parece haber querido hacer más transparente el término y opta por el uso de “acoso laboral”. Por lo tanto, se puede decir que la crisis económica ha incentivado el número de casos de acoso laboral en España.

 

 

Es más, [3]La asociación Gallega contra el Acoso Moral en el trabajo ha constatado un incremento del 30% en el número de afectados por acoso laboral desde el inicio de la crisis en 2008”. [EL PAÍS, 26/07/2010]

Me toca: acoso laboral – mobbing.

“[…] Los últimos cinco años, con sus crisis, recortes y demás infortunios han sido un perfecto caldo de cultivo para el mobbing.” [Trabajo y crisis, 18/08/2012]

¿Qué diría la lingüística al respecto? El oscurecimiento de la expresión dificulta su comprensión. Mientras que la palabra “acoso” forma parte de nuestro vocabulario, la palabra “mobbing” nos es más lejana, menos amenazante. Por lo tanto podemos pensar, como señala la periodista y lingüista M. Elena Gómez (2005), que se tiende a disimular aquello que perjudica.

Se trata, pues, de un problema de comunicación puesto que las palabras extranjeras disminuyen la claridad informativa, función principal de la divulgación periodística. El lector no es consciente de lo que está leyendo, ya que el neologismo “mobbing” supone un nuevo significante para una misma situación y está al servicio del estilo, de la creatividad, de la innovación, de la originalidad, de la fuerza expresiva o de la economía lingüística, pero no de la información.

Cuando utilizamos una expresión poco común o marcada, socialmente no tiene las interpretaciones estereotípicas. Así, la preferencia por la expresión “mobbing” frente a “acoso laboral” tiene su respuesta en las fuertes connotaciones negativas que presenta la palabra “acoso” en la expresión “acoso laboral” vinculándola, inconscientemente, a “acoso sexual” o “acoso escolar”: miedo, terror, violencia, desprecio, desánimo, enfermedad, hostigamiento. ¿Por qué la traducción no produce la misma sensación en el receptor? Parece que estos miedos sean menores cuando hablamos de “mobbing” que cuando hablamos de “acoso”.

Siendo así, el término inglés esconde las connotaciones negativas de “acoso laboral” y al hablar en otro idioma no asumimos la realidad que nos describe el nuestro. Los problemas no lo parecen tanto si nos referimos a ellos en otra lengua que además, en este caso, es valorada como lengua de prestigio. Es triste saber que la comunicación no llega de forma clara cuando se trata de la referencia directa a una situación crítica de la sociedad laboral española actual, un problema que cada vez afecta a más personas por culpa de la importante crisis económica que azota a todo el país.

Mi compañero coloca: mobbing – desequilibrio en el entorno personal. La atención psicológica por acoso laboral aumenta desde el inicio de la crisis. [EL MUNDO, 14/02/2012]

Depresiones, estrés, baja autoestima, desahucios, síndrome del burn-out, irritabilidad, suicidios… ¿No es esto crisis social, la ficha más alta y doble con la que empieza el juego y de la que todo el mundo se quiere desprender? ¿Qué nos jugábamos? ¿Quién ha ganado? ¿Quién ha perdido? Se pierde la dignidad, perdemos todos. No me gusta jugar al dominó de la crisis.

Laura Pérez

¿Qué actitud debe adoptar un Gobierno que, en su primer año de legislatura, ha acumulado cientos de huelgas de sectores, manifestaciones y protestas de todo tipo, además de dos huelgas generales? ¿Cómo defender unas medidas que resultan impopulares? ¿Cómo argumentar su legitimidad?

Parece una costumbre humana acudir al binomio del bien y del mal. En toda historia, real o ficticia, tendemos a procesar la información categorizando a los involucrados como “buenos” o “malos”. David contra Goliat, nazis contra judíos, Grecia contra Troya, Batman contra Joker, católicos contra protestantes, Aníbal contra Escipión, indios contra vaqueros, comunismo contra capitalismo… ¿Mayoría silenciosa contra minoría que protesta? Sí, parece un buen argumento.

Antes que nada, ¿qué o quién es esa mayoría silenciosa? Es el sector de la sociedad  que no protesta –silenciosa– y al que se le atribuye la condición de estar constituida por la mayor parte de los ciudadanos –mayoría–. Se trata de una nomenclatura que se ha formado al nominalizar un hecho que se da por presupuesto –existe  una mayoría que no se moviliza ni protesta, es decir, que se mantiene en silencio– y que se ha acabado convirtiendo en un cliché o estereotipo al que acuden, principalmente, políticos y periodistas. Como vamos ir viendo en la entrada, lo opuesto a esta mayoría silenciosa es la minoría que protesta, es decir, el sector de la sociedad que sí se moviliza y que es considerado minoritario. Presentados los personajes de la trama, para ver cómo se está construyendo esta particular historia de la crisis, es significativo observar, por una parte, cómo se reparten los papeles del bueno y el malo y, por otra, con qué frecuencia se recurre a ella.

Con respecto a esta última cuestión, la prensa escrita aporta datos reveladores sobre la frecuencia con que se ha venido empleando el término mayoría silenciosa. Los datos han sido recogidos en la siguiente gráfica:

Los datos de la gráfica han sido extraídos de un corpus elaborado a partir de los periódicos más relevantes del país y tomando como referencia los últimos tres años. La conclusión salta a la vista: en 2012 hubo un aumento en la frecuencia de uso del término mayoría silenciosa.

¿Qué hay con respecto al reparto de papeles del bueno y el malo? Dedicaremos a esto el resto de la entrada. El día 20 de mayo de 2011, cinco días después del nacimiento del llamado 15-M y dos días antes de las elecciones autonómicas, Intereconomía publica el siguiente artículo: http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/opinion/mayoria-silenciosa-20110520. En él, se recogen afirmaciones como esta:

«En apenas unos días, una minoría organizada y atrincherada en el centro del país ha pasado de reventar la campaña electoral a reventar la ley […] ¿Qué queda más allá de la cobardía de la clase política y el lúdico entusiasmo televisivo que celebra el incendio? La mayoría silenciosa -esa que desprecian e insultan los acampados y aburre a los medios- que indignada o no, enfadada o no, con ganas de votar o no, ni rompe la ley ni se divierte morbosa con su ruptura».

Lo primero que llama la atención es que se da por hecho que los que protestan son minoría, frente a la mayoría que se mantiene en silencio. En realidad, esta es la consecuencia que conlleva el empleo del cliché mayoría silenciosa: al hacerlo, se acepta y asume la idea presupuesta de que los que no protestan son mayoría, y esto nos lleva a inferir que los que se movilizan son la minoría restante. De esta forma, la propia nomenclatura con la que se les denomina es ya un argumento que autoriza la consideración de que existen dos grupos, uno en mayoría y otro en minoría.

A estos dos grupos se les asigna una serie de actitudes y cualidades que confirman su antagonismo. La “minoría atrincherada y organizada” se define, principalmente, por medio de metáforas bélicas o relacionadas con la violencia: “ha pasado de reventar la campaña electoral a reventar la ley”, “a expensas de los amotinados”, “el sobresalto de la revolución”, “la amenaza de violencia”, “destruir la jornada de reflexión”. No puede pasarse por alto el hecho de que esta minoría sea designada con palabras como “amotinados”, “atrincherada” o gente que asiste como “niños entusiasmados a la pseudorevolucionaria representación teatral de la Puerta del Sol”, puesto que, al hacerlo, se les está vinculando a adjetivos como ‘caóticos’, ‘militaristas’ o ‘ingenuos’. La “mayoría silenciosa”, por su parte, es definida como aquella que “ni rompe la ley ni se divierte morbosa con su ruptura”. Es más, es aquella que tiene la posibilidad de dar solución a los problemas: “a esta mayoría silenciosa […] corresponde poner fin al tragicómico espectáculo votando el próximo domingo”.

Como se observa en la gráfica, desde la publicación de este artículo en mayo de 2011 hasta nuestra actualidad, la frecuencia de empleo del argumento de la mayoría silenciosa ha ido en aumento. Concretando un poco más, al acudir a la prensa escrita, se observa que fue durante la primavera pasada (primavera de 2012) cuando se utilizó con mayor frecuencia, coincidiendo con las primeras polémicas medidas –los famosos “recortes”- del Gobierno de Rajoy, la primera huelga general (29 de marzo) y otros movimientos, como la llamada “Primavera Valenciana”.

En mayo de 2012, mes en el que se celebraba el primer aniversario del 15-M, El  mundo publicó tres artículos en los que se recurre y se describe a la mayoría silenciosa, y en los que se elabora nuevamente una oposición entre esta y la minoría restante, atribuyendo a cada grupo cualidades y actitudes contrarias.

En el primero:

http://www.elmundo.es/elmundo/2012/05/23/baleares/1337781514.html

se recogen las siguientes declaraciones del conseller de Turismo de Mallorca, Carlos Delgado: “hay una parte que hace mucho ruido y que los medios lo magnifican, pero que  no representa a nadie”, “no hay que olvidar que hay una escandalosa mayoría silenciosa que no está de acuerdo con esta minoría”. Las cualidades que otorga, con un lenguaje marcado emotivamente, a la minoría son dos: es ruidosa y no representa a nadie, frente a las dos que se le otorga a la mayoría silenciosa: no está a favor de la protesta y, además, es escandalosa, no por molestar haciendo ruido, como en el otro caso, sino por ser decididamente multitudinaria.

La oposición está todavía más clara en el segundo artículo:

http://www.elmundo.es/elmundo/2012/05/13/espana/1336914191.html.

Aquí se recoge la siguiente declaración de Cospedal: “es el momento de los ciudadanos, no sólo de los que salen a la calle, sino de esa mayoría silenciosa que quiere políticas de creación de empleo”. La oposición se manifiesta lingüísticamente por medio de la conjunción adversativa sino de, que, en este caso, actúa como conector de dos argumentos. La presencia de este conector argumentativo en el discurso nos permite llegar a la conclusión de que existen dos tipos de ciudadanos que se contraponen: por una parte, está la mayoría silenciosa, que acepta las políticas del Gobierno, y, por otra parte, están los que salen a la calle, que son, por descarte, la minoría restante.

Por último, en http://www.elmundo.es/elmundo/2012/05/05/espana/1336212766.html

se cita nuevamente a Cospedal: “nosotros gobernamos para la mayoría silenciosa, no para la que se alienta desde el PSOE para salir a la calle”. Tenemos dos nuevos atributos: la mayoría silenciosa es la que cuenta con el apoyo del Gobierno, mientras que la minoría restante que sale a la calle cuenta, para hacerlo, con el apoyo del PSOE. Incluso se sugiere la posibilidad de que esta minoría esté siendo manipulada: “[…] falta de vergüenza y respeto hacia los españoles por alentar las manifestaciones en la calle contra el actual gobierno intentando que los ciudadanos pierdan la memoria de quién gestionó este país […]”.

En los últimos meses, el argumento de la mayoría silenciosa también es empleado con bastante frecuencia.

En http://www.lavanguardia.com/politica/20130417/54372496568/cospedal-votantes-dejan-comer-antes-hipoteca.html#.UW5J89Uef_0.twitter,

se recogen algunas declaraciones de Cospedal a propósito de las movilizaciones contra los desahucios:

El electorado popular, insistió, son la mayoría silenciosa que no participa en esas acciones de protesta y han de saber que el Gobierno de Rajoy es el primero que ha tomado medidas para hacer frente a los desahucios.

Ya tenemos dos rasgos más que definen a la mayoría silenciosa: no participa en las protestas contra los desahucios y está formada por los votantes del PP. A su vez, sobre los votantes del PP señaló que “se ajustan el cinturón pero pagan la hipoteca” y que son aquellos que se han visto afectados por las preferentes: “los afectados por las preferentes: <<sí son votantes nuestros>>”. De esta forma, por deducción, llegamos a la conclusión final de que la mayoría silenciosa, además de no protestar y votar al PP, se ajusta el cinturón, paga la hipoteca y padeció las preferentes.

Los artículos de periódico que hemos ido comentando son una vía de acceso a los rasgos caracterizadores de esa mayoría silenciosa a la que se viene dando forma desde hace unos años, sirviéndose prácticamente siempre de la oposición con respecto a la minoría que protesta. Principalmente, los políticos o periodistas coinciden en señalar dos: esa mayoría de la que se habla está formada por la mayor parte de ciudadanos y, además, no protesta (en realidad, el mero empleo del término ya es un garante de que parten de esa idea). Pero la mayoría silenciosa se caracteriza por unos cuantos rasgos más: respetan la ley, pueden dar solución a los problemas, aceptan las políticas del actual Gobierno, cuentan con su apoyo, votan al PP, se ajustan el cinturón para pagar la hipoteca y han padecido las preferentes.

Entonces, ¿qué o quién es esa mayoría silenciosa? Existen dos tipos de respuesta. Si atendemos a la idea que se extiende por los medios, mayoría silenciosa somos prácticamente todos los ciudadanos y nos caracterizamos por los rasgos que acabemos de enumerar. La otra posible respuesta consiste en considerar que la mayoría silenciosa es una creación lingüística, una expresión neológica que sirve de argumento y que no tiene correspondencia con la realidad. Esta respuesta parece la más acertada si tenemos en cuenta los hechos que hemos ido probando en la entrada: la mayoría silenciosa, a la que se atribuyen rasgos positivos, se define en oposición a una minoría que protesta, descrita negativamente, y se recurre a ella especialmente en etapas de mayor conflictividad social.

Así que esa mayoría silenciosa es como el personaje de una novela: se le da un nombre, se decide que será “el bueno” de la historia y se le atribuyen consecuentemente todos los rasgos pertinentes. Además, en este caso, el personaje de ficción cumple con un papel fundamental en la trama: el de argumentar la legitimidad de un Gobierno que, a juzgar por la frecuencia y la fuerza de las protestas sociales, está resultando ser bastante impopular. El tiempo dirá si este nuevo personaje de ficción merece, en nuestra sociedad, una silla junto a la Celestina, don Juan o el Lazarillo de Tormes.

Estefanía Mestre Garrido

 

A Bankia no le sale

05/04/2013

Decía Quintiliano que, cuando un abogado tiene pruebas, poco necesita de la Retórica; sin embargo, cuando carece de ellas, recurre a esta en abundancia. Se sabe en Retórica que “verdad” es solo aquello que no se discute, por lo que el objetivo de dos partes enfrentadas consistirá en dar ciertos hechos como aceptados, y discutir el resto.

¿Cómo se argumenta la confianza cuando una entidad bancaria ha abusado flagrantemente de ella? ¿Qué mecanismos retóricos se activan para convencer de que aquello que se ha hecho no se va a volver a repetir? Bankia ha lanzado en pocos meses dos campañas publicitarias que ejemplifican de forma muy clarificadora esta situación.

En la primera

se recurre a la experiencia compartida para argumentar fidelidad, sobre la base de la analogía. “Somos la gente que pasa por nuestra vida”. Se parte de la premisa implícita de que alguien que te acompaña durante mucho tiempo es alguien que nos conforma (como señala el verbo ser, que indica estados). A partir de esta premisa, se opera una personificación implícita por analogía de la entidad bancaria, que se une al grupo de nuestros íntimos y en el que se incluyen padres, amigos y las naranjas del terreno. No está mal como intento; muchos somos los que nacimos, literalmente, con una cartilla de la entidad y, hasta hace bien poco, en la Comunidad Valenciana, la entonces Bancaja poseía un carácter icónico semejante al del cítrico que nos ha hecho conocidos en el mundo. El problema es que esta argumentación se procesa contra un contexto en el que es tan flagrante la desconexión entre la imagen de intimidad que la entidad intenta proyectar y la realidad de los hechos, que ni toda la retórica del mundo puede convertir en cierta (en términos retóricos: cuya verdad no se disputa) la propuesta que se lanza sobre el tapete retórico. Tenía razón Quintiliano; no tiene razones Bankia, pero tiene retórica.

(Por cierto, este vídeo tiene un desajuste de traducción muy significativo: mientras la voz en off recita “Tu gente sigue siendo tu gente. Y no importa el tiempo que pase porque siempre seguirás a su lado”, la traducción inglesa reza: “Your people are still your people. No matter how much time passes they will always be at your side”. Mientras que la versión inglesa es una promesa de fidelidad por parte de los otros, la versión española argumenta la fidelidad por parte del cliente, lo que se puede interpretar fácilmente como una condena: “estarás obligado a estar a su lado”).

En la segunda, por el contrario,

en lugar de subrayar la fidelidad debida por el tiempo que nos une, se argumenta en la dirección contraria: del tiempo pasado en el que se situaba la campaña anterior, la presente se dirige esta vez al futuro. Lo que importa en este caso es borrar cualquier referencia a lo ocurrido y proponer en su lugar una mirada hacia adelante, como ilustra la imagen del recién nacido en (5’’). La entidad nos propone la reescritura de una narratio en la que los hechos…¡todavía no existen! y en la que, precisamente por ello mismo, pueden ir de la mano con nosotros. La amnesia del pasado se convierte en condición indispensable para poder aceptar la argumentación que se propone, a través de una serie de palabras clave (o, en términos corporativos, de ideas fuerza): esfuerzo, ilusión, experiencia, talento, y confianza, así como la conclusión final: juntos. Una vez más, mucho Quintiliano van a tener que utilizar para conseguir que, como afirman en (20’’), “todos seremos titulares de lo que está por venir”, porque, aplicando esa misma Retórica a la que recurren, es fácil evocar por paralelismo, y mediante una simple retorsión, lo que ocurrió cuando “fuimos titulares de lo que acaba de pasar”.

Por último, el anuncio llamado «dar cuerda»

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presenta una sociedad paralizada que se pone en marcha cuando se le da cuerda “entre todos” porque es tiempo “de volver a empezar de nuevo”. O sea, “borrón y cuenta” nueva; o “lo pasado, pasado”; o “pelillos a la mar”. En estos casos, el refranero resume de una forma mucho más certera y sintética la argumentación subyacente.

Así que en esas está Bankia: lo pasado, pasado, y vamos a mirar juntos al futuro con confianza, que para eso somos parte de tu vida. Recuerden: si nadie cuestiona esta argumentación, pasará a considerarse como cierta por consenso implícito entre las partes. Así funcionan la Retórica y las entidades financieras.

 

Salvador Pons Bordería

Tras dedicar las entradas del año pasado a las palabras de la crisis, y tras haber recibido casi quince mil consultas de países tan distintos como China, Estados Unidos, Alemania o casi todos los países hispanoamericanos, comenzamos el segundo año de este blog, en el que se prestará especial atención a la argumentación de la crisis.

El inglés distingue entre history y story. La primera es una narración históricamente fiel; la segunda, una narración a secas. Llama la atención que, en la presente crisis, buena parte de las explicaciones asuman carácter de story, no de history, lo que constituye una buena noticia para los lingüistas, ya que podemos estudiarlas en nuestro terreno. La retórica de la crisis incluye la argumentación subyacente a las causas de la misma, pero también el discurso contestatario, la argumentación publicitaria (con posibles apropiaciones de los dos discursos anteriores) y las argumentaciones micro de los protagonistas de la actualidad social y económica, así como las de los imputados por casos de corrupción. Un terreno amplio y fértil para el análisis que pretende arrojar un pequeño foco de luz desde nuestra modesta perspectiva


La voz flexibilidad ha cobrado en los últimos meses bastante protagonismo porque ha sido un concepto clave para explicar en qué iban a consistir la última reforma laboral (Real Decreto-ley 3/2012, de 10 de febrero, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral.) y la de Educación (Real Decreto-ley 14/2012, de 20 de abril, de medidas urgentes de racionalización del gasto público en el ámbito educativo).

El DRAE define así el término:

 

flexibilidad. 1. f. Cualidad de flexible.

flexible. 1. adj. Que tiene disposición para doblarse fácilmente. 2. adj. Que en un enfrentamiento se pliega con facilidad a la opinión, a la voluntad o a la actitud de otro o de otros. Carácter, persona flexible.3. adj. Que no se sujeta a normas estrictas, a dogmas o a trabas. Ideología, legislación flexible. 4. adj. Susceptible de cambios o variaciones según las circunstancias o necesidades. Horario, programa flexible.

Tengamos en cuenta cómo a partir de la segunda acepción de flexible, todas las acepciones se crean por un proceso metafórico guiado por la idea de adaptación. Esta idea nos interesa porque, si leemos ambos decretos, veremos que se hace un uso correcto del término: en ambos documentos se pretende demostrar que la ley va a adaptarse en cada ámbito a la situación económica actual:

La crisis económica que atraviesa España desde 2008 ha puesto de relieve las debilidades del modelo laboral español. La gravedad de la crisis actual no tiene precede

precedentes. España ha destruido más empleo, y más rápidamente, que las principales economías europeas (…) El Gobierno encarna y sirve a los intereses generales y tiene la obligación de garantizar y satisfacer los intereses de todos aquellos que estén buscando un empleo. La reforma propuesta trata de garantizar tanto la flexibilidad de los empresarios en la gestión de los recursos humanos de la empresa como la seguridad de los trabajadores en el empleo y adecuados niveles de protección social. Esta es una reforma en la que todos ganan, empresarios y trabajadores, y que pretende satisfacer más y mejor los legítimos intereses de todos. (Real Decreto-ley 3/2012).

La flexibilidad se entiende así como la solución a un problema que pasa por el hecho de estirar las posibilidades del sistema. Sin embargo, este uso de flexibilidad no es nuevo, aunque sí más frecuente que antaño.

En el CREA aparecen trece ejemplos en prensa del sintagma flexibilidad laboral desde 1986 hasta 1997. La diferencia con la época actual simplemente es cuantitativa, no cualitativa: ahora se dan más casos en menos tiempo, pues en cualquier buscador de internet veremos que solo del último año aparece una cantidad mucho mayor de ejemplos que en la época que recoge el CREA. Por tanto, todo parece indicar que ha sido en este momento cuando ese concepto ha tenido más repercusión en los medios (posiblemente porque ahora haya más medios, pero eso no nos importa; lo que importa es que es un concepto muy manido actualmente). Al margen de todos estos rasgos cuantitativos, el nexo en común entre nuestro presente y la España de hace veinticinco años es que no hay una diferencia cualitativa en el empleo del término. Ahora, flexibilidad laboral significa lo mismo que entonces y se potencia desde los mismos sectores que entonces. Veamos algunos ejemplos:

 

(1)  «El ministro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, considera necesaria la flexibilidad laboral y el abaratamiento del despido para reducir con éxito la tasa de paro, según afirmó en Santander. Por estas declaraciones, UGT acusó al ministro de intentar «torpedear el diálogo social».» (ABC, 10/07/1988)

 

(2)  «El secretario de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), Emilio Gabaglio, señaló que (…) «Estamos de acuerdo en dar prioridad a la formación profesional, profundizar en la flexibilidad laboral, vincular los incrementos salariales a la productividad, reducir los costes salariales indirectos y fomentar iniciativas regionales generadoras de empleo».» (La Vanguardia, 30/10/1995)

Tras la lectura de estos ejemplos observamos que el término flexibilidad laboral está relacionado siempre con dos agentes: el gobierno de turno (sea del color que sea) y los empresarios (que suelen tener el mismo color), quienes a su vez, se enfrentan siempre con su antagonista: los sindicatos. El hecho de reconocer quiénes son los impulsores de este concepto nos puede ayudar a desvelar qué se esconde realmente detrás de dicho concepto.

Flexibilidad es un término que por sí solo no muestra valores negativos (más bien al contrario: algo flexible a priori es algo bueno, pues se entiende que se adapta a las necesidades del destinantario). Sin embargo, como se ve en el ejemplo (2), se enmascara con dicho término una realidad «dolorosa» para el que la va a recibir, y por tanto repercute de manera negativa en la imagen del hablante. De este modo, el término va cargándose poco a poco de connotaciones negativas en este tipo de contextos.

En la situación actual de crisis y reformas estructurales (concepto que daría pie para una nueva entrada), ha habido muchas voces críticas con la última reforma laboral, como, por ejemplo, la de Mónica Oltra, diputada por Compromís en las Cortes Valencianas, quien en su perfil de twitter apuntaba la siguiente reflexión: «¿Por qué lo llaman «flexibilización» cuando quieren decir «explotación?»

Esta reflexión nos lleva a pensar en que la palabra flexibilidad está siendo utilizada como sustituto eufemístico de términos o conceptos más duros y peor aceptados para la sociedad (tabúes), los cuales se necesita atenuar, hacer ambiguos o desdibujar por parte de quienes han de llevarlos a cabo.

¿Qué implica realmente esa flexibilidad laboral? Principalmente el atraso de la edad de jubilación, la pérdida de poder adquisitivo, la libre contratación y el abaratamiento del despido (que eso sea una «explotación» o no, es consideración de cada uno; lo que no es opinable es que con la voz flexibilidad se oculta una realidad).

¿Y qué implica la flexibilidad en el caso de la educación? El despedido de profesores (o no renovación de interinos) debido al aumento de la ratio del número de alumnos por aula, además del aumento de horas lectivas de los docentes. Todo un magisterio sobre flexibilidad.

Como bien sabemos, no es ninguna novedad el hecho de que los políticos (y los periodistas) hagan uso del eufemismo para proteger su imagen social. El problema es que estos sustitutos eufemísticos no sean percibidos como tal por quienes interpretan la información solo a partir de lo que aquellos dicen, sin buscar lo que (no) quieren decir. Lo cual es más beneficioso, si cabe, para quien utiliza el eufemismo, pues el hablante no se responsabiliza de la interpretación del oyente.

Tal vez deberíamos tener cuidado con tanta flexibilidad, no sea que al final se rompa la cuerda…

Adrián Ombuena Cabanes

 

En esta época en la que los medios de comunicación son instrumento de expansión y cambio de significado, se puede encontrar en diferentes ámbitos vocablos utilizados con un valores determinados por los contextos de uso con los que se identifica. El caso que nos ocupa es especialmente interesante, porque se trata de una palabra con un significado muy amplio: acción.

El DRAE define acción como: Ejercicio de la posibilidad de hacer”; aparte de esta aparecen doce acepciones más. Sin embargo, en ninguna de ellas se hace referencia a un sentido de origen relativamente reciente, probablemente nacido en País Vasco, aventuramos que como resultado de una interferencia lingüística. Así, se encuentra el término acción en los periódicos vascos como sinónimo de «atentado», tal vez como consecuencia de una traducción del vocablo euskaldún ekintza, usado en contextos relacionados con el terrorismo. Véase el siguiente ejemplo: La acción de hoy se ha producido casi seis meses después de que ETA anunciara el fin de la tregua declarada en marzo de 2006 y rota de facto en Barajas” (Diario Vasco 01/12/20007).

A partir de este valor, se crea una segunda polisemia, en la que el nivel de gravedad de los hechos narrados desciende. Obviamente no es lo mismo hablar de un atentado que de una situación de violencia callejera: “Ese día la Policía vasca llevó a cabo una operación policial en la Margen Izquierda contra un grupo acusado de practicar la kale borroka, que presuntamente había cometido acciones violentas durante los últimos meses” (Diario Vasco 13/08/2008); “La primera acción violenta ha ocurrido a las 00:30 horas en la estación de la compañía ferroviaria pública vasca Eusko Tren […]” (Diario Vasco 25/10/2008).

En estos casos, junto a acción aparece el adjetivo violento. Así pues, el término acción equivaldría a “protesta violenta” o a “protestas de violencia callejera” como observamos en este ejemplo:La violencia callejera se ha cebado esta pasada madrugada con la compañía ferroviaria Euskotren. En ninguna de las dos acciones de violencia callejera se registraron heridos.” (Diario Vasco 25/10/2008). Como se aprecia, ha habido un cambio en el significado, ya que, a diferencia del primer ejemplo que hemos citado, que se refiere al ámbito terrorista, en estos últimos ya no hay víctimas, sino actos violentos en los que se rompen cosas.

En tercer lugar, se documenta una nueva acepción en el vocablo acción, más próxima, esta vez, al sentido de «protesta» que al anteriormente expuesto y, por lo tanto, sin víctimas ni destrozos materiales muy desprovisto del nivel de gravedad observado en nuestro primer caso: “Activistas contra el Tren de Alta Velocidad (TAV) explicaron ayer que con la protesta del domingo que colapsó el tráfico en el centro de San Sebastián pretendían «dar la oportunidad» a la sociedad de «reflexionar y darse cuenta de los graves daños que traería» para Euskadi esta infraestructura ferroviaria. Los opositores a la ‘Y’ vasca comparecieron ayer en Zaldibia para dar cuenta de la acampada realizada en esta localidad y explicar la acción en la capital guipuzcoana”.

En este fragmento aparece protesta y, más adelante, acción. Esta última alude a la protesta del domingo referido que colapsó el tráfico, por lo que se emplea  acción como sinónimo de protesta. Por tanto, ya no se trata de una “acción violenta”, sino del acto de protestar, de manifestarse, para hacer reflexionar a la gente sobre los perjuicios que produciría el Tren de Alta Velocidad.

Esta tercera acepción de “acción” se puede encontrar, ya fuera del País Vasco, para referirse a las protestas ante la subida de precios del metro del pasado uno de mayo en Madrid. Como protesta ante esta subida, que ha sido denominada tarifazo, han surgido dos grupos de protestantes: ‘Yo No Pago’ y ‘Toma el Metro’, por lo que los medios de comunicación han aprovechado sus protestas para incluir de nuevo este término, de este modo encontramos: “Se confirman cinco detenidos en la acción #yonopago en Madrid” (Periódico Diagonal 01/02/2012).

También encontramos otro titular semejante: “El Movimiento ‘Yo No pago’ convoca nueva acción en Sol en protesta por la subida del transporte público” (Europa Press 20/04/2012). Esta acción alude a una concentración en la Puerta del Sol, de forma pacífica para manifestarse contra las subidas que según los participantes del grupo “no hacen más que precarizar a la población” (Europa Press 20/04/2012).

Por consiguiente, la palabra acción, que vio modificado su valor semántico con su vinculación al contexto socio-político concreto del País Vasco, se puede emplear hoy en día en otras regiones y en otros contextos, aunque mediante una progresiva disminución en intensidad de sus connotaciones violentas. No es el término, pues, sino el ámbito de uso lo que ha permitido la extensión de la palabra.

Sin embargo, ante estos acontecimientos la presidenta de la Comunidad de Madrid afirma en un comunicado que: “No se van a ir de rositas”, y que “este acto no puede quedar impune, se ha puesto en peligro la vida de los viajeros y  se ha cuestionado el servicio de metro, uno de los mejores del mundo” (El País 25/004/2012). A pesar de las declaraciones de Aguirre una portavoz de Metro ha informado en la misma noticia que: “En el momento de la acción ninguno de los trenes estaba circulando sino que estaban parados en las estaciones […] como no estaban en movimiento es posible que muchos viajeros no se hayan ni dado cuenta”. Observemos, por lo tanto, la novedad respecto de las consideraciones anteriores: ahora la palabra acción puede conducir hacia dos percepciones muy distintas, puesto que mientras la presidenta de la comunidad autónoma atribuye a esta acción un nivel de gravedad, la portavoz del metro no otorga ninguna gravedad a los hechos. Este doble sentido está permitido por la polisemia de “acción”, y el hecho de que sea el hablante el que decida emplear el vocablo en el sentido de «protesta violenta», «protesta callejera» o «paralización del metro» indica que ambos sentidos todavía no están fijados (dicho en términos técnicos, que asumen carácter de implicaturas).

De este modo, nos encontramos frente a una formación cronológica de polisemias de la palabra acción, condicionada por la fuerza mediática de la prensa, así como frente a una baraja de posibilidades de uso según el ámbito y el nivel de gravedad que describe. La cuestión es determinar si son posibles nuevas adhesiones polisémicas a esta palabra. A nuestro entender, cabe pensar que el caso puede seguir abierto puesto que, como hemos visto, la transformación del campo semántico de una palabra depende de múltiples factores relacionados con el contexto, con el punto de vista y sobre todo con las necesidades del hablante a la hora de calificar y relacionar unos hechos dentro de su personal escala de valores. No olvidemos, además, que la ambigüedad y la hiperonimia son a veces una forma más de comunicarnos.

Maria Pastor Puig

En el DRAE se define la palabra contagio como: “Transmisión, por contacto inmediato o mediato de una enfermedad específica”, “Germen conocido o supuesto, de la enfermedad contagiosa”, “enfermedad contagiosa” y, en último lugar: “Transmisión de hábitos, actitudes, simpatías, etc., a consecuencia de influencias de uno u otro orden”. No obstante, en ninguna de estas acepciones encontramos el sentido que ha adquirido, si bien la primera y la última definición podrían aproximarse a este nuevo uso figurado, puesto que en lugar de transmitirse una enfermedad, unos hábitos, unas actitudes y unas simpatías, etc., se extienden los malos datos económicos de un país a otros países. Como prueba de ello, hemos encontrado ejemplos en la prensa nacional española: “Obama y su equipo de asesores temen un contagio de la crisis de la deuda a EEUU…” (El País, 29-11-2011) y, “Los ataques de los mercados han colocado a la economía española en una situación de «vigilancia» por el miedo al contagio” (La Razón, 16-4-2011).

Tras consultar en el CREA de la Real Academia, encontramos ejemplos de este uso en la sección de “Periódicos, Comercio y Finanzas” en 1994. Pongamos por caso, “Este fuerte deterioro del mercado británico es el resultado no sólo del contagio alemán, sino también de sus propias anticipaciones de tipos de interés al alza…” (La Vanguardia, 27-03-1994). Por tanto, esta no es una innovación reciente.

Podemos observar que en esta palabra se ha producido el desarrollo metafórico de crisis como enfermedad. Este es un hecho que no nos tendría que extrañar, puesto que Lakoff y Johnson (1980) demuestran con numerosos ejemplos que el empleo de la metáfora es muy común en el lenguaje cotidiano. Aunque, como vemos, la naturaleza figurada de contagio no es obvia a simple vista y, por esta razón, es difícil darse cuenta de ello.

Además, ha surgido un dominio cognitivo, esto es, un “telón de fondo” sobre el que se proyecta el término contagio. En este caso, encontraríamos a los países que están más enfermos, es decir, los más afectados por la crisis, frente a los menos afectados por esta enfermedad. Dicho de otro modo, tenemos unos enfermos que están infectados y otros que están todavía sanos, porque no se han contagiado por el virus. Así, “ayer los índices neoyorquinos no consiguieron mantenerse inmunes a los acontecimientos en Europa, y se contagiaron de pesimismo, cerraron con caídas que superaron el 1%…” (La Vanguardia, 31-05-2012).

A continuación, veremos cuáles son las zonas activas de la metáfora de crisis como enfermedad: la palabra virus se está empleando en un contexto económico y, de esta manera, se ha producido una extensión de su significado. Por ejemplo, “Se trata de impedir que el virus siga avanzando, y para eso es fundamental que los bancos sean adecuadamente capitalizados…” (El País, 29-11-2011). Si tenemos un virus, tendremos que tener unos infectados por él: “…luego aseguraron que los problemas de Grecia no contagiarían a otros países y ya se han infectado Irlanda, Portugal, Italia, España y parece que pronto se apuntará Bélgica…” (Expansión.com, 14-10-2011). Asimismo, otra zona activa es enfermo, ya que los países son los enfermos que están sufriendo la enfermedad. Como  por ejemplo, el siguiente titular: “¿Qué tan enferma está Europa?” (Cnnexpansion.com, 9-5-2012).

Es más, en UVI (Unidad de Vigilancia Intensiva), se está produciendo una ampliación de significado en estas siglas. Por ejemplo, el siguiente titular: “El Ibex ingresa en la UVI” (Cinco días, 20-4-2012). Lo que quiere decir, en este caso, es que la bolsa española está enferma, por lo que necesita vigilancia y cuidados.

También, como zona activa tenemos bisturí, por ejemplo:..”Ha sacado el bisturí en áreas delicadas como las pensiones o derechos de los trabajadores…” (Cinco días.com, 21-02-2012), es decir, este es el instrumento para llevar a cabo la operación al enfermo. Así pues, operación constituye otra zona activa de la metáfora: “España necesita una operación a corazón abierto” (Expansión.com, 26-07-2011). Además de operarse, hay que tomarse las medicinas: “Medicinas europeas para salir de la crisis económica” (El periódico de Extremadura.com, 30-01-2012). Todo esto para encontrar la cura: “…pero la realidad es que la enfermedad tiene cura y es conocida…” (Expansión.com, 18-05-2012).

Si observamos los ejemplos anteriores, podemos afirmar que la crisis es un tipo de  enfermedad contagiosa, a pesar de lo cual, para combatirla, se necesita una operación y tomarse las medicinas que nos han recetado.

En definitiva, esta enfermedad tiene una serie de síntomas. Ahora bien, ya los conocemos y, por ello, nos encontramos en pleno tratamiento. Pero, todavía estamos buscando la cura de esta enfermedad que nos golpea. En esta coyuntura se están planteando varios remedios, sobre todo, desde los gobiernos de las naciones. Esperemos que se encuentre la receta mágica para salir sanos y salvos.

Ana María Briones García

La crisis económica se ha convertido paulatinamente en toda una gran fuerza que va arrastrando víctimas (El Argentino, 01-12-2011) a lo largo del territorio capitalista. Si en un principio la crisis se negaba, ahora es innegable que hay crisis: las turbulencias diarias y la violenta tormenta bursátil (La Nación, 02-11-11) lo demuestran.

La prensa lleva un tiempo hablando de tsunami, terremoto y maremoto tanto bursátil como financiero. Es por esto que ahora que crujen las bolsas (Público, 15-09-08) por causa del terremoto financiero que ha hecho temblar (Diario Crítico, 19-02-12) la economía mundial, los periodistas escriben sobre los estragos causados por la crisis, de las ciudades afectadas por ella como epicentros (Granada económica, dic. 2011) y de cómo nos preparamos para resistir (El financiero) esta situación.

Cualquier lector se dará cuenta inmediatamente de que se encuentra frente a una metáfora de la que se hacen eco periódicos especializados y no especializados tanto internacionales como españoles. Esto demuestra el gran alcance que ha tenido esta metáfora en los últimos cuatro años, ya que al acudir al CREA y recuperar todos los ejemplos, se observa que del término maremoto encontramos 5 casos (apareciendo el primero de ellos en 1994) en los que dicho sustantivo se utiliza para hablar de una crisis o escándalo político:

Todo ese maremoto que está viviendo la coalición nacionalista se ve acrecentado por el silencio que hasta la fecha mantiene Pujol y que tiene desconcertados a sus colaboradores más inmediatos y a los principales dirigentes, a los que no ofrece, hasta la fecha, una pista clara sobre el enfoque que va a dar a la crisis. (La Vanguardia, 15-11-1994)

Del sustantivo terremoto existen muchas más entradas, por lo que únicamente escogiendo artículos en prensa se encuentran 48 casos en los que se utiliza este término ante una crisis política:

Vuk Draskovic, el fogoso líder del partido Movimiento de Renovación serbio y viceprimer ministro yugoslavo, provocó ayer un pequeño terremoto político al manifestar en Belgrado, ante un grupo de periodistas extranjeros, que (…). (El Diario Vasco, 27-04-1999)

y dos casos en los que ocurre ante una crisis económica:

Esta anécdota apareció en mi memoria, como surgida del baúl de los recuerdos, debido al «terremoto» monetario de las últimas semanas: la caída del dólar, la subida del marco alemán y la peseta dando tumbos y al nivel de los diez céntimos de mi niñez ya casi cuadrados por la acción de mi ingenuo cercenado. (La Vanguardia, 28-04-1995)

Y, finalmente, del sustantivo tsunami, en cambio, no se encuentra ningún caso metafórico, como los anteriores, lo que indica que la aplicación metafórica de este término no empezó a producirse hasta el 2008.

Los datos obtenidos permiten deducir que esta metáfora comenzó a aplicarse mediante los términos terremoto y maremoto en el ámbito político para hablar de “catástrofes políticas” y su significado se amplió para recoger también, a raíz de la pésima situación económica mundial, el significado de “catástrofe monetaria o económica”. Además de esto, se extendió la metáfora para abarcar aquellos sustantivos que, como terremoto y maremoto, vengan a significar el mayor grado de catástrofe de una escala natural como puede ser el término tsunami u otros términos encontrados en titulares de prensa como huracán, tormenta, derrumbe, ola,… Así, “¿Sobreviviremos al huracán financiero? (El País, 12-10-2008), “Zapatero, invisible ante la nueva tormenta bursátil” (La Vanguardia 10-08-2011), “Los bancos financieros limitan daños en la tormenta bursátil” (El País, 21-08-2011), “La ecuación matemática que causó el derrumbe del sector financiero” (La Vanguardia, 17-02-2012), Masivas protestas por la ola de recortes (El País, 01-05-2012), etc.

Se descubre así que todos estos sustantivos que aparecen en los titulares se usan indistintamente, ya que sus significados han sido vaciados o reducidos a meros miembros situados en una escala por lo que, a pesar de que fuera del ámbito económico no son sinónimos, en el ámbito económico se utilizan como tales. Por ejemplo, a partir del titular de La Nación (19-05-2012): “El tsunami bursátil desplomó las bolsas”, puede verse que no cambiaría el significado de la oración si se sustituye el término tsunami por el término terremoto, maremoto, tormenta, huracán…etc. Además de ello, se observa que dichos sustantivos se encuentran en el extremo superior de la escala de los fenómenos naturales, es decir, son los términos más fuertes de la escala. Todos estos datos permiten afirmar que se utilizan los sustantivos objetos de estudio para hablar de la crisis en términos negativos sin tener en cuenta la diferente actuación de cada fenómeno.

La estructura en la que estos términos surgen es clara: aparecen en los titulares de los artículos –por regla general– y, una vez dada la clave de descodificación, se procede a crear toda una extensa metáfora respecto a la metáfora inicial. Por ejemplo, aplicarle al título el término tsunami permite la creación de un marco cognitivo en el que aparecen construcciones como las del artículo publicado en El Economista (05-09-2008) donde a partir de un título como: “El tsunami financiero nos ahogará si el gobierno no nos salva” podemos ver, perfectamente, el marco de esta metáfora ya que surge un marco cognitivo desde el título donde se explica que el tsunami que se describe en el artículo como devastador, desastre y destructivonos ahogará si, como dice ahí, el gobierno no nos salva. En otros artículos se habla de: hacer temblar la economía, derrumbe y escalabro financiero (Público), resistir, fuerte tormenta bursátil (El Financiero), ola de pánico, violenta tormenta bursátil (El Economista), arrasa con miles de empleos (El País), haga zozobrar la economía (El periódico)… Etc.

A estas alturas del blog, debe quedar claro que la metáfora no solo se aplica a la literatura, sino que la existencia de la misma tiene sus raíces en la experiencia cotidiana (Lakoff y Johnson). Metaforizando la realidad somos capaces de comprender mejor el mundo que nos rodea y de expresar mejor todas aquellas situaciones que nos resultan demasiado complejas de explicar a nosotros mismos o a otros. Cuando esto ocurre, se recurre a la búsqueda de símiles entre la realidad y el pensamiento; se recurre a la metáfora.

Si se aplica todo lo tratado anteriormente, se entiende que la crisis económica es una de esas situaciones difíciles de describir sin metáforas, por lo que se deduce cada vez más claramente por qué se han establecido paralelismos entre los desastres naturales y la crisis económica. Como se ha hablado con anterioridad, se utilizan términos como tsunami, maremoto, terremoto o huracán como los términos más altos de polaridad negativa de la escala de los desastres naturales y es a partir de estos términos que se produce una primera metáfora que relaciona la crisis política con los desastres naturales. Esta primera metáfora se amplía a partir del 2008 para explicar también la crisis económica mundial y, analizando los paralelismos que encontramos entre ambas, se puede afirmar que el modelo cognitivo con el que se presenta la crisis económica crea un paradigma similar a las grandes tragedias naturales ya que se entiende tan destructiva, devastadora y violenta como estos.

Esto va haciendo que el lector se acostumbre en pensar la crisis como un hecho natural y que se termine, por tanto, naturalizando todos los hechos de economía, algo que interesa a quienes han provocado toda esta crisis económica. De este modo, mientras el ciudadano piensa en la crisis como algo ocurrido casi por providencia divina, no recuerda que esta crisis no es fortuita ni natural, sino que es una situación totalmente provocada por la avaricia del ser humano.

Por todo ello, el lector de este artículo debe dejar de pensar en la crisis económica como un terremoto, un tsunami, un maremoto, un huracán, un volcán, una sequía… y volver a personificar el periodismo económico. Lector, la crisis no está causada por un dios de la economía vengador, la crisis es algo causado por pasiones humanas, no divinas. Se debe volver a humanizarla: vuélvale a poner nombre y apellidos a los causantes de esta crisis económica.

Carla March Ferrer

Las cosas claras…

28/05/2012

Un mismo hecho puede ser contado de maneras muy distintas y cada una de ellas provocará una reacción diferente en el receptor. Imaginemos ese terrible momento, que a todos nos marca, en el que nos enteramos de que los Reyes Magos no existen. Al llegar a casa, todavía con una pequeña llama de esperanza en nuestro interior, le preguntamos a nuestros padres si es cierto; a lo que ellos pueden responder varias cosas: “No existen, cielo, todo es una mentira que os contamos a los niños porque sois muy inocentes. Eso sí, siempre desde el cariño, no te lo tomes a mal” o bien “Existen a medias, no son ellos los que te traen físicamente los regalos, pero siempre estarán en nuestros corazones junto al espíritu de la Navidad”. Con aquella contestación plasmamos los hechos tal y como son; sin embargo con esta lo que hacemos es encubrir las malas noticias a través de procedimientos de oscurecimiento del lenguaje provocando que el niño en cuestión no se entere de nada de lo que acaba de decírsele, pero haciendo que se quede más tranquilo. Algo así ocurre con el lenguaje político actual en España. Para comprobarlo, tomaremos dos discursos, de Luis de Guindos, Ministro de Economía y Competitividad, y de Cristóbal Montoro, Ministro de Hacienda y Administraciones, que versan sobre la subida de impuestos indirectos o, dicho en clave política, sobre el aumento porcentual de las tasas impositivas que gravan de forma indirecta en el consumo.

En primer lugar, vamos a fijarnos en la rueda de prensa de de Guindos:

-de Guindos: Vamos a dar el salto definitivo desde el punto de vista de la competitividad. Reducir las cargas e imposición sobre el trabajo […] e incrementar la imposición sobre el consumo con un incremente neto de recaudación en torno a los 8.000 millones de euros

-Periodista: De sus palabras y de los papeles que nos han pasado entiendo que el gobierno ha decidido subir el IVA en 8.000 millones de euros, con un incremento del 15% de la recaudación. Quería preguntarle si es esto cierto, si estoy equivocado y quería preguntarle también por qué no utiliza la palabra IVA, ¿Es que tienen mala conciencia por subirlo o piensan que los ciudadanos lo van a recibir de forma muy negativa?, ¿Qué explicación hay a que no se utilice un término tan conocido por los ciudadanos?

-de Guindos: He intentado hablar con los términos hacendísticos lo más adecuados posibles, por eso hablo de imposición indirecta sobre el consumo, no solamente es el IVA sino que son otro tipo de impuestos y ahí existen otras posibilidades, existen impuestos especiales.

La estrategia es clara en cuanto se ahonda en el discurso: de Guindos empieza hablando de un “salto definitivo desde el punto de vista de la competitividad” y de una reducción en “cargas e imposición sobre el trabajo”, para pasar a decir que se realizará también un incremento en “la imposición sobre el consumo”, cuya conjunción dará lugar a una recaudación de 8000 millones de euros. El receptor, y más precisamente cuando se realiza una exposición oral, tiende a quedarse con la información que se da en primer lugar y en último, por lo que esta estructura discursiva es, sin lugar a dudas, una forma premeditada de ensamblar la información de manera que quede destacado aquello que se enuncia al inicio –reducción– y al final –recaudación–, diluyendo entre estas dos ideas el incremento de impuestos, que es realmente lo más va a interesar al receptor, pero también lo más impopular.  Además, al decir que va a  “incrementar la imposición sobre el consumo” y no hablar de aumento de impuestos, está realizando un claro proceso de desautomatización del lenguaje que contribuye a enmascarar la realidad bajo un antifaz de palabras.

Pero el ávido periodista capta aquello que de Guindos ha tratado de ocultar y le pregunta de forma directa sobre el IVA, lo que provoca que de Guindos afirme que ha “intentado hablar con los términos hacendísticos lo más adecuado posibles”.

Por tanto, el propio ministro nos descubre que recurre a un léxico específico del ámbito de la economía, lo que va a provocar que el ciudadano de a pie, receptor último, principal afectado y poco docto en esta terminología, quede desinformado.

Una vez desgranado el discurso del ministro de Economía, pasemos a mostrar y analizar el de Cristóbal Montoro:

No vamos a subir impuestos en España, vamos a cambiar la componderación de los impuestos en España para favorecer el crecimiento y el empleo. Para eso hay que cambiar la ponderación de los impuestos, los contribuyentes en España no vamos a pagar más, sino que vamos a cambiar, en la medida en que la evolución económica nos lo vaya permitiendo. Es cambiar la ponderación de impuestos en claves europeas para no  depender de la financiación del resto del mundo. Así se promueve el crecimiento.

De nuevo nos encontramos ante una estructura muy similar, ya que también se inicia con una información positiva y se termina dando esperanzas de que se promoverá el crecimiento. Por lo tanto, lo que se tratará de explicar entre esos dos puntos es cómo se va a lograr el objetivo final sin llegar a “subir impuestos”, siendo la respuesta: a través de “la componderación de los impuestos”. No hay que preocuparse de nada, acto seguido nos explica que la “componderación”, palabra que no encontramos en el DRAE, es “en la medida en que la evolución económica nos lo vaya permitiendo […] cambiar la ponderación de impuestos en claves europeas”, lo que lleva a que “no vamos a pagar más” –por si acaso las otras afirmaciones pudieran crear dudas en el público–. De esta forma, no se dependerá “de la financiación del resto del mundo” y se llega a una conclusión tajante: “Así se promueve el crecimiento”. La clave para entender este juego retórico es ahondar en la “componderación”, entendida como la ponderación en clave europea. Para ello, basta con mirar cuáles son los valores porcentuales del  impuesto indirecto más importante, el IVA, para darnos cuenta de que tan solo están por debajo de nuestro 18% los países balcánicos, Chipre, Luxemburgo, Suiza y Andorra, mientras que el resto tienen valores que van desde el 19% de Alemania o los Países Bajos hasta el 25% de Noruega, Suecia, Dinamarca y Hungría. Por tanto, si tenemos en cuenta que ponderar significa “Contrapesar, equilibrar” (DRAE), lo que nos encontramos es que este discurso trata de negar en superficie la subida de las tasas impositivas a través de un lenguaje que enmascara la realidad llegándola a presentar como positiva, e incluso a través de la negación directa del hecho, pero que en el fondo nos presenta, siempre y cuando estemos dispuestos a investigar y reflexionar, un aumento porcentual en los impuestos indirectos.

Por tanto, Montoro recurre principalmente a la creación de léxico para hacer poco accesible la información comunicada, un destino solo reservado a aquellos que reflexionen e investiguen sobre lo dicho.

En definitiva, es clara y recurrente la utilización, por parte de la clase política de este país, del llamado eufemismo político, aquel que trata de disfrazar la realidad complicando lo fácil, embelleciendo o neutralizando lo feo y haciendo vago lo concreto. En este sentido, de Guindos y Montoro se mueven por caminos diferentes: aquel utiliza terminología específica del ámbito económico –“incrementar la imposición sobre el consumo”–, mientras que este opta por la creación de léxico –“componderación”–. Sin embargo, ambos convergen en un mismo punto: el oscurecimiento del lenguaje cuando se anuncian hechos negativos para así complicar la transmisión de la información, lo que genera ambigüedad, pues ambos discursos no tienen una interpretación unívoca, ya que, mientras en el de Guindos suponemos que se refiere al IVA  porque es el único impuesto sobre el consumo con el que se puede recaudar tal cantidad de dinero (es aclarado gracias a la pregunta del periodista, de no haberla realizado no se hubiera especificado), en el de Montoro hay una vaguedad más que manifiesta en cuanto al significado de “componderación”.

A todo lo anterior, se debe unir  que ambos están realizando intervenciones orales en las que, como es lógico, el receptor no puede volver hacia atrás para revisar lo dicho. Esto supone que todo elemento eufemístico con el que se oscurezca el mensaje será rechazado sin procesar por el destinatario, que no puede reflexionar sobre su significado porque perdería el hilo del resto de la intervención, por lo que la información con la que se quede será la transparente. De esta forma, en el primer caso se descartan los “términos hacendísticos más adecuados posibles” como la “imposición indirecta sobre el consumo”, mientras que se destaca aquello que se dice de forma más transparente: “reducir las cargas e imposición sobre el trabajo” y “recaudación de 8.000 millones”. En el segundo ocurre algo similar, ya que el receptor elimina “cambiar la componderación de impuestos en España”, quedándose con “No vamos a subir impuestos en España”, “favorecer el crecimiento y el empleo”, “no vamos a pagar más”, “vamos a cambiar”, “en claves europeas” (Europa es un argumento de autoridad positivo), “no depender de la financiación del resto del mundo” y “Así se promueve el crecimiento”. De este modo, los políticos diluyen las noticias negativas para la población entre toda una serie de hechos positivos que en muchas ocasiones no están del todo comprobados, ya que la “recaudación de 8.000 millones” de la que habla Guindos y el “favorecer el crecimiento y el empleo” al que hace referencia Montoro, son dos circunstancias que se derivarán, siempre y cuando los pronósticos se cumplan, de aquello que sí que se va a realizar sin ningún tipo de dudas: la subida del IVA.

El hecho de utilizar este tipo de eufemismos en los discursos crea una distancia entre emisor y destinatario, provocando, si esa práctica es constante, que el receptor tienda a alejarse progresivamente de la fuente del mensaje porque el esfuerzo que tiene que realizar para procesar la información es muy elevado. Por todo ello, el lenguaje político debería volver a su sentido etimológico “πολιτικός” (“politikós”), que significa “de los ciudadanos”, para lo que es conveniente que dé un giro que deje de lado el eufemismo, por nuestro bien y por el de la clase política si quiere mantener el apoyo popular. No somos esos niños a los que había que oscurecer la no existencia de los Reyes Magos para no dañarlos, somos una sociedad madura y preparada que necesita oír en boca de nuestros mandatarios las noticias, positivas y negativas, con las palabras justas y adecuadas.

… y el chocolate espeso.

Raúl Molina Gil

3) Nietaflauta. Este tercer apartado será el más inestable, ya que es el menos consolidado. Vivimos en una realidad cuyos cambios se reflejan día a día en el lenguaje y una vez tenemos establecidos a los yayoflautas como el ala madura del 15-M se cuela una nietaflauta en las líneas de algún artículo periodístico. La nietaflauta en cuestión, lejos de lo que pudiera parecer – podríamos estar ante una perroflauta más- es una niña pequeña que iba con sus abuelos a las protestas y a la que pusieron un cartelito que rezaba “Yo soy nietaflauta” tal y como podemos ver en el siguiente enlace: http://lasdel8.blogia.com/2012/040101-nieta-flauta.php . Más allá del impacto de esta “tierna” imagen que a muchos conquistó, llevando incluso a la creación de algunos grupos en Facebook, Yo también soy fan de la “Nieta Flauta” (https://www.facebook.com/pages/Yo-tambi%C3%A9n-soy-fan-de-la-Nieta-Flauta-/146398608814305 ), estamos ante algo más profundo ya que no solo se categoriza a aquellos que tienen un compromiso social y político sino que también se diferenciará a todos aquellos relacionados con ellos, estén o no comprometidos. Una niña no puede tener compromiso ni conciencia social como para llevar el denominador de nietaflauta, pero su presencia en una manifestación hará que, a partir de entonces, podamos diferenciar entre nietas normales y nietaflautas, lo que carga, de forma ambigua, al sufijo como cualquier elemento que se usa para sectorizar a la sociedad.

4) X-flauta, los otros derivados. Aunque parezca que la nómina de palabras que se ha creado análogamente a perroflauta termine ahí, tenemos claros indicios de que no. Esta vez no aparecen en prensa escrita pero sí están en las redes sociales que, hoy en día, son el mejor caldo de cultivo para nuevas palabras. Encontramos, entonces, derivados ya no solo de grupos sociales sino en cuanto a profesión o situación familiar: profeflautas, padreflautas (que aparece en fecha muy cercana al término yayoflauta,  en un tweet del 22 de octubre de 2011: “@Nacho_Ariza Padreflautas y profeflautas al unísono: la pública para adelante, la privada para atrás #mareaverde” ) o mediflautas (7 de diciembre de 2011, hablando sobre compañías médicas: “lo mismo ni está entre las opciones a elegir y que acogernos a mediflautas o vete tu a saber…”) son  algunos de los ejemplos que hemos podido encontrar en la red en general. En todos los casos recogen dos requisitos que explicaremos mejor más adelante: se trata de un colectivo comprometido con una causa, en el caso de los dos primeros, con la educación y, en segundo lugar, tiene un uso en cierto modo despectivo, como el contexto en que encontramos mediflauta.

Finalmente, en el periódico El País encontramos, el día 17 de mayo de 2012, la siguiente viñeta, donde se hace un guiño a todos aquellos “perroflautas” que, en su día, fueron desalojados:

En la revista El jueves, tan solo un día después, el 18 de mayo de 2012, encontramos un cartel que nos habla de banquero-flauta aunque, en este caso, volviendo a su origen primigenio y casi equivalente a perroflauta:

Curiosamente, tanto nietaflauta como banqueroflauta se escriben todavía como dos términos separados. Como veíamos con respecto a perroflauta, Fundéu recomendaba escribirlo en letra redonda, sin ninguna tipografía especial y en una sola palabra, lo que podría indicarnos que no se encuentran todavía fijados del mismo modo que perroflauta o yayoflauta, debido a que sus apariciones han sido esporádicas, al igual que ocurría con padreflauta, profeflauta y mediflauta, que pueden haberse escrito de este modo porque quien los “nombró” conocía bien cómo debe escribirse perroflauta y lo hizo según la norma mientras que, posiblemente, aquellos que usaran banquero-flauta o banquero flauta no lo tenían tan claro. Por otro lado, en el caso de banqueroflauta también influye el hecho de ser una palabra con 3 sílabas, que pasa a 5 con una acentuación llana que hace que la pronunciación sea “extraña”.

En conclusión, estamos asistiendo a la creación de un sufijo, -flauta, que tendrá un significado muy ambiguo dependiendo de quien lo emplee. Por un lado, para aquellos que lo hagan de forma despectiva, se tratará, por tanto, de un sufijo similar a –esco, y, de otro, aquellos que lo empleen de forma positiva, como indicador de un grupo de personas comprometidas, social y políticamente, y, generalmente, reivindicativas. ¿Estamos ante una moda lingüística o ante la consolidación de un sufijo que triunfará, se impondrá y dentro de 50 años será tan habitual como el arriba mencionado –esco? No podemos saberlo con seguridad, ya que la lengua irá cambiando junto a esta situación social, y según el rumbo que siga esta tendrá más o menos oportunidades de fijarse, pero hoy en día así parece ser.

Por tanto, gracias a todo lo originado socialmente por la crisis,  hemos asistido a un desplazamiento de tal calibre que lo que antes era un término despectivo se ha cargado de una connotación política que ha hecho que se acuñen nuevos términos a su imagen y semejanza (apartados 1 y 2). Tras este cambio, que tiene que haber sucedido antes para que la transformación se pueda llevar a cabo, un grupo, que nada tiene que ver con esos jóvenes desaliñados con sus perros famélicos, al sentirse identificado con las demandas de los indignados, calificados con intención peyorativa de perroflautas, tomará este concepto y decidirá aplicárselo a sí mismo, operando un cambio en la raíz de la palabra  para que esta se convierta en automático identificador de su propia realidad: perroflauta > yayoflauta, ya que son todos, cariñosamente, “yayos” comprometidos con nuestra convulsa sociedad. A partir de aquí se han seguido acuñando nuevos términos (apartados 3 y 4), en los que vemos ya que una palabra perteneciente al léxico cotidiano como es flauta se ha vaciado de su significado original, “Instrumento musical de viento, de madera u otro material, en forma de tubo con varios agujeros circulares que se tapan con los dedos o con llaves” (DRAE), para convertirse en un sufijoide, el cual ahora denotará (de forma ambigua como ya veíamos) compromiso político y social. El único matiz que cabe añadir es que su consolidación como sufijo todavía no se ha producido totalmente ya que encontramos ejemplos en los que todavía se encuentra como locución (nieta flauta) y otros en los que sí es sufijo (padreflauta).

Gemma Burgos Segarra

A nuevas realidades, palabras nuevas. Actualmente una gran parte de las nuevas contribuciones a la lista de palabras que conforman nuestro vocabulario para designar “personalidades” se crean por composición. Este procedimiento nos deja joyas tales como gafapasta o perroflauta o, en su nueva versión, yayoflauta (iaioflauta según la procedencia del ejemplo y que nosotros normalizaremos con la <y>, ya que es la más frecuente). Se trata de palabras compuestas por dos sustantivos cuyo significado es simplemente la suma de los significados de cada uno de ellos.

A continuación, analizaremos en el significado de perroflauta, que ha sido modificado a causa de los movimientos que se han alzado en contra de la situación de crisis actual, el de yayoflauta, que tiene poco que ver, aparentemente, con el del primero pero que ha ahora ha surgido con fuerza para, finalmente, observar otros posibles casos de composición con el “sufijo” -flauta y su posible evolución.

1) Perroflauta significa, literalmente, un joven con un perro y una flauta, pero no nos quedemos ahí, ya que sería una definición demasiado escueta. Es posible que este término surgiera en un principio para denominar a este grupo de jóvenes, que podríamos categorizar como neojipis, que sí que iban con un perro y, a menudo, con una flauta o instrumento musical cualquiera, pero la verdad es que hoy en día su significación abarca muchos más rasgos. No solo se refiere a la anterior descripción sino también a cualquier joven de aspecto desaliñado que presume de estar comprometido (anti)políticamente. Generalmente se usa este término de forma despectiva y suele englobar a un grupo muy homogéneo de anarquistas, okupas…, todos ellos con una estética similar. Para más detalles, veamos la descripción que aparece en el periódico ABC:

“El hippismo está de capa caída. Ni siquiera el nombre conserva el viejo sabor a libertad y juventud. Hoy nos suena más bien a viejo y antiguo. De hecho ha sido reemplazado por el despectivo, y no del todo inexacto, perroflauta. (…)En las esquinas, había jóvenes con aspecto de querer revivir el antiguo espíritu. Pero más que hippies parecían eso, perroflautas, con su inescapable aspecto de desaseo y pobreza.” (15/08/2011 A contracorriente Edición de Galicia)

El término perroflauta empieza a aparecer en los periódicos de forma significativa sobre el año 2004. Anteriormente, todos los resultados se refieren a un grupo de rock llamado Perroflauta lo que nos lleva a pensar que, aunque la realidad no aparece hasta más tarde de forma escrita, ya existía. No existen resultados en el CREA pero sí encontramos una posible definición en el Fundéu, la fundación del español urgente, donde se recomienda la tipografía normalizada del término, la escritura en una sola palabra, sin guion, y la siguiente definición “Se emplea el término perroflauta para referirse a un tipo de persona, habitualmente joven y con aspecto descuidado, que puede verse como un hippy en su acepción más moderna. Se les denomina así porque suelen llevar perros y tocar la flauta, aunque el término ha trascendido su significado original y se utiliza en muchas ocasiones de forma despectiva para referirse a cualquier joven con aspecto desaliñado”. Cabe decir que esta respuesta del Fundéu se produce ante la aparición masiva del término en los periódicos tras el movimiento 15-M.

Con la llegada del movimiento 15-M no solo se empezó a llamar perroflauta a los integrantes de este colectivo que participaban en las protestas  contra la crisis (porque haberlos, los había) sino, también, prácticamente a cualquier joven con aspecto, desaliñado o no, que se adhiriera a este movimiento y adquiriera un cierto compromiso político. Estamos, por tanto, ante un caso de enriquecimiento, de ampliación del significado de un término categorizador que pasa  de designar a un colectivo reducido a designar  uno mucho más amplio ya que no todos los indignados son antisistema, antipolítica, anti-… como suelen proclamarse los que serían perroflauta original. Su nuevo significado ya no es aquel invariable que englobaba solo okupas, punks o antisistema, sino que las características que primarán serán la de desaliño y compromiso político. Por consiguiente, ya no es necesario llevar, por ejemplo, un pantalón de cuadros con una camiseta rota para ser perroflauta: ahora solo se necesita ir un poco desaliñado, cosa que está de moda, y tener cierto compromiso con la sociedad. El término se ha desplazado y es posible que dentro de un tiempo ya no designe al colectivo que designaba en el año 2004, mantenga la nueva acepción y estos tengan que buscar un nuevo nombre que los designe.

Esta ampliación de significado, en la que el término queda políticamente marcado, servirá de base para que se acuñe el término de yayoflauta, palabra que usará un colectivo reivindicativo de gente de la tercera edad como veremos a continuación.

2) Yayoflauta. Este término ha aparecido con fuerza en los periódicos tras la “celebración” del primer aniversario del movimiento 15-M como colectivo identificado al que definen de las más variadas maneras pero siempre estableciendo una jerarquía con relación al grupo como vemos en el siguiente ejemplo: “Este año se han sumado a la acción reivindicativa los «yayoflautas», el colectivo de indignados de la tercera edad (…)” ABC. No estamos ante un grupo de “indignados” (para más información remitimos a “El efecto indignado”) con unos intereses distintos, como parecía ser en sus primeras acciones (reclamaban mejoras relacionadas con ambulatorios, tarifas de autobús para jubilados y pensiones), sino que se han unido a la causa común. La gran diferencia entre los “yayoflauta” y el resto de indignados no es solo la edad, sino la experiencia, que, como bien se dice, es un grado. La mayor parte de integrantes de este colectivo son gente mayor de 60 años, no siempre jubilada –en declaraciones televisivas del pasado sábado 12 de mayo una mujer se autodenominaba como yayoflauta pero sin estar jubilada ya que tenía que trabajar hasta los 67, nuevo mínimo de jubilación-, republicanos, generalmente, y que ya en la transición lucharon por conseguir unos derechos que ahora no quieren perder.

El movimiento se inicia en octubre de 2011 y, en noviembre, empezamos a tener noticias escritas de sus acciones tal y como vemos en el periódico Expansión:

Un grupo de unos veinte jubilados, conocidos como ‘iaioflautas’, que se identifican con el movimiento 15-M, han ocupado este mediodía durante 45 minutos la sede de la agencia de calificación Fitch Ratings España (…)” (Expansión, 7/11/2011)

En esta noticia aparecerán dos elementos importantes: por un lado quienes integran el grupo (jubilados); y por otro lado, su filiación ideológica dado que se identifican con el 15-M lo que nos dará las claves para la interpretación de sus acciones.

No será hasta febrero de este mismo año cuando tomarán mayor relevancia, llevando a cabo acciones con, cada vez, un mayor número de integrantes para, finalmente, acabar uniéndose a las proclamas de los indignados, algo que se refleja con un aumento de apariciones de esta palabra en prensa y televisión. En el siguiente ejemplo vemos cómo se refiere al inicio del movimiento yayoflauta en el mes de octubre de 2011 aunque la prensa generalista no se hizo eco hasta 3 meses después, ya que esta es la primera noticia que aparece con este término:

“Los vecinos del barrio de Bellvitge de L’Hospitalet de Llobregat cumplieron ayer 100 días de ocupación del centro de atención primaria (CAP) de la Rambla de la Marina para reclamar a la Generalitat su reapertura. Los ocupantes del ambulatorio son, en su mayoría, personas mayores del barrio -los autodenominados yayoflautas– que el pasado 28 de octubre decidieron ocupar el centro en el último día de funcionamiento y desde entonces se organizan en turnos para no abandonar el edificio.” (5/2/2012) El País

El colectivo también tiene una página en Facebook llamada “iaioflautas” en la que cuelgan noticias relacionadas y se llaman “a la lucha” con consignas tan llamativas como “La experiencia es un grado, la indignación un estado” y una página web, “iaioflautas.org”, cuyo subtítulo, traducido del catalán es muy ilustrativo: “luchamos y conseguimos una vida mejor para nuestros hijos” confirmando la caracterización anterior que hacíamos del grupo.  Como curiosidad, estos “iaioflautas” eran de Cataluña pero en la última semana ha surgido un nuevo grupo valenciano. Un movimiento “imparable”.

En dicha página web explican que deciden autodenominarse así como reacción al uso de perroflauta para descalificar a los manifestantes adheridos al movimiento 15-M. Pero, ¿por qué deciden tomar de la palabra la parte flauta y no la de perro llamándose, por ejemplo, perroyayos? Puesto que, como veíamos, el significado de estas palabras compuestas es la suma de los significados de ambos, la parte perro nos remite a un referente sucio, famélico… que suele ser el estado en el que se encuentra los animales de los susodichos; por otro lado, la parte de flauta es más neutra, se puede referir al ruido, a la música, pero será, también, la que seleccionará el rasgo de compromiso que se ha producido con el cambio de significado operado en perroflauta tras el 15-M que, junto con la mayor relevancia que se le dará al yayo configurará el significado del nuevo término. Así pues, tendremos no unos jóvenes desaliñados pero comprometidos sino un grupo de gente mayor que adquieren un compromiso con la sociedad de la crisis.

Gemma Burgos Segarra

La reforma laboral que se ha llevado a cabo en nuestro país para mejorar la situación de déficit económico que sufre España desde 2008 se ve reflejada en la prensa, donde se ha dejado patente que ha dividido a la sociedad entre sus partidarios y sus oponentes. En el siguiente estudio se mostrará qué tipos de argumentos se utilizan para hablar tanto a favor como en contra de dicha legislación, y de qué manera los elementos que se emplean  en ambas argumentaciones están relacionados, pero de un modo opuesto. Para ello hay que tener en cuenta la teoría del lingüista Oswald Ducrot, según el cual pueden existir dos expresiones que ofrezcan la misma información pero, no obstante, posean una orientación argumentativa distinta. Y añade que dicha función está vinculada a la estructura de las palabras, las cuales pueden tener mayor o menor peso (fuerza argumentativa) para llegar a una conclusión determinada.

El argumento más recurrente en la prensa española para hablar sobre la reforma laboral, tanto a favor como en contra, es el tema del despido. Esto se debe a que beneficiaría –si se evitara– o, perjudicaría –si aumentara– a una gran parte de la sociedad. Debido a ello posee una gran fuerza argumentativa. En los diarios en que se aboga a favor de las reformas llevadas a cabo por el gobierno se destaca la disminución de los despidos ya que: “la Reforma[sic] propiciará la contratación” ( elEconomista.es). De modo que en este caso se obtiene el siguiente esquema:

< + reforma, +contratación>.

Por el contrario, en los diarios en los que se manifiesta una oposición a dichas reformas, se apela a que esta legislación “[…] producirá un despido más barato” (Expansión) o,: “Aumentan los ERE porque la ley ofrece más facilidades”( El País). A partir de estos dos enunciados el esquema quedaría del siguiente modo:

<+ reforma,+ despidos>à <+reforma,-contratación>

Así las cosas, era de esperar que los argumentos que se utilizan a favor de dicha reforma aporten consecuencias favorables, mientras que los contrarios ofrezcan repercusiones negativas. Sin embargo, si se unen los esquemas extraídos de ambas argumentaciones se obtienen argumentos con una orientación argumentativa opuesta. De esta manera el esquema que resultaría sería el siguiente:

<+reforma,+ contratación>/<+reforma,-contratación>

Sin embargo, no son los únicos argumentos con una orientación argumentativa opuesta que se extraen a partir de los artículos escritos sobre la reforma laboral. A pesar de que el tema del despido es el más recurrente, existen otros elementos que también se han empleado para analizar las consecuencias de la reforma laboral, como son la pobreza y la situación de la mujer. Aparecen con menor frecuencia debido a su carácter más particular, ya que se trata de subargumentos que están comprendidos dentro del tema del despido. No obstante, apelan a la emotividad del lector, hecho que constituye un punto a favor de los mismos.

  1. Por lo que se refiere al tema de la pobreza, escogido como argumento empleado a favor, se lee que: “Los ministros de Empleo de la UE discutirán este viernes las reformas que cada país espera poner en marcha […] para evitar que más ciudadanos caigan en riesgo de exclusión y pobreza.[…]España es el país de la Unión Europea donde más aumentó el riesgo[de pobreza] entre 2009 y 2010 debido a la crisis económica ” (La Gaceta). De  manera que:

< + reforma, -pobreza>.

En cambio, como argumento utilizado en contra se extrae que: […]El efecto de todo ello[de las reformas tomadas] será muy profundo y de largo alcance[…] La última consecuencia será aumentar la pobreza y la desigualdad.” .(El País) Por lo que:

<+ reforma,+ pobreza>

De nuevo en este caso se obtiene como resultado esquemas opuestos argumentalmente:

< + reforma, -pobreza >/<+ reforma,+ pobreza>

2.   En cuanto a los diarios que apelan a la situación del sector femenino en el mercado laboral se detecta que los diarios partidarios de las reformas  resaltan las mejoras que obtendrán las mujeres, ya que: “la Reforma Laboral [sic], contemplará nuevos incentivos para la contratación de mujeres en general y de mujeres jóvenes”. (El imparcial)

< + reforma, + contratación de mujeres>

Por otra parte, como argumento contrario resaltan que: “Muchos serán los afectados por la nueva reforma laboral aprobada […], pero especialmente las mujeres.[…] tendrá como consecuencia expulsarlas del mercado laboral..(Público.es). Por lo que:

<+ reforma, – contratación de mujeres>

Si se unen los dos esquemas que resultan a partir de estos argumentos también ofrecen como resultado argumentos con una orientación argumentativa opuesta:

< + reforma, + contratación de mujeres>/ <+ reforma, – contratación de mujeres>

De este modo se observa que ambas partes recurren a los mismos elementos para sus argumentos, pero les otorgan orientaciones argumentativas opuestas. Por lo que, a pesar de que  Aristóteles ya nos advertía de que: “no se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo la misma forma”, bajo el prisma de la retórica observamos todo lo contrario. No sabemos si esto sólo ocurre en momentos difíciles, pero lo que sí sabemos es que no se trata de ser o no ser; sino de qué forma es la más apropiada en cada contexto para conducir a una conclusión concreta. Debido a ello lo sorprendente del caso es contemplar con qué sutileza se emplean los mecanismos retóricos, en los que tan solo es necesario invertir el contenido de una palabra para significar lo contrario o buscar un elemento más convincente en una situación concreta. Ello nos demuestra que el universo de las palabras no acaba con lo que se ve escrito, sino que subyace una dimensión oculta bajo ellas que es la responsable de la orientación argumentativa que poseen. Esta dimensión se hace patente en tiempos de incertidumbre como el actual. Tal vez la crisis económica nos sirva para tener conciencia de que no lo que resulta más creíble deba ser lo verdadero…

Cristina Aguado Robles

Existe un lenguaje de la crisis, eso es indiscutible. Cuando hablamos de crisis, por supuesto, nos referimos a la crisis económica que nos rodea. Desde que se empezó a hablar de ella el pasado decenio, los diferentes medios de comunicación nos bombardean cada día con una serie de palabras que antes no utilizábamos. Podríamos poner una serie interminable de ejemplos como prima de riesgo, stock opcions, impagos, etc.

Aquí vamos a analizar un término que estos días estamos oyendo constantemente: recorte y su plural recortes. Lo vamos a tratar desde diferentes puntos de vista lingüísticos (especialmente, desde el semántico y desde el sintáctico). Empezaremos centrando nuestra atención en la cuarta acepción en plural de dicha palabra que, en la definición del DRAE, se define como «Porciones excedentes que por medio de un instrumento cortante se separan de cualquier materia trabajada hasta reducirla a la forma que conviene».

No es un término precisamente económico pero, al igual que otros como tijeretazo (ver Tijeretazo: de recorte a ajuste…) se han adaptado para mostrar de manera gráfica el resultado de esas medidas que se están adoptando en estos tiempos de  crisis.

Como hemos comentado, tras el empeoramiento de la situación económica y con las reformas del actual gobierno, su uso ha crecido tanto que es una de las palabras más utilizadas estos días. Para comprobar con más claridad este considerable aumento, examinaremos la siguiente tabla tomando como referencia dos periódicos, uno de tirada nacional,  ABC, y otro regional,  Levante.

ABC Levante
Primeros tres meses de 2011 1044 478
Primeros tres meses de 2012 2571 1754
11 de mayo de 2011 20 17
11 de mayo de 2012 44 45

Tras comparar estos dos periodos de tiempo (trimestre y día) y después de haber analizado los resultados podemos confirmar que el uso del término se ha duplicado en 2012. Debemos señalar que en Levante se hace distinción en el uso de la palabra entre plural y singular.

Este término tiene dos modalidades de uso: en su forma metafórica y en su forma literal. Es evidente que el uso literal se mantiene en el léxico de la moda, como por ejemplo en el blog Prêt à porter (perteneciente a La Gaceta), en donde encontramos una entrada en la que podemos leer: «Shorts: los recortes también llegan a los pantalones.» Así como en el ámbito taurino donde recorte aparece lexicalizado: «únicamente destacó el uso del capote, a la verónica y en un recorte para poner al toro en suerte en el caballo.» (25/04/2003, ABC). También lo podemos ver en el campo de la pintura y de la literatura. En cambio, su uso metafórico en el contexto económico se aprecia en el siguiente ejemplo: «Fabra asume que los recortes del PP provocarán contestación social» (17/11/2011, El País). Igualmente en determinados lemas: «No a los recortes», donde recortes ya alude a una realidad distinta, esto es, al efecto de recortar.

También existen diferencias entre el singular y plural de recorte. En plural tiene un significado más general, es decir, un uso más amplio y una mayor extensión, por eso su uso es mucho más frecuente. En cambio, recorte se aplica de un modo más bien literal y reducido. El valor de plural del primero de estos términos hace que sea menos accesible el referente, puesto que no sabemos a qué tipo de recortes en concreto se refiere, como se demuestra en: «Reprochan a la Junta su petición de recortes para la escuela concertada» (16/04/2012, ABC).

Analizando la posición sintáctica de recortes, se observa que aparece con más frecuencia como complemento directo seguido de las funciones de sujeto y de complemento del nombre. Tenemos un ejemplo de sujeto: «Los recortes del Gobierno dañarán más a los institutos que a los colegios andaluces» (16/04/2012, El País). Cuando es sujeto, el objeto directo suele ser sanidad, educación, déficit, etc. y además aparece mermado con verbos de connotación negativa como dañar, afectar, desbocar, etc. En cambio, cuando recortes es objeto directo aparece dominado por un sujeto con capacidad de acción que normalmente es el Gobierno, la Comisión, la alcaldesa, empresarios, etc. Así, se puede constatar en este titular: «El Congreso aprueba los recortes en Sanidad y Educación con los votos ‘solitarios’ del PP» (17/05/2012, 20minutos)

En definitiva, la palabra recortes hace referencia a una figura que aparece separándose de un fondo, para lo cual hay que cortar la figura. Los recortes son los elementos que sobran. Aplicado esto a recortes en sanidad, por ejemplo, eso quiere decir que lo que se quita es un elemento que no hace falta para la figura. Si eso es así o no, el tiempo lo dirá. De momento, veamos esto como un conjunto de recortes en lo social, aunque el sobrante, traducido lingüísticamente, acaba en los discursos públicos. Pura pragmática.

Paloma Corella Montero

Es incuestionable el hecho de que el ser humano en su concepción del mundo tiende a sobrevalorar aquellos elementos que se encuentran arriba-delante frente los de abajodetrás. En este ámbito, podemos asegurar que ejerce sobre nosotros una fuerza cognitiva mediante la cual juzgamos sucesos experimentales que, asimismo, canalizamos y sistematizamos en el lenguaje a partir del empleo de procesos metafóricos.

Este hecho nos conduce a considerar que el lenguaje usual sufre pequeñas carencias cubiertas por usos metafóricos. Esto es lo que le ha sucedido al término rescate, el cual actualmente, posee una orientación metafórica que actúa paralelamente con su significado literal.

No obstante, no debemos interpretar concepto metafórico como la sustitución de un signo por otro con el propósito de designar una realidad, sino como el trasvase de unas propiedades semánticas afines con un signo, así como unos rasgos dispares entre lo dicho -valor convencional o de vinculación semántica- y lo que realmente comunicamos -valor contextual o correspondiente al campo pragmático-. Así, si rescate se define como Recobrar por precio o por fuerza lo que el enemigo ha cogido, y, por extensión, cualquier cosa que pasó a mano ajena” (DRAE) observamos cómo al ubicarla en expresiones del tipo: Culmina con éxito el rescate de los mineros peruanoso El presidente del Banco Mundial dice que ni España ni Italia necesitarán un rescate (ABC y El País, respectivamente) el término adquiere un carácter distinto al convencional. De este modo, en el primer caso le asignaríamos el significado literal, mientras que en el segundo, constituiría una base experimental -o concepto metafórico- en la que rescate se plantea desde una perspectiva económica, es decir, a partir de nuestra experiencia cognitiva de intervención económica, se puede concebir metafóricamente como una entidad por medio del nombre rescate. Así, el término rescate en situaciones como: El presidente del Banco Mundial dice que ni España ni Italia necesitarán un rescate o “El escepticismo y la batalla política se adueñan de Grecia tras el rescate” (El País) se redefiniría del siguiente modo: proveer las ayudas necesarias para extraer a un país de la situación deficitaria. Por ello, podemos describir rescate del modo que indicamos (Figura 1): un sujeto (A) circunscrito en un marco de peligro -que refleja el punto abajo-debilidad de la escala vertical- y, por tanto, necesita la intervención de un sujeto (B) -que se inserta como el punto arriba-estabilidad de la misma escala-. De este modo, en el caso que planteamos, el rescatado se encuentra en una situación de coyuntura económica, en la que por la acumulación de diversos factores, la economía está orientada hacia su deterioro o estancamiento. Así, la disposición negativa de estos elementos o factores, restringe y condiciona el marco espacial del rescatado y, como consecuencia, pierde la fuerza de autoridad y autodeterminación -en otros términos, el sujeto (A) quedará, como observaremos, subordinado al sujeto (B)-. Por otro lado, el rescatador se caracteriza por disponer tanto de la intención -que en muchas ocasiones se relaciona con el interés de extraer un beneficio-, como de los medios pertinentes para ejecutar el rescate. Asimismo, es conveniente señalar que dicha acción se desarrolla sobre un eje temporal en el que, el sujeto (A) -que parte desde una posición de divergencia respecto al sujeto (B)-, abandona su posición tras la intervención -o acción de rescate– del sujeto (B), desplazándose y ocupando así, un espacio compartido (AB). Véase el desarrollo en el eje temporal representado en la Figura 1:

De este modo, podemos pormenorizar la representación del concepto metafórico del siguiente modo: sujeto (A) corresponde al país u objeto en peligro -por ejemplo, un país europeo del Sur de Europa-, el marco de riesgo es producto de la situación deficitaria económica -por ejemplo, la consecuencia de una burbuja especulativa- y el rescatador quedaría perfilado como la entidad que proporciona y regula los medios óptimos para llevar a cabo la intervención -por ejemplo, el famoso fondo de rescate europeo-. Por último, el eje temporal determina las etapas del rescate y las medidas para alcanzar la recuperación económica -en este caso, pondremos como ejemplo las pautas exigidas a un país, así como las medidas de ajuste o recorte-. Sin embargo, es pertinente destacar que, actualmente, la última etapa representada en nuestra ilustración lingüística de rescate, en la que el sujeto (A) se traslada desde un punto asimétrico hacia uno simétrico -recordemos la divergencia escalar expuesta: arriba-estabilidad frente abajo-debilidad- en el que se desenvuelve una fuerte vinculación entre ambos sujetos (AB) al compartir una situación de no-peligro, simplemente se concibe como una mera utopía que, por diversas razones o factores, difícilmente se podrá llevar a término.

En este ámbito, la vinculación entre el sentido semántico y el pragmático o, con otras palabras, los valores convencionales y los contextuales, quedarían plenamente determinados mediante la integración de la base experimental del concepto metafórico. Según esto, el término rescate engloba unas propiedades intrínsecas que perfilan su sentido. Por tanto, la delineación quedaría establecida a partir de enunciados como: “España, frente al fantasma del rescate” (Las Provincias) –rescate implica peligro-, “El BCE pide rescatar a toda la banca española”(Levante) rescate implica protección al país en situación de riesgo-,“El rescate de España rondaría el medio billón de euros”(Expansión) -rescate implica valoración económica– y ésta, a su vez, denota un efecto negativo sobre el rescatado “«El rescate resta credibilidad» a Rajoy” (lne). Por consiguiente, el hecho de considerar rescate como un concepto metafórico nos permite corporeizar nuestras experiencias, ubicarlas en un contexto, categorizarlas, cuantificarlas, observarlas como una causa-efecto, actuar al respecto y, por ello, comprenderlas. Es evidente que a partir de esta base experimental la mente metaforiza determinados sucesos o acontecimientos abstractos de nuestra vida cotidiana otorgándole un soporte físico, es decir, el ser humano tiende a la asignación de unas propiedades que, como vemos, no son inherentes a su significado literal.

Tras lo delineado, asimismo, debemos reparar en la reciente extensión semántica del término y su fosilización en el lenguaje convencional. De modo que si consultamos el banco de datos del CREA de la Real Academia Española,advertiremos que su aparición aproximada con el sentido perfilado está fechado el 16 de febrero del año 2003 (El País, negocios, prensa).

En síntesis, respecto a nuestro planteamiento de extensión semántica del término rescate hacia un mayor dominio pragmático, podemos sostener que la elección del lenguaje figurado viene motivado por el propósito de transmitir al interlocutor un pensamiento abstracto o complicado de exponer con otros términos; es decir, el hablante emplea el lenguaje figurado en un contexto determinado porque cree que con éste logrará una comunicación eficiente así como el efecto buscado. Por tanto, al emplear el término rescate no debemos desarticular el sentido literal del contextual, sino aunarlo de modo que ambos actúen como un complemento sólido del que se sirve el hablante en su acto comunicativo.

Silvia Company de Castro


Adentrarse en la actualidad y analizar el lenguaje de la crisis supone realizar un estudio del término reforma y sus derivados, tan presentes en los medios de comunicación, tales como reformas, reforma laboral, reforma universitaria, reforma sanitaria, reforma estructural, o estructuras del tipo reforma + CN.

El DRAE define “reforma” como “aquello que se propone, proyecta o ejecuta como innovación o mejora en algo”. Se puede ver cómo el factor de mejora está incluido en la definición. No obstante, las noticias publicadas en varios periódicos durante los últimos tres meses muestran que la fuerte influencia del lenguaje en uso origina la aparición de fuerzas argumentativas y nuevos valores distintos al significado base de las expresiones con “reforma”.

¿Qué proceso ha permitido el desarrollo de esta situación en el marco de la crisis socioeconómica actual?: Metaforización es la respuesta. Este fenómeno facilita la expresión de aquellas ideas excesivamente abstractas que conforman nuestro lenguaje diario. Por tanto, “reforma” surge mediante la adición de la partícula re-(que significa repetición) a un elemento léxico ya existente, “forma” (que significa “configuración externa de algo”).  Se une a la palabra “forma” una estructura abstracta, compuesta por distintos ámbitos: economía, sanidad, educación, leyes penales, administración, etc. Así pues, se trata de establecer de nuevo(re-) la configuración de dicha estructura y, de esta manera, se proyecta una realidad concreta (la forma), sobre una realidad abstracta (la estructura), cuyo punto de unión es “algo” (forma de algo/estructura de algo, del país).

La metáfora propicia el desarrollo de un proceso en tres fases. La primera de ellas presenta la forma previa (en adelante, forma 1), equivalente a la situación en la que se encuentra el país en un momento dado. Una segunda fase muestra el desarrollo y aplicación de las reformas, y por tanto, el cambio de dicha situación previa a una posterior (paso de forma 1 a forma 2). Esta fase coincide con el desarrollo de las valoraciones y las fuerzas argumentativas. La tercera es la que da por terminado el proceso y manifiesta las consecuencias tras la aplicación de las medidas (esto ya será forma 2). Esta forma 2 se corresponde al asentamiento final de nuevos valores estrechamente ligados con la argumentación. Para poder analizar mejor los contextos encontrados, ha sido conveniente unificar los tipos de reforma arriba citados y centrarse en uno solo: “reforma laboral”.

-Primera fase: paro, desempleo, situación previa (forma 1)

La situación previa está en un marco de crisis socioeconómica que abarca distintos países europeos. El empleo, más que crearse, se destruye: La titular de Empleo ha señalado que la reforma laboral servirá «a corto plazo» para que no se siga destruyendo empleo (…)»Es una reforma a la altura de la situación que tenemos», ha añadido. (Expansión). La forma 1 se compone de elementos negativos equivalentes a esta situación previa (durante los meses de diciembre de 2011 y enero del 2012). Al hablar de “reforma laboral” junto a expresiones del tipo “insuficiencia presupuestaria”, “crisis”, “retraso”, “paro” o “destrucción” (con un valor negativo codificado), se transmite una fuerza argumentativa que se crea y crece gradualmente: cuantas más expresiones como estas se unan a “reforma laboral”, más fuerza tendrá: “Trabajo argumenta las bondades de la reforma laboral con una ‘foto’ de la situación actual de España, donde se han destruido la mitad de los empleos de Europa durante la crisis, y con una lista de algunas de las medidas emprendidas para arreglar la situación.”(El Mundo). Por tanto, la primera fase se caracteriza por mostrar una forma 1 con una situación previa, y el desarrollo simultáneo de la adquisición de ciertos valores argumentativos en la expresión. Sigue la línea de la mejora y solución (DRAE), pero no una adquisición de valores orientados a la negatividad, pues no es “reforma laboral” la que se describe con este valor (todavía), sino la situación que propicia su uso.

Segunda fase: aplicación de reformas (forma 1 da paso a forma 2)

Tras esta idea se produce el paso de la forma 1 a la forma 2: este es el momento de aplicación de las reformas, pero también es el punto en el que se desarrollan matices que previamente no estaban en la expresión. El hablante en el discurso se encarga de mostrar la “reforma laboral” como una solución, cosa que hace al receptor concebirla como necesaria. Por tanto, se produce una bifurcación de sentidos a partir de esta necesidad, que funciona como base argumentativa en los discursos (en retórica, el garante). Por un lado, un sentido positivo que surge a partir de la aceptación del garante de necesidad en los argumentos: “Gereñu ha defendido que la reforma laboral es necesaria para poder salir de esta difícil situación (…); y en la misma línea: “El grupo parlamentario popular ha calificado la reforma laboral aprobada la semana pasada por el Gobierno central de justa e imprescindible’»(El Mundo). Por otro lado, el rechazo hacia dicho garante propicia la aparición de valores negativos: “la reforma laboral es «injusta, ineficaz e inútil«(El País). Por tanto, esta segunda fase de aplicación de reformas también puede concebirse, lingüísticamente, como la causa que produce la bifurcación de sentidos en la expresión “reforma laboral”, y esto es así gracias a los procesos de argumentación en los discursos.

Tercera fase: resultados de las reformas (forma 2)

Esta fase muestra las consecuencias, tanto en la aplicación de las reformas en la realidad, como en el plano lingüístico. Por ello, los resultados se expresan mediante la generalización de unas valoraciones positivas: “Más empleo, más derechos para los trabajadores, más conciliación, más estabilidad en el empleo, más flexibilidad interna, más oportunidades…”(El Mundo); o negativas: “Rajoy asume que la legislatura se saldará con la pérdida de otros 400.000 puestos de trabajo pese a la reforma laboral”. (El País). Esta fase equivale al punto más elevado en la adquisición de matices argumentativos y sentidos en reforma laboral (al menos de momento).

Vistos los distintos ejemplos, aquellos que estudiamos el lenguaje desde la pragmática contemplamos un cambio puramente discursivo, basado en el lenguaje en uso. Mediante la creación de una expresión a raíz de una metáfora, se ha podido iniciar la adquisición de unos valores nuevos. Es un proceso ordenado, en el que se siguen unas fases, y que curiosamente se desarrollan en paralelo a la aplicación real de las reformas. Aquellos que lo prefieran, pueden ir más allá del lenguaje y ver cómo este refleja, y en ocasiones anticipa, la propia realidad: “reformar” queda, en el contexto de la crisis, en un estado que, o sigue la línea de “mejora”, como en la definición original, o va hacia un sentido negativo. ¿Se impondrá el primer sentido, o más bien vencerá el segundo? El tiempo nos proporcionará la respuesta. Mientras tanto, será mejor quedarnos con la idea de que las reformas del país también pueden remodelar el lenguaje del día a día.

Shima Salameh Jiménez

En este tercer y último artículo vamos a intentar ofrecer una visión sintética de las distintas caracterizaciones que conforman la representación de los mercados y trataremos de llegar a unas conclusiones razonables. Este ejercicio de reflexión, inevitablemente, debe apoyarse en el contenido de nuestras dos primeras entradas, por lo que invitamos al lector a visitarlas.

Pero antes de formular nuestras conclusiones, quisiéramos proponer una explicación a la coexistencia de dos atribuciones contradictorias que pueden expresarse en la siguiente pregunta:

¿Son los mercados activos o pasivos?

Efectivamente, encontramos una evidente oposición entre las concepciones de los mercados como agente plenamente volitivo que controla sus acciones (ver Los mercados ganan la guerra) y como agente de comportamiento pasivo y reflejo (ver Los mercados también tienen miedo). Estas dos formas de entender el referente nos parecen, en realidad, complementarias, y permiten una representación más o menos accesible de la realidad económica de la crisis y, en concreto, del papel de los mercados en ella.

La primera traslada una imagen connotativa del poder omnímodo de los mercados y, a través de la comparación con la guerra, explica la crisis como una feroz lucha de intereses encontrados. La capacidad de evocación connotativa de esta metáfora es innegable: el campo cognitivo que activa la palabra “guerra” se relaciona con heridos, muerte, destrucción, crueldad o falta de ética. El bando débil del conflicto entiende y asume como irremediables las nefastas consecuencias de una crisis que parece una guerra contra un enemigo invencible.

La segunda concepción, reforzada por la atribución de la facultad de experimentar sensaciones y emociones, proporciona una imagen que creemos se aproxima más a una definición especializada, esto es, los mercados como un conjunto de actividades de compra y venta que funciona según la implacable ley de la oferta y la demanda. Los movimientos en esta, para el profano, inextricable red de intereses económicos son casi siempre reflejos y están condicionados por factores psicológicos que ejercen una influencia crucial, de forma que el optimismo genera actividad de compra y aumento del valor de los bienes adquiridos y el pesimismo lanza a los inversores a una especie de histeria vendedora que devalúa dicho valor. No en vano, se dice con frecuencia que esta es una crisis “de confianza” que tiene lugar en un clima de gran incertidumbre. Los mercados reaccionan unas veces guiados por el análisis racional de la situación y, otras, la mayoría, llevados por intensas emociones que desbordan su capacidad de control. En cualquier caso, con independencia de las motivaciones que dirigen su comportamiento, parece claro que en esta crisis todo depende del arbitrio los mercados.

Conclusiones

Hemos visto en estas tres entradas dedicadas a los mercados cómo estos son descritos, por una parte, como los enemigos de una guerra metafórica y, por otra, como una entidad sufriente, capaz de experimentar emociones. La metáfora bélica traslada la representación de un enemigo de poder ilimitado y, lo que nos parece más interesante, de una pluralidad monolítica tras la que se esconden los integrantes individuales que componen el bando de los mercados. Este enmascaramiento refleja la complejidad de la realidad económica para cuya explicación se tiende a buscar imágenes esquemáticas. La integración de la multiplicidad de agentes económicos implicados en un ente único parece facilitar la comprensión de la crisis, pero, al mismo tiempo, cabría preguntarse hasta qué punto esta simplificación podría operar en el sentido opuesto, oscureciendo la realidad y escondiendo a los verdaderos responsables tras una denominación en la que solo queda la pista de la pluralidad. Podemos identificar un enemigo, un culpable, pero realmente no sabemos quién es. Estamos inmersos en una guerra, pero no sabemos contra quién. El lenguaje expresa esta circunstancia y, a la vez, parece perpetuarla.

Respecto a la inestabilidad emocional del personaje, creemos que entronca con la actual situación de incertidumbre general y traslada una representación bastante fidedigna del funcionamiento del mercado. Sabemos que son muchos y variados los estímulos que pueden despertar sus violentas reacciones, pero todos quedan muy lejos de nuestras posibilidades de actuación. Somos los “convidados de piedra” en esta crisis, las piezas con las que juegan estos modernos dioses griegos que nos aplastan sin compasión. Y lo peor de todo es que no sabemos quiénes son, ni llegamos a entender del todo por qué nos machacan inmisericordemente. Parece claro que para encontrar las respuestas deberemos seguir leyendo.

Ramón García Riera

En esta segunda entrada sobre los mercados vamos a encontrarnos con una caracterización distinta de la que hemos visto anteriormente, aquel ente monolítico y poderoso, enemigo de una guerra metafórica en la que participaba investido de cualidades humanas. No ha dejado de ser poderoso y temible, pero en esta otra representación conceptual aparece como una entidad dubitativa, impresionable y temerosa e, incluso, a veces, algo desquiciada. También debemos hacer constar cierta pérdida del control sobre sus actos, así como una ocasional capacidad de raciocinio que refuerza su carácter humanizado. Vamos a ver, por tanto, una caracterización compleja de los mercados en la que coexisten atribuciones aparentemente contradictorias.

Los mercados son seres emocionales

La personificación de los mercados hace de ellos un sujeto capaz de los procesos mentales de percepción, sensación y cognición. De esta forma, podemos leer que “abrieron optimistas” (elmundo.es), que hay “decisiones que parecen haber llevado tranquilidad y cierta euforia a los mercados” (elmundo.es), pero también que “están nerviosos” (elpais.com), que “el pesimismo se adueñó” de ellos (elmundo.es), o, incluso, que “vivían con pánico” (elmundo.es). En estos ejemplos los mercados se convierten en experimentadores de sensaciones mentales que escapan a su control voluntario. En contraposición a la imagen de un rival de poder casi ilimitado, se configura esta otra representación en la que aparecen como entes sufrientes y privados de su carácter volitivo, pues el que experimenta o percibe no actúa por su propia voluntad ni mantiene el control sobre lo experimentado o lo percibido.

También parecen perder el control sobre algunas de sus acciones cuando leemos que “los mercados bailan al son del precio del crudo” (elpais.com) o que “se mueven a salto de mata de noticias y rumores” (publico.es). Bailar y moverse son verbos que requieren un sujeto agente (algo o alguien hacen algo), pero en estos dos casos el estímulo motivador de las acciones parece estar desprovisto de intencionalidad, pues son otros los que desencadenan los movimientos y el baile de unos mercados que han perdido la capacidad para dirigir su propio comportamiento. Abunda en esta caracterización la frecuente atribución de la cualidad de “irracionalidad”, esto es, la ausencia de la facultad de pensar.

Así pues, esta conceptualización traslada la imagen de unos mercados dotados de una sensibilidad emocional, que les hace oscilar entre estados de ánimo opuestos, y que reaccionan de forma refleja –y, por tanto, inmeditada e irracional– ante los cambiantes estímulos de la realidad económica. Llegados a este punto, debe destacarse su notable inestabilidad anímica, pues las sensaciones experimentadas pasan de un extremo al otro en cuestión de horas y lo que un día es optimismo y buenos resultados, al día siguiente se transforma en súbito pesimismo e, incluso, terror. Esta hipersensibilidad, casi ciclotimia, convierte a los mercados en un ente ciertamente inquietante, pues ¿cabe imaginar enemigo más peligroso que uno que, detentando un inconmensurable poder, lo ejerce al impulso de sus cambiantes emociones? ­

¿A qué o a quién tienen miedo los mercados?

Ante este amenazante panorama no podemos sino preguntarnos qué o quiénes son los que pueden provocar estas oscilaciones anímicas en los mercados y que serán, por tanto, los responsables de algunos de sus furibundos ataques. Pues bien, en muchos casos encontramos oculto el agente causal y las emociones se convierten en sujetos dominadores: “la incertidumbre y el miedo se apoderan de los mercados”, “el pánico se asomó a los mercados”, “el pesimismo impera en los mercados” (elpais.com). En otras ocasiones, las causas de los estados anímicos se explicitan y, así, pueden experimentar “temor a una subida de tipos”, “miedo a una recaída”, o “a un impago” o “un ataque de pánico por la debacle de Irlanda” (elpais.com). También podemos identificar algunos agentes responsables directos de las sensaciones experimentadas: “un consenso que llevará tranquilidad a los mercados”, “la falta de política europea, la irresponsabilidad de sus líderes, la inacción, han sembrado el pánico en los mercados”, “el anuncio del BCE ha disparado el optimismo de los mercados”, “el posible rescate de Grecia insufla optimismo en los mercados”, “la parálisis económica devuelve el pesimismo a los mercados” (elpais.com).

Estos ejemplos ponen de manifiesto la heterogeneidad de estímulos que puede afectarles emocionalmente y que procede, como cabía esperar, de los ámbitos  económico y político: datos económicos concretos, noticias, rumores, anuncios, actitudes y comportamientos de instituciones y políticos, etc. Como puede verse, parece difícil encontrar una respuesta única o concluyente a la pregunta que encabeza este epígrafe, pues estos seres emocionales son realmente hipersensibles y reaccionan ante casi cualquier estímulo, convirtiéndose en un enemigo de “gatillo fácil”.

Los mercados también piensan y, por eso, dudan

Como hemos advertido al comienzo de este análisis, los mercados tienen también capacidad cognitiva, es decir, son capaces de elaborar procesos mentales racionales que les permitan acceder al conocimiento y, así, “estudian muy de cerca” a los países (elpais.com), “evalúan las medidas” (cincodías.com) o “examinan los nuevos recortes del Gobierno” (levante-emv.com). No obstante, la incertidumbre reinante no les es ajena y su acceso a la verdad también se ve dificultado. Por eso, “los mercados creen que un mal dato podría alimentar la especulación” (cincodias.com), “piensan que no va a haber una solución” (elpais.com), “sospechan que el Estado tendrá que acabar poniendo dinero” (levante-emv.com) o “dudan de que el plan de rescate para Grecia sea suficiente” (elpais.com).

En estos ejemplos observamos el bajo grado de certeza con el que los mercados asumen la validez de lo enunciado. Esta modalización les asigna una capacidad propia de seres racionales que pueden reflexionar acerca de su propio conocimiento, cuestionándolo o validándolo. Y, aunque pudiera parecer que esta racionalidad se contradice con la sensibilidad emotiva antes descrita, pensamos que ambas atribuciones contribuyen a crear una imagen muy humanizada de los mercados: como nosotros, reflexionan, evalúan el grado de certeza de aquello que piensan y pueden experimentar intensas emociones que escapan a su control.

Ramón García Riera

Si acudimos a cualquier periódico, observaremos que el tema de la crisis arrastra una serie de nociones, ideas y acciones propias y especiales  de esta mala situación económica. Entre ellas encontraremos  la del tijeretazo, recorte o ajuste que se está aplicando en varios ámbitos: educación, sanidad… Pero, ¿qué se quiere decir realmente cuando hablamos de tijeretazo, recorte o ajuste? ¿Se emplean como sinónimos o su relación va más allá de una relación de sinonimia? Esta pregunta la intentaremos contestar a lo largo de este artículo.

En el DRAE se  define tijeretazo como: Corte hecho de un golpe con las tijeras. No obstante, con la crisis económica de 1984, el término adquirió un nuevo sentido que permite que haga referencia a los recortes presupuestarios: se acudió a una experiencia material conocida para dar nombre a un acontecimiento abstracto; es decir, con este nuevo sentido, tijeretazo pasó, en ese contexto, a ser una metáfora ontológica a la que se ha recurrido cuando ha habido una crisis (Lakoff):

Italia está empezando a subir una dura cuesta de su recuperación económica, pero se trata de una operación que acabará abortando si no se obtiene una estabilidad monetaria  a través de un drástico tijeretazo al gasto público […]” EL PAÍS 02/04/1984.

En este caso, tijeretazo está reforzado por un adjetivo que le otorga  connotaciones más negativas, pues todavía no se encuentran en sus rasgos semánticos, de modo que se hace obligatoria la inclusión del modificador para dotarlo de más fuerza que al otro término que se puede utilizar para hacer la misma referencia, recortes (ver la entrada referente a recortes). En 1995, se utiliza tijeretazo:

[…]Una parte puede salir del pago de los intereses de la deuda y otra del recorte de subvenciones a empresas públicas. Pero el resto, de un ‘tijeretazo’ a las prestaciones sociales.”(El mundo, 15/12/1995)

Sin embargo, todavía no está marcado por una carga tan negativa, pues en esa división en tres secciones que se hace del pago de una deuda, hay una clara equiparación entre la parte que se recogerá gracias a unos “recortes” y la recogida gracias al “‘tijeretazo’”. En la actualidad, un aumento en la frecuencia de su uso, ha creado bajo la palabra tijeretazo el topos gradual (Anscombre y Ducrot) ‘cuanto más crisis, más tijeretazo’: “Tijeretazo en plena crisis” (ABC 5/4/2012); “La consejera afirma que la crisis obliga al ‘tijeretazo’” (El País 15/2/2012). Además,  pasa a estar claramente marcado con un valor negativo superior al que le otorgamos al término recortes; por tanto, ha habido una reducción en su extensión porque se ha añadido un rasgo extra, por lo que no va a poder hacer referencia a todos los recortes, sino a aquellos cuantitativamente más grandes o peor considerados, dejando de esta forma el terreno más acotado:   “Alarte plantea recortar 587 millones sin tijeretazo y sin gravar la gasolina” (El País 20/1/2012) “El Consell contempla más recortes tras el tijeretazo de Año Nuevo” (El País  3/1/2012) “Olano pide ‘prudencia’ para valorar el impacto de los recortes del ‘tijeretazo’” (El Mundo 1/6/2010). Con estos ejemplos podemos observar que el recorte no implica el tijeretazo “[…] recortar […] sin tijeretazo […]” pero tijeretazo sí que implica el recorte, es decir, es un término que arrastra a los que están por debajo en su escala:“[…] recortes tras el tijeretazo […]” o “[…] recortes del tijeretazo”. Incluso podríamos incluir otro elemento: ajustes.

El hecho de haber recurrido a un análisis de los usos en los que aparece este término, para después compararlos con aquellos en los que se utilizan recortes y ajustes, nos permiten concluir que la ordenación escalar actual de los tres términos es la siguiente:

Tijeretazo————————- recorte————————— ajuste

+                                                                                         –

Si establecemos que tijeretazo es más fuerte que recortes, con este ejemplo podremos determinar que ajustes es más débil que recorte: “Cospedal contesta: «No hay recorte, es ajuste para salvar servicios sociales»( El País 1/1/2012), o “La Junta insiste en que no hay recortes, sino ajustes por culpa del Gobierno”( El Mundo 29/9/2011).

Para completar estas ideas, podemos fijarnos en los elementos que introducen estos conceptos y notaremos que las preposiciones y las conjunciones, tanto sin como tras, del o sino tienen gran importancia a la hora de situar a los tres elementos en orden: “Alarte plantea recortar 587 millones sin tijeretazo y sin gravar la gasolina” (El País 20/1/2012), se excluye el tijeretazo pero sí se deja el recorte lo que implica que este es más débil: ‘no hay tijeretazo pero sí recortes’. En “El Consell contempla más recortes tras el tijeretazo de Año Nuevo”(El País 3/1/2012)  se dice que ‘el recorte será más suave después del tijeretazo que se ha aplicado’.  En “Olano pide ‘prudencia’ para valorar el impacto de los recortes del ‘tijeretazo’” se incluye el recorte en el tijeretazo, es decir, ‘que haya habido un tijeretazo implica también que el recorte se ha dado. “La Junta insiste en que no hay recortes, sino ajustes por culpa del Gobierno” en el elemento negativo es el recorte y el positivo el ajuste.

En definitiva, la extensión de significado que ha sufrido el término tijeretazo ha posibilitado que se encuentre en la parte superior de una escala en la que los elementos se organizan según su nivel de negatividad.

Rosa Romero-Nieva Mahiques

Las metáforas constituyen un recurso  fundamental del hablante para presentar en términos más comprensibles conceptos difíciles de procesar y el panorama económico no es una excepción. Una muestra de la productividad que trae consigo el empleo de este recurso  es el considerable incremento de hacer los deberes en las páginas de nuestros periódicos. De este modo, el ámbito escolar presta unos conceptos, que son familiares para el hablante, al mundo económico.

La primera cuestión que debemos plantearnos es el porqué de esa elección frente a la diversidad de espacios que también contribuirían a hacer tangible la crisis económica. Así, por ejemplo, podríamos referirnos al mundo deportivo y tomar prestados vocablos como entrenar o, haciendo homenaje a la sociedad rural, cabría la posibilidad de labrar nuestro porvenir económico. La estructura sintagmática hacer los deberes ofrece una nota adicional que estimula el creciente interés de políticos y medios de comunicación para plantear medidas resolutivas desde este empleo.

El motivo que justifica tal elección es  la existencia de una autoridad -el maestro– que desde su postura jerárquicamente superior posee no solo la posibilidad, sino, más bien, la obligación de marcar al alumnado las pautas que deben cumplir. Llegados a este punto deberíamos abordar un interrogante ineludible en nuestro análisis: ¿Cuál es el objetivo de emplear esta metáfora? Cabe apreciar que no es secundaria esta potestad concebida al maestro, ya que los estudiantes saben que cumplir diariamente con los deberes marcados no solo se presenta como una imposición, sino como una tarea que les reportará beneficios intelectuales. No obstante, al margen de que los resultados sean productivos, el deber no se nos revela como una opción sino como una obligación, una vía ineludible. De esta forma, el hacer los deberes no constituye una alternativa y, por tanto, no depende de la voluntad del alumno seguirla o descartarla.

Simétricamente, y aquí reside el quid de la cuestión, la Comisión Europea y Euroestat -organismos que velan por la política monetaria europea-  sometieron a España en el 2010 a un examen que constaba de 10 preguntas (A3 Noticias: 12/04/2012) Nuestro país, visible personificación del alumno que no logra alcanzar las expectativas marcadas, suspendió seis asignaturas: deuda pública, deuda privada, cuota de exportaciones, inversiones internacionales, balanza por cuenta corriente, tasa de desempleo (peor nota de todas),… Con el ánimo de recuperar las materias pendientes, España,  o, concretamente, los políticos anotan en su agenda la necesidad de emprender reformas en el mercado laboral y el sistema financiero para sentar, así, las bases de una recuperación sostenida del crecimiento económico y del empleo (ABC 03/04/2012). Los políticos vuelven a las aulas en ese afán por reducir el déficit público: organizan reuniones para hacer los deberes (El País 15/04/2012), inciden en la necesidad de marcharse de vacaciones con los deberes hechos (La Gaceta 03/08/2011), debaten acerca de la conveniencia de hacer los deberes en casa, es decir, renunciar a la ayuda de Europa (20 minutos 12/07/2011). Sin embargo, el alumno perseverante muchas veces actúa condicionado por el resto de compañeros y en este caso, España  atribuye su bajo rendimiento (subida de la prima de riesgo) a la “inestabilidad política” de Grecia. Asimismo, el alumno modélico no pospone los deberes hasta el último momento, pues, inexorablemente, la capacidad de actuación no será la idónea (Nuevatribuna 29/02/2012). Los ministros han emprendido recientemente drásticas medidas para lograr el tan deseado aprobado: ajustes presupuestarios, reformas en el mercado del trabajo y el sector financiero,… Frustrados estos intentos, el país recurre a la ayuda del profesor, es decir necesita la cooperación de la zona euro. Tal y como se están desarrollando los acontecimientos, nuevos términos podrían incorporase a este marco escolar, infantilizando, una vez más, la imagen de España. En un futuro los periódicos podrán abrir sus páginas con titulares como “España ha sido castigada– sanción económica- por no obedecer a sus padres”, “España solicita nuevamente la beca (fondo monetario europeo) para salvar el curso” o”La Comisión Europea afirmó que España está cumpliendo con sus deberes y, por eso, no necesita de clases de apoyo (rescate económico) para reforzar las materias pendientes”. Por el momento, las noticias insisten en presentar a ese maestro que demuestra su confianza en el alumno para que persevere en su labor y no claudique en el intento.

Por tanto, debemos leer con detenimiento el lenguaje que escogen medios de comunicación y políticos, pues tratarán de ofrecer la imagen de la crisis que más satisface sus intereses. Así, si las autoridades representan la difícil situación económica como una tarea que requiere ser aprobada, el ciudadano no solo consigue entender una realidad que en términos más específicos no comprendería; sino que, además, se compadecerá de aquel desdichado alumno y tratará de colaborar en la mayor medida a que el país y sus gobernantes logren alcanzar las expectativas marcadas.

La educación despunta como un área productiva desde el punto de vista económico, sus vocablos han emigrado hacia nuevos registros discursivos y, en fin, la crisis se presenta como un arduo examen que debe ser aprobado con sobresaliente. Resulta curioso, o quizá preocupante, que ese mismo interés del que hacen gala diputados, congresistas y demás expertos en la retórica no constituya fundamento suficiente para frenar las recientes propuestas de recorte que tanto daño ocasionarían a la fuente que nutre sus discursos. Huelga precisar que con ello no pretendemos que la jerga estudiantil invada todo el terreno político, es decir, que los políticos se vean abocados a renunciar a coches oficiales y opten por realizar su trayecto hacia el congreso en autobús escolar.  El sistema educativo no constituye un lastre que deba ser paliado por medio de  programas que mengüen las ayudas destinadas hacia esta pieza angular de la sociedad. El hacer los deberes representa un objetivo indispensable tanto desde la perspectiva económica como educativa, pues únicamente, de este modo, España progresará adecuadamente.

Irene Bernabeu García

Hubo un tiempo no muy lejano en el que las grúas se levantaban por encima de los edificios ofreciendo una estampa al visitante casi tan singular como antiestética, un tiempo en el que camiones cargados de material de construcción se paseaban por las carreteras y se negaba constantemente la existencia de una burbuja inmobiliaria muy peligrosa que suponía más de un 20% de la economía del Estado. En definitiva, hubo un tiempo en el que se hinchó en exceso la burbuja creando el caldo de cultivo idóneo para la gestación de una crisis económica que inevitablemente se presentó ante la sociedad allá por el 2008 como una de las mayores recesiones económicas que se recuerdan desde el final de la Segunda Guerra Mundial, recibiendo en España el nombre de “crisis del ladrillo”.

¿Cómo que la crisis del ladrillo? ¿Qué pasa con los ladrillos? ¿Acaso tienen algún problema esas “Masas de barro, en forma de paralelepípedo rectangular, que, después de cocidas, sirven para construir muros, solar habitaciones, etc.” (DRAE)? No, dudo bastante que los ladrillos hayan caído en cualquier tipo de crisis moral, religiosa, de valores… Entonces, ¿qué es la “crisis del ladrillo”? o, mejor dicho, ¿qué sentido le hemos dado al término ladrillo? La respuesta es sencilla para el hablante, que rápidamente adivina que es una metonimia que hace referencia a las mismas realidades que sector inmobiliario y sector de la construcción y que por asimilación a estos sintagmas ha posibilitado la creación del mismo sentido en la forma sector del ladrillo. Ahora tratemos de explicarlo:

En primer lugar nos acercamos al CREA y realizamos una búsqueda filtrada, centrada en España, en Prensa y en la categoría Política, economía, comercio y finanzas. Entonces comprobamos que los términos sector de la construcción y sector inmobiliario se utilizan desde los años 70 con el mismo sentido que el que le damos actualmente, apareciendo en 81 y 39 casos respectivamente. Sin embargo, no nos encontramos ante ninguna coincidencia si buscamos sector del ladrillo, por lo que en debemos suponer que su uso es más actual, pero para cerciorarnos debemos recurrir a otras fuentes: en el diario El País (24/7/1999) aparece publicado un artículo en el que se dice que “El Gobierno de la Comunidad de Madrid ha abierto una investigación para determinar la posible existencia de un oligopolio fáctico […], que podría ser el causante del aumento del 100% en el precio de este material”. En este caso no se está haciendo referencia al total del sector de la construcción, sino exclusivamente a aquellas industrias de la  producción de ladrillos, de “Masas de barro…” (DRAE). Si continuamos por esta línea, en El Mundo (31/5/2005) aparece el primer caso que hemos podido registrar de un uso diferente: “Dentro del sector del ladrillo, objeto de persistentes compras en las últimas jornadas, las mayores ganancias del Ibex-35 se las anotaron los títulos de Metrovacesa”. Si se tiene en cuenta que Metrovacesa es una constructora, se puede afirmar que en este caso se está haciendo referencia al sector de la construcción en general. Pero, ¿qué ha pasado durante esos 6 años para que se haya añadido un nuevo sentido? La respuesta nos la da la búsqueda de ladrillo en el CREA. De nuevo filtramos la búsqueda y nos aparecen 23 casos que revisamos uno por uno para poder afirmar que 3 de ellos, de los años 2003 y 2004, tienen el mismo significado que sector inmobiliario: “La otra cara de la moneda de esta intensa actividad del ‘ladrillo’ es que prosigue la subida de los precios del suelo: ‘Los precios de la vivienda continúan aumentando muy rápidamente’” (La Razón 1/12/2004). Además, este caso es especialmente revelador, pues al aparecer entrecomillado nos hace suponer que nos encontramos ante una palabra utilizada con un nuevo sentido. Por lo tanto, las fechas demuestran claramente que ladrillo adquiere un nuevo significado que posibilita que pueda referirse a las mismas realidades que los términos sector de la construcción y sector inmobiliario; a raíz de ello, se crea el sintagma sector del ladrillo, de idénticas características.

Sin embargo, pese a tener los mismos referentes se aprecian algunos matices que diferencian los pares ladrillo-sector del ladrillo y sector de la construcción-sector inmobiliario. Para encontrarlos debemos ver en qué contextos se utiliza cada uno de ellos: ladrillo y sector del ladrillo se utilizan en entornos negativos: en el artículo del ABC (20/3/2012) “El sector del ladrillo, moroso número uno” podemos leer que “Los banqueros del país reconocen que el lastre del ladrillo explica en gran parte el elevado ratio de morosidad”. Sin embargo, en los casos de sector de la construcción y sector inmobiliario vemos que existen tanto usos en contextos positivos (“El indicador de confianza en el sector de la construcción fue el único que resistió la tendencia general a la baja y se mantuvo estable tanto en la eurozona como en la UE” La Razón 1/04/2003) como negativos (“Cuentan los analistas del BBVA lo que ya narró el Banco de España: el sector de la construcción se desacelerará en 2003” El Mundo 17/01/2003). Por consiguiente, los términos sector de la construcción y sector inmobiliario tienen unos mayores ámbitos de uso debido a que pueden utilizarse tanto en entornos lingüísticos positivos como negativos,  mientras que ladrillo o sector del ladrillo aparecen mayoritariamente en los negativos. La proliferación del uso en estos contextos ha provocado que se haya cargado de evocaciones negativas asociadas a la especulación inmobiliaria y edificación excesiva.

En definitiva, para hacer referencia al sector de la construcción y sector inmobiliario se ha añadido al término ladrillo un nuevo sentido cargado de matices negativos, que  ha entrado a formar parte del sintagma SECTOR+CN por similitud con  sector de la construcción y sector inmobiliario, lo que ha provocado que sector del ladrillo adquiera también esas connotaciones.

Contextos positivos Contextos negativos
Antes de    2003 1)Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

1) Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

2003 / 2004 1) Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

1) Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

3) Ladrillo

2005 en adelante 1) Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

1) Sector de la construcción

2) Sector inmobiliario

3) Ladrillo

4) Sector del ladrillo

Fig. 1 Inserción de ladrillo y sector del ladrillo en el conjunto de formas de hacer referencia al sector inmobiliario

Durante los periodos de prosperidad económica que preceden a las grandes depresiones –parece cierto que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra–, las tasas de población ocupada ascienden al mismo ritmo que los edificios; sin embargo, en las posteriores crisis se lanzan al vacío desde las azoteas. Eso sí, hay algunos trabajos que resisten los fuertes golpes que sacuden los cimientos, y no estoy hablando de del cobrador del frac, sino de de los lexicógrafos: durante los períodos de crisis se crean muchos términos o sentidos nuevos relacionados con la economía –la sabiduría popular diría que la necesidad agudiza el ingenio- que ellos deben rastrear y registrar para que posteriormente pasen a formar parte del corpus léxico. Pero no nos dejemos engañar por las apariencias: no es una buena noticia esta carga extra de faena y tampoco lo es esa explosión imaginativa de los hablantes que los lleva a crear metonimias, metáforas… Nos gusta estudiar la lengua, pero no queremos que las circunstancias socio-económicas nos obliguen a hacer lingüística de las malas noticias, aunque nos resignamos, qué remedio. Eso sí, con cautela; no vayamos a caer en el viejo refrán: mal de muchos, consuelo de tontos.

Raúl Molina Gil

Mileurista. Hace unos años, era realmente un signo de ferviente valentía atreverse a verbalizar una palabra que parecía deteriorar la imagen social  de su emisor. Todo aquel que emprendía (y digo emprendía) la arriesgada labor de transformar una oración abstracta y ajena, tal como soy mileurista, en un enunciado palpable y real, podía llegar a convertirse en un asesino de su imagen, pues ser mileurista era sinónimo de precariedad, de haber tocado fondo. Pero el mileurista aspiraba a mejorar su situación laboral y protestaba con  un único objetivo: cambiar su futuro y mejorar su situación económica y social. Con el tiempo, la esperanza se va perdiendo y nos topamos cara a cara con la cruda realidad.

El término mileurista surge hace seis años en El País. Una joven envía una carta al periódico para quejarse de la precariedad laboral de su generación: el mileurista es aquel joven, de 25 a 34 años, licenciado, bien preparado, que habla idiomas, tiene posgrados, másteres y cursillos. Normalmente iniciado en la hostelería, ha pasado grandes temporadas en trabajos no remunerados, llamados eufemísticamente becarios, prácticos (claro), trainings, etcétera.

Todo parecía apuntar en aquel entonces que ser mileurista era sinónimo de fracaso, de haber alcanzado el nivel más bajo en la escala social. Sin embargo, aquello que un día fue signo de mediocridad, pronto empezó a constituirse como una nueva clase, que, con el tiempo, pasaría a ser la  más extendida: Seguro que usted tiene un mileurista a mano: su hijo, su hermano, su cuñada, su vecino… (El País). Se consolidaba así, una nueva generación: es la generación mileurista, la que se ha acostumbrado a tener que vivir con 1.000 euros al mes y, en el mejor de los casos, con un trabajo precario (El País).

El término mileurista se convirtió en una de las palabras más usadas en la prensa española. Nos topamos pues, con afirmaciones que nos muestran el significado peyorativo que tomó el término en cuestión: El «mileurista» se ve a sí mismo como el paradigma del fracaso de este modelo económico (ABC); Y de esta manera ese tercio de la población que se debate entre el paro y el mileurismo, la «generación precaria», formado en buena medida por jóvenes con una preparación que, en teoría, es la mejor que ha tenido nunca nuestra sociedad, ve pasar los años sin que puedan crear un horizonte personal razonablemente sólido y próspero (El País).

Como vemos, en un primer momento la definición de mileurista englobaba únicamente a todos aquellos universitarios que, pese a su condición de “pluritítulos”, se veían obligados a aceptar trabajos poco remunerados. Con el paso de los años, la palabra mileurista se fue generalizando y empezó a constituir no solo la clase más baja de la escala social, sino también la más extendida: El mileurista ha dejado de tener edad. Gana mil euros, no ahorra, vive al día de trabajos esporádicos o de subsidios y, pese a todo, no se rebela. Encontramos, pues, diferentes ejemplos en los que el término mileurista ha dejado de ser utilizado exclusivamente para referirse al sector universitario y empieza a abarcar otro tipo de sectores sociales, entre ellos, los parados y jubilados: Un mercado low cost más adecuado a las nuevas economías de mileuristas, parados o jubilados con escaso poder adquisitivo y pocas esperanzas de mejorarlo a medio plazo (El Pais). Observamos además titulares tan sorprendentes como: El 63 % de los trabajadores españoles son mileuristas (Expansión). Y es que el mileurismo ha llegado a ser tan común en nuestra sociedad, que los más envidiosos quieren poder ostentar el término en cuestión, aún sin tener capacidad para ello. Hablamos de los coches mileuristas: […] se ha consolidado el vehículo mileurista -más de diez años o 100.000 kilómetros- como principal protagonista del mercado ante la mala situación económica y la falta de liquidez. (Expansión).

Casi sin darnos cuenta, el término  mileurista ha logrado superar nuestras expectativas y ha subido un puesto en el ranking. La aparición de un nuevo término, el nimileurismo, ha hecho que ser mileurista sea, más que una condena, todo un privilegio: La crisis convierte así poco menos que en unos privilegiados a quienes eran tenidos (y se tenían) por casi marginados: al menos poseen un trabajo, aunque sea malo, y al menos disponen de un sueldo, aunque apenas sea realmente digno de ese nombre (El País).

El término nimileurismo surge en el periódico El País y lo encontramos registrado por primera vez en un reportaje publicado el 9 de marzo del 2012. En él, se nos habla de una generación que ha logrado sustituir a la que hasta entonces había sido la última tendencia social. Así pues, la generación mileurista da paso a la  Generación nimileurista (El País).

El nimileurismo se ha convertido en fiel seguidor del mileurismo y, no contento con ello, ha conseguido precederle y arrebatarle el último puesto. Ser mileurista ya no es lo que era. Ahora, el mileurista es todo un emprendedor, pues aspira a subir ese peldaño, mientras el nimileurista ha perdido ya toda esperanza: “Antes éramos mileuristas y aspirábamos a más. Ahora la aspiración es ganar mil euros” (El País). El nimileurista, aquel que no llega “ni siquiera” a los mil euros mensuales, ha hecho que empecemos a ver al mileurista como todo un privilegiado y encontramos diferentes afirmaciones que nos muestran un cambio de significado en la palabra mileurista, que empieza a tener connotaciones positivas,  adquiere estatus y deja de ser el último de la fila: Hace seis años el mileurismo nació como un símbolo de la precariedad. Ahora es una aspiración. (El País). Podemos decir, pues, que el término mileurista se ha embellecido con la aparición del nimileurista: El mileurismo ha dado paso a una versión más precaria de sí mismo, el nimileurismo (El País). El nimileurista constituye una nueva categoría social y desplaza al mileurista de su posición, creando una escala como la siguiente:

+ Mileurista

–  Nimileurista


Así las cosas, solo podemos esperar que el nimileurista consiga mantener su posición y no se vea forzado a cederle el puesto a un  nuevo ganador. Quedarse en la calle nunca fue una aspiración. Esperemos que no sea necesario salir a la calle para evitarlo.

Lidia Villalba Caballero

En la crisis en la que nos encontramos, los políticos han visto necesario realizar una serie de recortes en ciertos ámbitos sociales, como la educación o la sanidad. Estos recortes han creado un descontento por parte del pueblo que se ha manifestado en diversas ocasiones, lo que ha generado conflictos entre los ciudadanos y el gobierno. El pasado día 20 de febrero, tras tres días de enfrentamientos entre estudiantes que protestaban por la reducción de presupuesto en la educación pública en Valencia, y los antidisturbios, el jefe de policía, Antonio Moreno, se refirió a estos alumnos como “el enemigo”, palabras que han hecho eco en la conocida como primavera valenciana, nombre que habían recibido estas protestas con sus respectivas opresiones. Las palabras exactas fueron las siguientes:

Comprenderá que no le voy a decir, no es prudente, desde el punto de vista de la táctica o técnica policial, que yo le diga al enemigo cuáles son mis fuerzas o mis debilidades”.

(http://www.youtube.com/watch?v=uctPToj2LNc)

Hasta la fecha se entiende por enemigo, como bien define la RAE: “Dicho de una persona o de un país: Contrarios en una guerra”. En la propia definición se utiliza la palabra guerra, que evoca directamente una lucha entre dos bandos. En este caso, Antonio Moreno esta declarando oficial una guerra en la que los estudiantes son los enemigos de la policía. Se debe tener en cuenta que que en esta declaración se han separado Gobierno y parte de los ciudadanos en dos bandos distintos.

Tras esta declaración, veremos dos tipos de reacciones: por un lado, la corrección del uso de esta palabra para designar a los alumnos y, por otro, la aceptación del término. En la primera de ellas, el termino enemigo mantendrá su significado habitual: enemigo ha mantenido su significado habitual, en el que se refiere a rival o contrario en una lucha.

El día 21 de febrero, tras haber visto la polémica que había causado el comunicado de Antonio Moreno, Jorge Fernández Díaz, Ministro del Interior, expresó su opinión acerca de los hechos con las siguientes palabras:

«Entiendo lo que quería decir pero no ha estado afortunado a la hora de expresarse. Entiendo que es un “lapsus linguae» y que «errare humanum est«.

(http://www.lavanguardia.com/politica/20120221/54256725373/jorge-fernandez-diaz-desafortunadas-declaraciones-jefe-de-la-policia-valencia.html)

Dos días después, el director general de la policía, Ignacio Cosidó, reformuló la postura de la Policía, sí bien no aludió directamente al discurso de Antonio Moreno.

La Policía Nacional no tiene enemigos, tiene la importante misión de garantizar los derechos de quienes se manifiestan legalmente y proteger los de quienes no se manifiestan y pueden ser víctimas de la violencia”

(http://www.cope.es/espana/23-02-12–cosido-en-cope—cuando-esta-en-peligro-la-seguridad-publica-la-policia-debe-intervenir-278613-1#anc_audios)

Además de declarar que la policía no tiene enemigos, utiliza otra serie de términos para expresar la situación, distingue entre los manifestantes legales y garantiza su derecho de manifestación y, por exclusión, distingue también los manifestantes ilegales, grupo al cual pertenecerían los estudiantes, contra los que se sitúa. Igualmente destaca una nueva función, la de proteger a los no manifestantes y marca la posibilidad de que estos puedan ser víctimas de las acciones de los protestantes.

Finalmente, los propios manifestantes salieron de nuevo a las calles el día 22 de febrero bajo el lema “Somos el pueblo, no el enemigo”. Vemos que aquí se equiparan dos términos,  pueblo y enemigo, los cuales no eran similares en ninguno de sus significados antes del discurso de Antonio Moreno.

Pero hablábamos antes de una segunda vertiente, en la cual se ha producido una aceptación del término enemigo. En la mayor parte de estos casos se ha producido una retorsión retórica, es decir, el público ha tomado las palabras que utilizó el jefe de policía con la finalidad de rebatir su argumentación y así utilizarlo en su defensa. Puede  considerarse un contraataque a modo culto, demostrando así que los afectados eran en gran parte estudiantes. Se observa cómo, tras el comunicado de Antonio Moreno, está retorsión retórica ha originado una redefinición en la que dicha expresión ha tomado muchos casos una valoración positiva en contraste con el aspecto negativo que evocaba anteriormente.

Gran parte de los que se identificaban con el nuevo concepto de enemigo hicieron sonar su voz en la red social Twitter bajo el hastag #Yotambiénsoyelenemigo, donde los estudiantes iban marcando los rasgos de esta nueva acepción:

Ramón Martín ‏ @ramonmartinT: “Pienso, luego #Yotambiensoyelenemigo”

En este tweet encontramos una modificación de la frase del filósofo Descartes “Pienso, luego existo” donde no solo se ha sustituido el verbo existir por “ser el enemigo” sino que se relaciona con el “pensar” y la cultura que esto conlleva, ya que la protesta era estudiantil. Además de esto, como ya hemos dicho, se trata de una cita filosófica, lo que evoca cierto nivel de erudición.

Smanix de Mauron‏ @SmanixMauron: “#YoTambienSoyElEnemigo porque tengo cerebro para pensar y boca para hablar. Y eso me hace peligroso.”

Aquí ya no solo se relaciona con el saber y la acción de pensar, sino que es enemigo todo aquel que exprese lo que al Gobierno no le conviene que se diga sobre él, destacando que el peligro está en la voz del pueblo.

Tras haber seleccionado la palabra enemigo, a pesar de que no se tratara de un contexto guerrero, se abre un campo cognitivo bélico donde el material escolar será tratado como si fuera material de guerra.

Vanocra‏ @Vanocra: “#yotambiensoyelenemigo ¡Alto! ¡Tengo una Enciclopedia Larousse y no dudaré en utilizarla!”.

Esto no solo se verá en Twitter, sino que el periódico El País denominará los materiales escolares como “armas”, tanto en el título del artículo El arma del “enemigo” es un libro como en su interior:

“Eso era todo: un libro, un folio, unos apuntes. Esas y sus manos abiertas y alzadas son el arsenal de “armas” que este martes exhibieron los miles de ciudadanos”

(http://politica.elpais.com/politica/2012/02/21/actualidad/1329854243_525158.html)

También están aquellos que reformulan frases que varían de significado según el sentido en el que se aplique la palabra. La más famosa de ellas será la escena cómica de Miguel Gila en la que preguntaba “¿Es usted el enemigo?”, a la que se ha añadido una serie de  respuestas como las que podemos ver a continuación:

Sandra Radke ‏ @br0k3nm1nd: “- ¿Oiga? ¿Es el enemigo? – Sí.
– ¡Pues póngase a estudiar, que tiene exámenes!”

Joshua Miravalles ‏ @joshmigo: “¡Oiga! ¿Es el enemigo? ¿Pueden parar la guerra un momento? es que mis soldados están en el recreo (…)”

Xavier Cugat ‏ @cugatx: “- Oiga, ¿es el enemigo? – Un momento, que están en clase de matemáticas #yotambiénsoyelenemigo”

(La ortografía ha sido normalizada)

Con esta modificación del monólogo de Gila se trata de dar un toque cómico a  los sucesos.

Como vemos, el uso de la palabra enemigo en el comunicado  de Antonio Moreno produjo una rápida respuesta por parte de la sociedad en cuestión de horas mientras que los cambios semánticos suelen ser un proceso lento y riguroso. Cuestión de tiempo también será el observar si este cambio semántico se mantendrá o simplemente desaparecerá tan rápido como fue expandido quedando en las memorias como un símbolo de lo que un día fue la primavera valenciana.

Patricia García Olmeda


Desde no hace mucho tiempo, asistimos, en la prensa nacional, a la consolidación de un fenómeno lingüístico: las siglas ERE se están convirtiendo en el eufemismo de una palabra tan cotidiana como es despido.

El indicador principal de que esto está ocurriendo lo hemos encontrado en la frecuencia de aparición de ambos términos en prensa antes y durante este periodo de crisis económica. De las búsquedas recuperadas en Expansión.es hemos obtenido los siguientes resultados:

Del gráfico anterior se desprende el aumento progresivo del uso de ERE mientras que, el de despido, tras un aumento considerable, a partir de 2010 empieza a descender de forma brusca. Es justo el año 2010 el que consideraríamos como punto de partida para el análisis de este fenómeno, cuya consolidación se habría producido a lo largo de 2011, lo que indica que se trata de un proceso muy reciente.

Este proceso de conversión podemos observarlo desde tres puntos de vista: por una lado, el significado de ambos conceptos y su codificación; por otro, la percepción que tanto hablante como oyente tienen del proceso y, finalmente, los ámbitos en los que se está produciendo, ya que no tendrá la misma repercusión si ocurre solo en la prensa general que si, además, se extiende a la prensa económica especializada. Es por ello que hemos utilizado como fuente análisis y de ejemplos dos periódicos generalistas de tirada nacional como son ABC y El País y otros dos de carácter especializado: Expansión y CincoDías, todos ellos en su versión digital.

ERE son las siglas de “expediente de regulación de empleo”, que el DRAE define como “procedimiento en virtud del cual la Administración autoriza o deniega a un empresario el despido de un cierto número de trabajadores por causas establecidas en la ley”, definición en la que se incluye claramente la noción de “despido”, que queda definido, en su segunda acepción, como “decisión del empresario por la que pone término a la relación laboral que le unía a un empleado”. ¿Por qué si, en el fondo, designan dos realidades prácticamente idénticas, el hablante prefiere ERE a despido? Tal vez la respuesta se encuentre en la forma y no en el significado. Veamos los siguientes ejemplos:

“El Diálogo Social crea ayudas a empresas en crisis para evitar despidos colectivos” (ABC)

“La reforma empieza a aplicarse con rebajas de sueldos, ERE y traslados” (El País)

En estos titulares vemos el proceso de conversión de despido como palabra tabú y de ERE en su eufemismo. Despido codifica algo negativo, la rescisión de un contrato que, como vemos en el primer titular, hay que evitar, mientras que con el empleo de ERE, aunque en el fin último de este se encuentre también el despido, para el hablante se hace más accesible el concepto de “regulación”, teniendo en cuenta que la “regulación” tenderá hacia algo positivo puesto que se toma en el sentido metafórico de “ordenación”, solo que en este caso se trata de ordenar algo abstracto como es el trabajo y  lo que parece ser que transmite es que con el ERE el despido es ordenado, sigue unas normas, frente al uso de despido que será, siguiendo esta metáfora, el caos. A todo esto cabe añadir que en las noticias del 2011 resulta difícil encontrar una cuyo titular utilice el término tabú (despido) frente a su eufemismo (ERE), aunque hemos podido comprobar que esto es mucho más frecuente en los titulares que en el cuerpo de la noticia, posiblemente porque, una vez nombrada la realidad del ERE, la significación “despido” queda atenuada. Este sería, por tanto, uno de los indicadores de que el proceso tabú-eufemismo se ha producido

Un segundo indicador de que ERE se utiliza como eufemismo de despido y de que ambas realidades se perciben como sinónimas –o casi– será el hecho que las siglas adopten los adjetivos que antes regía el sustantivo despido, tal y como ocurre en las siguiente noticias:

Despido colectivo: La Junta destinará 7 millones al año a empresas que eviten un ERE colectivo (ABC 6/03/2012)

Despido express: La reforma laboral da luz verde al ERE exprés. (El País 12/02/2012)

Despido temporal:  General Motors plantea un ERE temporal en Figueruelas que afecta a 316 empleados. (ABC 23/03/2012)

GM presenta un ERE temporal para 316 trabajadores de la planta de Figueruelas. (Expansión 23/03/2012)

La dirección de la planta de General Motors en Figueruelas (Zaragoza) ha planteado un expediente de regulación de empleo temporal (ERE) que afectará a 316 empleados. (El País 23/03/2012)

Ante estos ejemplos no podemos negar la evidencia de que ambas realidades se tratan de un mismo modo. Cabría matizar que esto se produce recientemente, ya que en noticias de años anteriores es muy poco frecuente el uso de estas construcciones y las más habituales son las de “despido + adjetivo”, datos numéricos que ya hemos indicado anteriormente y que nos sirven para demostrar que no solo aumenta la frecuencia de uso de ERE, sino que este adquirirá las combinaciones que anteriormente pertenecían a despido. Se trata de un punto muy llamativo puesto que, otro signo inequívoco de que ERE se convierte en eufemismo de despido, será que sea válida su utilización en todos los contextos donde antes aparecía la palabra ahora tabú.

Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, podemos afirmar que, aunque esté usando un eufemismo, el hablante es en cierta medida consciente de que existe una diferencia entre ambos términos, tanto es así que podemos observarlo claramente en el siguiente extracto de una noticia en prensa general:

La diputación despide a 42 forestales con un ERE.

( …) Valcárcel dijo sentirse <<tremendamente engañado>> por Berruga y señaló que en la misma reunión el diputado reconoció <<que no hay razones económicas ni organizativas para presentar el ERE>>  porque en verdad se ha hecho un despido colectivo.” (ABC edición digital 14/03/2012)

Pero este proceso de conversión de despido en tabú, y de ERE en su eufemismo, no está presente únicamente en la prensa general, sino también en la especializada, lo cual es un claro indicador del grado en que esta equivalencia está consumada y de cómo ERE se erige como eufemismo de despido (colectivo). Por tanto, si el proceso se está produciendo en la prensa especializada, como ya hemos visto en algunos de los ejemplos, donde estas siglas no son opacas, tanto más se reflejará en la prensa generalista, en la cual el hablante busca clarificar unas realidades para él confusas, en un proceso con el que tratará de encontrar la que mejor se adapte a la nueva situación del lenguaje, en este caso unas siglas “novedosas” que crean confusión –y furor– pero que, equiparadas a una especie de despido con ventajas, de repente, se clarifican de tal modo (tomando un valor positivo) que sustituirán rápidamente a la que fuera entonces la palabra más clara, cómoda y eficaz: el despido, ahora tabú, aunque, en nuestra opinión, es posible que una vez cambie la situación económica se vuelva a la situación original.

Gemma Burgos Segarra

En la prensa actual es muy frecuente encontrar afirmaciones como esta: El Tesoro Público es el mayor emisor español y en 2012 se enfrenta al reto de refinanciar alrededor de 130.000 millones de euros (Expansión). También leemos que (…) el principal reto, sobre el que los mercados financieros están sumamente expectantes y vigilantes, es el cumplimiento del déficit público compro metido ante Bruselas del 5,3% del PIB (Expansión). Muchas veces los periodistas  consideran que (…)el mayor reto son los cinco millones de parados, recuperar el empleo y que la confianza en España vuelva a los mercados (Expansión). Además se habla de los grandes retos presupuestarios y los retos fiscales. En el contexto de la crisis a nosotros, los ciudadanos, todas estas cuestiones pueden parecernos más problemas que retos. No obstante, los periódicos claramente optan por el segundo término.

Entonces, ¿son reto y problema sinónimos?, ¿podemos utilizarlos indistintamente? Como ayuda nos puede servir la definición del DRAE, según la cual problema es proposición o dificultad de solución dudosa, mientras que por reto se entiende objetivo o empeño difícil de llevar a cabo, y que constituye por ello un estímulo y un desafío para quien lo afronta. Vemos que no se trata de conceptos equivalentes. Si estudiamos las posibilidades combinatorias de ambos términos y las connotaciones que conllevan, nos damos cuenta de que son distintas.

Con muchísima frecuencia los medios de comunicación hacen hincapié en la necesidad de solucionar/resolver los problemas. No obstante, resulta imposible  hacer lo mismo con los retos. Podemos leer que Las medidas adoptadas por el Gobierno en el Consejo de Ministros de ayer anuncian una importante reforma integral del sistema eléctrico español, cuyo principal objetivo es solucionar el problema del déficit de tarifa (Expansión). También se nos informa de que Pocas veces el presupuesto español ha suscitado tanta expectativa como en el actual ejercicio, condicionado (…) por el planteamiento hecho desde las instituciones europeas para resolver dicho problema (CincoDías). En estos casos la sustitución de problema por reto no es factible, porque esté termino no se combina con los verbos solucionar ni resolver. En el siguiente ejemplo: El Congreso ha convalidado el decreto ley que trata de atenuar los problemas de desahucios e impagos hipotecarios (CincoDías), vemos que se puede atenuar problemas, pero no retos y que además no es normal hablar de los retos de desahucio. De la misma forma existen problemas estructurales, de liquidez y de deuda soberana, mientras que se considera imposible aplicar estas expresiones a retos. Una vez analizados los ejemplos, resulta que las posibilidades combinatorias de reto son más restringidas que las de problema por lo cual, en muchos contextos, dichos términos no pueden alternarse.

Junto a esta diferencia podemos observar otra, relacionada con las connotaciones que evoca cada uno de estos conceptos. Según la teoría de la argumentación de Ansombre y Ducrot, la significación de una palabra es un haz de topoi, es decir, un haz de principios generales compartidos por una colectividad que permiten realizar las inferencias pertinentes para pasar de un enunciado a otro. Para entender el significado de un término es preciso examinar los topoi que tiene. Nuestra intuición lingüística nos indica que existen topoi que podemos relacionar con la palabra problema, pero no con la palabra reto y al revés. ¿Es cierto? Observemos algunos ejemplos.

En el caso de la frase Es normal con la de problemas que hay, y si no que se lo digan a nuestro país que está viviendo un calvario, pero no menospreciemos nunca el tremendo poder de la liquidez inyectada por los bancos centrales (CincoDías), vemos que los topoi que incluye problema pueden ser preocupación, disgusto, aflicción, etc. En este contexto la utilización de reto es imposible, lo que nos hace ver que dentro del haz de topoi de reto no aparecerán los conceptos propios de problema. De la misma forma, refiriéndonos a los problemas de los manifestantes con la policía hablamos de los  conflictos entre ambos y los posibles casos de violencia. Igualmente, hablando de niños con problemas pensamos en el grupo concreto de niños enfermos o con alguna discapacidad. La utilización de reto en los dos casos no sería adecuada. Así, se puede decir que problema está orientado hacia la dificultad, implica preocupaciones y disgustos.

Como nos han mostrado los ejemplos anteriores, la orientación de reto no puede ser la misma. En la afirmación Ana Clara Belío, especialista en Derecho de familia y laboral, asumió el reto de ser una de las pocas socias directoras que existen en el sector de la abogacía (CincoDías), nuestra intuición lingüística no indica que en este caso no podemos hablar de problema. Se cree que ocupar un puesto importante puede ser difícil, pero a la vez motiva a desarrollarse, contribuye al enriquecimiento personal  y se relaciona con una gran satisfacción; justamente estos son los topoi asociados a reto. De esta manera, se puede considerar que mientras que problema está orientado hacia dificultad, la orientación de reto va encaminada hacia estímulo. Se trata por lo tanto de una diferencia retórica de orientación.

Una vez encontrada la diferencia fundamental entre ambos términos, podemos volver a los primeros ejemplos presentados. Resulta que la aparición de reto, allí donde según nosotros podría hablarse de problema, es una elección retórica del periodista. Se podría considerar que con el cambio de término cambia la forma de ver el asunto. Hablando del reto del cumplimiento del déficit público, de los cinco millones de parados, de la necesidad de recuperar el empleo etc. se orienta la cuestión hacia el estímulo, se ve como una posibilidad de desarrollo y de conseguir objetivos nuevos. Si en vez de la palabra reto hubiera aparecido la palabra problema, lo que llamaría la atención sería la gran dificultad del asunto.

Siguiendo esta idea, parece que todos a los que se les ha reducido el sueldo deberían dejar de verlo como un problema y orientar esta experiencia hacia el estímulo, considerándola simplemente un reto. No obstante, ¿no sería mejor ser conscientes del poder de la retórica y a la vez, ante los múltiples problemas que nos vienen de fuera, intentar buscar los verdaderos retos en nuestra vida?

Karolina  Zygmunt

El DRAE concibe “indignar” como “Irritar, enfadar vehementemente a alguien”. Sin embargo, cuando un hablante inserta en su acto comunicativo el término indignado, se produce un efecto de translación que parece impulsarnos fuertemente hacia el movimiento indignado que se podría definir como “un grupo de personas que promueven una democracia más participativa y una auténtica división de poderes”. Es perceptible, por tanto, que se está forjando una línea de sentido paralela.

Es conveniente, por consiguiente, establecer a priori una distinción entre las siguientes nociones: se puede estar indignado sin que implique formar parte de “el movimiento indignado”. Sin embargo, difícilmente se podrá ser un indignado sin estar fuertemente irritado o enfadado. Es en este ámbito cuando le asignamos al término valores unipersonales. De este modo, podríamos afirmar que estar indignado cumple su función literal -adjetiva-, mientras que ser un indignado denotaría la función adquirida-sustantiva-. Ante esta situación, debemos cuestionarnos por qué se han abierto nuevas vías de sentido hacia este término. Evidentemente, como hemos expuesto, mucho tiene que ver el nacimiento de “el movimiento indignado” que, de algún modo, ha reinterpretado y le ha asignado un valor histórico, social y político. Por tanto, si indignado significa “irritar, enfadar, vehemente a alguien” (DRAE), a esta línea semántica se le adjunta un sentido político y social relativo a “el movimiento indignado”, que se da en un contexto concreto. Por tanto, podríamos afirmar que el término lleva consigo una relación intrínseca contexto-sentido. Sin embargo,  ¿cómo debemos interpretarla?

Es relevante detenernos, primeramente, ante la modificación gramatical a la que indignado está sometido actualmente, que desplaza su función adjetiva hacia una  sustantiva. Son relevantes, por tanto, las diferencias entre oraciones como “El padre de Mari Luz indignado con el instructor del caso donde indignado le atribuye rasgos apreciativos al sustantivo, frente otras como “Los indignados vuelven a tomar la Puerta de Sol” en la que se advierte cómo indignado –con valor sustantivo– hace referencia a un colectivo determinado. Junto a esta transposición categorial, debemos señalar la posición que ocupa el sustantivo, que le otorga una carga semántica y modifica, asimismo, su interpretación. Justifiquémoslo con dos ejemplos: “Un nuevo indignado” frente a “La indignación moral. Observamos en el primer caso cómo el sustantivo aparece pospuesto al adjetivo. Es significativo subrayar el valor del adjetivo nuevo en este enunciado –adjetivo adverbial o no intersectivo– que modifica el significado del sustantivo que le acompaña: “nuevo como indignado”. Asimismo, en el segundo caso, el adjetivo relacional que sucede al sustantivo restringe el significado del mismo. Igualmente, la estructura nombre más complemento establece una tipología de orden semántico en la que se han formado diversas modalidades o prototipos de indignados: “Indignados con sotana”, “Arenas, un indignado falso”.

A través de la función sustantiva, indignado vuelve a utilizarse con una función adjetiva. Es el caso de “Voces indignadas” o “Un fin de semana indignado”. En ambos ejemplos, el adjetivo se encuentra pospuesto, es decir, no solo aporta una cualidad, sino que restringe la función del significado sustantivo. Por consiguiente, advertimos un cambio en el sentido del término indignado, relacionado con su función gramatical. Sin embargo, aunque hemos reparado en esta transposición, quizá es relevante detenernos en aspectos ideológicos que moldean actualmente el término y que, hasta ahora, no hemos presentado: el convencionalismo, el sarcasmo o la ironía serán, por tanto, algunos de los aspectos que tratemos a continuación.

Es incuestionable el hecho de que en la actualidad términos análogoscomo “enfadado”, “irritado” o “encolerizado”– han quedado desbancados por indignado. Esta tendencia de reducción léxica puede considerarse desde una perspectiva semántica: de este modo, indignado se convertiría en el término preferido por el hablante (o no marcado), frente a los no preferidos (o marcados). La siguiente ejemplificación ratifica lo enunciado: “No estoy enfadado, estoy indignado”. Asimismo, si examinamos enunciados como “Un «indignado» Blas Infante” (ABC) frente a “Los indignados vuelven a tomar la Puerta de Sol” (El País) observamos que no estamos ante el mismo indignado. Por ello, debemos considerar la influencia que este término ejerce en el habla, donde en algunos casos adquiere valores como la ironía o el sarcasmo. Así, indignado aparece con frecuencia entre signos de exclamación, encerrado entre paréntesis o mediante comillas. De este modo, expresiones como “Espirito Santo, «indignado» por su protagonismo en la operación de Garzón o “‘Indignarse’ es fantástico”, producen, a partir del empleo de las comillas, una interpretación connotativa –valores subjetivos y, por tanto, pragmáticos– desvinculándose de este modo, el sentido denotativo del término –valores objetivos y, por tanto, semánticos–.

En suma, observamos en indignado un nuevo sentido –cargado de connotaciones y elementos contextuales– y una extensión de significado que, asimismo, se relaciona con la realidad en la que el hablante se encuentra inmerso. No obstante, pese a la convencionalidad y la ironía que este término ha introducido, produciendo una innovación en el habla, no debemos olvidar que ésta es versátil, evoluciona y compone términos constantemente. Por tanto, quizá el interrogante recae directamente sobre el hablante y su realidad contextual, sobre por dónde encauzará dicha tendencia, así como si realmente asentará el efecto del indignado en aquello que denominamos lengua.

Silvia Company de Castro


Siendo este un blog dedicado al lenguaje de la crisis, nos parece una obligación insoslayable analizar la omnipresente figura de los mercados en los medios de comunicación. Un solo dato puede bastar como justificación: en el año 2003, la versión electrónica del periódico el País registraba trescientas veces la expresión “los mercados” entre sus artículos; en 2011, la cifra superaba holgadamente las trece mil entradas.

Puesto que no somos economistas, no nos arrogaremos la función de definir lo que son esos mercados; como lingüistas vamos a centrar nuestra atención en los diferentes significados que se derivan de los usos periodísticos analizados, se ajusten o no a la definición científica que del referente hagan los expertos.

Los hablantes conceptualizamos y representamos la realidad metaforizándola y, así, entendemos con naturalidad que una persona pueda ser «un perro» o «estar llena» y no nos sorprende que la bolsa pueda «subir» o «bajar» o que pueda haber días «negros». Y es que, en realidad, nuestro uso cotidiano de la lengua está plagado de metáforas que no son, ni mucho menos, patrimonio exclusivo del registro literario. Por eso, tampoco nos resulta extraño leer que los mercados «se enfrentan» a los países, que «tienen enemigos» o que «lanzan ataques».

Así pues, vamos a ver cómo esta crisis económica es percibida y, consecuentemente, explicada como una guerra entre dos bandos: por una parte, los mercados y, por otra, un heterogéneo grupo de rivales formado por países, gobiernos y gobernantes. Respecto a este segundo bando, resulta llamativa la absoluta falta de unidad o cooperación entre sus miembros, pues libran sus batallas siempre en solitario. Los mercados, en cambio, se presentan invariablemente como un adversario monolítico, cuyos integrantes permanecen inaccesibles tras la marca de pluralidad.

Por otra parte, debe añadirse que en esta elaboración metafórica los mercados han experimentado un claro proceso de personificación. Muchas de las acciones que llevan a cabo son propias de sujetos humanos que, además, parecen actuar por voluntad propia, siendo plenamente conscientes de sus actos y con capacidad para decidir, como solo un agente humano podría hacer. Parece lógica la atribución de estas cualidades de racionalidad y volicionalidad si, como hemos apuntado, los mercados son parte activa de una guerra, que requiere decisiones estratégicas, acciones decididas y contundentes y un pleno ejercicio del poder, cuando este se tiene.

Esta metáfora bélica -sin duda, una de las más productivas del discurso económico de la crisis- nos ofrece una imagen connotativa del poder casi ilimitado del personaje de los mercados, pues esta guerra no se libra, ni mucho menos, entre iguales. El poder del bando enemigo es muy superior y, conocedor de su enorme ventaja, lo ejerce «presionando», «imponiendo», «dominando» y «manejando como títeres» a sus débiles rivales. Es tal su superioridad que, por momentos, se asimilan a deidades «omnipresentes» y crueles en cuyo honor se deben levantar «altares para sacrificios». Si no corre la sangre exigida, los mercados, siempre «prestos al castigo», «no perdonan» y ponen ellos mismos «la soga» al cuello de los países de turno. En otros momentos, los menos, el enemigo muestra su magnanimidad y concede alguna «tregua», aunque quizás se trate solo de pura estrategia militar, pues vuelve pronto a la carga con mayor fuerza si cabe, llegando incluso a ejercer su autoridad con un estilo cercano a las prácticas mafiosas: “extorsionan”, “acosan”, “nos crujen”, “aprietan las tuercas” y si “enseñan la patita”, los países “se mueren de miedo”. Y aunque estos pueden también «enfrentarse» al «enemigo», en esta elaboración metafórica su papel es casi invariablemente el de víctimas que son «acorraladas» y «vigiladas» por unos mercados que las ponen «en el centro de su diana» para, finalmente, caer «bajo su poder», lo cual equivale a ser conquistadas.

Así pues, hemos visto cómo los mercados, esos entes ignotos y misteriosos para la mayoría, se configuran en el lenguaje periodístico como el poderoso enemigo de una guerra metafórica que, de momento, ganan con una insultante superioridad. Esta imagen contrasta con la que se ofrece en el discurso especializado, que entiende y explica el mercado como una entidad compleja que no es sujeto de poder, sino un simple objeto de actos reflejos que reacciona ante las variaciones del entorno. Pensamos que la elaboración de esta metáfora bélica responde a la necesidad común de la sociedad de entender una crisis cuyos mecanismos causales son harto complejos. De esta forma, los ciudadanos recibimos una imagen fácilmente aprehensible de los mercados que, además, nos proporciona el consuelo de la identificación de un enemigo y un culpable. Y los políticos, muy probablemente, se sentirán cómodos con esta representación de la realidad, pues les brinda la opción del descargo de sus responsabilidades en la crisis.

Ramón García Riera

El DRAE define «empresario» como «titular o propietario de una industria, negocio o empresa», mientras que «emprendedor» se define como «que emprende con resolución acciones dificultosas o azarosas». Queda claro que se trata de dos conceptos distintos y que se puede ser empresario sin ser necesariamente emprendedor y que, paralelamente, se puede ser emprendedor sin poseer industria, negocio o empresa algunas. Sin embargo, es cada vez más frecuente la sustitución del primer término por el segundo, de modo que el propietario de alguna de las entidades arriba mencionadas se inviste de un carácter resolutivo, y la gestión cotidiana de una panadería o de un almacén de contrachapados se convierte en una acción dificultosa o azarosa. Así, en el uso de los medios de comunicación se habla del «espíritu emprendedor», de las «actitudes emprendedoras», del «día del emprendedor»  o, directamente, de «emprendedores» en contextos en los que se podría hablar de «empresarios». Se produce así un transvase de las cualidades positivas de la emprendeduría, por seguir un neologismo de moda, a todo un grupo social.

Que esta es una innovación reciente lo demuestra el que, en una búsqueda realizada en el corpus CREA de la Real Academia para todos los documentos publicados en España entre 2000 y 2004 en la sección de «Periódicos, Comercio y Finanzas», solo se hayan encontrado seis ejemplos y, de ellos, cuatro estén ligados al sustantivo «espíritu». La extensión de la que estamos hablando parece, pues, posterior a esta fecha.

¿Cómo se puede interpretar este aumento en el  significado, de adjetivo a sustantivo, por un lado, y complemento de muy pocos sustantivos a su ampliación de contextos, por el otro? Creo sinceramente que lo que este cambio indica es el deseo de proponer la actividad empresarial como modelo.

Es instructivo saber qué modelos positivos y qué modelos negativos se nos propone desde este tipo de cambios porque, uniendo ambas informaciones, podremos imaginar cuál es el mundo que se nos plantea. Pero no olvidemos que esto es un juego retórico y que la Retórica consiste en poner encima de la mesa un estado de cosas y proponerlo como la verdad, que asumirá rango de certeza a no ser que alguien la cuestione. De nosotros depende…

Salvador Pons Bordería